Partida Rol por web

- La barcaza de Riqueza Efímera concluye su aproximación al muelle en una maniobra delicada y precisa.

- Patán Sabio arroja una estacha a Martillo Blanco para que ayude a amarrar la embarcación al muelle.

- Los pocos aldeanos dedicados a la pesca de río regresan con la puesta de sol.

- Sus embarcaciones son tan ligeras que no necesitan ser amarradas, sino que las embarrancan en la orilla.

Mazo sonrió.

- Ya era hora. - Dijo en voz alta mientras cogía la soga y la amarraba a una de las maderas para evitar así que la barcaza sea alejada del muelle por la corriente. - Ya había pensado que no vendriáis o que algo os había sucedido en el camino y ahora mismo estabáis todos muertos. -

Bueno, no habían tardado mucho, pero no tenía nada mejor que decir para darles la bienvenida al arrozal.

- ¿Qué tal el viaje? ¿Mucho movimiento en el río? - El grandullón miró a Dulce Loto y sonrió. - ¿Se ha acordado la jóven Dulce Loto de algo más de lo que sucedió en su casa? -

Ahí está, reconozco el muelle, la orilla del río, las laderas, los campos, un escalofrío recorre mi cuerpo, mis manos se juntan, bajo el manto, es cálido, pero casi siento frío. Vuelvo a estar aquí, en casa, ¿qué vamos a encontrarnos? Yo lo se, la casa quemada. No se si estará Bambú o no, no se si podría enfrentarme a él, no, no podía, duele, cierro los ojos un momento mientras contemplo cómo la barcaza se acerca, y veo allí a Martillo Blanco, cuando el automatón le lanza la cuerda.

Niego a su pregunta, no se qué más tendría que recordar. Miro a los monjes, al Lord Carroñero, vuelvo a mirar hacia la orilla.

No pensé volver tan rápido aquí.

Mi tono es suave, bajo, pero no vengo sola, y Martillo Blanco está ahí, esperando a que desembarquemos. Suspiro.

La última parte del viaje había estado meditando, un ejercicio para ejercitar mi mente tras haber ejercitando mi cuerpo repasando durante horas los katas que mi maestro me había enseñado, katas que había aprendido viéndolos y repitiéndolos una y otra vez desde mi niñez. Aquellas eran las dos únicas tareas que se me habían ocurrido hacer sin importunar al resto y aunque ligeras ayudaban para no dejar de estar en forma. Además, teniendo en cuenta que esperaba batirme dentro de no mucho con el emisario del Templo quería poder hacerlo en plenas facultades para que al menos, y aun siendo derrotado, pudiese demostrarle en uno de mis golpes la fuerza de las enseñanzas con las que había acabado en su cruzada.

Cuando escuché la voz de Martillo Blanco abrí los ojos. Parecía que habíamos llegado a nuestro destino, así que me puse en pie y caminé hasta el rincón en el que había dejado la mochila en la que guardaba mis escasas pertenencias a tiempo de oír a Dulce Loto.

 - ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda para bajar?-le pregunté tendiéndole la mano.

No me sentía demasiado cómodo preguntándoselo. Hacía tiempo que el sudor se había secado pero aun notaba el salino tacto que había dejado sobre mi piel y comprendería que a ella le resultarle molesto. Tan pronto bajase de la barcaza tenía intención de acercarme al río para poder asearme un poco sin retrasar demasiado al resto.

Por fin habían llegado. Aunque Patán Sabio había viajado mucho con Riqueza en la barcaza, y durante el viaje había estado tranquilo tomando el sol en la cubierta o atendiendo a los invitados, siempre se sentía aliviado al alejarse del río y de la terrible amenaza que para él suponía una gran masa de agua en la que caer. Así que cuando Martillo Blanco aseguró las amarras, Patán Sabio bajó con cuidado al muelle, y se fue alejando poco a poco de la orilla.

- Martillo Blanco sama, me alegro de ver que ya ha llegado. Espero que su viaje haya transcurrido sin incidentes.

- Si, ha sido un viaje... digamos que aleccionador. - Dijo Mazo mientras sonreía. - Ahora bien, ya que estamos todos aquí, tal vez hay algo que deberiáis ver. Sobre todo tu, Dulce Loto, pero quiero saber si estás preparada para verlo... es algo impactante y a la vez, revelador. -

En realidad, todos deberían prepararse para ver lo que estaba a punto de mostrarle el grandullón.

No en vano había hecho sus tareas nada más llegar aquí.

Bambú ya no era una amenaza, pero las respuestas todavía no habían llegado.

- Preparaos todos, por si hay algún problema en el recorrido hacia el lugar. -

¿Si me encuentro bien? Ni siquiera yo lo se. Miro a Maestro Garra de Halcón mientras me arrebujo un poco más en mi manto. Avanzo un paso hacia él, siento que puedo ocnfiar en él, no se por qué, es como volver a casa, pero sin estar en ella. Suspiro de nuevo.

No lo se.

Miro hacia la orilla, saco  mi mano derecha del interior de los pliegues y la poso en la mano que me tiende.

