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RESOLUCION TURNO 310

El viento soplaba calmado, aunque de cuando en cuando una ráfaga hacia recordar que estaban en el crudo invierno. En esa época del año, las temperaturas no superaban los siete grados, y por las noches, podían bajar hasta los menos veinte bajo cero. Allí en el bosque, se suavizaban bastante pues los arboles ofrecían una buena cobertura contra el frio, casi se podía decir que emanaban su propio calor. A la vez, hacían que la humedad creciese, creando una atmosfera lúgubre y fría. En el claro, el frio golpeaba el rostro, contrastando con el calor del sol sobre las caras. Era el crudo invierno. Allí parado, el explorador era más consciente del frio que hacía. Su capa y sus ropas hacían una buena función abrigándolo, pero las manos y la cara si sabían lo que era ser golpeado por esas ráfagas de aire gélido.

Freagulf seguía agazapado junto al arbusto en el que se había escondido. Escuchaba atento los posibles ruidos de un enemigo acechante. A sus oídos tan solo llegaban las conversaciones banales de sus compañeros. El ailgratha se preguntaba qué demonios ocurría, y si ya había pasado todo, cuando de repente, escucho a Erik gritar y correr.

-¡AHORAA MUCHACHOS! ¡NO PERMITÁIS QUE ESCAPEN! - grito el enano al tiempo que sus pertrechos tintineaban entre sí por la carrera.

El etheod no podía ver desde allí hacia donde se dirigía, pero por el grito, parecía que lo hacia donde él estaba, quizás algo más al norte de su posición. Tampoco fue capaz de distinguir si el resto de sus compañeros lo acompañaban.  No sabía si salir de su escondite, o esperar para intentar sorprender al enemigo sobre el que el enano se lanzaba. De un modo u otro, desde allí no podía ver mucho.

Entonces fue cuando vio al enano entrar en el bosque a toda prisa, con su jabalina en la mano.

RESOLUCION TURNO 310

El viento soplaba calmado, aunque de cuando en cuando una ráfaga hacia recordar que estaban en el crudo invierno. En esa época del año, las temperaturas no superaban los siete grados, y por las noches, podían bajar hasta los menos veinte bajo cero. Allí en el bosque, se suavizaban bastante pues los arboles ofrecían una buena cobertura contra el frio, casi se podía decir que emanaban su propio calor. A la vez, hacían que la humedad creciese, creando una atmosfera lúgubre y fría. En el claro, el frio golpeaba el rostro, contrastando con el calor del sol sobre las caras. Era el crudo invierno. Rastreando, el explorador era más consciente del frio que hacía. Su capa y sus ropas hacían una buena función abrigándolo, pero las manos y la cara si sabían lo que era ser golpeado por esas ráfagas de aire gélido. Su posición gacha e incluso la rodilla posada en la fría tierra en busca de huellas, humedecía las ropas.

Temudyin fue bajando poco a poco de vuelta al lugar donde quedo atado Ulfer, el caballo de Freagulf. Algo se le había pasado por alto, pues no había encontrado indicios de su compañero ni de ningún enemigo. De los últimos no tenía una certeza constatada de que realmente estuvieran allí, pero de su amigo si, tenía que estar en alguna parte.
Esa vuelta la hizo con algo más de cuidado, fue rastreando el suelo que pisaba en busca de alguna huella que indicara el camino que había tomado su compañero. Escuchaba atento los posibles ruidos de un enemigo acechante, o del etheod. A sus oídos tan solo llegaban las conversaciones banales de sus compañeros.

No le costó encontrar un claro rastro en el barro. Las huellas de unas únicas pisadas que iban de nuevo al norte, y parecían pertenecer al ailgratha. Las siguió y apenas a media decena de metros, lo vio. Freagulf estaba agachado, escondido tras un arbusto. Temudyin había pasado no muy lejos de allí, pero no se había percatado por lo bien camuflado que estaba. De no ser por las huellas que llevaban directamente hacia él, no lo hubiese encontrado.

Entonces, de repente, escucho a Erik gritar y correr.

