Partida Rol por web

Ok-Sar cubría la retaguardia de Angrend mientras éste descendía. El asesino se asomó por las escaleras para echar un vistazo antes de bajar. Los escalones descendían en lo que parecía ser el amplio recibidor de la casa. Hacia la derecha había una puerta abierta de la que venía un olor a estofado: sin duda la cocina. El sonido de la música venía de unas puertas dobles que había en la pared contraria. Por supuesto en la pared del medio había un portón que sin duda conduciría al exterior. Un par de puertas adicionales se ubicaban justo al lado de las escaleras.

Pero el asesino se estaba fijando en el salón principal. El lugar estaba profusamente decorado con muebles caros de Árbol Shengard, una especie conocida por el brillo iriscente de su madera. En la pared del fondo había una falsa chimenea formada por dos ramas entrelazadas en medio de las cuales se ubicaba la enorme radio que emitía el concierto de música de cámara.

Había varios sillones y un diván. Y en ese precisamente estaba tumbado el objetivo de los asaltantes. Rainias estaba sentado leyendo un libro mientras escuchaba la radio. Era un tipo alto, de complexión ancha, de rasgos marcados y profusa barba. No parecía especialemente entrenado ni tenía la forma física de un guerrero pero después de ver los trofeos de arriba quizás su aspecto ocultase alguna sorpresa. En ese momento, sin embargo, no parecía haberse percatado de la presencia de los intrusos.

Angrend se paró justo antes de aparecer en la visual de su objetivo. Rainias estaba leyendo tranquilamente, como si no hubiera nada de lo que preocuparse, cuando en realidad estaba en peligro mortal. Si aquello fuese una misión de asesinato, el tipo ni se habría enterado de que había muerto. Pero le necesitaban vivo, al menos de momento, así que nada de armas.

Hizo una señal a Ok.Sar para que se detuviera, y le indicó por gestos que su objetivo estaba justo delante. Y luego hizo el además de agarrar para que tuviera claro lo que iba a hacer.

Esperó a que el gigantón estuviera listo y entonces Angrend actuó. Se tiró de cabeza por las escaleras, y en cuanto tocó suelo rodó por este hasta levantarse justo al lado de Rainias. En cuanto lo tuvo a su alcance trató de agarrarle.

Angrend se abalanzó sobre el desprevenido Rainias pero, aunque logró sorprenderlo, el individuo reaccionó con rapidez: dejando caer su libro al suelo giró sobre si mismo, intentando librarse de su atacante.

El asesino, vista la sala de la planta superior, se temía que dicha situación podría suceder así que intento evitar que el otro se diera a la fuga mientras esperaba la ayuda de Ok-San.

Angrend mentiría si dijera que no se sorprendió cuando Rainias se zafó de su agarre, a pesar de lo que había visto arriba. El tipo no era un novato en estas lides. Aún así dudaba que pudiera aguantarle en una pelea, y menos con Ok-Sar respaldandole. Lo malo es que iban a tardar más de lo que esperaba.

Una vez más el asesino se lanzó contra el técnico. Tenía que tener cuidado no sólo de no matarlo, si no de no montar mucho destrozo en la casa. Por si alguien venía más tarde.

¡El tipo era escurridizo! Espetó un codazo a Angrend y logró librarse¹.

Viendo que Ok-Sar entraba por la puerta del salón no parecía dispuesto a luchar e intentó escabullirse de aquellos dos individuos².

Ok-Sar se había lanzado también a por el hombre... y resultó tan sorprendido como Angrend cuando se les escapó usando los codos como alerones. Como alerones en la cara de Oksar, que rugiendo, corrió tras él y se agarró cuando parecía ir a salir de la habitación. 

—Quieto ahí, que sólo queremos hablar. 

Ambos hombres se lanzaron nuevamente sobre el individuo. El golpe que le propinó Angrend lo dejó lo suficientemente aturdido para que, pese a que casi se libra de Ok-Sar, éste pudiera finalmente agarrarlo antes de que llegase a la puerta. Había sido una pelea corta pero muy intensa, que evidenciaba que aquel tipo podría dar más problemas de lo esperado porque se mantenía en buena forma y sabía como defenderse.

—¿Qué queréis de mi? ¡Si buscais fénix debéis saber que en esta casa no guardo dinero!

Pese a lo mucho que se había defendido se le notaba asustado. La forma de moverse de Angrend y Ok-Sar dejaba patente que no eran meros ladrones. Se sorprendió, de hecho, cuando escuchó la frase del último.

