Partida Rol por web

El viaje del Uthero

Un nuevo rumbo (Escena I)

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24/08/2016, 22:23
Valença

Después de la retirada de los piratas, Valença se dio cuenta de lo cansado que estaba. Una vez que ya no quedaban enemigos a bordo sintió como si sus extremidades fueran de plomo, y la sensación agradable y conocida como de cosquillas en el estómago. La alegría de seguir vivo. Limpió la hoja de su espada en las ropas de uno de los piratas muertos y arrancó un virote de su escudo de madera.

Nunca había tenido un combate tan largo. Siempre habían sido peleas de taberna, duelos y otros enfrentamientos similares. Nunca algo como aquello. Nunca tantos en un sólo día.

Había muertos de los suyos... El viejo Petrus... Le gustaba aquel lobo de mar. Los grumetes eran como sus hijos, y maldito sea si no iba a encontrar a faltar sus historias absurdas de sirenas y tesoros perdidos...

Ya podría haberse muerto el estúpido de Ulmer... Ese no vale ni la mierda que caga... Míralo. Ni un rasguño. Los tontos tienen suerte.

Los gritos de los marinos le hizo acudir junto al capitán y el resto de mercenarios. Una flota... Observo acodado en la borda como se encargaban de lo que quedaba de los hombres de la Mantícora. Los gritos de los hombres quemándose vivos llegó hasta ellos, y era cosa que helaba la sangre.

Jodidos nativos... Maníacos sedientos de sangre... Se acaba de esfumar la posibilidad de valerse de los hombres de esa puta para hacer algo útil con ella...

Subió a bordo una delegación de esos extranjeros y se fijó mucho en el que parecía el cabecilla. Un viejo con una pinta de marrullero sádico que asustaba.

Grábate en la mollera bien a ese, Valença. Tiene toda la pinta de arrancarte las pelotas por una nadería y hacerse unas castañuelas con ellas.

A lo largo de toda la conversación le gustó ver como el hecho de tener viva a la Matícora parecía algo de valor.

Espero que el capitán se acuerde de eso a la hora de repartir favores... No parece un lerdo, pero es un niño bien, y esos creen que todo es cosa suya... Si no sale de él tendré que sacárselo, aunque sea a patadas.

No pudo evitar una sonrisa cuando el maestre, que no parecía hombre de hígados, se atrevió a contradecir lo que al parecer había solicitado el almirante extranjero.

Hay que joderse con las pelotas el maestre... A la siguiente tendremos que darle una media pica.

Todo pareció llegar a buen puerto y que deberíamos acompañar a la flota del viejo maníaco. No había otra. Una vez en tierra, esperaba no tener que abrirse camino de vuelta hasta el barco a espadazos.

Se hizo el longuis ante las últimas órdenes del capitán. No era su labor limpiar cubiertas ni atender heridos. Más bien lo contrario. Entendía que ahora iban a ir cortos de brazos y que quizás le tocaría arrimar el hombro más de lo debido, pero eso ya sería mañana. O al otro.

Se encogió de hombros ante las alabanzas del desertor. El tipo era duro. Se lo tenía que conceder, y cuando dirigió sus alabanzas a la espada de Dan no pudo sino que darle la razón.

Nunca había visto una de esas... Seguro que hay una bonita historia detrás... Tengo entendido que no hay muchas, y que todas tienen nombre... Y que nadie sabe como trabajar el acero de esa forma. Que se usaba aliento de dragón para forjarlas.

 

 

 

 

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25/08/2016, 01:32
Liv

Podían pasar mil cosas y mil muertes más pero ella sabía cuándo todo terminaría a favor y así había terminado aquello, ni siquiera se vio angustiada cuando vio aparecer las tropas en el horizonte pues ella sabía perfectamente para qué y por qué estaban ahí. Se quedó quieta un rato, estaba salpicada de sangre ajena, incluso tenía una pequeña cortada en la mejilla que debió hacerse en algún momento tratando de ponerse a salvo, lo cierto era que no lo recordaba.

Se mantuvo de pie cerca del capitán, no iba a recoger cuerpos y además, quería ver qué tenía para decir el capitán del otro barco. Escuchó con atención, los ojos de la sacerdotisa iban de un capitán a otro, a la traductora y se enteraba. Bueno, al menos tendrían algunos momentos en tierra firme. Estaba concentrada en ello cuando escuchó la voz de Connor ofreciéndose a ayudarla con los heridos, ella lo miró a los ojos y luego como se quitaba los guantes.

-Tal vez seáis de ayuda..., siempre que no estéis herido.

Le hizo una seña y mientras todo era preparado para entregar a la Mantícora, ella y Connor ayudarían a los heridos que no eran pocos en absoluto. Prefería hacer eso, luego se haría cargo de su pequeña cortada.

-Veremos mas sangre, confío en que habéis visto suficiente.

Sonrió enigmática agachandose sobre uno de los heridos para averiguar cuánto era el daño.

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26/08/2016, 21:30
Connor

Connor esbozó una leve sonrisa.

-No, no estoy herido. Es una buena armadura y mi escudo es fuerte- respondió -Y no sería la primera vez que veo amigos desangrarse... por eso he aprendido a evitarlo-

Realmente el ponienti había aprendido a fuerza de la necesidad. Aquellas largas semanas del otro lado del Muro hacían que cada uno tuviera que valer por diez, y cuando el que mejor se manejaba con las vendas caía herido, los demás debían aprender aceleradamente. Así fue como aprendió Connor.

Notó el corte en el rostro de la sacerdotisa, pero tampoco quería ser insolente.

-Señora, le han hecho un corte en la mejilla- dijo sabiendo que no era demasiado -Por suerte no parece profundo...-

Había una buena cantidad de heridos, suficientes como para que entre los dos tuvieran que trabajar bastante. No le interesaba si el Capitán le pagaba para eso, o no, eran sus compañeros y cuidaría de ellos.

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28/08/2016, 01:46
Dan Rogare

Todo el jaleo tras ganar la batalla a Dan le transcurrió en un santiamén. Estaba cansado, y la energía del combate empezaba a abandonar su cuerpo, dejando sus manos y sus piernas temblando. No era la primera vez que mataba, pero sí era la primera vez que mataba tanto. Esperó que no ocurrieran más inconvenientes entre ellos y los hombres de ojos rasgados.

Celebró internamente que pudiesen tocar puerto y entregar a la prisionera, siendo estos nuevos abordantes, no hostiles de momento hacia las naves braavosis. Y en esas estaba, recuperando el aliento, cuando Connor y el danzarín del agua se dirigieron a él.

