Partida Rol por web

El gnomo se acerca hacia la pila de cadáveres para inspeccionarla más atentamente. Las moscas, alertadas por el movimiento de un ser similar a su nueva y macabra “colmena”, se acercan hacia el hechicero, revoloteando a su alrededor,  posándose en sus labios, párpados y manos, succionando con sus escleritos los sedimentos salinos de la piel del gnomo. La ansiedad comienza a crecer en el interior del hechicero a medida que más y más moscas comienzan a revolotear a su alrededor, ajenas a los manotazos y aspavientos del pobre Mequetrefe.  

Mientras tanto Holloc inicia su acenso por las escaleras. Sigiloso como un gato dobla el recodo de las escaleras para comprobar que la sección superior se encuentra hundida, desprendida por alguna clase de detonación o movimiento sísmico. La parte superior de las escaleras conservan los restos algún peldaño, si bien para llegar hasta ellas el guerrero necesitaría escalar por la sección de la pared norte, a todas luces inestable, o bien tratar de cubrir la distancia de un salto largo, lo que supondría una hazaña considerable incluso para alguien en tan buena forma como Holloc. Y claro, nada garantiza que los maltrechos escalones de la parte superior de la escalera aguanten el peso de Holloc si este consigue, por alguna clase de azar, llegar hasta ellos.

No parece que la escaleras sean la ruta de escape más rápida, pues una vez sorteado el paso por la sección derrumbada, tendrían que asegurarlo para que el resto del equipo consiguiera ascender cargando con un herido.  

La macabra estampa que se encontraron al internarse en la nueva sala les resultó sobrecogedora. ¿Qué clase de experimentos se llevaban a cabo en aquel lugar que precisasen de tal cantidad de… “sujetos”?  De alguna manera consiguieron contener las arcadas que aquella escena inevitablemente les generaba, aunque sin duda la imagen les acompañaría probablemente de por vida.

Al parecer la abertura de la parte superior de la sala se había utilizado para deshacerse de los cadáveres. Probablemente el plan de aquella gente sería incinerarlos en el horno de la habitación de las celdas, lo explicaría el hedor de la estructura de metal. Resultaba evidente que llevaban varias semanas sin incinerar los cuerpos, que habían sido abandonados a su suerte en aquel lugar. 

Si lo necesitaban, tal vez podrían escalar por la pila de cadáveres hasta la rampa… aunque hacerlo con un herido a cuestas resultaría un esfuerzo casi titánico.

Theo se ofreció a ayudarla llevando a Camre y aunque Aura no se negó, la gélida mirada que le dedicó al semielfo fue una señal más que evidente de lo mucho que prefería la ayuda de Holloc. Para la sierva de Irori, cuanto más alejado estuviese de él, mejor.

Siguiendo a sus compañeros, la mujer entró en la sala dónde el horror hecho realidad se mostró ante ella. Entre asustada y asqueada Aura se llevó la mano a la boca para controlar una arcada y a punto estuvo de dejar caer a Camre. ¿Qué clase de lugar? ¿Dónde diablos había acabado metida? La mujer volvió a tirar del tan manido autocontrol para no dejarse llevar por la locura en la que parecía haberse visto envuelta.

El olor a putrefacción se coló en su nariz y la clérigo pensó que nunca sería capaz de deshacerse de él. Quería gritar, quería llorar, quería patalear y pedirle al cielo que le explicase que estaba pasando. Pero no hizo nada de eso, sino que en su mente se colocó una idea fija. Salir de ahí y ponerse a salvo sin importar lo que estuviera pasando. Cuando estuviese en un lugar seguro sería el momento de buscar las respuestas necesarias.

Sus compañeros estaban tan afectados como ella, Holloc y Richard se quedaron en silencio como ella y Theo había gritado de terror. Pero lo peor parecía haberselo llevado Mequetrefe que parecía haberse quedado medio ido. Haciendo de tripas corazón Aura decidió hacerse cargo de la situación.

—Dejad a los muertos en paz—dijo de nuevo con su deje autoritario—. No tenemos tiempo que perder. Subamos las escaleras y busquemos una salida antes de que algo peor nos encuentre a nosotros.

