Partida Rol por web

- He dormido estupendamente, si señor. Debemos agradecérselo a usted, señorita Lady Winter, ha sido usted una magnífica anfitriona. Después de un día de sueño reparador y un gran estofado, me siento con energías completamente renovadas. La única pena es que no hayamos podido saber más sobre esa amnesia severa que tenemos... pero bueno que se le va a hacer, la vida sigue.

De repente, el pequeño gnomo pareció darse cuenta de algo.

- ¡Ah claro! ¡Si la estábamos buscando a usted precisamente para eso!¡Céntrate Mequetrefe! Claro, uno piensa en dormir y comer y se le olvida todo, si señor... anda que no estaba rico el estofado ¡vaya que sí! -parecía ilusionado nuevamente al pensar en la comida, y se daba toquecitos en la barbilla mientras sus ojos miraban al vació.

- Por donde iba yo... por donde iba yo... ¡Ah sí! Queríamos hablar con usted a ver si sabe algo de eso. Madre mía que concentrado estoy hoy, estoy que lo rompo. Pues si tiene unos minutos nos gustaría hablar con usted, eso quería decir, eso eso, sí señor.

Mequetrefe demostró que su habitual verborrea seguía muy a flor de piel. Parecía imposible que se contuviera no por un momento. Si bien aquello le había molestado en un principio cuando conociera al pequeño gnomo, ahora ya se había acostumbrado. Al final, como decía Mequetrefe... eran los mejores amigos. ¿No? Tampoco hacia tanto que se conocían o quizás si. Por lo que Holloc recordaba había conocido a Mequetrefe en aquel sanatorio no muchas horas atrás. Aunque su intuición le decía que en realidad hacia mucho más tiempo que viajaban juntos en aquella espiral de locura. Holloc sonrió ante la locuacidad de su amigo. Entonces se adelantó unos pasos y se situó junto a él y encaró a Lady Winter. Le revolvió el pelo al gnomo y entonces tomó la iniciativa. - Lo que mi buen amigo quiere decir, es que sumidos en la amnesia como estamos y en medio de toda esta locura, nos gustaría poder hablar con alguien que ponga algo de luz en todo este asunto. - Explicó el guerrero. Hizo una pausa para tomar aire y prosiguió. - Por lo que hemos podido descubrir, ingresamos en éste sanatorio con amnesia severa. Por favor ni señora, creo que tenemos derecho a conocer nuestro pasado y todo lo referente a la amenaza que se cierne sobre este lugar. A llegado la hora de las respuestas. Si es tan amable...

Soy nuevo si- dice con una gran sonrisa - y me gusta Leolies, aunque es curioso que te llamen por tu apellido, ¿no?

Siempre mantiene las distancias y dice -mis compañeros estaban hablando de...- hace un gesto con la mano como si señalase todo a su alrededor -lo que estaba ocurriendo. Pero yo ya he tenido suficiente durante un rato y quería ver donde me encontraba y... bueno, aquí he terminado. Tu... ¿llevas mucho aquí?- y no hace falta que disimule su incertidumbre y temor con esta última palabra. ¿Cuándo? ¿Cuánto? ¿Cómo? ¿Que? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Tenía alguien respuesta a estas preguntas?

Se agachó para ver quién le tiraba de la manga, pero no era un niño como el pensaba, sino Mequetrefe. Se sintió algo avergonzado, pensando si aquello era racista.

-Oh...

Asintió. Los dos se habían dado cuenta de lo que había pasado antes, y suponía que poder proteger a gente del grupo de las sospechas iba a ser moneda muy valiosa en aquellos días.

-Sí, tienes razón. Vamos.

Y frente a ella fueron.

"...huh"

No era lo que había esperado. No sabía muy bien lo que había esperado, para alguien que tenía a sus órdenes al capitán, ¿alguien como Aura, quizás? No tenía nada contra su compañera, pero cada vez que le miraba sentía que era valorado y que el juicio no era exactamente positivo. Aquella mujer en cambio le parecía más abrumada con el peso de la responsabilidad que cualquier otra cosa. 

-Lo que han dicho nuestros compañeros. Aunque parece usted al mando, imagino que primero necesitaríamos saber... exactamente qué ha pasado, antes de que podamos ponernos a trabajar en comprobar los rastros sobre nuestro propio pasado. No se bajo qué estamos en asedio, pero estamos en asedio, así que... -se rascó el cuello, incómodo- Imagino que lo primero es lo primero. Y lo primero debería ser poder saber qué está pasando, qué podemos hacer y cómo consolidar este lugar. Y-uhm, a la gente que hay en él.

