Partida Rol por web

El caos del interior no dejaba lugar a dudas. Estaban en un buen problema. Los japoneses continuaban disparando aunque para entonces, eran más que antes y prácticamente estaban ametrallando el avión.

En aquellos momentos, un queso emmental tenía menos agujeros que aquel viejo y destartalado avión que parecía aferrarse al suelo como un chicle a la suela de los zapatos.

Si no arrancaban rápidamente, el interior se iba a convertir en una mezcla internacional de cuerpos sin vida.

Poco o nada más que seguir rezando podía hacer la hermana Claire por ayudar a esa pobre gente y a si misma. Por eso y desoyendo por completo las sugerencias del piloto, la religiosa continuó recitando sus oraciones.

...Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.

Por tu gracia, destruye a mis enemigos,
aniquila a todos los que me acosan,
que siervo tuyo soy...

El trabajo del piloto estaba siendo nefasto, no conseguía poner en marcha el avión y ya los primeros impactos de bala comenzaban a escucharse sobre el bimotor, aún estaban lejos porque eran cautos, esperaban nuestra respuesta al fuego así que se mantenían parcialmente a cubierto, pero eso no sería por mucho tiempo. Entonces a mi lado, apretujandose apareció la rubia con el único interés de tocar un conmutador con el dedo ¿Pero en qué estaba pensando? Si ya de por sí el piloto estaba que se pegaba un tiro, solo hacia falta que esa mujer cortara el paso de combustible o algo.

Iba a soltarle una de mis perlas, pero entonces la monja me reclamó-Si hermana, voy ya mismo-dije diligente dejando al piloto volviéndose loco con aquel cacharro, yo tenía mi propio trabajo allí. Cuando volví al cuerpo principal del avión me abordó el hombre que sabía japonés contándome que el amarillo podría ayudar a despegar el avión -¿Está de broma amigo? Primero, tiene una herida grave en el estómago, segundo, es un maldito amarillo que ha intentado degollar a una enfermera, tercero, ha hecho todo lo posible porque nos cojan ¿Y ahora se las da de buen tipo?-dije con voz grave mirando al japonés que tenía intención de ir hacia la cabina, quise detenerle, pero ya estaba a mitad de camino así que suspiré profundamente intentando tranquilizarme-Mire, que haga lo que quiera, por mí como si muere desangrado tengo que ver cómo está la monja- mascullé dejando plantado al hombre y acercándome hasta la religiosa.

-Veamos hermana ¿Dónde tiene la herida?con tanta tela negra no veo la sangre...- mascullé ¿Es que se creían árabes en el desierto con toda esa tela negra? Nunca entendí el por qué llevar esos ropajes. Tampoco iba a levantarle el hábito así que esperé con poca paciencia a que me indicase el origen del dolor, mientras el piloto comenzaba a vociferar desde la cabina, un puto festival era aquello, pero entonces una lluvia de balas comenzó a regar el fuselaje-¡Joder! ¡Amigo arranca éste pedazo de chatarra o no tendrás pasajeros que llevar!- grité agachando la cabeza intentando no morir en el acto de un tiro en la cabeza.

Si aquel piloto no conseguía ponernos en el aire en el siguiente minuto, aquellos japos entrarían en el avión y nos freirían a tiros.

Sextus atendía a las palabras de unos y otros, cada cual hablando en un idioma. El cerro los ojos un instante ante el chaparrón de improperios del piloto. Bueno, el supuesto piloto, aun no había pilotado nada.

Un agujero en el fuselaje apareció justo al lado de su cabeza, y noto una pequeña piedra caliente en su guerrera. Las balas no solo los podían matar, los enterrarían.

Pero no había más opciones, o morían en aquel ataúd gigante de hierro, o salían fuera, y se convertían en blancos móviles para los enemigos. Y estaba seguro de que no tendrían mucha suerte fuera.

La cuestión era, si era mejor opción quedarse dentro del aparato. No se presentaba la mejor de las suertes, si el que debía sacarlos de allí gastaba mas tiempo gritándoles que arrancando el motor.