-¡AHORAA MUCHACHOS! ¡NO PERMITÁIS QUE ESCAPEN! - grito el enano al tiempo que sus pertrechos tintineaban entre sí por la carrera.

No podía ver desde allí hacia donde se dirigía, pero por el grito, parecía que lo hacia donde estaba Freagulf, quizás algo más al norte de su posición. Tampoco fue capaz de distinguir si el resto de compañeros lo acompañaban.  Entonces fue cuando vio al enano entrar en el bosque a toda prisa, con su jabalina en la mano.

Temudyin quedo dudando entre  esperar para intentar sorprender al enemigo sobre el que el enano se lanzaba, o decirle que allí no había nada. Temudyn había inspeccionado bien la zona y no había visto nada más que las huellas de su amigo.

Turno 311 A

El etheod ya sentia ciertos remordimientos cuando se les escapó la primera vez un batidor. Esta, si podía evitarlo, no sería así. Así que salió disparado el post de enano, para interceptar al desgraciado que escapaba. Espada mía. Le rezaba a su arma. Igual ya no vas a tener que esperar más para poder morder la piel y saborear el jugoso icor que oculta debajo.

Turno 311

El etheod salió disparado hacia el enano, con el arma en ristre, lista para atacar al enemigo que debía estar persiguiendo Erik. Solo que Temudyin sabia que allí no había nadie.

Turno 311

El explorador volvió sobre sus pasos, pero esta vez lo hizo más cuidadósamente. Avanzaba lentamente observando y escuchando con tensión. Encontró el rastro de su hermano y gracias a ello pudo comprobar que el rohirrim se encontraba bien. Lo increíble fue que acababa de pasar dos veces cerca del escondite de Freagulf y no le había visto ni sentido. Culpa de ello era la abundante vegetación, que permitía esconderse con facilidad. Él ya lo había comprobado con aquel maldito oriental que se mimetizó tanto que pensó por un momento haber visto visiones. La mente paranoica de Temudyin le hizo permanecer aún alerta y no delatarse. Arrodillado detrás de un gran arbusto, vigilaba lo que Freagulf vigilaba, aunque no sabía qué era. Acababa de estar en esa zona y no había visto nada, pero cierto era que tampoco había visto al rohirrim. La mente paranoica del tuerto apoyada por la fe en su hermano, le hizo permanecer oculto y, alerta, esperar los acontecimientos.

Un grito de Erik daba la señal de ataque. El primer impulso del bosquimano fue saltar, pero ¿hacia donde? ¿Contra quien? Por eso, en vez de delatar su posición y viendo que el rohirrim si que se lanzaba, él prefirió moverse con cautela intentando rodear al enemigo y dispuesto a saltar para cortarle el cuello a ese perro oriental que jugaba con ellos.

Turno 311

La hora de los cobardes había pasado y llegaba el tiempo del coraje y la decisión.

Irrumpí en la espesura como un mar embravecido, arrastrando conmigo a su interior raíces, hierbas, ramas y hojas secas que tapizaban el umbral que separaba el claro del bosque.

Corría a grandes zancadas y aunque no avanzaba mucho, tampoco resultaba lento a pesar de la ostensible cojera que se reproducía con cada paso...

Cuando mis ojos se acostumbraron a la creciente oscuridad de la foresta, me detuve y escudriñe ansioso la maraña de arboles que me rodeaba...Donde estas cerdo salvaje... murmuraba...tiene que estar por aquí...

Me disponía a dirigir a mis compañeros hacia los flancos, cuando caí en la cuenta que estaba solo...mi paranoia se multiplico...Mierda, nos han separado...

Al frente oí algo...

Mis ojos entornados reflejaban la viva imagen del cazador: cada musculo en tensión, las mandíbulas rígidas como vigas de acero, los brazos hinchados por la presión...agazapado, esperando el mínimo movimiento de su presa para saltar sobre ella como una fiera inquieta, indómita.

