Partida Rol por web

Anne se encontraba absorta en la conversación de Elisabeth y Joss cuando este le pregunto sobre uno de los comensales. Educadamente, miró con disimulo hacia la mesa cercana. Su expresión dió a entender que había reconocido al hombre de canosa barba y asintió para dar a entender a Joss que no se equivocaba. En ese preciso instante, sus ojos se cruzaron con los del más joven. Anne levantó la copa y le dedico un breve brindis.

Los labios de Karen se torcieron en una alegre sonrisa cuando Elisabeth empezó a hablar de su "trabajo de campo". Siempre le gustaban las exóticas historias que su amiga contaba de lugares lejanos que ella nunca llegaría a conocer.

- Elisabeth es una gran amante de lo antiguo. A veces me recuerda a los antiguos mecenas de FLorencia. Su mano tomó la copa de vino y se la llevó a los labio, humedeciéndolos. - Yo estaría encantada de viajar a alguno de esos lugares. Pero es solo un sueño para alguien de mi posición.

En ese momento el camarero se aproximó a la mesa. Llevaba consigo una bandeja repleta de unos profundos cuencos con el primer plato. Con esmero fue depositándoos frente a cada uno de los comensales mientras murmuraba "Espero que les guste el Bouillabaise. Que aproveche".

- Sabe señor Nieman. La gente como usted es la única oportunidad que tengo de encontrar lo que busco. Y, en ocasiones, las jovenes somos extremadamente intensas en nuestras pasiones.

Daniel se apresuró a apartar la servilleta del plato y observó cómo el camerero colocaba la sopa de marisco ante él.

Cita:

El joven alzó la mirada y asintió a su jefe mientras cogía la cuchara.

La verdad es que uno de mis platos favoritos. Durante mi estancia en París del año pasado mi casera la solía servir para cenar sonrió ligeramente con ese aire inseguro. En ese momento sus ojos se cruzaron con los de la joven del sombrerito rojo sentada dos mesas más allá. Ésta alzó la copa a modo de saludo. Azorado Daniel se apresuró a apartar la mirada y se concentró en comer la Bouillabaise.

- Gracias, seguro que está deliciosa.- Comenté distraidamente al camarero mientras nos servía el Bouillabaise. - Disculpe mi malentendido, sin duda su padre ha de ser también un hombre peculiar, no muchos aceptarían que sus hijas se dedicaran a la arqueología y busqueda de textos antiguos.- El cuenco aun humeaba, de modo que dejé que se enfriara mientras hablaba, tampoco tenía prisa por terminar.

- Señorita Shearler espero sin duda poder ayudarlas, pero tenga en cuenta que en mi profesión se encontrarán con personas de rancias costumbres que pueden no gustar del exceso de intensidad en una dama.- Aquello era algo que había vivido, mi propio padre estaba anclado en el siglo pasado aun, pero no podía culparle, a sus sesenta y cinco años era inutil tratar de cambiarle.

Cogí la cuchara y probé el plato que nos habían servido, en aquel restaurante nunca sabías lo que te esperaba, aunque podías leer el menu en una de las cartas, yo prefería sorprenderme según llegaban los platos.- Esta realmente bueno, pruebenlo.

Tras un par de cucharadas observé como Anne saludaba a el caballero más joven que se encontraba en la mesa del Profesor Carter.- ¿Quién es el joven que se sienta con el Profesor?, parece que le conoces.

Lowell devoraba su sopa con apetito, siempre tratando de manterner animada la conversación. La perspectiva de incorporarse a la investigación le resultaba verdaderamente atractiva. Aún habiendo sido su propia sugerencia, Lowell, de haberle sido posible, se hubiese llevado el plato en ese mismo momento al laboratorio para no perder más tiempo. No hay por qué impacientarse - pensó - esto no es más que el comienzo... . De pronto, cayó en la cuenta del comentario de Petrie hacia ya un tiempo.

- ¿Cómo es que no se incluyó usted en el grupo de trabajo, Petrie? No le dejaré firmar en las publicaciones si no pone usted un poco de su parte - dijo el doctor en tonon jocoso.

