Partida Rol por web

-Gra-gracias. No hay muchos hombres que se detengan a explicarle estas cosas a una extranjera. Aunque supongo que vos también os encontráis en la misma situación - Con una triste sonrisa, Daphnia se observó el dedo índice, donde él le había pinchado.

-No me hubiera importado si me hubiera salido sangre, aunque una mancha en el vestido siempre es aparatosa. Pero se os da bien explicar con ejemplos. Me gustaría agradecéroslo, pero aparte de cómo sobrevivir en un desierto, no tengo nada más con que pagaros. Supongo que...podría daros esto.

Mirándolo intensamente, su mirada pasó a sus labios por un instante, antes de volver a los oscuros ojos. La indecisión la detenía, pero, armándose de valor, cruzó el pequeño espacio que los separaba, hasta encontrarse con su boca. 

En principio, apenas fue un roce, una leve caricia, pero, tras rodear su musculoso cuello con los brazos, unió sus labios con los de él, en un apasionado beso, aunque algo torpe, que denotaba su inexperiencia. No fue muy largo, pero cuando se separó, Daphnia volvía a tener las mejillas coloreadas, y su respiración había aumentado, como si hubiera corrido varios minutos. 

Lentamente, liberó su cuello, y dejó caer los brazos en su regazo, toqueteándose la falda, sin saber cómo comportarse.

-Espero no haberos molestado - Añadió finalmente, con un hilo de voz. 

Kaleon no hizo ademán de evitar el beso. Agradable a la vez que incómodo para él. Que la mujer llevara la iniciativa no era el estilo dothraki, ni por asomo.

Reza a tus dioses mañana por mí, con eso me basta.-Estaba un poco cansado, había sido un día duro y el vino no ayudaba.-Yo me voy a dormir.-El salvaje coge a la muchacha y la deja de pie, haciendo apenas esfuerzo.

Algunos de los comensales no les habían quitado ojo durante su conversación. Desde fuera parecería que había estado especialmente cortés esa noche, pero los que conocen un poco la cultura dothraki saben que cualquier atisbo de educación en un bárbaro es pura casualidad. Los dothraki son unos guerreros extraordinarios, pero su fuerte no es precisamente la conversación.

Mañana ponte tu mejor vestido, si gano podrás lucirlo como princesa de la belleza.-Para él, el nombramiento de una princesa de la belleza no era más que otra de las infinitas pamplinas de los ándalos, pero estaba seguro de que era muy importante para su nueva amiga... y se lo había prometido.

Kaleon se levanta y se marcha, sin mediar palabra con nadie más.

Daphnia abrió los ojos, sorprendida, cuando él la levantó como quien coge una jarra, y la dejó en el suelo. Durante un segundo casi pierde el equilibrio, pero consiguió estabilizarse, aunque demasiado tarde, porque él ya se estaba yendo. Alzando un poco la voz, más teniendo en cuenta lo suave que había estado hablando hasta el momento, 

-Rezaré porque todo salga bien, sí. Pero lo de no es necesario que me elijáis princesa de la belleza. Lo único que deseo es que mañana hagáis un gran combate. 

Alzó una mano como despedida, pero la bajó enseguida. Al fin y al cabo, él no podía verla. Con un quedo suspiro, decidió marcharse ella también a la cama, aunque parecía que su corazón nunca fuera a dejar con tanta fuerza.  

Mañana es el gran día. ¿Podré dormir esta noche, o será otra de insomnio, preocupada por cómo acabará todo? 

Una vez Kaleon se fue, Daphnia compuso una mueca de cansancio. Parecía que esa noche no fuera a acabar nunca...lo cual, en cierta manera, la beneficiaba. La preocupación que sentía era real. Todo lo que había planeado, durante tanto tiempo, dependía de ese momento. Y de la fortaleza de sus "aliados"

Pero el día está acabando, y por fin, mi trabajo ha concluido. Aunque, aun me queda una pequeña cosa por hacer.

Con una sonrisa, que quien la viera podría pensar que era de inocencia, por los sucesos ocurridos, pero que realmente era bastante sarcástica, Daphnia se dirigió hasta las habitaciones de Jasper. Tenía una cuenta pendiente con él, y la iban a saldar en ese momento.

No tuvo que preguntar el camino, ya que se había informado previamente*. Tener controlado a su campeón era algo imprescindible, y esa era la segunda razón por la que iba a verlo. 

Mientras se dirigía hacia su dormitorio, a la joven se le ocurrió una idea algo malévola. Con una risita, recogió lo que necesitaba, una simple vela, por el camino.

