Partida Rol por web

──Es ir o que maese Drûm, que su barba siempre crezca bien rizada, intente algo como especialista en mecanismos de este tipo. No sería poco renombre poder decir que has burlado la habilidad de los Noldor, ¿verdad, amigo?

Quedaba claro que a Daebeg los Noldor no le inspiraban excesivo cariño.

Saelh se sorprendió al ver lo que implicaban las palabras de Daebeg. El anillo que les habían entregado lo llevaba Ehödil y ahora, la heredad de la casa de Fëanor yacía enterrada junto al cuerpo del guerrero. Qué broma del destino, qué funesto presagio para su misión. El montaraz sintió que las fuerzas lo abandonaban, cuando el peso del fallo cometido le aplastó como una losa.

Mirando al suelo, no supo qué decir. Tanto esfuerzo, tantos días de duro trabajo y tanta muerte... para encontrarse atrapados tan cerca de uno de los objetivos de la misión.

Escuchó las palabras de Daebeg, dirigidas a Maese Drûm, pero ni siquiera entonces levantó la mirada del suelo, tal era el desconsuelo que lo atenazaba.

Karel examinó la cerradura con ojo atento, consideró que podría hacer algo al respecto y decidió usar sus conocimientos en mecanismos enanos para afrontar el problema que se les presentaba. Busco unas gavillas de hierro, clavos y una pequeña navaja que llevaba y empezó a manipular el cierre con mucho cuidado.

Creo...Creo que lo tengo- Dijo al introducir un clavo herrumbroso en uno de los puntos de presión. Solo falta que mueva esto y... ¡Clic! El cierre saltó. 

El Khazad empujó la pared levemente y la puerta corrió hacía el interior de forma perfecta, sin fricciones, ni chirridos. Se notaba la mano experta de artesanos enanos y elfos en este mecanismo ingenioso.

Aprisa, entremos. 

──No obstante, ──murmuró Daebeg, ──habrá que recuperar ese anillo.

No despreciaba tanto a los Noldor como para ser en extremo cruel, aunque la afectación, el cariño que sentían por las obras de sus manos y su mente se le antojaba en exceso temeraria e infantil.

──Vamos, dentro todos.

Borró el resto de las huellas y, cuando hubo entrado el último, no cerró del todo la puerta, sino que dejó una rendija casi imperceptible, de modo que casi ni se notara fuera, pero él pudiera espiar lo que ocurría en la sala del trono. Y ahí se quedó vigilando cuando llegara el enemigo.

Cuando Karel pasó a su lado hizo una pequeña reverencia. -Mis respetos, maese Drûm. Todo lo que se dice sobre la habilidad de los naugrim es poco.

Palmeó el hombro de Saelh. El edain, con su comedimiento, su sensatez y su agudeza, se había ganado también el respeto de Annienor. -Veamos qué nos encontramos.

El montaraz al principio levantó la vista al ver trabajar al enano. Después, quedó estupefacto al ver que Maese Drûm... ¡lo lograba! Había abierto la puerta usando sus artes enanas, que Saelh consideraba ahora poco menos que milagrosas.

- ¡Bravo, amigo mío! - dijo, al pasar junto al Naugrim y entrar en la cámara secreta. 

Tenían que encontrar el objeto que les habían enviado a encontrar. Ojalá no estuviera demasiado oculto.

Aunque habían logrado acceder a la sala, Saelh estuvo alerta. Había oído hablar de cámaras del tesoro protegidas por trampas. Ojalá esta no fuera una de ellas.

Os adentráis en un tramo de escaleras de unos quince metros. Saelh va explorando en busca de trampas, pero parece que los Noldor en su arrogancia pensaron que su reino estaba bastante protegido. Al descender el último escalón, llegáis a una amplia sala ovalada, oscura y en penumbra. Se distingue que tiene un pasadizo que parece conducir al exterior.

Esta sala parece estar llena de objetos, pero la oscuridad no permite identificarlos claramente, los enanos y los elfos consiguen ver tenuemente una armería, faltan algunas armas y armaduras, pero sigue estando bien surtida. Hay cofres pegados en las paredes y un pequeño soporte en el centro con un busto del Rey Felagund y un yelmo plateado. El objeto que buscáis estará en algún lado de la sala y ahora es el momento de buscarlo.

Los orcos no parecen dispuestos a subir arriba, estás bastante seguro de que la puerta no la descubrirán a menos que inspecciones detenidamente la pared. Sin embargo, por el alboroto que se escucha abajo, parece que será imposible volver a salir por este camino.

El montaraz empezó a buscar por la sala el objetivo de esta parte de su misión: la ubicación del cuerno de Menellëna. Se supone que debía estar en Lammoth y que su escondite les sería revelado en esta sala. ¿Sería un pergamino? ¿Un mapa? Había bastantes cofres en esta cámara, y Saelh comenzó a buscar en ellos, sin olvidarse de que Annienor había caído en una trampa abriendo uno anteriormente.

Antes se sentía la sutil frescura del aire que la levísima claridad de la luz que penetraban por el pasadizo que daba al exterior. Annienor caminó ligero junto a una panoplia de armas hasta el busto de Finrod Felagund. Miró de frente su rostro, finamente esculpido, escrutándolo. Era el rostro de un rey de los altos elfos. Admiró el yelmo, observando detenidamente la artesanía de aquella pieza única.

