Partida Rol por web

Se imponía continuar con la retirada estratégica, y Smoralek no era un loco goblin suicida, no. Él era un kobold de escamas en pecho. Un gran guerrero, un táctico… y debía continuar con la estrategia que habían elaborado.

Después de todo, los kobolds eran los mayores estrategas del mundo, y gracias a ello vencerían a Papa Picacarne y a esa bruta que tenía por hija.

Smoralek continuó alejándose de la proximidad de ambos ogros, procurando estar lejos del alcance de sus enormes brazos, y quizá con suerte, escapando de la atención de ambos ogros. En cuanto estuviera en una posición estratégicamente buena, se revolvería para disparar con su arco… pero mientras tanto.

Mentecata había tenido la mala suerte de caer en la trampa del tablón cortado, cayendo al arroyo. Por fortuna, el agua no estaba tan fría como durante el día. Eso ocurre porque las masas de agua tardan en calentarse y enfriarse, y porque estaban en lo más profundo del valle en lugar de la alta montaña en la que se celebró la prueba de pisotear stirges.

Por otro lado, Mentecata había tenido la suerte de que al llegar hasta Cú-cú para hacerle chichón, la trampa de forma artística no saltara. Es lo que pasa cuando se da prioridad a la estética sobre el pragmatismo.

Así que cuando Mentecata vió que todos los kóbolds salían huyendo, no se lo pensó y aprovechó para ir a ayudar a su querido Pincho. Se colocó el mango de la maza en la boca, como si fuese un mordedor de perro o un cuchillo de comando, y empezó a trepar por una de las vigas.

La lucha de Pincho y Rashud estaba en su cénit, porque Pincho estaba a punto de hacer cenita de Rashud, pero su mordisco se limitó al casco con puas, y el conejo comadreja se hizo un montón de daño en la boca. El caso es que como cada vez que lanzaba un rayo de la muerte, Rashud tenía que retroceder cinco pies para no dar oportunidad al ataque de Pincho, el brujo estaba a punto de verse obligado a dar la vuelta a la esquina de la casa, pero de momento podía disparar tanto a Pincho como a Mentecata.

En cuanto al otro gran enfrentamiento cumbre de la noche, Nord el Chillón vs. Turuleca la Osa (lechuza), terminó en abandono. Nord se refugió en el bote, junto al cadáver de Cerdito. A buen seguro que Nord habrá sido ya traumatizado de por vida, y no dará buenos chorizos por culpa del estrés. Sin Nord, la osa lechuza clavó sus ojos (girando el cuello como una lechuza) en Slorbo y en Klucky, del otro lado del riachuelo.

Por último, Papá Picacarne también hizo cosas para echar a los kóbolds de su granja...

¡Sobras! ¡Restos! ¡FIUUUUFIIIIIII!-silbó.

Cuando Rashud miró al interior de la habitación de Papá Picacarne, no los vió, porque los buitres Sobras y Restos vivían en el interior de la cúpula que coronaba la casa. Los dos pajarillos bajaron planeando hasta el suelo de la habitación y salieron por el mismo agujero que el ogro, dando saltitos por el tejado.

¡CAPUT ALOS KOLDOBS!-ordenó, mientras Sobras se relamía y a Restos se le dibujaba una sonrisa malévola en el pico.

El pequeño kobold casi se sintió insultado, la ogra mala había pasado del él [b]- ¡oye tonta y mala! ¡tu papá te llamó Mentecata por sher mentecata! - le gritó furtiveando a su espalda.

En realidad cú-cú tenía miedito, el picacarne tenía pinta de picar mucha carne y de ser más grande de lo grande que ya era a distancia. Y el oso raro ese, hizo mirar a Slorbo y suspirar, los rellenitos solían ser presas más apreciadas. Aun estaba lejos como "todo", pero cú-cú tenía pensado presentar una denuncia oficial a los líderes de los masca-pajaros, por daños físicos y morales aportados por la vieja momia, al no decirles que iban a un sitio con más enemigos que piedras...

Smoralek giro sobre sí mismo. Mentecata había cometido su ultimo error al subestimar a los kobolds y ponerse a trepar.

El malévolo kobold se relamió mientras sujetaba su arco y una flecha, y apuntaba hacia el culo de la ogra. Con suerte le haría gritar, y puede que con la sorpresa soltase las manos y se cayese al suelo haciéndose aun más daño.  Sí, era un gran plan. ¿Qué podía salir mal?

Nada en opinión de Smoralek. Nada…

Pero su flecha salió con poca fuerza, y aunque  dio en su objetivo, apenas hizo un rasguño en la ogra.

