Partida Rol por web

¡¡¡Grrrrooooaaaaaarrrr!!!

Saltó desde la frondosidad del bosque estrellándose contra el lateral de la carreta. Para cuando la bestia se aferró al saliente de la vaca, el cuadrúpedo ya se había transformado a lobo bípedo para agarrarse mejor. Genann supo redirigir a los caballos para que la embestida lateral no les hiciese derrapar o volcar. Por la ventana derecha de la caravana se veía al licántropo de cintura para abajo, tratando de trepar hacia el techo. Si antes no lo llegaron a ver, ahora era imposible que pasara inadvertido.

Gorro Rojo se revolvió inquieto en su jaula, como si el gruñido desgarrador hubiese llegado a sus propios sueños...

El lobo híbrido logró coronar la carroza sin impedimentos, y avanzó entre las mochilas de la vaca hasta llegar a Genann. Su garra se clavó como una puñalada por la espalda, pero el druida llevaba pieles gruesas que la zarpa no logró atravesar. La única posibilidad a la que podían agarrarse era lograr que el asaltante cayese del carro.

Casi tuvo ganas de suspirar al ver aparecer lo que, a toda evidencia, parecía un hombre lobo. Probablemente pudieran vencerlo, pero el riesgo de contagio existía. Y también, en un lugar tan pequeño, era probable que varios de ellos pudieran ser heridos, o incluso, que pudiera haber un fallecido. Por otro lado, era un hombre lobo con lo que lo más probable es que no tuviera, en el fondo, nada que ver con el tema que de verdad les ocupaba. 

Conjurando el sacerdote de Bane invocó los poderes de su señor para que el pánico llenara al hombre lobo y escapara de allí, con la esperanza que eso bastara para frustrar ese nuevo intento de atacarles o detenerles.

- Huye mientras puedas, bestia- siseó mientras se agarraba el símbolo de Bane e invocaba el milagro de causar miedo contra el nuevo enemigo.

-¡Íiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!- Chilló Sapo cuando el hombre lobo golpeó la carroza.

- ¡Lo sabía! Sabía que había hombres lobo de por medio.- Dijo levantando el dedo índice y recordando que ya había dicho que Malocchio Aderre tenía que ver con aquellos seres, por su herencia paterna.

Se calló cuando lo vio subir al techo y acercarse a ellos y de puro miedo se aferró al brazo del druida apretándolo con fuerza, bueno, la fuerza de un mago gnomo. El zarpazo hizo saltar trozos de las vestiduras de pieles de Gennan y Sapo supo entonces que había muchas posibilidades de morir si éste perdía el control de los animales.

Lo más encogido que pudo comenzó a amasar el éter para darle forma de un abanico de colores desconcertante. Sapo tenía muy mal gusto para la combinación de colores y cualquiera que lo viera podía quedar atontado, si no peor. 

- ¡Mmmmpfffmmpf!- Murmuró las palabras mágicas y el abanicó tomó forma sobre el hombre lobo que los acosaba. Volvió coger el brazo del druida y a tirar de él como si quisiera arrancárselo de cuajo -  ¡Gira, gira, y la fuerza centrífuga lo lanzará en una tangente a nuestra trayectoria!- Trató de explicarle mientras él mismo se agarraba con fuerza para no salir disparado.

Lo único que sabía el druida era que lo único que podía hacer era seguir manejando las riendas del carruaje, confiando en que el licántropo no lo matara en el proceso. Sin duda, su relación con los perros y derivados debía ser una especie de gran chiste cósmico que aél no le hacía ninguna gracia. Resistió las ganas de lanzar a Sapo entre las fauces del hombre lobo cuando este se aferró a su brazo, más que nada porque liberar una mano podía suponer perder el control.

-¿Girar? Si hubiera una curva podría hacerlo -dijo dubitativo. Aun así, tomó aire y haciendo un esfuerzo, trató de hacer caso de lo que decía el gnomo.

Que un perro surgiera de la nada para atacar al druida, no era nada extraño. Lo raro era el tamaño de ese perro. Por poco aprecio que tuviese al bosquímano (al que ya había tratado de salvar varias veces y todas ellas parecía habérselo tomado a mal), no le apetecía quedarse sin chófer y tener que ir andando ahora que ya se había acomodado a su improvisado asiento.

Con un gruñido de hastío, se giró y comenzó a trepar por el tejado del vehículo para alcanzar a la importuna bestia con su hacha. Bestia contra bestia.