- Hay que admitir que mis padres tienen una visión un tanto particular de la vida. - respondió Elisabeth al comentario del anticuario sobre su padre al tiempo que movía una mano dando a entender que ya habían hablado demasiado sobre su educación.

Elisabeth probó la Bouillabaise:

- Deliciosa, como siempre.- y continuó comiendo despacio, reservando el vino tinto para el segundo plato, ya que era obvio que no lo habían servido para este plato de pescado. Escuchó el comentario sobre los elementos rancios de la profesión de anticuario y asintió con una sonrisa:

- No se hace usted idea con el grado de ranciedad con el que nos hemos llegado a topar en nuestras búsquedas. -

Continué saboreando la sopa de pesacado que nos habían servido mientras escuchaba a las damas que me acompañaban, debía ser un hombre afortunado, muchos envidiarían mis compañía aquel día. No pude evitar que una sonrisa asomara a mis labios antes estos pensamientos.

- Durante mis años tratando con mis compañeros de estudios, trabajo, incluso familiares he llegado a una conclusión, los caballeros que hemos conocido otros paises solemos ser de mentalidad algo más abierta.- Dejé la cuchara sobre el plato y me limpié los labios con la servilleta antes de probar el vino.- Por supuesto que no todos vuelven con un pensamiento más abierto, algunos sufren el proceso contrario, cerrandose más a sus tradiciones.

Mi rostro se tornó un tanto más serio al recordar que fue una guerra mundial la que nos hizo cambiar en cierto modo nuestra visión sobre las damas.- Hemos de reconocer que para que las cosas cambien en nuestro pais necesitamos de grandes catastrofes, sólo hay que mirar unos años atras, al final de la Gran Guerra se las concedió el derecho a voto, creo que aun quedan muchos años para que la sociedad masculina comience a aceptar de firme la puerta abierta por esa ley.- Le vanté la cabeza un tanto turbado, lo que debían haber sido pensamientos unicamente, habían salido por mi boca.

¿Cómo me había desembocado la conversación en aquello?, sin duda la presencia de tres mujeres, en cualquier otro caso me habría cuidado muy mucho de plantear esos pensamientos delante de público masculino.

Una rápida sonrisa apareció en los labios de Pitrie ante el comentario sobre las publicaciones. Yo tan solo apareceré como jefe del grupo, he de dejarles toda la gloria a los jóvenes. Pitrie guiñó un ojo, divertido, a Jackson. No solía tomarse este tipo de confianzas con su ayudante, pero parecía que el Dr. Lowell le había hecho recordar tiempos pasados. Pero antes de que hablemos más sobre el trabajo, cuenteme. ¿Ha seguido trabajando en su investigación?. Cuentenos un poco acerca de sus últimos trabajos sobre nuevas formas de vida. Pitrie carraspeó un instante antes de seguir hablando. No pretendo ser demasiado inquisitivo en temas que pueden resultarle incómodos. Pero en ocasiones he visto cosas en las lejanas tumbas egipcias que ningún científico se atrevería a describir en sus cículos comunes. Ninguno salvo usted, que parece libre de prejuicios a la hora enfrentarse a nuevos y extraños casos.

Karen probó el vino levemente, como si no fuera propio de una dama el beber de una copa. Con unos gestos exquisitos su mano cogió la cuchara y tomó una pequeña cucharada del plato. Tras asentir en silencio, dando su aprobación al plato, dejó el cubierto junto a ella, esperando un poco a que se enfriara el plato.

¿Estuvo usted en la Gran Guerra?. Los ojos de karen chispearon envueltos en una pequeña niebla de ensoñaciones sobre héroes de guerra y nobles soldados. Asi que es usted un veterano de Su Majestad. Ensimismada le dedicó una dulce sonrisa a Joss. Ya decía yo que tenía algo...

