Partida Rol por web

No tardaron mucho en ponerse en marcha. Nindra aún estaba un poco aturdida por todo lo ocurrido, cuando asimiló parte de los hechos, se encontraba cabalgando tras la estela de Guideon, Thor y Nassenia, en dirección a la Abadía del Buen Amanecer. En ese momento, dejando atrás el pequeño poblado y poniendo tierra de por medio entre ella misma y la torre que había sido su hogar durante toda su vida, comenzaba a darse cuenta de lo que estaba pasando.

Había tenido tiempo de cambiarse de ropa, la túnica que llevaba estaba rota y sucia, pero no había tenido tiempo para nada más. Necesitaba un baño, de agua caliente preferiblemente, y dormir hasta que todo hubiese pasado. Dormir, asegurarse de que todo era un sueño, de que su padre no quería matarla, de que no se había fugado de la torre y de que ahora mismo le dolía el culo de tanto cabalgar. Lo había hecho dos veces en toda su vida adulta y sentía los muslos en carne viva, un dolor terrible al final de la espalda, y todo el cuerpo entumecido por la carrera. Estaba exhausta y, sin embargo, no protestó ni una vez ni dijo nada. Aquella gente estaba acostumbrada a los caminos, ella no había salido jamás de su habitación y se sentía débil. Odiaba sentirse así, de modo que por mucho que apretasen la marcha, la maga no dijo nada.

Tenía las manos llenas de ampollas por sujetar las riendas, de modo que se puso unos guantes; el resultado fue aún peor. Con la capucha echada por la cabeza, Nindra lloró amargamente por el camino, aunque no tenía lágrimas en los ojos de lo agotada que estaba. Cuando se detuvieron al anochecer, comprendió que dormirían al raso y entonces el pánico dio paso al terror. Le gustaba la noche, pero percibió que no había cobijo alguno en aquel prado verde que los rodeaba y la sensación de angustia ante todo aquel vacio le oprimió el pecho. Miró al cielo estrellado y contempló la noche durante tanto tiempo que el resto del grupo se preguntó con curiosidad qué estaba mirando.

Guideon se mantuvo cerca de Nindra durante todo el trayecto. No habló mucho, pues pensó que, él en su lugar desearía disponer de algo de tiempo a solas para poner en orden sus pensamientos. No obstante, el clérigo se aseguraba de que estuviera bien, y la sonreía de forma reconfortante cuando cruzaban las miradas.

Guideon se apeó con rapidez y alivio del caballo cuando Nasenia dio el alto. Ella era una batidora experta, y decidía siempre dónde montaban el campamento. Si ella decía que aquel claro era el lugar idóneo no sería él quien lo discutiera.

Ayudó a Nindra a desmontar y dijo:

—¿Alguien necesita que alivie ampollas o rozaduras? —preguntó al aire, aunque la oferta iba dirigida, sobre todo, a Nindra—. ¿Contemplando el cielo nocturno?

La maga apenas si podía hablar, necesitaba toda su concentración para mantenerse erguida y no derrumbarse. Estaba muy cansada, de modo que tardó unos buenos segundos en poder responder adecuadamente a Guideon. Thor y Nassenia se alejaron un poco para montar el campamento, la batidora estaba centrada en asegurar el campamento, pero el bárbaro estaba más pendiente de los intercambios entre la pareja, a los que miraba de reojo.

-Sí -murmuró-. Por favor.

El sacerdote rezó entonces una plegaria para aliviar el dolor de las heridas de Nindra, sosteniéndole las manos después de haber retirado los guantes que ella se había puesto. De inmediato, los roces de sus manos se aliviaron y una corriente de calor invadió todo su cuerpo, borrando de forma casi inmediata los dolores más agudos. La piel de Nindra crepitó de inmediato cuando la magia divina se canalizó a través de ella, emitió un gemido de placer, un ronroneo complaciente, que se parecía bastante al largo suspiro que había emitido cuando el orgasmo la reclamó. No se dio cuenta, pero él sí; Nindra abrió los ojos y contempló a Guideon con gratitud y timidez. Ya había dejado de temblar, se sentía mucho mejor y esta vez sentía ganas de llorar, pero no de pena ni de tristeza, sino de alivio, como si se hubiese quitado un peso de encima.

-Tenía un cielo estrellado en mi habitación -comentó, reconfortada-. Conjuré una imagen sobre el techo y para contemplarla todas las noches.