—¿De qué queréis hablar?

Entre dos, había sido más fácil sujetarlo y reducirlo. Ok-Sar no dejó de agarrarlo hasta que su compañero le ató con lo que había traído a tal efecto^[1] .

—No, queremos hablar de exactamente la última cosa que quieres contarnos. Pero lo vas a hacer, porque prefieres hablar a chillar. 

Una vez dicho eso, esperó a que Angrend comenzara el interrogatorio, sólo se fijó en el resto de cosas de la habitación, para que no hubiera nada que el tipo pudiera usar para escapar. 

Angrend sacó unas bridas, pero antes de atarle las manos a la espalda lo caqueó por si tenía algún arma o dispositivo extraño. Siendo experto en seguridad lo mismo tenía aparatos que daban señales de alarma o cosas parecidas. Mejor no arriesgarse.
Al no encontrar nada le ató y miró a Ok-Sar, para finalmente acabar centrando su atención en Rainias.

-Voy a registrar la casa por si hay algo que nos pueda sevir. Después lo llevaremos al otro sitio. Si vamos a torturarle para sacar información no podemos hacerlo aquí.-

Aparte de mirar la cocina y apagar lo que sea que estuviera cocinando, era el momento de echar algún vistazo a las otras salas. Si tenía registros de sus trabajos o informes les podrían ser útiles.

—¿Torturarme? ¡Os estáis equivocando de persona! ¡Yo sólo soy un Ingeniero menor en la Liga, no tengo ningún puesto de poder!

Mientras Ok-Sar retenía al tipo Angrend iba revisando la casa. El problema es que aquella casa le daba mala espina. El tipo tenía un sistema de seguridad muy sofisticado en aquel salón, digno de la época de la Segunda República. ¡Tenía hasta una máquina pensante en miniatura con forma de craneo de Grouka, un animal enorme de las llanuras del planeta Manitu.

Ok-Sar miró a Rainas a los ojos.

—Sabemos perfectamente quién eres y para quién trabajas. Ahora planteate si merece perder la vida por ellos. Perder la vida tras un rato muy desagradable. 

Lo que encontró Angrend en la casa no es que fuera demasiado util. Bueno, seguramente sí, pero no para ellos. En verdad esperaba encontrar ficheros físicos, notas, algo parecido. Eso escapaba a sus habilidades.
Señaló el aparato a Ok-Sar y continuó el planteamiento empezado por el gigantón.

-Queremos informació sobre uno de tus clientes. Sabemos que has trabajado en su sistema de seguridad de su casa. Si nos cuentas todo lo que sabes del mismo, como saltarlo y eliminarlo podrás salir de esta.-

El tipo tragó saliva al comprender la situación en la que se encontraba.

—Vale... no soy estúpido... ¿de acuerdo? No te diré eso de que 'si se entera acabará conmigo' porque entiendo que ahora mismo tú eres mi principal problema a resolver...

Estaba claro que el tipo estaba tan nervioso que, pese a ser bastante listo, se estaba liando una soga al cuello él solo.

—Quiero decir... Si vais a por Seraia, si sois enemigos suyos... yo solo me dedico a la seguridad mecánica de la mansión. Si me echan en falta cambiarán los códigos y patrones de funcionamiento. No valdrá de nada lo que yo os diga porque será distinto si yo no lo renuevo esta noche. ¿Entendéis? Os valgo más vivo y entero que torturado o muerto...

A Angrend le agradó que el tipo cooperara. Al menos tenía un sentido de supervivencia que le permitía tomar las decisiones correctas a corto plazo. Lo que a ellos les interesaba.
Lo malo es lo que dijo. Por lo que dio a entender iban a necesitarle más de lo que les gustaría.

-¿Quieres decir que las contraseñas se cambian cada día?-

Aquello no le gustaba nada.

-Queremos los esquemas que tengas de los sistemas de seguridad de la mansión. De toda la mansión. Tanto de los que hayas puesto tú como de los que sepas que tienen.  Y cómo sortearlos sin dar la alarma, obviamente.-

Luego se acordó de algo.

-No tendrás algo tipo "puerta trasera" para poder acceder a todo el complejo ¿verdad? Eso te haría ganar puntos.-

—Os puedo dar la clave maestra para el día de hoy pero por la noche la cambiaré de nuevo. Sólo Ilyana y la propia Seraia saben las claves de la semana completa. Aunque lograseis sortear las distintas alarmas de la casa hay guardias patrullando noche y día. Yo os puedo dar los códigos de desactivación de las distintas trampas pero eso no os servirá de mucho.