Mequetrefe comenzó a hacer aspavientos con las manos, intentando quitarse a las moscas de encima, estaba aún evidentemente aturdido.

No entiendo nada...

Las palabras de Aura le sacaron entonces de su ensimismamiento.

¿Qúe estoy haciendo? ¿Qué intento encontrar en este montón de cadáveres? Tenemos que salir de aquí antes de que vuelva la psicópata.

Tienes razón, busquemos una salida de este horrible lugar.

Que hubiera una voz que al menos pareciera creer que tenía los pies en el suelo le reconfortaba: necesitaba algo así en el mar de horripilancia y desconcierto.

Rodeados de muertos allí donde miran. Los muertos sólo son carne, y estaba bien recordarlo, pero hasta la carne por millares y dejada a su libre albedrío invitaba a la podredumbre, las moscas, la miseria y el hedor... y cuando la carne había sido una persona era en especial horrible de contemplar. Fuera lo que fuera en lo que se había convertido la doctora, se negaba a creer que con aquel número de cadáveres hubiera sido ella sola. Caminos tapiados que alguien había tapiado, desde allí o desde otro lado, para evitar que entrara o saliera qué.

"..."

La maldición de Pharasma debía caer pronto sobre aquella habitación, y no sentía especial gana de quedarse allí rodeado de restos. Tratarían de ir por las escaleras. La otra opción quizá les permitiera ser más sigilosos pero NO IBA A ARRASTRARSE A OSCURAS POR UN TÚNEL MANCHADO DE LA SANGRE Y SEBOS DE DECENAS.

-Vamos. Tenemos que llevar a este hombre a un sitio seguro... toda esta podredumbre no puede ser buena para las heridas...

- No sé si será posible… - Dijo Holloc, quien regresaba de inspeccionar las escaleras de acceso al piso superior. - Hay un abismo en medio del tramo de escalera. De un salto es difícil llegar al otro lado. Tampoco sé si los escalones del otro lado aguantaran el peso de una persona normal o se vendrán abajo… - Se llevó la mano a la boca mientras mantenía la mirada fija en el infinito. – Podríamos intentar algún ingenio con cuerdas y… - Negó con la cabeza. – El tiempo juega en contra nuestra y Campre… Tendríamos que dejarlo.

Miró entonces aquel hediondo y angosto túnel, regado de sangre y vísceras. Era una opción demencial, pero era la única que se le ocurría. Registrar el resto de estancias muy posiblemente sólo les reportaría una letal pérdida de tiempo.

- ¿Qué os parece? – Se acercó al túnel señalándolo con la mirada.

Un rápido vistazo al recodo de las escaleras bastaba para darse cuenta de las dificultades que entrañaba aquella salida. La sección superior de las escaleras estaba hunda, desprendidas por alguna clase de movimiento sísmico o explosión, si bien no había marcas características de combustión mundana o arcana. Tal vez fuera posible asegurar el paso mediante cuerdas o algún arreglo similar, pero subir a un herido en tal mal estado como Campre, además de un esfuerzo titánico, podría resultar contraproducente dada la precaria condición de aquel pobre hombre. Por no hablar del tiempo que llevaría montar un aparataje semejante.

Con tanto cadáver, y un espacio tan reducido, la sala sería difícil de defender en caso de la que la doctora decidiera volver con refuerzos. Lo cual lleva a una inquietante pregunta: ¿por dónde diablos había salido la doctora? ¿Habría tenido tiempo de salvar el abismo de las escaleras o de escalar la pila de cadáveres mientras el grupo inspeccionaba la habitación del horno?  

Mequetrefe parecía ir recobrando la compostura poco a poco.

Vaya, todo muy extraño. Si es tan díficil de salir, esa psicópata tendría que ser muy buena escaladora o se nos está escapando algo, alguna salida oculta... algo.... o también es posible que esa macabra torturadora no haya salido y esté escondida...

La mirada de Mequetrefe se volvió para mirar nuevamente en dirección al montón de cadáveres.

