Partida Rol por web

Exaltado. - Episodio Uno: Los veintidós demonios.

Reino de Wu: 7) Minas de Jade.

Cargando editor
04/03/2012, 20:51
[RIP] Mazo.

Como era de esperar, los hombres tardaron un poco en llegar hasta dónde nos encontrábamos. El Alguacil, se hizo cargo de traerlos hasta dónde estábamos justo cuando el Capataz terminaba de beber su té y de conversar con Dulce Loto.

Los tres hombres que entraron no podían decir que estaban aseados. Estaban sucios, olían rancio y por supuesto, apestaban a alcohol, cosa que no era de extrañar. Sin embargo, sabía a ciencia cierta que eran ellos los últimos que habían visto con vida a nuestros compañeros y eran ellos los que tenían que responder nuestras preguntas.

¿Pero y si eran ellos los Yomas que mataron a nuestros amigos?

Si, es probable que estén vivos... ¿pero por qué no están aquí entonces?

Los tres mineros, entre ellos el herido, comenzaron a relatar lo sucedido en las minas. Uno de ellos, el mayor al parecer, contó que a su hermano lo hirió un demonio en el pecho con una gran lengua. Todo esto resultaba bastante convincente, pero tenía la certeza de que algo ocultaban... o por lo menos, que no me podía fiar de uno de ellos.

Le pedí al herido que se quitara la venda, y en ese momento, Dulce Loto, mi pupila, lo examinó de cerca. Tardó unos segundos en decirme que la herida parecía realizada con un objeto afilado, algo muy distinto a las heridas por lengua, claro está. Y eso hizo afirmar mis sospechas de que algo había en el hombre herido para que nos haya mentido de esa manera.

Y a partir de allí, todo sucedió muy de prisa.

Mi martillo surcó el aire a una velocidad de vértigo, pero cuando iba a golpear la cabeza del hombre herido, este se había convertido en una especie de bruma violácea, junto con los otros dos. El Alguacil y el Capataz estaban estupefactos, mientras Dulce Loto y yo sabíamos muy bien a que nos enfrentábamos.

Ellos, gracias a su velocidad, atacaron primero.

Uno de ellos se enterró en el suelo de madera de la sala mientras que los otros dos, buscaron mi cuello y mis tobillos respectivamente. El golpe en el cuello me hizo girar la cabeza unos centímetros, cuando las chispas del golpe de garras sobre mi armadura de Jade Blanco saltaron por los aires. El otro golpe fue algo más eficaz, y me produjo una herida sobre el lateral de mi pierna.

Es probable, claro está, que estos hombres hayan matado a nuestros amigos, pero viendo lo que estaba viendo, esa idea poco a poco se iba diluyendo de mi cabeza.

Levanté el martillo y con dos golpes letales, mandé a uno de ellos contra la pared, dejando sobre ella una mancha violeta que tardaría en salir. Ellos regresaron al ataque, enfurecidos por haber visto caer a uno, pero no hicieron más que chocar contra mi resistente armadura, no sin dejarme una herida en el rostro, justo debajo de mi ojo izquierdo.

Mi arma volvió a surcar el aire. Esta vez, el Yoma que estaba herido recibe dos impactos certeros. El primero, hace que caiga al suelo casi destrozado para que el segundo, lo golpee en un costado con tanta fuerza que su cuerpo atraviesa otra de las paredes, dejando un hueco bastante importante.

Ya sólo quedaba uno.

En ese momento, Dulce Loto utiliza uno de sus poderes de Anatema, lo cual hace que el Capataz se asuste aún más. El Alguacil estaba desmayado, por lo que simplemente tendré que aclarar algunas cosas con él una vez terminada la pelea.

El último Yoma hace un vano esfuerzo para matarme, y como los otros dos, cae masacrado ante mi martillo de Jade Blanco, llenando todo de sangre violeta y trozos de carne putrefacta.

Y el combate había llegado a su fin.

- Mierda... ahora a lavar todo de nuevo... ¿Estás bien Dulce Loto? - Dije mientras miraba hacia todos lados, esperando que alguno de los hombres se levantaran para continuar la pelea.

Ella parecía un poco asustada, o sorprendida más bien, pero no le había pasado nada y eso me alegraba en este momento. Sin embargo, el Capataz, que había salido de su sorpresa, la increpó diciendo que era una Anatema. Razón no le faltaba.

Me acerqué a él, con el rostro serio, y sin preguntarle nada le indiqué que era lo que tenía que hacer ahora.

- Tranquilo, Alguacil. Ella es mi protegida y amiga, está bien. Por eso, os digo si habíais visto bien... tal vez vuestros ojos han fallado por algún hechizo demoníaco, ¿no creéis? - Le dije con tranquilidad. - Verá, lo que ha sucedido aquí es que un Vástago del Dragón y su pupila, además del Capataz de Minas de Jade, han destruido a tres Yomas. ¿Está claro? -

El Capataz entendió perfectamente mis palabras, y en el momento que unos guardias quisieron entrar, les dijo que se fueran para esperar que el Ánima de Dulce Loto se apagara.

Pero aquí había algo que no cuadraba.

Estos tres no pudieron matar a nuestros amigos. Eran demasiado débiles... mucho... Tal vez estén vivos... o tal vez hayan tenido mala suerte... Había que investigar las minas y recuperar el cuerpo de nuestros amigos, si es que estaban allí.

Salimos fuera todos juntos, el Alguacil había sido despertado a golpes por el Capataz y no recordaba mucho, por lo que no tenía que hablar con él sobre nada de lo sucedido. Ahora, teníamos que bajar a las minas, por lo que, primero, tenía que dejar las cosas bien claras.

La pequeña Dulce Loto se me acercó en ese momento. Parecía algo triste o decepcionada.

- Lo siento. - Me dijo entristecida. - Mi luz no sirve para nada, y encima se me escapó aquello... - Explicó, haciendo referencia a sus pensamientos en voz alta del interior de la casa.

Me acerqué a ella, y le quité de la cabeza un pedazo de piel violeta de uno de los demonios y le sonreí lo mejor que pude.