Creí percibir algo moviéndose entre unas zarzas a mi izquierda, hice palanca con mi brazo y cuando me disponía a lanzar mi jabalina tras los arbustos, me paralicé...quieto, como una araña que observa la mariposa que acaba de caer en su telaraña...disfrutando al ver como con cada movimiento se enreda más y más en la trampa mortal que le tiene preparada...una pequeña vibración en el hilo correcto...y ¡¡ZASS!!

Turno 311
Percepcion
 

De entre los arbustos, a la izquierda del enano, una sombra salió corriendo hacia Erik con la espada en la mano...

Turno 311

Sin previo aviso, pasó lo que tenía que pasar, aunque, para mi sorpresa, no vino del inflamable herrero, si no de su congénere naugrim, Erik. Enarbolando su jabalina, salió, echo un basilisco hacia la margen del bosque, como si con su grito pudiera hacer palidecer a los posibles, aunque cada vez tenía mas claro que no estaban, orientales. Institivamente, levanté el escudo, pues de haber enemigos imaginaba que estos empezarían a disparar, y agarré con fuerza las riendas de Zanahoria, pues al escuchar el grito del enano abrió sus ojos de forma desmesurada, mientras "guiñaba" las orejas, aplastándolas contra su peludo craneo.

Enseguida me di cuenta de que Haelembor, sintonizado con ellos, había echado mano de las demás bestias, para evitar su estampida, así que, silvandole para llamar su atención, le dije:

- Ei, Haelembor, amarra también a Zanahoria. Alguien tiene que proteger a este descerebrado..., mientras con un par de grandes pasos me acercaba a su posición, notando como Zanahoria se sentía mas segura en manada.

Entonces, con el mismo cuidado que mostraba Kolli, me fui acercando hacia la margen del claro por el que había desaparecido el deforme enano, con el escudo en posición, y el martillo fuertemente asido, mientras trataba de vislumbrar algún enemigo. El momento de la pantomima había pasado, ahora, si había razón para ello, habría lucha, y por ello, mi cara mostraba la tensión que acumulaba siempre que la batalla era inevitable.

RESOLUCION TURNO 311
(Asalto 1)

El bosque seguía tranquilo, ajeno a lo que ocurría. Aunque nadie le prestaba atención, el bosque seguía con sus quehaceres diarios. Las ramas se mecían con el gélido viento, los pájaros se movían nerviosos de rama en rama y los animales, allá donde estuviesen, trataban de procurarse su alimento. Era invierno, no el más frio de los últimos tiempo, desde luego, pero no por ello menos duro. El bosque emanaba un calor gratificante, que en el claro iba desapareciendo. Solo la acción del sol, que goleaba los rostros, sobre el claro servía para ser consciente de la poca diferencia de temperatura que había en el, respecto a la foresta. Pero todo aquello no importaba ahora, estaban sumidos otros asuntos.

Kolli había avanzado hasta el linde del bosque, pero sin entrar en él. Desde allí, veía a Erik, no como sus compañeros que veían como el bosque se iba tragando uno a uno a sus compañeros para perderlos de vista. El guerrero llevaba su escudo en alto, y su arma preparada. Estaba listo para salir corriendo tras Erik si era necesario.
Tulak se apresuro a seguir al enano, dejo las riendas que sostenía a Haelembor y se marcho. Con sus armas listas, llego junto a Kolli sin problemas. Ambos observaban la espesura.

Haelembor se habían quedado guardando los caballos. Más sosegado que sus compañeros, sabía que si por alguna razón perdían la mula, o cualquiera de los animales, se verían en graves apuros para continuar. La acémila llevaba todas las provisiones necesarias para subsistir en el bosque, y prácticamente para llegar hasta su destino. Por su parte los caballos les otorgaban una rapidez calculada para que esas provisiones fueran suficientes. Si debían de ir a pie, alargarían tanto el viaje que se quedarían sin nada que comer mucho antes de llegar. Así pues, aguardo mientras calmaba a las bestias. Agarro con una mano todas las riendas, mientras con la otra mano, pasaba de testa en testa acariciando a los caballos, que tras los gritos y carreras de sus compañeros estaban algo asustados.