Es un legado familiar, aparentemente. Pero desconozco su historia. Es la primera vez que la blando en combate —explicó—. Sólo sé su nombre, se llama Verdadesta, con sus pliegues propios del acero de Valyria, estaba llena de sangre yitiana. Dan la limpió con un pañuelo, que luego echó al mar, y la enfundó en su cadera izquierda—. Bueno, supongo que al menos estamos vivos.

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28/08/2016, 05:04
Director

https://www.youtube.com/watch?v=nvGnZye9Fvs

El Uthero volvió a algo parecido a la normalidad. Los muertos recibieron su habitual sepultura acuática, después de rezar unas oraciones en la religión que profesara. Entre los marinos braavosi había muchos fieles al Dios Ahogado, pero también a los Siete o al mismo R'hllor. Y como era usual, las pertenencias de los muertos entraron en subasta para los vivos, exceptuando aquellas cosas sobre las que hubiera hecho testamento. Se ponían sobre una manta, que era su propio coy, y los marineros pujaban por quedarse con una pipa, un cuchillo o una jarra de peltre en mejores condiciones que las que ellos tenían. Los anillos y otros amuletos también se subastaban, exceptuando aquellos que por religión se consideraban que facilitaban un fácil tránsito hasta la otra vida.

Las cubiertas fueron baldeadas y se eliminó la sangre, arena y demás ponzoñas fruto del combate. La nave no había resultado muy dañada, solo algunos "arañazos" que sería menester reparar. El ayudante del carpintero, que había ascendido en sus funciones y tomado a un grumete como su nuevo aprendiz, se encargaría de todo aquello.

Los heridos fueron atendidos, y alguno hubo que precisó un milagro (mágico), ya que en su estado la ciencia médica no podía ayudarle. Tuvieron que lamentar otro muerto, de entre esos hombres, irrecuperable al haber perdido demasiada sangre al verse su brazo cercenado por el enemigo. El resto, mal que bien, podían ir recuperándose tras una convalecencia que dependía de cada caso.

El capitán interrogó a la Mantícora con ayuda de la traductora y el maestre Drox, que estaba presente en calidad de "consejero". Se determinó que se debían curar sus heridas, para que no muriera durante el trayecto y poder así presentársela al emperador. La tuvieron que atar mejor, de pies y manos, y dejar un guardia vigilándola a cierta distancia para que no se le atreviera la idea de escapar. Era ágil y peligrosa, y los marineros tenían razones para odiarla, por que varios de sus compañeros habían muerto a manos de sus piratas.

Navegaron durante una semana, a veces con vientos contrarios, a través del mar de Jade y siguiendo a los navíos de la flota yitiana, hasta que avistaron tierra. Era Essos, un continente bien conocido, pero en uno de sus extremos más orientales y menos explorados por los hombres del oeste, que normalmente no se aventuraban más allá de Qarth o el Gran Moraq.

Los marineros se agolparon en cubierta al aproximarse a Yin, la gran ciudad y puerto, antigua capital del imperio dorado ahora recuperada, y prácticamente la última de sus ciudades. Era un espectáculo digno de ver, dada la majestuosidad de las edificaciones, sus calles abigarradas por comerciantes, viandantes y soldados. El puerto era, en justicia, uno de los lugares más ricos del lejano Essos y posiblemente del mundo entero, exceptuando posiblemente a la isla de Braavos. Una muralla exterior protegía el puerto comercial, y otra más alta el militar. Y tras de él, en el gran embarcadero, el espectáculo impresionante ante sus ojos.

Habían llegado, y era obvio, a la capital de un mundo nuevo, ajeno para hombres como ellos. Eran, en cierta medida, pioneros, o al menos estaban entre ellos. Algunos marinos, en contadas ocasiones, habían llegado a Yin o más allá, hasta Asshai. Todos sabían que el famoso Lomas Longstrider había vivido en Yin unos años, de cuyas bibliotecas adquirió la sabiduría para hablar de lugares todavía más distantes, apenas notas breves que desde hacía más de cien años mantenían fascinados a los nobles de poniente.

Pero nunca antes se había mandado a una flota como la suya, provista como ellos de la capacidad para actuar como "embajadores" en nombre de la Serenísima Isla de Braavos y su Señor del Mar. Aquello iba a ser, definitivamente, una estancia interesante.

El almirante Sheng les informó de que debían permanecer en el puerto hasta nuevo aviso, y no podían abandonar las murallas que separaban a la ciudad imperial de la ciudad portuaria. Entretanto, tenían permiso para bajar a tierra y comerciar con sus mercancías, a la espera del dictamen del consejero imperial sobre el tema de la Mantícora y el establecimiento de relaciones diplomáticas con aquella pintoresca "embajada".

https://www.youtube.com/watch?v=KDv-7YMlHfw

Durante los siguientes días, pudieron aventurarse (siempre en grupo y escoltados por algunos guardias yitianos) en la ciudad portuaria, que era tan grande como Pike o la misma Volantis. Inmediamente, les llamó la atención el hecho de que los yitianos eran legión. Vivían en aquella ciudad cientos de miles de almas, quizá llegaran al millón, y a diferencia de Desembarco del Rey, ésto no se traducía en una mala calidad de vida para ellos. Cierto que vieron ladrones, pordioseros y gente de baja estofa, pero no a las masas de desocupados y pobres como en Lecho de Pulgas, siempre esperando la distribución del trigo real. No. Allí hasta el más pobre se ganaba la vida de una u otra manera, aunque fuera haciendo figuritas de papel u ofreciendo espectáculos de malabares, música o cualquier otro entretenimiento.

El aire olía a especias y comida exótica, a la que pronto se aficionaron. Los yitianos no comían grandes platos de carne a la brasa como los hombres de occidente, si no principalmente arroz, fideos y sopas. Ésto no quería decir que no comieran carne, a juzgar por los patos lacados que colgaban de algunos puestos de comida callejera, o los pollos que se partían sobre la tabla del carnicero, por lo hacían mezclando esa carne con sabrosas salsas, trozos de verdura (que descubrieron que eran muy buenos para ayudar a evacuar) y los mentados arroz y fideos. Los braavosi bromearon sobre que aquellos fideos eran parecidos a los que ellos comían, aunque los suyos eran más largos y los solían comer con aquellas espesas salsas hechas con yema de huevo, nata, bacon y champiñones. El maestre les sacó de la duda diciendo que se especulaba que esos fideos braavosi habían sido traídos a occidente desde allí por Longstrider u otro de aquellos pioneros comerciantes. Todavía les iba a costar, sin embargo, acostumbrarse a usar los palillos, que allí reemplazaban a la cuchara y el tenedor. Requería cierta destreza aprender a comer con esos artilugios, pero una vez aprendido era bastante fácil. Se dieron cuenta de que la razón de que los trozos de carne o pescado fueran pequeños y estuvieran deshuesados respondía a la necesidad de tener que comer con aquellos palos. Una vez algunos de ellos se fueron acostumbrando, tras las risas iniciales por parte de los locales (que tenían una forma de reír muy bobalicona, enseñando mucho los dientes y frunciendo mucho el ceño), les resultó una forma de comer rápida y cómoda. El arroz llenaba rápido el estómago y era barato, por que se encontraba tanto en la mesa del humilde como en la del señor.