O puede sencillamente que aquel cacharro, no pudiera volar, y aun no se hubieran dado cuenta. Le hubiera gustado acercarse, hablar con él, y reconducirlo hacia el problema. Aquel aparato, ¿podía o no podía volar?.

Se dio cuenta, que aquella idea era una mala idea. No quería que le hablaran, de echo, no quería que estuvieran allí. Seguramente su plan era haberse marchado solo.

Noto la mirada del asiático, que en silencio esperaba una respuesta a lo que había enunciado. Esperaba que comunicara a los demás sus ideas. Y mientras Sextus seguía callado.

El doctor ya había expresado su deseo de dejarlo morir fuera, y el piloto no quería escuchar hablar más al extranjero.

**Zenji san. Lo único que nos permiten hacer ahora es guardar silencio. Le invito a que haga lo mismo.**

Le podía haber explicado los motivos. Que era el enemigo. Qué había echo de todo para que no llegaran vivos al avión. Pero no era necesario retratar todo. Estaba seguro de que el japonés podría hacer balance el solo de lo que había ocurrido hasta ese momento.

Igualmente, no hacia falta explicar lo positivo de tener un segundo piloto en la cabina. Porque allí nadie veía una persona, sino una sentencia de muerte, en la piel y el habla del herido.

Se sentó como pudo en el estrecho pasillo, y guardo silencio. Miraba de hito en hito al médico, que aun encontraba tiempo para hacer su trabajo. A la mujer rubia y al piloto en la cabina.

Y se dio cuenta, como tantas otras veces, que por mucho que su trabajo pudiera ser crucial en algunos momentos. En otros simplemente parecía un cero a la izquierda.

Con manos firmes realizo la señal de la cruz tres veces, y se quedo mirando al suelo.

Si alguien sabe algo de mecánica puede intentar reparar "algo", por ejemplo, quizás esté obstruido el suministro de combustible o simplemente haya un cortocircuito que impide que la energía eléctrica llegue con la intensidad adecuada. 

En ese caso, alguien tendría que agacharse por debajo de los mandos, abrir la compuerta y arrastrarse entre los cables y conductos para intentar alcanzar algo. 

La TIRADA DE MECÁNICA os la dejo en 5+ y eso os daría un +2 en la otra. Estoy segura de que al intentar la primera superaríais el 8 de la segunda jajajajajajaja

- No hay tiempo para eso ahora, camarada... - Le dijo al médico en un inglés perfecto.

La religiosa se puso en pie y se dirigió a una de las ametralladoras. No estaba lista para reunirse con su creador y dada la inoperancia del piloto, tendría que hacer algo para evitarlo. Así pues se puso a los mandos de una de aquellas máquinas de guerra y sonrió. No parecía muy difícil utilizar aquel cacharro.

Fue entonces cuando movió la ametralladora y esperó un buen blanco sobre el que descargar la ira de Dios. Uno de aquellos Zero japoneses se acercaba directo a su posición. La monja apuntó y esperó con sangre fría hasta tenerlo en el punto de mira. Sólo entonces accionó el disparador y una ráfaga de balas empezó a salir del cañón directamente hacia el enemigo.

- ¡Tomad lo vuestro, puercos amarillos! - Gritó desatada.

Contra todo pronóstico, la Hermana Claire decidió que era el momento de ayudar a aquellos sucios amarillos a reunirse con su creador, así que se fue corriendo hacia la torreta frontal, se sentó delante de la ametralladora y comenzó a disparar. 

Las balas caían como piedras sobre el suelo del avión mientras el sonido resonaba por todo el interior, obligando a todos a taparse los oídos con ambas manos.

Pero afuera, el caos que estaba organizando era bien distinto. Los japoneses empezaron a caer como moscas y a ocultarse como podían en cualquier sitio.

Los gritos en japonés no eran audibles para los pasajeros de aquel avión incapaz de volar, pero cualquiera que estuviese en el exterior habría podido oír los gritos de los japoneses que estaban siendo masacrados sin piedad, perdiendo sus miembros, piernas, brazos o cabezas, y muriendo en aquel improvisado campo de batalla.

