Partida Rol por web

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   Parece que el trasgo que queda enzarzado en combate, ha perdido el arma, o igual la ha tirado cobardemente. Con otro tipo de criaturas la dejaría ir, pero demasiadas veces he tenido ocasión de comprobar que con los orcos no era una opción, si huía daría aviso y volvería con más de los suyos.

   Con esto en mente, volvió a disparar, fue un disparo algo justo, pero al menos se llevaba un recuerdo. Si Amaltea seguía con la misma puntería lo remataría.

   Eso si una enana loca no le rebanaba el pescuezo antes de que mi flecha lo alcanzase. Pero que bruta era Therusia en ocasiones... bueno... ¿siempre?

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El combate duró menos de lo que canta un gallo. En unos segundos habíamos despachado a los guerreros o guardianes y el resto de trasgos salieron huyendo, como era de esperar. El último se debatía entre seguir luchando o huir, pero al final eligió sabiamente. Dio media vuelta y corrió por su vida. Apunté a su espalda y solté la flecha, que se clavó entre los omoplatos con fuerza. Salí de entre la maleza y me acerqué a los demás.

-"Parece que no queda ninguno que pueda molestarnos. Investiguemos este sitio y marchémonos enseguida." Les sugerí a los demás.

Fui a recoger mis flechas para recuperarlas. Caín me seguía de cerca.

—Buenos disparos

Therusia miró a un árbol cercano para comprobar que Yncriff siguiera allí. Una vez hecho eso, movió el cuerpo del orco con e pie: habían librado al mundo de un puñado de seres repugnantes, pero aun quedaba por encontrar el campamento enano del que el cuervo había hablado ye investigar el sitio. Antes de eso, la enana cogió un trapo y limpió bien de sangre su cara y, sobre todo, el filo del hacha. Muchos de sus congéneres era auténticas máquinas de matar, pero no se preocupaban en exceso de sus armas. Eran las enanas quienes con disgusto comprobaban como hermosas y magníficas herramientas acababan oxidándose por no realizarse los cuidados más básicos.

—Estos seres no suelen trabajar la piedra— dijo mirando con desconfianza los picos— Y cuando lo hacen, no la trabajan, la destrozan y la ofenden. Tampoco es un lugar donde esperaría verlos hacer nada que no sea matar.

Therusia se acercó a la zona donde habían estado picando, tratando de entender que demonios intentaban extraer de la tierra o si, acaso, picaban por picar, igual que en ocasiones cortaban árboles por el mero placer de hacerlos caer.

El elfo hizo ademán de interceptar al último trasgo en pie cuando otra rabiosa saeta apareció desde atrás para hundirse, veloz y mortal, entre las vértebras de la desdichada criatura. 

Tras levantar una ceja con asombro, Ithildir carraspeó conforme revisaba y se sacudía sus ropajes, todo ello antes de envainar su impoluta hoja.

Sin duda féminas de terrible y certera precisión, meditó al tiempo que andaba sorteando cadáveres. No era cuestión de ensuciarse las botas ahora que había evitado tanta sangre.

—¿Por qué estarían éstas criaturas picando este mineral aquí? —preguntó tras recoger un pedazo del mismo mientras seguía con cautela la estela de Therusia—. ¿Y dónde habrán ido esos enanos?

Bailarín...

Con una ceja levantada, Therusia observó los finos ademanes del elfo, que por otra parte, no había hecho gran cosa en aquella reyerta. El sentido común le decía que otras habilidades tendría, pero lo cierto era que parecía más preocupado por no romperse una uña que por seguir vivo o llevar adelante su misión. Eso le hizo sentir más curiosidad sobre los motivos reales de su presencia. Nada dijo sin embargo y se puso a examinar la zona con cuidado.

Aquello era muy extraño. Había herramientas de minerías, sí, pero también muchas, idénticas a las que usaba ella para pulir sus gemas, lo que indicaba que no solo eran mineros. Había algo más. Los cristales, tan parecidos al cuarzo que solo los ojos de un experto podían diferenciar, Therusia se agachó, cogiendo un pequeño trozo antes de levantarse de golpe y mirar a su alrededor, como si estuviese viendo un espectro.

—K'eledannin...— murmuró abriendo los ojos sorprendida...— No puede ser... Esto, sin duda es...Laen Pero ¿Cómo? ¿Y por qué lo harían más pequeño?Entiendo, sí... es lo único que tiene sentido. Pero ¿Cómo es posible que haya un depósito aquí? Parece... entremezclado con otros minerales, pero aún así, es extraordinario.

Therusia miró al grupo; los ojos le brillaban de emoción con aquel descubrimiento. Seguramente aquel niño bonito de los elfos había leído sobre ese material, pero era probable que Amaltea no. Incluso dudaba de que la joven Yedra supiese lo que era, a pesar de sus habilidades.

