Partida Rol por web

Einar y Troknir habían caído, lo cual emparejaba mucho la batalla, sobre todo considerando que las arqueras enemigas seguían actuando con libertad ante la lentitud de Eskol para hacerse cargo del al menos una de ellas. Hacia el sur los enemigos estaban ya muy tocados y solo era cuestión de empujar con fiereza y terminar con ellos, sobre todo considerado que su líder ya había caído.

Dos de nuestros varls han caído por las heridas que estos bandidos les han causado. Me molesta mucho la idea de que estos idiotas sean capaces de hacerle daño a nuestras filas cuando no son más que vulgares furtivos. 

Veo a los enemigos que están a mi alrededor y entiendo que lo mejor que puedo hacer es apoyar en el norte al enemigo que está con Jendalos, quien a la vez sigue siendo acosado por las arqueras.

Apunto con mi arma a las protecciones del hombre y lanzo una flecha para romper rápidamente sus protecciones y darle vía libre a nuestros compañeros para derrotarle.

Han caído dos de sus compañeros a manos de esos indeseables y ella no lo está haciendo especialmente bien. No está ayudando demasiado a hacer caer a sus enemigos y eso hace de se sienta más responsable de lo que, seguramente, debería. Uno de los guerreros está demasiado cerca de ella y no está en una buena posición para ensartar a ninguno de los que aun quedan en pie.

Se mueve un poco para ganar distancia y seguridad y ataca a quien tiene enfrente.

Jendalos estaba a punto de desfallecer. Sangraba de varias heridas y sentía que cada vez le quedaban menos fuerzas. Aunque los enemigos caían uno tras otro, la pelea les estaba resultando más complicada de lo previsto, habiendo resultado heridos varios de los suyos en la refriega. Por suerte, tan solo quedaba el líder enemigo, justo enfrente de él. Reuniendo las pocas energías que le quedaban, Jendalos aferró con fuerza su lanza y cargó en un último ataque desesperado en un intento de abatir a aquél invasor y demostrar la superioridad de Rotensnö.

Eskol había entrado en una especie de ensoñación en mitad del combate, sin decidirse a atacar o a retroceder, esperando... - ¡¿Esperando qué, inútil?! - se autoincrepó a sí mismo. Con unos cuantos pasos decididos se acercó a la arquera y la derribó, golpeando fuertemente en la cabeza con el plano de su hacha. La mujer ni le había visto venir y ahora yacía inconsciente en el suelo. Con rapidez, intentando compensar de algún modo su falta de iniciativa, se acercó al guerrero que acosaba a Jendalos, el líder de aquella partida de cazadores furtivos. 

- Se acabó. - dijo al blandir de nuevo el hacha y golpear con ella, primero un golpe con la punta del mango en la parte trasera de la rodilla, a modo de lanza, que hizo doblegar la misma al guerrero, y luego con un movimiento en el que usó tanto la fuerza de sus brazos como la de su cadera, estampó el hacha, de nuevo de plano, en la cara del líder enemigo. Varios dientes salieron disparados y manó sangre de la nariz del hombre. 

Con la armadura maltrecha y su cuerpo lleno de heridas, el último de los invasores continuaba luchando contra los héroes del clan Rotensnö, aunque claramente ya sin esperanzas. Los Rotensnö bien podrían tomar distancia y acribillarlo desde la distancia con sus arqueros, aunque para aquellos momentos todos seguían combatiendo sin importar mucho el que ya solo quedaba uno; a fin de cuenta había sido aquel invasor quien había dejado fuera de combate a Troknir.

Solo queda uno en pie. El jefe de los ladrones enemigos está acabado o casi. Se mueve para poder estar al alcance adecuado para ensartar su cuerpo con una de sus flechas, pero vuelve a fallar en su disparo. Parece que los dioses no están con ella en esa batalla y sus flechas no consiguen dar en la diana.

Un buen movimiento, una buena jugada y todo vuelve a estar a nuestro favor. Nos hemos impuesto sobre los enemigos y ahora somos ganadores. Solo queda uno de ellos en pie mientras todo el resto de sus compañeros están en el suelo inconscientes. Sé que quizás lo correcto sería darle la oportunidad de rendirse, pero ya se la ofrecimos y la despreció.

Levanto mi arco mientras tomo una posición apropiada y lanzo una flecha, apuntando directamente los sectores más descubiertos de su pecho y esperando derribarlo de una vez.

Aunque la flecha de Astryr había fallado por poco, de las sombras Eskol surgió para poner fin a la batalla con un fiero golpe de su hacha. Aquel fuerte guerrero se mantuvo en pie a pesar de que con la hacha de Eskol clavada en su espalda, realmente ya estaba muerto. Fue cuando la flecha de Erik impactó uno de sus ojos, que el enemigo por fin dio un ultimo suspiro en paz y cayó derrotado.