Zenji escuchó de mala gana al intérprete e hizo un gesto de asentimiento. Ya estaban lo bastante jodidos viendo como las balas impactan en el fuselaje del avión y lo atravesaban en los puntos más endebles, como para liarla más allí dentro.

Desde su posición veía como el piloto no hacía más que gritar improperios en su idioma y pulsaba botones y comandos sin ton ni son. Abe sabía que a lo sumo podría tener cuatro o cinco años de experiencia, la mayoría de ésta en simulaciones y otro tipo de aviones que en nada se parecían al que tenía frente a sus ojos. Un puto novato inglés.

Por el sonido que emitía aquel armatoste deteriorado cuando trataba de arrancarlo, pudo interpretar donde podía estar el problema. Quién lo dejase allí tirado había visto que los rodamientos estaban jodidos, colapsarían pronto la varilla de conexión y el pistón sería despedido a través del lateral del motor y... Bang! El motor acabaría destruyéndose a sí mismo. Estaban sobre un avión que sí o sí terminaría estrellándose aunque saliesen de allí...pero no había otra.

Viendo el caos generalizado, y a la monja disparar desde la torreta, haciendo que todos se tapasen los oídos, el nipón se arrastró y empezó a subsanar provisionalmente el problema. No iba a durar demasiado, pero quizà les permitiese salir de aquel infierno.

** Creo que yo lograr reparar problema. Decir a inepto piloto que ya poder arrancar y despegar este cacharro, y que sobretodo, no forzar motores o estos colapsar. Volar bajo y mantener velocidad constante. ¿Tú transmitir o seguir callado como almeja? ¡Habla grupo o todos morir!

Sextus abrió los ojos cuando el japonés se tiro al suelo y empezó a trastear con vente a saber qué cosas. 

Finalmente le dio una explicación. 

El japonés dice, que ha solucionado algún problema, que ya se puede despegar, porque que no se puede forzar los motores o estos colapsaran. Recomienda volar bajo y a velocidad constante.

Transmitió la información hacia la cabina del piloto, y juraría que había visto al piloto hacer una mueca.

Luego, con un volumen más bajo volvió a hablar con el asiático.

**Pensé que me encontraría con un hombre de honor, pero por su manera de comportarse parece un matón de shibuya. Qué incorrección.**

Y torció la cara indicando que no tenia mucho más que hablar con él por el momento. Estaba francamente soliviantado por la actitud pueril del asiático, no es que no entendiera que eran enemigos. Esa parte le quedaba clara.

Pero a cada oportunidad que tenia, hacia comentarios ofensivos a la única persona con la que podía hablar. Era mucho más parecido al piloto americano que tenían. Todo el día de mal humor, insultado a la gente y pegando gritos.

Decididamente estaban cortados por el mismo patrón.

-¡NO HAY MANERA DE PONER ESTA PUTA MIERDA EN EL AIRE! ¿Dónde está el japo? ¡Lo he visto husmeando! ¡Seguro que ha jodido algo del avión para que no podamos despegar! ¡Es un mentiroso de mierda!

Estaba empezando a ponerme realmente tenso. No había manera de hacer despegar el avión, y por mucho que la monja me haya sorprendido utilizando las armas de manera portentosa, quizás era cuestión de tiempo que nos acribillaran a todos. Soñaba con encontrarme en cualquier bar de mala muerte de mi amada Inglaterra: un día lluvioso, un buen whisky escocés... Todos esos anhelos estaban cada vez más lejos.

¿Qué esperanza hay? Incluso aunque consiguiéramos salir de aquí, no podría establecer el rumbo correcto con estos inútiles a bordo. Estoy seguro de que me tratarían como a un burdo taxista, los muy plastas. Hostia, estoy hasta los cojones de este puto sitio.

Puesto que no poníais en marcha el avión, los japoneses tuvieron tiempo de reagruparse. Los disparos de la hermana Claire consiguieron dispersarlos, pero poco a poco fueron llamando a más hombres. Al mirar por el cristal de la cabina visteis como algunos de ellos hacían señas y a los pocos segundos descubristeis por qué.

Dos japoneses aparecieron llevando una especie de mortero o cañón*.