Más le vale responderme a todo lo que le pregunte. 

El combate había acabado, pero el trabajo de Daphnia no hacía más que empezar. Sabía que sería un arduo día de trabajo, en el que muchas cosas podían salir mal, pero no se dejó amilanar por tal minucia. Llevaba mucho tiempo planeando ese momento, ese torneo, y pensaba cumplir con cada detalle, por muy difícil que resultara. 

El primer paso era tenerlo todo listo.  Y eso era, precisamente, lo que la dorniense estaba haciendo en aquel momento. En su propia habitación, mientras Yersinia estaba al otro lado de la puerta, vigilando que nadie entrara mientras ella se "cambiaba", Daphnia sacó sus utensilios, y empezó a trabajar.

Mezclar esos compuestos era terriblemente complicado, pero ella tenía mucha práctica, desde pequeña le habían enseñado a crearlos para defenderse, así que no le costaría más que unos pocos minutos. Al fin y al cabo, el mezclar el potente veneno con un neutralizador, para que no hiciera efecto hasta unas cuantas horas después, había sido idea suya. 

Tatareando una antigua canción de cuna mientras realizaba las pociones, Daphnia empezó a numerar sus objetivos de esa noche.

Cuatro. Iré a por cuatro. ¿Serán suficientes?

La idea la había mantenido en vilo toda la noche. Estaba muy preocupada por el hecho de dejarse tantos cabos sueltos, pero intentar "conversar" con todos sería una locura, incluso para una persona tan arriesgada como ella. 

Seguro que cuando esto acabe, podré dormir tan tranquila como un recién nacido. 

Con un suspiro, recogió todo, guardándolo en su sitio, y se guardó las pequeñas cápsulas.

Se las pondría en la boca, en un espacio entre los dientes. Cuando quisiera envenenar a alguien, no tendría más que romper la frágil cápsula, y el insípido veneno pasaría a la boca de sus enemigos, con un dulce e inocente beso. 

Llegó la hora de actuar. Preparaos, Cersei. Vais a llorar tanto cuando perdáis todo vuestro dinero, que os escucharán hasta más allá del muro. 

Algo despertó a Ser Jasper en la profundidad de la noche. Abrió un ojo dudando de si había sido tan solo un sueño que irónicamente le había despertado o si realmente se trataba de algún sonido exterior. El sonido se repitió alejando toda duda.

Alguien llamaba a la puerta de su habitación. Escuchó como la madera replicaba por el golpe de los nudillos de alguien, mas no pudo ver nada puesto que la habitación se encontraba sumida en la oscuridad.

Tiento hasta encontrar mi espada o cuchillo y me cubro con unas pieles gruesas para salir hacia la puerta a tientas.

- ¿Quien va? - antes de abrir, dejando la mano en el pomo y sujetando el arma con fuerza

Tiento hasta encontrar mi espada o cuchillo y me cubro con unas pieles gruesas para salir hacia la puerta a tientas.

- ¿Quien va? - antes de abrir, dejando la mano en el pomo y sujetando el arma con fuerza

En vez de contestar, Daphnia echó un vistazo, para asegurarse de que no había nadie, y entró en su dormitorio, sin esperar a ser invitada. Antes de darle la espalda, le indicó con un gesto que cerrara la puerta, y se dirigió a la chimenea. 

Se arrodilló, intentando no mancharse el vestido, y empezó a encender la chimenea. El proceso tardó varios minutos, pero cuando se levantó, una pequeña pero cálida hoguera danzaba, desterrando en parte las sombras de la habitación.

Una vez la puerta estaba cerrada*, encaró a Jasper, con los brazos en jarras.

-¿Y bien? ¿Habéis hecho lo que os dije? - Su postura, y la ceja enarcada, evidenciaban que no estaba muy contenta. 

El tiempo pasaba muy deprisa, y el que no le quisiera abrir la puerta la exasperó. Pero, conteniendo la frustración, contestó firmemente. Lo suficiente como para ser oída por Jasper, y no por el resto. 

-Soy Daphnia. Tenemos que hablar.

Abrió la puerta, la habitación apenas estaba iluminada por una vela al fondo. Unas pieles le cubrían a modo de capa, por lo demás tan solo llevaba puestos los pantalones. Aun sostenía una daga en la mano. Abrió la puerta y se apartó dejándote pasar. 

- ¿Que ocurre?

En vez de contestar, Daphnia echó un vistazo, para asegurarse de que no había nadie, y entró en su dormitorio. Antes de darle la espalda, le indicó con un gesto que cerrara la puerta, y se dirigió a la chimenea.

