Partida Rol por web

Holloc aprovechó la confusión para ponerse en pie. La intervención de aquellas dos mujeres había sido providencial para que pudiera conservar la vida y seguir luchando. Algo que sin duda también les favorecía a ellas.

Holloc dio un pequeño paso a su izquierda por tal de dejar un mejor ángulo de visión al resto de sus compañeros y armado con sus dos estoques lanzó varios ataques contra aquel ser de pérfido corazón.

Logró asestar una estocada a su adversaria. Rozó la yugular pero con un último movimiento de la enfermera, la herida se produjo finalmente cerca de la clavícula. No obstante, iba a ser una fea herida de todos modos.

- ¡Qué no escape! - Holloc alzó la voz. Estaba decidido a tomar su venganza allí y ahora.

El bardo no se dio por vencido, en vez de eso persiguió a la mujer pasando al lado de Constanza y subiendo de un brinco a una de las mesas ignorando el cuerpo que yacía allí; una vez desde su posición elevada volvió a lanzar otro latigazo buscando los tobillos de la cambiaformas.

En cuánto sintió que el látigo tocaba la piel dio un fuerte tirón buscando tirarla al suelo.

- ¡Maravilloso! -exclamó el hechicero al ver que Holloc volvía a estar consciente- Por supuesto que esta vez no irá a ningún lado. Lo has oído fea criatura malvada, no vas a ninguna parte. Esta vez caerás ante nuestros ataques.

Acto seguido empezó a entonar unas palabras arcanas y miró a la doctora con satisfacción, sin embargo no sabía si su conjuro había hecho algún efecto.
 

Todos sus compañeros se le adelantaron. ¿Qué podía hacer?

"...!"

Lo que hizo fue rodear la mesa: tenía que ver lo que estaba sucediendo en el otro lado, difícil con richards, constanzas y auras de por medio. Una vez en el otro lado, encontrándose que la cosa había reptado hacia él, poniéndose delante de nuevo, tomando la iniciativa en atacar a la mujer con sus tentáculos, que no parecían estar encontrando el objetvi, la mujer esquivándolos sin problema, hasta que-

-¡No! ¡El wza'yei! ¡Olvida el sarx! ¡Céntrate en el wza´yei, lo comando!

Con un gorgoteo burbujeante (¿animado?) la criatura empezó a trazar arcos con sus tentáculos de forma diferente, esta vez encontrando que la mujer esquivaba para encontrar otros y arrancando jirones de cuero doppelganger con las micro púas que los tentáculos parecían tener en su parte interior. Fuera lo que fuera lo que había dicho el mestizo mientras contemplaba a la mujer, había tenido éxito.

Alguien se acababa de quedar sin una disculpa.

—Todas las curaciones para ti anciana—le replicó a Constanza con ironía mientras avanzaba hacia la cambiaformas.

Pero aun así, Aura no atacó sino que en lugar de eso puso su mano en el hombro de Holloc mientras recitaba otra pequeña oración a su deidad.

—Vim ducentis armatorum. Valet centum gladium.

Si esto servía para que esa asquerosa enfermera pasara al otro mundo no le importaba quedarse sin golpearla. Todo en esta vida tenía un precio.

La energía mágica se comienza a desprender de los dedos del pequeño hechicero al tiempo que Holloc acomete con un vigor renovado contra la monstruosa doctora. La criatura se defiende lo mejor que puede, pero acaba recibiendo un tajo en el muslo entre la lluvia de acero que son los estoques del guerrero.

—¡Pagarás caro por esto! —la doctora agarra con saña su puñal y lo dirige hacia Holloc. La hoja se hunde en su brazo, causándole una nueva herida.

Mientras tanto, el arqueólogo hace uso de sus talentos de profesión y chasquea su látigo con maestría tratando de asir la pierna de la doctora. Justo cuando parece que la tiene, la presa de su arma su afloja, quedando todo en una maniobra muy espectacular pero… sin resultados aparentes.

Constanza pone los ojos en blanco y se concentra durante un instante.

—¡Dale de una vez, maldita sea! —Richard siente un cosquilleo electrizante cuando la mano de la sacerdotisa le acaricia las botas sobre la mesa.

Aura y Theo toman posiciones. La sierva de Irori reza una rápida plegaria para infundir el espíritu del guerrero de energía divina, mientras que el mestizo comanda a su singular criatura que se lance a por la doctora. Una masa de tentáculos  envuelve la doctora, causándole una fea herido en el bazo en el que sostiene su daga.   