Gracias, no se si seré capaz de hacerlo sola.

Miro de nuevo a la orilla, a los campos, a los pescadores que vuelven, ¿cuántas veces he estado en esta misma orilla para acompañar a madre? ¿Para jugar? ¿Para bañarme? MI mano izquierda aparta un mechón que ha caído a mi frente, aprovechando para apartar también una lágrima que ha empezado a recorrer mi mejilla. Tengo miedo, pero se que no estoy sola. Bajamos, miro a Martillo Blanco, bajo mis sandalias noto la tierra suave y húmeda que tan bien conozco, mi entrecejo se arruga ligeramente, miro al resto, porque no se cómo interpretar eso.

No se si estoy preparada, pero he llegado hasta aquí, supongo que no puedo hacer otra cosa.

Aparto la mano de la que me sujeta, esa mano fuerte y capaz, para volverla a meter entre los pliegues de mi manto, mi mirada vuelve a recorrer el lugar, tan conocido, pero en estos momentos tan desconocido, hostil, sí. Bambú, quizás siga en la casa, quizás... quizás tan sólo huyó y no se detuvo, no lo se. Supongo que pronto lo averiguaré.

El viaje no había sido demasiado largo ni pesado y, aún a pesar de que le habían cedido un pequeño camarote en el barco, no lo había usado y había permanecido todo el viaje sentado tranquilamente en la popa ensimismado en sus pensamientos, observando distraidamente las olas que el barco dejaba a su paso, los arrozales que parecían moverse en la misma dirección que la suave brisa de la mañana.

No quiso acercarse a Dulce Loto por no molestarla en su duelo, pensando que ese viaje de retorno a su hogar era solo el comienzo de una vivencia dolorosa que ella no alcanzaba siquiera a imaginar aturullada aún por el poco tiempo transcurrido desde los acontecimientos, pero que tendría que superar con el tiempo. Y ese pequeño paseo silencioso en barco podía ser un soplo de aire fresco para su mente y su espíritu y una preparación para que su corazón soportará mejor el reencuentro.

Tampoco molestó a Ríqueza Efímera ni a Patán Sabio en su tarea de dirigirlos a buen puerto. Tenían trabajo que hacer y solo los hubiera distraido de la realización de las tareas que el barco requería. Y tan solo sonrió levemente cuando vió a Garra de Halcón entrenar en la otra punta de la embarcación, sabía por lo que lo hacía, él tampoco había olvidado su palabra y sabía que el momento llegaría, más tarde o más temprano. Estaba escrito.

Con la mirada perdida en el horizonte elevó sus pensamientos en oración, una oración silenciosa por todos los que estaban en aquel barco y por aquel que en aquellos momentos galopaba directamente hacia el punto de encuentro. Lugar que los recibió a media tarde y en el que Mazo ya los esperaba hacía un buen rato, si tenía que hacerle caso a sus palabras.

Esperó a que todos descendieran a tierra para seguirles, y mientras que ponía pie en tierra le respondió a Dulce Loto.

-Nadie está preparado para el día después. Se puede hacer otra cosa, y es correr, pero eso no te llevará a donde quieres. Ni a donde te corresponde. Estamos contigo muchacha, no te vamos a dejar sola.

Dirigió su mirada entonces a Garra de Halcón y vio como sostenía con su mano la de la muchacha a la que había ayudado a bajar del barco. Asintió brevemente.

-No se separe mucho de ella, puede necesitarlo dentro de unos momentos... -musitó a esté a la vez que dirigía su mirada hacia la dirección que Mazo les indicaba, en clara alusión al lugar en el que las palabras de este le indicaban que encontrarían algo diferente y que podía resultar impactante para la muchacha.

Se adelantó unos pasos, sin esperar contestación de Garra de Halcón y se situó junto a Mazo.

-Esperemos no encontrarnos con nada que nos importune. Indicanos el camino buen Mazo, te seguimos.

- La barcaza queda bien amarrada al muelle de madera.

- Normalmente, al caer la noche, Patán Sabio se queda a bordo para proteger la embarcación contra posibles ladrones. Lo que haga en esta ocasión dependerá de las órdenes de Riqueza Efímera.

- Dulce Loto, Maestro Garra de Halcón y Emisario desembarcan por la pasarela que Patán Sabio ha colocado con ayuda de Martillo Blanco.

Patán Sabio miró a Mazo. Parecía bastante tranquilo. Fuera lo que fuera lo que había visto y nos iba a enseñar, no parecía de una urgencia de vida o muerte.

- Ya hemos llegado, señores. Antes de alejarnos debemos pensar también en dónde y cómo pasaremos la noche. No creo que ninguno de ustedes quiera dormir bajo las estrellas y la lluvia y despertar cubiertos de rocío y escarcha. Usted dirá, Martillo Blanco sama, o usted señorita Dulce Loto, si han visto o conocen una posada o un lugar donde cobijarse. En el peor de los casos siempre tenemos la barcaza.

