Iba a morir, estaba segura. La intuición de las madres dirían algunos, la inevitabilidad del destino otros. Desde que había quedado atrapada en esa pesadilla sabía cual seria su final. Los hombres, los dichosos hombres. Siempre le habían dicho sus abuelas que los hombres serían su perdición, que tenía muy mal tino a la hora de escoger. Siempre. Le aburrían los buenos chicos ¿Qué podían ofrecerle? Una vida anodina de hipoteca de 40 años, viaje de novios a Mallorca, comidas en casa de los suegros los domingos.
No. Ella estaba hecha para algo más, la vida le deparaba algo especial, lo sentía, estaba en su sangre. Encadenó varias malas decisiones, pero un día le conoció y estuvo segura de haber acertado. Era policía ¿Qué podía pasarle de malo con un policía? Nada. Cierto era que era un poco veleta, algo violento, pero era de esos hombres que te desnuda con un beso. Ni se lo pensó cuando le pidió ayuda. Sonaba divertido. Infiltrarse en una organización mafiosa, salvar al mundo de los malos, hacer del mundo un lugar mejor.
Aquello era adrenalina en vena, vida en estado puro. Lo deseaba, todo, el pack completo, y pronto lo tendría. Desgraciadamente, las historias de televisión y cine sobre la mafia no lo cuentan todo. No cuentan el miedo a salir a la calle, no cuentan el miedo que da que un desconocido te mire, no cuentan lo difícil que es hacer algo tan sencillo como llevar a tu hijo al colegio.
Desde el principio le dio mala espina el coche. Negro, como ala de cuervo, la matrícula acabada en 13, tipo todo terreno, pero de esos potentes. En cuanto los golpeó por detrás chilló y abrazó a su hijo. Lloró, lloró mientras chillaba al chófer que acelerara, que los sacara de allí. Pobre diablo, estaba escupiendo sangre antes de poder cambiar la marcha. Solo le quedaba rezar y abrazar a su hijo. Tal vez, si Dios existía, su cuerpo pararía las balas. Ella moriría, pero él no, él no podía morir.
Notó el mordisco del plomo en la carne, notó como el aire salía de sus pulmones y como todo se hacía más lento. Se moría. Sus sentidos se desconectaban, pero en su cabeza, todo volvía atrás: La comunión, el primer chico, el primer amor. Se sucedían las imágenes a toda prisa hasta que se fijaron en una. Volvía de tomar una cerveza con unas amigas, estaba en el parque, había llegado a un puente. Recordó aquel día coger el camino más corto, el de la derecha, el camino donde conoció a su hermana. El de la izquierda era más largo, y el día era tan bonito, no tenía prisa. ¿Qué habría pasado de coger el otro camino?
Hay dos momentos en la vida que no deben coincidir en la memoria nunca jamás de los jamases. Uno de ellos es el instante en el que te mueres. Morir es agónico, incluso cuando es tan rápido y fugaz como las estrellas a las que le pediste un deseo, es tan doloroso que se convierte en la nada y en la eternidad al mismo tiempo.
El otro, es aquel segundo en el que tu vida podría haber sido otra. Ese que nunca te preguntaste porqué sucedió así y no se congeló arrojándote en uno de los otros universos que componen la urdimbre de la teoría de cuerdas personal. ¿Cuántos hilos no se habrían cortado de haber hilvanado hacia la derecha?
Al encontrarse secantes esos dos momentos que nunca debieron intersecarse, la imagen de mi hijo, Emad, venía a la mente antes de que esta se desvaneciera en las volátiles oscuridades de lo infinito. Antes de que el hilo que se incrustaba en mi tapiz llegase a coser la vida de Roberto – y por consiguiente la de Samir – a la mía. ¿Quién sería yo de no conocer su existencia? La de cualquiera.
Era un día cualquiera y también el primero. Uno de otoño en el que el sol se cuela por las frondas prontas a desnudarse de los árboles hastiados. Si al fondo de la derecha me esperaba Almudena, ¿quién aguardaba en la izquierda?
Los pasos me dirigieron por esa ruta, donde los últimos rayos de una tarde que minuto a minuto, en ese Octubre cálido, se recortaba como promesa y amenaza de un invierno implacable.
El más largo.
¿Por qué si no me gustaba dar rodeos? Más cuando tendría una entrevista de trabajo en dos días y quería prepararme las últimas leyes. Aquel despacho de abogados que contactó a través de la oferta no sólo era de los más prestigiosos en penales, sino de los más exigentes. Me aguardarían jornadas arduas y lecciones duras.
Aspiraba ese frescor que se augura, cuando el sol de Madrid da una pequeña tregua en ese clima que alarga las estaciones, deleitándome en la pura, simple y llana observación de lo cotidiano. Un camino, como cualquier otro.
El más largo. ¿Lo sería?
El trayecto me llevaba por una serie de senderos rodeando arbustos y matorrales que, de haber caído el ocaso, con toda probabilidad, no me habría aventurado a acercarme. Hasta que tras uno de ellos un ruido me alertó.
Alicia no era excesivamente valiente. Siendo honestos no era excesiva en demasiadas cosas que se separaran de su trabajo y el gimnasio. No era una ilusa, y sabía que un cuerpo bonito podía abrir algunas puertas, aunque eso no quisiera decir que se fuera entregando a cualquiera. Era su escaparate, su carta de presentación, y tras él, se escondía una abogada con un sexto sentido para encontrar cualquier celada que pudiera presentar el ministerio fiscal. Eso es que le decían, que tenía olfato, a veces suerte, nadie hablaba de lo que había trabajado, como se había quemado las pestañas para sacar la carrera mientras se pagaba casa y estudios sin ayuda de nadie. Era más fácil decir que había tenido suerte, y que era atractiva, muchísimo más fácil.
Cuando decidió que ese día elegiría dar un rodeo no suponía que nada pondría a prueba su valentía. Aquella zona de matorrales era de esas que, en el ocaso, hubiera evitado, pero aquel día era tan bonito, que no creía que pasara nada. El ruido detrás del seto le hizo ponerse en guardia. Dio un par de pasitos hacia atrás y empezó a trastear en el bolso buscando su spray de pimienta, pero no le dio tiempo de sacarlo antes de ver que un conejo salía del seto, a toda velocidad como un alma de algodón perseguida por el diablo.
Alicia se relajó, y se rio de ella misma por asustadiza, por lo que no vio la masa de músculo oscura saliendo del seto. Era un perro, uno de los grandes, un Rottweiler creía, y tenía un objetivo, el conejo. El único problema es que ella estaba en su camino, y que el animal debía pesar por lo menos 20 kilos más que ella. El choque fue inevitable, y una oleada de dolor le recorrió las piernas, yendo posteriormente a su espalda.