Se arrodilló, intentando no mancharse el vestido, y empezó a encender la chimenea. El proceso tardó varios minutos, pero cuando se levantó, una pequeña pero cálida hoguera danzaba, desterrando en parte las sombras de la habitación.

Una vez la puerta estaba cerrada*, encaró a Jasper, con los brazos en jarras.

-¿Y bien? ¿Habéis hecho lo que os dije? - Su postura, y la ceja enarcada, evidenciaban que no estaba muy contenta.

Cierra la puerta dejándote entrar y deja su arma con el resto de sus cosas. Se acerca mientras enciendes la chimenea, observándote.

- ¿Hacer que? - serio, sin parecer gustarle mucho las formas de la mujer

-Os dije que no os mostrarais confiado. Que actuarais con cautela, para no llamar la atención, y que no apostaran por vos. Ya os dije cuál es mi objetivo, y lo único que teníais que hacer era eso. ¿Podéis responderme ahora? 

Cansada, de haber estado toda la noche bailando y hablando con la nobleza, Daphnia dejó caer los brazos a los costados, enganchando la mano derecha en el vestido. Con un suspiro de cansancio, esperó la respuesta sin moverse del sitio.

- Cualquiera con cautela apostará por mi - asegura, orgulloso - solo tienen que haber visto el combate. Me he retirado de la cena, Meñique ha intentado comprar mi derrota para ganar las apuestas... así que ya sabes a favor de quien están las apuestas. 

Se aparta de tu trayectoria a la puerta casi invitándote a salir, si algo esta claro es que no le gustan tus formas

-¡¿Qué Meñique ha intentado comprar tu derrota para ganar las apuestas?! - Incrédula, y algo aturdida, la joven se tuvo que sentar en un lado de la cama, mientras sacudía la cabeza levemente. Murmuró un par de reniegos, tan bajo que no se le escuchó. Finalmente, volvió a levantar la mirada hacia la de él, asustada - ¿No sabéis lo que eso significa? Puede que intente mataros, o impedir de alguna otra forma vuestra participación en el combate de mañana. 

Se llevó una mano a la frente, confirmado el peor de sus temores. Decidió contarle, directa, el por qué de su visita.

-He venido a veros para vigilaros. No va a ser cómodo para ninguno de los dos, pero... - echando un rápido vistazo a la alcoba, Daphnia suspiró - esta noche voy a dormir aquí - Levantó una mano rápidamente, antes de que él pudiera replicar - Dormiré en una silla, en el suelo si es necesario. Todo con tal de que no os pase nada. Y si pensáis que mis temores son infundados, es porque no habéis estado esta noche en el salón hasta tarde. Están conspirando contra vos. Incluso le ofrecieron al dothraki que se peleara contigo, hasta que no pudieras luchar, y a él lo descalificaran. Por suerte, es un hombre inteligente, y se negó. Pero si han llegado a ese límite, ¿qué les va a impedir haceros algo durante la noche?

Inquieta, se levantó de la cama, sin poder estarse quieta, y caminó de un sitio al otro, observando el fuego, que poco a poco adquiría mayor fuerza.

- Y si Meñique también está detrás de todo esto...las cosas se pueden poner feas. Por favor, decidme todo lo que os ha pasado esta noche, con quién habéis hablado, y qué os han ofrecido. - El tono suplicante denotaba lo urgente e importante que era para ella enterarse de quién intentaba hacer daño a Jasper - Necesito saber a qué me tengo que enfrentar. Os dije que os protegería, y eso haré. 

La voluntad de Daphnia no sería derrotada por unos cuantos caballeros sin honor que sólo podían ganar recurriendo a tales artimañas, tan sucias como sus espadas. 

- Ni aunque me quemen vivo podrán impedir que participe en el torneo - aseguró - no es por darte ideas claro... ¿quien me dice que no eres tu quien pretende incapacitarme? Si te quedas será atada... - desconfiado - no comeré ni beberé más hasta el torneo, al menos no de mi plato ni de mi copa... 

Cogió una silla y se acercó al a puerta sin perder de vista a la mujer, para atrancarla luego

- ¿Un enfrentamiento directo? Pueden intentarlo... - bravucón

-¿Darme ideas? - Confundida, Daphnia calló y lo dejó terminar, aunque no le gustó nada lo que él no insinuó, sino que dijo claramente. 

Es curioso, que precisamente la única persona que debería confiar en mi, sea la que no lo haga.

Con un suspiro, dándose por vencida, se llevó las manos a la cabeza.