Disfrutaron de otras maravillas y descubrimientos extraños. Aquellas gentes eran muy inventivas, y tenían máquinas o pequeños ingenios para hacer su vida más fácil o incrementar el ritmo de producción de las mercancías que utilizaban. La seda era común, de hecho tanto que hasta los hombres y mujeres de clase media, los tenderos, doctores y oficinistas, usaban también ese material para vestirse. Vieron telas en los expositores por las que las damas de Poniente se matarían entre si, de una riqueza y pureza en seda jamás vista en occidente. Sedas con brocado de plata u oro, con diseños muy finos, incluso superiores a los que habían visto en el Gran Moraq, que eran actualmente las telas de mayor calidad que podían encontrarse en las ciudades libres.

También descubrieron a sus mujeres, especialmente a las dedicadas al oficio más antiguo del mundo. Los marineros tenían necesidades tras tan largos viajes, y a diferencia de las moraquíes las yitianas no hacían ascos a aquella profesión. Las había, como en todos lados, de mejor o peor calidad o precio, siendo las más caras apreciadas por los señores del lugar, según les contaron, a veces solo por el placer de su compañía y conversación, para lo cual las instruían en artes y diversas ciencias prácticas. Servían el té, que allí era costumbre y privilegio de las mujeres, con un ritual específico para honrar al varón, aunque según supieron luego ésto se hacía no solo con las mujeres de placer, si no también entre marido y mujer.

Los hombres que probaron a aquellas mujeres volvían contando muy curiosas. Decían que se arreglaban mucho, y que rara vez se desvestían del todo para joder. Olían muy bien, y eran educadas. Pero sus cuerpos eran mayormente flacos y delicados, diferentes al de las mujeres occidentales, pero parecidos. Decían, entre otras extravagancias, que el pito les escocía bastante después de yacer con una de ellas, como si sus jugos fueran más fuertes, o que sus vellos púbicos eran lisos y planos "como los de un gato acostado". Hubo muchas risas por esos comentarios, y la curiosidad hizo el resto. No pocos marineros se gastaron gran parte de su paga en ser tratados como auténticos reyes por éstas mujeres, especialistas en el antiguo arte de hacer sentir al desdichado amado, valorado, varonil y especial. Eso si, a precio determinado.

El maestre estaba pletórico. En aquella tierra de misterios y ciencia, hasta los más pequeño tenía significado. Preguntaba sin cesar, pedía referencias, hablaba sobre plantas, artefactos o costumbres. Todo le fascinaba, y tenía gran sed de conocimiento. Pero los grandes tesoros culturales, según supo, estaban tras las murallas de la ciudad portuaria, en los buenos barrios o los archivos y bibliotecas imperiales, guardados celosamente por un ejército de escribas, cronistas, funcionarios e historiadores al servicio del emperador.

Más se alegró cuando al quinto día se presentó en el barco un emisario de palacio, que tenía el rango de "maestro de ceremonias". Era un hombre apuesto y de gestos refinados, que sin embargo (y a diferencia de otros cortesanos similares en occidente) no les pareció "de la otra acera". Su nombre era "maestro Lai Xi", y les trajo noticias frescas.

El consejero les daba las gracias por haber capturado a la malvada Mantícora y haber ayudado al almirante a deshacerse de sus problemáticos piratas. Como recompensa a esa proeza, y para comenzar a forjar relaciones entre ambos mundos, proponía que una delegación de soldados y marineros participara de allí a tres días en el desfile de la victoria por las calles de la ciudad y hasta la Ciudad Inmemorial, el gran palacio y residencia del emperador, donde se daría aposento y agasajo para los marineros rasos y se invitaría a los oficiales y mercenarios a una velada con varios señores del país, tras una recepción protocolaria con el emperador y su corte.

Los yitianos eran gente muy educada y tenían ceremoniales para muchos aspectos de sus vidas. El emperador, aunque no gozara del gran poder de antaño y sus territorios fueran disputados por muchos reyezuelos y gobernadores díscolos, era todavía una figura muy importante. Para ellos era, de hecho, una mezcla entre un dios viviente y un rey, por lo que paradójicamente aún sus enemigos lo citaban con respeto en sus cartas, deseándole larga vida. Él no reinaba, normalmente, sobre las cuestiones mundanas, ya que de eso se encargaba su consejero, que era por así decirlo como "la mano del rey". Otra razón, y no menos importante, por la que el emperador tenía tan poco poder era por que era un niño. Bu Gai, el último emperador conocido, había muerto en batalla tras derrotar en una víctoria pírrica a uno de sus grandes rivales, el general Pol Qo. Su hijo primogénito, Bu Yia, era el nuevo emperador. Pero tenía tan solo seis años, y los asuntos de la familia imperial eran llevados por su consorte, la emperatriz Zhou Xi y la reina madre Bu Shan.

De cualquier modo, la recepción ante el emperador requería de unos formalismos protocolarios, que eran muchos. Cosas que no debían hacer jamás, como mirarle directamente a los ojos por largo rato o hablar antes de que se les preguntara, protocolos, reverencias y normas de etiqueta inexcusables para damas o caballeros de cierta posición. Entre aquellos asuntos estaría, por supuesto, el tema de las cortesías y reverencias. No era lo mismo saludar a un don nadie que a un noble (tampoco lo era en occidente). Al emperador, al que creían señor del mundo, se le reservaba la mayor de las cortesías. Al estar en su presencia los hombres debían realizar una complicada reverencia que les colocaba con la frente en el suelo, arrodillados y con las manos apoyadas en el suelo. Lo llamaban "kutou", y al parecer era un aspecto muy importante de la recepción. El maestro de ceremonias insistió en que la practicaran antes del desfile y la recepción, pues al parecer a aquel que ejecutaba incorrectamente un kutou se le podía expulsar de la corte o, directamente, cortarle la cabeza por desacato a su Dios-Emperador.

