Partida Rol por web

Las arpías seguian acosando, aunque con mas reticencia. La elección acertada de hacer un circulo defensivo os quitó de tener que lidiar contra varios enemigos a la vez, a la par que su miedo hacia el fuego hacía que sus ataques fueran menos salvajes pero no por ello menos efectivos.

El enano lo daría todo por matar al menos a una arpía. No podía traspasar del mundo terrenal al divino con la vergüenza de haber caído por semejante criatura. No, no iba a ser ese su final. Recibió el ataque de la maldita, pero ella se llevó la peor de sus furias. Estaba satisfecho con el resultado. Solo quedaban unas cuantas más y listo.

Tranqui Jefe. El problema fue mio que leí deprisa y corriendo y no pillé lo de que Ándor intentaba llengar hasta el círculo.  

Así que yo mejor me quedo armado protegiendo a los del circulo, si no sigo pifiando, y que Ándor se haga con la antorcha.

La maldita arpía la había tomado conmigo y estaba decidida a matarme o como poco arrancarme algún ojo. La pierna dolía y solo esperaba que pudiera caminar con normalidad cuando todo aquello acabara y no me convirtiera en un lisiado por el resto de mi vida.

Intenté mover mi arma para parar los embites de la arpía

Entre garras y plumas seguíais debatiendo vuestro destino. Kurt detuvo a tiempo una zarpa directa al pecho interponiendo su maltratado escudo mientras que Ándor recogía la antorcha y alejaba con ella a la arpía que le acosaba.

El enano no tuvo tanta suerte sin embargo, que momentos antes propinar su mortal golpe sobre la arpía, esta le arañó el brazo izquierdo hincando sus garras en él.

La cubierta se llenaba de sangre rápidamente y las botas se pegaban a la madera. Parecía que no acabaría nunca ese combate, pues aunque hubieseis matado a tres de ellas, otras ocupaban su lugar.  

La situación se tornaba cada vez más desesperada. Nuestros aliados están cada vez más maltratados pero todavía son muchas las arpías que nos acosan. Mis dardos no tienen la potencia para acabar con varias de ellas y no cuento ni con los conocimientos ni con las capacidades para manejar más Aethyr como para intentar eliminarlas de una forma poderosa y grandiosa.

"Y si seguimos así, jamás llegaré a ese punto pues moriré ahora."

Entonces pienso en el tema de su temor al fuego. Las antorchas están siendo una excelente idea pero no tenemos antorchas para mantenerlas a todas alejadas.

Conozco un hechizo y ya había pensado en utilizarlo pero dudo que incluso las tontas arpías caigan en algo tan básico como él. 

"Son subinteligentes pero no tanto como para no ser capaz de distinguir eso."

Pero la situación es cada vez más insostenible y a esta altura, ya estamos muertos, no puede empeorar por no intentarlo. Así que intento concentrarme en lanzar canalizar el poder mágico pero no consigo concentrarme lo suficiente. Así mismo, intento generar el efecto mágico pero el Inmaterium no me brinda su energía y nada consigo crear. El grito de mi maldición debido a la  frustración hace eco en todo el mar a nuestro alrededor.

No podía hacer más que mover la antorcha frente a mi para ahuyentar a las arpías que me acosaban. Intentaba hacer el arco lo más grande posible para proteger también a mis compañeros que estaban más cerca.

Más y más arpías aparecían y no se acababan nunca. A ese ritmo no conseguirían aguantar mucho más tiempo y acabarían decorando la roca donde estaban y la barca haría compañía al buque de Gustav que se uniría a él para toda la eternidad.

Necesitábamos un milagro.

Una nueva arpía surgió en el hueco donde Hârr había acabado con la otra. El acoso era incesante y las criaturas parecían ávidas de sangre, pero con el nuevo factor del fuego en medio, sus ataques flaqueaban.

Ándor sostenía esa antorcha y estaba malherido, de modo que no podía exigirle que se levantase y avistase a lo lejos, podía ser peligroso para él. Había dos opciones: quemarle vivo para que las arpías huyesen y, por suerte, escapar antes de que el barco también arda; o la otra opción era que el enano aprovechase su mejor visión ante la humana para intentar avistar el número de odiosas pájaras.

Mientras tanto, lo podía dejar de atacar y defenderse con la maldita que tenía en frente.

—¡UUUUUGGH! ¡UUUUUGGH! —bramó desafiante cuando cortó el viento con su hacha hasta el cuello del monstruo.