El perro no pareció ni siquiera verse afectado por el choque. Se puso encima suyo y la miró, decidiendo si la persona de abajo podía ser amiga o enemiga. Su aliento olía a carne podrida, sus ojos estaban inyectados en sangre y su piel estaba erizada.
¿Por qué no habría ido por donde siempre? ¿Quién la mandaría?
El trayecto me llevaba por una serie de senderos rodeando arbustos y matorrales que, de haber caído el ocaso, con toda probabilidad, no me habría aventurado a acercarme. Hasta que tras uno de ellos un ruido me alertó.
Eres la suma de tus decisiones. Eso es lo que pensaba al sentirse atacada por el perro. Nunca le habían gustado de sobremanera, desde que de pequeña uno de ellos se posó en su carrito con el aliento pestilente y la dejó durante varias horas en un estado de shock. Por eso el hecho de verse acosada por el Rottweiler no mejoró su opinión sobre el Karma y el destino. Esas criaturas del infierno huelen el miedo como ella podía oler a los babosos restriegacebolleta en las discotecas, pasadas las cuatro de la mañana.
Estos perros no eran callejeros - pensó su mente con rapidez. Estos perros suelen tener un dueño con igual de mala pinta que ellos pero con capacidad para tomarle agresivamente del collar y frenarlo.
Desde el suelo, con semejante fiera encima, tampoco tienes mucha capacidad de acción. Y se diría que incluso menos que al ver semejante mole abalanzarse, lanzarte al pavimento y posarse sobre ti.
- ¡Ayuda! - era la única opción que se le pasaba por la cabeza puesto que el animal, en el momento menos pensado, podría encarársele.
Nada de movimientos bruscos. O al menos eso es lo que salía en Jurassik Park ¿sería este perro como un descendientes de esos T-Rex que si no te movías, no podían seguir la pista de un ser vivo?¿ O se le echaría al cuello, listo como esos raptores que burlaban la verja?
- Vamos bonito, apartate... si estoy muy dura - murmuraba entre dientes
Ojalá mi curiosidad no le hubiera hecho acercarme. Como siempre, es el gato al que matan por ello y si somos sincero, tenía claro que había agotado todas sus vidas.
No había demasiada gente por aquella zona del parque: Unos niños que jugaban a la pelota cerca, y su madre al ver la escena gritó, pidiendo ayuda. Ayuda sobre ayuda, como si aquello pudiera servir de algo, como si la histeria de esa señora la sacara de sus problemas. Lo mejor era moverse poco a poco, porque aunque el perro no había enseñado los dientes ni gruñido no se podía estar segura. Siempre te podía tocar el perro que mordía, que no ladraba.
De los setos salió un chico, más que salir lo atravesó, corriendo a toda velocidad.
- ¡Max! ¡Max!
El perro miró en la dirección a la voz y por un momento sus ojos parecieron cobrar conciencia de que la había liado bastante gravemente. El muchacho levantó al perro en volandas, quitándoselo de encima a Alicia mientras lo lanzaba lejos, como si levantar y lanzar cincuenta kilos de perro fuera algo sencillo. El perro cayó en el césped pesadamente, pero el chico no reparó en él, se agachó frente a Alicia, visiblemente preocupado y le dijo
- Perdona, de verdad - El apuro y la preocupación desbordaban sus ojos azules - Es un cachorro y se me ha escapado, ¿Estás bien? ¿Quieres que llame a la ambulancia? De verdad, no es un mal perro, ha salido persiguiendo un conejo y se me ha escapado.... Lo siento.
El chico iba vestido con ropa de las que se ponen los modernos para hacer running. Pantalones cortos rojos, con calentadores negros casi hasta la rodilla, camiseta blanca de marca deportiva y unas zapatillas de color azul celeste. Olía a sudor, pero no de esos sudores rancios que te tiran para atrás, era un sudor, casi casi limpio. Moreno, tal vez algo bajito y más que fuerte se podría decir que estaba en forma. Como Alicia parecía no responder sacó el móvil del bolsillo trasero y empezó a marcar números
- No te preocupes, enseguida vendrá la ambulancia - Dijo con una sonrisa tranquilizadora. El perro se acercó a su dueño y acercó el morro a Alicia y la empujó con él con suavidad, como si le pidiera perdón. Su dueño soltó el aire despacio y se forzó a seguir sonriendo, aunque la preocupación parecía comérselo por dentro.
La masa de carne perruna sobre mi cuerpo había activado todos los sistemas de alerta de su cuerpo. Una espera que en esos parques la asalten otro tipo de elementos pero, se daba por satisfecha al comprobar que, aunque sería poseedora de unos bellos cardenales en sus posaderas, nada estaba roto. Al menos aparentemente.
Al parecer la bestia tenía un nombre y uno que no sonase satánico, así como un dueño, uno que no parecía estar fuera con el tercer grado. "¿Cachorro? ¿Eso es un cachorro?" Aún seguía conmocionada antes de poder contestarle al muchacho que se afanaba en quitarle de encima el peso muerto de un cánido grande.
—Si... Estoy bien. Deberías controlar el perro, si eso es un cachorro, debe ser de poni — levantándose y pasando las manos por los vaqueros para alisar su orgullo más que las arrugas inexistentes o las mijitas de hojas secas que fueron el daño colateral de la caída.
Tarde había reaccionado a la llamada y los servicios sanitarios estaban en camino. ¿Tanto le había influido la colisión con esa mole? ¿Con el - comillas - comillas - cachorrito?
A verle guardar el teléfono móvil y cerrar la tapa se apresuró a negar fervientemente con las manos cubiertas de tizne — No, no. No es necesario que venga la ambulancia, parece que estoy bien. Tendrán cosas mejores que hacer como atender a gente a quien le pase por encima un perro adulto, como una apisonadora — intentaba relajar el ambiente para lo que se rascó la base del cuello, en la nuca, justo detrás de las orejas.
Era un gesto muy típico de ella, uno que mil veces había intentado ocultad, debido a lo que dejaba translucir y a que, acompañándolo, se adornaba de una mirada al suelo, una puntera de zapato distraída y una sonrisa boba. En definitiva, estaba a un par de segundo de soltar una carcajada de "soy rubia" y de apellidos "muy tonta". Y por supuesto eso le hacía hervir la sangre horas después cuando se percataba de esa impresión tan alejada de la realidad.