- No digas eso. - Le dije. - Acabas de salir de tu casa, todavía te falta entrenamiento y te he dicho que buscaremos a alguien como tú para que te enseñe lo que yo no pueda enseñarte. No eres una carga para mí, estoy contento de estar aquí contigo y de ser tu tutor. Te ensenaré todo lo que pueda enseñarte, después de todo, ¿tengo que protegerte, no es así? -

Su sonrisa fue lo único que necesitaba para saber que ella estaba bien y que todo iba a salir bien.

Miré al Capataz, nuevamente con el rostro serio. Teníamos que proseguir. Teníamos que encontrar a nuestros amigos perdidos.

- Ahora iremos a las minas. ¿Dónde se encuentran? - Dije y el Capataz nos señaló con el dedo la entrada a las mismas. - Bien, iremos sólo mi pupila y yo. Cualquiera que baje tras nosotros será considerado un enemigo. Y usted... - Señalé al capataz. - Puede servirnos de guía. -

El hombre asintió. Cuando nos preguntó hasta dónde queríamos seguir, la respuesta de ambos fue idéntica. “Hasta encontrarlos”.

Y era verdad.

No me iría de este pueblo hasta encontrar a mis amigos.

Los tres bajamos por la mina, Dulce Loto con una antorcha, el Capataz con un farolillo y yo, sin nada más que mi martillo aferrado con todas mis fuerzas. Descendimos varios metros dentro de la tierra cuando un olor nauseabundo comenzó a inundar las galerías. Era un olor putrefacto, de muerte... como si...

Cadáveres. Muchos.

Le pedí a Dulce Loto que encendiera su Ánima nuevamente, pero ella se negó pensando en el Capataz.

Se avergüenza de sus poderes, pensé.

Entramos a una sala más grande, en la cual había antorchas apagadas en la pared. Mi pupila comenzó a encenderlas cuando de repente, dos cuerpos completamente destrozados aparecieron delante de nosotros, y justo en la entrada de un túnel oscuro.

Eran ellos.

Me arrodillé ante los cuerpos y una lágrima recorrió mi rostro, justo en el momento que un aire extraño salió del túnel y llegó hasta nosotros.

- ¿Qué hay allí, Capataz? - Pregunté y como respuesta el hombre respondió que allí habitaba un ermitaño. -

¿Ermitaño? ¿En este lugar? Eso era lo más extraño que había escuchado en años. ¿Cómo un hombre podía vivir entre tanta muerte y destrucción? No. Eso no era un hombre... tenía que investigar.

Dulce Loto rompió a llorar y se aferró a mi brazo. No podía dejar que ella cayera también. Tenía que protegerla, y ella, tenía que ser una dura luchadora, más de lo que era en este momento.

- No voy a dejarte sola, pequeña. - Le dije mientras la abrazaba. - Dulce Loto, no pienso dejarte. -

Y en ese momento, me separé de ella.

Mi Ánima se encendió haciendo que toda la cueva se tornara de un marrón extraño. Una risa maquiavélica comenzó a resonar en toda la estancia. Venía del túnel... allí había algo y por los Cinco Dragones, eso no podía ser un ermitaño.

- ¡Muéstrate! ¡Seas quién seas! ¡Muéstrate ahora! - Grité, y después, me giré hacia mi pupila. - No es hora de que te avergüences de tus poderes. Este no es el momento. Olvídate de todos y... ¡usa tu luz! -

En ese instante, algo surcó el aire. Sentí como me golpeaba en la cabeza, y como llenaba mi rostro de babas... pero no me hizo daño alguno... ¿Qué había sido eso?

Una voz infernal pareció responderme.

"Ah, ningún pensamiento inteligente en esa cabeza de piedra. Qué decepción."

Y la luz de Dulce Loto apareció para mostrarnos a qué nos íbamos a enfrentar.

Un viejo apareció sentado a lo lejos, y tras él, la imagen de una enorme bestia marrón con alas y una lengua que parecía sobresalir de su boca por lo menos, un metro.

"Seguro que los pensamientos de la dama serán más dulces. Hacía mucho que no veía esa luz. Tantos años sin los Solares y sus malditas Claymore."

Y eso fue lo último que dijo antes de que ambos nos lanzáramos a por él.

Salí veloz como un rayo, pasando por el lado de Dulce Loto en un borrón de movimiento. Mi martillo iba detrás de mi cuerpo, preparado para atacar en el momento preciso. Llegué a él a una velocidad pasmosa, y golpeé con todas mis fuerzas.

Ambos golpes dieron en el blanco, sin embargo, eso había sido lo más duro que había golpeado mi martillo en años.

La criatura pareció sonreir cuando atacó con sus garras y su lengua.

Me preparé para sentir el impacto de sus golpes. El primero levantó carne y músculo de mi brazo izquierdo, haciendo una terrible brecha de tres líneas... pero su lengua no me lastimó... por lo menos físicamente. Entró en mi cabeza como si de agua se tratase y la sentí hurgar en mi cerebro...

Algo se había ido dentro de mí... algo importante... pero no lograba recordar en este momento lo que había sido...

¿Qué demonios ha sido eso?

Dulce Loto atacó en ese momento con su daga. Yo sabía que era un enemigo formidable y que era probable que no le hiciera daño, sin embargo, un humillo verdoso salió de su piel cuando la chica impactó sobre él... ¡era su Ánima!

Tenía que aprovechar el momento.

Levanté mi martillo arriba de mi cabeza y golpee con todas mis fuerzas su cuerpo demoníaco. El primer golpe lo pilló de lleno en un hombro, haciendo que su brazo cayera hacia atrás, mientras que el segundo, golpeó sus costillas, y un sonoro ruido a huesos rotos resonó en toda la cueva. Pero el demonio no iba a caer tan fácil. Nuevamente, sus garras atravesaron mi piel como si fuera mantequilla y su lengua... ¡maldición! ¡no sé que demonios me está haciendo con ella pero cada vez que me toca siento como si mi cerebro se fundiera!

Acto seguido, Dulce Loto vuelve a quemarlo con su Esencia y fue en ese momento cuando pensé que era mi oportunidad. Tenía que hacerlo ahora, o las fuerzas se irían de mi cuerpo, como así también mi vida y la de mi protegida.

