Partida Rol por web

El símbolo le resultó extraño a Saelh. ¿Podía ser el emblema de alguna de las casas de los Elfos? ¿De los noldor, quizás?

El grupo marchaba silencioso hacia el interior, con Saelh a la cabeza, Daebeg cerrando y Karel y Annienor en el centro. Nada reseñable ocurrió, aparte de que la opresiva sensación de silencio parecía más intensa a cada paso, hasta que Saelh encontró la roca tallada.

-Sí, amigo, parece uno de los escudos heráldicos de los Eldar... -dijo, mirando sobre el hombro de Saelh cuando llegaron a su altura.

──¿Un símbolo tal así, al abierto? ──Miró alrededor. Torció el gesto. ──Me extraña que por aquí se llegue a ningún sitio que sea sano y cómodo. Recordemos que es tierra conquistada por el enemigo. ¿Por qué no lo han profanado?

Tras analizar el símbolo, sabéis que es un símbolo de los Noldor. Estáis seguros de que pertenece a algunos de los seguidores de Feänor y sus hijos 

Annienor se encogió de hombros en el silencio general.

-Aquí llegaron los Noldor de la casa de Feänor tras sus crímenes en Tol Eressëa, y aquí lucharon con el enemigo las huestes de Fingolfin a su llegada a Endor, pero no atino a saber a qué casa o linaje pertenece este emblema. Tal vez no sea lo más relevante; es, quizás, una señal de que vamos por buen camino...

Levantó los ojos hacia las montañas de Ered Lómin, que se levantaban sombrías ante ellos, y señaló el camino, casi desvanecido, que seguían. ¿Se dirigíría hacia las montañas? ¿Era allí donde debían buscar?*

──Sigamos entonces. Puede que el enemigo tenga más cosas que hacer que dedicarse a los detalles nimios.

Aunque el odio que sentía por los Noldor era intenso e imperecedero como solo puede ser el odio de uno de los Poderes que rigen Arda, estaba seguro, e imaginaba un odio propio de canciones: dedicado, detallista y profundo, donde cada cosa tenía un significado.

Saehl asintió ante las palabras de sus compañeros. Él era solo un Edain y lo cierto es que siempre que se encontraba frente a uno de los Noldor su majestad le imponía. Lo cierto es que, tratándose de Elfos, prefería la compañía de un falathrim amable como Annienor o incluso un laiquendi como Daebeg, sombrío en ocasiones, pero buen camarada y compañero.

Me acerqué despacio e inspeccioné el emblema. Era de procedencia elfa, eso seguro, dado su intrincado diseño. Miré en lontananza, hacia las montañas.

-"Parece que nos señala el camino que tomaron los Noldor hacia las montañas. Seguramente encontremos más emblemas como este según avancemos. Tenemos que andar deprisa y llegar cuanto antes a las faldas de las estribaciones. Ahora somos fácilmente visibles desde muchos kilómetros en la distancia. En esta llanura no hay ni un solo sitio para ocultarse."

Miré a mis compañeros y seguí avanzando, mirando fijamente hacia las cumbres que se veían a unas horas de ardua caminata. Después de los últimos días navegando, echaba en falta el contacto con la piedra.

Se acuclilló, viendo cómo sus compañeros se adelantaban. Suspiró, mirando aquel símbolo. Cuando estuvieron a suficiente distancia, sigiloso, sin que una piedra se moviera de su sitio a su paso, les siguió, limpiando sus huellas con un cepillo. Las limpiaba con mimo, dejando siempre parte de ellas, pero de manera que parecían otra cosa que huellas. Con cierto arte, como todo lo que hacían los elfos: poniendo en ello su vida. Pero remoto, porque vivía varias lineas temporales a la vez, y eran sus primeras incursiones en el pasado o en el futuro, tan joven como era, y comenzaba a comprender siquiera un poco.

Tras horas de caminata, con las montañas cada vez más cerca, entráis en un desfiladero profundo que termina abruptamente en una pared de piedra por donde cae un salto de agua que se precipita en una pequeña poza. El camino no continúa hacia ninguna parte y los pilares acaban aquí. No hay vegetación y no suena más que el bramido del viento como trompas en mitad del silencioso páramo.

Por fin habíamos llegado al final del camino. Ante nosotros, ocultas a la vista de ojos indiscretos, estaban las cuevas donde hallaríamos el objeto que habíamos venido a buscar. Todo este viaje era para hallarlo y llevarlo de vuelta a los grandes señores de los elfos de la Isla de Balar.

