Partida Rol por web

Es mono, es homúnculo, y te va a dar por el culo.
¡Un aplauso para Moboto, el regalo del Ingeniero, el mejor mago de Karina!
Y en frente, un viejo cualquiera.

Justo lo que necesitaba Corvino: un constructo mágico. Como si su vida no fuese lo suficientemente complicada. Aquel humanoide solo le llegaba hasta las rodillas, pero no había que fiarse nunca de lo sobrenatural.

¡Tiene chispa! ¡Y una personalidad electrizante!
Blu es el favorito en todos sus combates.
¿Podrá derrotarle este encapuchado?

Con el tamaño de un ganso, el lagarto azulado correteaba cobardemente por el corral, tratando de mantenerse alejado de Menon.

El combate sacaba lo mejor de Fedora y lo peor de Suse. Su malvada alter ego no lo dudó y en cuanto el nerviosismo del combate se apoderó de la norteña, ahí estaba esperando la malvada personalidad para aflorar a la superficie y apoderarse del control.

En el proceso, su mirada se tornó, cambiando de la neutral mirada de la guerrera bastarda a los ojos de ira inyectados en sangre de Suse, que miró a su adversario sin mayores miramientos.

- Así que tu eres mi contrincante, ¿Verdad saco de piojos? Te diré algo, peludo. No me gustan las comadrejas, ni siquiera esa tan fea que lleva aquella niñata malcriada en el hombro. - Dijo mirando de reojo a una Alanis que veía el combate desde la grada, sin prestar atención a si oía lo que decían los de el gallinero o no.

Y sin más dilación, tratando de pillar desprevenido a su contrincante, Suse cargó a toda velocidad mientras sujetaba una de sus espadas. Su objetivo era acabar pronto el combate. De un solo golpe, a poder ser.

Sin comerlo ni beberlo se veía en medio de un peligroso combate. La bestia contra la que le habían puesto a combatir era terrorífica. No sólo eso, sino que la condenada era rápida. El pequeño gnomo arqueó el cuerpo y evitó así que las fauces del cerbero le pellizcaran el trasero. Podía sentir la rabia en los ojos de can, sentir su fétido aliento y el calor de la baba que se le acumulaba, espumosa, en la comisura de sus fauces. ¡Iba a volver a atacarlo!

- ¡Mumfmurummf!- Murmuraba Sapo magia de gnomos y amasaba el éter  del ambiente con sus pequeñas pero ágiles manos.

Una salamandra eléctrica, si no andaba con cuidado iba a terminar tan magullado como los demás, lo primero era detener el movimiento del bicho.

Se concentra en el movimiento del animal para lanzar su hechizo de grasa, esperando detenerla para que sea un blanco más fácil.

Y enfrente, un viejo cualquiera.

Corvino negó con la cabeza. Ni siquiera habían sido capaces de presentarle con un apodo. Vaya panda de cafres.

¿El mejor mago de Karina? Pues si esa COSA con forma de patata con brazos era una muestra de su capacidad, sin duda no es que fuera el mejor mago del mundo. Por suerte para Corvino. 

En cierta manera, se alegró de no enfrentarse a un ser vivo. Esa cosa ni siquiera podría sangrar. De todos modos, no se dejó llevar por el exceso de confianza pues quién sabe de lo que podría ser capaz de hacer la pequeña criatura.

Se acercó al ser con cautela y su pequeño escudo por delante, la hacha con la cabeza hacia abajo y sostenida detrás de él. Tenia intención de tantearle. Se acercaría despacio y, en cuanto estuviese a la distancia adecuada, apartaría el escudo e intentaría hacer un arco con el hacha de abajo a arriba.

Maldijo su suerte, pues su exceso de prudencia hizo que la patata con patas le viera venir, y con un lento movimiento el golemcito levantó un pie, se giró levemente de forma muuuyyy suaaaave y el hacha de Corvino le pasó al constructo enano justo por enfrente de la nariz sin hacerle un rasguño.

Corvino alzó el hacha en lo alto al seguir el arco de abajo a arriba e interpuso de nuevo su pequeñito escudo esperando la respuesta.

Miró la daga que vibraba allí donde se había clavado y un escalofrío recorrió su espinazo. Sabia que era un manta peleando, de hecho no era un guerrero. Así que aquel mono de mierda le iba a dar para el pelo cosa fina. Aun así, decidió que su única oportunidad radicaba en su bastón, que alzó para descargar sobre el mono. 

