Partida Rol por web

Leiath apretó los puños e hizo todo lo que pudo por contener su mal genio.

Poco a poco la vena del cuello se le iba desinflando y la bruja parecía más calmada.

- Venga terminemos esto y así lo puedo recoger. Luego volveré a llamar a la puerta a ver si están más receptivos...

Aún había un tema que quería tratar antes de marcharse de ahí.

Ayudó a recoger a Leiath mientras respiró aliviado al ver que la Bruja de Hala se iba calmando poco a poco. 

- ¿Qué quieres de estas personas?- Preguntó curioso.- Han dejado claro que no quieren que les molestemos.- El eunuco sólo quería encontrar un lugar seguro donde poder ponerse a estudiar el nuevo conjuro que habían comprado y que mejoraría su seguridad.

Bueno, no sé a quién hay que recurrir para hacer los trámites legales del hospicio- dijo respondiendo a Onfale.

Había salido de casa de su madre con una simple misión: abrir su propio hospicio. Ahora que lo creía tan cerca no se iba a dar por vencida tan fácilmente.

- Tan solo quiero preguntarles cómo debo hacerlo.

Estoy con Onfale, dejemos a estos gili.... digo personas ocupadas. Deberíamos de investigar más sobre ese mago y su conjuro de destrucción de objetos. Por ahora parecía lo único que podían hacer, o al menos, era la único que se le había ocurrido a la maga. Puede que ese mago tuviera alguna relación con el conde y todo lo que estaba pasando. 

Lo cierto era que, o mucho había cambiado el mundo desde que Leiath empezó a dar saltos temporales, o probablemente las cosas seguían igual y no necesitaba ningún papel. Lo más burocrático que podría encontrarse en Barovia era conseguir un título de propiedad sobre unas tierras, o dejar testamento.

Bueno, si quieres poner un hospicio... Creo que ha quedado un solar libre en la antigua posada. Si queréis puedo falsificar los papeles de una herencia para indicar que Amelia nos lo dejó a nosotros. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que me habéis ayudado.

Una lástima que hubieran dejado ir al roc: si aún lo tuvieran podrían ir en un periquete al Templo de Ámbar y traer a los bárbaros para que se encargaran de la reconstrucción del establecimiento.

Mientras, Alice tenía otras preferencias. Su investigación sobre el mago tenía varios frentes abiertos. Lo más descarado era ir directamente al castillo de Strahd y preguntar. También podían ir al campamento vistana para que Madame Maruschka les hiciera una adivinación sobre el tema, aunque como ella misma reconoció no era tan poderosa ni precisa como Madame Eva. La otra pista era interrogar a los tenderos locales, por si Gabriela se había ido de la lengua mientras compraba provisiones.

Justo en ese momento vieron a Andrei el Carnicero. Llevaba un pesado saco ensangrentado al hombro y actuaba de manera sospechosa, como si un orangután tratara de pasar inadvertido en una fiesta de etiqueta. Todo lo sigiloso que podía, el carnicero local cruzó la calle hasta la puerta de su local. Sin dejar el saco en el suelo, hurgó en su bolsillo y sacó un manojo de llaves que nerviosamente metió en la cerradura para entrar en la carnicería.

Algo me dice, que aparte de ser ilegal todo eso que propones - y al monje no parecía hacerle gracia - sería sumamente sospechoso que unos extranjeros llegaran, durmieran dos noches en la posada y la segunda de ellas, esta ardiera hasta los cimientos y que además, casualmente, ellos fueran los herederos de un terreno que acababa de quedar libre. Si su deseo es montar un hospicio, que todo sea lo más legal que se pueda.

Vinthrael se queda mirando al infinito, sin punto fijo, y recoje unos cuantos guijarros del suelo, que empieza a lanzar distraidamente mientras sigue hablando - En cuanto a nuestros proximos pasos, bien podriamos visitar al mago ese que trata de alcanzar una fórmula para destruir objetos, aunque realmente no se que tiene que ver con nuestros planes de acabar con la amenaza de Strahd, pero desde luego mi fuerte no son los temas arcanos. Me da la sensación que tan sólo estamos evitando enfrentarnos directamente con el Demonio. Parece que la Vistana podría decirnos más cosas sobre él, una buenaventura aunque sea mas imprecisa que las que hacía Madame Eva, pero por algún sitio tenemos que seguir. ¡EH, TU! Aguarda un momento, te ayudaré con ese saco - gritó al hombre que cargaba el saco que goteaba sangre - Espero que sólo sea un ternero recién sacrificado, pero estemos atentos - susurro mientras se acercaba al hombre.

