Partida Rol por web

Se abren las puertas del granero y se puede ver en línea recta todo lo que está sucediendo hasta la casa en donde vive el doctor. Todos los que estabais aquí os podéis ver los unos a los otros. Podéis ver el drama que estáis viviendo.

En éste momento el cadáver de Raul ha atravesado una de las ventanas de la casa del doctor, detrás de él se puede ver al francés. Unos metros más adelante, fuera de la casa y corriendo hacia la granja se puede ver a Andy que corre temblando de miedo. El coche en el que van Warren y Joe arranca marcha atrás y también se dirige hacia el granero. Todo parece ser un caos.

Y dentro de la granja, al fondo en el quirófano, se puede ver al doctor con cara alucinada sosteniendo al bebé que está llorando y a Jose llorando sobre una Luisa que sigue sin reaccionar.

JODER! JODER! JODER! El puto FBI!

Joe grita en su interior desesperado.

Esto tiene pinta de ser una bastarda emboscada. Alguno de los extraños que le acompaña no es de fiar. Desde luego los chicanos no son la primera opción, aunque soplones los hay en todas las etnias. De todas maneras, dada la situación de la preñada y la más que probable ilegalidad de la situación legal de estos desgraciados, no son la primera opción.

El francés... Es una posibilidad, al igual que el puto doctor. Pero empiezo a decantarme por el Hombre-del-Maletín.

Todo eso pasa por la cabeza del matón mientras dirige a duras pena el coche (con el cadáver en el maletero) de vuelta al granero.

Andy cayó al suelo y rodó un poco. Se lastimó la rodillas, pero a duras penas se enteraba de esas cosas ahora mismo. Solo pensaba en ponerse a salvo, y su sentido común - o instinto de supervivencia - le hacía correr hacia los lugares a cubierto, que no pudieran ser vistos desde la ventana, aunque no podía saber si lo hacía suficientemente deprisa. La mochila colgaba a su espalda, dando bandazos, pero Andy dejaría su piel en el camino, antes que soltarla.

Jose se levanta con determinación, saca el revolver y agarra con la otra mano la bolsa con el fardo de farlopa, por el desgarrón que había en un costado mete la mano que empuña el arma de manera que no quede visible y con la mano ahí sale corriendo hacia el coche de Joe que ahora se dirige al granero.

A cada paso la rodilla le recuerda que correr ya no es lo suyo, pero el dolor no le importa.

El doctor Alfonso no era muy consciente de lo que estaba ocurriendo fuera del granero, ni lo que había ocurrido en la casa. No había podido ver como el cadáver de su sobrino Raul atravesaba la ventana. En ese momento únicamente se fijaba en Jose, que permanecía arrodillado junto a su mujer. El doctor, con el niño aún en brazos, da unos pasos hacia atrás, dirección a la puerta de salida del granero. No sabía si Jose le echaría la culpa de la muerte de su mujer (a pesar de haberle explicado que era culpa de Joe), ni de lo que era capaz de hacerle, pero no quería quedarse a comprobarlo.

Andy cayó al suelo como si hubiera trastabillado con algún obstáculo invisible golpeando con su rostro el ardiente suelo, formado a partes iguales por polvo y arena. Había sentido en la nalga derecha un intenso dolor, una especie de picotazo, de bocado, que incluso se irradió en forma de descarga eléctrica por todo su miembro inferior. El pobre muchacho se retorcía como un gusano por la tierra echándose mano a la herida que empezaba a brotar copiosamente.

En un segundo plano, alejado de todos los demás, en el agujero que Raúl había dejado en la ventana del piso de arriba, el frances asomaba su brazo estirado aún con la pistola en la mano. Su gesto no había cambiado un ápice. Estaba tan calmado, tan sereno, como se encontraba cuando llegó herido la noche anterior, cuando recibió a Joe y como cuando dirigió a los dos muchachos a la casa, llegando incluso a conversar con ellos. Uno ya había muerto. El segundo yacía en el suelo, incapaz de ponerse en pie, a merced de Ducroit. Nadie sabía que había pasado entre ellos para que aquel profesional hubiera pusto en el punto de mira a aquellos dos desgraciados, era como si hubiera perdido la razón, pero Victor sabía bien lo que hacía.