Ahora sí, fijó su vista hacia el cielo, tierra o grupo de donde venían todas las arpías e intentó diferenciar su número. Ya fuese por la niebla, la cantidad de barcos caídos o porque inmediatamente vino otra arpía, no pudo saber de cuántas se trataban.

  Kurt notó que se le erizaban los pelos de la nuca y un estremecimiento le recorrió la espalda cuando Leopold reunió las energías místicas necesarias para su hechizo pero por el grito de frustración del mago intuyó que algo había salido mal  - Os intentaremos conseguir más tiempo Leopo… - el soldado no llegó a terminar la frase cuando otra de las arpías se estrelló contra el escudo; el brazo le empezaba a arder acusando el cansancio del esfuerzo de parar envite tras envite. Con un gruñido dio un paso adelante y lanzó una combinación de tajos y estocadas pero la endiablada criatura se movió con rapidez y esquivó los ataques.

Aunque vuestras fuerzas menguaran debido al combate, parecía que el valor seguía intacto. Hârr volvió a impactar contra otra arpía causándole una fea herida, pero aún así no cayó.

Leopold intentaba concentrarse en la tarea de convocar luces fantasmas pero como le había dicho su maestro muchas veces, "Lanzar un hechizo en el fragor del combate no es como hacerlo en el estudio". Una lección que ahora estaba aprendiendo demasiado bien.

Mientras tanto, Kurt y Ándor prosiguen en formación, defendiendo los laterales de sus compañeros de otros ataques por el flanco. 

El sudor comienza a caer copiosamente por mi frente pues, a pesar del frío ambiental, ya siento la muerte llegar a nosotros y una gran tensión en que quizás la única remota posibilidad de sobrevivir depende completamente de mi habilidad. 

"Vamos Leopold, puedes hacerlo. No es el hechizo más difícil que existe." 

Muchas frases de mi maestro se agolpan en mi cabeza, entre consejos y regaños hasta que uno permanece y destaca:

"Aprende a centrar tu mente pues tu vida dependerá de ello. Cuando en el mundo no encuentres calma alguna, debes crearla en tu interior o jamás podrás dominar el Aethyr." 

Cierro los ojos un momento y me concentro. Levanto las manos y comienzo a sentir las corrientes en bruto de los vientos de ma magia, distingo sus colores al tacto y comienzo a tejerlos alrededor de mis dedos.

Abro mis ojos y estos brillan con el brillo del Aethyr en su interior. Comienzo a conjurar con mis movimientos y mis palabras arcanas:

 - "Aethyris mei formam desiderii mei det, et ignis imaginem mundi aspectum impleat."

La magia no me esquiva esta vez y de pronto aparecen muchas pequeñas llamas a la distancia, como si de un ejército de antorchas se tratase. Hago que se acerquen a toda la velocidad que pueden:

 - ​​​​​​"¡Miren! ¡Ahí vienen nuestros refuerzos portando más fuego del que puedan imaginar estas arpías!"

Grito mientras señalo la dirección en las que se acercan las llamas para completar el engaño en el que me apoyo completamente en mis esperanzas de salir de aquí con vida. 

- ¿Acaso Verena me ha nublado la razón? ¿Son antorchas lo que veo? En verdad que sois un hombre de talentos extraordinarios, Leopold -  dijo Kurt mientras miraba, sorprendido, hacía donde señalaba el hechicero. Allí, en la distancia, aparecieron una multitud de fuegos que avanzaban hacia ellos sin verse entorpecidos ni por el mar ni por la bruma.

 La risa clara y el grito de desafió de Kurt se unieron al de Leopold  -¡Jajajaja! ¡El fuego os reclama, criaturas impías, por Ulric! -  con renovadas fuerzas el joven golpeó tres veces el escudo y adoptó una postura defensiva.

De una de las arpías salen palabras indescifrables, mitad lengua mitad chillido, que sirven de advertencia a las demás. Mirando hacia donde señala el hechicero, las arpias reculan indecisas. Un comportamiento extraño dadas las circunstancias. Volviendo al momento a atacar con una furia salvaje y desatada que no cabría esperar de ellas.

De hecho, una de ellas se ve tan rabiosa que atacóa su compañera intentando alcanzar al joven Kurt, sin que ello le supusiera ningún contratiempo.

Intento acercar la antorcha hacia las arpías. Con un poco de suerte le daría a laguna y la quemaría lo que nos daría un mínimo respiro. Si la menos pudiéramos saber cuántas eran.