Partida Rol por web

Despreocupadamente mientras me dirijia a los aposentos... Me giro ante nuestro nuevo guia y le pregunto por el lugar a donde vamos, si habia estado alguna vez o habia oido hablar de ese sitio.... Espero a ver si me responde, o si tiene cierta informacion sobre las preguntas que le formulo.

Ante el gesto de Sebek todos respondéis con rostro serios e inquisitivos, haciendo un semicírculo alrededor de él lo cuál hace que retire la mano con cara divertida: No hace falta intimidarme, es la costumbre. Iocanthos solo tiene un espaciopuerto: Puerto Amargura. Es la entrada al mundo; aterrizar en cualquier otro lugar sería demasiado arriesgado, con tantos saqueadores, tormentas y terrenos escabrosos. Aunque supongo que ya sabrán estas cosas porque no es normal que llevemos pasajeros en este tramo de la ruta. Más adelante igual no, sobre todo en el trecho que va de Lugnum a Escintila; ahí llevamos la cubierta abarrotada. Pero me da a mí que en Iocanthos no hay mucho que hacer, porque el planeta no da para más.

Mirando a Sebek, bueno nada nuevo que no podamos solucionar, en peores me he visto y en panetas más dificiles he estado. Me voy a los aposentos. Empiezo a avanzar hacia los aposentos, despidiendome del grupo.

Ni siquiera había prestado demasiada atención a las últimas palabras de Sebek. Para mi toda la información importante que debía saber ya estaba contenida en la placa de datos y eso me bastaba por ahora. Mi cuerpo agradecería unos instantes de descanso en esas habitaciones que nos habían preparado.

Sebek continúa el paseo camino de vuestro camarote. Queda patente al llegar que no están acostumbrados al transporte de viajeros: un camarote de paredes oxidadas atestado de incómodos catres, mobiliarios desiguales y lámparas incandescentes que a veces se apagan durante tiempo indefinido.

- Las comidas son en la cocina pero no se preocupen que vendré a buscarles. Los pasajeros no tiene permitido deambular solos por la nave por lo que si quieren salir no duden en decírmelo, comenta con rintintín

El sacerdote mira la estancia con indiferecia mientras Sebek les da las ultimas instrucciones ante lo que el acólito se gira hacia él.

- Como os haremos llegar nuestras inquietudes Sebek ¿Algún sistema de comunicación en la nave?- pregunta con la mirada fija en aquel hombre. El sacerdote no sabía por qué pero había algo que no le gustaba. - ¿Donde está ese tal Rabalías? Si no se nos permite deambular por la nave solos ¿Como es que a él si? ¿Hay mas tripulantes que debamos conocer?- pregunta con tono y gesto serio.

Me dirijo al catre con mejor pinta mientras Albrek trata de hacer amigos en la nave. A saber cuando voy a poder volver a dormir en una cama, la gente no sabe disfrutar de estos placeres.

Una vez acostado en la cama me coloco la almohada si la hay, o utilizo alcgo como almohada. Miro a este Sebek, que no parece mal tipo, solo otro chupatintas que hace su trabajo de mierda.  Me parece bien esperar aqui, pero como haya cualquier problema o situacion sospechosa, tendremos una charla al estilo de mi planeta. Vuelvo a mullir mi cojin con el cual levanto un poco la cabeza para verle un poco mejor. No te preocupes que no tengo intencion de salir a no ser que sea para comer o beber algo. Hago una pausa, mientras medito la siguiente frase. Pero creo que a un Adeptus Arbitres, no le puedas impedir que inspeccione la nave si el lo cree oportuno, y con los hombres que el crea necesarios.  Ya me habia topado con algun arbitre en mi vida y sabia de lo que eran capaces y las cosas que podian hacer.

Muy buena sacerdote, le has puesto en su sitio sin usar la pistola. Y el soldadito ha jugado la baza de la ley. Quizá sólo hemos necesitado que nos disparasen un poco para empezar a trabajar.

Estamos interesados en Rabalías...

Sebek se acerca a una caja con una rejilla en la pared, cerca de la puerta. La caja tiene un botón que cuando el sobrecargo lo pulsa hace un ruido como cuando se fríe panceta: ¿Si?, se oye salir de la caja, ..aquí Sebek, ¿donde está el tal Rabalías?, responde....pidió ir a la cocina por algo de beber, dice la voz...de aucuerdo, responde vuestro guía y se vuelve hacia vosotros.