-"Bien, aquí estamos. Próximos al lugar donde desembarcó el rey de los Noldor y quemó los barcos de los Teleri. Donde suena el grito agónico de Morgoth. Entre un hueco en las montañas, donde suena la voz de Unien." Digo, señalando el salto de agua del riachuelo y encaminándome hacia la poza que formaba.

-"Ahora hay que encontrar la entrada a esas cuevas que comentó Daebeg. Y no será tarea fácil, desde luego. Separémonos un poco y revisemos el lugar."

Probablemente el Enano tuviera más sencillo encontrar algún tipo de puerta oculta, o incluso puede ser que los Elfos encontraran algo si estaba hecho por un pariente, aunque fueran lejanos, como los Noldor... pero eso no evitó que Saelh pusiera todo su empeño en tratar de dar con la puerta secreta, explorando tanto la pared de piedra como incluso el agua de la poza, por si se vislumbrara alguna oquedad sumergida que pudiera ser la entrada escondida.

Daebeg, en cambio, se entregó a vigilar por la seguridad de sus compañeros, pues esa tarea quedaba a los que se encargaban de la retaguardia. Así que acabó de borrar todas las huellas que pudo y se buscó un escondite en un lugar tranquilo, desde el que se tuviera buena vista, para vigilar como un halcón.

"Bien, aquí estamos. Próximos al lugar donde desembarcó el rey de los Noldor y quemó los barcos de los Teleri. Donde suena el grito agónico de Morgoth. Entre un hueco en las montañas, donde suena la voz de Unien."

Annienor asintió lentamente y, mientras Karel hablaba, miraba alrededor, examinando la zona. Todos los elementos parecían estar presentes. Ahora sería cuestión de dar con el escondite. Sin embargo, sentía que les faltaba algo por saber...

Con toda la precaución del mundo acompañó a Saelh; eran muchas las leyendas de cuevas ocultas detrás de cascadas, pobladas por espíritus faéricos y repletas de tesoros ocultos. Se sintió un poco ridículo buscando, pero puso todo su empeño en ello, y en cualquier otra señal dejada por elfos, enanos, hombres o incluso por los discípulos de Morgoth.

Mientras Daebeg borraba rastros de vuestro paso y se centraba en vigilar, todo de forma muy eficiente. Vuestra búsqueda parecía infructuosa hasta que os disteis cuenta de que los pasos conducían a la cascada y bajo la misma había un pasadizo estrecho y pequeño que parecía introducirse dentro de la montaña.

Saelh observó la entrada a la cueva, oculta tras la cascada. Después, miró a sus compañeros, mientras extraía de su mochila una antorcha y comenzaba a encenderla. - Tal parece, amigos míos, que hemos encontrado la entrada oculta donde se esconde el objeto de nuestra misión. No flaqueemos cuando estamos tan cerca del objetivo.

──No parece tan difícil. Tened cuidado, podría haber algún problema, o ser una entrada falsa, o tener trampas.

Tenía un pensamiento retorcido, Daebeg. Piensa el ladrón que todos son de su condición, dicen: probablemente tuviera bastante malicia en su interior, el elfo. ¡Por los poderes! ¡Eso lo había hecho un Noldo en la cima de su saber y en medio de la tragedia! No podía ser tan fácil como mirar un dibujo en un escudo.

No tardamos mucho en encontrar la entrada al subterráneo y eso me inquietó. ¿Sería tan fácil llegar hasta el poderoso artefacto que habíamos venido a buscar? Estaba seguro de que no sería así. Algún peligro guardaría el preciado cuerno élfico.

-"Bien amigos, me adelantaré un pequeño trecho para asegurarme de que no hay peligro. La luz de la antorcha puede delatarnos. Cuando os haga una señal, avanzad."

Me ajusté las cosas y avancé hacia la entrada. Con cuidado y sigilo desaparecí en la oscuridad, observando todo con mucho detenimiento.

Registras en busca de trampas, pero parece que no hay nada, el camino esta despejado y al fondo de la cueva se vislumbra una pared. No puedes decir más sin acercarte.

En efecto, como en los buenos cuentos de hadas, había una cavidad tras la cascada. Nada absurdo, pues bienconocidas eran esas formaciones; y sin embargo, Annienor se contagió de la desconfianza de sus compañeros y penetró con mil cuidados, armas en ristre, tras los pasos de Saelh y Karel, siguiendo sus instrucciones...