Partida Rol por web

-No deberíamos pasar demasiado tiempo en esta habitación... –

Ely le dio la razón con un gesto de cabeza y condujo a Gertruda hasta las almenas.

-…Cómo se va a alegrar el conde- Inspiró hondo y contempló las vistas.

Orden de bajada: Urik, dos de las tres Irinas, Gertruda, cosas, cosas otra vez, elfo, Zack, yo y la Irina-araña. ¿Todos conformes?

La clérigo bendijo la palabras que le ahorrarían su único pergamino contra caídas mortales. Hizo una mueca burlona y respondió: -¡A la orden! ¡Maese Wallace…Cuando sea condesa le nombraré mi intendente!- Fantaseó.

-No te sueltes Gertruda- Dijo dándole un extremo de la cuerda. Arrolló el otro a la almena y ayudó a todos a bajar.

Gertruda, cuando Walt anunció el orden de bajada, se acercó corriendo a él. 

¡Oh, quizá esto pueda ayudar! Creo que bajar por una cuerda no es fácil, y así a lo mejor no nos caemos tan fácilmente se llevó la mano a uno de sus senos y, tras un segundo, sacó un pañuelo y se lo tendió al guerrero Si quieres, puedes usar esto, y tus manos no se quemaran ni se harán daño, ¿no? Creo que tengo otro guardado, pero no se muy bien donde... La muchacha empezó a palpar por encima de su vestido, lo que seguramente estaba poniendo muy nervioso al de Tepest.

Tras un rato de descenso lento, con algún resbalón, pero sin sufrir daños, todos llegaron al pie de la muralla. Una colonia de murciélagos salió de una de las torretas, chirriando al cielo. Todos se quedaron quietos hasta pasados unos minutos. El silencio era sepulcral, pero no parecía que nada ni nadie les fuera a atacar en ese momento.

La marcha fue lenta, deshacer el camino realizado les costó bastante tiempo por la carga extra. Pasaron por el bosque donde Zack había provocado un incendio, sintiendo miradas acusadoras y gruñidos feroces a sus espaldas, pero tampoco hubo represalias. Algo parecía conseguir que nada les atacase, quizá era la presencia de Gertruda...

Tardaron, pero llegaron al pueblo. A un pueblo que estaba recobrando la vida, aunque la noche se acercara cada vez más. Aún había niños en la calle, y las casas volvían a tener vida. La muchacha empezó a retorcerse y a mirar a todos lados. Parecía estar oliéndose que algo no iba bien.

¿Por qué me habéis traído aquí? No entiendo nada, ¿qué hacemos aquí? Gertruda dejó de caminar. La puerta de su casa estaba frente al grupo

Zack dejó al grupo nada más llegar al pueblo. No le interesaba en lo más mínimo llevar a Gertruda a su casa, lo había comentado desde el principio de la aventura, así que cuando franquearon las fronteras del pueblo se dirigió hacia la taberna. Era el tercer día consecutivo que se dirigía allí y muy probablemente ya le conocerían.

Se acomodó en la barra, dejó su sombrero y su capa junto a una silla y pidió una cerveza bien fría para poder relajarse. Cuando sus compañeros terminasen, seguro que terminarían pasando por allí.

La confusión de Gertruda era una delicia para Walt. Después de tantas veces avergonzándole, poniéndole en apuros, sacando pañuelos de recovecos que el tepestaní ni siquiera sabía que las mujeres tenían... Después de todo eso, Walt obtenía satisfacción, si por satisfacción se considera una venganza consistente en dejar a una chica en frente de la puerta de su casa. Es más rojo el diablo barbado por pelirrojo que por diablo barbado.

Bueno... esa de ahí es la casa de la costurera. Y tenemos un tapiz de Strahd que necesita un par de puntadas-dijo con sorna.

Walt dejó la carga en el suelo. Si Gertruda quería salir corriendo, Walt era lo suficientemente rápido como para interceptarla, pero por el momento se limitó a acercarse hasta la puerta de la casa para golpear con los nudillos en el marco de la puerta.

Mira una cosa... ¡¿Hay alguien ahí dentro?!

La situación se comienza a poner incómoda y estoy tentado de decirle a Zack que me espere, que yo también voy a la taberna con él, para así eludir la que nos va a caer encima en cuanto Gertruda descubra la verdad.

Pero la curiosidad de ver cómo finaliza este capítulo de la historia hace que me quede donde estoy, y que me prepare para aguantar el chaparrón. Disimuladamente, doy un paso atrás alejándome del epicentro de la futura explosión, mientras dejo que el bárbaro se haga cargo de la situación. Su excusa del tapiz puede ser suficiente para mantener a la chica en su perplejidad hasta que apareza su madre por la puerta. Esperemos.

¿La casa de la costurera? ¡Mi madre no es costurera! Gertruda dio un paso hacia atrás, mirando con furia y parte de dolor a Walt Me habéis engañado. ¡Os maldigo por esa sucia mentira! gritó, escupiendo al suelo, con más rabia de la que una muchacha como ella pudiera parecer tener ¡Qué poca vergüenza! ¡Ni circo ni nada! ¡Habéis robado a mi señor! ¡Cuando se entere no tendrá piedad con vosotros! ¡Ladrones, gentuza¡ ¡LADRONES!