Eso cortó las risas y les movió a practicar el humillante saludo varias veces bajo su supervisión, hasta que se vió satisfecho por el resultado.

https://www.youtube.com/watch?v=T8SaaNlkNW4

Pasados los tres días, los capitanes de los tres barcos seleccionaron a aquellos que iban a participar en el desfile entre los hombres de mejor porte y con la ropa más vistosa. Vestirían armas y armaduras al estilo de occidente, enarbolando los estandartes de Braavos. El capitán iría en la cabeza del desfile, acompañado de cerca por el maestro de ceremonias, el maestre, la traductora y la sacerdotisa, que irían sentadas en sendos palanquines (al parecer, las mujeres de posición nunca viajaban por la calle a pie, y no querían que pensaran que ellas dos eran unas cualquieras). Justo detrás irían, encabezando a los marineros armados, los mercenarios de la flota, vestidos con sus mejores galas. El maestro de ceremonias advirtió, sin embargo, que cuando entraran en el gran palacio imperial, no podrían atravesar el gran patio armados, ya que nadie, excepto la guardia del emperador, podía llevar armas en la Ciudad Inmemorial.

Desfilaron delante de ellos los yitianos, incluso aquellos que no habían participado en el combate y recibían un homenaje al haber estado luchado en otros frentes y batallas. Encabezaba el desfile el almirante Zheng Shen y detrás de él algunos prisioneros de la flota de la Mantícora, metidos en cajas de madera, que recibieron el oprobio del pueblo allí congregado. Tocaron sus trompetas y músicas mientras desfilaban con gallardía por las calles de la capital, que ahora podían ver, a través de grandes avenidas que pondrían a prueba su resistencia aquel día.

Los extranjeros eran mirados por curiosidad por los hombres y mujeres de Yin. Las damas se asomaban tras las cortinas de sus palanquines para ver a aquellos extraños hombres de piel rosácea y, en algunos casos, cabello y ojos claros. Los pelirrojos y los rubios allí no existían, y eran señalados con harta curiosidad por los niños y los viejos más desvergonzados. Su extraño aspecto y el sonido de su música militar, de tambores y flautas, resultaba extrañísimo para aquellas gentes, que abrían mucho sus ojos rasgados para mirarles.

Las mujeres tiraban pétalos de rosas desde grandes canastos a su paso, y les vitorearon cuando vieron que, de una cadena y unas argollas, Connor tiraba de la prisionera que caminaba con dificultad, mirando a los ciudadanos de Yin con una mezcla de altanería y odio. Ellos la recibieron con un lanzamiento de fruta podrida, insultos y varios intentos de llegar hasta ella, que los guardias de la ciudad debieron controlar, pues la turba quería tomarse la justicia por su propia mano.

Finalmente, la silueta de la Ciudad Inmemorial, sobre una colina con forma de meseta, se acercó a ellos al final de la gran avenida. Una ciudad en si misma, enorme, con un impresionante sistema defensivo de altas murallas y torres vigiladas por ballesteros dispuestos a proteger al emperador con sus propias vidas.

Ben Lucking arrastraba los pies junto al resto de marineros, encargado en su caso de portar la bandera que la enseña del Uthero. El capitán le había conseguido unas ropas mejores, bajo promesa de "no mancharlas ni romperlas, so pena de unos cuantos azotes", y caminaba ufano de su persona, como si él mismo hubiera ganado la batalla en el mar. Valença le miró con una sonrisa, y sus ojos se cruzaron con los de una dama de alcurnia del país, que le miró tras su abanico de una forma que prometía algo más que una ceremonia del té. Dan caminaba con su espada al hombro, detrás de la prisionera, vigilando que no se le ocurriera hacer ninguna tontería, como intentar escapar.

Cruzaron las grandes puertas del complejo de la ciudad, y allí los guardias les indicaron al piquete de marineros que habían desfilado en qué cuarteles les iban a alojar aquella noche. Entregaron las armas a sus compañeros, y recibieron la promesa de nadie iba a tocarlas más que para devolvérselas cuando abandonaran el recinto. Las damas debieron bajar de sus palanquines, pues dentro de la ciudad su uso estaba reservado a las grandes señoras de la familia imperial. Tras ésta formalidad, y dejando atrás al pueblo, los soldados yitianos dieron media vuelta, pues no podían entrar en la ciudad sagrada, y solo sus oficiales desarmados fueron permitidos en la presencia del jovencísimo emperador y su corte.

Tuvieron que aguardar unos instantes, largos minutos que parecieron horas, en el que atentos criados de la corte les refrescaron con agua y té, hasta que el maestro de ceremonias les indicó que podían franquear las puertas de la Ciudad Inmemorial. Dado que Ben era técnicamente el "criado del capitán", recibió permiso para acompañarles (sin la bandera) siempre y cuando se mantuviera en un discreto segundo plano, junto al resto de los criados de la corte imperial.

Cruzaron grandes patios, donde los hombres de la guardia entrenaban sus destrezas y artes de lucha, que eran muy enérgicas y precisas. Cruzaron luego por los grandes jardines, llenos de estanques con peces de colores, nenúfares y bellísimos árboles de las cuatro esquinas del mundo. Cruzaron por los palacios de los funcionarios y las cortesanas imperiales, hasta el sancta sanctorum. Más allá de las puertas de dorado y rojo, su Dios-Emperador habitaba, y normalmente a ninguno de sus súbditos se le permitía cruzar dicho umbral. Daba vértigo.

Notas de juego

Madre de Dios, que tocho. Ésto hace del Quijote literatura ligera.

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28/08/2016, 13:13
Valença

Valença se encogió de hombros ante la historia de Dan sobre su espada y el hecho de seguir vivos. Era bien claro que no acababa de hacer honor al nombre de su espada con aquella historia. Tenía oído que aquellas espadas eran más valiosas que el oro, y mucho le extrañaba que la casa a quien pertenecía aquella reliquia dejara que alguien (fuera su legítimo propietario o no) se la llevara a la otra punta del mundo, sin garantía alguna de que volviera. De hecho era muy improbable que volviera, pero en realidad se le daba una higa. Si al capitán no le importaba Dan y su espada, a Valença menos. Después de todo, en aquel barco debían abundar historias como la del cuervo renegado... Y cosas peores. Violadores, asesinos... Son el tipo de calaña que acude a viajes como el del Uthero. Un puñado de idealistas rodeados de chusma. Y era claro que los mercenarios, rara vez eran idealistas. Muy, pero que muy rara vez.

Durante la semana de viaje aprendió a respetar a la sacerdotisa roja. Estaba claro que su extraño Dios estaba presente y que escuchaba los ruegos de su servidora, pues no se explicaba de otra forma como había conseguido traer al reino de los vivos aquellos marinos que estaban ya más en el otro lado que en este... Y también apreció la paciencia de Raina. Había intentado robar algo de su tiempo para que le enseñara cuatro palabras de yitano. Lo justo para hacerse entender. Sí, no, gracias, lo siento, uno, dos, tres, por favor, quieto, joputa... Cosas básicas. A Valença se le daban bien los idiomas y no quería sentirse como un imbécil todo el tiempo. Como mínimo quería poder agradecer cuando le llenaran la copa.