Cerré los ojos, encomendándome a los Cinco Dragones y golpeé con todas mis fuerzas.

El primer martillazo impactó en sus rodillas, haciéndolas añicos y el demonio cayó frente a mi, preparado para recibir el impacto mortal. Llevé el martillo hacia atrás y girando sobre mi cuerpo, golpeé sobre el pecho de la criatura, haciendo que este estalle hacia dentro y que todo su cuerpo reviente como una sandía hacia todos lados, convirtiendo la sala de la cueva en un simil de la sala del Capataz.

Nuevamente, todo morado.

Caí al suelo apoyándome en una de mis rodillas, con el martillo como apoyo, mientras Dulce Loto terminaba el trabajo quemando el cuerpo con su poder.

- Ya está. - Logré murmurar entre dientes. - Ahora Halcón y Dragón podrán descansar en paz. Debemos darle un entierro digno de dos héroes. -

Cargando editor
05/03/2012, 21:42
Dulce Loto.

“Entonces… debe ser alguien de aquí. Pero los Yomas son astutos, eso no significa nada” –observa la parsimonia del Capataz. Percibe que Martillo Blanco, al igual que ella, está calibrando cada una de las palabras.

- Disculpe, ¿es normal que haya temblores de tierra? –pregunta al creer que escuchó algo al respecto.

- Pues… se supone que en la Calibración la Creación se está asentando frente al embate del Kaos, por lo que a veces ocurren catástrofes naturales –es la respuesta que obtienen.

La llegada del Alguacil rompe el silencio, y junto a él ven entrar a los tres mineros. Los tres tienen un aspecto sucio y desaliñado, y con sólo un vistazo sabe que son del tipo grosero. Pese a todo, incluso a sus miradas lascivas hacia ella, Dulce Loto aguanta el tipo.

“Que pestazo a alcohol. Seguro que no sacamos mucho de ellos”, se contuvo por no llevar una mano a su nariz. La joven no era una remilgada, pero si al alcohol barato se le sumaba el olor de vómitos no resultaba agradable para nadie. Sin embargo los recibió con una ligera inclinación de cabeza.

- Prepárate para cualquier cosa, Dulce Loto –susurra Martillo y ella asiente con disimulo.

- Saludos, señores –dice uno-  Es un placer –prosigue otro- De haber sabido que veríamos a una señorita, nos habríamos lavado -concluyó el tercero con una risotada.

 - Que lástima... –y sonríe ambiguamente. “Menudo patán”, piensa con acierto la joven.

- Arrodillaos, caballeros -dice Mazo sin dejar de sonreír. Los tres se arrodillan.

- Los tres mineros de los que les hemos hablado –aclaró algo tarde el Alguacil.

Martillo Blanco comienza a caminar alrededor de ellos, con tranquilidad, y se queda finalmente a sus espaldas.

- Contadnos que ha sucedido en las minas, por favor…

- Son los únicos que se han atrevido a trabajar en las minas estos días –interrumpe el Alguacil.

Siguiendo la advertencia de su mentor mantiene la distancia con los mineros, como a unos cinco pasos.

- Sí, mi señor –responde el que se llama Gozu- Hemos oído de las desapariciones, mi señor. Aunque no vimos nada raro hasta ayer.

- Proseguid –insta Dulce Loto.

- Los demás mineros habían dejado de trabajar, aunque a nosotros el shochu nos da el coraje –parece que el tal Gozu será el portavoz de los tres.

"Coraje y la falta de sentido común", piensa la joven.

- Cada uno de nosotros trabaja como tres hombres, señor. Ayer a mediodía estábamos picando una veta de jade en uno de los túneles más profundos...

- Entiendo... –dice Martillo- ¿Qué ha sucedido con mis amigos? El Dragón y el Halcón. ¿Dónde están? Sed sinceros, por favor.

- El Inmaculado vino a visitarnos y nos hizo muchas preguntas sobre nuestro trabajo y sobre si habíamos visto cosas extrañas... Le dijimos que no, pues las minas estaban mortalmente tranquilas. Pensé en parar el trabajo ante tantas preguntas, para hacer una pausa para beber algo de shochu, y entonces vi una enorme sombra saliendo de un túnel –al fin llegaba la parte interesante- La criatura era inmensa y con alas, y una lengua correosa como un látigo obsceno... Antes de que pudiésemos reaccionar, golpeó a Pico con su lengua.

Dulce loto mira al herido y cree que debe revisar esas heridas.

- Sí, grité muy asustado y corrí como loco, eso me salvó. Eso y el monje –añade Pico.

La joven ve como su compañero saca su mazo y lo pone sobre la mesa.

- Bonita historia, la verdad –habla Martillo- Déjanos ver tus heridas.

- Sí, el inmaculado fue un valiente, desenvainó su espada y nos ordenó que huyéramos –dice Gozu.

- Lo es, no tengáis duda alguna –responde con firmeza la joven, pues sabe de la valía de sus amigos- ¿Sería inconveniente ver vuestras heridas? –pregunta con amabilidad al herido.

Pico se quita la sucia camisa, mostrando unos vendajes sucios y ensangrentados (mientras que Hediondo se aguanta apenas un eructo) La joven no se siente asqueada pues ha tratado heridas previamente, pero no sabe con lo que se encontrará así que...

- Quítate las vendas. Y tú, Dulce Loto, mantente alejada –pide Martillo.

Pico retira lentamente las vendas, con expresión de dolor. Por la sangre seca sangró bastante, y además revela un torso muy sucio y costroso.

- De acuerdo –y así hace, aunque desde allí podía ver bien sus heridas.

“La herida es muy limpia, hecha con algo muy bien afilado”, deduce.

- Parece que ha cicatrizado bien. Tiene suerte –le dice a Pico.

- ¿Qué te parece, Dulce Loto? ¿Con qué crees que ha sido esa herida?

- Es como... -se queda pensativa y se lleva una mano a los labios- Se ha hecho de abajo hacia arriba –hace el movimiento con su mano- Un filo. Una espada, lanza... o arma no natural…

Su compañero niega con la cabeza...