El hombre parecía desesperado.

—No sé quienes sois ni lo que queréis pero intentar atentar contra Seraia en su propio hogar es una locura ¡Imposible! Quien os haya contratado os ha tomado el pelo.

Angrend no hizo caso de los intentos de Rainias de disuadirlos para que abandonaran su misión, eso no iba a pasar pero tampoco tenía por qué contarle nada.

-¿La cambias tú por la que te dicen ellas o es al revés? ¿Qué necesitas para cambiarla? y ¿cómo se ponen en contacto contigo? Porque no creos que estés siempre esperando aquí a que te llamen para ello.-

-Por cierto, no me digas que no puedes hacer una clave maestra que pueda servir para cualquier dia. Significaría que no estás a la altura de tú reputación, y eso sería malo para tú negocio la verdad.-

El que se cambiara la clave todos los días era un problema. Tendrían que tenerlo vigilado al menos hasta el día del asalto, que todavía no sabían cuando iba a ser.

—Es Ilyana quien la cambia diariamente. Yo voy a supervisar una vez a la semana que todo está correcto. Podría trucar el sistema para que no cambiase la clave pese a que el usuario lo hiciera.

Miró a sus interlocutores fijamente, tragando saliva antes de hablar:

—Si lo hago y por ello vosotros atentáis contra Seraia será cuestión de tiempo que descubran mi implicación y me cuelguen. Por otro lado si no os ayudo es evidente que no os vais a marchar con un 'no' por respuesta ¿verdad? No quiero verme implicado en esto... os puedo decir a quien podéis acudir para que haga lo que queréis. Alguien que sabe lo suficiente de estos temas y acostumbrado a manejarse al margen de la ley. Puedo cometer errores en la configuración que él aproveche. De ese modo pase lo que pase será una negligencia. Mi castigo no será la muerte... y me podré ir de Bizantium Secundus.

Esto último lo dijo como si fuera un deseo por cumplir.

—Es una buena oferta. Pensadla. Si no la aceptáis me temo que sucederá lo que tu silencioso amigo ha amenazado: dolor insoportable para morir por nada, pues si os ayudo desde dentro me espera lo mismo. Podéis preguntar por Fermat en el local que frecuenta: la Pipa Dorada. Hace mucho que fue expulsado de la Hermandad de Ingenieros y desde entonces su única lealtad es engrosar su bolsa. Él aceptará gustoso el trabajo. Ni siquiera tenéis que decirle que estará amañado: le encantará la posibilidad de demostrar que es mejor que yo manejando Máquinas Pensantes.

Oks-ar se encogió de hombros. ahora les hacía contraofertas —Sí, es una locura, por eso nos lo han encargado a nosotros. El asunto es que nos da igual si morimos o vivimos, siempre que hagamos todo lo posible por cumplir nuestro trabajo. Y si sólo tenemos las claves de hoy, actuaremos hoy, y si fracasemos, no te preocupes que también morirás tú. 

Se lo pensó, si Rainias seguía pensando que Seraya ganaría y tenia miedo a los Decados, les pondría piedras en el camino en cada momento. —No vamos a aceptar ninguna tontería así de terceras personas. No queremos a otro, y no te preocupes por Seraya o los Decados. O por el futuro. Alguien como tú nos será de utilidad ahora y más adelante. Estarás lejos de su alcance. Esta relación será forzosa, pero con suerte duradera. 

Decidió cambiar de tema y seguir extrayendo información —Otra cosa, Seraya tiene un archivo en el lugar más seguro. Un archivo que seguro que tú conoces. ¿Qué es exactamente y cómo accede a él?

Angrend no tenía mucho más que decir a lo que había comentado Ok-Sar. En un principio no le había parecido del todo mal la idea de Rainias, pero eso sólo para en última instancia. No podían fiarse de que no les delatara.

-Además, ten en cuenta una cosa. Nos has dado un supuesto nombre de un supuesto competidor tuyo que podía hacernos el trabajo. Eso significa que podemos matarte ahora mismo e ir a por él. Ya que no nos eres útil. Y en nuestro trabajo las personas que no son útiles no suelen durar mucho.-

Se encogió de hombros también.

-Piénsalo. Pero no mucho. Digamos que... un minuto.-