Partida Rol por web

Pese a que Thimaz parecía no entender que era lo que estaba pasando a su alrededor, en este caso vio como Leiath caía al suelo conmocionada, por lo que este aprovechó para devolverle el favor, o quizás el apoyo posando su mano en el hombro de la monja... y ya de paso recuperar sus armas. A fin de cuentas, ir desarmado era como ir desnudo.

El eunuco respiró aliviado tras el velo. No había perdido su toque con las mujeres, después de todo.

Un problema menos.- Pensó, aunque temía que no tardara en volver a suceder. Le dio un tiempo prudencial a Leiath para recomponerse para luego carraspear antes de apremiarles a continuar.

- Debemos continuar. No olvidéis que nos están persiguiendo.- Tendió su delicada mano a la sacerdotisa para que, si lo deseara, tuviera un apoyo para reincorporarse. Tragarse el orgullo era una tarea amarga e indigesta.

La maga tuvo el corazón en un puño cuando vio la posibilidad de que la bruja, su amada Leiath, que tantas veces la había salvado de la muerte, se marchara. Pero la maga no se atrevía a pronunciar ninguna palabra, su especialidad eran los hechizos destructivos, y temía que si decía algo todo se desmadrara.

Cuando la tensión se relajó, la maga suspiro aliviada. Por una vez, no puedo estar más de acuerdo con Onfale, debemos de seguir adelante. Dijo preparando el hechizo para descender.  

Leisl se volvió a colocar de nuevo el medallón. Trataron de dar el máximo tiempo posible a Leiath para recobrar la compostura. Pequeña Zorra cogió de la mano a la sacerdotisa (y con la otra mano a Sasha) y saltó como los demás. Bastó una palabra de la bruja para hacerles descender con suavidad. Al llegar hasta la nube espumosa de la cascada, cerraron los ojos y la boca para no enfermar con aquella agua infecta, y a ciegas palparon el muro para llegar a la parte seca del muelle, más ancho y que les permitía avanzar como un grupo más compacto.

Con la luz de Leiath, siguieron explorando hasta encontrar el siguiente obstáculo. Cinco pies sobre sus cabezas (un poco más si tomaban como referencia la cabeza de Thimaz), había una tubería de calibre grande asomando de la pared, que dejaría pasar hasta un caballo. Cuando ya creían que no les quedaba otra que trepar, en el centro del lago de aguas fecales distinguieron una isla de basura. La isla tenía dos contenidos interesantes: uno era un bote, en la orilla, que solo podrían alcanzar si alguno se lanzaba a nado hasta allí; otro era una figura regordeta, un enano agazapado comiendo vete tú a saber el qué.

Ñam, ñam, ñam... Uuuuh... No me miréis así. Está feo quedarse mirando tan fijamente a alguien.

El rostro deforme no era agradable de ver. Leiath retrocedió de la impresión y la isla de basura volvió a cubrirse de sombras. Al volver a acercarse al borde del muelle, la luz volvió a iluminar al enano, que se había movido unos cuantos pies con respecto a dónde le vieron por primera vez.

¿Tengo algo en la cara? ¿Se me ha quedado comida entre los dientes? Ñiñiñi...-dijo, frotándose los incisivos con los dedos mugrientos hasta dejarse los dientes más sucios de los que tenía-. ¿Así mejor?

La bruja, pasada su crisis espiritual, había seguido adelante como si nada hubiera ocurrido. Pese a su recientemente adquirida salud divina el hedor del lugar le hacía querer vomitar. El aceite perfumado que le había entregado Onfale se le había ido entre lágrimas y mocos, pero no se atrevía a pedirle más sabiendo lo que valoraba él sus ungüentos.

Después de deambular durante lo que parecieron interminables minutos sintió cierta esperanza al ver aquel bote. Un bote significaba que tenía que haber una salida, sino cómo habría llegado hasta aquel lugar? Cuando se fijó más y vio a la criatura a la que parecía pertenecer la barca, se llevó un buen susto y retrocedió instintivamente. Se volvió a acercar para que la luz alumbrase aquella monstruosidad y la miró con curiosidad. Qué era aquello? Era un hombre? Pero qué demonios, si hablaba y todo!

Señor, no queríamos molestarle mientras toma su almuerzo- Leiath hizo uso de su diplomacia, como le habían enseñado-. Nos hemos perdido. Sería tan amable de mostrarnos la salida a la superficie?

Thimaz por el contrario al ver a aquel enano respiró aliviado, eso sí, no mucho, no vaya a ser que enfermera por estar ahí abajo demasiado tiempo. De hecho, se lamentó casi al instante de respirar aliviado, pues ahora ya ni respiraba ni estaba aliviado por saber dónde estaban, todo por haber tomado ese aire sin contenerse.

-Amigo Enano. -Comentó de forma amigable- Que aproveche su comida. Dígame, habiendo tantos emplazamientos enanos como hay por el mundo, es extraño verle por aquí abajo solo... ¿Por qué estás aquí?.