¿Cómo podía haberse despistado tanto? Desde que finalmente se había solucionado (por decir algo) el dilema con el capitán N. Alarico (quien no había hecho gesto alguno de pagar una moneda, puesto que si cada uno quería interpretar sus palabras a su modo, él tenía muy claro como las interpretaba) había permanecido en un silencio pesado, y preocupado. Le parecía que cada vez se encontraban más lejos de su objetivo, y ni siquiera las ocasionales (bueno, a qué mentir, eran más que ocasionales) miradas a las nalgas de Alanis calmaban su inquietud.

Y tal vez fuera por esa inquietud que no había participado, cual hubiera sido su deseo, en las conversaciones con esa mujer de simpático acento, y que parecía tener unos lazos con el hampa que, sin duda, hubieran merecido más de una, y más de dos, conversaciones.

Pero... esa era la vida. Al final aquel... puñetero bicho (y decir tal era sin duda pecar de generoso) había dado con los huesos del clérigo en el suelo. Había que jorobarse. Al menos, había sido menos malo que alguno de sus castigos en el templo. Negó con la cabeza, pesaroso. Más le valía dejar de pensar en las musarañas y centrarse.

- Ánimo chicos- gritó, divertido, mientras se masajeaba el cuello dolorido.

En realidad sus compañeros no se habían perdido gran cosa, y no porque Quiora no fuera capaz de ofrecer un gran combate sino porque tuvo mala suerte con su contrincante. Se trataba de una babosa interplanetaria llamada 'Ole' a la que le encantaba viajar y divertirse.

A su favor, decir que le duró mucho más que cualquiera de los enemigos con los que se habían encontrado hasta ahora. Gracias a su cuerpo resbaladizo y el rastro de baba, consiguió evadir la primera embestida de la semiorca. Hasta logró que esta se cayese en un par de ocasiones. Pero esa fue su perdición. Quiora se enfadó tanto, que sus ojos se inyectaron en sangre y las venas de sus músculos se hincharon hasta parecer explotar. Entonces quiso correr y huir de la pelea, pero la rapidez no era una de sus cualidades.

Cansada de resbalarse en el limo, la bárbara agarró el hacha y lo hundió en el blando cuerpo del visitante extraplanario, partiéndolo por la mitad al instante.

Todos aplaudieron con fuerza pese a que el resultado era el esperado.

Al aplauso general se unió la babosa 'Ole'. Bueno las dos babosas 'Ole' y 'Ale', ya que cada extremo se había regenerado en un ente autónomo y en perfecto estado de salud. Y es que, esa era la forma que tenían de reproducirse al fin y al cabo.

Quiora, llena de moratones por las caídas y aún de mal genio, se fue a ver como sus nuevos amigos se desenvolvían en sus combates esperando que se le pasara la mala leche.

Heian se quedó perplejo por el tamaño y rareza de su oponente. Eso dió tiempo a que el canijo desconocido tratase de agujerearle los cataplines con la punta de la lanza. El ataque fue muy bajo, no en el sentido de barriobajero, sino en el sentido de que al atacar Slorbo bajó demasiado la pica, y su lanza tocó el suelo frenando la embestida de su dueño.

En la arena de combate de al lado, Fedora ensartó al bicho-conejo en su espadón.

¡Y Pincho ha caído, señoras y señores!
Un fuerte aplauso para la hermosa mujer de espadas bastardas.

La gente le vitoreó. Algunos hasta le decían obscenidades en balok, pero Fedora no entendía ese idioma. La espadachina pudo pasar el resto de la sesión animando a sus compañeros. Para el perdedor, entraron dos hombres gordos y corpulentos con una minúscula camilla. Los recién llegados deslizaron el cuerpo de la comadreja por el filo de Karatel'nyy, lo pusieron sobre la mini camilla y se lo llevaron de la habitación para que pudiese ser atendido de sus heridas.

Se notaba que Goebbels era muy superior a Genann en combate, porque hasta se podría decir que el mono estaba jugando como un gato con un ratón. Goebbels hizo como si le atacara con la daga que tenía en una mano mientras cogía la daga que tenía entre los dientes para luchar con dos armas. Mientras se recreaba, el muy gorila le sonrió. El druida sabía que, cuando los animales enseñan los dientes, lo hacen en un gesto amenazante.

Sin duda Sapo se encontraba con un ser de una inteligencia superior, con una mente tan fuerte que es capaz de resistirse a los conjuros del gnomo.

