Partida Rol por web

Atrás de Gael venía Panacea, muy a las vivas. 

Como es gnoma, puede entender lo que vienen diciendo, o gritando, las ratitas.  Se lo traduce a sus compañeros. 

Después de la curación hecha por mis compañeros, me quedé un rato tendido en el suelo descansando. Afuera el viento se batía contra la entrada de la cueva sin mucho éxito. El sonido de la tempestad retumbaba por la caverna como un grito de locura. La luz de una antorcha nos desveló al fondo tres puertas, el suelo de piedra labrada y grabados en las paredes.

Con sorpresa para nosotros, con la caída del último rayo, las puertas cedieron y cayeron al mismo tiempo. Un aluvión de ratas y de agua emponzoñada hizo acto de presencia, dirigiéndose hacia nosotros. Me incorporé y me quedé el último de los cuatro, pegado a la pared. Empecé a preparar un conjuro, notaba la energía brotar de mi interior. De mis manos empezaron a brotar gotas de fuego, listas para ser lanzadas a la marabunta de ratas.

Panacea intenta comunicarse con las ratas haciendo gestos y chillidos agudos.

En una maniobra desesperada, las ratas se lanzan contra Panacea, quien ve con ojos de espanto como el enjambre de ratas se desboca en su posición. 

Les habla intentando calmarlas son éxito.  Intenta un conjuro mientras los roedores se acercan apresuradamente.

No alcanza a saber si su voz, convertida casi en un chillido, alcanza a ser escuchada, pero si siente las mordeduras de los pequeños roedores absolutamente descontrolados y cae al suelo en su posición. 

Panacea usa magia natural para curarse las heridas y no caer desmayada. 

Noo amigas, os van a dañar si no evitan a los dos patas. Rodeenlos! - chilló, ratonilmente. 

Lasar,  que ya veía venir el enjambre cerca de ellos se concentra,  poniendo sus ojos de color amarillo por un segundo.

Sus manos empiezan a brillar con un color amarillo- naranja intenso y luego repentinamente se encienden en fuego. 

Grandes gotas de lo que parece ser fuego,  pero líquido empiezan a brotar de sus puños cerrados,  sin embargo repentinamente el poder se concentra,  levanta sus puños y un chorro de puro fuego brota de sus dos manos empuñadas,  impactando en el enjambre de ratas y chamuscando muchas de ellas. 

Los chillidos se hacen agudisimos, y ven como una parte del enjambre queda botado en el piso,  al lado de Panacea.

Las ratas pudieron sobrepasar con facilidad al caballero alcanzando a la gnoma. Se lamentó porque no se hubieran enfrentado a él pero poco podía hacer contra seres con tan baja inteligencia.

No sabía si la espada larga podría dañar a esos pequeños animales pero no tenía otra opción, por eso trató de sajar dando cortes hacia abajo uno tras otro, esperando además captar la atención para que trataran de atacarle.

El guerrero ve estupefacto como las pequeñas criaturas,  chillan y se mueven en enjambre,  atacando a la druida,  que nada puede hacer antes que las mismas la muerdan en repetidas oportunidades,  haciéndola caer. 

Utilizando su espada,  e intentando no golpear a la druida caída,  su golpe es débil,  sin embargo,  logra golpear una parte del enjambre de ratas con su espada. 

Aunque el golpe acierta, no es tan efectivo como golpear un cuerpo físico mas cohesionado.

Aramin,  por su parte,  intenta envalentonar al guerrero,  con palabras llenas de  esperanza y seguridad., mientras musita unas palabras y un resplandor pasa de sus manos a la gnoma,  cerrando gran parte de sus heridas. 

Aramin ve como las ratas dejan inconsciente a la pobre Gnoma se apresura en conjurar la iluminación de su Diosa y le da un leve empujón con el pie mientras la luz sanadora pasa entre su cuerpo hacia su pie e ilumina a la Gnoma curando parte sus heridas. 

- Levantate que aun no es hora de irse.
 

Viendo las ratas moverse sin atender a la cercanía del caballero, éste siguió clavando la espada contra el suelo.

Vida enjambre: 24

Daño recibido: 8+3+6=17

Bajar daño a 1d6

Panacea sigue insistiendo, comunicándose con chillidos con las ratas para que se alejen sin atacarlos.  Sabe que están espantaditas las pobres y que por eso muerden.   Y quiere que se alejen lo más posible sin dañar a los hombres armados para que no las lastimen a ellas en retorno. 

¡Eeek!  ¡iiik! ik ik.  -decía. -¡Pasen sin morder, huyan al fondo!-

¿De qué huyen?  -  ¡IIIk!  ¡iiik! ¿eek iiik!?

El enjambre avanza,  sin detenerse ni escuchar a la druida,  contra el hechicero.

El guerrero mueve su espada y alcanza a golpear varias ratas antes de que estas se alejen. 

Aramin,  por su parte,  patea justo un cadáver de rata,  que sale volando, directo a la pared. 

Del enjambre, sólo unas pocas ratas llegan frente a el hechicero intentan morder rabiosas.

Varias se cuelan entre la túnica,  y empiezan a morder rabiosas el cuerpo del hechicero. 

El hechicero chilla de dolor con esas pocas,  pero letales roedores, al parecer poseidas por el demonio.