- Aaaaahhhh!- gritó Andy. No una vez, sino dos, mientras daba dos respingos a la vez, como si fuera un renacuajo fuera del agua dando saltitos para intentar llegar a su charca. No se había escuchado nada pero el francés había vuelto a accionar dos veces más el gatillo. A pesar de la distancia a la que se encontraba, aquellos que presenciaban el asesinato en directo pudieron ver como el francés se apartaba un poco de la ventana, algo más relajado, la relajación de un trabajo bien hecho.

Victor apunto al chico a través de la ventana. El instante se detiene, en el coche se encuentran Joe y Warren y en la granja pueden ver lo que está pasando Raul, su tío el buen doctor y el recién nacido hijo de Raul con su madre muerta al lado.

El martillo golpea la culata del arma y la bala sale a más velocidad que la del sonido. Sin embargo Andy sabe que el disparo se dirige hacia él. Sabe que va a morir y una piedra en el camino quiere que haga que tropiece haciéndose bastante daño en el tobillo pero rodando por el suelo y ...

La chapa del coche en el que están el viejo Joe y Warren con su maletín salta con pequeñas esquirlas una vez impacta la bala que iba hacia Andy sobre el capó. Andy rueda al lado del coche y entonces se escucha el disparo que ya ha dado en el lugar a donde iba. Se trata de un fallo por parte del que disparaba porque si no la cabeza del francés estaría desperdigada junto con la de sus víctimas. Una bala choca contra el alfeizar de la ventana en la que está Victor. Alguien está disparando sobre todos los que están en la granja.

Andy no podía creer lo que estaba pasando, ¡le estaban disparando! A juzgar por sus pobres percepciones sensoriales, no era el único en recibir tiros, así que la situación estaba muy lejos de ser controlable para el pobre chico. Se había salvado del disparo del francés de milagro, y todavía no se había dado cuenta ni de la mitad de lo que pasaba a su alrededor, pero sí sabía que quien dispara una vez para matar y no lo consigue, tiende a intentarlo de nuevo.

Habían detonaciones de armas en un lugar y en otro, y el desgraciado Andy, que sabía mucho de muchas cosas pero nada de la vida, decidió que quien disparaba al que le había disparado a él, sin duda debía ser su aliado. Era lógico. Cualquiera con algo de experiencia en las calles le podría haber explicado al chaval chicano el fallo en el razonamiento, pero lo que sí era cierto es que parecía tener mejores posibilidades enfrentándose a lo desconocido que quedándose donde estaba, o volviendo hacia la casa con el francés. Por eso, manteniendo la cabeza gacha para no ser un blanco fácil y buscando toda la cobertura posible, Andy decidió no desaprovechar su golpe de suerte y seguir vivo al menos un poco más. Corrió hacia la granja donde habían llevado a su hermana intentando pasar desapercibido pero manteniendo las manos en alto. Si se cruzaba con alguien armado, se rendiría y, seguramente, suplicaría ¿Cómo alguien podría disparar a un pobre diablo como el chaval de Andy cuando había otras personas intentando matarles?

Ante todo, por ahora, se esforzaba por no llorar. Si dejaba de ver y tropezaba, seguramente no se levantaría jamás.

Andy corre empapado en lágrimas hacia la granja. Como si de un milagro se tratara ninguna bala va dirigida a matarlo. Todos sabéis que hay alguien ahí fuera, esperando para mataros.

Joe mete la marcha atrás y pisa a fondo el acelerador. El coche levanta una enorme humareda que en parte sirve como cobertura ante fuera, pero aun así, tanto Joe como Warren pueden ver como saltan esquirlas metálicas del capó al ser impactadas por balas.
El coche se mete dentro de la granja en donde están todos exceptuando el francés, que se encuentra a cubierto en el otro edificio.