Tmbién se encargó de que todo el mundo de a bordo supiera que había sido él quien había ordenado la captura de la Mantícora después de dejarla sin sentido con su fabuloso* estilo de lucha. Sabía que valía más viva que muerta y él se encargó de ello y fue él quien ordenó a Ben que la atara una vez que la dejó inconsciente... En una ocasión, un grumete estúpido se rió, diciendo que aquello era mérito de Ben y no suyo, y Valença le dio un rápido cabezazo que le partió la nariz. La presencia de varios marinos impidió que la cosa pasara a mayores, mientras Valença gritaba:

Estúpido niñato! Más te vale creer la versión de Valença antes que las sucias mentiras que alguien te ha dicho!

Después de una travesía larga y pesada llegaron a Yin. La ciudad le acongojó y frecuentó la zona portuaria, con los familiares olores de su Braavos natal, aunque más limpia. Después de oír tantas cosas sobre las putas finas de la zona, como eso de los vellos púbicos "como los de un gato acostado" se decidió a visitar una de esas rarezas. Tomó la decisión de tomar un baño antes, por ver que es cosa extendida en el lugar y que llevaba mucho tiempo en alta mar acumulando liendres y mugre. Aprovechó cada momento que tuvo para descubrir aquel lugar y gastarse todo lo que no tenía, pues no sabía si la siguiente vez iban a subastarse su cuatro alhajas antes de tirarlo al mar.

Cuando se dijo lo de la entrevista con el emperador le costó mucho aceptar lo del kutou. Era un braavosi libre, y aquello apestaba a vasallaje feudal y esclavismo. Un ponienti lo entendería, pero un braavosi no... Aunque acabó por aceptarlo. No por el mono de ceremonias, sino por el capitán. Lo hacía mal y a desgana y después de mucha insistencia quedó pasable.

Pensó en comprarse algo de seda, pero ya no le quedaba dinero, y la ropa de seda le quedaba como a un chulo o un bujarrón, y encima con aquellas ropas anchas que usaban los hombres aún quedaba más bujarra. Se tuvo que conformar con que lavaran sus ropas y remendaran lo remendable.

De camino a la recepción, al ir junto a Ben, no pudo evitar sonreir al verlo como un niño con unos zapatos nuevos, con aquellas ropas tan elegantes, y su sonrisa se congeló al cruzarse con la mirada libidinosa de una mujer de calidad del país que se cubría tras un abanico.

Quédate con ese abanico, Valença. Y esos ojos de fuego, amigo. Si luego tienes oportunidad... ¿Qué debe ser follar con una mujer decente de aquí? Joder... Casi estoy empezando a desear que el capitán me deje en la guarnición del islote aquel... No se vive mal aquí... Nada mal.

Continuaron hasta que les despojaron de sus armas. A Valença no le gustó pero no había otra. Si decidían joderlos dentro del recinto y matarlos como corderos, al menos iba con la bolsa y los huevos vacíos.

En unos patios se percató de varios luchadores que usaban técnicas que desconocía. Su ojo profesional se fijó en ellos. Seguro que podía aprender varias cosas de aquellos hombres... Y eran técnicas que en Braavos no se conocían y eso siempre es una ventaja... Si alguien se prestaba a enseñárselas... Y si volvía a Braavos algún día, claro.

Luego vinieron más y más jardines... Toda una ciudad dentro de la ciudad... Todo bello y refinado. Por fin se abrió una enorme puerta a un patio interior. Un palacio al fondo.

Espero que allí resida el niño emperador. Estoy cansado de caminar. En este complejo cabría todo Braavos. Este imperio debe tener muchos guerreros. 

 

Notas de juego

* Valença va de sobrado por la vida...

 

Me he permitido algunas licencias... Si no procede, no procede... Y jefe, con dibujitos se lee mejor, así que no se preocupe por el tocho! ;-)

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28/08/2016, 21:11
Ben Lucking

La situación de Ben poco a poco iba cambiando para bien. Había pedido la fatigosa tarea de llevar la bandera, algunos se rieron y otros no entendieron, pero él había aprendido de esas gentes, sabe de lo importante de las ceremonias y los símbolos. Al llevar la bandera tenía casi completo acceso a donde vayan, ya que la bandera irá allá donde vaya el capitán.

Ahora bien vestido, limpio y con sus cabellos brillando al sol, no era de extrañar que las féminas se fijaran en él. Incluso Valença confunde a una de ellas pensando que lo mira a él. Ben le devuelve la sonrisa de brillantes blancos dientes al bravossi, pero no le saca de su error, su humor puede ser voluble a veces y mejor dejarlo estar vista su habilidad en la batalla...

Acabé sentado sobre la cubierta con el escudo que me habían dado pegado a mi pecho, mis brazos me dolían de recibir golpes, pero peor hubiera sido recibirlos en la cara. Tengo que replantearme la estrategia la próxima vez que saltemos al combate, esta vez me ha ido de un pelo, en su mayor parte gracias a la habilidad de los mercenarios. Dándole un beso de despedida al escudo lo tiro sobre la cubierta y mis ojos se posan sobre una de esas extrañas ballestas…

Ben siguió esas semanas a sus quehaceres del barco como grumete, pero tras todos los acontecimientos, su actitud cambió, volvía a disfrutar del viaje, estar tan cerca de la muerte y con expectativas de visitar a una especie de rey, le habían subido el ánimo. No se privó de hacer de vigía usando su gran vista y hacia visitas a la extranjera con la que mantenía largas charlas, ella salía del aburrimiento y Ben aprendía de todo un poco sobre las culturas del Este.

Ahora sonriendo, limpio y radiante, con la bandera bien alta desfilaba hacia un nuevo futuro.

Al entrar, pese a las miradas extrañas, dejó junto con las armas de sus compañeros, una ballesta de extraño diseño, con unas letras marcadas recientemente en la empuñadura como si de una espada valiria se tratara, la llamó Serpiente.

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29/08/2016, 02:49
Connor

Connor no opinó sobre la historia que contó Dan, después de todo, él no era quién para juzgar si había escapado, si había sido exiliado o vaya a saber qué había detrás de esa Verdad. Por más que él nunca soltó que había sido un Hermano Juramentado, nunca se sabía dónde había un puritano de los juramentos o un simpatizante de la orden. De todas formas, ahora afeitado luego de llevar una barba protectora del intenso frío del más crudo norte, aún destilaba aire a norteño.