Como si se hubiese estado conteniendo durante mucho tiempo, le dio un abrazo a Guideon, sintiendo el frío de la armadura a través de la ropa.

-Gracias.

Guideon no se separó inmediatamente, sino que prolongó el abrazo para confortar a la joven hechicera ahora que parecía estar preparada para buscar el contacto. Cuando por fin se separó la sujetó por los brazos y le dedicó una amplia sonrisa.

—No hay problema, es mi trabajo como clérigo —replicó, guiñándole un ojo.

Por supuesto, sabía que Nindra no se refería únicamente a la nimiedad de haber curado sus ampollas, pero trató de quitarle hierro al asunto de aquella manera. Antes de darle tiempo a responder, se dio la vuelta y señaló las correas de su armadura.

—¿Podrías ayudarme a quitarme esto, por favor?

Nada más agradable que un par de manos amigas femeninas, ahora suaves de nuevo, abriendo las lazadas de su.... armadura...

-Claro -respondió la maga.

Comenzó a deshacer las correas. Sus manos eran delicadas y no estaban acostumbradas a la tosquedad del cuero o la armadura. Sin embargo, debido a que ya no sentía dolor en los dedos, aflojó los cintos de las hombreras y del resto de la pieza del torso. No lo hizo demasiado rápido, aprovechó para estudiar la armadura y la forma en qué mejor podía quitársela a Guideon, buscando hacerlo de la manera más eficiente posible para aliviarle a él también los dolores y roces de portarla. Cuando el clérigo se quedó con la camisa acolchada que servía de protección, Nindra le acarició los costados y el pecho, hasta que se dio cuenta de lo que hacía.

Pero no retiró las manos.

-¿Estás herido? -le preguntó-. Sé que en la Torre también sufriste daño, pero... no te lo he preguntado. ¿Estás bien? Eh... ¿Necesitáis luz? Puedo conjurar algo para ver mejor... 

Guideon apaciguó a Nindra con un gesto de las manos.

—Heridas más graves he sufrido —dijo con una voz profunday se encogió de hombros —. Los clérigos de Saule recuperamos los conjuros al anochecer, cuando el Cinturón es más visible. Si una herida no es grave, tiendo a apurar los conjuros de curación hasta antes de meditar y que mi diosa me colme de bendiciones.

»No es necesaria tu luz mágica. Tiene poca duración, de todas formas, y no calienta los huesos. Thor buscará leña seca y Nasenia la hará arder apaciblemente antes que puedas pronunciar las palabras mágicas. Relájate. No hace falta que ayudes en cada momento.

Nindra se sintió un poco torpe al no poder aportar nada al campamento, se mordió los labios y asintió, sin dejar de mirar al sacerdote. Sentía las mejillas calientes, sabía por qué era y lo que deseaba, lo había sentido antes en un par de ocasiones. Esa emoción había sido devastadora la primera vez que le había visto, sin embargo, al aire libre y con personas mirando, no sabía muy bien qué hacer. De modo que levantó las manos y le tocó la cara a Guideon, acariciándole la barba y las mejillas. Abrió los labios para decir algo, pero cerró la boca.

-Bueno, Nindra... ¿Por qué no nos cuentas algo sobre ti?

El enorme brazo de Thor se posó sobre los hombros de la maga, a punto de hundirla en la tierra. La joven se sobresaltó y apartó las manos del sacerdote, mirando al enorme bárbaro con sorpresa. Tenía que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos. El guerrero le quitó la capucha y la mochila y la arrastró sin delicadeza hacia un tronco cerca del fuego.

-Ya sabes, a qué te dedicas, por qué tu padre te quiere matar... Lo de todos los días, vaya. Vamos, caliéntate un poco, vamos a cenar y a contarnos historias. ¿Te parece?

-Er... bueno. No hay demasiado que decir que no haya dicho ya Guideon -comentó. Thor le puso en las manos una ración de comida. La maga observó la carne seca sin muchas ganas, pero la mordisqueó despacio mientras el grupo se sentaba junto al fuego-. Mi padre es un mago, pero no sé por qué quiere matarme... Supongo que tendré que averiguarlo, una vez ponga tierra de por medio. Y vosotros, ¿cuánto hace que os conocéis?

—Nas y él se conoce desde que eran unos mocosos —replicó Guideon—. Ellos y yo nos encontramos hace unos meses. Necesitaban un sanador...