Holloc gimió de dolor tras aquella nueva herida provocada por la daga de la doctora cambiaformas. Con una energía renovada tras los hechizos curativos y las bendiciones lanzadas a su favor, decidió poner fin a aquel combate.

Empuñando con fe sus dos estoques lanzó sendas estocadas contra su enemiga. La primera de ellas fue gracilmente esquivada por su rival. Un nuevo intento fue desviado por la misma daga que acababa de cortarle en el brazo. Aquello tomó desprevenido a Holloc y su estoque acabó rodando por el suelo dejándole sin una de sus armas.

- ¡Mierda! - Refunfuñó ante su estrepitoso fallo.

—¡Anciana sigue curando!—le ordenó a Constanza al ver como volvían a herir a Holloc.

El momento que esperaba desde que se despertó y vio a la horrible enfermera torturando a Campre había llegado. No es que Aura fuera una heroína dispuesta a luchar por el indefenso, pero era una mujer con principios. Y esa cambiaformas merecía un castigo. Oía como Irori le gritaba que la castigara.

Así que agarrando el mangual, la clérigo le lanzó un potente golpe.

—¡Muérete de una vez!

A Richard no le gustaba que le ordenase nadie, anciano o no, supuestamente guía moral o no. Ésto pudo reflejarse en el gesto desdeñoso que hizo a las palabras de Constanza seguido de un ácido -no me des órdenes.

Empezó a moverse para rodear a la cambiaformas y la zona de grasa bajando de un salto de la mesa donde se encontraba y dirigiéndose a la siguiente, una vez allí y aún irritado lanzó un desgarbado latigazo tan lento que en vez de hacer algún daño se enrolló en el brazo de la cambiaformas inócuo. En el instante que sintió el tirón de la mujer soltó el mango para no ser él quien cayese al suelo.

-Vaya, vaya, mi magia no funciona contra esta criatura. Eso podría ser un problema, sí señor. ¡Por suerte soy un excelente ballestero!

Exclamó Mequetrefe pensativo al tiempo que sacaba la ballesta y disparaba contra la criatura. Sin embargo el disparo estuvo muy lejos de impactar.

- ¡No puede ser! ¡Os juro que la otra vez que disparé me salió mucho mejor!

No podía hacer mucho en aquellos momentos... sólo tratar de seguir haciendo lo que estaba haciendo. Rozó lentamente, casi acariciando, la carne entre el índice y el pulgar mientras mantenía los ojos cerrados, entonando alguna especie de salmodia o de algo que sonaba lo bastante rítmico, o exótico, para ser una.

"mnnkaanmnghuu..."

Era difícil. Era difícil y nadie podía entender hasta que punto era difícil, tratar de sincronizarse con una criatura como aquella que ni siquiera parecía existir allí. En primer lugar-

duele

-es difícil poder realizar ninguna acción, no digamos coordinarlas. Como prueba de ello, cuando intentó tomar el control, o lo más parecido, arrebatando los ojos de el Regalo el monstruo, todo lo que pudo hacer fue agitar sus pseudópodos y tratar de chascar sus mandíbulas contra la antigua sanitaria, de manera ineficiente. Todo lo que consiguió fue sentirse mareado e impactado por unos segundos, antes de recuperar el momento.

-¡Holloc! ¿Estás bien? -preguntó en voz alta al guerrero- ¡La mujer retrocede en dos puntos cada vez que mueves el estoque hacia la izquierda! ¡Si haces un giro corto para engañarle antes de lanzar no debería ser capaz de esquivarte!

El virote del gnomo sale disparado y pasa a pocos milímetros de la cabeza de Holloc… para impactar de lleno en el pecho da la doctora, quien aúlla de dolor durante un momento. El guerrero trata en ese momento de aprovechar la bajada de guardia de la cambia-formas renovando con brío su acometida. Pero a pesar de la flecha incrustada en su pecho, la doctora consigue de alguna manera parar o esquivar todos sus golpes. El arqueólogo, por su parte, toma una nueva posición y trata de atrapar con su látigo a la doctora… con tan mala suerte que se le queda enganchado y se forzado a soltarlo para no perder el equilibrio.

Entonces la cambia-formas aprovecha la distracción creada por el látigo para amagar una estocada contra el guerrero. Consigue engañarlo y la hoja le muerde en el costado izquierdo, haciéndole caer entre alaridos al suelo.