Thimaz sacaría su "vieja confiable", aquel emisor de luz y lo acercaría a la criatura para iluminarla un poco más y verla con mayor claridad. A fin de cuentas, podía ser un enemigo... un elfo regordete y agazapado tratando de engañarles.

Por fin continuaban.  A pesar de ya no estar en la puja, delante de aquel monje de barba blanca y larga, Onfale seguía portando el velo. La franja abierta dejaba ver sus expresivos ojos azabache que siguieron concienzudamente el cambio del medallón del cuello de Leiath al de Leisl. 

No está hecha la miel para la boca del cerdo.- Pensó enrabietado por no haber sido capaz de hacerse con el medallón. Y hablando de cerdos...

¡Por Hala! Es repugnante...- La nueva criatura con la que se encontraban no destacaba entre tanta mierda. Si ya los enanos le parecían malolientes, paticortos, grasientos y obesos, aquello era prácticamente una aberración. Pro una vez agradeció que Thimaz tomara la delantera y la palabra. Mientras el eunuco contendría una arcada. Sus ojos ahora se fijaban en el bote y en cómo podrían llegar a él una vez se cargaran a aquel ser de forma piadosa, pues vivir en aquellas condiciones no era vida.

La maga roja pensó en una bola de fuego y librar al mundo de una criatura tan horrenda, pero como siempre, la bruja se adelantó haciendo gala de su ingenuidad y buena fe en las personas. Sentimientos que llevaban mucho tiempo muertos dentro de la maga roja. Sin bajar la guardia, Alice espero a la contestación del primo obeso de Thimaz.

Oh, dioses. Eres horrenda-dijo al ver mejor a Leiath-. ¿Qué te pasa en la cara?

A Leiath no le ocurría nada. Tan solo que tenía unos cánones de belleza que no se ajustaban a los de Fray Rattington. La ropa raída podría ser algún tipo de túnica. Tal vez fuera un fraile. Eso le relacionaría con la abadía de los amalghomos, a las afueras de Krezk.

¿Habéis visto ya a la Reina? ¡No podéis marcharos si no habéis pedido permiso a la Reina!

Para la perspicaz Alice, eso era un fútil intento de hacer tiempo para mantenerles entretenidos. Además, tanto Alice como Onfale pensaban que además de estar ante un amalghomo enano con cara de rata, estaban ante un amalghomo enano con cara de rata mordido por una rata licántropa. Podría ser la misma que vieron en forma híbrida borrando las flechas de tiza para que se perdieran, o podría ser otro espécimen del mismo cubil de licántropos rata. En cualquier caso, estas criaturas saben nadar: no necesitan de un bote como el que estaba en la isla de basura y al que solo se puede llegar nadando.

¿Podéis esperar aquí? Puedo ir a buscar a la Reina. Le encantará conoceros.

Lo que Alice interpretó como un "muahahaha, esperad aquí a que traiga refuerzos". Y, hablando de refuerzos, todos (salvo Thimaz) habían escuchado que desde la boca de la tubería se acercaba un grupo numeroso de animales que chirriaban como ratas.

No le gustaba nada cómo sonaba aquello de la "Reina". Lo único que quería era salir de allí cuanto antes, a la superficie. Aquel ser era una mezcla repugnante: enano, amalghomo y licántropo de los tipo rata. Acabar con su vida sería un acto de bondad a ojos de Hala, estaba seguro.

- Tenemos prisa. Sólo queremos salir de aquí.- El ruido de una masa de roedores acercándose por la conducción le hizo tensar los músculos.- Cuidado. Algo se acerca. Ratas. Por ahí.- Indicó con un leve gesto del mentón.- Luchar contra el monje roedor no le daba especial reparo, pero una miríada de ratas era algo difícil de combatir. Repasó rápidamente los conjuros que había estudiado aquella mañana y, tras el velo, sonrió satisfecho.- Estaré por aquí cerca.- Indicó en un susurro a los más cercanos mientras formaba el mudra necesario para desencadenas los efectos de la Divina Esencia.-Shammmmbu ajna adr̥śya.

¡Quitaros de debajo del tubo! Grito la maga, mientras ella también se apartaba. Desgraciadamente, la maga no tenía preparado ningún hechizo de barrera. La primera intención de esta fue lanzar una bola de fuego, pero este hechizo ocasionaría una lluvia de cascotes y escombros. Así que, utilizo un cono de frio, pero espero asta el ultimo momento para lanzarlo quería ver a quien lo lanzaba.

Por un momento Leiath se quedo mirando al cielo hacia alguien al que no se podía ver pero que sin duda les estaba observando, y murmuró : 'No dirás que no lo he intentado, que no ofrezco a todas las criaturas el mismo trato...'

Tras lo cual soltó un suspiro de resignación y volvió la cabeza hacia la aberración enanil.

Quieto!- le ordenó la bruja mientras se alzaba con sus botas de levitar a un par de pies del suelo.

