Kaysa realizó su registro con meticulosidad, pero rebufando y maldiciendo al no encontrar nada. Tras un buen rato de rebuscar, parecía que iba a dejarlo cuando se puso a mirar fijamente el cuadro de Ella. Lo examinó, acercándose, por todos lados, mientras fruncía el ceño.
-¿Qué cojones...?-murmuró entre dientes, mientras lo miraba. Acto seguido se volvió hacia el grupo.
-Eso es muy raro. La luz de las ventanas debería hacer que el cuadro diera sombra en la pared, pero no hay ni una. Esto tiene mala pinta.
Se acercó al cuadro y comenzó a tantearlo, dando golpecitos en la tela y pasando la mano por el marco para ver si notaba algo, para después tratar de separarlo de la pared.
Observé el lugar y los malos recuerdos que me traía. Me trajeron recuerdos de cobardía, injusticia, y de lo que en su día perdí y ya me había resignado a no encontrar. Lo único que quedaba a mi alcance era venganza, y pensaba cobrármela. Miré el cuadro de Ella y noté cómo la furia crecía en mi interior. Salía a borbotones sin control, y cuanto más lo miraba más ganas me entraban de hacerlo pedazos. Con paso raudo, me acerqué dispuesto a cogerlo, pero en ese momento Kaysa se aproximó a él, y realzó la evidente falta de sombra del cuadro que el resto habíamos pasado por alto.
-Deberíamos quemarlo, y ver como arde -dije sin pensar, aunque en el fondo sabía que era una insensatez.
Aun con todo mi entrenamiento, me costaba mantener la calma en situaciones como aquella. Respiré hondo, intentando calmarme, y aunque la ira no se fue, al menos pude contenerla. Observé como Kaysa examinaba el cuadro, lo cual quizás fuera el paso más lógico.
-Ten cuidado, no sabemos la clase de magia que está usando la hechicera -le advertí.
Aun así, me acerqué, y le ayudé a examinarlo.
En cuanto os acercáis al lienzo para tantearlo notáis que su superficie vibra al contacto con la luz. Cuando tratáis de tocarlo para desplazarlo de la pared vuestras manos atraviesan el propio marco como si de una ilusión se tratase, movéis las manos incrédulos por la superficie del lienzo pero lo que vuestros ojos ven vuestras manos no lo sienten tratándose de algo inmaterial a todas luces.
Detrás de esta ilusión un pequeño hueco hecho en la pared se oculta de 3 pies de ancho por 3 de largo. Ambos miráis curiosos que se oculta tras el lienzo de la diosa. Únicamente se puede ver un pequeño joyero caído y abierto bajo un manto de polvo, este mismo también delata que junto al joyero se encontraba algo de forma rectangular parecido a un libro que ya no está.
Todos observáis asombrados como Kaysa y Guiraud atraviesan el lienzo de la diosa cuando tratan de tocarlo, parece que ocultaba algo tras de sí que están investigando, no sabéis que habrán podido encontrar.
Como odiaba que la gente destruyera libros. Los libros son un tesoro, algo digno de conservar por los siglos. Guardan nuestras historias nuestras vivencias todos los acontecimientos que has sucedido o alguien jamás a imaginado
Sea quien fuese, quien quemo aquellos documentos, parecía muy interesado en que algún conocimiento que sus páginas guardaban desapareciera. ¿Que podrían contener?
Un cambiaformas, un extraño amuleto, una estancia de reunión en la que se le rinde culto a la hechicera que subyuga al pueblo, documentos quemados. Esto cada vez era más extraño.
Celingadir se acercó a observar las brasas intentando discernir lo que en ellas podría haber estado escrito.
Parecía que en las últimas líneas se podía reconocer unas palabras aun nítidas en algún idioma extraño. El joven elfo saco de inmediato un poco de sal de una de sus bolsitas y recogiendo algo de hollín de la chimenea los mezclo entre sus dedos y el dejo caer sobre el texto susurrando unas palabras similares a un silbido mientras la joven bárbara inspeccionaba el cuadro.
Utilizo:Comprensión idiomática
A pesar de sus intenciones, Kaysa no pudo tantear el cuadro: en cuanto puso su mano sobre él, lo atravesó.
-¡Qué mierda...!- exclamó, retirando la mano como si se hubiera quemado.
Una vez hubo comprobado que no le había pasado nada, volvió a intentar tocar el cuadro, y metió ambas manos, para luego pasar la cabeza al otro lado.
