Partida Rol por web

Tal como se deshace el terrón del suelo en tus manos, notas un desagradable tacto de algo que había dentro de él e, inconscientemente lo dejas caer. Al bajar la vista, notas que, sobre la losa que había a tus pies, se retuerce una pequeña lobriz, con un vientre abultado y de un color aguamarina enfermizo.

Comienza a reptar por la superficie inclinada de la piedra (que curiosamente no es una lápida, sino que se encuentra un una posición más horizontal), llena de verdín y musgo.

Ves que Liz no está prestando mucha atención a la investigación, pues su mirada no deja de ir hacia el tonel de la puerta trasera, así que decides empezar a buscar entre las lápidas.

Un rápido vistazo a los nombres te permite buscar aquellos que tengan relación con el apellido McBain o Drake, encontrando los siguientes:

Mortimer Drake (1879-1910)

Howard McBain (1779-1828)

Emma McBain (1781-1826)

Trataba de concentrarme, pero no podía, inevitablemente mi mirada se desviaba una y otra vez hacia la puerta junto a la cual estaba el tonel con el bicho ese. Pero también miraba la casa, buscando un lugar por el cual, fuese ahora o más tarde, nos pudiésemos colar al interior de la casa sin necesidad de tener que acercarnos a ese tonel...

Seguí caminando bastante descuidada, nada propio en mí, en especial porque estábamos en un cementerio y, si observaba con detenimiento, quizás podría encontrar algo que estuviese oculto a los ojos de los demás. ¿No es eso acaso lo que hace un arqueólogo? Sin duda que sí, pero yo en ese minuto era todo, menos una profesional de la arqueología. ¡¡Vergonzoso!!

E igualmente vergonzoso resultó ser el momento en el que, por estar mi cabeza divagando en quién sabe dónde, di un paso en falso y caí de bruces, perdiendo mis anteojos de paso.

Me puse de pie rápidamente y me sacudí tanto la ropa como la cara, con toda la dignidad que tan bochornoso accidente me permitía. Me agaché a recoger mis gafas, las limpié y volví a colocármelas.

-¿Y bien? -pregunté a Raymond mirándole con cara de "Como me hagas una sola broma por ésto, te mato"- ¿Ha encontrado algo de interés?

Movimientos espasmódicos, inconstantes, zigzagueantes. Es asqueroso verlo, pero interesante a la vez. El color del gusano me atrae sobremanera... algo extraño pues no había visto algo similar. Tal vez el suelo o lo que esté debajo... tal vez algo que pueda decirme más cosas.

Tomo un pañuelo de mi bolsillo y atrapo el pequeño animal. Lo miro nuevamente antes de encerrarlo en la tela lo suficiente como para que no salga, y regreso el pañuelo al saco.

Mis ojos recorren lo que parecería ser una lápida... aunque no, es otra cosa. Leo los nombres una y otra vez... "¿quién es Mortimer Drake?", pienso. Definitivamente, he obtenido más dudas que respuestas.

Reparo en Elizabetha justo a tiempo para verla caer. Mi cuerpo amaga, involuntariamente, como tratando de ir a ayudarle; pero ella es fuerte y se levanta de inmediato... Me observa, tal vez inquisidoramente, y habla.

"- ¿Se encuentra bien?- pregunto-. Lo único que he encontrado es esto... no parece una lápida, aunque no puedo asegurar qué es. Es probable que usted pueda ayudarme, no sólo con mi duda sobre la lápida, sino con los nombres que en ella se encuentran y que puede que le resulten familiares- agrego".

Me acerco al lugar que me señala Raymond esta vez teniendo cuidado de fijarme por dónde es que piso.

-Mortimer Drake... Howard McBain... Emma McBain...

Parpadeo, esos nombres.