-Está bien, lo entiendo. No confías en mi. Si has mostrado la misma cautela con el resto, supongo que no será tan malo. Pero no te recomiendo atarme, no te serviría de nada.

Intentando ocultar su leve indignación, se empezó a deshacer el enrevesado peinado que llevaba. Conforme los mechones iban cayendo, indómitos, las manos de Daphnia fueron recogiendo los pequeños broches que lo habían mantenido sujeto. 

Una vez terminó, giró levemente la cabeza, intentando apartarse los largos mechones del rostro. Se pasó todos los broches a una mano, excepto uno, que le tendió con suma cautela, acercándose hasta él. Ahora que él tenía su mano a apenas un metro de sus ojos, pudo ver que no eran broches convencionales. Su aspecto era el de largas agujas afiladas, capazes de clavarse perfectamente en la delicada piel humana. Aunque no lo suficientemente profundo como para provocar verdadero daño.

- Tened. Si queréis aseguraros de que "me comporto debidamente", coged mi pequeña amiga. Y, si en algún momento de la noche intento cualquier cosa que no os guste, no dudéis en clavármela, os doy mi permiso. - Al pronunciar esas palabras, los ojos de Daphnia no se apartaron en ningún momento de los de él, tan seria como el día en el que hizo su juramento. La cordial sonrisa que solía enmarcar su rostro estaba ausente, como si hubiera sido borrada de un plumazo. - No se os ocurra tocar la punta, ni siquiera la rocéis, por vuestro bien...por el de ambos.

Esto es demasiado importante como para andarme con jueguecitos. Y aun así, el que él no le quisiera contar lo que le había pedido, ¡incluso suplicado! la estaba volviendo loca. ¿Acaso habrían intentado una nueva intriga, y él era tan tozudo que no querría contársela?¿Cómo iba a protegerlo así?

Harta de insistir, y maldiciendo en su interior por lo obcecados que podían ser los hombres, en especial un tal ser Jasper Thundersword, la joven decidió desistir, y se sentó en el suelo, a un par de metros de la cama, no sin antes dejar todas sus agujas en la mesa, bien lejos de su alcance.

Con un par de movimientos, se quitó las botas, cómodas y ligeras, que no pegaban nada con su espléndido vestido, y las dejó a un lado. Se tumbó de lado sobre la alfombra, intentando no congelarse los pies, porque se salían de la pequeña alfombra, y se colocó el pelo sobre la espalda, con los rizos ondeando hasta más abajo de su cintura, esparciéndose por el suelo.

Si quiere atarme, allá él. Pero cuanto más tiempo pierda con tonterías, menos dormirá,  y más cansado estará mañana.

La verdad es que Daphnia estaba de un humor bastante funesto. Que después de pasarse toda la noche intentando evitar que le hicieran algo, y que cuando al fin terminara y fuera a preguntarle, él le respondiera rudamente y amenazando con amordazarla, minaría la alegría de cualquiera. 

Espero que mañana se demuestre que todo esto ha valido la pena. Y encima, hace frío. Odio el frío. 

No era la primera vez que se la intentaban jugar y la confianza la dejaba para los señores a los que servía aunque en ocasiones no la merecieran. 

No estaba tan equivocado... pensó sin coger una sola de aquellas armas de mujer y desentendiéndose con un gesto

Cuando hizo por acomodarse intervine

- Nada de eso... - advertí - dormirás en la cama, atada y yo ya pensaré si lo hago o no - me hice con un buen corte de tela que me sirviera como cuerda improvisada y esperé a que se acercara a la cama

De acceder, pasaría la noche cubierto por unas pieles y espada en mano sentado en uno de los rincones de la habitación, quizá dando alguna que otra corta cabezada para "descansar la vista" pero solo tras asegurarme de que ella permanecía dormida y bien sujeta. 

Daphnia se estiró un mechón del pelo fuertemente, una vieja costumbre, que Yersinia le intentó quitar, pero que renacía en momentos de crispación. Y en aquél momento lo estaba, y mucho. 

-¡No pienso ocupar tu cama, ni tampoco pienso dejar que mañana estés con sueño! He venido para evitar que os maten durante la noche, os he entregado la única defensa que tengo ante violadores y asesinos, ¿y así me lo pagáis? - Finalmente enderezó el cuerpo, con una mueca de profundo enfado, pero se quedó sentada en el suelo - Ya veo que no teméis a nadie, estáis muy seguro de ganar los combates, pero una mujer indefensa os provoca el pánico. Qué pasa, ¿acaso nunca habéis estado con ninguna, y nos tenéis por demonios? 

El desprecio inundaba su voz, y la ceja enarcada marcaba un desafío.