Partida Rol por web

En un instante, casi sin que Joss pudiera reaccionar la puerta recibió dos impactos de bala, sendos agujeros dejaron traspasar la luz del interior como si se tratasen de dos pequeños faros de auto. Sobresaltado no pudo evitar retroceder un nuevo paso, pero el sonido de la detonación de los proyectiles tuvo otros efectos en el anticuario que finalmente pareció reaccionar, recuperar la compostura ligeramente, tomar el control de su cuerpo y dejar de temblar. Podía simplemente esperar a que el intruso saliera de la sala, estaba atrapado y no le quedaba otra vía de escape salvo que quisiera lanzarse por la ventana, en cuyo caso se rompería unos cuantos huesos y le ahorraría muchos problemas.

Parecía que el atracador era de gatillo fácil, si consiguiera provocarle, hacerle gastar munición inútilmente, observó a su alrededor sin ver nada que pudiera ayudarle otra idea le vino a la cabeza. Sin demasiado sigilo y con rapidez abrió otra puerta del pasillo y acto seguido dejó caer con estrépito una silla. - Mierda, hijo de puta, esto duele...- Fue bajando el tono de voz hasta que no se escuchó nada y volvió a situarse en el pasillo, apartado de ambas puertas y esperando que el asaltante se creyera el engaño, pensara que le había dado y saliera.

Los minutos transcurrieron despacio, como si cada uno fuera a consumir una eternidad, pero finalmente pudiste escuchar pasos en el interior de la habitación. El sonido de un par de casquillos cayendo sobre el suelo de madera te indicó que vuestro asaltante había recargado su arma y por un breve instante algo se interpuso en el haz de luz que se colaba por los orificios de la puerta. Atento desde tu posición, pudiste ver como el pomo de la puerta giraba lentamente y el umbral de la habitación se abría en una pequeña rendija. La luz iluminó tu rostro, alargando las sombras del pasillo a tu alrededor. La puerta, entreabierta, parecía encubrir una invitación -No tienes mas que lanzar tu arma frente a la puerta. No os haremos daño si colaboráis- La voz del hombre era rasgada y con un profundo acento extranjero, probablemente árabe.

Parecía que la idea del anticuario no había surtido el efecto que esperaba y aun más le sorprendió que los asaltantes trataran de convencerlo de que rindiera las armas. Estuvo tentado de responderles, paro ahora que había logrado controlar sus nervios medianamente, decidió permanecer en silencio y mantenerse en donde se encontraba sin dejar de apuntar por si hubiera algún movimiento. Esperaba sinceramente haber avisado a la policía aunque no las tenía todas consigo y por las palabras que habían intercambiado daba la sensación de que en la habitación había más de un hombre.

El haz de luz que se filtraba desde la puerta del salón se ensancho bruscamente con el rápido movimiento de la puerta al abrirse. En el umbral, un hombre con turbante rojo y cómoda vestimenta de lino, sostenía un revolver que no dejaba de mover buscando un objetivo. Sus rasgos eran claramente extranjeros, tez oscura, con un bigote perfectamente recortado y unos ojos pequeños y juntos que le conferían un aspecto astuto y peligroso. Su mirada recorrió el pasillo y se poso rápidamente donde tu te encontrabas, profiriendo una maldición en un idioma desconocido para ti, trato de de correr hacia la salida mientras disparaba en tu dirección.

Sin pensárselo dos veces el anticuario disparó la escopeta, sintió el habitual retroceso empujando su hombro hacia atrás con fuerza y quizás por los nervios tuvo la sensación de que el empuje era mayor que en otras ocasiones, quizás no había asentado bien el arma, pero no era importante, los perdigones salieron en dirección al asaltante impactándole con fuerza, a esa distancia la mayoría, sino todos los pequeños proyectiles impactaron sobre el objetivo desequilibrándole.