-¡¡Dios, recién me doy cuenta que jamás le pregunté a Edward cómo era que se llamaban sus padres!! -exclamé sintiendo que, siendo tan amiga suya como era, jamás reparé en ese detalle-... Pero no, por las fechas es imposible que sean sus padres, ni siquiera sus abuelos. Han de ser sus bisabuelos o tatarabuelos... Mortimer Drake... Su nombre no me suena de nada. Me pregunto qué clase de relación pudo tener con los McBain para estar enterrado en su cementerio, además es el más joven, treinta y un años nada más tenía cuando murió. ¿No le parece extraño?

Intento hacer memoria, recordar si Edward alguna vez mencionó el nombre de Mortimer Drake cuando conversábamos, pero sobre todo si alguna vez mencionó a alguno de sus parientes, en especial a los que figuraban en esas lápidas.

Hummm, ahora pareces recordar... El tío de Edward Drake se llamaba Hugh, Hugh McBain. Crees que se trataba del hermano de su madre. Seguramente estuviese soltero, pues al morir la casa fue a parar a su sobrino.

-¡Qué enrevesado es todo ésto! -exclamé un tanto confundida- Edward se apellida Drake McBain -comencé a decir dubitativa en principio-, los Drake que hay aquí enterrados deben ser sus bisabuelos cuando menos. Vale, la casa él la heredó de su tío materno, quien al no tener hijos se la dejó a él. Hasta ahí vamos bien y tiene lógica que aquí estén enterrados unos McBain... ¿Pero desde cuándo las familias Drake y McBain están emparentadas entonces? Porque para que Mortimer Drake esté enterrado en el cementerio familiar, que hasta donde entiendo es éste lugar, es porque emparentado tenía que estar. ¿Cuál es el real parentesco que tiene con Edward? Mortimer Drake murió hace exactos 14 años, entonces... ¿Será el padre, un tío... un hermano mayor? Aunque lo del hermano yo lo descarto porque sino la casa sería de él y no de Edward... ¡¡Dios, que lío!!... No me aclaro en nada y mientras más vueltas le doy de más preguntas me lleno.

Rasco mi barbilla, pensativo, tratando de hilvanar unas cuerdas que parecen estar hechos de materiales distintos. Tal vez sea el reciente enfrentamiento con esa cosa... tal vez pueda ser el cansancio acumulado. De cualquier modo, no puedo lograr obtener una conexión lógica de todo esto.

Miro a Elizabetha mientras habla constantemente. Parece haber recordado algo, aunque su información sigue sin llenar los espacios vacíos que quedan en mi mente.

"- Posiblemente sea su padre, señorita Durand. No hay que descartar eso- le contesto-. Sin embargo, si aquí se encuentra enterrado él, ¿dónde han enterrado a su madre?... Con respecto a su edad, no me sorprende una muerte temprana. De donde vengo, solíamos ver mujeres, niños y hombres sin poder llegar a la flor de su vida- agrego".

Meto la mano en el bolsillo para tomar un cigarro y me percato del pañuelo que envuelve al gusano. Las palabras de Dark regresan a mi mente, aquellas que profirió cuando nos encontramos por vez primera en su casa... "Una excavación donde han descubierto un extraño gusano...", pienso.

"- Señorita, no creo que esto vaya a ser de su agrado... pero debemos dar rienda suelta a su profesión ahora mismo. No podremos obtener nada en claro hasta que los mismos muertos nos digan lo necesario. Aquí, supuestamente, su amigo realizó una excavación... sería extraño pero no imposible, entonces, pensar que haya podido dejar algo que nos de pistas sobre su paradero- expreso".

Observo la generalidad del cementerio, tratando de ver zonas donde la tierra se encuentra más movida, o donde aún no se hayan tapado los trabajos que han hecho. A su vez, muevo mis ojos tratando de encontrar algún instrumento que pueda ayudarnos.

"- ¿Y, señorita Durand... qué me dice?- le consulto finalmente".

Tras un vistazo rápido, no ves nada que pudiese servir para cavar o algo parecido. El único apero cerca son los rastrillos que utilizáisteis para enfrentaros al tentáculo. Quizá dentro de la casa haya algo más.