RESOLUCION TURNO 311
(Asalto 1 )

El bosque seguía tranquilo, ajeno a lo que ocurría. Aunque nadie le prestaba atención, el bosque seguía con sus quehaceres diarios. Las ramas se mecían con el gélido viento, los pájaros se movían nerviosos de rama en rama y los animales, allá donde estuviesen, trataban de procurarse su alimento. Era invierno, no el más frio de los últimos tiempo, desde luego, pero no por ello menos duro. El bosque emanaba un calor gratificante, que en el claro iba desapareciendo. Solo la acción del sol, que goleaba los rostros, sobre el claro servía para ser consciente de la poca diferencia de temperatura que había en el, respecto a la foresta. Pero todo aquello no importaba ahora, estaban sumidos otros asuntos.

Erik apuntaba al bosque, pero no en una sola dirección, si no que trataba de descubrir algo y estaba listo para ensartarlo en cuanto lograse verlo. Tenía su jabalina en alto, el brazo cargado como un resorte hacia atrás. No trajo su escudo, tal vez un error, pero no creía necesitarlo pues estaba resuelta a acabar con ese enemigo que acechaba de un solo golpe, el primer golpe.

Fue entonces cuando una sobra se abalanzo sobre él desde su izquierda. El enano solo alcanzo a ver el brillo de la espada, pues el individuo estaba escondido. Tenía que reaccionar pronto, pero estaba preparado para ello y solo tenía que girarse y soltar su jabalina. No tendria un cervatillo para comer, pero si un oriental menos del que preocuparse.

RESOLUCION TURNO 311
(Asalto 1 )

El bosque seguía tranquilo, ajeno a lo que ocurría. Aunque nadie le prestaba atención, el bosque seguía con sus quehaceres diarios. Las ramas se mecían con el gélido viento, los pájaros se movían nerviosos de rama en rama y los animales, allá donde estuviesen, trataban de procurarse su alimento. Era invierno, no el más frio de los últimos tiempo, desde luego, pero no por ello menos duro. El bosque emanaba un calor gratificante, que en el claro iba desapareciendo. Solo la acción del sol, que goleaba los rostros, sobre el claro servía para ser consciente de la poca diferencia de temperatura que había en el, respecto a la foresta. Pero todo aquello no importaba ahora, estaban sumidos otros asuntos.

Freagulf vio como Erik apuntaba al bosque, pero no en una sola dirección, si no que trataba de descubrir algo y estaba listo para ensartarlo en cuanto lograse verlo. Tenía su jabalina en alto, el brazo cargado como un resorte hacia atrás.
Freagulf salió espada en mano para ayudarlo, entre los dos atraparían a aquel que se escondía tras los arbustos, y que sin duda estaría asustado ante la visión de ambos compañeros armados. El ailgratha dejos su escondite mostrándose.

RESOLUCION TURNO 311
(Asalto 1)

El bosque seguía tranquilo, ajeno a lo que ocurría. Aunque nadie le prestaba atención, el bosque seguía con sus quehaceres diarios. Las ramas se mecían con el gélido viento, los pájaros se movían nerviosos de rama en rama y los animales, allá donde estuviesen, trataban de procurarse su alimento. Era invierno, no el más frio de los últimos tiempo, desde luego, pero no por ello menos duro. El bosque emanaba un calor gratificante, que en el claro iba desapareciendo. Solo la acción del sol, que goleaba los rostros, sobre el claro servía para ser consciente de la poca diferencia de temperatura que había en el, respecto a la foresta. Pero todo aquello no importaba ahora, estaban sumidos otros asuntos.

Temudyin estaba agazapado, no muy lejos de Freagulf, entre los arbustos. Su amigo no parecía no haberse percatado de su presencia, al igual que el enano. El tuerto vio como Erik apuntaba al bosque, pero no en una sola dirección, si no que trataba de descubrir algo y estaba listo para ensartarlo en cuanto lograse verlo. Tenía su jabalina en alto, el brazo cargado como un resorte hacia atrás.