- No estoy muy segura, Martillo Blanco. Pero sí que es muy afilado y preciso. Ha tenido a los Ancestros de su parte.

Justo al terminar aquella frase Martillo coge su arma y ataca al herido. Dulce Loto se sorprende, pero más aún el Capataz y el Alguacil. Los tres hermanos mineros se transforman en sombras grises ondulantes a la velocidad del pensamiento ante el ataque. Ahora tienen cuerpos grises y musculosos con ojos amarillos y garras afiladas. La joven abre los ojos por la incredulidad, pero pronto los entrecierra de pura rabia. Odia a los Yomas.

- Mira por dónde… -dice con sorna Martillo.

- ¡¡Malditos!! –añade Dulce Loto más directa.

Martillo Blanco es atacado varias veces, pero su fuerza es una vez más digna de admirar. Hasta se permite  mirar a los hermanos y negar con la cabeza… no son rivales para él. De forma admirable su compañero golpea dos veces a uno destrozándolo. Sangre violácea cubre la pared.

- La verdad es que nunca aprenderéis, malditos Yomas. ¿Es que no podéis dejar a la gente en paz? -dijo Mazo para después mirar a Dulce Loto- Ten cuidado, pequeña.

Dulce Loto se concentra y queda envuelta en una brillante luz dorada que la marca como una Anatema, extendiendo ligeramente los brazos como si quisiera que su luz acabara con aquellas abominaciones.

- ¡Demonios! –exclama el Alguacil.

- ¡El Cielo nos salve! –añade el Capataz

- ¿Qué comes que adivinas, Aguacil? –si fuera en otra circunstancia tendría que evitar reírse. Le gustaba el extraño sentido del humor de Martillo.

 - Seréis aniquilados, por Los Mil Dioses –afirma la joven.

Uno de los Yomas, el que parece el pequeño, se lanza con Martillo Blanco hiriéndole ligeramente. En respuesta es aplastado por el martillo de su mentor. El hermano mediano grita de furia y arremete contra el asesino de su hermano.

- Perdón por el desastre... –les dice al Capataz y Alguacil. Ambos se han quedado aterrados.

“Mi Luz… ¿para qué?”, siente que no tiene utilidad ninguna. Tal vez lo mejor sea prepararse para repeler un ataque, porque eso seguro que puedo hacer. Sin embargo, el que queda hiere en la mejilla a su compañero y por un segundo cree que ha sido grave.

- ¡La cara no! Adiós a mi hermosura... –dice antes de levantar su poderoso martillo.

Instantes después el Yoma es aniquilado, y toda la estancia se sume aún más en sangre violácea.

- Mierda... ahora a lavar todo de nuevo... ¿Estás bien, Dulce Loto?

- Eres increíble -dice con toda sinceridad mientras sus ojos lo miran atónita. Si no fuera por él estaría muerta- Estoy bien... -aunque hay algo de tristeza en su voz.

- Nah, no digas eso que me pongo colorado -dijo con una sonrisa acercándose a ella y poniendo su mano en su hombro- Vamos, sólo tienes que entrenar más, no te preocupes por nada.

- ¡Ella es una Anatema! –grita el Capataz, y acto seguido el Alguacil se desmaya.

- ¿Qué dices? -se acerca con su martillo, mientras que Dulce Loto se sobresalta al escuchar al Alguacil - Ellos eran unos Yomas, y por Los Mil Dioses que es lo que cuenta –añade su compañero.

- ¡Cuidado mi señor, ella es la señora de los demonios!

- ¡¿Qué?! –dice visiblemente molesta y no duda en acercarse junto a Martillo

- Tranquilo, Alguacil. Ella es mi protegida y amiga, está bien. Por eso, os digo si habéis visto bien... Tal vez vuestros ojos han fallado por algún hechizo demoníaco. ¿No creéis?

- Eh... –duda el hombre

- ¡¿Cómo te atreves a decir eso?! –pero Dulce Loto no puede seguir el juego de Martillo y aprieta con firmeza sus puños.

- Mi señor, podría pensar eso si ella dejase de brillar con ese fuego dorado, o si se marchase de aquí...

- Ella está conmigo -mira a Dulce Loto- Si, mejor que dejes de brillar, pequeña.

La joven se sienta al borde de la mesa desconsolada. “No he podido ayudar y encima pasa esto…”

- Capataz, creo que no me entiende. Esto no ha sucedido. Aquí un Vástago del Dragón, su pupila y el Capataz de Minas de Jade han matado a tres Yomas. Esa es la versión Oficial, ¿entendido?

- Entendido, noble señor.

Golpes en la puerta tensan un poco más la escena.

- ¡¡Señor, señor!! –como era de esperar los ruidos han alertado a la gente.

- ¡Estoy bien, guardias! ¡Volved más tarde! –informa a sus hombres.

- Excelente. Gracias, Capataz… Ahora, vamos a ver esas minas...

- Martillo Blanco… -llama su atención- Todavía no puedo salir

- No tenemos prisa, Dulce Loto. Tranquila -dijo con una sonrisa tranquilizadora.

Cargando editor
05/03/2012, 21:50
Dulce Loto.

Tras cinco largos minutos el aura dorada de Dulce Loto se va apagando. Cuando se apaga, el Capataz espabila al Alguacil que se ha desmayado.

- ¿Qué ha pasado?

- Los Yoma están muertos, eran los mineros –no hay más explicación, y parece que es suficiente.

- Es horrible, y yo los he traído hasta aquí. ¡Podrían habernos matado a todos! –dice el Alguacil mientras mira los restos demoníacos y toda la sangre violeta brillante. Por el contrario la joven evita mirar a ninguno de los presentes.

- Pero no ha sido así, Alguacil. Están muertos. Pero no puedo asegurar que las minas sean seguras hasta revisarlas al completo –intenta apaciguar al Alguacil. Sin duda Martillo Blanco tiene más tacto del que aparenta- Agradeciendo que todo ha salido bien, Alguacil. No se preocupe.

- ¿Por qué? Sol Invicto, ¿por qué tu luz si no puedo hacer nada más que asustar a todos? –murmura Dulce Loto.