-Por supuesto que no descarto que sea el padre, sin embargo tengo vacíos con las fechas. Verá, Edward heredó la casa de su tío, aunque no tengo claro hace cuánto de eso... Sí... bueno, si la heredó hace catorce o quince años bien puede ser que al morir su padre decidiera enterrarle en su casa...

Observo a mi alrededor, Raymond ha dado en el clavo, me va a tocar meter las manos en el barro.

-¿Qué le digo?... ¡Manos a la obra!

Eli, tras sacar una pequeña espátula de arqueología, se arrodilla y comienza a cavar en el húmedo suelo. Sus dedos empiezan a llenarse de la tierra apartada, mientras que el sonido de cada palada resuena con un eco inquietante en todo el pequeño cementerio.

Súbitamente, un clonk estridente rompe el ritmo de trabajo, comprobando que la espátula, forzada por un trabajo para el cual no está hecha, se ha doblado hasta su límite, partiéndose en dos y, con uno de sus bordes mellados, abriendo un fino y desigual corte en el borde exterior de la mano de la chica, que comienza a gotear un ligero flujo de sangre laminar.

Las gotas caen sobre la tierra removida, pudiéndose comprobar con estupor cómo un pequeño grupo de los gordos gusanos se apresura en amontonarse sobre el pequeño charco de sangre.

Afanada estaba en mi labor, en cuclillas, removiendo la tierra con el cuidado necesario para no estropear un posible hallazgo, pero la enclenque espátula se rompió, cosa nada extraña teniendo en cuenta que la sometía a un trabajo para el que no estaba hecha. Me produje un corte, algo tan frecuente en mi oficio como el terminar comiendo tierra, pero...

Me puse de pie para sacar el pañuelo que llevaba en mi bolsillo cuando noto, más que sorprendida, que los aparentemente inofensivos y comunes gusanos que había en esa tierra, se lanzaban cual jauría de leones hambrientos hacia la sangre (¡Mi sangre!) que había escurrido de la mano al suelo.

-Pero... pero... Bueno, ya estuvo ¿no? -me puse el pañuelo sobre la herida, enjugándome la sangre con éste.

Había retrocedido un par de pasos, pero no apartaba mi mirada de los gusanos esos, con el ceño fruncido.

-Primero ese pulpo, calamar o lo que sea del barril -dije apuntando hacia el barril con la mano- ¿Y ahora ésto? -señalaba la tierra, claro está- Gusanos chupa sangre, habráse visto. Estamos frente a un increíble descubrimiento y así como a las sanguijuelas se les ha dado un uso medicinal bien podría dárselo a los gusanos éstos... Eso o estamos ad-portas del Apocalipsis... Y siendo sincera prefiero la primera opción.

Me presioné la herida intentando que la sangre que manaba de ella dejara de hacerlo. Lo conseguí y el otrora blanco pañuelo que me había sacado del bolsillo se hallaba ahora teñido de rojo. Hice morritos, pensando, observando el pañuelo y luego la tierra.

-Si tuviera un frasco... Seguro que uso el pañuelo como cebo van derechitos a él y puedo atrapar más de uno... Sí, porque yo esos gusanos a mano desnuda no los tomo ni aunque me paguen...

Sonrío ante la respuesta que me da Elizabetha. "Enérgica... eso es... una mujer enérgica", pienso. La veo sacar la pequeña pala y trabajar hasta que la misma no puede resistir la labor. Por suerte ella tenía algo con qué trabajar, puesto que en el lugar nada había salvo los rastrillos.

Su mano, lastimada, atrae tanto la atención de los gusanos como la mía. Ante su herida reacciono como si fuese la misma Roberta la que se hubiese lastimado, pero mi preocupación se dirige al suelo de inmediato.

Los gusanos, aquellos iguales al que ahora tengo en mi bolsillo, parecen deleitarse frente a un manjar. "Esto... es... interesante". Algo parece mover los engranajes de mi cabeza. "El cuerpo del muchacho... ¿el borracho lo habrá visto ensangrentado?... Estos animales podrían ser recipientes para un Aquelarre, elementos para guardar el néctar a emplear en sus... actos", pienso y continúo pensando. Pero todo parece muy ilógico, extraño. Por qué conectar esto, qué sentido tendría.