—¡Ni se te ocurra! ¡Levanta, maldita sea!  —maldice Constanza. Las homilías de esta mujer en los templos de Pharasma debieron de causar sensación en su época si conservaban este estilo—. Niña, no voy a poder seguir atendiendo a tus compañeros. Deja de jugar a los soldaditos y haz algo útil.  

Holloc no tuvo tiempo para caerse cuando ya estaba de nuevo en pie y listo para atacar de nuevo a la doctora doppleganger. Algo desconcertado por haber pasado por el largo túnel con luz al final en dos o tres ocasiones en un breve instante y haber regresado a la vida por arte de magia divina, Holloc lanzó un nuevo ataque con su estoque contra aquella maldita arpía. Un ataque que le salió terriblemente mal, pues su arma se soltó de nuevo de su mano cayendo al suelo. Holloc se centró y con la zurda esta vez si logró acertar con un buen ataque.

- ¡Muere ya! - Le gritó cargado de ira. - ¿Por qué no mueres?

El maldito ser parecía estar bendecido por Desna, no cabía otra explicación. Unido a su antinatural resistencia por seguir en pié con tantas heridas parecía que podría terminar acabando con todos. La magia de Constanza parecía haber llegado a su fin.

Pero Richard había dejado el arco antes y ahora sólo el látigo le podía servir... y era suficiente con una única vez, así que recogió el látigo pero parecía que la suerte seguía del lado del ser, ya que el latigazo salió carente de fuerza y el propio arqueólogo lo retiró antes de tener que volver a dejarlo caer.

Aura lanzó un nuevo golpe con su mangual, con el mismo resultado. La cambiaformas no llevaba armadura, pero sin duda tenía algún tipo de defensa porque su resistencia no era normal. Frustrada se descargó con Constanza.

—Si a limitarte a lanzar unos conjuros lo llamas hacer algo útil no te preocupes, ¡yo me encargaré!

Mequetrefe continuó lanzando virotes contra la horrible criatura.

Holloc parecía a punto de caer, y Aura no parecía estar dispuesta a curarlo... por suerte Constanza lo recuperó de entre los muertos sin ningún problema. ¡Estaba TAN FURIOSO en aquel momento!

-¡AURA! -fue a gritar, pero se contuvo; en su lugar se concentró- ¡Tú-! ¡La... cosa, se agacha caza vez que tratas de preparar el mangual! ¡Embístela con el hombro para romper la concentración antes de descargar el arma!

Trató de concentrarse en la criatura que le acompañaba, pero estaba prestando atención a tantos flancos (su compañero, la enfermera, la irorita) que concentrarse en ella fue casi imposible, y fuera del lazo la criatura actuó de manera casi aleatoria, golpeando sin aptitud como si no supiera bien qué había alrededor.

El cansancio y la fatiga comienzan a hacer mella en ambos bandos. Latigazos, tentaculados, mangualazos, estocadas y disparos se suceden sin que parezcan hacerle nada más que unos rasguños a la macabra doctora. Entonces la fortuna parece sonreír al curioso dúo que forman el gnomo y el guerrero, cuando el virote de la ballesta de Mequetrefe pasa por encima de la cabeza de Holloc al inclinarse éste para hacer una estocada a fondo contra la cambia formas, impactándola de lleno en el pecho. A continuación la hoja del guerrero muerde el costado izquierdo de la doctora, abriéndose paso entre la ropa y la piel quitinosa de la criatura, que enseguida profiere un agudo grito de dolor que parece hacer retumbar las paredes de la sala.

La cambia-formas da un paso hacia atrás, renqueante, mientras mete la mano en el bolsillo de su bata y extrae un pequeño frasquito. Vierte entonces su contenido sobre su pecho, y todos pueden ver cómo la herida del virote se cierra en apenas unos segundos.

La doctora se pasa la daga de una mano a otra, provocando a Holloc y a Aura para que la sigan.

El arqueólogo no parecía tener la suerte con él, pero veía como les provocaba y dijo con voz fría -rodead la grasa y no podrá escapar.

El mismo dio un paso atrás para mantenerse a una distancia y permitir que sus compañeros pasasen sin problema antes de soltar otro latigazo. Pero de nuevo la extrañamente fuerte mujer logró asir el látigo y tuvo que soltarlo.

¡Maldición! ¡Casi parece que esté preveyendo mis ataques!

Ésta vez no obstante estaba ya preparado para otro fracaso y recuperó casi en el acto su látigo sin que llegase a tocar el suelo.