—Se trata del material que los elfos llaman, laen, vidrio auténtico, pero poco tiene que ver con el vidrio. El vidrio hay que pulirlo, trabajarlo, en cambio...Fijaos bien

Therusia cogió un pequeño fragmento de laen, casi con reverencia y se lo mostró al grupo. Cuando estos observaron bien su brillo, su transparencia y el leve tono ahumado que parecía hacer volutas en su interior lo apartó un instante. Después abrió su pequeña bolsa, aquella que llevaba llena de bellas piedras talladas por ella misma, una de las cuales, formaba ahora parte de la tumba de un elfo. De uno competente. De allí sacó una estrella de cuarzo, cristalina con ciertos tonos ahumados. Era, mas allá de toda duda, una muestra de la habilidad de la enana con el tallado, y la razón por la que había partido el año anterior

—Para dejar el cuarzo así, hacen falta horas de trabajo, de pulido, de un esfuerzo y cuidado como no os podéis imaginar. En cambio, el laen, tan solo con separarlo de la tierra tiene aún más brillo. Aún más fuerza. Nunca había tenido un fragmento en mis manos, pues es extraordinariamente raro.—Therusia mostró ahora ambos objetos, para que pudiesen compararlos— Ninguna gema se le puede igualar en brillo, y pocas superan su capacidad para tolerar la magia y los encantamientos, o eso dicen. Hay quien las usa para hacer bellas gemas que luego imbuyen con magia; otros simplemente hacen objetos que puedan ser admirados, aunque seguramente también deseen ponerles algún encantamiento. También pueden hacerse poderosas armas con él. Dicen las leyendas que Hurin llevaba un hacha de laen. Gran parte de estos cristales no son laen, pero hay laen entre ellos. Una cosa puedo aseguraros. Si había enanos buscando este material, no se lo dejarían sin más a orcos y trasgos. ¿Quién sabe para que lo querrán y como buscarán pervertirlo?  

Therusia seguía mirando ensimismada el fragmento de lein que tenía en sus manos ¡Y allí había más! Esperando a ser separado de otras rocas. 

—Ciertamente es extraordinario. No pue...¿Dónde está Ingolt?

—¡Laen, claro! —murmuró el elfo al tiempo que sus ojos se iluminaban con el reflejo del cristal que había tomado. 

Supuso que la enana, además de una diestra guerrera, debía ser una especie de maestra artesana y erudita, pues no sólo parecía conocer los entresijos del cristal verdadero sino también sobre personajes de los días antiguos. 

Durante unos instantes Ithildir fantaseó con la idea de poder trabajar el actualmente raro material, aunque bien sabía que las condiciones necesarias para hacerlo eran harto complicadas. Su gozo menguó al escanear la zona y percatarse de que el cristal formaba una pequeñísima parte de todo el mineral aflorado. Se guardó el pedacito de laen en un bolsillo y comenzó a andar.

—Interesante hallazgo, sin duda, mi señora. Más creo que será mejor centrarnos ahora mismo en... Encontrar a Ingolt y continuar nuestro camino. Estos enseres enanos tan desperdigados... —dijo mientras sus ojos examinaban los restos enanos y sus derredores con el objetivo de hallar una explicación de su origen y el destino de sus propietarios*—. No creo que podamos sacar en claro gran cosa. 

—¿Podría usted pedirle a ese hermoso amigo suyo que buscara a Ingolt?

No me interesaban las piedras ni los mitos de días antiguos ahora mismo. Estaba centrada en investigar los alrededores para saber por qué había un campamento enano aquí y qué había pasado con ellos... aunque mucho me temía que ya sabía las respuestas: laen y muertos. Aún así, me quedé con el arco presto, por si alguna de las repugnantes criaturas de la Sombra volvía. Caín avanzaba a mi lado, caminando despacio, olisqueando todo y marcando con orines cada cadáver de trasgo que había. ¿Dónde se había metido Ingolt? Todos preguntaban por él. Si no había venido es porque tal vez fuera un cobarde y se había asustado, quedándose junto a las barcas.

(Buena Vista)

El campamento enano es antiguo... salvo que no es del todo así. Te parece que la inmensa mayoría del material que queda es de hace muchos, muchos años. Restos de algún sistema de minería enana del que han quedado piezas que son prácticamente indestructibles, duras y prácticas. Pero también hay restos de tela apenas manchada por lo que debe llevar horas o un día a lo sumo y también son por el color y la textura de fabricación enana. En un rincón encuentras camuflado el resto de una hoguera que los trasgos no han visto, reciente eso es seguro.

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   Después de la batalla, echamos un vistazo tanto Amaltea como yo, pero no veo por donde se pueden haber marchado los trasgos.

   - No deberíamos quedarnos parados aquí mucho tiempo, miremos ese campamento enano si está por las cercanías. -

   Miro los cristales.

   - Si estos cristales son importantes y no podemos llevarlos, quizá podamos ocultarlos enterrándolos en algún lado, o si son poco, llevarnos esos pedazos, si podemos cargarlos. -

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—No, estos restos parecen antiguos —dijo el elfo mientras inspeccionaba el lugar y negaba con la cabeza—. No creo que hayan habido ena... Un momento. 

El en estos momentos ceñudo galadhel continuó caminando, esta vez teniendo aún más cuidado con cada paso que daba y conforme señalaba con su dedo lo que iba percibiendo. Durante un instante se agachó y tomó algo del suelo, antes de proseguir su análisis unos metros más adelante, hasta perderse tras un recodo.

—¡Venid! —gritó luego.

De acercarse las compañeras, encontrarían a Ithildir unos metros más allá de los resistentes restos del sistema minero gonhir, y también de la marabunta de huellas enemigas. De cuclillas, examinando los restos de una a todas luces reciente hoguera, sofocada y medio enterrada.

—Pues sí. Los indicios me llevan a pensar que efectivamente algún enano ha estado por aquí hace poco. Este trozo de tela, mi señora —comentó mientras se lo tendía a Therusia—, si no estoy equivocado, es de manufactura enana. Siento no poder datar la fecha de esta explotación, pero la hoguera y estos jirones de tela son recientes. Horas, o quizá de hace un día. No más. 

Al incorporarse, trató de hallar algo más de utilidad, aunque terminó negando una vez más.

—Lamentablemente no consigo hallar el lugar por donde ese nogoth se ha marchado.