Con su derrota, no quedaba ya ningún otro oponente en pie y la victoria era por tanto suya, aunque no había sido fácil. El poderoso Einar había caído, aunque tras atenderle, era claro que se repondría con unas horas de descanso. Erik y Alistar habían salido vivos de milagro pues sus armaduras estaban destrozadas tras la dura batalla. Y similar caso encarnaba Jendalos, quien apenas se lograba mantener de pie debido a las heridas y el esfuerzo desempeñado en la batalla.

La batalla había sido dura, y había dejado cinco muertos por parte de los montañeses, mientras que otros tres se encontraban heridos, uno de ellos no sobreviviría a la noche. Aard y Troknir amenazaron a los heridos con dejarlos como alimento para los lobos del bosque si no les explicaban que hacían allí. Aunque eso no les convenció tanto como ver al gigantesco Einar dirigirse a ellos para cercenados con su gran espada, siendo solo detenido de último momento por Alistar.

Los sobrevivientes les explicaron que solo buscaban alimento para sus familias, que formaban un grupo de unos 25 montañeses y aunque ahora eran menos, solo conformaban un grupo pacifico. Su líder, ahora muerto, creía que podrían hacerse con esas tierras y por eso se monstruo hostil, pero que el grupo en general solo busca sobrevivir. Se han asentado en la ciénaga, en un pequeño islote en su interior desde hace ya más de un mes tras ser expulsados de su hogar en las montañas.

Suspiro cuando el combate termina y guardo mis armas después de limpiarlas. Recojo las flechas que aún están en buenas condiciones, incluyendo las que poseían las arqueras derrotadas. Serán útiles para cazar o para defenderse de situaciones como esta.

Veo entonces que tres de ellos siguen con vida y, aunque no me gusta la idea de matarlos, por mi cabeza pasa el hecho de que probablemente sea lo mejor para nosotros, pero también sé que no eran todos. Debía haber algo más.

Es por eso que no intervengo cuando los varls los amedrentan. Me siento en una roca y miro como suceden las cosas, con aparente indiferencia pero sin quitar la vista de las reacciones de los derrotados. Cuando se ponen a cantar, escucho atentamente lo que dicen.

Jendalos y yo somos los miembros de mayor rango en el clan que estamos presentes, por lo que hago que todos se acerquen antes de hablarle a él principalmente:

 - "Creo que, aunque puede que esa gente sea útil como miembros y puede que la compasión sea atractiva a largo plazo, han demostrado una gran soberbia y poca cabeza al atacarnos viendo nuestra superioridad. Su falta de juicio y su arrogancia no son cosas que necesitemos, así como los deseos de venganza que tendrán los cercanos a quienes matamos. Por otro lado, no consentiré la carnicería de un grupo pacífico, probablemente compuesto en su mayoría por mujeres y niños."

El dilema siempre es parte de la vida y a la vez, el motivo de nuestros mayores pesares. Vuelvo a hablar pero esta vez es para todos, lo que recalco al alternar la vista en los ojos de todos los presentes:

 - "Creo que debemos volver al campamento con estos prisioneros. Allí informaremos y luego, podremos volver al pantano a dialogar. No estamos en condiciones actuales para enfrentarnos a 25 personas, por pacíficas que sean y el clan debe saber lo sucedido. Pero no tendremos ninguna oportunidad de conseguir algo de ellos si dejamos morir al más herido. Debemos tratarlo y demostrar así que no somos los carniceros que deben pensar. Dar el primer paso."

Espero sus respuestas, argumentos y pensamientos, mientras lanzo una mirada escrutadora a los heridos, quienes no están a distancia de escuchar nuestro debate. Debate del que depende su supervivencia y la de sus familias. El invierno es crudo y los hombres tienden a ser tan fríos como la nueve cuando la estación es así. Intento no ser tan implacable como el mundo pero a veces ser más blando es solo declararse víctima. El clan Rotensnö no es victima de nadie.

La batalla ha acabado y solo 3 de los enemigos continúan con vida. Ninguno de ellos es el líder del otro bando. A pesar de haber entrado a robar en sus tierras y del ataque a traición, no cree que sea buena idea matarlos ya que escucha su historia. Que sea verídica o no, es otra cosa. Se debería comprobar, pero tiene el presentimiento que hay mucha verdad en las palabras de los prisioneros. Nadie puede mentir cuando el miedo se apodera de uno mismo.

Es entonces cuando Erik les invita a acercarse para discutir su siguiente paso. Tiene sentimientos enfrentados porque sabe que es muy difícil sobrevivir al invierno en un lugar como ese, pero, a la ver, esa gente les ha atacado sin necesidad alguna pues ellos estaban dispuestos a hablar en primer lugar. De todas formas, no cree que sea buena idea ir directamente a la ciénaga con los heridos tanto de unos como de otros. Y hay que informar de todo a los líderes del clan.