El hombre, que parecía estar aguantando la respiración, dejó salir todo el aire cuando Alicia le confirmó que estaba bien. Un solo sí pareció disolver toda su angustia, aunque quedó sustituida por la vergüenza y la culpa. Le tendió una mano tímidamente, pero al ver como Alicia se levantaba la retiró antes de decirle
- Lo siento.... ahí donde le ves solo tiene 10 meses. Crece muy rápido esta raza, pero no creo que se haga más grande... Lo, siento de verdad....El perro está asegurado... tranquila...
Llamó a la ambulancia y en cuanto colgó Alicia dijo que no hacía falta. Cuando le dijo que tenían cosas mejores que hacer, como atender a quien lo pillara un perro apisonadora se volvió a sonrojar. El chico sonrió con timidez y le dijo
- Ya que los he avisado, podrían verte, puedes tener una conmoción cerebral, y es mejor estar seguro. - sonrió - Si quieres podemos sentarnos un rato y esperar a que te revise el SAMUR. - Su sonrisa se hizo más luminosa - ¿Quieres un café? Me gustaría poder disculparme de alguna manera por este - trató de buscar las palabras - desafortunado accidente del que soy plenamente culpable.
Levantó las manos, en son de paz, antes de explicarse
- No es que pretenda ligar contigo - sonrió tímidamente - pero...... - se calló, un momento, pensando en si decir lo que pensaba o no - Yo.... - suspiró - yo creo en el destino, y no sé, igual después de esto podemos ser amigos. - Sonrió ampliamente y le tendió la mano - Me llamo Julián, y este de aquí es Max, estamos encantados de conocerte aunque me hubiera gustado que fuera en otras circunstancias menos.... dolorosas.
Se quitaba con suavidad el resto de hojas del pantalón y con cierta vergüenza negaba con la cabeza ¿El SAMUR? Se moriría cuando llegasen y se dieran cuenta de que no había sido más que una falsa alarma. Pero el azoramiento del chaval le había conmovido, así que, instintivamente, algo en su pensamiento le robó una sonrisa de esas que terminan de fijar una conexión hecha de la más extraña de las maneras.
— Se van a reír de nosotros por hipocondríacos, pero ¿sabes que? Que al menos no me voy a poner roja sola — mientras rascaba la nuca algo confusa, observando al cachorrito. Cualquier parecido con un dulce perrito, no era más que pura casualidad. ¿Y si era una nueva especie de perroballo? Tendía a pensar que los del circo y la feria se enfundarían de dinero los bolsillos con ese descubrimiento
El tipo tendía la mano y de todas las opciones que tuviera para conocer a alguien, esta, le parecía la más irónica. ¿Quien iba a pensarse algo malo de un encuentro fortuito con un Cerbero Unicéfalo y su aprensivo dueño?
Si hubiera cogido el camino de la izquierda, no se habría topado con el can, ni con ¿Julián? ¿Qué perdía?
— Alicia — respondí concordando con la teoría. Amistades más raras se forjaron en circunstancias más desfavorables — Supongo que es un poco de perogrullo preguntarte qué hacías por aquí, pero... no tienes que sentirte culpable. Es sólo un cachorro y tampoco ha causado una reacción catastrófica en cadena — sonreía al verle apurado, así que poniendo la mano en el bolsillo de su pantalón vaquero, agarraba el bolso al hombro y agregó — Pero te acepto el café. No como disculpa, solo porque en un mundo muy loco, siempre es bueno tener un amigo con un cachorro del tamaño de Gozilla — levantó el mentó, oteando el lugar y al reconocer algo volvió la mirada a Julián —Por allí hay una pequeña cafetería de lo más agradable. No te esperes nombres extraños con mucho hielo y demasiado azúcar. Es uno de esos sitios — se encogió de hombros — ... donde van parroquianos de esos de toda la vida, piden un café con leche y porras y leen el periódico. Pero tienen una terracita coqueta para Max — resumía
Ains, se me paso esta al leerlo y no verla en el panel de entrada!
El chico sonrió algo azorado cuando le dijo que los del SAMUR le iban a tratar como hipocondríacos, como si hubiera algo más en aquella afirmación que lo dicho. Finalmente sonrió y le dijo
- Si necesitas algunos golpes más para no sentirte avergonzada le puedo pedir a Max que te embista un par de veces. Solo hay que hace que un conejo vuelva a ir en tu dirección y..... - Sonrió mitad avergonzado por ser responsable, y mitad divertido por imaginarse la escena.
- Alicia - Dijo con una sonrisa mientras repetía el nombre y le estrechaba la mano. Un apretón firme, de esos que dejan una buena sensación sin espachurrarte la mano. Se agachó para mirarle los ojos y puso una expresión de preocupación. Era un poco extraño, porque los tíos normalmente eran más directos en estas cosas. O se les escapaban los ojos hacia los pechos o hacían un repaso general, más completo que si te hicieran una resonancia magnética, pero no era el caso de Julián. Solo la miraba a los ojos, y había cierta preocupación en los suyos. Se sonrió y le dijo
- Lo estaba tratando de adiestrar. Es el perro de mi hermana, pero está de viaje por unos días, y yo se lo cuido. - Se sonrió encogiéndose levemente de hombros - Igual no se me da muy bien.
Cuando aceptó el café y dijo que valía tener de amiga a un domador de Godzilla se rio. Una risa breve y divertida, honesta, la de un hombre sin dobleces. Asintió
- Claro, nunca se sabe cuando te vas a topar con un mono del tamaño de King Kong, mejor estar protegida. - Julián le siguió la mirada, buscando la cafetería que le indicaba y finalmente sonrió - Maldición, me he quedado sin mi frapuccino de fresa. Vamos Max, hora de ir a una terracita coqueta.
Se dirigieron hacia el café y allí hizo un gesto de dos, personas, y señaló al perro. El camarero no puso cara de felicidad precisamente, pero finalmente les dio una de las mesas de la parte de atrás. Julián la volvió a mirar a los ojos y tuvo un amago de tocarle un ojo, aunque se detuvo a mitad de camino y se sentó rápidamente. Sonrió avergonzado
- Perdón. Es que, bueno.... soy médico del Samur, y tengo que controlarte las pupilas - Sonrió - Estás bien pero mejor si te miran. - Se rio - Perdona por no decírtelo antes, pero si te lo hubiera dicho hubieras pensado que encima de atropellarte quería ligar contigo. - Sonrió divertido - Solo por prescripción médica, para ver si las funciones ejecutivas de tu cerebro funcionan ¿A que te dedicas? - Se sonrió - Y mientras te lo piensas, ¿Puedo decirte que tienes los ojos muy bonitos?
Un gesto de horror afloraba en el rostro al pensar la posibilidad de que Max volviese a embestir contra ella. No daba por seguro que tal acto no tuviera que terminar verdaderamente con una visita del Samur y esta vez sin hipocondrías. Finalmente, de camino a la cafetería comprendía el porqué del entrenamiento al "cachorro" y de algún modo le resultó entrañable su acción como tío de perro (¿Se llamaría así?)