Inmerso en su duelo conejo-dragón, Rashud dio un paso atrás otra vez esperando ganar tiempo y poder lanzar la que sería la última descarga para liberarse del bicho pesado, y más le valía si quería poner a salvo su pellejo pues parecía que la moza iba a por él también.

Pero que pesados, todos a por mí... será por kóbolds.

Así que el brujo se delizó lejos del alcance inmediato del conejo y le descargó una nueva oleada arcana...

... pero esta vez la amenaza que representaba la mestiza chillona hizo que el pobrecito de Rashud fallara el impacto por poco. Mieeerdaaaa...

El dardo de Cú-cú se clavó en el pompis de Mentecata, que se cayó de la viga al agua. Su cadáver flotó por el arroyo de la vida... perdón, de la granja. No era mi intención ponerme poético.

Sin Mentecata, la lucha de Pincho ya no tenía sentido. Correteó por la cornisa hasta meterse por el ventanuco de la habitación de Mentecata. Rashud estaba a salvo... por ahora, porque dos buitres leonados (¡¿por dios, más animales con problemas de identidad?!) rugieron y echaron al vuelo. Por fortuna para Rashud, los pajarracos fueron directos a molestar a Cú-cú y Smoralek, aleteando a cinco pies de altura para tratar de agarrar a sus presas con las garras. Sus presas eran Cú-cú y Smoralek, por si no había quedado claro.

¡MENTECATA PUPA!

Papá Picacarne se cayó al suelo al tratar de descender por la fachada del edificio para ayudar a su hija. Él también se hizo pupa, pero pupa en el corazón, al ver a su niñita medio muerta. Tumbado como había aterrizado, extendió el brazo y cogió el cuerpo de Mentecata.

En cuanto a la gallina-osa-lechuza...

 ¡Zocorroooo!

La gallina-osa-lechuza pegó un gran salto para cruzar el arroyo hasta Slorbo y Klucky, extendiendo sus plumas. Sin embargo, con solo el 33% de lechuza, esa bestia mestiza no pudo volar. La gallina-osa-lechuza se cayó al agua, sin hacerse ningún daño, y cuando salió a la orilla se agitó el plumaje y se dirigió hacia sus presas con un método más natural para una gallina-osa-lechuza: caminando. Slorbo y Klucky se colaron por los tablones de la valla que delimitaba la finca, y huyeron de la granja como unos cobardes de mierda buenos estrategas kóbolds.

Smoralek soltó el arco que cayó al suelo sin mucho estrépito, y desenvainó su rajaperros llameante para hacer frente a esas bestias buitres que se cernían sobre ellos. Después de todo decían que el fuego ahuyentaba a las bestias.

Vio correr a Slorbo y Klucky pero no podía decir que le sorprendiera. Al menos mantendrían entretenida a la gallina-oso-lechuza, que los perseguía graznando o cacareando o haciendo un ruido raro como si no hubiera un mañana. Con las plumas mojadas parecía un enemigo más formidable todavía. Suerte para Cú cú y él… Cuantos menos enemigos tuvieran a la vez mejor.

Agitó el brazo del escudo mientras gritaba al buitre confiando en asustarlo o mantenerlo alejado… pero dejó el brazo de la espada bien preparado por si la criatura se cernía sobre él.

- ¡Buh… fuera bicho! – exclamaba Smoralek mientras se agitaba como si estuviera en una frenética danza kobold.

Cú-cú que era muy sentimental hubiera llorado lágrimas de cocodrilo por mentecata, pero era un kobold y no un cocodrilo, miró al buitre que rugía como un animal que nunca había visto, y viendo casi imposible que nadie cayera en la trampa de diseño ya, y visto que el bicho quería coger algo, le tiró la trampa misma, después de todo si el rival no corre a la trampa, hay que enseñar a la trampa a ir al rival.

- groaaarg groarrrggg, por ahí no lo entiendesh, te he dicho cógete echto - los buitres no le gustaban, hacer el buitre si, tenían que acabar con los pajarracos esos, y dárselos a la tribu mascapajaros, porque ¿los buitres son pájaros y se mascan no? Bueno cú-cú no estaba muy seguro de eso.

La sensación de alivio que experimentó Rashud casi le hacen mearse encima. Fuera conejo, fuera ogra... solo quedaban un montón de enemigos, pero por suerte, lejos de él.