Miró a Thor y no añadió más al respecto. Dejaría en manos del bárbaro si desvelaba esa información a Nindra o si era muy pronto.

—Y yo necesitaba alguien me cubriera las espaldas —dijo, y sonrió—, ¿te suena de algo?

Thor le dio una palmada en el muslo a Nassenia, una palmada quizá demasiado fuerte para gusto de Nindra, que se sobresaltó. La mujer ni siquiera se inumutó, siguió comiendo sin inmutarse.

-Nassenia y yo venimos de la tribu Hakondottir, al sur de las Estepas del Sibiriskaa. El año que me uní a las incursiones, los imperiales llegaron a nuestras tierras y cuando regresé, nuestra aldea estaba completamente vacia. Nuestro grupo se refugió en las montañas y algunos bajaron al sur para averiguar lo que había pasado. Hasta que quedamos un pocos y nos separamos, en busca de respuestas. 

Como la mujer no parecía querer tomar parte en la conversación, el bárbaro prosigió.

-No la vi durante muchos años. Ella había escapado y luchaba para expulsar imperiales.

-Salí de la aldea para expulsar imperiales, sí -comentó entonces la mujer-. Y cuando regresé, las gentes de la aldea ya no estaban. La zona estaba sumida en una extraña niebla. Apestaba a magia. De modo que viajé aún más hacia el sur, donde me atacaron los imperiales y Thor me encontró. Eso es todo.

Nindra se atusó el cabello.

-Yo crecí en Ashylon, al sur de la capital del Imperio -musitó-. Pero hace un año, mi padre trasladó la Torre hasta aquí. No ha llegado el Imperio todavía, creo. Según me dijo, auras mágicas afectaban la región y era peligroso para nosotros permanecer allí. Sé que hubo una batalla donde participaron unos demonios... o algo así. Dice que había un agujero al Ifrinn que provocaba alteraciones...

Se dio cuenta de que los norteños no entendían nada de lo que estaba diciendo, de modo que suspiró.

-¿Estáis contra el Imperio? Yo la verdad es que no me siento ciudadana imperial. No tengo interés político alguno. Solo quiero... ver cosas y aprender. ¿Creeis que en la Abadía del Buen Amanecer habrá libros?

—Yo nací en las montañas de Shergarkas, al este de Jorunnarstaoir —dijo Guideon, aunque sus rasgos evidenciaban que no tenía ascendente nórdico—. Hay un templo de Seyran allí, que domina la Meseta del Anabar. Fue mi hogar hasta que... mis investigaciones me convirtieron en un hereje. Perseguido por los templarios como una bestia huí hacia el este, hacia la estepa Sibiriskaa. El resto supongo que te lo imaginas.

El Saulita se encogió de hombros.

—No estoy a favor ni en contra del Imperio. La política no me importa un bledo, que los reyes de la tierra luchen entre sí por un pedazo de tierra. Mi destino va más allá que reyes y estandartes, me importa el reino de los cielos —dijo señalando el cinturón de Saule antes de ampliar su gesto en dirección a Thor y Nas—, y las personas que adoptado como si fueran mi familia.

»Las abadías suelen ser centros de conocimiento, sí — asintió Guideon—, incluso la nuestra que era más fortaleza que abadía tenía una impresionante colección de libros. Que los volúmenes que allí atesoren sean de tu interés, o que los monjes te permitan siquiera leerlos, es harina de otro costal.

Nindra acabó mirando al cielo nocturno mientras masticaba un poco de comida, pensativa.

-Estamos muy lejos de nuestros hogares -comentó-. He vivido sola todo este tiempo, apenas he tenido contacto con otras personas, mi padre nunca me dejaba salir de la Torre. Y ahora estoy huyendo de él. Es complicado -confesó, atribulada-. Quiero ir a esa Abadía y ver sus libros.

Thor lanzó un bufido a modo de respuesta, Nassenia no dijo nada, pero Guideon tampoco. Estaba claro cuál iba a ser el camino a seguir, de modo que solo estaba señalando una obvidedad.

La maga sonrió mientras terminaban aquella improvisada cena y se fijó en la armadura que el clérigo había dejado a un lado para poder descansar más cómodo. La estuvo mirando un buen rato, pero no la tocó; cuando se dio cuenta de que Guideon la miraba a ella, bajó la mirada sonrojada. Mientras tanto, Thor había colocado su enorme manaza sobre el muslo de Nassenia y la acariciaba con parsimonia. La mujer estaba recostada contra una piedra y comprobaba la tensión del arco, así cómo las flechas. Las hacía ella misma, un tipo especial de madera, unas plumas especiales, las puntas imbuídas en magia. Hacer una flecha era un proceso más complejo de lo que parecía, Guideon había visto cómo lo hacía y lo exigente que era. En cambio, Thorbjörn era menos exigente en ese aspecto, funcionaba en una sola dirección: hacia delante.