A Onfale la idea de Leiath le parecía una locura. Pedir  "permiso" a Stradh acerca de montar un hospicio en el Templo de Ámbar, residencia de su difunto maestro, el cual ella había ayudado a aniquilar, iba a acabar mal. Stradh no la iba a dejar vivir tranquila, lo mismo que le había pasado a Amelia,  La Sonrisa de Barovia. 

- Yo si fuera tú, buscaría un lugar recóndito y que fuera difícil de encontrar. Cuanto menos información llegue a Stradh mejor.- Pensaba también en sí mismo. Quizá pudiera dar a luz en el hospicio de Leiath, aun  oculto de la influencia de Stradh. Una vez recuperado largarse a otra lugar. Si no acababan con el vampiro no le iba a quedar otra que una vida nómada. Era dura, pero más duro había sido vivir como un esclavo, sin poder tomar las decisiones que afectaran a su propio destino.

Ocultó una sonrisa ante la indignación de Vinthrael por lo sugerido por Pequeña Zorra. No insistió en la idea porque le parecía una localización nefasta para el hospicio. Las Brujas de Hala buscaban más tranquilos, donde pudieran estar a solas con sus gatos.

- Strad está usando a ese mago para destruir reliquias que puedan afectarlo, como el medallón que "ganamos" en la subasta. Es lo mismo que el tema de las armas de plata.- Explicó al monje. A Onfale le quedaba claro. Si el vampiro se preocupaba por ello, invirtiendo tiempo y recursos en destruir una reliquia, es que valía la pena frustrar sus planes.

Cuando el monje fue a ayudar al desvalido carnicero, Onfale se acercó de manera más sutil, dejando cierta distancia, pero atendiendo a todo lo que sucedía por si fuera necesaria su ayuda.

Vinthrael había expuesto con claridad, en una sola frase, el motivo por el que la bruja se empeñaba en hablar con el burgomaestre: "Si su deseo es montar un hospicio, que todo sea lo más legal que se pueda."

No conocía al vampiro Strahd, pero sí sabía que eran criaturas con mucho ego y teniendo en cuenta que se proclamaba sin tapujos el 'Lord' de esas tierras, se imaginaba que tenía que tener un orgullo tan grande como su propio castillo. Si Leiath quería quedarse en Barovia (su lugar de nacimiento), volver a traer la fe en Hala y completar su destino como su bruja, debería pactar con el mismísimo diablo.

Hace unos días habría desechado esa idea, pero su diosa le había mostrado otro camino. El camino de la neutralidad. No importaba si la criatura tenía un corazón negro como las alas de un murciélago, o puro como un ser celestial (le vino a la memoria el horrible encuentro con el ser de la Abadía de Santa Marcovia), todas eran criaturas de Hala.

Si había una posibilidad, por lejana que fuera, de llegar a un acuerdo con Strahd, debía tomarlo.

Sabía que el resto tenían otras motivaciones; Onfale estaba ahora preocupado más que nada por su criatura, Alice parecía sedienta de poder y conocimiento. Seguramente a ambos les podría convencer si llegaban a un buen acuerdo con el vampiro (seguro que Alice podría ayudarle con el tema ese de la destrucción de reliquias, y a cambio él podría enseñarle algún conjuro nuevo). Pero con Vinthrael era distinto. Parecía que al monje le movía su buen corazón; eso iba a ser un problema.

De su más reciente adquisición, aquel mediano con el mastín como montura, poco sabía. Quizás, habiendo completado su misión de encontrar al sacerdote perdido, decidiría marcharse y seguir su propio camino...

De todas formas no quería hablar de aquello delante de Leisl. No confiaba en ella.

- Sí, bueno, dejadme que pregunte al menos. Si dice que no necesito ningún documento ni nada por el estilo, pues todo solucionado, no? No se podrá decir que no lo he intentado.

Leiath deshizo el conjuro de festín mágico y llamó a la puerta con suma educación, con un ojo puesto en Vinthrael y aquel extraño saco que portaba el carnicero.