Vinthrael se alejo de la entrada del tubo y mantuvo una aptitud, por el momento, relajada. Estaba acostumbrado a luchar contra enemigos grandes, pero no contra muchos enemigos simultaneamente, aunque si lo que venia eran licantropos, tenia armas lista para causarles gran dolor en caso necesario.

El fraile se encogió de hombros ante la orden de Leiath.

Tampoco me iba a ir a ninguna parte-se encogió de hombros-. No hay muchos lugares a los que ir en unas alcantarillas. Además, aún no he terminado de comer.

Mientras Onfale desaparecía, el hielo de Alice soplaba en dirección a la tubería. No se veía nada en la salida, pero pequeñas ratas empezaron a caer entre la ventisca.

 Por las barbas de mi abuela, puedo con un huerto entero, pero no con una plaga de roedores.

Thimaz se alejó hasta el borde resbaladizo del muelle. La suela de su bota resbaló y se cayó hacia atrás hundiéndose en las aguas fecales. No podían verle, ni afectarle con conjuros, ni levantarle del lecho con el peso de la barriga del enano y su armadura.

Un gran ejército de ratas de todos los tamaños salió del tubo y ocupó el espacio que los humanos despejaron en el muelle.

Oh, hermosa Reina-dijo el fraile rata-, estáis tan hermosa como siempre.

La "reina" tenía un tamaño enorme, y sus cuencas de los ojos estaban vacías: la invisibilidad no iba a servir de nada a Onfale contra ella. Era una matriarca rylkar. Le acompañaban cinco ratas marrones del tamaño de un mastín, lo que Onfale conocía como martirizadores rylkar. De las ratas blancas solo dos sobrevivieron al frío de Alice: las llamadas zarpalocas rylkar. Los retoños rylkar formaban tres plagas moviéndose alrededor de su madre.

Leiath se había levantado lo suficiente como para que ni las plagas de retoños ni las zarpalocas blancas pudieran roerle los tobillos, pero nada impedía que le mordieran los martirizadores o la misma reina de las ratas. Las ratas blancas empezaron a chillar mientras las pequeñas emitían un olor asqueroso.

Cómo podían alcanzarla desde esa altura? Leaith, algo sorprendida, intentó alzarse un poco más y se concentró para lanzar un conjuro de ataque.

- ¡No uses fuego!- Trató de advertir a la Maga Roja que, afortunadamente, había usado un hechizo de fuego. Lo bueno de haber leído sobre aquellas criaturas es que no le pillaban desprevenido. Su repelente olor se veía atenuado por el velo y los afeites que había usado para perfumarse las fosas nasales. Sus estridentes chillidos le recordaban a los de las mujeres del harén cuando algún insecto o roedor hacía aparición por la estancia común.

Aprovechando su manto de invisibilidad puso espacio de por medio, pero lo justo para poder conjurar un hechizo que hiciera a aquellas bestias mágicas menos peligrosas.

- Vammmmm, Svadishthana madam.

No era la criatura que peor olor tenía de todas con las que el monje se había cruzado, aún recordaba al bueno del hermano Jonás, que por un voto antiguo había jurado no volver a tocar el agua mientras el mal que anidaba en el corazón de los hombres no hubiera sido erradicado.... Murió de una brutal infección tan sólo unas semanas después de haber intentado librar a la humanidad del mal.

Vinthrael rodó por el suelo y se colocó junto a la rata que protegía a la matriarca que estaba más alejada del resto, ya que contra las plagas poco podría hacer y coló su pie entre las costillas de la criatura, esperando desestabilizarla al menos.

¡AAAAAAAAH!-gritó al ver la rata gigante.

Leisl salió huyendo, deshaciendo el camino andado en dirección a la cascada. Por su parte, la Reina trepó por la pared y trató de morder a Leiath, pero sus fauces se cerraron sin agarrar bocado. Cuando la Reina perdió el equilibrio, cayó sobre sus crías y rodó hasta alejarse un poco.

Una de las ratas marrones empezó a chillar, y las dos ratas blancas se lanzaron contra Alice llenas de odio, acompañadas por una de las plagas de ratas pequeñas.

 Aaaagh... debo... concentrarme... en mi hechizo...-dijo mientras las ratas mordisqueaban su carne.

Las otras cuatro ratas marrones rodearon a Vinthrael lanzándole varias dentelladas. Además, entre las patas de las ratas marrones correteaban pequeñas ratitas que también mordían al monje. La Reina daba órdenes en un extraño idioma que nadie más conocía (infracomún), y facilitó instrucciones a la tercera plaga para que se desplazara a la posición de Onfale, al que la invisibilidad no le protegía de la horda de mordisquitos.

Ppp... ¿pero qué debo hacer? N-n-nnno quiero dejaros solos, ppp-pero debo ir a por Leisl... Bubbueno, me quedo. ¿No me quedo?-dijo Sasha, confuso por la situación.