Mirando el panorama, prefirió no atraer la atención sobre sí mismo del ogro grandote, por el momento, y viendo que el resto del tripartito se entretenía con los pajarracos, intentó quitárselos de encima. Atacando al que recibiera el golpe que le chamuscara las plumas fue el ganador de su rayaco de la muerte... que terminó fulminando sin piedad a una cucaracha anónima que estaba por ahí.

Seguro que al buitre no se le había escapado el detall y saldría huyendo en un plis, o tal  vez no, quien sabe.

El oso lechuza arroyó destrozando la valla, y se perdió en la oscuridad de la noche persiguiendo a Slorbo y a Klucky. En cuanto a Papá Picacarne, se echó a su hija al hombro y trepó por la casa hasta el tejado, introduciendo a Mentecata por el voquete a su habitación.

El rayo de la muerte desviado y sin el más mínimo sentido de la puntería de Rashud no fue necesario: Smoralek se bastó por sí mismo para vencer al pájaro, flameando con su espada al buitre Restos hasta convertirlo en pollo asado.

Cú-cú fue más drástico, arrojando su obra de arte al otro buitre.

Voló y voló (la trampa, no el buitre), por el cielo azul negroso de la noche, hasta el techo de uno de los gallineros que no estaban en llamas, rompiendo los tablones y levantando una ligera polvareda mientras las pocas gallinas que sobrevivieron cacareaban sobresaltadas. En el desastre murieron aplastadas ciento cincuenta y nueve gallinas, catorce pollos y un pato. Ahora todos ellos vuelan libres por el cielo, metafóricamente, porque están muertos.

En solidaridad con sus amiguitos emplumados caídos, Sobras les vengó persiguiendo a Cú-cú por la zona embarrada dándole de picotazos en la cocorota, ahora con menos coco y más rota. En realidad no hacía pupa, porque Cú-cú tenía la cabeza muy dura, pero molestaba bastante. En cualquier caso, el buitre que quedaba prácticamente volaba a ras de suelo, así que alguien con un mínimo de coordinación mano-ojo podría golpear a Sobras cuerpo a cuerpo, como hizo Smoralek.

Rashud se acercó un poco más al objetivo, hasta el fin de la cubierta dando a sus compañeros y proyectó un nuevo rayo, esta vez hacia el último de los buitres... esta vez el rayo alcanzó a su objetivo, pero sin causar demasiado daño. Le quedaba un largo camino de fechorías y maldades para desarrollar más sus poderes. Habría que ponerle remedio.

Con el rápido y torpe acercamiento del buitre, cú-cú aprovechó para lo que más le gustaba, jugar al clavarle la cola al burro. Lamentablemente o tenía cola para ponerle o espada, así que le arreó un mamporro furtivo de porra.

Pero con tanto coscorrón, no veía donde daba y le golpeaba solo las plumas salidas del pompis, que aunque no le doliera, no debía ser muy agradable que andarán molestando golpeando el timón que manejaba la dirección de vuelo.

A Smoralek todavía le dolía el porrazo de la ogra. Era como si tuviera algo roto dentro de él, pero su anatomía no era como la de los débiles humanos. Él era todo un señor kobold. Un gran guerrero.

Cuando logró flamear al buitre no cupo en sí de orgullo y sin poder evitarlo dedicó unos segundos a vanagloriarse mentalmente. Tras ese lapsus sus ojos se posaron en el otro ave que continuaba atacando a Cú-cú.

Smoralek se movió rápidamente para situarse junto a su compañero mientras de nuevo agitaba su espada tratando de hacer una parrilla de buitre. Si lo conseguía luego podrían comer y descubrir si los buitres sabían a pollo como tantas veces les habían dicho.

- ¡Agáchate, Cú-cú! ¡Fuera bicho! - Gritó con rabia al buitre mientras intentaba alcanzarlo con su espada.

Smoralek volvió a entrar en el trance de vanagloriarse al matar al buitre que quedaba. Estaba sembrado. Si este fuese el juego de clavarle la cola al burro, Smoralek habría sacado la puntuación más alta: tres. Si fuese un camino, estaría repleto de fechorías y maldades hacia los buitres. Si fuese una vocal, sería la ay.

Pero algo olía a podrido en la granja de Papá Picacarne, y no solo eran los huevos apestosos del ruiseñor. En el tejado de la primera planta, a unos veinte o veinticinco pies de altura, Papá Picacarne le daba a la manivela de la venganza automática, a la sartén tortilladora de la confabulación, al dulce maquinar de la revancha.

¡ABRACADABRA, PATADECABRA! ¡HOCUS POCUS, O MUCHUS! ¡EXPECTO PATRONUM, GRYFFINDOR FIVE POINTS!

