Partida Rol por web

Flame se sorprendió al ver lo que parecían ser los cuerpos de sus amigos. No tenía muy claro si serían ellos o simplemente sus vestimentas, pero por si acaso intentó acercarse andando siempre por el techo. Miró a su alrededor a ver si podía ver o escuchar alguna cosa que resultara relevante. Algo que le indicara o le diera alguna pista sobre lo que estaba o había sucedido allí. Era extraño, mucho. Y no podía esperar a avisar a sus compañeros, pues fuera lo que fuese, era posible que estuvieran en peligro.

Debía ser duro perder así a los creyentes, intentar dar esperanza a un pueblo en esa situación debía ser una tarea épica.

Habéis tratado de comulgar con la diosa?- preguntó más por evaluar cuánto poder tenía aquel anciano brujo que por saber cuál fuese el mensaje recibido, pues sabía que dependía mucho de la interpretación personal.

Vos, que seguramente conocéis a vuestra gente mejor que nadie, no sabríais de alguien que tuviese alguna teoría de la causa de la maldición? Se han realizado estudios? Sabéis que Hala no os dejaría así sin que hubiese una forma de superar la prueba. Padre, por favor, pensad.

Tenía tantas preguntas que hacer, tan poco tiempo.

Mientras Flame trepaba por las paredes para llegar a las ventanas, Onfale no se quedó quieto. examino la puerta sin cerradura para ver si había algún mecanismo o alguna trampa que alguien hubiera puesto malintencionadamente fuera. Apoyó la mano en el muro de la iglesia y esperó paciente a que Perezoso caminara por su brazo hasta trepar por la pared como Flame.

- Echa un vistazo y me cuentas.- Normalmente era muy celoso de sacar a Perezoso  a pasear pero tenía prisa y el camaleón hablaba más que la lagartona. ¿Dónde se habría metido Leiath? Su cabezonería sería su perdición. Se quedó mirando el avance de su mascota y de su compañera. Si tenía que trepar él no le sería tampoco un problema.

La espera no era agradable, y menos después de ver a ese cadáver que había sido mancillado. Eso no era obra de la locura, ese meteorito había dejado sus almas y corazones negros. Si conseguían detener la maldición, ¿qué vida les esperaba? ¿Cómo podrían librarse de ese mal que habían hecho?

Intentó apartar esos pensamientos de su cabeza y se quedó contemplando la puerta. Flame se había ido por su cuenta, para variar, mientras Onfale investigaba la puerta. Aire resopló, mientras sus ojos miraban a todas partes.

Quizá haya otra puerta por la que acceder supuso la muchacha. Si Leiath y Jadewo habían habían entrado, o bien había alguien en su interior o bien habían logrado otro acceso.

Los conjuros de adivinación sufren interferencias, pero sé que Hala sigue ahí, cuidando de nosotros. No hay estudios al respecto. Si alguien está intentando salir del bucle por su cuenta, o simplemente está tratando aún de investigarlo, lo llevará en privado.

El monaguillo siguió encendiendo el incienso en los siguientes bustos de piedra. Un olor relajante y suave llegó a la nariz de Leiath mientras el Padre Benancio se atusaba la barba, pensativo.

Debo prevenirte de dos amenazas. Una es Carragher. Lidera las revueltas y los tumultos. Otra es un desconocido enmascarado. Ambos podrían intentar hacerte daño. Evítalos, y mañana, en cuanto amanezca, trata de llegar lo más pronto posible a la iglesia. En sus muros estarás a salvo.

Flame no vió ni escuchó nada raro, pero al apoyarse en la cúpula de cristal tratando de ver, uno de los tramos de cristal se inclinó, a modo de respiradero. Un olor tibio le llegó del interior de la iglesia, como a perfume o a especias. Un aroma con el que no estaba familiarizada Flame.

Perezoso aprovechó el resquicio en la cúpula de cristal para colarse en el interior, pero cuando ya estaba bajando por el cristal, empezó a avanzar más despacio. A ras de calle, Onfale sintió cierta relajación. Notaba con su delicado olfato el aroma del incienso. De nuevo arriba, Perezoso se detenía totalmente, y cerraba los ojos, pegado al interior de la cúpula de cristal. Casi a la vez, Onfale se mareaba. Tangrem le agarró del brazo para que no se cayese.

Epa... cuidado... ¿Estás bien? ¿Qué te pasa, Onfale?

Incienso. El incienso del interior del templo era tan relajante, que producía efectos somníferos. Onfale mantenía la consciencia a duras penas, pero le pesaban mucho los párpados.

Mientras, Flame sopesó las maneras de entrar: chorro ácido a la puerta de hierro del templo... chorro ácido a la cúpula de cristal (porque si solo rompiese los cristales, seguiría sin poder colarse por el esqueleto de hierros que forman los meridianos y los paralelos de la cúpula). También podría trepar por el campanario y descender por el interior de la torre hasta la planta baja del templo. Era mucho más corpulenta que Perezoso, así que manteniendo la respiración aguantaría mucho más tiempo el efecto narcótico del incienso.