Atendiendo a los heridos junto a la sacerdotisa pudo ver que el supuesto poder de aquella era bastante más real de lo que presumía. Teller estaba muy mal, más cerca de estar pronto entre los peces que bailando en tierras yitianas y para Connor hubiera sido mejor ahorrarle el dolor de semejante agonía a intentar parchar algo que era imposible de juntar. Pero Liv hizo lo imposible y lo sacó. Nadie diría que al tocar puerto estaría tan bien como cualquier otro herido cuando su tez había sido de un color mortecino.

Y como el norteño no podía quedarse quieto, aprovechó a ayudar al carpintero con los conocimientos que tenía, ya que durante su juventud había aprendido algún que otro manejo de las herramientas para trabajar la madera, ya fuese para ayudar con el hogar como para hacer las flechas con la que iría a cazar.

Durante el trabajo siempre era un hombre callado, concentrado en lo que hacía, pero muy observador, escuchando y mirando detrás de su silencio apenas roto por alguna indicación o por alguna respuesta a las preguntas que el hombretón despertaba en los tripulantes.

Cuando el toque a tierra en el puerto yitiano llegó, Connor aprovechó de cada momento para pasar en tierra firme. No le gustó demasiado el estar "escoltado" en todo momento, pero por otro lado uno estaba más tranquilo de que no les robarían con guardias del imperio alrededor, y eso no podía negarlo.

Sus curiosos ojos recorrían cada rincón, cada rostro (todos iguales para su mirada de ojos redondos) y cada artesanía. Disfrutó de cada comida, de cada mujer y de cada servicio ofrecido en la ciudad; aunque tampoco fue tanto disfrute como hubiese deseado ya que se había gastado una buena parte comprando un anillo de un dragón, que, junto al colgante que había comprado en Qarth y el brazalete de Puerto Moraq hacían que esas pequeñas "joyas" fueran para él la prueba de que había estado en tierras distantes.

 

 

 

 

¿Prueba para quién se preguntarían algunos? Para él mismo, para recordar cuando fuera viejo, si llegaba, que había vivido y conocido mundo. Mañas.

Engalanar a un hombre como Connor fue tarea difícil, y que tampoco le ponía empeño. Veía al braavosi con tanto entusiasmo como él por las sedas y las reverencias, y por momentos le daba gracia porque ahora comprendía más a los salvajes. Ironía del destino, ya que siempre se había sentido más acorde a ellos que a los reprimidos y protocolares Hermanos de la Guardia.

El mercenario "optó" (sin otra opción) por un atuendo bastante simple de corte militar que logró adjudicarse gracias a unas apuestas de última hora de lanzamiento de cuchillos. Mientras tanto, su armamento, afilado, pulido y limpio para la ocasión, mostraban a un guerrero occidental aguerrido y serio, orgulloso de su procedencia pero a la vez orgulloso de su capacidad.

Gracias a su porte, el capitán lo designó como el responsable de guiar la marcha de la prisionera, a la que llevaba sin miramientos por las calles de la ciudad imperial. Su mirada no podía detenerse en cada cosa que le llamaba la atención. Todo era de una increíble belleza y dedicación. Percibía las miradas de extrañeza y curiosidad, que prácticamente devolvía con la misma intensidad e intención: conocer algo nuevo.

El momento de duda llegó cuando les ordenaron abandonar las armas. Sin darse cuenta su mirada se posó sobre Dan y su Verdad. Pero luego se le cruzó el pensamiento de quedarse afuera, con sus armas. Luego de ese momento fugaz, se dio cuenta de su situación: si realmente los quisieran muertos, no hubieran hecho semejante parafernalia. ¿O sí? Lo cierto era que con tanta cantidad de soldados imperiales, sin conocer la lengua ni la tierra, ¿cómo sobreviviría? No podría, por lo que decidió tomar el riesgo de dejar las armas en manos de los yitianos.

Hasta los soldados tenían una forma de combate llamativo que hizo que la curiosidad marcial de Connor se acrecentara y pensara en la posibilidad de aprender de esos hombres tan enfocados en la precisión y la destreza, cualidades muy valoradas por el norteño.

Al ver esos jardines tan distintos a la magra vegetación norteña pensó en cuántas bellezas más podría ver con sus propios ojos, pero su mayor admiración surgió al ver esas puertas doradas y rojas, intensas y llamativamente protectoras de lo que había detrás de ellas: el ser más importante de esa exótica, colorida e interesante tierra.

Notas de juego

Un importante post, pero que la verdad, me parece que le suma valor. No por cantidad, sino por ser de calidad ;)

Ese tipo de post me ponen presión, me doy cuenta, a escribir algo acorde.

Y es verdad que los "dibujitos" ayudan jeje

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29/08/2016, 22:21
Liv

Las cosas no habían sido fáciles pero claro, nunca en la vida o en su vida, le habían resultado fáciles las cosas así que aquella batalla sólo sería una mas. Tal vez con mejor o menor intensidad que otras o tal vez con mas muertos o no, lo cierto era que finalmente habían ganado y era lo único que imoortaba pero tras los segundos de importancia que le daba a esa batalla, todo se fue como arrebatado por la brisa, lo que quedaba era atender a los hombres heridos y evitar que los decesos se incrementaran porque iban a necesitar al mayor número de aquellos hombres.

Por suerte todo había resultado bien con la ayuda de Connor, era una hombre muy solícito y aprendía rápidamente lo que a ella le resultaba curioso, las personas habían perdido mayormente el interés por cosas nuevas, el asombrarse por lo desconocido y por eso él le parecía especial. Estaba tan cansada cuando terminaron de atender a Teller, pudo sentir aquel cansancio que por la adrenalina no había tenido hasta ese momento pero la recompensa bien valía la pena. Se despidió y se refugió en las sombras tratando de volver a ese estado en que ella estaba en paz y sus rezos a su Dios ayudaban a ello.

Cuando finalmente llegaron a destino transitorio, ella no dudó en recorrer cuanto pudo, obviamente pasó de las mujeres que no eran lo suyo y gracias a ello consiguió quedarse con algo de dinero que utilizó para comprar algunas especias, telas y unas figuras que le resultaron simpáticas. Tampoco se aprovechó demasiado, tenía que guardar algo de efectivo por si acaso hacía falta poco antes de partir.

Estaba en aquellos tiempos callada, taciturna pero no por eso distante. Aunque no cambió su clásico color de vestido con el que la tripulación la conocía, si cambió su vestido por uno más elegante, aunque algo usado también, se veía mucho mejor. Fue llevada porque no caminaba como los hombres, así que no estaba tan cansada como maravillada ante lo que sus ojos percibían, no sólo eso, también sus sensaciones estaban revolucionadas porque aprendía de una cultura totalmente distinta. No llevaba armas, eso era lógico pero también era lógico que no las necesitaba y menos mal que aquellos no lo sabían. Si aquello era una trampa para la tripulación al hacerlos dejar las armas, aún podrían tenerla a ella como esperanza.