Para un oído inexperto, las palabras de Papá Picacarne no se distinguirían del resto de galimatías previos en idioma gigante. Pero el oído de Rashud no era inexperto. Era oído. Y además sabía de magia. ¡Papá Picacarne estaba invocando a las plagas! Y sí, es un contrasentido que un granjero agricultor se lleve bien con las plagas y las pueda llamar para quedar, pero un ogro está lleno de contradicciones y paradojas. Y tripas. Está lleno de tripas por dentro.

Cú-cú no tenía ni idea de que decía el ogro, lo que si sabía era que parecía algo distraído, sin dudarlo se acercó lo justo para alcanzar al ogro y lanzó su dardo, y es que al pequeño kobold le encantaba pillar distraídos a sus enemigos, y el bicho ese era muy grande, y fallar era casi imposible, lo imposible era darle en el dedo gordo del pie pequeño, porque no lo veía, pero a cambio le fue a dar en el nervio que seguramente solo un ogro tiene en el dedo pequeño de la mano grande.

Ese salmo... esas palabras arcanas... el muy ogro sabía de encantamientos. ¡Ostiaputa! Eso solía ser algo aterrador, pero por suerte, Rashud sabía de esas cosas y para su sorpresa identificó el efecto pretendido, ese conjuro precisaba un tiempo para ser lanzado, momento ideal para ir a entrometerse y arruinarle la gracia al ogro. Otra opción sería alejarse lo suficiente hasta que el efecto pasara... pero Rashud, superviviente del conejo asesino y lanzador de muerte, se sentía poderoso, y no quería que alguien lanzara magia más poderosa que la suya.

Así que con estos pensamientos que duraron una fracción de segundo en su cabecita lagartuna, el brujo se acercó a una ventana de donde poder ver al ogro, y lanzó un rayo con la esperanza de romperle la concentración...

Smoralek observó cómo el segundo buitre caía achicharrado bajo sus poderosos mandobles y el guerrero kobold infló el pecho henchido de orgullo.

Pero entonces unas palabras raras que no comprendía surgieron del interior de la guarida del ogro, y vio cómo Cú-cú y Rashud no perdían tiempo y se acercaban para tratar de atosigar a semejante mole de carne y músculos.

Haciendo gala de una inteligencia inusitada, pero propia de un kobold, Smoralek imitó a Rashud y buscó una ventana o hueco en el lateral de la pared, desde donde pudiera disparar una de sus flechas a Papá Picacarne.

Rashud parecía asustado, y era el que más sabía de los presentes sobre temas esotéricos y brujería. Si el ogro, además de grande y fuerte, estaba realizando algún embrujo… no podían dejarle terminar o sería el fin del Triunvirato.

En silencio Smoralek buscó el hueco y trató de disparar.

El rayo de la muerte cruzó la habitación, desde la ventana hasta el boquete, sobrevolando por encima el cuerpo tendido en el suelo de Mentecata y alcanzando al ogro. La flecha y el dardo cruzaron el río y se clavaron en un brazo del malvado ogro, o por lo menos el ogro caótico neutral. Pero nada, nada de lo que hicieron, logró que Papá Picacarne perdiera la concentración. Papá Picacarne sonrío malévolamente a medida que pronunciaba las últimas palabras mágicas del conjuro.

¡MAGIC JOHNSON! ¡MAGIC THE GATHERING! ¡MAGIC OF THREE PAIRS OF EGGBALLS!

Sobre el hocico de Cú-cú se posó una langosta de las de comer. De las que salen del mar no, de las que parecen saltamontes.

Solo fue el principio. Las langostas aparecieron como una plaga de... de langostas. En cuestión de segundos, revoloteaban alrededor de Cú-cú y de Smoralek convirtiéndose en una DISTRACCIÓN, dando vueltas y vueltas hasta el punto de que alguno acabara MAREADO. Algunas se golpeaban contra los kóbolds. Otras mordían. Otras se quedaban encima, clavando los espolones de sus patas traseras hasta hacerles una HERIDA.

¿Pero que narices era eso? Cú-cú devolvía mordisquitos a diestro y siniestro, o se tomaba un tentenpies, la cosa es que luego la boca le quedaba seca y le dolía todo, por lo que se enfadó bastante - ¡que malosh modalesh almenosh podríash invitarnos a una Fangcola para remojar la garganta! - el molesto kobold se vio obligado a coger una de sus bebidas con tiritas pequeñas y bebérsela, luego miró al ogro aun más molesto, pensando como devolverle la sequedad de garganta ofrecida.