Freagulf salió espada en mano para ayudarlo, entre los dos atraparían a aquel que se escondía tras los arbustos, y que sin duda estaría asustado ante la visión de ambos compañeros armados. El ailgratha dejo su escondite mostrándose cuando Temudyin, reaccionando a ello, avanzo rodeando a ambos. Trataba de sorprender por la retaguardia al enemigo que Erik acechaba. Con mucho cuidado, comenzó su maniobra, pues no quería ser descubierto. Parecía estar lográndolo. Grácilmente sus pies encontraban los huecos adecuados para no pisar ramitas ni tropezar con las raíces. Además agachado como iba, su cuerpo no lo delataba.

RESOLUCION TURNO 311
(Asalto 1)

Kolli y Tulak observaban en la espesura. Erik apuntaba al bosque, pero no en una sola dirección, si no que trataba de descubrir algo y estaba listo para ensartarlo en cuanto lograse verlo. Tenía su jabalina en alto, el brazo cargado como un resorte hacia atrás. No llevo su escudo.

Fue entonces cuando una sobra se abalanzo sobre Erik desde su izquierda. Tulak y Kolli solo alcanzaron a ver el brillo de la espada, pues el individuo estaba escondido.

Turno 321A

Sigo al enano, con sigilo y discreacción, pero le rodeo, para ayudar por el flanco con lo que esté haciendo, buscando o lo que sea. Tampoco quiero sobresaltarlo.

Turno 312

Poco a poco Temudyin rodeó al supuesto enemigo. Sus movimientos eran lentos pues intentaba no ser detectado. Llegaría más tarde que sus compañeros, pero eso también le daría una ventaja, o eso pensaba. Estaba muy cerca y aún así, no veía ni oía nada. Erik y Freagulf se habían lanzado al ataque y ya deberían estar en plena refriega, pero no escuchó ningún ruido de golpes o de entrechocar de aceros. Todo era muy extraño. Allí, agachado, esperaba su momento, pero este no llegaba. Miró a su alrededor, incluso por encima de él, en las copas de los árboles, por si fuese él el que hubiese caído en una trampa. Nada. Se tomó un segundo, dejando incluso de respirar, para escuchar con atención. Nada. ¿Que pasa? Se preguntaba una y otra vez. El bosque a su alrededor parecía tranquilo. Los altos árboles estaban distraídos con sus cosas, ajenos al bosquimano de aspecto oriental que permanecía agachado entre los arbustos. Despacio, fue levantándose con la lanza preparada para atacar, intentando descubrir que es lo que pasaba con sus compañeros.

Turno 312

"Si allí de pie, en medio del claro, sin moverse un ápice de su sitio, hubiera un eórlinga, un elfo o incluso un hobbit, seguramente habría pensado que hacía un frío gélido, que calaba hasta los huesos. Seguramente se habría puesto nervioso, viendo desaparecer a sus amigos uno a uno en la espesura. Seguramente habría transmitido su estado de ansiedad a los animales que, posiblemente, si no hubieran salido desbocados, les habría faltado poco. 

Por suerte, allí no había un elfo, ni un hobbit, ni un impaciente humano. Quien estaba allí, de pie, en medio del claro, sin moverse un ápice de su sitio, era Haelembor, el Gigante de las Verduras...".

Mientras me decía aquello a mí mismo, acariciaba con cuidado los hocicos y los cuellos de todos los animales al tiempo que sujetaba con la otra mano sus riendas. No, yo no sentía frío, apenas era una brisa refrescante lo que corría por el camino cual si de un fantasmal espíritu de las llanuras se tratase. Miré atrás, a la lejanía y pude percibir cómo una fuerte ráfaga de aire hacía ondear las altas hierbas de ambas lindes del camino, provocando una ola que se acercó a mí rápidamente y que seguí con la cabeza cuando pasó de largo, y se perdió por delante, en lontananza. 

-Shhhh... tranquilos, ya está, no pasa nada. Tranquilos... Tranquilos -susurraba con una gran calma reflejada en mi voz. 

No, yo no iba a ponerme nervioso, no iba a preocuparme por ver desaparecer a mis compañeros en el bosque; al fin y al cabo, ellos eran los guerreros, ellos sabrían qué hacer. Yo ya tenía suficiente trabajo tratando de calmar a todas las monturas y a la pobre mula, quienes ni por asomo se habrían imaginado que serían obligados a realizar tamaña hazaña como el viaje que teníamos entre manos. 