Tomo buena nota de las advertencias del anciano, aunque pensaba comprobarlo ella misma.

Padre, nosotros- señaló a Jadewo y ella misma- no hemos venido solos. Formamos un aquelarre que veníamos en una misión para ayudar a encontrar a un hombre, su hija lo busca desesperadamente. Su nombre es Viktor Watcher, no le sonará que hubiese llegado a la aldea? Y otra cosa, podría reunirse aquí, bajo su protección, el resto de mi grupo en los días venideros? Son todos fieles sirvientes de Hala.

Mientras hablaba, Leiath tenía la sensación que el monaguillo estaba preparando la sala para algún ritual, asi que terminó diciendo:

- Se están preparando para alguna ceremonia? Puedo ayudarles en algo?

Los servidores y servicios de la gran Hala eran bien diversos. No sabría si su delicado espíritu aguantaría alguno de ellos. Por ejemplo, los sacrificios humanos, no lo llevaba muy bien.

- El...el incienso...- Le flojeaban las piernas y se asía al brazo que le tendía Tangrem como si fuese el de Jadewo. Ordenó a Perezoso que retrocediera para que tomara el aire.- Parece que la concentración de incienso dentro es tan grande que genera un sopor insoportable.- Explicó a sus compañeros que lo miraban extrañado.- Flame, ten cuidado.  Tendrás que romper el cristal para que el interior se ventile, si queremos pasar dentro.- Ya se imaginaba en el interior, encerrado, a un párroco completamente loco.

El monaguillo termina de encender incienso en la última de las trece gárgolas con forma de serpiente, y se reune en el pasillo central con el resto de las personas allí congregadas.

Tu gente es bienvenida aquí, Bruja de Hala, siempre que no hayan hecho alguna fechoría. Pero me temo que nadie llamado Viktor Watcher ha venido a verme.

Hermigia bosteza. Giralda toma la palabra, adelantándose al Padre Benancio para contarle a los dos recién llegados lo que está a punto de ocurrir.

Verás, querida... no es necesario que hagas nada ya. El Padre Benancio ya lo ha preparado todo. Siempre lo hace. Todos los días prepara su incienso para que nos quedemos todos dormidos. Hoy no sentirás el dolor de un meteorito cayéndote encima. Hoy dormiremos todas.

Jadewo se pone en pie, para tratar de avanzar hacia las puertas del templo y abrirlas, pero cae desplomado, adormilado por el poder del incienso mágico.

No luches, jovencita. Inspira hondo. Deja que los pulmones se inunden de humo.

La cabeza de Leiath empezó a dar vueltas. No podía quedarse dormida. Tenía que aprovechar hasta el último minuto antes de que cayese el meteorito. Buscar gente. Hacer preguntas.

Jajajajaja...

 
Jijijijiji, jijijiji... Jejejejeje...

El monaguillo y Hermigia fueron los siguientes en caer rendidos. Luego Giralda. Luego el propio Padre Benancio. Finalmente, a su pesar, Leiath durmió.

Antes de romper el cristal de la cúpula, Flame metió la mano entre el resquicio dejado entre los cristales para tratar de sacar a Perezoso. Así evitaría que el camaleón se hiciese daño. Pero no llegaba. Se tomó unos segundos para quitarse las protecciones del brazo y volvió a intentarlo. Estiraba los dedos. Casi podía cogerlo...

Flame recogió al Perezoso durmiente y lo sacó de la cúpula, metiéndolo en la mochila. Después, un chorro de ácido salió de su boca, destrozando hierros y cristales. Dió un tiempo para dejar que el aire viciado se disipase, y al final entró. En el centro de la iglesia encontró el cuerpo de un anciano con vestimentas de sacerdote, a un muchacho vestido de monaguillo, a dos señoras y a sus compañeros Jadewo y Leiath.

Entonces notó que se le cerraban los ojos. El humo del incienso era más denso que el aire. Romper la cúpula no era suficiente: había que crear una corriente para ventilar bien. Había que abrir las puertas del templo.

La espadachina cogió a Leiath en brazos y avanzó con paso titubeante hacia la entrada. Tuvo que dejar a Leiath en el suelo para correr el cerrojo y abrir la puerta, cayendo en brazos de Tangrem, completamente adormilada.

Bien hecho, Flame-dijo, arrastrándola hasta la calle.

Tangrem también pudo sacar a Leiath, pero Jadewo dormía demasiado alejado.

¡Leiath! ¡Leiath, despierta!

Tangrem abofeteó suavemente a Leiath en la cara, con golpecitos cortos y muy repetidos. Lo primero que vió al abrir los ojos fue el cielo de aire limpio que cubría la plaza mayor, y al gran meteorito, a esa enorme roca incandescente, viniendo hacia ella. No les debía de quedar más de diez minutos de vida, muy posiblemente menos.