La criatura en aquellos momentos no parecía especialmente curiosa en la mujer, dedicándose en cambio a enrollarse en la espalda y brazos del mestizo, contemplando a Holloc.

—Nos hacia falta ese descanso Lady Winter. Gracias por haber velado nuestro sueño.

Aura no añadió nada más. No tenía muy claro como responder ante todo lo que estaba pasando y sus compañeros ya habían formulado las preguntas necesarias. Ella tenía claro que el objetivo tenía que ser huir de ese sitio, pero todavía no habían recibido una respuesta de alguien con los cabales en su lugar. Quizás la sacerdotisa por fin les diera algo de luz y entonces, poder decidir con atino cuáles debían de ser sus próximos pasos.

La muchacha baja la mirada al suelo ante el despliegue de encanto del arqueólogo. Se coloca con las manos un mechón rebelde detrás de la oreja y asiente, en un ademán comprensivo.

—Sí, la situación es bastante desesperada —agacha la cabeza y adopta una expresión seria—. Lady Winter nos dice que no nos preocupemos, que pronto vendrán de Thrusmoor a rescatarnos —vuelve a clavar sus ojos sobre los del arquólogo, ahora algo acuosos—, pero... Es igual —niega con la cabeza y esboza una sonrisa vacía, tratando de recobrar la compostura—. Llevo aquí ya casi un año trabajando como enfermera. Y con el grupo de la capilla desde que la niebla amarilla comenzó a envolver la isla y los monstruos empezaron a campar a sus anchas por los pasillos.       

El grupo no se demora en seguirla para poder hablar en un lugar más discreto. La pequeña estancia se encuentra en penumbra y sin nadie en su interior. Winter hace un gesto con las manos y recita un pequeño cántico. Las velas de dos candelabros al fondo de la habitación se prenden, iluminando tenuemente la sala.

La habitación está presidida por un amplio escritorio de madera, flanqueado por dos candelabros de plata, uno en cada esquina. Tras la mesa, un fresco adorna la pared con un cometa enorme en espiral sobre un fondo violeta, una de las representaciones más comunes de la Dama Gris. En la pared de la derecha hay un camastro con un arcón a sus pies. A la izquierda se encuentra un armario protegido por una malla metálica repleto de rollos de pergamino, legajos y volúmenes sin distintivos en el lomo. Un enorme candado cierra el armario, impidiendo retirar la malla metálica.

La sacerdotisa toma asiento detrás del escritorio e invita al grupo a ponerse cómodos dónde puedan mientras Mequetrefe prosigue con su particular interpretación de los acontecimientos, matizado por Holloc poco después. Por desgracia no quedan más sillas disponibles.

La mujer escucha atenta las cuitas de los recién llegados, asintiendo y animándoles a proseguir. Una vez Theo y Aura concluyen.

—Me temo que no tengo muchas respuestas que ofreceros —Winter suspira, abrumada—. No sois los primeros que han perdido una parte de sí mismos en este lugar. Pero trataré de poneros al corriente de la situación.

» Estamos en el sanatorio de Briarstone, en una pequeña isla al sur de Thursmoor. Llegué aquí hace poco más de una semana, acompañando a una delegación de Acusadores Reales por un asunto que no viene al caso. Poco después de nuestra llegada una extraña niebla amarilla comenzó a rodear la isla. No parece tóxica ni venenosa —añade mirando hacia el pequeño vano acristalado de la pared, donde pueden observarse pequeños girones del vapor amarillento—, pero por algún motivo empezaron a aparecer monstruos por toda la isla. Dentro y fuera del sanatorio. Cuando empezamos a ser atacados por las criaturas un pequeño grupo de supervivientes, pacientes y personal del centro a partes iguales, nos hicimos fuertes en la capilla, construimos la barricada y montamos un pequeño campamento para esperar refuerzos.

Guarda silencio durante unos instantes, estudiando los rostros de sus interlocutores.

—La situación es crítica. Ha pasado una semana y no hay ni rastro de la guardia de Thursmoor. Estamos atrapados dentro del edificio y nuestros recursos se agotan por momentos. Los supervivientes están cada vez más asustados y aunque los cambia formas nos han dejado tranquilos por ahora, no sabemos cuando van a volver a la carga. Por no hablar de los heridos. En este momento toda ayuda es poca…

Era una pena. Una verdadera pena que no les pudieran decir nada acerca de su pasado. Holloc confiaba en que aquella mujer, quien parecía estar al mando por encima incluso del bueno de Bigotes, supiera algo más de lo que había contado. Y podía ser así. podía ser que sólo les hubiera contado lo que le interesaba que supieran. Holloc sabía que había magos y sacerdotes que podían, mediante la magia, saber si alguien mentía o incluso leer sus pensamientos, pero él no podía hacer ni una cosa, ni otra. Su oficio era otro, el de matar.