- ¿Qué está diciendo la chica, mi señor?

- Está aturdida por lo sucedido –responde- Ya se calla… Lamento el estropicio de la casa, caballeros.

La joven se incorpora y suspira profundamente. “Mantente callada. Ni pienses.”

- Sois un héroe, noble señor

- Sí, lamentamos esto; pero esos Yomas ya no harán más daño. Pero no somos héroes, Capataz, sólo ayudamos a la gente –dijo con seriedad- Ahora me gustaría bajar a las minas para ver si nuestros amigos están bien... O por lo menos para recuperar sus cuerpos.

Al poco entran milicianos que se quedan horrorizados al ver los restos de los tres demonios

- Mejor salgamos de esta estancia, el olor me está haciendo enfermar –sugiere el Capataz.

Dulce Loto sale de su ensimismamiento y mira a su compañero.

- No digas eso. Ellos están bien, seguro

- Si, tienes razón. Vamos a rescatarlos.

Finalmente salen de aquella habitación ensangrentada. Mientras el Alguacil manda a limpiar el desastre la joven aprovecha para hablar con Martillo.

- Lo siento, he sido una inútil –dice con un hilillo de voz- Mi luz no sirve para nada, y encima se me escapó aquello... Lo siento -continúa el camino sin apartar su vista del suelo.

- No, no lo sientas. No lo has sido –dijo el hombre tranquilizador– Además, ¿qué quieres? Acabas de salir de tu casa, no sabes luchar bien por que te falta entrenamiento. Todo se andará… Tranquila –intenta calmarla- Además, recuerda que tenemos que encontrar a alguien como tú para que te enseñe más cosas.

- ¿Alguien como yo? -dice pensativa y luego suspira.

- Sí­, con tus cualidades. Sabes a lo que me refiero.

- Sí, eso será lo mejor. Espero que sea pronto.

A medida que avanzan los lugareños los miran sorprendidos al verlos llenos de manchas de color violeta brillante.

- Mientras tanto, tienes mi promesa de que te enseñaré todo lo que pueda enseñarte.

- Gracias, eres muy comprensivo conmigo -le sonríe con delicadeza

- Bueno... -le quita un pedazo de piel violeta de la cabeza- Después de todo tengo que protegerte, ¿no? -arroja la piel al suelo.

- Que desastre, un kimono menos –intenta quitar hierro al asunto con aquella nimiedad con una gran sonrisa.

- Sonríe, así estás más guapa.

Cuando Martillo Blanco se pone a buscar con la mirada al Capataz la joven se percata de su herida en la mejilla.

- ¿Capataz? ¿Hacia dónde quedan las Minas?

El Capataz sonríe a Martillo_Blanco y señala la plaza en la que están, y luego hacia la zona Sur donde está la montaña y las grandes puertas en arco que dan acceso a las minas. La entrada está muy cerca, en esa misma plaza.

- Bien. Bajaremos sólo mi pupila y yo, ¿está claro? Tomaremos como enemigos a quién nos siga. Usted mismo puede hacernos de guía.

El Capataz da orden de que nadie baje a las minas hasta que volváis los tres. Se dirige a la entrada, toma un farolillo y lo enciende.

- Sin tu intuición no habríamos sabido que eran Yomas –comenta Dulce Loto- Por cierto, déjame ver esa herida.

- Creo que eran más las ganas de pelear que otra cosa. No puedo creer que estos tres salieran con vida de las minas y nuestros compañeros no -dijo Mazo- ¿La herida? Bueno, no es nada, no quedará cicatriz mañana.

- Eres más duro que una roca –afirma Dulce Loto.

- ¿Hasta qué parte de las minas desean descender? –les interrumpió el Capataz.

- Hasta donde sea –responde la joven- Tenemos que encontrarlos

- Las recorreremos todas -dijo Mazo para después mirar a Dulce Loto- A veces, creo que sí, pero tengo el interior blando, pequeña.

- Esos tres hicieron referencia a los túneles profundos. Dicen que la semana pasada encontraron cuarzo allí... –indica el Capataz

- Pues empecemos por ahí

- Iremos allí, y si no encontramos nada rebuscaremos en otros sitios.

- Es un camino largo, y los túneles inferiores son traicioneros. Procuren no resbalar. A veces se forman charcos de agua contaminada –advierte.

Cargando editor
05/03/2012, 21:57
Dulce Loto.

Con antorchas y tea en mano llegan a los túneles más profundos. Todo está silencioso excepto un extraño sonido, como de un torrente sanguíneo.

- Que ruido más extraño... –dice la joven y mira al Capataz en busca de alguna respuesta. Además, hay un olor raro- Y ese olor... -arruga la nariz

- Dulce Loto, ¿por qué no nos iluminas?

El olor que perciben huela a sangre, a tripas, a descomposición…

- Estamos cerca de su nido... allí­, al final del pasillo... Dulce Loto, ¿puedes iluminar el camino? Capataz, no se asuste pero mi pupila nos iluminará como antes, ¿está claro?

- Se asustará –le susurra a Martillo.

- Si lo hace, peor para él, Dulce Loto.

La joven asiente poco convencida, pero se concentra pero entonces el Capataz baja la mirada y susurra…

- Los Anatema tienen la culpa de todo...

- Acabamos de salvar todo el pueblo, nos lo debe –replica con vehemencia Martillo.

- No, la antorcha está bien -obviamente ha escuchado al Capataz, por lo que cambia de idea algo cohibida.

- Cuide esa lengua, caballero. Acabamos de salvarle el culo hace unas horas.

- Está bien… –Dulce Loto pone una mano sobre el brazo de Martillo para calmarlo

- Bien, sigamos entonces con cuidado.

- Sí, mi señor –dice el Capataz.

Entran en una estancia mayor y enseguida Martillo Blanco saca su arma. Hay bastantes antorchas en las paredes que están apagadas, por lo que la joven comienza a encenderlas no sin antes sacar su daga. Lo que sí es evidente es que el olor es más fuerte aquí, así que se espera lo peor aunque… Dulce Loto da un brinco del susto al ver dos cuerpos desmembrados con las ropas destrozadas y ensangrentadas, por lo que se aprecian mordiscos y golpes de garra con las entrañas arrancadas y devoradas. Tras ellos hay un túnel amplio completamente negro sin antorchas.