Abro y cierro los ojos repetidas veces y me dirijo hacia mi compañera.

"- Vamos señorita Durand, aquí no encontrará nada. Será mejor que probemos suerte dentro de la casa y, tal vez, allí pueda encontrar algún frasco. Por lo pronto, guardo uno de esos animales en un pañuelo, en mi bolsillo... tal vez le sirva".

Le ayudo a pararse y miro en dirección a la casa dando uno, dos pasos. Luego la miro nuevamente.

"- Discúlpeme... primero el ataque de ese... pulpo, ahora esto- mencionó con voz queda-. No soy muy bueno protegiendo a la gente- agrego y bajo la vista, al tiempo que llevo un cigarro a mi boca y lo enciendo-. Será mejor que veamos que nos aguarda la casa".

-¿Qué nos aguarda la casa?... ¿Estás de broma, cierto? -no sabía si estar asombrada, alegre o definitivamente molesta- Vamos a ver, primero te digo que sigamos buscando el modo de entrar a la casa y me dices que no, no y no, que no es seguro, que esperemos a los demás y ya no recuerdo qué más -a medida que hablaba el cabreo ganaba terreno y hacía que lo tuteara sin ningún reparo-. Vale, fue no, pero ahora vienes y me dices que volvamos a la casa para ver qué nos aguarda... ¡Ja!... Si es que luego somos nosotras las que no tenemos quién nos entienda cuando resulta que ustedes son infinitamente peores...

Pongo los brazos en jarras, mirando a Ray con el ceño fruncido, pero mi expresión se suaviza, quiéralo o no, al ver que él estaba realmente afligido por mí, mejor dicho por no haber podido protegerme.

-Bueno, venga -le hablé con más suavidad-, cambie la cara detective, lo de mi brazo y el corte éste no han sido culpa suya ni nada. ¿O qué, ahora me va a decir que es clarividente y que sabía lo que me iba a pasar? -negué con la cabeza- Fui descuidada y éstas son las consecuencias, no hay más que eso.

"- No, no soy vidente... pero igualmente debería anticiparme a tales hechos. Así me siento más seguro... toda relación causal conecta lo diferentes eslabones de la cadena hasta tal punto que le permiten a uno divisar lo que se aproxima... es la mejor forma de anticiparse a lo que viene... es la forma que me gusta- contesto a mi compañera y muevo mi ceja un poco, mostrando una cierta mirada altanera-. Y con respecto a lo de la casa, pues, al acercarnos había aparcada una camioneta con vigías en ella... personas que con seguridad no eran policías. Eso también es anticiparse. Si hubiésemos entrado inicialmente a la casa nos tendríamos que haber enfrentado con esos matones... eso es seguro. Esa situación nos ponía en una única posición: encontrar un acceso a este lugar a través de alguna casa aledaña, cosa que hicimos, y verificar inicialmente el patio y el cementerio... desde esta posición, es posible que podamos colarnos en la casa por una entrada que no sea vista por aquellos hombres- le expreso, hablando cada vez más a prisa-. Sin embargo, también podría esperarnos alguien adentro... es posible que los que estaban en esa camioneta sean lo que se denomina campanas, personas que avisan inmediatamente a los que están inmiscuidos en el acto delictivo mediante algún estruendoso ruido y, de esa manera, hacer que se mantengan en guardia- agrego".

Doy una pitada tras otra al cigarro y, sin darme cuenta, ya lo he acabado. Lo lanzo al suelo y apoyo la punta de mi zapato sobre él, girando luego mi pierna para hacer que se apague.

"- Bueno, que me dice entonces... ¿vamos a la casa o esperamos a que los otros dos lleguen?- le pregunto a Elizabetha-. De cualquier manera, este lugar no deja de ser peligroso estemos donde estemos".