Partida Rol por web

- Ja! Cerfificado de defunción, sabes que fácil se consigue si tienes dinero... y el tío lo tenía... o debería decir lo tiene. No lo sé. Prefería asegurarme -

- Repito. No creo es esas cosas. Ja! como si fuera posible volver de la muerte, pero parece que el tío Timothy si creía y, seamos sinceros, hace años que no lo vemos. Nunca nos ocupamos de él. Si necesitara, según su mente enferma, algún familiar, no creen que seríamos los candidatos ideales? -

Tras escuchar a su prima, arriesga - Esto de la grasa humana... no lo sé, cada vez me gusta menos, porque supongo que el tío es capaz de pensar que la grasa humana de un familiar es la que le dará mejor resultado para sus... eh... ridiculos intentos? -

- El panteon... si es un buen lugar para empezar, a buscar, aunque debo coincidir con Elizabeth. Ya hay dos muertos, lo mejor es irnos de acá. Yo por lo menos creo que es lo mejor. Intentaré llegar al pueblo y avisar a la policía de que está pasando algo extraño. Alguno quiere acompañarme. Realmente ya no estoy tan interesado en la herencia. No con muertos y esta... eh... sensación. Ja! prefiero seguir vivo -

- Yo me voy contigo, Sydney, parece ser que eres el único aquí con algo de sentido común. Y, aunque he de reconocer que todo este asunto despierta mi curiosidad, prefiero enterarme de los detalles cuando la mansión esté llena de policías.. Jack hace ademán de marcharse hacia la puerta. - ¿Alguien más se viene?

Alfonso Riccoletti...leen mis ojos sobre el anticuado tomo que había junto al diario del difunto tio. En esos momentos, mis sensaciones están centradas en lo pesado que es el tomo y en el aroma que desprende el mismo. Cuando vuelvo en sí, tratando de no perderme demasiado entre la idea de una existencia más allá de la que conocemos, realizo un paso de hojas en busca de algún sentido a tan extraño hallazgo. Pero, en ese instante Jack alza la voz...

El sonido de las palabras de Jack, penetrante por el mensaje que conllevan, elevan las palpitaciones de los allí presentes. Todos permanecemos en silencio escuchando, pero sobre todo, tratando de entender lo recitado. Palabras que suenan a metamorfosis, palabras que relacionan el más allá, palabras que nos muestran una existencia diferente...

Mientras mis brazos sostienen el pesado libro de los espíritus, trato de asentar todo los datos ofrecidos por el jóven Jack. Lo dije, no está muerto. Lo dije... Por el gesto que hacen mis primos hacia mí, me doy cuenta de que he pensado en voz alta. .... ehhh; traté de comentarlo horas antes en el cobertizo. Sabía que debíamos ir a ese Panteón, os lo dije...trata de aclarar el apuesto tenista; el cual aprovecha la ocasión para dejar un recadito con su mirada al sabelotodo de Harvey... Y lastrando la mirada en este último, parece que ahora ya no es tan descabezado echar un vistazo; o por lo menos, continuar con mi idea de que el tío no está muerto mi tono suena con una pequeña y ligera "sorna".

Ahora, apartando la mirada de Harvey y dirigiendola hacia Jefferey; estoy contigo, Timothy no está muerto, quizás se haya vuelto un poco más loco de lo que ya era. Busquemosle; pero antes consigamos más información. Trato de organizar la tormenta de ideas que recae sobre mí, todas ellas extrañas, pero dentro del contexto en el que estamos inmersos, ya nada es descabezado. Propongo que echemos un vistazo a este libro,alzando con mis manos el grueso manojo de folios, y que terminemos de buscar por el estudio el famoso Tomo de Richard Duncan, quizás nos muestre donde está Timothy o nos dé algún indicio para entender la "vida eterna".Tomo una bocanada de aire y prosigo, luego busquemos a Timothy; está aquí, entre nosotros, tratando de asesinarnos...La palabra emite un eco ensordecedor...

Harvey piensa:

- Familia de lunáticos ...

Pero por la expresión de su rostro no parece muy difícil de adivinar lo que piensa ...

- Pues Uds. busquen todo lo quieran, que yo creo que encontré todo lo que quería. Ja! Espero que, cuando vuelva con la policía estén todos - el tono del medico, pese a la situación, no deja de ser sarcástico.

Dirigiéndose nuevamente hacia el cuarto de su tío, Sydney pregunta - Bueno, entonces... quien viene conmigo? Por más que llueva, estimo que, con cuidado podremos salir de acá. El pueblo es lejos, pero no tanto - Rebuscando en sus bolsillos encuentra las llaves de su automovil y se prepara a abandonar la mansión.

- ¿De verdad os quedáis aquí?... vosotros veréis. Vámonos , Sydney.

Jack espera a que el médico se decida y sale de la habitación en dirección a su propio vehículo.

Mientras sus primos hablan, la altiva diletante trata de repasar la información que han recopilado hasta ahora. Jamison y Henrietta están atados, no debería de haber ningún otro ataque extraño. Podría quedarse y con suerte la herencia iría a parar directamente a sus bolsillos y podría dilapidarla en un largo viaje por Europa. Entonces, ¿por qué este miedo irracional? ¿Elizabeth renunciando a un gran fajo de billetes? Debo de estar loca. Si alguno de ellos se la lleva... Ni siquiera sabrían cómo manejarla, esos brutos sin clase, ¿con un montón de dinero? El desprecio está a punto de hacerla cambiar de opinión hasta que ese temblor irracional le hace reprimir sus arcadas.