- Sabemos algo más ahora que hemos hablado con usted, mi lady. - Dijo el guerrero. - Sin embargo, salvo algunos datos del lugar donde nos encontramos y poco más, todo lo que ha dicho ya lo conocíamos. Aquí la información llega a cuentagotas... - Resopló con la mirada gacha, visiblemente afectado. - Y sabíamos que la situación era crítica. Eso lo sabíamos, sí. Sabíamos que la niebla amarilla portaba consigo seres aterradores. - Hizo una breve pausa. - Y sabíamos que debemos salir de aquí. - Comenzó a martillear con los dedos sobre la puerta. Estaba pensando. - ¿Me permite un par de preguntas más? - Y sin esperar respuesta las formuló. - ¿Quién es Denman y que pasó con él? ¿Sabe que quieren los cambiaformas y cuantos hay? ¿Cómo hacemos para salir del sanatorio? Alguien tendrá que hacerlo tarde o temprano y una petición... - Tomó aire. - ¿Puede decirle a su gente que dejen de tratarnos como si fuéramos el enemigo?

Aura había tenido suficiente. Siempre las mismas respuestas sin novedad alguna. Empezaba a ser desesperante, aunque lo bueno es que posiblemente no les estuvieran mintiendo. Todos contaban lo mismo, así que no parecía haber fisuras en la historia. Bueno, todos no, Constanza no había sido del todo sincera.

—Aquí encerrados y a la espera de una ayuda que no sabemos cuándo va a llegar no vamos a ningún sitio—zanjó—. Está claro que tendremos que abrirnos paso por la isla. Si tengo que morir... prefiero que no sea languideciendo tirada en un rincón.

—Siento no poder ser de más ayuda, pero me temo que esa es toda la información de la que disponemos hasta el momento —Winter se frota las sienes con las manos y se dirige hacia entonces Aura—. No sois los primeros que han tenido esa idea. Una partida de supervivientes trató de salir del asilo cuando los primeros monstruos comenzaron a aparecer en el interior. Sólo volvieron dos de ellos, y uno falleció poco después por las heridas que le causaron los horrores del exterior. Por lo que nos relató la otra superviviente, no importaba lo mucho que caminasen, siempre volvían a la entrada del asilo. La niebla es espesa y resulta fácil perderse y caminar en círculos...

La sacerdotisa hace entonces una pausa antes de dirigirse de nuevo hacia el guerrero. Parece cansada.  

—Lo cierto es que la situación con los cambia formas no ayuda a mantener alta la moral. Desconozco cuantos hay, pero por lo que me ha comentado el capitán les hemos causado suficientes bajas como para que nos dejen tranquilos por el momento. Lo que sí que nos vendría bien es algo de ayuda con los suministros si está en vuestra mano. Mantener los fuegos encendidos, ayudar con la cocina, la limpieza, o atender a los heridos puede ser una buena manera de ganarse la confianza de los supervivientes. Y francamente, ahora mismo nos vendría bien toda la ayuda que podamos obtener.

Todo aquello estaba muy bien. Buenas intenciones y peticiones de colaboración. Tratar de sobrevivir como buenos hermanos allí adentro y esperar a que llegasen los rescatadores, que por otra parte nadie sabía si estaban o no de camino. Sonaba todo tan idílico, tan épico... - Si... Todo eso está muy bien. - Dijo algo exasperado el guerrero. - ¿El plan es morir aquí cuando ya no quede comida? No lo acabo de entender. - Resopló malhumorado. - Y perdone que insista, pero... Todo el mundo parece querer ocultar quién es ese Denman. No digo que usted lo haya hecho, pero le he preguntado por él y no me ha respondido... - Dejó caer. - Y dos cuestiones más... ¿Podríamos hablar con el superviviente que regresó de la niebla? Y la otra es... ¿Sabe si hay alcantarillas o túneles bajo estos muros?