Guardando precariamente el equilibrio descargó el arma sobre el peludo homínido, al grito de - Largo de aquí chucho feo!

Menon ya se encontraba mucho mejor después de que Alarico usará sus poderes curativos sobre el, pero su alegría duro poco al ser atacados por lo que parece ser un licántropo, su agilidad era increíble pues se subió al carro sin ningún problema, una proeza que requería fuerza y destreza, mejor mantenerse a distancia de él.

- No os acerquéis, puede que os pegue algo si os da!

Y lanzó un rayo hacia la forma oscura, pero el carro se mueve demasiado.

Fedora se queda dentro del carro, asomando la cabeza para ver si la necesitan pero después de ver el tremendo golpe que se lleva el hombre chucho de parte de Quiora, casi que prefiere no arriesgarse.

- ¡Eso es Quiorrrrra! ¡Enseñiarrrr modales a perrrrrro! - Vitoreaba a su compañera.

El lobo no hizo caso a Alarico, pero el chorro multicolor en todo el hocico le sorprendió. Sus ojos se volvieron blancos dejando patente que estaba ciego. Daba algún garrazo al aire, pero la otra "mano" se la llevaba a la cabeza, aturdido. Ni siquiera así el rayo de Menon fue capaz de atinar.

¡GRRRRRRRR! ¡AUUUUUUUUU!

El hachazo de Quiora fue devastador, por toda la espalda, pero al retirar el filo parte de la carne se regeneró. No era un perro feo cualquiera, pero gracias a la rápida actuación de Sapo, no podía contraatacar.

-¡Fuera,fuera,fuera, fuera!- Acuchillaba Sapo a la desesperada con su "pincho" de plata. Su hechizo había tenido efecto sobre el licántropo y era cuestión de tiempo que cayera o acabaran con su vida.

- ¡Fedora, Quiora, empujadlo fuera del carro!- gritó Alarico mientras sacaba su maza y su escudo y adoptaba una posición defensiva*

El perro grande y feo encima tenía cierta protección sobrenatural. Lo notó cuando hundió el hacha en su lomo; encontró más resistencia de lo esperado. No iba a ser sencillo deshacerse de aquel bicho.

Está duro el jodido- rezongó la mestiza.

Qué demonios querría de ellos? Seguro que no comérselos ya que no eran una presa fácil. Alguién ponía mucho empeño en dificultarles la misión. Estaba dispuesta a seguir atizándole cuando al clérigo de Bane se le ocurrió una idea estupenda (sin duda inspirada por su dios).

Quiora se lanzó entonces, con todas sus fuerzas, sobre el licántropo con intención de empujarle fuera del carruaje.

La criatura no estaba preparada para lo que se le venía encima, el hechizo de Sapo dejo al híbrido indefenso ante la fuerza bruta de Quiora, que tenía bastante de ambas (de fuerza y de bruta), pero por si acaso Menon lanzó un rayo eléctrico para ver si la descarga afectaba a sus músculos.

- Al suelo con él.

El licántropo se veía impotente ante los rayos de Menon y las puñaladas de Sapo. Por eso, cuando sintió que Quiora le ponía las manos encima, no se opuso. Dejó que le arrojaran al camino. Dentro de la cabina, Alarico, Menon y Fedora sintieron la sacudida cuando la rueda pasó por encima del cuerpo, pero no fue suficiente como para que la semiorca perdiera el equilibrio.

¡¿Flirth?! ¡¿Druus?! ¿Acuena nilida liessa blenaal?-dijo en silvano Gorro Rojo, despertando sobresaltado en su jaula.

Genann no pudo escuchar a la fata desde el pescante del conductor. Mirando atrás, cada vez más atrás, el cuerpo del licántropo seguía tendido en el camino. De pronto, una garra se movió. El lobo había recuperado la vista, y giró sus fauces hacia las presas que le habían derrotado. No era necesario. No necesitaba verles. Había conseguido la impronta de sus olores...

Genann suspiró aliviado cuando el licántropo cayó del carruaje. Confiaba en que no volvieran a verlo, aunque algo le decía que eso no sería así. Tarde o temprano el perro se vería inexorablemente arrastrado por su deseo de morder y devorara un druida, a él, y se lo acabarían encontrando.