La maga miró desde lejos como ayudaban al carnicero, ella no tenia intención de mancharse las manos, no por ahora.  Luego volvió a mirar hacia el carnicero mientras Olfale explicaba el problema del mago y su nuevo hechice. El carnicero no era solo un saco de grasa mal oliente,  también podía ser una fuente de información. Una pregunta Andrei ¿Sabes de un mago cerca? El otro día conocimos a una chica que compra provisiones para un mago en la zona, queríamos hacerle una visita. El otro día perdió algo y queríamos devolvérselo. Alice se guardo de decir que lo que había perdido la chica era la “educación” y posiblemente se la devolvieran a “palos”, o simplemente fuera curiosidad científica.

Gracias... puedo yo solo... de verdad...

Vinthrael cogió por sorpresa a Andrei, de modo que pudo quitarle el saco. Pesaba como un si llevara un cadáver dentro. Cuando Onfale se presentó a su espalda, el carnicero casi pega un salto del susto. La distracción fue suficiente para que el monje abriera el saco un instante y echara un vistazo dentro. Solo había trozos grandes de carne, sin huesos, lo que significaba que estaban cortados de un animal enorme. También le llamó la atención que no era carne roja, sino carne blanca, como el de las aves o los reptiles. Se descartaba que Andrei estuviese llevando un cadáver humano.

Yo... no sé nada... de verdad. Esa chica de la que habláis... Es la forastera, ¿verdad? Rubia y con el pelo corto. Sí, sí... vino a comprarme provisiones la semana pasada-seguramente la última vez que vino compró provisiones en otro establecimiento del pueblo-. No mencionó ningún mago, ni dónde vivía. Cuando le tiré los tejos mencionó que estaba con un tal Lucian, o algo así. Y recuerdo algo más... La chica había visitado la herboristería del pueblo, porque llevaba una bolsa con manojos de hierbas.

Andrei seguía actuando sospechosamente. Que les diera tanta información hacía entender que tenía mucha prisa porque los aventureros se fuesen.

Si queréis podéis dejarme lo que queráis devolverle. No tenía provisiones de carne en salazón para más de diez días, volverá a pasar por mi establecimiento tarde o temprano. Si la veis antes, decidle que se pase a recoger su... ¿Qué es lo que esa chica había perdido?

¡PUUUUUM!

El estruendo les hizo distraer la atención de Andrei. Una nube negra de pólvora flotaba en el aire a la altura de una segunda planta. Cuando la nube se disipó, vieron a Nikolai deshollinando alguna especie de tubo.

¡Se lo advertí, señorita! ¡Fuera de mi hacienda! O se lo juro por todos los dioses que volveré a disparar.

Delante de la puerta de la mansión, Leiath se llevó la mano a la sien. Comprobó así, por sus dedos ensangrentados, que uno de los perdigones le había rozado causando una pequeña brecha.

La bruja lo había intentado por las buenas, de forma muy diplomática; les había invitado a compartir manjares que seguramente no habían probado en su vida. Había recogido todo como le habían pedido y llamado educadamente a la puerta. Pero eso ya era demasiado. Que por llamar a la puerta del burgomaestre, un hombre que en teoría era el representante del pueblo, le disparasen sin si quiera preguntar qué hacía allí, le pareció insultante. Si ella no fuera más que una campesina, podría haberla matado!

Leiath explotó de rabia. La vena del cuello se le hinchó de nuevo y con voz grabe, cargada con poder mágico, le dio una simple orden a Radavich, mientras señalaba el suelo a sus pies: - Salta!

Vinthrael devolvió el saco al carnicero y entonces escuchó la detonación. Se giró rápidamente y advirtió el tono carmesí de la mano de Leiath. Ese mal nacido se había atrevido a abrir fuego contra ella. Se puso en movimiento hacia la hacienda, sabiendo que no podría llegar hasta él antes de que volviera a usar esa varita mágica hueca, pero notó el poder de las palabras de Leiath y esperó a que el hombre la hiciera caso y saltara para poder tener una charla de hombre a hombre con él, por muy burgomaestre que fuera o precisamente por serlo.

La maga miro a la bruja a fin de obtener permiso para lanzar una bola de fuego y reducir la casa a cenizas, pero fue Leiath quien se adelantó. La bruja estaba furiosa y era mejor dejar que se desahogara sola. Alice empezó a dar pasos hacia atrás alejándose de la casa y del vortice de ira que era Leiath. Creo que hay que visitar al herborista del pueblo, puede que le podamos comprar un poco de tila o manzanilla, creo que últimamente hay alguien no tiene buena digestión y se levanta un poco nerviosa. Giño el ojo al resto del grupo para que dieran su consentimiento. Así de paso también podrían preguntar por el mago. 

