Partida Rol por web

El viaje del Uthero

Bajo la sombra (Escena II)

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28/10/2016, 19:24
Connor

Había sido un tiempo de mucho caminar para Connor. No se contentaba con quedarse quieto esperando a que aquellas destructivas armas se terminaran de hacer, necesitaba mover sus músculos, conocer, que para eso estaba.

Se ocupó de recorrer la zona, más que nada buscando esos datos que el Capitán le había dicho que buscara, ya que a él también le interesaba. Gracias a la ayuda de Liv para traducir el idioma, pudo desenvolverse bastante bien. Y no sólo quería conocer más del idioma, sino que además aprovechó a preguntarle más sobre aquel dios que parecía tener más poder que los Siete sureños, o los Antiguos norteños, a los que había dedicado tantos rezos pero que nunca había tenido una respuesta tan clara como la que Liv recibía una y otra vez.

Cuando se encontró con aquella vegetación blanca como la nieve, no pudo dejar de recordar la nieve y el hielo que había dejado a su espalda. ¿Qué estaría sucediendo allí? Pero no dejó que esos pensamientos de culpabilidad y melancolía se apoderaran de él, tenía muchas cosas que hacer allí donde estaba. Recogió una buena provisión personal, ya que nunca se sabía cuándo podía llegar a necesitar usar ese veneno para sus flechas.

A su vez, también intentaba conseguir lo que necesitaba para tener alguna de esas espadas de las que había hablado el extraño herrero. ¿Por qué no tener una mejor hoja que la que tenía? No es que fuera mala, pero siempre se podía mejorar.

Mucho tiempo también pasó cerca del Capitán, ya fuese para que lo tuviese a mano si necesitaba algo, se podía hacer de confianza Connor, como también para saber qué sucedía realmente allí.

Así fue como estuvo presente cuando presentaron las primeras nuevas armas. Eran impresionantes. Ruidosas y poco sutiles, pero extremadamente destructivas. Sus ideas y ensoñaciones quedaban pequeñas e inocentes frente a esa capacidad de matar y destruir. Una cosa así, en las manos equivocadas, podía ser un caos. ¿Ellos eran manos correctas? Realmente no lo sabía, no después de ver caer las máscaras del Maestre, no después de escuchar a la Eterna. Los tiempos estaban cambiando, y esa era una clara y física muestra de ello. Esperaba poder ver el final, y sobrevivirlo...

Notas de juego

Liv, me tomé el atrevimiento, espero que me perdones :)

Máster, vos dirás qué encuentro.

Valenca, somos viejos, nuestro tiempo está pasando...

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28/10/2016, 22:03
Director

Comprar las hojas a buen precio no fue difícil. Los marineros consiguieron dinero por varias razones, y entre ellas estuvieron las "visitas" a la casa de Talila Genvaris. La voz se corrió entre ellos, motivada por las historias de Ben. Una suerte de lupanar gratuito donde, además, te podían pagar a ti en oro si la dueña de las esclavas quedaba satisfecha y alguna de las mujeres, encinta. Sobra decir que durante todo aquel mes, los marineros inventaban cualquier excusa para pasarse allí las horas. La mago quedó satisfecho y los hombres, recompensandos.

La venta de los víveres que habían preparado supuso otra enorme fuente de ingresos, habida cuenta que los cañones les salieron prácticamente gratis. Parte de la diferencia se gastó en "armamento", pues Connor no era el único interesado en comprar armaduras y armaduras de aquel metal. No serían los hombres más poderosos del mundo conocido, pero sin duda se convirtieron en algunos de los mejores armados.

Parte del dinero "no podía tocarse". No hasta que decidieran que iba a ser con el asunto de la Mantícora y sus barcos. Quizá, y solo quizá, si conseguían devolverle el trono de reina de los piratas, éstos accedieran a ayudarles sin tener que vaciar sus arcas. Se iba a debatir mucho qué hacer con aquel dinero, pues la codicia había sido un móvil por el cual muchos se habían enrolado. Ahora que tenían dinero, algunos de ellos no sabían muy bien por qué tenían que seguir arriesgando sus vidas o pasando penalidades. Los marineros hablaron en corrillos. Unos querían ir a Marahai y fundar allí su propia colonia comercial, viviendo como reyes. Otros, de hecho, pensaban que habían estado lejos de su hogar lo suficiente y planeaban volver a casa.

Antes de partir, había que dar ejemplo. Y por eso, siguiendo las órdenes del capitán y con la promesa de que gastarían oro de las bodegas para armarles a placer, gente como Connor o Ben accedieron a espiar a los amotinados y señalar a los cabecillas. Aquellos infortunados, y algunos de sus compañeros, fueron dejados en tierra, en Asshai. Cuatro hombres en total. Como traidores que eran, ahora dejados a su suerte, y posiblemente terminaran sus días como esclavos, picando piedra en las asfixiantes minas de Thoma el nigromante.

Sin mirar atrás, la flotilla del Uthero abandonó las aguas oscuras de la ciudad muerta, que tantas satisfacciones les había reportado. Las apariencias, sin duda, engañan. Pusieron proa a aguas transparentes salpicadas de islas luminosas que parecían el paraíso terrenal. Unas aguas donde grandes peligros y desafíos les aguardaban: las islas de la Mantícora.