-Buen trabajo -dijo a sus compañeros al tiempo que sacudía las riendas, para animar a los caballos a seguir con su trote-. Y vosotros tambén lo habéis hecho muy bien -dijo a los caballos-. Os habéis ganado pastar en un prado de verde y suculenta hierba. Y la fata, ¿está bien? -preguntó preocupado por el estado de la criatura tras todos aquellos bamboleos.

- ¡Puaj!- Escupió Sapo al ver caer al licántropo del tremendo empujón de la piel verde. Se pasó un buen rato limpiando la daga de plata manchada con la roja e infecciosa sangre de la bestia.

- Licántropos. Mal asunto.- No le sorprendía sino que en sus cálculos mentales aumentaba la probabilidad de que una de sus teorías fuera cierta. Asintió a los comentarios de Gennan y sintió una punzada en la boca del estómago al recordar a su mula.- Lentejuela es una mula muy tozuda y muy valiente. Estos caballos parecen mulas. No se han asustado.- Y es que los equinos solían tener pavor a los licántropos, algo comprensible.

Quiora volvió a su posición en el carro y se quedó mirando con cierta desilusión su nueva arma. Ya decía ella que no iba a ser tan buena como la anterior, tan limpita y nueva. Seguro que si hubiera tenido la otra habría cortado en dos a ese saco de pelos.

Qué dice ese gorgojo pelotero que lleváis ahí dentro?- preguntó al escucharlo hablar en lengua extraña.

- Licántropos? - lo dicho por Sapo tenía su fundamento, la manera de actuar y la fisonomía encajaban perfectamente - entonces el peligro no ha pasado, seguramente se recupere de sus heridas muy rápido, otra cosa es que le queden ganas de volver para atacarnos, pero debemos mantener los ojos abiertos.

Luego miró a la caja de la fata, no había olvidado ni de lejos la lampara que le aplasto, y seguro que iba a pagarlo.

- Cuando lleguemos a nuestro destino propongo que la fata este bien atada y sea el cebo para el licántropo.

- Yo ya sabierrr que Quiorrrra poderte encarrrrgarrrse de hombrrrre perrrro... - Dijo sonriente a la vez que golpeaba con el puño cerrado la parte de arriba de la jaula del fata.
--¡Sapo, Menon, Gennnan! ¡Quien sea! ¡Quiorrrra tinierrrr rrrrason, el pequenio y feo fata hablarrrrr en suya lengua y no parrrreser querrrrerrrr nada bueno! - Dijo mirando fieramente a gorro rojo

El licántropo se puso en pie, dolorido, y caminó hasta perderse en el bosque. Gorro Rojo se reacomodó en su jaula y olisqueó el aire.

Sesos de caca... Aderre tiene dos amantes: el que huele a macho y el que huele a lobo. Vosotros ahora oléis a Aderre. ¿Cómo creíais que se iba a sentir el lobo al saber que su chica le da sus favores a extraños? Oleis a ella, y el lobo también lo ha olido. Y está celoso de rabia...

La fata bostezó y se hizo un ovillo en la jaula para seguir durmiendo un poco más.

Llevados por el hábil Genann, que los conducía mejor que a un trineo tirado por perros, los caballos llegaron a Currículo durante el ocaso, tras rebasar algunas granjas. Hombres con grilletes acarreaban piedras bajo la atenta vigilancia de los soldados de la Garra. Las apilaban para construir un murete bajo, el primer paso para fortificar la ciudad con una muralla defensiva. Uno de los guardias dió el alto a la carroza.

¡Alto!

En cuanto el vehículo se detuvo, dos guardias se acercaron a los caballos para sujetarlos por las riendas. Otro se subió al caballo para revisar las mochilas. Un quinto soldado curioseaba por el ventanuco de la cabina el interior, llamándole la atención la extraña criatura en la jaula. El Gorro Rojo se revolvió de pronto y gruñó tras los barrotes, haciendo que el soldado diese un salto hacia atrás. El resto de guardias se rieron de su compañero.

Cualquier arma más larga que un antebrazo está prohibida en la ciudad, salvo para residentes. Tenéis tres opciones. Una, podéis acampar a las afueras-dijo, señalando unas chozas de los suburbios-. Dos, podéis facturar las armas grandes. Os proporcionaremos un barril para meter todas las armas, la sellaremos con clavos y la marcaremos con magia. Podréis elegir si dejarlo en este puesto o que la llevemos al puerto, donde podréis recuperarlas al dejar Currículo. Tres...

El soldado no dijo en qué consistía la tercera forma, pero estaba claro que se refería a un soborno.