Lleva un año aquí... pero no me reconoce, eso casi seguro contesta a una de mis preguntas...- pensó Richard antes de replicar -¿hace cuánto ocurrió lo de la niebla? Parece que lleváis días aquí y desde luego no es mi intención permanecer aquí mucho más tempo, seguro que podré irme sin muchos problemas- empezó con ánimo y seguridad, para terminar casi dubitativo, como si no estuviese muy seguro de lo que dice. No tenía que fingir demasiado en realidad.

Y aquí viene la advertencia de lo que ocurrirá si cometo tal temeridad, está claro que ésta gente se habría ido de poder, así que algo los está reteniendo aquí.

Mequetrefe asentía muy atento a la conversación... o eso parecía. En realidad su cabeza se había ido por otros derroteros desde hace tiempo.

- Ayudante de cocina, ese sí que es un buen trabajo. La de carne que podrías comer ahí Mequetrefe, sí señor... ya me imagino escondiendome que Costanza y cogiendo buenos pedazos de cerdo cada vez que se despiste JA JA JA JA JA va a ser maravilloso. Aunque tendré que tener cuidado, claro está, ya que esa vieja arpía es rápida con el cucharón y tiene un ojo demasiado avispado para su avanzada edad. Pero no conseguirán detenerte Mequetrefe, no señor... tu misión sagrada es fundamental, comer todo lo que puedas de ese rico estofado, vaya que sí...

De repente, el menudo gnomo se levantó de un salto y gritó con alegría:

- ¡Mequetrefe se presenta voluntario para trabajar en la cocina, sí señor!

Aura le hubiera dado un pescozón a Mequetrefe. O dos. La verdad es que empezaba a estar de los nervios. Entre el hechicero que parecía estar de excursión, Holloc con sus inquisitivas, repetitivas y malhumoradas preguntas, Richard desaparecido y Theo... bueno, y Theo, empezaba a ser una bomba a punto de explotar.

La sierva de Irori se pasó la mano por la cara. Tenía que haber algo que pudieran hacer, algo útil y que de verdad tuviera sentido. Se negaba a esperar a la muerte. Y entonces se dio cuenta de que tenía que cambiar.

—Eres demasiado valioso para tenerte en las cocinas Mequetrefe—le dijo al gnomo—. Necesitamos tu magia y tu talento, lo sabes, ¿verdad? Al fin y al cabo somos compañeros, hemos atravesado juntos el horror y ahora, sea lo que sea, tenemos que hacerlo juntos.

No podía seguir enfadada con el mundo y puestos a elegir entre sus compañeros de celda o Lady Winter, Constanza y el capitán Bigotes, tenía clara su elección.  No eran las personas junto a las que hubiese querido morir, pero eran lo mejor que tenía a mano.

La muchacha se acaricia el mentón con el índice, dubitativa.

 —Creo que hacen ya diez días desde que la niebla apareció... es difícil llevar el tiempo desde entonces —su expresión se vuelve entonces sombría y agacha la cabeza—. Yo pensaba lo mismo… El embarcadero no está lejos y un grupo de supervivientes nos marchamos en cuanto tuvimos oportunidad…

Parece estremecerse durante un momento. Se da la vuelta y retrocede, dándole la espalda al arqueólogo.

—Pero todos murieron —añade al rato con voz queda—. Daba igual lo mucho que nos apresurásemos, o lo bien que siguiésemos la calzada. Siempre acabábamos volviendo a los aledaños del asilo. Sólo que cada ver éramos menos… Esas cosas… —su voz se quiebra, y los murmullos se tornan sollozos—. Saben los dioses que lo intentamos. Pero todo fue en vano. Era como si la niebla se los fuera tragando, uno a uno.

Ante las palabras de Aura, Mequetrefe asintió solemnemente.

- Claro Mequetrefe, no es hora de ser egoísta, no señor. Estaría muy bien quedarse en la cocina comiendo cada vez que la señora Costanza se despistase, pero si hicieras eso... ¿que le pasaría a tus amigos Mequetrefe? ¿Has pensado en eso?

- Claro que no, tan preocupado por la comida que estabas, vaya que sí. Pero es evidente que eres el cerebro y líder de este grupo. Sin ti todos tus amigos morirían de las formas más horrendas, entre terribles sufrimientos. Exacto, morirían desmembrados, devorados, ensartados, eviscerados, destripados... y no los volverías a ver...

- No volverías a ver a Aura, la bella y temperamental sierva de Irori, ni a Richard, tan elegante como impertinente, tampoco volverías ver al amable y simpático Theo, ni a esa cosa tan extraña que va con él, que no habla mucho pero he de reconocer que tiene su sex-appeal, ni a tu gran amigo Holloc, ese valiente gallardo de nalgas prietas y firmes, la viva imagen de un Adonis en Golarion.