-Tranquilos... Gilmor, Dali, Zanahoria... Tranquilos, shhhh... No pasa nada, Calma. Malgeth, Helmund, Ataloth... Tranquilos... -continué, llamándolos a cada uno por sus nombres mientras los acariciaba con una ternura que nadie habría dicho propia de un gigantón de mi envergadura. 

No, no permitiría que saliesen desbocados. Aquello estaba claro, me dije a mí mismo mientras observaba con atención la espesura que nos rodeaba, en todas direcciones... 

Turno 312

Millones de matices llenaban nuestros ojos desde la linde del bosque, un enorme lienzo de hojas, raices, corteza y barro que colmaba la vista y el resto de sentidos que no daban a basto con tanta información. Pese a ello, y aunque a aquellas alturas estaba convencido de que, a parte del cervatillo, poco mas había que temer, seguia la estela de Kolli, cubriendo las espaldas de Erik, nuestro estrafalario compañero, que bien pareciese poseido, por el modo en que amenazaba en todo momento a cada hoja de los enormes helechos que brotaban por doquier entre el sotobosque del Eryn Lasgalen, como si todo el extinto Ejercito de Sauron "El Oscuro" estuviese oculto, preparado para abalanzarse sobre nosotros:

- Se puede saber que mosca le ha picado...??, pregunté a Kolli en un susurro, , mientras volvía la cabeza al claro, donde Haelembor dominaba a las monturas con maestría, evitando que entrara en panico, tras la explosión sin avisar del cojo enano. Como montaraz, valoraba, y mucho, la función que desempeñaba el Beornida en nuestras extraña compañía: - Es el contrapunto perfecto a la volatilidad efervescente de los dos naugrim!!, pensé, antes de volver la atención de nuevo a Erik, justo en el momento en que un brillo metálico se abalanzó sobré él desde su izquierda:

- Al final, el condenado tenía razón!!, pensé, apretando los dientes, agradeciendo que el tesón del enano hubiera permitido que descubriesemos a los malditos orientales que, de otra forma, hubieran caido sobre nosotros en una situación aun mas ventajosa para ellos, aunque aun contaban con la ventaja de la sorpresa, sumado al hecho de que habían conseguido separarnos.

Golpeando a Kolli con el escudo, dije, en alto, mas que convencido de que el sigilo en nuestro caso era irrelevante:

- Cuidado, Erik, a tu izquierda!!! Retrocede hacia nosotros!!!, tras lo que, girando la cabeza, grité, para avisar a Haelembor: - Beornida, nos atacan!! Manten tu posición!!, mas para informarle que por reclamarle para el combate.

Despues, otando la espesura, si cabe con mas ahinco, me acerqué a Kolli, diciendo: - Venga, saquemosle de ahí!!!, colocandome a su lado para hacer frente común, mientras iniciaba un ligero trote hacia Erik, haciendo un gesto al herrero para que siguiese mi movimiento.

Turno 312

Cuando me dí cuenta que el resto de mis compañeros no me habia acompañado, de acuerdo a nuestro plan, ya era demasiado tarde. Nada más entrar en el bosque, habia creido percibir movimiento tras unos arbustos, de modo que armando mi brazo, permanecí a la expectativa. Esperaba ver asomarse una cabeza de Cervatillo en cualquier momento. Sin embargo, no fue ningun animal lo que apareció. Subitamente, una sombra se deslizo desde mi izquierda. Pude distinguir el brillo fugitivo de su espada entre las ramas. Por un instante creí que podría tratarse de Chakka o del Rohirrim, que finalmente se habian precipitado en nuestra busca cansados de esperar. Pero esa idea no me entretuvo mucho tiempo. Habia hecho bastante ruido en mi carga hacia el bosque...no creia posible que ninguno de mis compañeros se arriesgase a acercarse a mi de aquella guisa. Ademas, fuera quien fuese se movia rápido y se habia acercado mucho a mi posicion antes de que pudiera verle. Mierda, esta muy cerca pensé cuando ya casi lo tenia encima. En un acto casi reflejo mi brazo se extendió como un resorte en direccion a la sombra que me amenazaba. Una estela verde esmeralda recorrió la distancia que nos separaba, silbando contra el aire del Oeste. La punta de la lanza atravesó hojas y telarañas haciendo bailar alguna rama delgada a su paso. Tras arrojar la Jabalina, dí tres pasos atras para tomar unos metros de distancia, lo justo para poder desenvainar mi martillo.