¡Guau!

Tras su grito de guerra, Pinkle se lanzó al ataque. Movía la cola mientras trataba de morderle la bota a Sapo. Y si Sapo fuese druida, sabría que cuando los perros mueven la cola expresan alegría. La alegría de saber que pronto sus enemigos serán aniquilados.

¡Mo!

Por mucho que Corvino pusiese su cuerpo de perfil para ofrecer menos blanco a su rival, la mano que sujetaba el hacha estaba desprotegida. Cuando el anciano trató de tajarlo, el constructo le mordió en la muñeca. La visión de Corvino se nubló ligeramente. Le costaba mantenerse despierto. ¡Es culpa de la magia! Siempre pasan cosas malas cuando hay magia de por medio.

Una grasa viscosa se formó bajo los pies de la bestia, pero a pesar de la inercia de la carrera, el lagarto se deslizó con bastante estilo sin caer. El área de combate se había reducido drásticamente debido al pringue, así que Blu no pudo seguir huyendo. Acorralado, le echó la boca a Menon amenazadoramente.

Tras ensartar a su adversario con su espada, karatel'nyy, Suse escupió al suelo mientras hacía una floritura con su arma predilecta antes de regresarla a la funda de su espalda. Sin mirar a su adversario y dándole la espalda se giró buscando la salida de aquel lugar. Había vencido y estaba segura de ello pues en el camino se tuvo que hacer a un lado para que entrasen las asistencias al gallinero a recoger a su esparring.

Una vez anunciada como vencedora y salir de aquel lugar, dejó caer sus posaderas junto a un asiento al lado de la musculosa Quiora a quién miró con una media sonrisa.

- Deberías haber participado, verdosa. Al menos me ha ayudado a desentumecer los músculos. - Dijo marcando bicep en uno de sus brazos.

Momentos más tarde, mientras observaba el resto de combates junto a los demás integrantes del grupo, poco a poco, Suse se fue aburriendo, dándo paso a la psique de Fedora.

- Ooooohhhh, mía cabesa. Otrrra ves... - Murmuraba mientras se sujetaba la cabeza la norteña.

Y además le había mordido justo en la articulación que sostenía el hacha. No es que fuera muy grave pero el mordisco le molestaba. Corvino trastrabilleó de un pié cuando empezaron a cerrársele los ojos, pero por suerte el dolor de las diversas heridas sufridas le mantuvo despierto (además del mordisco aún sentía la profunda punzada del florete de Gramley la Garra).

Recuperando la posición dejó atrás su táctica de guardar la ropa para tomar una actitud mas pasivo - agresiva. Dejó caer su hacha desde lo alto proyectando todo su peso y fuerza para terminar el asalto de un solo golpe. Sólo logró golpearlo de refilón, y le cortó la falange y un par de dedos pero la criatura no pronunció ni un ¡ay! de dolor y la pérdida de dos deditos no parecía afectarle demasiado. Cuando estos cayeron al suelo seguían moviéndose solos, como por arte de magia. Qué cosa mas asquerosa.

¿Cómo era posible que aquella criatura no sucumbiera a sus encantos? Por mucho que razonara Sapo no encontrbaa la solución a aquella incógnita.

- Está claro que debemos pasar a los puños.- El gnomo se arremangó las aplias mangas de la tunica mostrando sus finos y enclenques brazos. ¿Sería buen pugilista el mago ilusionista? No hacía falta. Con sus habilidades podía manipularla masilla etérea para que adquiriese la forma de dos puños que lucharan por los suyos.

El lagarto era muy ágil, como desmostró esquivando la grasa facilmente, me aparto lo justo para poder lanzar mi poder sobre él, dos rayos salen de mis manos e impactan sobre el, pero no parece que le hayan echo mucho daño...

Aquel mono era un ser sibilino y traicionero y Genann lo único que lamentaba era no tener mayor destreza con las armas, en especial con su bastón druídico. Un palo maravilloso si fuera utilizado para algo más que andar y apartar armas.

El druida vio cómo aquel primate trataba de ensaratarlo una vez más valiéndose de las trapacerías propias de aquellos seres. Afortunadamente y hasta aquel momento, su destreza no iba pareja a sus ardides, pero aún quedaba una tercera daga que buscaría sin duda su carne. Tratando de evitarlo, Genann lanzó un bastonazo contra el sonriente Goebbels, que pareció reirse cuando el madero pasó a treinta centímetros de su cabeza.