- No Mequetrefe, tus amigos necesitan de tu sabiduría, de tu inteligencia, de tu superioridad física, moral y estratégica, sin ti están completamente perdidos, tendrás que sacrificarte y cancelar tu misión sagrada y celestial... o más bien, retrasarla.

Tras unos largos segundos dándose toquecitos con el índice de su pequeña mano derecha en la barbilla, Mequetrefe volvió a hablar, esta vez un poco más serio:

- Tienes razón Aura, voy a tomar el lugar que me corresponde y a salvaros a todos, no os preocupéis, Mequetrefe está a los mandos, todo controlado, vaya que sí.

No tenía ningún motivo para dudar de lo ocurrido, desde luego cuando todo parecía una locura añadir otra mas al repertorio no causaba tanta extrañeza.

Desde luego todo tenía poco sentido, no parecía un ataque, o por lo menos no uno dedicado a destruir el manicomio ni sus habitantes, por lo menos no de forma directa. No obstante todo parecía torcido, todos eran presa del miedo, el propio Richard incluido y... -¿que tipo de monstruos habitan los pasillos? Mis compañeros y yo hemos dado buena cuenta de unos seres cambiaformas- desde luego imprimió toda la heroicidad que podía, necesitaba que la chica confiase en él y desde luego que había sido heróico igualmente -y es nuestra intención encontrar la forma para salir de aquí- y recobrar mis memorias en el proceso.

Salir de la mansión quedaba descartado. Quedaba igualmente descartado salir de aquel fuerte, pero... algo le decía que esa segunda opción no iba a ser tan posible. Oh, él preferiría quedarse allí bajo techo a pasar los días que pudiese hasta que no le quedase remedio, que no se equivocase nadie, pero sus compañeros... sus compañeros dudaba que tuvieran el mismo plan. ¡Y no los podía abandonar! No sólo eran conocidos allí, sino que además eran posiblemente el grupo con el que estar más a salvo. Por seguro se fiaba de ellos más que de ese aborrecible hombre que les había mantenido fuera de allí a punta de virote.

Sacudió la cabeza.

-Entiendo lo que queréis decir, y por qué os parece una buena idea, pero Lady Winters tiene razón aquí. A largo plazo se acabará la comida, pero ahora -dijo, dándole énfasis- no tenemos un largo plazo del que preocuparnos. Tenemos que preocuparnos de poder llegar a la comida, traer camas, madera para los fuegos, medicinas si hay, asegurarnos de que la gente esté bien... podremos seguir recorriendo este lugar si es necesario -dijo, reprimiendo un pequeño escalofrío- Si es lo que queréis, supongo que no quedará otro remedio. Pero salir ahí fuera y buscar ayuda o largarnos... -sacudió la cabeza- No. No voy a- no voy a hacer eso. Antes que eso tiene que haber algo más en este sitio. Gente escondida. Respuestas. Documentos. Registros. Algo así no puede salir de la nada. Y mientras todo eso pasa... podemos ayudar aquí a la gente. Y si queréis que la gente acabe por decirnos algo... si es por eso... dejarlos tirados mientras vamos a una expedición asesina no va a predisponer a nadie a ello.

Miró a los demás.

-Habéis visto como se encuentran. El capitán nos quería dejar tirados a nuestra muerte cuando parecíamos indefensos. ¡No querréis que hagamos lo mismo! Podemos conseguir... no lo sé. Un recorrido de la zona. Mapas. Poder orientarnos según las zonas. Toda esa gente trabajaba aquí. ¡Sin duda será mejor que ir a ciegas!

Cambiaformas y muertos vivientes que parecían enemistados unos con otros y ahora supervivientes enajenados. Al parecer había toda una variedad de monstruos que podían causar tu muerte en aquella mansión infernal.

La muchacha parece recuperar la compostura. Se frota los ojos y se vuelve hacia el arqueólogo, visiblemente desconcertada por la pregunta.

—¿Tipos de monstruo? Son aberraciones todas ellas… Cambia-formas, muertos vivientes, hasta espectros. Nadie me dijo cuando entré a Briarstone que el edificio se volvería una casa encantada —una risita nerviosa sigue a su comentario, ¿ahora tiene ánimos para bromear?—. Si encontráis la manera de salir de aquí, por favor, llevadnos con nosotros. No podemos dejar a los niños ni a los adolescentes a merced de esas cosas…