-Estoy de acuerdo con Erik. Debemos regresar e informar. Llevar a los prisioneros nos retrasará, pero salvarlos puede hacer que nos de un punto de favor cuando vayamos a dialogar con sus familias. Además, nosotros también estamos tocados y debemos recuperar nuestra fuerza antes de hacer nada.

Mira hacia los prisioneros.

-Deberíamos ponernos en marcha cuanto antes. Uno de ellos está muy grave y quizá no sobreviva si nos demoramos más en emprender el camino de regreso.

Eskol limpió su hacha de la sangre de su enemigo, pues sabía que si la dejaba ahí, el arma se corrompería, y debían cuidar todo el material que tenían, más aún las armas. Aquella hacha le había acompañado durante muchos años, y sólo había tenido que cambiar el mango dos veces, seguía tan afilada como el primer día, en gran parte gracias al cuidado que él mismo le prodigaba. 

Los heridos y muertos a su alrededor atestiguaban, una vez más, la grandeza y justicia de su clan. Ellos debían estar allí por derecho propio. Si los líderes de ése clan no habían sido inteligentes, no era su problema, y menos si los hombres a su cargo seguían órdenes suicidas a todas luces sin planteárselo. 

Se acercó a Erik y asintió a prácticamente cada una de sus palabras, así como a las de la pelirroja. Asintió al cazador cuando éste le miró, y sólo abrió la boca para decir - Serán duros,  si viven en ése maldito pantano, eso seguro. Serían buenos aliados...y Niklas no hace más que repetirme que ojalá tuviéramos más manos para los cultivos. - recordó como había estado a punto de perder a toda la partida de caza allí, con esos dragones achaparrados y alargados, esas tortugas enormes....los malditos mosquitos. Sin duda, estaban desesperados y no les daba miedo enfrentarse al peligro. - No es sitio para mujeres y niños. Estoy de acuerdo que deberíamos darnos prisa. - 

Con esas dos simples intervenciones, retrocedió un paso y se encargó de vigilar los alrededores mientras los que mandaban terminaban de decidir. 

No hubo mucho que debatir, todo el grupo estaba de acuerdo en regresar, incluso los aguerridos Varls; aunque quizá esto se debiese a que tanto Troknir como Einar necesitaban de un prolongado descanso. En donde no hubo acuerdo del todo fue en llevar con ellos a los heridos, pues para los Varls, eran una clara carga e incluso una ofensa. Solo el hecho de que podrían ser enjuiciados en el poblado les llevó a consentir la opinión de los demás. Aunque solo Aard accedió a ayudar a trasportar al prisionero que estaba mal herido.

El retorno pausado que tuvieron que tomar debido a la carga extra, les llevo a encontrarse con el cadáver de aquel venado que iniciara toda aquella aventura. Y dado su ritmo lento, Alistar logró convencer a todos de llevarlo con ellos para no desperdiciar su carne, al considerar que de cualquier modo no podrían avanzar a buen ritmo.

Lamentablemente, ya a mitad del camino, tras un recorrido de apenas poco más de un par de horas, se percataron de que el prisionero mal herido había muerto. Einar señalo que habría que dejarlo allí y continuar el camino, no teniendo caso cargar con él, pero varios se opusieron y consideraron llevarlo hasta el asentamiento y allí decidir que hacer. Casi dos horas más después de aquello, ya estaban en el asentamiento.

-Ejecutemoslos- exclamó Einar al tiempo que levantaba en lo alto su gran espada a dos manos, que en los brazos de un hombre común sería una espada que requeriría de cuatro manos. La anciana Hvit pronto levantó la voz gritando -¡nó!- y metiéndose en el camino impidió a Einar ejecutarles; el Varl, bajando su arma, se limito al maldecir.

La historia contada por Erik y los otros narraba todos los acontecimientos con los intrusos en el bosque, el como encontraron el venado que ahora destazaban los pobladores fuera del gran salón, y la batalla en los lindes del mismo, rumbo a la ciénaga. A su vez, se les explicó a todos los presentes lo dicho por los prisioneros acerca del pequeño grupo en la ciénaga, el cual no superaba los 20 miembros.

Troknir, sabio como siembre debido a su larga edad, la cual se decía, superaba ya los 4 siglos, ordenó a un par de guardias del gran salón que se llevasen de allí a los dos prisioneros sobrevivientes y los atasen fuera.