— Me parece que Max tiene un carácter difícil ¿puede ser? — e instintivamente, por primera vez, trató de acercarse a acariciarle la cabeza, con más temor que pasión. Nunca se le habían dado mal los animales, pero no tenía ninguno y mucho menos, cachorros caprichosos — Es un detalle por tu parte tratar de ayudarla. ¿Es mayor o menor?
Sabía el gesto que le pondría el camarero, no todos son tan comprensivos con los animales y aún estaban a años luz de lugares donde se les trataba mejor, sin embargo, tuvieron suerte y además de un sitio para el café, le pusieron a Max un cacharro con agua fresca que se había ganado tras perseguir a los conejos y las abogadas despistadas.
Al escuchar su revelación, elevaba una ceja. No sabía si divertida o desconfiada. Si era su forma de no ligar, no le había salido mal porque terminó tomandose con él un refresco de cola sin azúcar —no, el frapuccino de fresa no le resultaba para nada llamativo — y con un par de gestos recogidos, volvió a pasar un mechón rebelde tras la oreja.
— ¡Oh! Me parece Julián que eres un poquillo tramposiento. Así que del Samur. Hazme el favor y dime que has cancelado la ambulancia. No creo que a tus compañeros les apetezca trabajar más de lo que deban. Imagínate que te lo hace un compañero de turno — chasqueaba la lengua en una imitacion, muy mala, por cierto, de un leve echamiento en cara — Pero si el facultativo lo prescribe, me dejo explorar — sin contestar al comentario sobre los ojos pero como toda respuesta un ligero rubor encarnó las mejillas y, a pesar de estar observando la reacción de sus pupilas, bajó la mirada.
Aún tenía el recuerdo del ultimo mamarracho que le había roto el corazón hacía más de seis meses, del cual, médico aparte, todavía se andaba recuperando. Para ser sinceros, ya tenía hecha la costra pero el temor es que cualquiera que llegase la arrancase y esa cicatriz se convirtiera en grieta profunda a carne viva.
— No se si debería decirte a qué me dedico sin mi abogada cerca...Aunque puedo llamarla. Tiene unos ojos muy bonitos — terminó agregando bromista nada intimidad por el hecho de que el muchacho era bastante atractivo y restaba a menos de medio palmo de sus labios — O eso le ha dicho un ...¿Medico?¿Enfermero? No se muy bien, del SAMUR — acotaba — ¿Qué sueles hacer por esta zona cuando no entrenas a Max?
Las bebidas habían llegado y nadie les hizo caso. Los ojos bonitos de ella se posaban sobre los ojos (bonitos, pero no dicho) de él y Max, sentado en el suelo, golpeaba con el rabo la pata de la mesa. No dudaba la abogada que tardase poco en montar un estropicio. Esperaba que por allí no se colase ningún conejo furtivo.
El gesto de miedo de Alicia hizo sonreír a Julián. El médico miró hacia el perro y le dijo con una sonrisa
- Que va, es muy bueno, lo que pasa es que es un cachorro. - Sonrió - Se dice que cada año de perro son 7 de persona, así que, tiene como 6 años. Aun le queda por madurar, aunque tenga cuerpo de adulto.... Ha sido culpa mía, lo siento - Volvió a disculparse, asumiendo la acción del perro. Cuando acercó la mano a la cabeza de Max el perro la miró, y no reaccionó de forma adversa cuando lo acarició. Julián sonrió y le dijo
- Max es de mi hermana mayor. - Algo se cruzó por su mente, una nube de lluvia en un día de sol - Ella necesita un buen amigo y guardián en este momento.
Llegaron a la cafetería, y tras el enésimo examen de retinas le confesó que trabajaba en el samur. Sonrió y le dijo
- Lo admito, pero no he cancelado nada, y no es la primera vez que me lo hacen - Sonrió - He llamado a mi compañera, en cuanto pueda se pasará.
Le reacción de Alicia no pasó inadvertida, ni su sonrojo ni su comentario ambiguo sobre dejarse explorar. Sonrió con suavidad antes de decirle
- Si te portas bien te daré una piruleta y una pegatina de he sido muy valiente.
Le preguntó a que se dedicaba, y como le contestó le sacó una sonrisa divertida mientras Max golpeaba nervioso la pata de la mesa con la cola. Julián bajó la mano y le rascó
- Tranquilo, Max.
Al volver a mirarla le dijo con una sonrisa divertida
- Mierda, me va a caer un demanda. - Entonces su móvil sonó, levantó una mano como disculpa y contestó
- ¿Dónde estáis Gloria?
A pesar de no estar en manos libres Alicia conseguía escuchar a lo lejos lo que decía la mujer
- Nos ha salido una urgencia, necesitamos 20 minutos.
Julián la miró y le dijo
- Está bien, no os preocupéis - Se sonrió - Además, me ha pedido que no vengáis.
Gloria rio y dijo
- ¿Y está buena? Si lo está empótrala a ver si se te quita de la cabeza de la zorra de Inés.
Julián puso los ojos en blanco, suspiró y le dijo
- Nos vemos mañana Gloria.... buen turno.
Aun la alcanzó a escuchar decir que si no le gustaba a él, que le diera el teléfono de Alicia para empotrarla ella misma.
- Adiós. - Dijo cortando de manera brusca, mirando de reojo por si los había escuchado. Suspiró antes de componer una sonrisa
- Parece que te vas a salvar de la exploración. - Se sonrió - Soy médico, pero no de los importantes. En los médicos hay escalas: Primero los plásticos, luego los especialistas guays tipo cardiólogo, los de urgencias, los de cabecera, y ahí al fondo del todo, los de samur. Así que casi casi me puedes tratar como un enfermero con ínfulas
Sonrió quitándose importancia
- Pues, suelo venir a correr por aquí. Quiero correr una mediomarathon.... por un motivo personal - Dijo sonriendo divertido - Hoy es mi día libre, y me gusta estar en contacto con la naturaleza.
Se quedó mirándole a los ojos, aunque esa mirada parecía tratar de ir más allá de su estado médico. Deslizó su mirada un poco más hacia abajo, hasta su cuello, y cuando se dio cuenta de lo que hacía la volvió a subir. Sonrió.
- ¿Y tú vienes mucho por aquí? No te había visto nunca. - Sonrió - ¿Eres una abogada samur o resulta que he ido a tener un accidente con la dueña de un buffette con mil abogados?