Joss apenas si pudo percibir el efecto de su disparo pues casi en el mismo instante volvió a sonar el revolver que portaba el árabe, no se preocupó por cuanto daño le había ocasionado, simplemente se tiró al suelo tratando de evitar cualquier daño, sabía que había conseguido herir al asaltante y esperaba que fuera suficiente.

El retroceso de la escopeta, dada tu forzada posición, te desplazo ligeramente hacia atrás y te desequilibró ligeramente. El fogonazo del cartucho al descargarse iluminó parte del pasillo y te permitió ver cómo los perdigones se hundían profundamente en el costado del hombre. Profiriendo un grito de dolor, el asaltante comenzó a retirarse hacia la salida mientras murmuraba entre dientes y se sujetaba con una mano el costado herido. La gabardina que cubría al hombre comenzó a teñirse con una oscura mancha, pero aquello no parecía detener su afán de escapar. La pistola volvió de nuevo a la vida y lanzó una nueva bala que impactó cerca de donde te encontrabas. Una cosa estaba clara, si seguías en el pasillo corrías  el peligro de acabar como mínimo malherido.

Parecía que aquel tipo estaba decidido a huir de cualquier modo y Joss decidió que lo mejor sería dejarle ir, era probable que si continuaba plantándole cara terminara el mismo por recibir un tiro, algo que no estaba dispuesto a dejar que sucediera por un simple ladrón. Al menos eso fue lo que se dijo el anticuario a si mismo, pues sabía por su aspecto que aquel asaltante no era el tipo de escoria que entra en una casa para conseguir algo de valor. De todas manera optó por su seguridad y, agazapándose ligeramente entró con rapidez en la habitación, dejando vía libre para que el asaltante pudiera escabullirse malherido.

Oculto de la vista del hombre, Joss comenzó a sentir de nuevo su propio nerviosismo y el sudor que comenzaba a perlar su frente, agarró nuevamente con fuerza la escopeta, asegurándose en su peso y preparado por si de nuevo debía verse obligado a disparar, aun podía hacerlo una segunda vez y no dudaría.

Con la agilidad y el temple que la guerra había forjado en ti rodaste hacia la seguridad de la habitación y te pusiste a cubierto. Los pasos de vuestro asaltante sonaron dubitativos por el pasillo mientras huía hacia la salida principal. Aunque ya no lo tenías a la vista, los gemidos que se escapaban entre sus labios y la dificultad en su caminar te indicaron que había quedado gravemente herido. Tu respiración comenzó a calmarse tras el inesperado encuentro y tus oídos recuperaron la capacidad auditiva que había perdido tras las deflagraciones.

Todo parecía haber pasado hasta que un sonido de cristales rotos en la habitación contigua y el grito de Anne te indicó que no estaba sola.

Mierda- Joss no pudo evitar murmurar, creía haber dejado a Anne segura en la cocina, sin embargo de alguna forma alguien parecía haber entrado y estar atacando a su compañera. Tras asomarse ligeramente al pasillo y verificar que no había nadie en el pasillo esperando para dispararle, el anticuario salió de la habitación escopeta en mano dispuesto a ayudar y acabar con aquel asalto de una manera u otra.

Al llegar a la puerta de la cocina antes de comprobar si estaba abierta o cerrada cargó un nuevo cartucho en la escopeta, se apretó cuanto pudo contra la pared del pasillo y alargando el brazo comprobó si la puerta estaba atrancada.

En el pasillo, sobre la gruesa alfombra que tapizaba el suelo, un reguero de sangre se dirigía a la puerta de salida. Tu asaltante parecía haberse esfumado y no te llegaba ningún sonido que delatase su posición actual. Tras aproximarte a la puerta de la cocina, pegaste la espalda a la pared y tanteaste con una de tus manos el pomo de la misma. La puerta continuaba bloqueada desde el interior. A través de la madera pudiste escuchar un ruido de cristales y un gemido ahogado de terror que se alejaba.