El gran salón, recientemente construido, era por tanto testigo y anfitrión de las importantes decisiones que estaban por tomarse y que a su vez serían las primeras tomadas allí. Había rumores de una fuerza hostil en las montañas, la cual se acrecentaba ante la historia de aquellos prisioneros que afirmaban que tanto ellos como sus familias habían sido expulsados de las montañas más allá del territorio de los Lavidr. Tenían que decidir que hacer con los prisioneros y con los intrusos. Y sumado a todo ello, la anciana Hvit les extornó su preocupación, el alimento escasearía pronto, tenían que intentar hacer algo al respecto.

El viaje de regreso fue más triste de lo que esperaba pues, aparte de avanzar lento por el hecho de estar heridos y llevar prisioneros, el más herido de ellos falleció. Lo intentamos, haberlo dejado a su suerte habría sido una condena peor pero tampoco fue capaz de sobrevivir al camino. Una lástima con la que nada podemos hacer.

Al llegar, Einar quiere asesinar a los prisioneros y es Hvit quien lo detiene. Sentado desde donde estoy, aplicando una venda en mi herida, le grito al Varl para que piense un poco más (que parece no lo ha hecho en sus largos años de vida):

 - "No los habríamos traído hasta acá si fuésemos a matarles. Lo habríamos hecho en el bosque mismo. No, su destino ya no es ese, si pueden evitarlo."

Me pongo de pie al terminar y escucho las posiciones de nuestros compañeros. Troknir es sensato y precavido, Einar es violento e impulsivo, Hvit es compasiva y preocupada. Cada uno de ellos tiene razón en parte, pero lo importante es saber desde el inicio que toda decisión que tomemos tiene consecuencias.

Pongo mi mano en mi mentón, como siempre hago al momento de pensar:

"El dolor y el odio ha de llenar parte de sus corazones en este momento y eso los vuelve indignos de confianza. Por otro lado, nunca se son suficientes al momento de formar el clan pues el número significa poder, tanto para progresar como para defendernos. Ignorar las posibilidades que nos entrega el hecho de poder ser más individuos es tonto y quien obra como tonto, muere. Mejor confiar que simplemente negarnos a la posibilidad de aumentar nuestro poder."

Me acerco al resto y hablo:

 - "Estas personas han cometido el error de pensar que estas tierras no son de nadie o que pertenecen a personas débiles. Se equivocaron y lo pagaron con sangre y las vidas de los suyos. Un error lo comete cualquiera y aunque somos poderosos y Rotensnö es sinónimo de victoria, no somos despiadados ni crueles sin motivo. Somos mejores que todos los que nos hemos topado y la humanidad en nosotros no es la excepción."

Miro a los prisioneros antes de continuar:

 - "Creo que ellos ya pagaron el precio por su falta y mi corazón me dice que debemos ofrecerles la posibilidad de unirse a nosotros. Juntos somos fuertes, todos lo sabemos. Para ellos, la posibilidad de unirse a nosotros es lo mejor que puede pasarles y nosotros también podemos beneficiarnos de su apoyo. Juntos podemos ser familia, si olvidamos mutuamente los pecados y comenzamos de cero."

Ahora dirijo la vista hacia los líderes de mi clan antes de terminar:

 - "Creo que debemos descansar e ir mañana a ofrecerles a sus familias el unirse a nosotros. Ellos deben quedarse aquí por mientras y disponer del cuerpo de su difunto como mejor prefieran. Eso servirá para que su campamento entero no decida atacarnos nada más vernos y estos prisioneros deben correr el mismo destino que sus seres queridos. Si el resto decide unirse, vendrán con nosotros. Si deciden irse de nuestras tierras, liberaremos a los prisioneros. Si deciden atacar, sus prisioneros se unirán a sus familias en la eternidad."

Miro a Hvit puntualmente y le hablo en voz más baja:

 - "Creo que debemos ir al pantano a cazar. Si estos hombres se unen a nosotros, será un buen momento para probar su conocimiento de la ciénaga, además de que hay suficiente carne allá y no precisamente de la que nos importe devastar. Hablando del tema del cadáver, independiente de lo que decidan, los prisioneros deben disponer del cuerpo de su difunto. Si deciden enterrarlo o incinerarlo, será su decisión y nosotros les ayudaremos en el rito que deseen. Será nuestro primer acto de buena fe."

"Bueno, tercero realmente pues el primero fue no matarlos y el segundo traer a su herido."

Me quedo parado, esperando a ver si el resto está de acuerdo con lo que planteo. Creo que son las mejores decisiones, mezclando humanidad y valor, tal como Rotensnö ha demostrado durante toda su historia. Hemos sido el clan donde se une la mano implacable que blande el arma y la palabra amistosa que une en vez de separar. Somos un clan que se siente muy orgulloso de ser lo que es y que no dejará ahora los actos que le han traído hasta el éxito que ahora tenemos.