Martillo Blanco se arrodilla junto a los cadáveres y descubre que los cuerpos son los de Emisario y Garra. Ambos muertos, haciendo que una lágrima recorra su rostro.

- No... no... –balbucea Dulce Loto y se lleva una mano a la boca.

- Amigos... lo siento... hemos llegado tarde... –les dice en un perdón que jamás será contestado.

De repente toda la caverna retumba, como si fuera el latido de un corazón.

- ¡NO! –sale un lamento de sus labios, aunque más parece que se niega a creer lo que sus ojos ven. Evidentemente se ha quedado algo aturdida.

- ¿Qué ha sido eso? –dice Martillo al tiempo que se pone en guardia- ¡Muéstrate! ¡Quién quiera que seas, muéstrate!

Mientras Dulce Loto se queda mirando los cadáveres se hace más evidente que el sonido es como si fluyera algo por toda la caverna.

- Allí, allí sólo vive un ermitaño... -logra decir el Capataz visiblemente nervioso.

De repente Martillo usa su poder y su cuerpo se ilumina con un aura marrón terroso. Por otro lado la joven se acerca más a ellos con el cuerpo temblando, sin que pueda salir ni una lágrima por el impacto.

- ¿Y ahora lo decís? -dijo enfadado- Maldición…

- El viejo Magur, un viejo loco, mi señor.

- Capataz, iremos por ese pasillo. Después recuperaremos los cadáveres de nuestros amigos. Quiero ver a ese ermitaño que ha escogido un lugar interesante para vivir.

- No son ellos... Es magia para hacernos creer que han muerto y hundir nuestro espíritu –comienza a decir Dulce Loto. Luego agarra el brazo de su compañero- No pueden estar muertos... -casi le suplica- No pueden dejarme sola. No me dejes sola -rompe a llorar

De repente se oye una risa susurrante, más cruel y malévola que la propia tierra de las profundidades.

- Dulce Loto, no pienso dejarte -dijo Martillo mientras prestaba atención a su alrededor- No llores ahora. Te necesito.

Al avanzar por el túnel un extraño viento sobrenatural les golpea y enseguida cesa.

- Capataz, puedes quedarte atrás –le dice a un hombre pálido por el miedo, que retrocede y cae de culo.

El olor a matadero se intensifica… Huele a muerte, muchas víctimas deben yacer roídas y putrefactas.

- ¡Muéstrate! ¡Seas quién seas ahora mismo!

La oscuridad y una risa áspera les invitan a proseguir…

- Pequeña, si alguna vez te avergüenzas de tus poderes éste no es el momento. Olvídate de todos y usa tu luz.

- Maldita criatura. ¡Abominación! –responde Dulce Loto a la oscuridad que encierra al monstruo, y con decisión se limpia las lágrimas con la manga de su kimono.

De repente restalla un látigo y un trozo largo de carne marrón, imposiblemente rápido, rompe el aire atravesando la frente de Martillo Blanco. Es como una larguísima lengua llena de baba. La lengua parece buscar el cerebro de Martillo pero se retira expulsada por el Dragón de la Tierra. De inmediato se escucha un ruido de succión.

- Ah, ningún pensamiento inteligente en esa cabeza de piedra. Qué decepción –escuchan.

La joven presiente que por la lengua debe tratarse de un Yoma enorme, pero se quita esa idea de la cabeza y se  concentra. Una poderosa aura dorada la envuelve lo ilumina todo mostrando a un viejo sentado superpuesta a la de una bestia marrón enorme y con alas.

- ¿Pensamiento? Espero que hayas visto como pienso matarte, seas lo que seas –responde Martillo.

El viejo se pone en pie y sonríe. Se relame...

- Seguro que los pensamientos de la dama serán más dulces. Hacía mucho que no veía esa luz.

- Tiene que morir, por Emisario y Garra –dice a su compañero.

- Tantos años sin los Solares y sus malditas Claymore.

- Pues serás lo último que veas –responde Dulce Loto.

- Si que eres feo, demonio -dice Mazo mientras sale corriendo hacia delante como un enorme meteorito.

- Pagarás por el horror de tu simple existencia –continúa la joven.

- ¡Dulce Loto! ¡Cuidado, por los Dragones!

El aura de poder de Martillo Blanco se enciende y corre a tal velocidad que le hace casi imperceptible. El monstruo lo ataca con una cola y una garra

- ¡Groaaaaaaaaaaaaaaarg! ¡Por los Cinco Dragones! ¡Morirás! - grita el Vástago mientras tiene sus ojos fijos en el demonio. En un instante aparece junto al demonio…

- Por los dioses, eres más feo de cerca, maldito. Martillo Blanco será lo último que veas.

 El golpe del Vástago es tremendo, pero la criatura apenas se inmuta. La rabia invade a Dulce Loto y un Tótem en forma de flor de loto se forma sobre ella. En lo que llega su compañero es repelido por un torbellino giratorio de garras. Es ahora la cola la que penetra en la mente del Dragón, borrando de un plumazo tres años de su vida dejándolo visiblemente malherido.

Finalmente llega Dulce loro, llorando y gritando iluminada en una hermosa pero firme luz dorada. Instintivamente ataca con la daga, pero no es la lógica la que la mueve, es la rabia… El primer golpe impacta, pero no es el filo lo que daña la criatura: es el aura dorada. El Yoma se quema por su esencia, a lo que dice:

- Interesante, ¿es éste el poder de los perdidos Solares?

Martillo Blanco logra recupera el aliento.

- Mierda... eso ha sido... intenso... -dijo Mazo con una media sonrisa- ¿Qué demonios me has hecho?

Terribles mazazos recibe el demonio que cae sobre sus rodillas.

- Esa maza que tienes... cof... coff... Es increible... –pero no cesa en su empeño de acabar con el Dragón, y su lengua abrasa la mente de Martillo llevándose otros dos años de recuerdos.