En el vaso, la cocacola efervescía perdiendo las burbujas como para ellos los segundos en un baile paródico digno de la mejor de las películas alemanas de sobremesa. La abogada con más arrobo que tino, fingió no haber escuchado nada de la conversación mientras miraba casual al perrete lamiendo el cuenco de agua. ¿Quién sería la zorra de Inés? Tenía nombre de canción de principio de siglo.
Al escuchar que quien venía era su compañera, suspiró aliviada. No haber movilizado la ambulancia, ni las fuerzas sanitarias en balde era agradable. Confiaba en los gastos del contribuyente y cuanto menos se sobrecargase el sistema, a su modo de ver, mejor. Sin embargo le devolvió una sonrisa pícara — Pues me encantan las piruletas ¿Siempre sales con ellas? Y que lo sepas, pienso poner la chapa en la pañoleta de girl scout — tras colgar
Apoyando la espalda en el respaldo y recargandose en él, su postura era a la par cómoda y confiada — No te preocupes, si te demandan, ya conoces una abogada que pueda defenderte. No es la dueña de un bufette más bien una trabajadora más especializadas en administrativo, todo hay que decirlo — continuó en un tono algo más pausado y si apuras, casi íntimo — Divorcios, herencias, testamentos... Pero puedo hacer buen apaño en un contencioso — terminó dando un sorbo largo a la bebida
Como todo, en todos los sitios siempre había jerarquías. En su caso, poco más que un enfermero, en el de ella, algo más que una copista con aroma a leyes — Bueno, puedes mirar pupilas y confirmar si alguien respira ¿no? Ya sirve. Alguien para tener cerca en un momento de emergencia — resumía sin hacer más leña del árbol caído — Cuéntame lo de la ...
Entonces sonó su teléfono. No tenía tono de llamada. Al contrario. Parecía que Alicia era de esas personas que tenía el móvil eternamente en silencio y se enteraba de si entraba un contacto por una leve vibración y un histriónico parpadear de luces que hacía palidecer las discotecas de la calle Mayor. Ignorando la llamada de la madre selva, tras una leve pausa en la que fugazmente examinó el nombre titilante en la pantalla, volvió la atención a Julián —.. maratón. ¿Cuál es tu motivo personal? No es ir a la vuelta de la esquina, no — asombrada por la gesta
Julián no sabía si Alicia había oído lo que no tenía que oír, pero como ella no parecía manifestarlo lo mejor era dejarlo pasar. Empotrarla, justo después de que el perro de su hermana casi la enviara al hospital ¡A Gloria se le ocurrían unas cosas!. Julián la miró a los ojos y se sonrió. Fue una sonrisa breve, cargada de picardía, una sonrisa en la que se considera la idea por un momento y resulta atractiva. Alicia era atractiva, no lo negaba, tal vez por eso la había invitado a un café. Julián se recostó en la silla para poder acariciar a Max. Poco podría esperar que, después de declarar que se dejaría explorar le fuera a saltar con que le encantaban las piruletas. Si hubiera estado bebiendo habría escupido el líquido, pero como no lo estaba le salió una risa mal contenida. Notó como se sonrojaba ligeramente y se quedó mirándola con una sonrisa. ¿Lo estaba tratando de seducir? No lo sabía, pero no se iba a quedar callado. Sonrió y le dijo
- Por supuesto, no puedes ser médico del samur sin llevar piruletas encima. En cuanto a la chapa, eso son palabras mayores, solo para las chicas más buenas y obedientes. Lo normal es una pegatina - Sonrió - A las malas las tengo que atar a la camilla. Es un trabajo mal pagado, pero tiene sus ventajas - Dijo sonriendo del mismo modo.
Suspiró de alivio cuando dijo que lo defendería si hiciera falta, y que, se dedicaba a ciertos trabajillos desagradables. Julián bebió y finalmente sonrió
- Mi heroína. - Dijo divertido - Bueno, entonces, si tu tienes un accidente me puedas llamar.... Sé poner las tiritas de una forma muy artística, y cuando yo pongo el yodo no escuece. Pero, para que tú no tengas que llamar al samur para encontrarme y yo al colegio de abogados, ¿Qué te parece si me das tu número? Nunca se sabe, igual Max quiere hablar contigo - Se rio - Al teléfono nunca hay conejos. -Al serenarse le dijo - Me habrías venido bien hace unos años.
Julián le comentó que al ser médico del samur otros médicos lo miraban con condescendencia. Asintió a lo que decía, podía mirar pupilas y confirmar si alguien respiraba. La miró con fijeza y finalmente sonrió
- Sí, creo que respiras. ¿Estás viva, verdad? Mejor lo comprobamos.... - Se sonrió, mientras hizo un amago de acercarle los dos dedos a la carótida, pero entonces Alicia medió la mano para mostrar un teléfono en modo fiesta. Julián retiró la mano e hizo un gesto para que tardara el tiempo que necesitara. Cogió su bebida y apuró lo que le quedaba y cuando le preguntó, después de ignorar la llamada el porqué quería correr la media maratón se sonrió
- Lo puedes coger ¿Eh? No tengo prisa. - Sonrió - Pero bueno, si puede esperar.... - Se tapó la cara con las manos por un segundo, como si lo que fuera a decir le avergonzara - A ver.... - Se sonrió, dudando de si contárselo, y finalmente le dijo - Está bien. Hace 4 años tuve un accidente con la moto, y los médicos me dijeron que probablemente no volvería a andar. Hubo una persona que me dijo que no iba a llegar a ninguna parte sin ella, y, bueno, supongo que ha sido mi motivación - Se sonrió - Nunca había sido muy deportista, y de momento solo puedo correr cinco kilómetros sin que me duela todo, pero voy mejorando. - Se sonrió - Podríamos hacer un trato. Si yo te dejo ver mis cicatrices tú me dejas ver las laceraciones que te haya podido hacer aquí el angelito., tal vez así te puedas ganar la chapa.
Y sí, el angelito, después de beber y que le rascaran un poco se había quedado dormido.
No podía sino hacerse la tonta y aparentar que no había escuchado nada de lo que se vociferaba en el teléfono porque de lo contrario tendría que explicar el súbito arrebol en las mejillas y la mirada perdida. Era agradable ver lo bien que se llevaba con sus amigos, comparado con el ambiente serio que a veces reinaba en el bufete. Con una mirada a sus bolsillos, cuando decía lo de las piruletas dejaba claro que no iba a renunciar a esa promesa, aunque aún distase mucho de ser una niña buena para conseguir la chapa. Esa la daba por perdida.
- Atar a la camilla - repitió muy divertida y algo se le debió pasar por la mente que su sonrisa se amplió casi pícara - Aún no nos conocemos y ya piensas en atarme a la camilla. Apuestas fuerte Julián - y sin embargo, no mostró ningún desagrado.