-Una maldita ilusión. Trucos arcanos...-murmuró con disgusto. Examinó el hueco, pero al otro lado sólo había un joyero volcado y la marca de un libro, sin duda el que habían quemado en la hoguera.
-El pellejudo vino aquí a robar esto, a llevarse el colgante y a quemar el libro. Seguro que trabaja para la tal Ella.
Cogió el joyero y lo miró por si acaso hubiera algo más en su interior.
A pesar de que casi todas las páginas se han quemado aún pueden leerse unas palabras en un idioma que gracias a tus artes arcanas logras identificar como "Infernal".
" He conseguido iden........ debilidad.......camino.......castillo..... (en la última página que no se ha quemado se pueden leer 4 palabras junto a un símbolo cada una:
- Primavera (Flor).
- Verano (Sol).
- Otoño (Hoja de arce).
- Invierno (Copo de nieve).
Maldita bruja....me ven.... esta vez......"
El texto acaba aquí lo demás no puede ser leído debido al estado en el que se encuentra el libro.
Observas el joyero que encontraste tras el lienzo pero por mucho que lo miras no logras encontrar nada más.
Pese a nuestros intentos de saber un poco más del medallón, todo parecía ser una pérdida de tiempo. Lo que me resultaba extraño era que, si Ella estaba ocultando esos objetos, lo más normal era que el huargo que los intentó robar no estuviera en su bando. Pero si no estaba con ella, ¿qué intenciones tenía? ¿Acaso había un tercer bando? Las revelaciones de Samantha hacía que no fuera una idea descabellada, pero en ningún momento había escuchado de gente que combatiera contra Ella. Todo esto estaba siendo demasiado confuso, y dudaba que fuéramos a sacar algo en claro.
-Deberíamos dejar de perder el tiempo aquí. Tenemos que terminar de pertrecharnos cuanto antes, y salir en busca del castillo.
Escuché como Kaysa detallaba el cuarto que encontró dentro de la pintura, sólo había un joyero y las marcas que deja un libro que ha estado mucho tiempo sin moverse de sitio.
Rápidamente mi mente lleno los huecos faltantes, el cambia pieles entro a esta habitación, robo el collar y quemo el libro que encontré en las llamas, ¿Será posible que la criatura iba a entregarle el collar a "Ella"?
Y si era así, ¿Porque quemar el libro y no simplemente llevárselo también? O es que acaso se trataba de alguien que se está enfrentando al dominio de la diosa, pero si ese era el caso, una vez más ¿Porque quemar el libro?.
Eran preguntas que no tendrían respuesta por el momento.
-No entiendo porque quemar el libro, sea enemigo o posible aliado, la criatura simplemente pudo llevarse el libro si el contenido era tan importante para que nadie lo leyera- les digi a mis compañeros claramente confundido en esta situación.
-Lo único que nos queda es averiguar que es ese collar y para que sirve-
Miré al grupo, que seguía inspeccionando la habitación, sin ningún resultado aparente.
-Dudo mucho que saquemos nada más en claro de esta habitación. Deberíamos partir cuanto antes, no me gustaría seguir en el bosque cuando anochezca. Podemos ir a la herrería antes de internarnos en él, y creo que tras eso tendremos todo lo necesario para nuestra aventura.
Salí de allí y me dirigí hacía la herrería de Gerar y Mirabel, esperando que el grupo, o parte de él, me siguiera.
Poco más se podía saber allí. Ni del joyero, ni del papel quemado. Por desgracia, parecía que aquello era todo un callejón sin salida.
Kaysa se estaba hartando un poco de todo aquello. Nada más que pistas, susurros, ilusiones, engaños y pellejudos. Ya era hora de que fueran a la raíz del problema. Cuando el monje habló, Kaysa lo secundó con un gruñido.
-Vamos. Es hora de partir cráneos de una vez.
Ya que mis dudas no obtendrían una respuesta inmediato o ninguna, decidí hacer caso al monje y a Kaysa.
-Esa es la actitud Kaysa!, por eso nos llevamos también- le dije mientras me acercaba a ella y golpeaba ligeramente su hombro, muchos pensarán que tal acción no es apropiada para tratar con una mujer, pero quien piense eso no conoce a la guerrera salvaje llamada Kaysa que cuida mi espalda a la hora de (usando palabras de ella misma) partir cráneos.
Y con ese pensamiento en mente seguí a esos dos a la herrería del pueblo.