Es el turno de Dulce Loto, que si bien la daga no hace nada sí lo hace su aura. El Yoma recibe otra quemadura y grita de dolor y pavor. Parece debilitado, y en un intento por huir extiende las alas demoníacas pero la caverna pasa de ser su escondite a su prisión.

- Oye... ¿Tú quién eres? ¡Ah, si! ¡El maldito Yoma! –dijo Mazo riéndose de si mismo- ¡Muere!

Otra oleada de golpes del Dragón logra convertir en astillas sus dos rodillas y cae. El golpe de retorno se hunde en lo que normalmente sería un esternón, mientras millares de fragmentos marrones de quitina salen disparados como agujas en todas direcciones. La criatura implosiona desde dentro y estalla en una oleada de entrañas naranjas de olor repugnante. Los restos caen al suelo burbujeando.

Martillo Blanco cae sobre su rodilla y se apoya en su mazo para no caer desfallecido.

- Un ermitaño mis huevos... Ay, ay, ay...

Cargando editor
05/03/2012, 22:08
Dulce Loto.

Aún perduraba el aura de Dulce Loto, que ilumina todo lo que está a su alrededor. Apenas queda restos del Yoma si no fuera por la masa viscosa anaranjada.

- Eso haremos, Martillo Blanco… -se acerca a su amigo- Déjame ver esas heridas antes, no quiero perderte…

El Vástago está visiblemente malherido, pero sabe que es fuerte y podrá sobrevivir si salen pronto de allí.

- Regresemos a la otra estancia, apóyate en mi –dijo pese a lo menuda que era.

Cargando editor
06/03/2012, 10:19
[RIP] Mazo.

- ¡Ah! ¡Pequeña! - Dijo Mazo con una sonrisa intentando levantarse. - No te preocupes por mis heridas, tenemos que recuperar los cuerpos de nuestros amigos y darles digna sepultura. Supongo... que bueno, nos tendremos que quedar unos días aquí para recuperarnos, sobre todo yo, que tengo alguna que otra costilla destrozada. -

Mazo se incorporó por fin, y usando su martillo de bastón, apoyó su mano en el hombro de Dulce Loto.

- Antes de que extingas tu luz, creo que sería conveniente que revises esta sala. Tal vez puedas encontrar algo que nos ayude o algún tipo de notas, no sé, no perdemos nada con intentarlo. Yo te esperaré aquí, justo apoyado en esta pared. -

Cargando editor
06/03/2012, 23:17
Director

DULCE LOTO:

- La visión de tus amigos muertes puede producirte Límite.

- Tirada de Compasión (3 dados de 10 desglosados, dificultad 7, motivo Límite) para ver si es así. Esta tirada conviene fallarla.

Cargando editor
06/03/2012, 23:20
¿De verdad pasó así?

- Mientras Martillo Blanco se toma un momento de descanso, Dulce Loto registra las escasas pertenencias del cubil del ermitaño Magur. No hay nada útil, ni tan siquiera explicativo. El hombre vivía prácticamente en la miseria.

- Finalmente, ambos salen de la mina.

- El Alguacil y sus hombres se encargan de sacar de la mina los cuerpos de Emisario del Dragón y de Garra de Halcón. El pueblo dispone que sea preparado su entierro como héroes.

- Dulce Loto y Martillo Blanco reciben alojamiento en la Casa del Capataz tanto tiempo como lo necesiten.

Cargando editor
07/03/2012, 19:57
NOCHE Y DIA.

TRANSCURRE EL RESTO DEL DIA Y LA NOCHE.

AÑO: 761.

LUNA: Nueva.

ESTACION: Aire.

MES: Aire Ascendente.

DIA: 14.

HORA: Alba.

Cargando editor
08/03/2012, 21:07
Dulce Loto.
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Motivo: Límite

Tirada: 3d10

Resultado: 3, 2, 10

Cargando editor
08/03/2012, 21:20
Capataz Furia Veloz. - Minas de Jade.

MINAS DE JADE: CASA DEL CAPATAZ:

- Dulce Loto se despierta en una pequeña habitación de invitados en el piso superior de la casa. Una sirvienta le ofrece un baño y le da una túnica de lino sencilla de color azul claro desvaído.

- Martillo Blanco duerme profundamente. El Capataz le ha cedido su propia habitación.

- Una cuadrilla de personas del pueblo aún se afanan en limpiar los destrozos producidos ayer en el despacho del Capataz.

Cargando editor
08/03/2012, 22:58
Dulce Loto.

La visión de los cuerpos contrajo su cuerpo, como si un puño cerrase su pecho y por un instante no pudiera respirar. La tristeza dejó paso a algo más profundo, algo que se acumulaba en su interior.

Nada habían sacado de aquel inmundo lugar, sólo muerte y pena. Ahora habían descansado en la humildad de un pueblo, y aún así sentía que debían marcharse pronto. Lo único que impedía que se atrevieran a agredirla por el miedo a ser una Anatema era la presencia de Martillo Blanco, el cuál dormía profundamente como consecuencia de su agotamiento físico. Por fortuna era un hombre fuerte y no temía por su vida, pero tampoco lo había hecho de sus fenecidos amigos.

- Buenos días –dijo a la mujer, y sin mucho más que decir tomó el baño y se puso la sencilla túnica- Me gustaría ver a mi amigo, Martillo Blanco.

"Quiero salir de éste lugar, marcharme lejos. Cada vez me siento peor, creo que voy a estallar... ¿Caeremos igual que hicieron ellos? No puede ser, no podemos permitir que sigan existiendo. Pero... ¿a cuántos más nos encontraremos? A éste paso desconfiaré de cualquiera, menos de Mazo..."

Cargando editor
09/03/2012, 00:02
[RIP] Mazo.

Mazo se despertó en una cama desconocida. Lentamente, su mente fue recordando lo que había sucedido y abrió los ojos tranquilamente.

Bien. Era la cama del capataz.

Se pasó una mano por el pecho y notó que tenía unos vendajes que iban de un lado al otro de su pecho, envolviéndolo al completo. 

Intentó girarse un poco y sintió como el dolor le recorría toda la espalda.