- Iré a buscarle para que puedan conocerse. Cuando va a salir y cerrar la compuerta os dice: recuerden que un capitán es soberano en su nave y ni la Inquisición niega esos derechos.

Después de haber sido seleccionado para servir a la Inquisición, las cosas no han ido exactamente como habías imaginado. Apartado de tu anterior vida, has sido probado, medido, estudiado… interrogado. Sin embargo, aparte de unas pocas lecciones impartidas en oscuras cámaras que te dejaron una sensación enfermiza en el estómago y de cantidades aparentemente interminables de códigos y cifras para memorizar y destruir, te han dejado básicamente a tu libre albedrío. Alojado bajo nombre falso en un bloque habitacional anónimo de la Colmena Sibellus, en Escintila, el planeta capital del Sector Calixis, te has dedicado a esperar durante semanas la llamada de tus amos, y, tal vez, su veredicto.

Finalmente la llamada ha llegado y un correo de ojos perdidos te ha entregado una nota escrita en uno de los códigos del Sagrado Ordos junto a un pase para embarcar en una lanzadera. El mensaje era simple y maquinal, con una hora, una fecha y un lugar. La orden de ir preparado y en espera de compañía está firmada con un único epíteto – “El Emperador Protege”.

Tomas todo tu equipo pues no sabes si volverás a este lugar y te encaminas a la zona superior de la colmena. En el control que separa la zona media de la zona alta los agentes de Adeministratum, vestidos con su uniformes verdes, revisan tu pase y te habilitan el acceso. Tras más de una hora de caminata llega a la plataforma sur, en la puerta un letrero reza Alfa-4372. Preguntas por la lanzadera y un adepto te indica el muelle de atraque y te sella el pase de embarque.

Cuando entras en la lanzadera, un suboficial de la armada te recibe y te indica tu asiento, tras lo cuál desaparece por una compuerta que da a un pasillo hacia la cabina. La lanzadera puede albergar a unos doce pasajeros pero te fijas que la forma de los asientos permitiría que algo más grande pudiera abarcar dos.

En uno de los asientos un individuo con una túnica gris te mira mientras entras y te acomodas.

- Bienvenidos acólito, dice con voz grave. El maestro envía saludos y espera que estés a la altura de la confianza que en ti se ha depositado, en ésta saca un sello de la Inquisición con un símbolo que has visto ya varias veces: el del inquisidor que nunca has conocido personalmente.

En este momento lo motores alcanzan la potencia suficiente para el despegue y notas la presión que te hunde en el sillón. Tras unos segundos de subida vertical la lanzadera se impulsa hacia el horizonte inclinándose hacia el espacio.

- Mi nombre es Gramen y el inquisidor me ha pedido que te conduzca hacia el carguero El Cielo de Bronce para tu primera misión. En esta placa de datos tienes los detalles - te pasa la placa apagada.

Cuando la lees antes de que puedas empezar a plantear tu primera pregunta te replica: No sé cuál es la misión ni puedo aportar más datos, más como un hecho que como una disculpa.

El piloto avisa por el sistema de altavoces de la lanzadera que se va a producir el acoplamiento de las dos naves, al ser un carguero no dispone de cubierta de atraque. El acercamiento a vuestro nuevo transporte va siendo cada vez más lento mientras la lanzadera se coloca en paralelo a la izquierda del carguero. El acoplamiento viene marcado con un sonido de choque metálico y un siseo.

La puerta se abre y un tipo con un mono de trabajo se asoma: Por favor, el pasajero que desembarque.

Cuando sales Gramen no se inmuta ni hace ademán de levantarse si quiera, se limita a decir: La Luz del Emperador te guíe.

Al entrar en el Cielo de Bronce te percatas de que no va a ser un viaje de lujos pero que se haya en muy buen estado y es lo bastante grande como para cubrir la travesía por la transitada ruta comercial en pocos días. Cuando el tripulante te conduce por los pasillos y cubiertas del carguero de camino a lo que serán tus aposentos te fijáis en que no está preparado precisamente para transportar pasajeros.