RESOLUCION TURNO 312
(Asalto 2)

El viento mecía despacio las ramas en el bosque, el tiempo parecía haberse detenido. Los animales habían enmudecido y solo la luz del sol que iluminaba el claro y que se filtraba en sus lindes llenando todo de sombras, permitía ser consciente de lo que a continuación ocurriría.

Una lanza salió disparada desde el brazo cargado del enano, en dirección a Freagulf. ¿Cómo habían llegado a eso?

Erik estaba tenso, muy tenso, esperaba sorprender al enemigo, o al cervatillo, lo cierto es que no lo tenía claro. Para ello corrió al bosque y al penetrar en el, quedo a la espera de que saliese de su escondite lo que él pensaba seria un Sagath.
Aunque al principio Kolli y Tulak no habían seguido en su alocada carrera, si que fueron tras él, más sosegados. Se detuvieron en el linde del claro a escasos metros del enano. Seguía muy tenso, con la lanza sobre la cabeza.

Entretanto, Freagulf se hallaba escondido, aguardando ver alguno de los imaginarios atacantes para sorprenderlo. Pero salió, y lo hizo sigilosamente, de su escondite. Algo paso por el rabillo del ojo de Erik y arengado por Tulak en un grito de alarma, pues ni uno ni el otro reconocieron al ailgratha entre las sombras, soltó con fuerza su jabalina en dirección al intruso. Kolli y Tulak trotaron hacia el naugrim en su ayuda.

El arma silbó mientras cortaba el aire. Por suerte para el explorador, el tiro no fue del todo bueno y no necesito esquivarlo. La jabalina se perdió tras unos matorrales, clavándose en el suelo unos metros por detrás.

La imprudencia de caminar cerca de un enano tenso y armado, saliendo de un escondite y más aun el hacerlo con sigilo y discreción, casi le había costado un disgusto a etheod. La jabalina bien podía haberle perforado el pecho si Erik fuese tan diestro con ella, como lo era con su martillo. Lo contaría, pero se lo pensaría dos veces antes de volver a sorprender a alguien armado.

Kolli y Tulak también habían tenido suerte, Freagulf si que pudo verlos a tiempo de atacarlos, pues de no haberlos reconocido, hubiera creído que se abalanzaban sobre Erik, y tal vez alguno hubiera probado el filo del ailgratha.

Haelembor, en el claro, calmaba a los caballos mientras observaba la escena asombrado. Los nuevos gritos hicieron pifiar a alguno de los caballos, y si el beornida no hubiese estado allí, quizás hubiesen huido asustados. Del que no sabían nada era de Temudyin, el tuerto había desaparecido cuando entro en el bosque, y nadie parecía saber nada de él.

Así fue como ocurrió todo, una serie de desafortunadas acciones que casi acaban en desgracia. El grupo tenía aun que conocerse bien, de actuar como tal, unido. La escena desde que entraron en el claro fue grotesca. Pantomimas de poca credibilidad, cada uno haciendo lo que creía correcto sin seguir un plan, un exceso de celo y casi una muerte. Aquello sin duda estaría divirtiendo a alguien, el enemigo sorprendido por la manera de actuar estaría desternillándose tras un árbol incapaz de apuntar con su arco de las convulsiones provocadas por la risa. Eso, si seguían pensando que los habían emboscado.

Tras la ridícula y bochornosa actuación, solo quedaba reanudar la marcha con el orgullo herido. Eso sí, antes tendrían mucho de qué hablar, mucho que reprocharse e incluso que perdonar. Ya antes también, si seguían convencidos de la presencia del enemigo, continuar con su búsqueda.  Erik seguía haciendo amigos, aunque no fue solo culpa suya.