De hecho, cuando si lo hizo fue al mirar el móvil y perderse la toma del pulso de Julián que a cada instante le parecía más agradable.
- ¿Como es eso de que te habría venido bien hace años? Cuéntame que se le pasa a tu cabecita - y esta vez, tocó un botón del aparato infernal para ponerlo en silencio con un gesto sencillo que indicaba lo poco importante que consideraba esa llamada. Demasiada complicidad en poco tiempo y aún así, no se sentía fuera de tono mientras el angelito comenzaba a roncar bajo sus pies, ahíto de agua y sangre conejil.
Mordiéndose los labios le pidió el móvil con la mano, en un gesto muy sencillo y con algunos toques en la agenda se guardo como "Alicia devorada de Max" agregando su teléfono - Tienes razón, así no tendremos que molestar a nadie. Sobre todo porque no se si te darían mi contacto en el colegio de abogados.
Aunque el tono era distendido, un pequeño revés le hizo fruncir el ceño e instintivamente tomó su mano sin saber por qué para retirarla avergonzada inmediatamente.
- En tal caso eres un superviviente. De vez en cuando corro por el Retiro, me pongo unos cascos, un chubasquero y cuando el sol ya ha caído tras los árboles, el camino delante mía solo existe en el paso que pisa. Uno tras otro y tras otro. Nada más - intentando animarle - Si alguna vez te apuntas, seguro que eres capaz de correr más que yo - sin saber como expresar la admiración ante ese espíritu de superación. Con curiosidad buscó sobre la ropa alguna señal del daño y finalmente, en un burdo intento de rebajar la tensión agregó - Creo que las heridas del angelito están más en el orgullo que en otro sitio. Pero para esas necesitarás darme muchas copas de Bacardi. ¿Por qué decidiste ser médico? Aunque sea uno de baja estofa - terminó espurreando de sopetón. Si, fuera de los juzgados tenía algo de impulsivo en sus formas casi pueriles y frescas.
La sonrisa de Julián se hizo pícara. La volvió a mirar, como si no la hubiera visto antes, como si fuera la primera vez. Estaba claro que la había subestimado. Aquella chica iba a por todas y él no se iba a arrugar. Ya se había arrugado una vez, y se había prometido que nunca más le iba a pasar. Un coqueteo inocente no hacía daño a nadie, así que si quería jugar con fuego ¿Quién era él para no hacerlo?. Compuso una sonrisa inocente y le dijo
- Estás a salvo, a no ser que seas mala ¿Eres mala? - Sonrió - Aunque he de admitirlo, la última vez que ate a alguien pesaba 120 kilos, iba hasta arriba de heroína y me dejó un ojo morado. Puestos a elegir..... - Se sonrió - Aunque confío que si no te da para una chapa, te dé para una pegatina.
Lo dejó en eso, se llevó el vaso a la boca y dio un sorbo breve, casi como si estuviera besando con suavidad el vaso. Al contarle que le habría venido muy bien en el pasado y ella preguntarle se encogió de hombros.
- Nada muy especial, un divorcio complicado.... y un abogado al que no le gustaba meterse en fregados. No salió bien, pero al menos me quedó la ropa interior y alguna camisa. - Se sonrió - Mejor solo que mal acompañado, ya sabes, aunque mejor bien acompañado que solo - Remató con una sonrisa divertida. Vio como Alicia silenciaba el móvil y enarcó ligeramente una ceja, momento en que los ronquidos de Max. Julián bajó la mirada para verlo y sonrió aliviado de que su energía no fuera infinita.
Finalmente se atrevió, le pidió el móvil y Alicia se lo pidió. Lo desbloqueó con su cara y se lo tendió, mientras se asomaba para ver como se registraba. Rio, una risa corta y franca. Asintió y con el número de teléfono que le había dado llamó. Se sonrió
- Entonces, si no eres abogada... No serás espía, ¿Verdad? - Se sonrió - Ahí tienes el mío, por si quieres hablar con Max.
No comprobó si el teléfono de Alicia vibraba, dándole la oportunidad de haberle dado un teléfono falso. La conversación fue por otros derroteros, más serios, y algo hizo que Alicia le cogiera la mano. Julián la miró y sonrió, divertido cuando la vio retirarla a toda velocidad.
- No es para tanto, no es algo que hagan todos los días millones de bebés en el mundo - Sonrió - A mi me costó dos años, así que, definitivamente soy un poco lento, pero gracias por los ánimos. Además, ya sé que si voy por el retiro es mejor no llevar a Max. -Sonrió y la retó a cambiar cicatrices por heridas, pero Alicia dijo que para eso necesitaba muchas copas. Julián sonrió y le dijo
- ¿Lo ves? Vas más por el camino de la chapa que de atarte a la camilla. - Se sonrió - Bacardi, al menos sales barata de emborrachar. La última vez que salí con una chica me exigió - dijo casi riendo - Una ginebra de 20 años y media ensalada dentro de la copa.
La volvió a mirar y se sonrió
- ¿No serás fiscal, no? Eres muy afilada con las preguntas, pero.... después de este atropello - Dijo divertido - Supongo que te lo debo. - Carraspeó - La respuesta que todo el mundo espera es que diga que para salvar el mundo o algo así - Se rio - Aunque la verdad, la verdad de la buena, es que lo hice porque mis padres son médicos, y se supone que eso era lo que tenía que ser. - Se encogió de hombros - Con 18 te la pela el mundo, pero poco a poco me fue gustando más. En cuanto acabé la carrera uno de mis profesores me contrató como residente para su clínica, y todo iba muy bien, pero... no era feliz. - Puso una mueca de asco - No había estudiado para poner tetas a chicas que ya tenían tetas, o para poner culo a las que ya tenían culo, por mucho que pagaran. Lo iba a dejar, pero la vida se me adelantó.... tuve el accidente, y después.... - Levantó una mano para llamar al camarero
- ¿Me traes una cerveza, por favor? y a la señorita... ¿Bacardi tal vez? - Dijo riendo - Lo siento, pero esto o lo cuento con alcohol o no lo cuento.
En cuanto al camarero se marchó prosiguió
- Digamos que nadie me quería contratar, así que hice lo que todo español sueña con hacer, opositar. Cuatro años sin caminar dan para mucho...y aunque pensaba que esto sería solo temporal, la verdad es que me gusta.
El camarero trajo la cerveza y el bebió directamente de la botella un trago largo.
- Es.... difícil de explicar. Mi trabajo es muchas veces limpiar heridas, recoger borrachos... pero a veces, pasa algo, hay que actuar rápido, y depende de lo que hagas ese paciente vive o muere. Mirar a los ojos a la muerte y decirle, a este no te lo llevas cacho de puta - Dijo riendo - Eso es lo que me hace seguir siendo médico.