- Puede que haya subido por la rampa… - Pensó en alto Holloc. – No veo otra opción.

El guerrero se acercó hacia la rampa. Para encararla debía superar aquella barrera de cadáveres. Algo bastante desagradable, pero no contemplaba más posibilidades. Quizás un mago o un conjurador divino vieran otras opciones. Pero el únicamente se regía por las leyes de la física.

Holloc se acercó a la montaña de difuntos. Su intención era clara y evidente. Examinar con el mayor de los detalles aquel túnel. Quería escalarlo y de esa manera contemplar lo que les deparaba arriba. En su intento se mancharía de sangre y vísceras, pero no sería la primera vez. Había estado en una batalla y sabía lo desagradable que era. No obstante, la necesidad apremiaba.

Buscó el lugar más apropiado para abrirse paso hacia la obertura, comenzando a internarse entre los cuerpos sin vida. Intentaba no respirar y no pisar sobre ninguno de los cuerpos, aunque era un trabajo complicado. También iba con mucho cuidado de no resbalar, pues los fluidos que ocupaban esa zona eran hediondos y no le apetecía revolcarse entre ellos más de lo necesario.

- Voy a intentar subir por aquí… - Anunció cuando ya se encontraba a medio camino.

—Espera Holloc—le llamó Aura al ver las intenciones del guerrero—. Antes de probara subir por ahí busquemos si hay algún pasadizo secreto. Si subimos por ahi nos quedaremos expuestos a cualquier ataque y sin posibilidad de defendernos. Sin contar que subir a Camre será casi imposible. Además si esa mujer no ha hecho ruido al huir, dudo mucho que haya tomado esa ruta.

La mujer hizo un gesto para recolocarse a Camre.

—Examinad las paredes.

La petición de la mujer era razonable. Podía ser que tuviera razón y que la doctora hubiera escapado utilizando alguna puerta secreta o pasadizo oculto. No era menos cierto que subir por aquel resbaladizo y empinado pasaje era peligroso y rozaba la temeridad. Holloc asintió sin articular palabra y acto seguido comenzó a buscar en las paredes o en el suelo que pisaban algo que no le cuadrara. Un resorte, una trampilla, un adoquín suelto o un ladrillo que sobresaliera de la pared podían albergar un mecanismo para abrir una puerta secreta.

Demasiadas posibilidades y ninguna especialmente halagüeña. Pero tal vez el grupo se estuviera perdiendo algo, tal y como apuntaba la sierva de Irori. Inspirados (o tal vez, desesperados) por Aura, el grupo comienza a inspeccionar con más detalle la macabra estancia en la que se encuentran.

Aura y Theo apoyan a Campre contra uno de los muros, lo más alejado posible de los cuerpos y los insectos que revolotean a su alrededor. El hombre suspira y se revuelve ligeramente, aunque en seguida vuelve a permanecer inmóvil una vez lo recuestan. Holloc y Aura comienzan a inspeccionar las paredes y el suelo, dando golpes contra la piedra en busca de alguna sección más hueca o una puerta oculta por donde la mujer hubiera podido marcharse. Mequetrefe y Richard se les unen poco después.

Theo, por su parte, inspecciona las escaleras y la sección hundida del túnel, en busca de alguna salida menos repulsiva que la rampa por donde habían tirado a todas aquellas personas.

El grupo pasa un buen rato sumido en esta desesperante tarea. El hedor y las moscas no ayudan a hacerla más soportable, y la sensación de asfixia y ansiedad comienza a apoderarse de ellos. Pues parece cada vez más claro que no hay un pasadizo oculto o una trampilla escondida.

Mientras el resto de sus compañeros se dedican a buscar pasadizos ocultos entre los muros y el suelo, Theo repara en qué los escombros del túnel del norte y la sección hundida de las escaleras al sur responden a un patrón muy similar. De hecho, el ocultista diría que es muy probable que ambas estructuras se hubiesen derrumbado debido a la misma causa. Asimismo, la ausencia de ventanas y la opresiva sensación de humedad parecen apuntar a que el grupo se encuentra bajo tierra, en alguna especie de sótano o de estructura subterránea.