Con un ligero aspaviento y sin intención de despedirse de los primos Poirot, Elizabeth deja el libro extraño y se dirige hacia la puerta, sin saber aún si montará en su propio coche o se comerá el orgullo y se colará en el de Jack, o de Sydney. El esnobismo es un arte fascinante en cenas de salón pero no cuando puedes estar jugándote la vida, parece pensar Elizabeth cuando pone su mano en el hombro de Sydney a modo de señal, como si quisiera decirle algo. Se toca la pierna para comprobar que la Derringer sigue ahí, en su liga y se deja una nota mental para colocarla en un sitio más a mano.

Cuando Elizabeth pone la mano en el hombro de Sydney, mientras éste rebusca en sus bolsillos, le dice con voz suave:

-¿De verdad que no te interesa el dinero del sótano? Supongo que no será mucho, pero el viejo... bueno, ya no lo necesita, ¿no? Sería sólo un momento y al menos no nos iríamos de aquí con las manos vacías, tras tantos sobresaltos nos lo merecemos.
Antes de que el médico pueda contestar, un pensamiento se cruza por su mente como un relámpago. Mira en derredor para comprobar si sus primos les observan y baja un poco la voz, tratando de que su gesto parezca de lo más superficial e intrascendente:

-Bien es cierto que quizás no sería seguro, si. Pero... ¿Cuando investigastéis por aquí no bajasteís al sótano? ¿Parecía seguro? Sola no bajaría ni loca, pero contigo... Sabes que llevo un arma, y diría que soy bastante diestra.

- Te aseguro que no era tanto - comenta el medico a si bella prima, tan disimuladamente como ella - Como ya comentó Jack, lo encontramos. Era un grueso fajo. Para dividir entre siete no parecía demasiado, pero entre dos... - el médico lo piensa un momento -Aunque habría que buscarlo en los bolsillos de Jamieson, así que deberíamos incluir a quienes estén con nosotros. Uhm... Suena interesante, aunque "los valientes" pueden tener la misma idea y sospechar de nosotros... No lo sé. Prefiero irme de una vez -

El médico, claramente desea irse de una vez. Ya que ha tomado la decisión de renunciar a su herencia, no quiere quedarse ni un minuto más de lo imprescindible en esta mansión de locos - Si el resto está de acuerdo podemos hacer una escala y buscarlo, No me parece lo mejor, pero prefiero no ir solo hasta el garage, si los convences, os ocompaño -

Al salir del estudio e ingresar a la habitación del difunto Timothy, Sydney le susurra algo a Elizabeth antes de dirigirse, seguro hacia el pasillo - Bueno, entonces, vayamonos - exclama haciendo tintilear las llaves de su vehículo en su diestra, mientras en su otra mano porta el maletín que ha recuperado de la cama de su tío.

- Ya que decidimos irnos, no creo que tenga sentido demorarnos más - comenta mientras abre la puerta dispuesto a "huir" de la mansión lo más rápido posible.

-Eh, sí, tienes razón... Lo tiene Jamison... Bueno, está maniatado y sedado... Quizás..., aunque Jack no parecía dispuesto a manchar su virtud por algo como el dinero, ¿verdad, primo? -dice casi para sí y algo disuadida por tener que convencer a Jack o a Jeffrey- Los demás no parecían muy interesados y, además, no tendrían por qué enterarse: se me olvida algo, tú me acompañas porque me da miedo ir sola y volvemos en seguida.

Consciente de que susurrarse durante demasiado tiempo como viejas chismosas podría levantar sospechas, decide terminar algo abruptamente: -Si cambias de opnión, ya sabes.

Elizabeth asiente y permanece callada, con el bolso. Parece que algo se cruza por su mente, como un rayo de entendimiento y frunce el ceño con una mueca de cierto disgusto.

- Bien, recogeré mis libros y mi maleta y nos iremos de aquí. Mejor que vayamos todos los coches seguidos, pues será más seguro para todos con la que está cayendo.

Jack sale por la puerta definitivamente, teniendo claro que al menos Sydney y Elizabeth también abandonan la mansión. Se dirige a su habitación y recoge rápidamente las cuatro cosas que tuviera desperdigadas, con intención de subir al coche cuanto antes.

- Pues iros si así lo deseais, yo desde luego no os lo impediré.

Harvey está encantado con la situación, al parecer va a quedarse con toda la herencia para el solito.

Y así, tras buscar infructuosamente en el despacho de Timothy el tomo de Richard Duncan al que se refería en su diario, el grupo sale y se prepara para separarse. Mientras Elizabeth, Jack y Sydney, con lo puesto, abren la puerta delantera -la lluvia sigue cayendo con fuerza- los tres primos que se quedan se dirigen a la puerta trasera, camino del panteón. Mientras los primeros se adentran en la lluvia con una sensación de alivio por abandonar el lugar, los otros se dirigen hacia el panteón haciendo las nuevas cuentas: en cuanto sus tres primos lleguen hasta Hampton, el reparto de la herencia les dejará a cada uno medio millón de dólares

Sin pararse a recoger nada que no lleven puesto -ya recuperarán sus pertenencias cuando llegue aquí la policía- Jack, Sydney y Elizabeth se apresuran hacia los coches, bajo unos paraguas que el viento amenaza con llevarse de un momento a otro. No tardan mucho en llegar hasta el garage (antes establo) donde están protegidos de las inclemencias del tiempo. Chapoteando y algo destemplados entran bajo el techo, y comprueban que los vehículos están en sus lugares correspondientes. Siete, como siete ataudes. Las sombras del lugar podrían esconder cualquier cosa, pensais. El viento ulula a través del garaje