La miró a los ojos
- ¿Y tú por qué quisiste ser abogada? ¿Para demandar a paseadores de mascotas imprudentes?
Pareció que ignoraba esa picardía en su rostro. O si se percató de ella, apenas le daba importancia más allá de lo gracioso de su rostro e inherente a su carácter, despreocupado y descarado.
- Depende ¿para atarme? Soy malisisisima - y el gesto inocente de sus ojos apoyaba y desmentía la idea. Lo que le decía tenía la suficiente gravedad como para que una sonrisa le restase algo de dolor al asunto - Pero prometo no ponerte un ojo morado. Ahora bien...
Las palabras fluían así como la vibración que tuvo el teléfono boca abajo cuando Julián le hizo una perdida de confirmación. No tendría el valor de darle un número que no pudiera seguir y de hecho, en la forma en que se sentó sobre la silla, cruzando la pierna y relajada frente a minigozilla que dormía plácido, sus intenciones iban por derroteros muy alejados a dar un contacto falso.
Y la torta llegó como confirmación del humor ácido que gastaba Julián. Un divorcio. Tan joven - Vaya. Hay gente poco profesional - reconocía y seguía preguntándose más sobre ese pasado que a simple vista, parecía que aún supuraba en herida abierta - Espero que estés bien - sin saber cómo situarse en una declaración tal - Pero si, siempre es mejor solo que mal acompañado - y otra vez volvió a tocar su mano, instintivamente, para luego con timidez, llevar el pelo tras la oreja y al darse cuenta de lo que había hecho, subirle algo de arrebol a las mejillas - Emmm no, no soy fiscal, para eso hay que hacer oposiciones. Solo estoy en los primeros años - confesó - Pero si me tengo que plantear, preferiría ser juez.
Al llegar el camarero se dejó llevar, mirando el reloj y luego al médico - Venga un Bacardi aunque si me das a elegir soy más de vino tinto - divertida - Con cola sin azúcar, por favor - agregó antes de marcharse y un ligero arrastre de sillas al escuchar sus palabras. Descubría que no sabía donde poner las manos en esos momentos tan íntimos y tensos ¿Cuándo fue la última vez que se sintió tan cómoda en una tesitura tal? - Tranquilo... si no quieres contarlo - pero notaba como el paramédico estaba deseando soltarlo, como una necesidad en ese punto donde la vida, extrañamente los había cruzado.
Acercaba la silla a la mesa con un arrastre que rompió la inquietud del instante y al cruzar la pierna, sin querer, golpeó la de Julian - Sorry - en voz baja - Es una gran opción. No te quites mérito, no, sois la primera linea de batalla. Uno de mis amigos puede contarlo gracias vosotros, le salvasteis la vida cuando se ahogó en la piscina y no conseguíamos revivirlo. Es un gran trabajo. Más que el mío. O al menos me parece más... romántico. Herencias, Comunidades de vecinos y despidos improcedentes a veces en pequeñas empresas - se encogía de hombros quizás un poco avergonzada por no poder ofrecerle más humanista.
Oteaba al camarero, parece que ella también había decidido que soltar eso a bocajarro sin un trago, iba a hacerle atragantarse.
- Mi padre era abogado, mi hermano lo es, mi abuelo y mi tío. También una de mis tías - torcía el gesto sin agregar más pero con una evidencia básica en el aire: estaba avocada a ello quisiera o no. A veces sólo puedes seguir el camino marcado y tropezar en las mismas piedras ¿era eso lo que sucedió esa tarde? ¿Habría cambiado algún destino escrito? - Pero mi sueño era pillar a los paseadores de perros... si. Y defender a las víctimas reales, las que no tenían voz. Aunque era una idea muy pueril e idealista ¿no crees? El mundo es del señor dólar - reconoció - No descarto lo de fiscal no, pero un perrete se ha cruzado en mi camino - la sonrisa se amplió y al tomar la copa, los hielos tintinearon en el vaso, dando un sorbo disimulado para lubricar la garganta seca y el entusiasmo inquieto - ¿Habrías hecho algo diferente a lo que hiciste? ¿Te arrepientes de algo?
sorry por el retraso....verano pre-vacaciones
Julián se sonrió, y no hacía falta ser adivino para saber en que estaba pensado. Carraspeó. Aquella mujer le estaba provocando sensaciones que no había vivido desde hacía bastante tiempo, y no se echaba hacia atrás. Solo esperaba que no se le notara demasiado el rubor, así que, con gran dosis de guasa le dijo.
- Si fueras tú me dejaría. Total te debo una después del atropello, ¿No? - Sonrió - Así que, si es tu deseo, podría romper el protocolo para atarte, aunque con esa carita de niña buena no es que me parezcas tan malisisisima - Se rio - Tranquila, también rompería el protocolo para darte una chapa si no fueras buena.
Julián se sorprendió de que el número que le hubieran dado fuera real. Levantó mínimamente una ceja y sonrió aunque pronto la sonrisa se borraría al entrar en terrenos más personales. Julián se había divorciado, el divorcio no había ido bien, y todo parecía ser culpa de un abogado poco competente. Cuando ella le puso la mano encima la mano de Julián se poso en la de ella. Una pequeña caricia en el dorso de la mano, un pequeño camino sinuoso desde la muñeca a los nudillos, antes de soltarla y sonreír
- Se largó. Eso de quedarse a cuidar a un tullido no iba con ella...y sí, estoy bien - Se sonrió - El trabajo y los amigos funcionan, la familia y el amor.... - Se encogió de hombros - No se puede tener todo. - La miró con picardía - Ni todos tienen a una chica malisisisima a la que atar, así que, una cosa compensa la otra.
Julián le prestó atención mientras ella hablaba de sus ilusiones laborales. Prefería juez a fiscal, aunque para ello tendría que opositar, y no parecía dispuesta. Julián sonrió
- Mandona.... - Dijo divertido - Te pega también juez.
Bromearon sobre beber alcohol y finalmente Alicia se animó, aunque ella fuera más de vino tinto. Julián chasqueó la lengua y sonrió
- Lo del vino también se puede arreglar - Sonrió - Un par de copas más y ya no te dolerá nada. - Se rio - La seguridad social va fatal y se nos han acabado los calmantes.
Llegaron las bebidas y Julián se bajó media cerveza de un trago. Se le notaba que aquello le costaba contarlo, y que realmente necesitaba una ayuda. Era fácil entender que después de una lesión como la suya hubieran dudas. Su profesión era muy de riesgo, y cuando había afectación medular ¿Quién te podía asegurar que la mano no temblaría y se desplazaría un milímetro causando una complicación?. Julián negó con la cabeza.