A su lado, Flame estaba medio grogui. También lo estaba Onfale. Como si ambos hubiesen respirado el mismo incienso que Leiath. Alice, Tangrem y Aire estaban bien. A un lado, la puerta del templo estaba abierto, y Leiath pudo ver en el centro de la iglesia los cuerpos de Jadewo, el Padre Benancio, el monaguillo y las dos ancianas. Todos durmiendo. Todos drogados. Quizás eso era lo mejor, porque así no sentirían el dolor del fuego.

Si yo cargo con Flame y su armadura, y Aire arrastra a Onfale... ¿Alice, crees que podrías tú con Leiath?

Jadewo, por tanto, se quedaría inevitablemente atrás. Pero por lo menos, de este modo, podrían tratar de guarecerse en algún edificio.

Todo sucedió en su mente con lentitud, veía imgenes de lo que acababa de pasar en el Templo y le pareció una buena solución. Quedarse dormidos quizás había salvado a esos vejetes de la locura, de tener que experimentar la muerte una y otra vez; habría que tenerlo en cuenta.

Refujiémonos en el Templo todos- musitó Leiath mientras intentaba de nuevo arrastrarse para respirar el incienso. Si sus amigos no había encontrado otra cosa mejor, el templo y su adormecimiento le parecía a la bruja lo más razonable.

En un intento desesperado por negar la verdad que se le avecinaba, observó la inmensa bola de fuego que se les venía encima. Y si no fuera real? Y si tan solo era parte del hechizo al que estaban sometidos en aquella aldea?

Hala, danos fuerzas para soportar los momentos difíciles...- comenzó a rezar

Aún atontado por el incienso respirado por Perezoso, Onfale tuvo que concentrarse de veras para comprender las palabras de la Bruja de Hala.

- ¿Volver al templo?- El meteorito se estrellaría contra ellos de manera inminente. Ya no había tiempo para que Leiath inscribiera un pergamino.- ¡Maldita sea!- La Bruja de Hala era cabezota como ella sola. Aún así le costaba creer que había decidido, por su cuenta, quedarse drogada allí, sola con Jadewo, mientras el resto del Aquelarre andaban tratando de solucionar el problema. Al final no eran tan diferentes. Al final, cada uno miraba por uno mismo y los demás daban igual llegado el momento de elegir.- Volved al templo con Leiath y...- Le costaba pensar aún con la mente nublada por los vapores.-...y cerrad las puertas. Quizá sea mejor esperar el final adormecidos por las drogas.- A falta de pergaminos protectores que Leiath pudiera usar, pues ya no quedaba tiempo, puede que fuera la mejor solución. Estiró el brazo hasta tocar a Flame para que Perezoso, más lento que de costumbre, trepara por su brazo. Pero antes de entrar, el perfumista realizó unos gestos extraños acompañados de palabras sáncritas. El efecto es que comenzó a parpadear como si se hiciera invisible por momentos. Hecho esto entró de nuevo en el templo y respiró lo más hondo que pudo, no sin antes cerrar las puertas de nuevo pero esta vez con ellos dentro.

Vamos... ugh...

Tangrem cogió a Flame en brazos y la devolvió al interior del templo. Aire y Alice llevaron entre las dos a Onfale, que de tanto en tanto se caía al caer en la intermitencia. Por unos segundos se quedó fuera, sola y mareada, la Bruja de Hala. Tendida boca arriba, veía la inevitable roca caer hacia ella. Quería no creer que fuese verdad. Quería creer que aquello pasaría, y que solo era una ilusión. Pero es tan difícil descreer algo sin interactuar con ello, con todos tus sentidos diciéndote lo contrario...

Leiath notó las manos de un mareado Tangrem que había vuelto a por ella. La levantó y ambos entraron dentro. Tuvieron que cerrar la puerta para que el incienso no se difuminase. Allí estaban los rostros dormidos de los lugareños que habían optado por su propia forma de encarar la tragedia:

El meteorito no se estrelló de inmediato. Cada uno de los miembros del Aquelarre, salvo quizás Jadewo, tuvieron tiempo de meditar sobre la vida y la muerte, mientras sus párpados se iban cerrando poco a poco.

¿Qué es lo último que haríais si supieseis que vais a morir dentro de un minuto?-bromeó-Yo lo tengo claro.

Tangrem se ladeó en el suelo de la iglesia para besar a Alice en los labios. Un beso sin fuerzas, con los labios anestesiados. La antítesis de un beso apasionado. Todos durmieron. No llegaron a sentir dolor, ni el estruendo del impacto. Onfale nunca llegó a saber si el conjuro de intermitencia duró lo suficiente, o si solo tuvo la mala suerte de saltar de vuelta al plano material en el momento equivocado. Fue un final feliz...