Liv miró al frente cuando se abrieron las puertas, sus ojos se hicieron mas grandes y parecía que el emperador era algo que verían sólo si eran dignos, empezaba a ponerse de malas por tanto preámbulo pero en la visa, a veces había que tener paciencia y eso era lo que escuchaba en su cabeza como consejo de aquella voz qje la guiaba y vivía con ella. Observó al resto de los hombres, esa tripulación a la que pertenecía o al menos a la parte que habían dejado llegar hasta allí; nunca estaba de más estar atentos por mas que fueran invitados, a nadie le hacían falta más muertes.

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31/08/2016, 21:05
Director

https://www.youtube.com/watch?v=70d9RAiW-UI

Bajo la mirada atenta de guardias a los que ellos no vieron en un principio, pero que si les vigilaron durante todo el trayecto, los hombres de occidente atravesaron el puente de piedra sobre el patio para llegar hasta el gran pabellón donde el dios-emperador tenía su trono, el Trono de Jade, y donde lo más selecto de su corte se congregaba para aconsejar sus pasos. Sus jóvenes pasos.

Guardias de honor ocupaban los ángulos de la sala, mientras aquellos hombres se acercaron al trono. Una de las cortesanas, que tocaba un instrumento de cuerda parecido a una guitarra o un laud, calló su música cuando ellos llegaron. Allí olía a incienso y otras extrañas fragancias que embriagaban los sentidos.

El maestro de ceremonias les recordó con un gesto lo que debían realizar, y deteniéndose en el rellano central del podio de realizaron aquella reverencia que tanta insistencia había tenido en que practicaran. De mejor o peor manera, en algunos casos, arrancando sonrisas entre los cortesanos.

En el trono imperial no estaba sentado el niño, si no una mujer muy bella que era su madre, la emperatriz regente. El pequeño Dios-emperador estaba sentado a sus pies, jugando con unos muñecos de porcelana. Detrás de ella, en una silla más baja, una dama que también lucía corona, pero más vieja, que debía ser la famosa "reina madre" (más bien, la reina-abuela). De pie, el famoso consejero Sidao del que tanto habían oído hablar.

Hubo un gran momento de silencio, que quizá duró unos minutos, mientras uno de los funcionarios de la corte relató en yitiano lo que parecía ser un resumen de sus hazañas. La Mantícora, de cuya cadena se habían hecho cargo los guardias, se mantenía arrodillada pero mirándoles con un gesto de desafío.

-Levantaos -dijo el consejero, sorprendentemente en su propio idioma.

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31/08/2016, 21:22
Wu Sidao

El consejero se acercó unos pasos a aquellos hombres, bajando a la plataforma donde ellos estaban. Ayudó a levantarse al capitán con lo que parecía ser un apunte de sonrisa. Un gesto, de hecho, bastante inquietante.

-Hemos oído hablar de los hombres del oeste y su batalla contra la Mantícora. Como, a riesgo de sus vidas, consiguieron capturarla para honrar los designios del Trono de Jade. Y por ello os estamos agradecidos.

No sabían muy bien como aquel hombre podía hablar tan bien el oesterosi, pero el caso es que lo hacía. Sin embargo, se le notaba cierto acento yitiano.

-El emperador nuestro señor os hace entrega del pai-tai, la tablilla de oro que os da salvoconducto en las tierras del imperio dorado, y obliga a cualquier de sus súbditos a prestaros ayuda si la necesitáis.

Un funcionario le hizo entrega al capitán de la mentada tablilla, envuelta en un trozo de fina seda.

-Asimismo, deseo que ésta noche cenéis con la corte. Hablaremos de vuestras tierras y de las nuestras. Un primer gesto de amistad para acercarnos a la ciudad libre de Braavos, de la que tanto hemos oído hablar.

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31/08/2016, 21:28
Bu Yia

El pequeño emperador bajó, casi a gatas, hasta donde ellos estaban. Los peldaños eran grandes y le costaba bajarlos. Varios cortesanos se alarmaron por ello, y su madre se levantó del trono. Sin embargo, él seguía siendo un dios, así que siguió andando sin que nadie se lo impidiera, hasta Valença, cuyo aspecto le resultaba muy exótico.

La diferencia de altura era grande, pero la mirada del niño se clavó en él como una daga de vidriagón en su corazón.

-¿Es éste? -dijo en yitiano.

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31/08/2016, 21:31
Bu Shan

La abuela se levantó con elegancia, arrastrando su vestido de seda y oro por la plataforma superior. Miró con un rostro ceñudo al niño, que bajó la cabeza como acatando. Y luego sonrió, diciendo éstas palabras por que así lo quería el recato y el protocolo.

-Joven deidad, tened cuidado con los extraños. El sitio de vuestra grandeza se encuentra en el trono, y no bajo él.

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31/08/2016, 21:34
Wu Sidao

El consejero hizo un gesto, que apenas fue el mirar en dirección a la reina-abuela, y sonreír levemente. Luego, puso una mano sobre el hombro del pequeño, como queriendo decir que no temiera, que él estaba allí para protegerle.

-El joven señor del mundo desea saber cúal de éstos hombres ha obrado la proeza. Dicen que la Mantícora es una guerrera muy hábil y escurridiza. ¿Quien de ustedes consiguió capturarla?

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01/09/2016, 08:45
Valença

Todo aquello era de un exotismo desbordante. El salón del trono le parecía oscuro y casi asfixiante. Tanto por los olores como por lo recargado de la sala.

Después de gruñir por lo bajo durante la humillante reverencia, y hacerla como un buey al que van a sacrificar, se puso otra vez de pie y pudo observar a los miembros de la sala con más tranquilidad.

El niño le daba cierta lástima. Iba a vivir rodeado de algodones, eso seguro, pero le pareció una imagen muy patética la del futuro emperador jugando allí, como si jamás fuera a tener una infancia.

Ese enano va a tener una vida jodida... Esta sala huele a carroña, por mucho incienso que le pongan. Está llena de buitres.

El consejero hablaba ponienti, lo que le sorprendió. Parecía que por muy lejos que viajaran, siempre había llegado alguien antes. Le pareció un gran privilegio aquello de la tablilla y lo de poder hacer uso de los súbditos de ese emperador  para lo que gustáramos. Valí mucho más que el oro con el que estaba hecha.

Una cena en la corte... Llenaremos el buche con buena comida, pero la conversación no sé si será muy animada. Estas gentes parecen muy sosas.