Estaba de acuerdo con Alice, no tenían nada que perder por hablar con la herborista para reunir información sobre el mago al servicio de Stradh. El sonido del disparo hizo que estirara el cuello para ver qué pasaba. Se llevó la mano al rostro. Se lo habían advertido a Leiath, pero era más cabezota que una mula. Dejó que ella y Vinthrael se ocuparan.

¡No, salta tú!-le contestó a Leiath.

Que Leiath creyese que las mentes de los nobles de alta cuna se podían doblegar como si fuesen campesinos o soldados, era cuanto menos enternecedor. Nikolai terminó de cargar su mosquete. Volvió a asomar y todos pudieron comprobar cómo funcionaba el arma: el dedo del Burgomaestre apretó el gatillo, y por el extremo que apuntaba hacia Leiath salió una nueva nube de humo.

¡PUUUUM!

Los perdigones dieron esta vez de lleno en la sacerdotisa, que notó todo un enjambre de proyectiles golpeándola el cuerpo. Era doloroso, pero más doloroso sería el siguiente disparo, cuando a Leiath ya no le protegiera la resistencia adicional que daba el Festín de Héroes.

¡Salta tú!-repitió el noble.

Nikolai no disponía de magia de orden imperiosa, así que Leiath solo tenía que obedecer si quería evitar que le disparasen otra vez. Para el noble debió ser ofensivo que Leiath le diese la orden de saltar. El Burgomaestre volvió a la tarea de recargar el arma.

¡Salta tú y sal de mi Hacienda, marimandona!

Leiath se había topado con su némesis. Aquel combate solo podía terminar de dos formas: marchándose pacíficamente del jardincillo que rodeaba la mansión, o malgastando toda la magia de los dioses para satisfacer la venganza de la Bruja de Hala. Un brillo malicioso apareció en las pupilas de la sacerdotisa. Los demás se dieron cuenta de que ella estaba a punto de perder el control.

El olfato de Agus había llevado a Kasder ante el carnicero, estaba claro que a pesar del festín Agus como su amo nunca rechazaba un buen bocado. -Exquisita carne parece que trae ahí maese... Y de repente una explosión, parece que Kasder no se iba a aburrir con sus nuevo compañeros. ¿Qué pasa? dice mientras dirige la vista hacía el origen de la explosión.

Había dejado que Vinthrael se ocupara, pero visto el resultado, iba a ser necesaria su intervención. Aquel noble se había pasado de la raya y, aunque no quería montar un numerito en un lugar en el que eran extraños, tampoco podía dejar que atacaran a la Bruja de Hala delante de sus narices.

- Ahora vuelvo.- Dijo a Alice como si se tratase de un asunto de críos que pudiera resolver a base de amenazar a los implicados con una zapatilla en la mano.

La maga suspiro pesadamente. Normalmente era ella quien desataba el caos y la destrucción, no la que llevaba la voz de la razón. Por ello, aunque no iba a ser el catalizador de otro evento dramático, tampoco iba a ser quien dijera algo. Así que, se limito a esperar.   

Aquello no podía dejarlo pasar. Si permitía que todo el pueblo de Barovia observase cómo la servidora de Hala era humillada ante las puertas del burgomaestre, cómo iba a conseguir que se respetase de nuevo a su diosa? No, tenía que demostrar que su ira era algo a lo que temer, su poder inmenso y digno de adoración.

Podían pasar dos cosas; que Leiath muriese a manos de ese talentoso noble, con lo que habría demostrado que ella no era digna de Hala, o que Radavich cediese ante la sacerdotisa y así asentar su credo en aquel lugar. Lo que no iba a hacer bajo ningún concepto era marcharse con el rabo entre las piernas.

Leiath sacó el medallón de las trece serpientes imbuido en brillo celestial y levitó para quedar a la altura del burgomaestre.

- Está bien, si lo que quieres es comprobar el poder de Hala que así sea. Aprenderás a tenerle respeto en esta vida o en la siguiente!

La joven se lamentó por no haber escogido mejor su lista de plegarias diarias. Siempre pensaba en el grupo y cómo ayudar en los momentos difíciles. Ahora que estaba sola en esto echó de  menos algún conjuro más ofensivo.

Se concentró pues en hilar una de aquellas plegarias para darle forma del arma predilecta de su diosa: una daga espiritual apareció detrás de Radavich e intentó golpearle.