Tras esto se detuvo unos instantes. Espero no haberle molestado haciéndole recordar los tiempos pasados. No es momento de hablar de tristes experiencias. No he podido evitar observar que nos han sentado en una mesa para cinco. ¿Quién es el quinto comensal?. Las perfiladas cejas de Karen se levantaron un instante dando énfasis a la pregunta.

Algo del ambiente distendido y la jocosidad de sus contertulios se le había pegado a Daniel durante la comida. Cuando Pitrie le guiñó el ojo, el joven doctorando se rió entre dientes vacilante. Escuchó con atención la pregunta de su mentor.
Sí, por favor Doctor Lowell. Hace poco terminé de leer sus últimos trabajos sobre sus teorías sobre el origen de la vida y me parecieron sumamente interesantes se encontró diciendo Daniel. Enrojeció levemente avergonzado. Este vino se me debe de estar subiendo a la cabeza...pensó mirando con sospecha la copa medio vacía. En su azoramiento ante la mirada de la joven sentada varias mesas más allá se había bebido media copa.

- Señor Nieman, no soy una suffragette, pero el ejemplo que usted acaba de mencionar demuestra que los hombres sólo cambian su actitud cuando se los golpea. Los de su género llevan siglos manejando el poder y no lo compartirán tan fácilmente. - Elisabeth respiró para calmarse, aquellos temas la enfurecían - Permítame la fata de modestia pero mírenos, somos dos mujeres inteligentes, emprendedoras, con ansias de conocimientos. Algunos nos calificarían de muy ricas y sin embargo esta sociedad no nos permite hacer nada fuera de la sombra de nuestros padres o maridos. -

Se recostó un poco en el respaldo de la silla y añadió antes de atender a las preguntas de Karen: - Una cosa hay que reconocerles a los de su sexo señor Nieman, y es que el movimiento más inteligente que hicieron en este juego de poder es hacernos creer a las mujeres que esta desigualdad está de acuerdo con el orden natural de las cosas. Y sobre todo, conseguir que seamos nosotros mismas las que nos lo inculquemos de generación en generación. -

- No se preocupe, aunque fue algo terrible, con cierta perspectiva soy como soy en parte por haber servido en aquella guerra...- Iba a continuar hablando cuando me planteee lo del quitno comensal y miré con sorpresa a Anne mientras exclamaba.- ¡Mierda!, eh..., disculpen señoritas no quise decir eso. Se supone que Anne y yo habíamos quedado con un caballero, pero no creí que vieniera a comer, aunque veo que así será.- Había vuelto a dejar la cuchara en el plato algo turbado, pues era de muy poca consideración empezar la comida sin esperar. Rápidamente hice una seña al camarero instándole a aproximarse y agacharse para susurrarle.- Disculpe, esperamos a otro caballero, pero embebido en la charla comenzamos sin él,...¿cómo diablos solucionar aquello?, debía existir alguna manera...- Podría retirar la Bouillabaise y quizás traernos algún entrante mientras esperamos, espero no causarle ninguna molestia.
Mientras hablaba se me veía ligeramente nervioso, aunque parecía que podría salir de aquel envite con cierta soltura, lo único que esperaba es que nuestro invitado no llegase en aquel preciso momento.

Elisabeth intentó disimular una risa fingiendo que se limpiaba con la servilleta, pero le fue imposible reprimir una pequeña carcajada. Miró divertida al anticuario mientras retiraban los platos y le pidió al camarero:

- Y por favor, retire también el vino y traiga uno más acorde para acompañar el aperitivo. -

Nuevamente, el doctor Lowell adoptó una actitud mucho más sobria y dijo en tono frío - En efecto, he continuado investigando por mi cuenta, ya que esos mojigatos de Cork parecían querer prolongar la Edad Media. No obstante - dijo mirando de reojo a los integrantes de las otras mesas ocupadas - les rogaría que pospusiéramos esta charla para un entorno más privado en donde con todo gusto les mostraré cuales han sido mis últimas averiguaciones.