Entonces el niño deja sus juguetes y baja hasta plantarse delante de Valença. Después de aquello de la reverencia se pregunta qué pasará si el enano le toca. Seguro que nada bueno. Pero simplemente le señala y dice algo. Algo corto. Su mirada es muy intensa. La mirada de un niño curioso.

Le dedica un guiño simpático al mocoso, cerrando el ojo que no mira al trono, sino a sus compañeros, con la esperanza que el gesto pase desapercibido al resto de los orientales.

Luego la anciana coronada se levanta y le riñe o algo, pues los ojos inquisitivos del pequeño emperador se apagan y baja la cabeza sumiso.

Mira quien corta el bacalao... La vieja habla cuando los demás callan... Y el niño debe estar acostumbrado a hacer caso a su abuela.

El consejero traduce y Valença se dirige a él.

Era escurridiza, hasta que le di un par de azotes... 

 

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01/09/2016, 16:20
Connor

Cuando Connor realizó la reverencia, estuvo seguro de haber escuchado alguna risilla entre la gente de la corte. No le molestó en realidad, ya que aún estaba embelesado con la belleza de cada lugar que recorrían en ese increíble Imperio. Y ni hablar de algunas mujeres, que se le antojaban hermosas pero tal vez por el simple hecho de ser exóticas y muy cuidadas en su aspecto.

Vaya sorpresa fue la de escuchar en boca de esos hombres de tez amarilla y ojos rasgados las palabras de un correcto oesterosi. Y tener una tablilla así les facilitaría mucho el trabajo en tierras del Imperio... era algo que el Capitán estaría muy orgulloso de recibir.

Y hablar de comida en la corte le hizo abrir el apetito. ¿Qué sabores y alimentos comerían esa noche? No lo sabía, apenas había probado algunos platos locales, pero seguramente serían exquisitos y abundantes. Especialmente abundantes.

¿En qué te has metido, Valença? pensó cuando vio que el niño-emperador se le acercaba.

Pero cuando el consejero tradujo la inquietud del niño, esbozó una leve sonrisa. Valença acababa de impresionar a una persona extremadamente importante. ¿Sería algo bueno?

Notas de juego

¡El Canciller! No se fíen de el Consejero Grillo ;) Anoche terminé de ver la primer temporada jeje

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02/09/2016, 20:29
Dan Rogare

Dan simplemente se pasó todo el tiempo en la capital en las casas de placer. De alguna u otra manera, conseguía sin costo que se le atendiera como un rey. El hijo de puta era capaz de aquello. Lo cierto es que era su mayor habilidad, pues no tenía ni un duro.

Cuando se hizo el desfile, se la pasó haciendo como que vigilaba a la Mantícora, pero la verdad es que estaba admirando sus  pequeñas curvas y teniendo pensamientos bastante lacsivos. La pequeña mujer de ojos rasgados encendía el líbido en él como no podía hacerlo ninguna otra desde que cruzaron aceros. Era una lástima que al final tuviesen que ejecutarla.

Cuando entró en el salón del trono, lo primero que hizo fue fijarse en las mujeres. Aquellos exóticos rasgos lo tenían hechizado, sobre todo los de la madre regente, y no tardó en fantasear con la Mantícora y la reina. Dan no tenía remedio alguno. Sin embargo, se hizo de piedra al ver al pequeño monarca acercarse y hablar. Cuando el traductor preguntó y el braavosi contestó, Dan enarcó las cejas y pensó: «Yo podría tener algo de crédito en esa hazaña, pero intentar explicar todo eso con esta gente que no entiende una mierda de lo que digo como que no me apetece...»

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02/09/2016, 23:25
Liv

Liv se mantuvo al margen de la situación lo más que podía, en realidad tampoco es que ella llamara mucho la atención cuando había todas aquellas mujeres que parecían mucho más interesantes y en verdad era un alivio por un momento no ser la cosa exótica y aunque admiró el arreglo de las mujeres, la belleza de éstas, finalmente tras que le entregaran aquel salvoconducto su vista fue al pequeño niño preso de su puesto.

Suspiró delicadamente, no le gustaba tanto la situación como a los hombres, tal vez porque no quería follarse nada de lo que movía allí y cuando se dirigieron a Valença en su propio idioma, no le sorprendió en absoluto que lo supieran porque había observado que eran muy inteligentes y sabían de muchas cosas, interesantes eran un rato.

El hombre respondió a la pregunta y no pudo evitar pensar que no había sido uno solo de ellos el que había capturado a la Mantícora pero no iba a decir nada o al menos en ese momento. La pelirroja si hubiera podido se habría ido en ese momento, nada de cenas, prefería estar en el barco pero entendía que podía resultar una especie de ofensa por lo cual se quedó en su sitio con las manos frente al regazo dejando que los hombres se ocuparan de aquello, al fin que ellas, de no ser porque las habían llevado como a alguien de la realeza, parecían no existir.

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03/09/2016, 03:16
Zhou Xi

Levantó la mano por que no entendió lo que dijo aquel hombre, y al punto uno de los sabios se lo tradujo. ¿Como dominaban tanto los yitianos su lengua si ellos apenas tenían rudimentos de la suya? Era un misterio que ellos tenían que resolver.

-Que concedan a ese hombre diez taeles de plata en recompensa. Además, quisiéramos saber su nombre.

Todas las miradas apuntaron hacia el pobre Valença.

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03/09/2016, 03:19
Katsumi Wôn "La Mantícora"

No sabía que era peor. Si que iba a morir a manos de esos afeminados imperiales o que los que la habían capturado habían sido aquellos ojos redondos. Al menos su capitán había estado pendiente de que nadie la violara, en la creencia de que ésto podría contrariar al consejero imperial. Sabía como la miraba el joven que portaba aquella extraña espada, y en otras circunstancias no le hubiera molestado probar la carne de occidente. Pero ahora solo quería irse por la puerta grande. No podía escapar, aunque lo intentara hasta el último momento. Ahora solo quedaba morir.

Se rió, y los guardias tiraron de la cadena para hacerla agacharse. Pero ella se incorporó, dispuesta a no volver a arrodillarse ante un señor mortal.

-¿Ésto es lo que queda de la poderosa casa de Wu? Un niño de pecho, una belleza frágil, una vieja intrigante y un envarado funcionario.

El consejero se acercó a ella con grandes zancadas, mientras se levantaba.

-No os preocupéis. Pronto terminarán con lo poco que queda de ésta patética dinastía. El señor de Carcosa se aproxima, y no tendrá piedad con ninguno de vosotros.

Sidao le cruzó la cara de una bofetada, abriendo mucho los ojos. Ella sonrió y le miró sin que se supiera muy bien si quería matarlo o pretendía seducirle.

-Tengo patente de corso, así que no soy una pirata. No ahora. Todos los enemigos del auténtico emperador amarillo serán destruidos.