RESOLUCION TURNO 312
(Asalto 2)

El viento mecía despacio las ramas en el bosque, el tiempo parecía haberse detenido. Los animales habían enmudecido y solo la luz del sol que iluminaba el claro y que se filtraba en sus lindes llenando todo de sombras, permitía ser consciente de lo que a continuación ocurriría.

Desde su escondite, Temudyin observaba la escena. Al igual que su amigo Freagulf, esperaba escondido para emboscar a quien acechaba Erik. Tras un arbusto, fuera de la visión de sus compañeros, atendia el bosquimano.

Una lanza salió disparada desde el brazo cargado del enano, en dirección a Freagulf. ¿Cómo habían llegado a eso?

Erik estaba tenso, muy tenso, esperaba sorprender al enemigo, o al cervatillo, lo cierto es que no lo tenía claro. Para ello corrió al bosque y al penetrar en el, quedo a la espera de que saliese de su escondite lo que él pensaba seria un Sagath.
Aunque al principio Kolli y Tulak no habían seguido en su alocada carrera, si que fueron tras él, más sosegados. Se detuvieron en el linde del claro a escasos metros del enano. Seguía muy tenso, con la lanza sobre la cabeza.

Entretanto, Freagulf se hallaba escondido, aguardando ver alguno de los imaginarios atacantes para sorprenderlo.  Pero salió, y lo hizo sigilosamente, de su escondite. Algo paso por el rabillo del ojo de Erik y arengado por Tulak en un grito de alarma, pues ni uno ni el otro reconocieron al ailgratha entre las sombras, soltó con fuerza su jabalina en dirección al intruso. Kolli y Tulak trotaron hacia el naugrim en su ayuda.

El arma silbó mientras cortaba el aire. Por suerte para el explorador, el tiro no fue del todo bueno y no necesito esquivarlo. La jabalina se perdió tras unos matorrales, clavándose en el suelo unos metros por detrás.

La imprudencia de caminar cerca de un enano tenso y armado, saliendo de un escondite y más aun el hacerlo con sigilo y discreción, casi le había costado un disgusto a etheod. La jabalina bien podía haberle perforado el pecho si Erik fuese tan diestro con ella, como lo era con su martillo. Lo contaría, pero se lo pensaría dos veces antes de volver a sorprender a alguien armado.

Kolli y Tulak también habían tenido suerte, Freagulf si que pudo verlos a tiempo de atacarlos, pues de no haberlos reconocido, hubiera creído que se abalanzaban sobre Erik, y tal vez alguno hubiera probado el filo del ailgratha.

Haelembor, en el claro, calmaba a los caballos mientras observaba la escena asombrado. Los nuevos gritos hicieron pifiar a alguno de los caballos, y si el beornida no hubiese estado allí, quizás hubiesen huido asustados. Del que no sabían nada era de Temudyin, el tuerto había desaparecido cuando entro en el bosque, y nadie parecía saber nada de él.

Así fue como ocurrió todo, una serie de desafortunadas acciones que casi acaban en desgracia. El grupo tenía aun que conocerse bien, de actuar como tal, unido. La escena desde que entraron en el claro fue grotesca. Pantomimas de poca credibilidad, cada uno haciendo lo que creía correcto sin seguir un plan, un exceso de celo y casi una muerte. Aquello sin duda estaría divirtiendo a alguien, el enemigo sorprendido por la manera de actuar estaría desternillándose tras un árbol incapaz de apuntar con su arco de las convulsiones provocadas por la risa. Eso, si seguían pensando que los habían emboscado.

Tras la ridícula y bochornosa actuación, solo quedaba reanudar la marcha con el orgullo herido. Eso sí, antes tendrían mucho de qué hablar, mucho que reprocharse e incluso que perdonar. Ya antes también, si seguían convencidos de la presencia del enemigo, continuar con su búsqueda.  Erik seguía haciendo amigos, aunque no fue solo culpa suya.