Lleváis unos 30 minutos investigando el centro de reuniones del pueblo cuando decidís que no se puede sacar más información que os ayude en vuestra empresa. Se acerca el mediodía y os apresuráis a la Herrería de Gerard y Mirabel, parece que los aldeanos vuelven a actuar con normalidad, al salir os encontráis con uno de ellos que junto a unas herramientas suspira con hartazgo mientras trata de arreglar el estropicio de la puerta, educadamente saluda al monje, no parece realmente sorprendido como si aquel tipo de cosas sucedieran habitualmente en el pueblo.
La herrería parece de lo más común, tanto el yunque como el martillo y la forja se encuentran en lateral de la casa debajo de un tejadillo improvisado que cubre de las inclemencias del tiempo a la pareja de herreros. En el lugar no se encuentra nadie, suponéis que estarán en el interior de la casa que como bien sabe Guiraud es donde se vende la mercancía fabricada a mano.
Con decisión es el mismo Guiraud el que utiliza el llamador de la puerta principal, tras unos segundos no parece que nadie se encuentre en la herrería en ese momento, el monje empuja la puerta pero esta permanece cerrada. En ese momento os fijáis que varios cuervos negros descansan en el porche de la casa, sus graznidos son como una banda sonora que no os ha dejado de acompañar en ningún momento.
Tras corresponder a la palmada de Behar con una sonrisa y un golpe amistoso en el hombro que casi le tira al suelo, por fin llegaron a la herrería.
Aquellos condenados bichos estaban comenzando a sacar de quicio a Kaysa. Estaban por todo el pueblo, siempre graznando y observando, sin dejarles en paz. A Kaysa le gustaban las aves por lo general, pero estaba claro que aquellos cuervos no eran nada natural. Su sola existencia molestaba a la bárbara, y no solía tener demasiada paciencia con las cosas que le molestaban.
Se agachó, cogiendo una piedra del suelo, y se la lanzó a los cuervos. No con intención de dar, pero sí de que pasara cerca y les espantara.
-¡Iros al infierno, malditos bichos!
Los cuervos se apartan de donde impacta la piedra, después comienzan a dar pequeños saltos sobre la valla del porche graznando erráticamente.
Una fornida aldeana camina por la calle cargada con dos fardos de paja bastante grandes, cuando os ve saluda y dice.
- ¿Buscáis a Gerard?, fue en busca de Mirabel, ella estuvo ayer recogiendo setas en el bosque como suele hacer y no regresó. El herrero salió esta mañana en su busca. Soy su vecina.
¡Maldita sea!, otro obstáculo, será que ella desde mucho antes sabía que vendriamos a enfrentarla o es sólo la casualidad la que nos está jugando una mala pasada?.
-Buena dama podría decirnos donde es esa parte del bosque?, tal vez no le vendría mal un poco de ayuda a Gerald- le pregunté a la vecina esperando que el grupo pensará igual que yo en ayudar al herrero.
Un poco importunada la aldeana responde a Behar indicando al grupo cuál es el camino hacia el bosque (lo tenéis en el mapa principal del pueblo).
- Os recomiendo que os marchéis de estas tierras cuanto antes. Nada bueno trae a aquellos que se aventuren en el bosque.
Después se marcha hacia la calle principal, los fardos dejan un rastro de paja a su paso.
Por desgracia, los malditos cuervos no se fueron muy lejos, y chillaron aún más alto. Kaysa ya iba a lanzarles otra piedra, esta vez a dar, cuando oyó a la aldeana y su conversación con Behar. La mujer les recomendó con buen tino y sabiduría que dejaran aquel pueblo y se fuesen, y nada le habría gustado más a Kaysa, pero estaba claro que no era lo que sus compañeros harían. Así que, resignada, escuchó cómo el herrero había desaparecido al ir a buscar a la también desaparecida Mirabel.
Todos los caminos llevaban al bosque, y cada vez estaba más claro que era allí a donde tenían que ir. Era allí donde todo el mundo desaparecía y donde pasaban las cosas extrañas, además de ser a donde se dirigía el maldito pellejudo.
-¿A qué estamos esperando? -preguntó- Vamos al puñetero bosque de una vez.
La impertinente Kaysa estaba más insoportable que nunca parecía ansiosa por correr al bosque a pegarse con todo lo que se encontrara como si de un animal salvaje se tratara.
Era cierto que hacía tiempo que no podíamos sacar más información de los aldeanos y que el siguiente paso lógico era explorar los alrededores del bosque en busca de alguna pista más pero a él ansía de sangre que mostraba la pequeña era cuanto menos peligroso.
“-Vayamos con calma a ver qué nos encontramos en el bosque.”