Anne parecía turbada durante toda la conversación. No estaba acostumbrada a moverse entre damas de sociedad y se esforzaba por imitar los delicados movimientos de sus nuevas acompañantes a la hora de comer. Dado que esperaba la llegada de su anciano amigo no había probado más que una vez el plato, tratando de hacer tiempo sin tener que intervenir en la conversación. Si, vendra un viejo amigo. Su voz sonó tímida, casi titubeante, y lo dijo sin dirijirse a nadie en particular.

Justo en el instante en que el camarero empezaba a retirar los platos ante la petición de los clientes el maitre se acercó a la mesa. Señores, perdonen que les moleste.... el hombre se encontraba visiblemente nervioso y estaba a punto de perder los nervios. Aquel caballero de allí dice que tenía una cita con ustedes. En la entrada se recortaba la sombra de un hombre embozado en una ajada gabardina. Apenas era visible bajo el ala del sombrero, tan solo en brillo enfermizo de unos ojos y la barba descuidada definían el rostro. Su cuerpo, ligeramente contrahecho con unas dimensiones poco propias de un hombre, ancho de espaldas con piernas como alambre, se balanceaba sobre un magnífico bastón con empuñadura de marfil. El hombre claramente esperaba, observándoles.

Pitrie se apoyó en el respaldo de su silla mientras escuchaba al Dr. Lowell. - No se preocupe, este es el lugar mas discreto del que disponemos. En la Universidad siempre hay demasiados oidos tratando de captar nuevas ideas. Tomando la copa entre sus dedos dió un pequeño sorbo a la copa. - Hay algo que debo contarle, pero antes he de saber mas acerca de sus ideas sobre evolución. El tono de voz del Dr. se volvió mas profundo, más íntimo. Antes necesito saber que piensa acerca de los oscuros retazos con los que se encuentra la ciencia y que numerosas veces rechaza en pos de la razón. El silencio se hizo en la mesa y la penetrante mirada de Flinders atrapó la mirada de Lowell.

Elisabeth miraba alternativamente a Anne y al señor Nieman esperando a que alguno de los dos explicara la situación. Perdió rápidamente la paciencia y su sonrisa dio paso a una ceñuda mirada:

- Parece que la reunión privada para tratar de nuestros asuntos no va a ser tan privada señor Nieman. -

Daniel escuchaba atento la conversación entre esos dos hombres de tanta importancia en el mundo del pensamiento. Consciente de que rara vez en la vida se tenía la suerte de asistir a una reunión de hombres de tan profundos conocimientos permanecía concentrado en cada palabra, en cada gesto que se intercambiaban. Incluso si no hubiera sido de mala educación habría sacado su pequeña libreta para tomar notas. Por ello permaneció silencioso, temeroso incluso de respirar memorizándolo todo, gravándolo a fuego en su mente, olvidada por completo la copa sobre la mesa y la cuchara posada sobre el plato a medio terminar.

Con los ojos prendidos en su colega, Lowell bajó aún más el tono de voz, temeroso de las consecuencias que podrían acarrear sus palabras en oídos inadecuados. Con voz trémula, que denotaba su nerviosimo a la vez que el fervor de sus creencias, susurró - Usted sabe perfectamente lo que opino, Petrie... me he pasado los últimos años diseccionando cada línea de los tratados de Mendel, Darwin y demás reputados científicos y naturalistas... y algo se les escapa, maldita sea. Eran mentes preclaras, pero la Ciencia avanza, los hechos revelan algo más... Los timoratos investigadores - si es que así se les puede denominar- de Cork me llamaron loco cuando mostré públicamente los resultados y las implicaciones de mis campañas en Tierra de Fuego, Groenlandia y Kamchatka... Implicaciones oscuras, secretos largo tiempo dormidos en las entrañas de la tierra, apartados por las limitaciones impuestas a la química y la biología, cuyas barreras crean las mentes débiles y conformistas, los que no quieren ver más allá. Me costó mi cátedra, ¡pero no me arrepiento! - dijo levantando el tono de voz. Sobresaltado tal vez por su propia voz, añadió quedamente, mientras mentalmente continuaba repasando lo que muchos consideraban los últimos estertores de su carrera profesional - ... no me arrepiento....