Dada la ausencia de restos de combustión, una explosión quedaba descartada. Probablemente un temblor sísmico o una sacudida violenta hubiesen provocado los desprendimientos de los túneles.

Entonces Theo cayó en la cuenta de un detalle que le había pasado inadvertido: ¿qué clase de estructura subterránea cuenta con un horno como el que habían visto en la sala interior? El calor sube, por lo tanto es probable que se tratase de algún sistema de calefacción. Y los sistemas de calefacción si de algo precisan es de conductos que lleven el calor.  

Si la extraña mujer era capaz de polimorfarse cabían la posibilidad de que fuese uno de los cadáveres amontonados, pero Richad no iba a ser quien explorase esa posibilidad. Además que hubiese algún tipo de salida oculta era mucho más probable, después de todo las asunciones de la clériga parecían tener sentido.

Él era un arqueólogo después de todo, encontrar entradas y salidas ocultas era parte de lo que hacía, no recordaba el motivo pero estaba seguro de ello.

Un breve conjuro y una luz iluminó la flecha que llevaba en la mano, como si se tratase de una antorcha. Otro breve conjuro y empezó a examinar la estancia con sus compañeros aunque evitando la zona de los cadáveres todo lo posible.

Si nos bloquea una ilusión quizá lo descubra- comentó informando a sus compañeros con arrogancia, después de todo a nadie parecía habérsele ocurrido a pesar de que parecían poseer todos capacidades mágicas.

Luz. Tenue, exigua y focalizada en un objeto tan impropio como una flecha. Pero luz al fin y al cabo. Con un foco lumínico la tarea parece menos demandante, y las sombras menos tenebrosas. Algunas de las moscas, atraídas por la saeta del arqueólogo, comienzan a revolotear alrededor de Richard.

Pero Richard está concentrado tratando de detectar trazas de magia. No parece que haya ilusiones entre las paredes ni tampoco restos mágicos entre los cadáveres. Si la mujer seguía allí, no se estaba ocultando por medios arcanos. 

El grupo reemprende la  búsqueda de pasadizos ocultos, reconfortados por la presencia de un cuerpo luminoso. Sin embargo sus esfuerzos parecen ser baldíos, pues no consiguen encontrar una salida oculta.

Haciendo de tripas corazón, Theo empezó a comprobar la zona. No se le escapaba a nadie que su "comprobación" le mantenía alejado del enorme montón de cadáveres. Resultaba hasta curioso que si los cuerpos le suponían tal desagrado no mostrase casi atención por la extraña criatura que reposaba ondulando alrededor suya.

-No es una ilusión -dijo, levantando la vista por un momento de los escombros que estaban comprobando- Estamos bajo tierra. ¿Qué clase de sanatorio se ubica bajo tierra? No ha habido explosiones, tiene que haber sido una sacudida muy violenta: un terremoto o similar -explicó, ajustándose las gafas con el pulgar e índice con unos segundos- Ni la escalera ni el túnel tienen indicios de sabotaje como pensaba. Estamos bajo tierra, y... y hay alguna clase de movimientos sísmicos enormes... pero aun así, el horno... no tiene sentido...

Levantó las cejas al abrir los ojos, sorprendido, cuando se le ocurrió la asociación de ideas.

-¡Estamos bajo tierra y es un horno! ¡Era una sala de calderas! ¡Tiene que haber uno o varios conductos por los que salga el calor, por los que podríamos escapar!

ura estaba frustrada. ¿Dónde se había metido esa mujer? No entendía cómo había desaparecido. Si hubiera subido por la rampa habrían oído algo. Por las escaleras parecía difícil. Y no parecía haber ese pasadizo secreto. O era endiabladamente rápida o algo no cuadraba. La Sierva de Irori estaba sumida en sus pensamientos cuando Una antorcha se encendió en su cabeza. La joven inmediatamente cogió su mangual y se puso en alerta.

—Sacad vuestras armas—indicó a sus compañeros—. La doctora podía cambiar de aspecto, ¿no? Será mejor que revisemos los cadáveres antes de que alguno nos dé una sorpresa.