- Creo que fue lo mejor que me pudo pasar. - Se rascó la cabeza - Yo era un capullo, un House de Moncloa que creía tener el mundo en las manos. La vida me puso en mi lugar, y le estoy agradecido. Todo lo que tenía era mentira: Los amigos, el amor, la familia..... Todos se fueron cuando me rompí. En el samur he encontrado gente que aun roto han estado a mi lado.... - Asintió - No salimos en las noticias, pero hacemos nuestro trabajo, y prefiero salvar una vida que rellenar un pecho. - Se sonrió - Ya te digo que no es muy romántico. Es sucio, y a veces es muy duro. Cuando te llaman y la persona se va..... es duro.
Esta vez el que le puso la mano sobre las suyas fue el
- No te quites méritos. Estoy seguro que muchas veces lo que tú haces es la diferencia entre la tranquilidad y la miseria, eso también salva vidas....e injusticias. - Sonrió y asintió, aunque pareció ver que lo de la familia era algo compartido. Rio cuando dijo que soñaba con atrapar paseadores de perros, y negó cuando dijo que era pueril. Según hablaba ella le fue dibujando figuras en el dorso de su mano. Sonrió
- A mi me parece precioso. Si eso es ser infantil, que viva la infancia. - Se sonrió - Y no estoy de acuerdo con lo del mundo es del señor dólar. Sí, pero no. Me han llegado ofertas para volver - se rio - laborales y personales, y he dicho que no, y estoy seguro que podrías hacer cosas más lucrativas. El mundo es de las personas, y lo importante es ser feliz, el resto son milongas que nos venden. - Se metió la mano en la camiseta y sacó un colgante de acero con el símbolo de la paz - Supongo que eso hace de mi un hippie ¿No?
Cuando le preguntó por lo que se arrepentía o habría hecho diferente Julián bufó, un bufido largo, indicando que habría muchas cosas que cambiaría.
- No me habría casado, no habría sido tan capullo, no me habría subido a ese coche..... Pero si no lo hubiera hecho, no habría llegado a donde estoy - Se encogió de hombros y sonrió con picardía - Aunque, ahora que lo pienso si que hay algo de que me arrepiento...acércate....
Julián se acercó y empezó a susurrarle al oído haciendo que su presencia física se hiciera más palpable. El tono era sugerente, divertido, tentador.
- Te juro que yo no suelo hacer esto... Hacía mucho que no hablaba con una mujer pero..... - Se detuvo. Fuera lo que fuera le estaba costando, pero finalmente saltó al vacío y le puso firmemente una mano sobre la rodilla - Hace poco una amiga me ha dado un consejo por teléfono -sus labios rozaron levemente la oreja de Alicia - Uno relacionado contigo.... y varias bridas.... - Se sonrió y la mano empezó a ascender perezosa por el muslo - No me había pasado esto nunca - Y había una gran carga de verdad - Pero si no te lo digo, me arrepentiría.....
Comenzó a retirar la mano y se apartó poco a poco de ella. En su mirada había confianza, pero también miedo de haberse pasado de frenada. Alicia lo atraía. Lo atraía como nadie había hecho desde Inés, y lo había estado provocando. La miró a los ojos, y sonrió
- La casa de mi hermana está cerca, y ella no está.....
El corazón de Alicia saltó, una vez, y durante esa fracción de segundo todo se detuvo. Aquello probablemente sería lo más loco que había hecho en su vida. Julián era un desconocido, aunque fuera uno atractivo, y aquello no iba para nada con ella. Aun así, la mención directa a la casa de su hermana y su ausencia habían sido suficientes para que todo lo que creía claro y meridiano saltara. Deseaba a aquel hombre, y si una no hacía locuras en los treinta es que no tenía sangre en las venas.
La mirada de Julián la recorría, valorativa, tratando de adivinar cual sería su respuesta, tratando de averiguar si debía pedir perdón o relamerse ante la expectativa. Su corazón volvió a saltar, pero esta vez se detuvo. Noto un tirón fuerte, un vacío en el pecho, y de nuevo estaba en el coche. Ya no dolía. Todo se hacía más lento, aun así, su cuerpo podía captar el llanto de su hijo mientras el coche empezaba a dar vueltas de campana. Se habían salido de la carretera, el chófer muerto, y ella.... también. Ya no tenía fuerzas para respirar, pero al menos, su hijo vivía, su cuerpo había servido para parar las balas.
Ya no estaba allí, ya era poco más que un recuerdo. Recorría un túnel de luz blanca sin vuelta atrás. De poco importaban sus sueños, el esfuerzo en la universidad, toda su dedicación.... Había elegido un camino, y ese camino había tenido consecuencias nefastas.
Julián también había elegido. Aquella misma mañana había recibido una llamada de su hermana pidiéndole que le sacara el perro, que lo llevara al parque, y él lo había hecho. Su hermana se había comprado aquella raza de perro agresiva por miedo, para tratar de defenderse de un marido maltratador que la había amenazado de muerte. Aun así, ella no pensaba huir, no le iba a conceder eso, ni iba a dejar que su hermano desperdiciara su vida protegiéndola. Era una mujer fuerte y valiente, y un desgraciado no la iba a amargar, ya lo había hecho lo suficiente. Lo tenía claro.
Después del paseo regresó a su casa, y allí, agazapado, el exmarido de su hermana la estaba esperando con un cuchillo. Max le atacó, desgarrándole un brazo para proteger a Julián, pero ya fuera por el carácter bondadoso o por su profesión, acabó apartando al perro para que no acabara con el atacante.
Julián trataba de contener el perro mientras el exmarido chillaba de dolor. Las puertas de los rellanos se abrían para ver que pasaba. Max intentaba esquivar a Julián, poniendo todo su empeño en morder a ese cabrón, mientras el maltratador recuperaba el cuchillo y lo descargaba por detrás, a la altura del riñón. Una cuchillada a traición, solo una, y Julián cayó desmadejado al suelo, mientras el asaltante huía, tratando de escapar de un perro, y de la policía.
De haberse encontrado, de haber elegido el otro camino, aquello no habría pasado. Alicia habría seguido con su vida, con Julián o sin él, mientras que un vecino habría alertado a la policía, y el exmarido despachado habría dado con sus huesos en la cárcel. Habían sido un cúmulo de circunstancias, un cúmulo de pequeñas decisiones lo que les había llevado a su muerte, lo que los había unido en su último suspiro.
La luz del túnel se estrechaba mientras subía, y al fondo, alguien esperaba. Supo quien era, por su forma de sonreír lo supo.
- Te estaba esperando - Dijo Julián con una sonrisa.