Riqueza había asistido en silencio a los intercambios entre Martillo y el resto del grupo. Las palabras de Martillo le causaron cierta intriga, pero optó por un prudencial silencio ante la sospecha de que su intrigante mensaje tendría relación con el hermano de Dulce Loto. El pronto regreso a las tierras de su familia era ya lo suficientemente traumático, para que no sintiera necesidad de avivar el fuego de su dolor con indiscretas preguntas en su presencia.

Acabó de llevar a cabo las tareas propias del amarre de la barcaza y solo entonces, habló.

- Martillo Blanco, Dulce Loto ¿podríais decirnos cuál es la distancia que hemos de recorrer? No está bien aventurarse imprudentemente en territorio desconocido sin haber tomado previamente las precauciones necesarias. No he llegado a mi edad obrando de forma poco cautelosa, más siendo un Lord Carroñero - dijo con una sonrisa -. Máxime cuando nuestro impetuoso Martillo Blanco acaba de mencionar que puede haber algún problema de camino al hogar de Dulce Loto. El sol está pronto a ponerse y la oscuridad no es buena amiga sino de quienes se muestran tendentes a ocultar sus acciones de la luz del sol. Patán, por de pronto, permanecerás en la sampang, cuidando de él. Cuando nos marchemos, deberás retirar el tablón, para evitar que nadie se sienta tentado de fisgonear entre mis maltrechas pertenencias.

- Desde los amarraderos y su zona de almacenaje hay dos caminos.

- Uno conduce al pueblo propiamente dicho, que está rodeado por una sólida empalizada de madera y fosos. Se accede a través de un puente de madera. La población cuenta con dos mil habitantes. Está gobernada por un Administrador al servicio de la Capital (Hsieng-Wu) y cuenta con la protección del Alguacil y una pequeña milicia. También hay un mercado, un santuario de Hu y probablemente una pequeña posada.

- El otro camino conduce a los arrozales, que están rodeados por chozas de campesinos y por algunas haciendas de terratenientes, como la de la familia de Dulce Loto.

HORA DEL OCASO.

- El camino es corto, por eso no os preocupéis. - Dijo Mazo seriamente. - Ahora, primero antes de pasar por el pueblo, quiero llevaros a ver algo... interesante. Y desde allí, os acompañararé hasta la cabaña destruida de la familia de Dulce Loto. Si tenemos suerte, puede ser que nos encontremos con Bambú. -

Y tengo por seguro que nos lo vamos a cruzar tal y como me ha sucedido a mi.

Ese será el momento de las preguntas y las respuestas.

- Cuando estéis listos, partimos. -

De nuevo aquella sensación había vuelto al tocar su mano, la misma familiaridad y confianza que experimenté cuando la noche anterior la había mirado. Respiré profundamente y en silenció asentí cuando aceptó mi invitación para ayudarla. Sujeté su mano con gentileza y por delante de ella bajé la pasarela con paso seguro atento en todo momento a que con un mal paso no trastabillase y cayese al suelo.

Abajo, en tierra firme de nuevo, cuando nuestras manos se separaron escuché las palabras de Emisario. Lo miré con desprecio por haberse metido donde no le habían llamado y si las circunstancias hubiesen sido otras con gusto hubiese ignorado su consejo pues no resulta sabio aceptarlos de quién en la vida tan solo te ha hecho mal. Pero no en aquella ocasión, era distinto, y sabía que el consejo adecuado. Aunque no me lo hubiese dicho no tenía intención de separarme de ella demasiado y que se expusiese sola de nuevo a los horrores que había experimentado.

- No entiendo a qué viene tanto misterio en una situación como esta. Con él no consigues más que afligir aun más los corazones de los que buscan respuestas.- dije pensando en la joven dama ante las crípticas palabras de Martillo Blanco.

- Martillo Blanco conduce a sus acompañantes hacia el sur, al pequeño cementerio de la población.

- Por costumbre, los nobles y ricos más importantes son enterrados en la lejana ciudad funeraria de Sijan, a donde son trasladados en barcazas funerarias. Los pobres son enterrados en cementerios locales. La excepción era la antigua casa real Hsien, cuyos miembros eran enterrados en la cripta subterránea bajo el palacio de la capital.

- El cementerio está totalmente a oscuras, excepto por la escasa luz que proporcionan Luna (que está en Cuarto Menguante) y las estrellas. Si alguno lleva encima una lámpara o antorcha, o posee alguna magia que dé luz, este sería un buen momento para usarla.

Patán se quedó en la barcaza. Como le había indicado Riqueza, retiró la pasarela y convirtió la barcaza en un fuerte inaccesible a los ladrones. Patán periódicamente se daba una vuelta por la cubierta. Al no necesitar dormir como los humanos no tenía problema para hacerlo durante toda la noche.

Mientras, pensaba que no le gustaba quedarse solo, aunque por otro lado prefería evitarse el tratar con demonios o lo que fuera. Estaba mejor en la barcaza, sí, y si sus compañeros no estaban y no podían escuchar sus historias ellos se lo perdían.

- "Esta es la barca del viejo Riqueza Efímera, ese excéntrico buscador de tesoros que se pasa la vida recorriendo el Hu arriba y abajo." -