Estaba más herido que de costumbre, aunque, a decir verdad, su cuerpo estaba acostumbrado a muchos golpes. Calculó mentalmente sus daños, y concluyó que tardaría unos diez días en recuperarse por completo. Eran diez días que tenía que guardar reposo, eso significaba no luchar, y por supuesto, eso significaba no poder proteger a Dulce Loto.

Y en ese momento pensó sus opciones.

¿Pasar diez días aquí o subirse al zampan y viajar hacia un nuevo destino en unos pocos días? 

Se podía quedar unos cuantos días aquí, eran bien recibidos y no tendrían problemas con nada, pero también, podrían viajar hacia otra zona y descansar allí... tenía que hablar con su pupila.

Cargando editor
09/03/2012, 23:12
NOCHE Y DIA.

MEDIA MAÑANA.

Cargando editor
09/03/2012, 23:13
Sirvienta.

Dulce Loto se da un baño, se seca, se viste, y desayuna un poco de arroz y té.

Después le permiten visitar a Martillo Blanco, que reposa bastante herido en el lecho del propio Capataz de Minas de Jade.

- "Mi señora, Martillo Blanco-sama se encuentra en esta estancia. Procurad no agotarle, ha recibido serias heridas en su lucha." -

Cargando editor
11/03/2012, 19:42
Dulce Loto.

Asintió, no por deferencia sino porque así lo creía realmente. Debía pensar en su estado.

- Buenos días… -se acercó hasta la cama con una suave sonrisa- Tienes un aspecto… -suspiró- ¡Estás horrible!

Rió suavemente, con todo el cariño que le tenía.

- Viéndote diría que apenas puedes moverte, y menos sostener tu mazo –era más que evidente- Estaba pensando en marcharnos en cuanto diéramos sepultura a…

Agachó la cabeza, no era fácil para ella decir sus nombres en una frase tan funesta.

- Pero por mucho que quiera marcharme de un lugar que me rasga el corazón tus heridas requieren reposo.

Cargando editor
11/03/2012, 20:49
[RIP] Mazo.

- Hola pequeña. - Dijo Mazo cuando vio entrar a Dulce Loto y sentarse junto a él. - Perdón que no me ria ante tus palabras, pero me duelen las costillas si fuerzo mucho la voz. - Continuó con una sonrisa mientras se sentaba en la cama con tranquilidad. - Si, mis heridas requerirán por lo menos, una semana y algunos días más para sanar, pero no me preocupa eso, la verdad. -

Apoyó su mano sobre la mano de Dulce Loto, cuando ella se sintió un poco triste por lo que iba a decir y asintió levemente con la cabeza.

- Deberemos darle sepultura a nuestros amigos, y después, podemos partir hacia nuevos destinos. Yo debo descansar y creo que tu también deberías hacer lo mismo, por lo menos durante unos días. Podemos regresar al pueblo de Mu, y explicar a los habitantes la verdad sobre nuestros amigos, eso puedes hacerlo tú, que se te da mejor hablar, mientras yo descanso durante un tiempo allí. ¿Qué te parece? -

Cargando editor
11/03/2012, 23:54
Dulce Loto.

Una sonrisa aún más compasiva se apoderó de ella. Le apenaba ver a Mazo en aquella situación, ni siquiera podía reírse. Pero aquello no era lo importante…

- Sí, es una buena idea. Aunque el Capataz guarde silencio puede que… No sé, tal vez se lo cuente a alguien para desahogarse y se le escape lo que pasó. “Ya sabes…” –recalcó aquellas palabras.

“Me siento tan extraña. Tengo los nervios a flor de piel. Si me hostigan tal y como estamos temo perderme…” Sin duda era lo mejor. Había demasiado riesgo si permanecían en un lugar donde al menos uno de los habitantes la había llamado Anatema.

- ¿Cuáles eran los deseos de Emisario y Garra? –quiso saber- Sabes… -no le dejó hablar- Me gustaría que esparcieran mis cenizas al aire a los primeros rayos del alba –dijo con una expresión algo distraída, pero enseguida se centró- He de velar por sus preparativos y quiero hacerlo bien. Si podemos cumplir sus últimas voluntades sería un honor hacerlo, pero… No sé cuáles son.

Con la mirada recorrió los vendajes y comprobó que estaban bien. No esperaba menos, pues un lugar como aquel debía tener muchos heridos. Con delicadeza tocó su rostro…

- Tengo mucha suerte de estar a tu lado, nunca lo olvidaré –y con igual delicadeza sonrió. 

Cargando editor
12/03/2012, 00:27
[RIP] Mazo.

- Bueno, supongo que el placer es mutuo. Yo también estoy muy contento de estar a tu lado, no te olvides de eso también. - Dijo Mazo con una sonrisa.

Pero las palabras de Dulce Loto lo ha dejado pensando.

¿Y si nuestros amigos no querían ser enterrados aquí?

El grandullón pensó en su cama y al final, sonrió.

- Verás, ahora que lo dices... creo que mejor que enterrarlos, podríamos cremarlos. Juntar en una urna funeraria sus cenizas y llevarlas a sus ciudades de nacimiento. Creo que se lo debemos y ellos harían lo mismo por nosotros. ¿No crees? - Explicó Mazo. - Y después, regresaremos a Mu para descansar y explicar lo sucedido y además, limpiar sus nombres. ¿Qué te parece? -

Cargando editor
12/03/2012, 00:35
Dulce Loto.

"Será un largo camino, pero seguro que en ese tiempo podrá descansar. Me parece una buena idea"

- Sí, seguro que querrían algo así -asintió- A mí no, ¿vale? Mi hogar está junto a los que quiero, así que el viento hará que siempre esté con ellos; y los rayos del Sol me darán fuerzas para cuidarlos allá donde estén.

Tras aquellas palabras un tanto místicas le dio unas palmaditas en la mano y se levantó.

- Tendré que darme prisa y decirlo para evitar complicaciones. En cuanto sepa algo te lo haré saber, así que descansa bien para que al menos puedas presenciarlo. A ellos les hubiera gustado...

Tras mirarlo unos segundos, por si quería añadir algo, se despidió y fue en busca del Capataz. Él debería estar enterado de todo, así que era su primera opción.