-Los clérigos son devotos de un dios, del que reciben sus poderes, ¿no es así? -preguntó la joven, esforzándose por no mirar la mano que el bárbaro tenía sobre la mujer-. No entiendo cómo funciona la magia divina, lo siento. ¿Eres, pues, devoto de Seyran, la diosa del Sol?*

Guideon observó a Nindra, como si esperara una pregunta que no terminara de formularse.

—Das a tu afirmación la forma de una pregunta, pero ya conoces la respuesta —respondió con audacia el Saulita—. Es exactamente así como funciona la magia divina, lo habrás leído en los libros, pero entiendo que es otra pregunta la que tienes en mente, ¿me equivoco?

Cuando Nindra le preguntó sobre Seyran, Guideon desvió la mirada.

—Así fue, en el pasado —respondió, antes de devolver la mirada sobre la pelirroja—, antes de conocer el lado oscuro de Seyran. Hoy sirvo a otra deidad solar, Saule, aunque no estoy seguro de que sepas mucho de Ella. Es una de las Primeras.

La maga miró a Guideon con los ojos muy abiertos, llena de curiosidad.

-¿Una de los Primeros? Pensé que no existían -dijo, casi sin aliento-. He leído sobre ellos, son dioses desterrados, ¿se siguen venerando? Es decir, entiendo cómo funciona mi poder, lo he estudiado, lo he investigado, lo he "visto", lo he podido tocar, puedo comprender su alcance, hacer cálculos. En mi memoria tengo guardado todo el conocimiento que he aprendido. Pero, ¿tú? -se levantó y se sentó más cerca de Guideon, lo miraba como si fuese un especimen extraño y poderoso. Había admiración, curiosidad y algo inquietante en su forma de estudiarle-. Tú, ¿cómo lo haces? ¿Lo ves? ¿Lo tocas? ¿Lo estudias? ¿Es "ella" quién te da tus "poderes", te ofrece sus dones, te permite canalizar su poder a través de ti? ¿Cómo? He leído libros, pero jamás he podido preguntar directamente a alguien así. ¿Vive la diosa en tu interior?

Nindra lanzó las preguntas sin esperar respuestas y solo cuando terminó de hablar, permaneció expectante, esperando ansiosa las respuestas del clérigo.

—Esa es la diferencia entre la magia arcana y la divina —rió Guideon—. No puedes entender del todo como funciona, del mismo modo que la mente y el pensamiento de un dios es demasiado para la comprensión de un mortal.

Abrió la boca para añadir algo más pero se arrepintió y dijo en cambio:

—Digamos que ella actúa en el mundo a través de mí; es una relación más estrecha que la que tiene un clérigo de la Tríada con Althair —dijo, y se encogió de hombros—. Es una explicación simplificada tan buena como cualquier otra.

La maga inclinó la cabeza.

-No lo entiendo -​​​​​​confesó-. ¿La ves? ¿La sientes? ¿O en eso se basa la fe de la que hablan los clérigos? Mi padre me explicó muy poco sobre la magia divina y yo solo entiendo mi poder, una parte de él. Tengo que leer, memorizar y recitar el conjuro, es tan fácil como eso. Pero tú tienes el poder de un dios en tu interior... Eres afortunado -dijo con una sonrisa sincera-. Resulta bonito que te hayan elegido.

—La siento en mi interior, va conmigo, doquiera que vaya —contestó Guideon, muy despacio—. La siento como una distante pero cálida presencia que hace que nunca me sienta solo. Rezar me ayuda a concentrarme, a evadirme de lo que me rodea y dejar de percibir hacia fuera para empezar a percibir hacia dentro. Calmo mi mente, abro mi corazón, me acerco a su luz y dejo que me inunde; cuando entro en comunión con Ella hay un diálogo sin palabras en el que le pido lo que necesito. Los hechizos, que es por lo que tú preguntas. Siento que me colma de sus bendiciones como una madre atenta.

El Saulita se encogió de hombros.

—Como ves no hay nada tangible y a la vez no son abstracciones.