Sin perder un instante el anticuario trató de abrir la puerta sin éxito, esta permanecía cerrada como le había dicho a Anne que hiciera, preocupado por lo que pudiera sucederle a su compañera se vio obligado a tratar de abrirla por la fuerza. Sin soltar el pomo dio un paso hacia atrás, sujetó la escopeta con su mano izquierda y lanzó todo el peso de su cuerpo contra la puerta. Ésta resistió el primer envite, pese a las quejas de los goznes y el sonido de la madera al ser golpeada. Joss sintió también el impacto, pero más aun su primer fracaso. - ¡Anne!, ¿puedes escucharme?- Daba igual que le escucharan, quien se encontrase en el interior ya habría notado su presencia e intento de entrar, de manera que volvió a la carga. Mano bien aferrada al pomo, un paso atrás y un nuevo empellón con el hombro contra la hoja de la puerta...

El primer golpe contra la madera debería de haber sido suficiente para derribarla pero por alguna extraña razón se había mantenido en su lugar, desafiante. Agarraste con fuerza el pomo y lanzaste todo el peso contra la hoja de madera. El crujido al astillarse la cerradura te indicó que habías logrado tu objetivo y te hizo reaccionar con rapidez, abriendo la puerta de par en par.

La cocina se encontraba en desorden en clara acusación de un forcejeo reciente. Restos de la tetera y del agua hirviendo que esta contenía se encontraban esparcidos por el suelo. Sobre la mesa, clavado con fuerza, un cuchillo de cocina con sangre fresca aun temblaba ligeramente. La ventana se encontraba abierta y corriste hasta la misma con la esperanza de encontrar a Anne. Tus ojos se apresuraron a recorrer la calle principal que se abría ante ti. En la calzada, un hombre agarraba con fuerza el cuerpo inerte de tu amiga y lo introducía en un magnífico coche granate. No sabrías decir cómo habían logrado llegar hasta allí, sin escaleras, desde un segundo piso, en apenas un instante, pero estaban completamente fuera de tu alcance. En el asiento del copiloto un hombre se aferraba con fuerza el vientre. Levantó la mirada e hizo un gesto con su mano, como si te apuntara con un arma y disparar. Su rostro se iluminó con una sonrisa mientras el vehículo se alejaba por la calle.

Nieman logró descolgar la puerta y entrar el la cocina, los claros signos de lucha pasaron prácticamente desapercibidos para el anticuario que al no ver a Anne se dirigió sin dudar a la ventana. Allí permaneció durante un largo rato, en estado de shock, asomado a la semioscuridad de la calle, donde las mortecinas luces arrancaban lúgubres sombras y los ecos de los pasos lejanos llegaban distorsionados.

La mente de Joss apenas si daba crédito a lo sucedido, otros quizás hubieran gritado, corrido tras los captores o avisado a la policía inmediatamente, pero él se había quedado petrificado, sin sentir el frío nocturno, únicamente tratando de despertar de aquella pesadilla que había sido su vida desde que recibiera la visita de la señorita Elisabeth Staunton. Finalmente el ruido de la puerta al terminar de descolgarse de sus goznes sacó al caballero de su ensimismamiento de manera drástica, sorprendido se volvió empuñando aun su escopeta y apuntándola contra la nada. Debía hacer algo.

Dejó la escopeta apoyada en la cocina, cogió su gabardina, ahora que la adrenalina se agotaba dejando paso al cansancio, el frío se hizo mucho más palpable. Con paso firme y rápido salió de la casa dejando en el pasillo el reguero de sangre aun fresca, cuidándose de no pisar esta y cerrando la puerta tras de si.

La policía se mostró comprensiva, un agente acompaño al anticuario hasta el piso y tomo nota, el resto de la noche la paso hablando con los policías, asegurándoles que no conocía a aquellos tipos, describiendo lo que vio y demostrando que no tenía ningún enemigo que tuvieran algo contra él. Finalmente pudo coger algo de su ropa e irse hasta la casa de sus padres con el único e inútil consuelo de que las autoridades se encargarían del secuestro y su promesa de que descubrirían donde estaba Anne.