Rodeó lentamente el pedestal que sostenía la efigie, pasando una mano delicadamente por la superficie. Parecía revisarla con los dedos, buscando alteraciones, trazos, señales. Intento vislumbrar el techo de la estancia, anhelando ver un mapa que les sirviera de rosa de los vientos para orientarse en su búsqueda. Revisó el suelo con los pies. Buscaba, en fin, un secreto.

Karel se fascinó por los tesoros encontrados, había armas y armaduras para proteger a los príncipes y reyes de los elfos. Se sentía el enorme poder atesorado en la cámara. Empezó a buscar posibles arcones donde pudieran estar planos y tesoros similares.

Mirad- Dijo levantando un libro de hechura delicada- Es un inventario de la cámara, están todos los tesoros y su uso.

Ojeaba el libro con curiosidad, y miraba a su alrededor.

Esta sala, está llena de tesoros traídos de antes de la sombra. Dijo en tono de asombro... Aquí... debería estar... pero no lo encuentro...

No era muy aficionado a leer libros, por lo que Saelh se concentró en buscar por la sala algún tipo de referencia a lo que habían venido a buscar. Quizá un plano, un pergamino... cualquier cosa que fuera útil. 

Los señores de Nargothrond habían dejado todo perfectamente ordenado. Siendo minucioso, debería poder encontrar algo entre los grupos de armaduras, armas y otros objetos de la sala

Buscabas en una montaña de objetos, hasta que uno te llamó la atención, parecía una gema corriente pero estaba montada sobre una placa de mithril y lo más curioso es que grabado sobre la misma aparecían las naves de los Teleri y los silmarili sobre el cielo, y la tierra firme que se abría ante ellos parecía Lammoth y la gema reposaba sobre un hueco entre las montañas. Detrás había un grabado en caracteres feanorianos que no podías entender.

- Amigos. - dijo Saelh, dirigiéndose a sus compañeros. - Mirad esto.

El montaraz les muestra a los elfos y al enano una placa de mithril en la que un desconocido artesano ha realizado una serie de grabados: se puede ver unos barcos élficos, puede que de los teleri, y lo que parecen ser los silmarili sobre el cielo. Y las naves parecen atracar en un lugar semejante a Lammoth. Lo más interesante es una gema, montada sobre la placa... reposando en un hueco sobre las montañas.

Saelh miró a sus compañeros con una excitación impropia del montaraz, que solía ser callado y no acostumbraba a expresar de forma vehemente sus pensamientos o sentimientos. - ¿Podría ser este el mapa? ¿Señalará la gema la ubicación del Cuerno?

Poco sabía él de mapas y cosas así. Esperó a que alguien más conocedor dijera pero, entretanto, preguntó: ──¿Hay cosas interesantes?

Y también, en tanto que espiaba por la ligerísima rendija que había dejado: ──no vamos a poder salir otra vez por este lado. Id buscando una salida alternativa. El enemigo está aquí. No. No nos han descubierto, pero debemos olvidarnos de este salida.

Karel observó el escudo con interés. Miró el libro con interés.

Seguro que aquí viene algo. Le ofreció a Daebeg el libro Creo que será mejor que mires tú.

Y empezó a buscar entre las armas y armaduras allí depositadas, cosas que pudieran ser de utilidad al grupo con las que equiparse.

-Bien hecho, amigo -felicitó Annienor a Saelh, mientras estudiaba la placa de mithril junto a Karel, el propio Saelh y Daebeg, que se había acercado. El enano le ofreció el libro a este último, y el carpintero de barcos asintió satisfecho. Era quizás lo más valioso que podían llevarse de allí. Aparte, claro está, de algunos pertrechos.

Observó satisfecho cómo Karel comenzaba a buscar equipamiento y se unió a él. Tenían ante sí objeto de inaudita calidad y hermosura, dignos de leyenda. Buscó tres arcos de la mejor factura para él y los demás, además de todas las flechas que pensó que podrían cargar cómodamente. Luego se dirigió a los baúles que almacenaban ropajes, con la esperanza de encontrar alguna de aquellas maravillosas capas encantadas de los altos elfos que permitían a quienes las portaban pasar ante las mismas fauces de los más atroces dragones sin ser advertidos, o que infundían el terror más absoluto al enemigo. Por último, recogió también la caja de semillas y se la mostró a Daebeg; quizás el elfo de los bosques pudiera encontrarles algún valor oculto.

-Creo que podemos irnos por ahí -le dijo al entregarle la caja. Señaló un pasadizo que parecía conducir al exterior.

Volvió a echar un último vistazo a la placa de mithril y los grabados que parecían marcar el camino que debían emprender. Quiso grabarlo en su memoria, buscar las posibles rutas y anticipar lo que podrían encontrar en las remotas montañas de Lammoth, aparte del viento y el frío.

Le dio la vuelta a la placa de mithril.- Hay unas palabras escritas detrás. - Eran caracteres élficos que había visto alguna vez en pergaminos o grabados de los altos elfos. - No sé descifrarlas, parecen tengwar. ¿Alguno de vosotros las puede interpretar?

Annienor había encontrado arcos de buena factura y le ofrecía uno. Observó la longitud del arma, para ver si le resultaría cómodo usarla en lugar de su arco de madera de tejo.