Gertruda estaba dando un espectáculo. Algunas ventanas se estaban abriendo de par en par y rostros curiosos se asomaban con curiosidad. Los cuchicheos empezaban a escucharse por todas partes. Sólo faltaba que se hiciera un corrillo para ver cómo se desenvolvía la discusión.

No volveré con mi madre, ¡NO VOLVERÉ A SER UNA PRISIONERA!

Y Gertruda echó a correr. El vestido que había elegido le permitía dar grandes zancadas para acelerar la carrera. Y para ser tan menuda, avanzaba a gran velocidad.

La taberna se mantenía igual. Los mismos parroquianos, el mismo tabernero y hasta parecía la misma copa que limpiar. 

La cerveza que pidió se apareció ante él antes de que se diera cuenta. Tras ella, el tabernero.

¿Buena caza? preguntó a modo de saludo.

Un día muy largo. Sentenció sin mucho interés en explicar lo que había vivido. Hablar de hombres lobo o de que se habían adentrado en el Castillo de Strahd le hacía pensar que le asustaría, así que prefería mejor callarse y no contar todo lo que acababa de vivir o quizá alguien terminase diciendo algo.

Luego se acordó que quizá la gente sabría algo de la desaparición de Gertruda, así que decidió contar aquello. Bueno, cazar no, pero al menos hemos encontrado a Gertruda. Dijo dando por hecho que sabrían quien era.

Ah, sí... ¿Cómo no? Cuando ve entrar a un grupo de personas con espadas al cinto se cree que es una compañía de circo, pero es capaz de reconocer cual es su casa a la primera. Qué hartito me tiene esta chica...

Ya que Mary no salía al escuchar golpear su puerta, Walt salió corriendo a por Gertruda. Se puso a correr al lado de la chica, esperando que se cansase primero, pero a lo mejor estaba confiando demasiado en su forma atlética. O como dicen en Tepest: vendiendo la piel del ogro antes de cazarlo.

Mira una cosa, Gertruda. Fallo mío que me confundí de casa y llamé a la puerta de quién no era. Pero yo me pregunto... ¿Crees que a Strahd le parecerías una chica interesante si te viera con esta pataleta de niña pequeña? ¿Qué tienes pensado hacer? No puedes volver al castillo tú sola. ¿Sabes que en el camino a nosotros nos atacaron cuatro lobos feroces?

¿Estaban los cadáveres de sus agresores a la vera del camino y Gertruda pudo verles? ¿O alguien se había llevado los cuerpos? Walterly ni se fijó. Cuando normalizas la violencia no le das importancia a ese tipo de cosas.

Va a ser difícil luchar contra el lavado de cerebro que tiene esta chica y convencerla de que 'su señor' es un ser pernicioso del cual debería desvincularse. Imposible. Pero el caso es que, llegados hasta este punto en que tantos esfuerzos y dolores de cabeza nos ha costado traerla hasta aquí -en un muy loable pero seguramente estúpido gesto de exagerado altruismo por nuestra parte- ahora no es plan de dejar que se escape así como así.

Espero a ver si Walt la alcanza y la retiene pero, por si acaso voy frotándome los dedos pulgar e índice de ambas manos, preparando un conjuro que sí que tiene que ver con la alta costura.

- Llamad fuerte a esa puerta, a ver si aparece la madre de una vez, se la lleva de la oreja para adentro, y nos podemos olvidar ya de este asunto. -comento a los que veo más cerca de la entrada de la casa de Gertruda, aburrido ya de la cantidad de molestias que puede llegar a causar esta chica.

Cuando Gertruda echó a correr, Ely miró hacia el cielo crepuscular y lanzó un suspiro:

-¡Hombres! A eso le llamo yo sensibilidad- Bufó con resignación. Preparó uno de sus conjuros* por si el bárbaro no era capaz de cazar a la chiquilla y después caminó con parsimonia hacia ambos.

-Gertruda…Mira…-Comenzó rascándose la ceja. –Siento no haber sido del todo sinceros contigo, pero necesitábamos sacarte del castillo para explicarte algo muy importante. Tu querido conde es…Como diría yo…-

Ely estaba a punto de contarle que Strhad era un vampiro, pero la chiquilla estaba tan cautivada que prefirió mantener la versión oficial hasta que acabase el hechizo que el conde tenía sobre la joven.

-¡Tu querido conde nos necesita!. Pensábamos que querrías pasar por casa para ponerte algo más coqueto para él, pero nadie te va a obligar- .- Si encontramos otra manaera- añadió para sí.

-Te voy a demostrar que decimos la verdad. ¡Te llevaré a nuestro circo!- Dijo abriendo los ojos de par en par. La clérigo sacó el mapa que había ido confeccionando y repasó la ruta hasta el campamento de Madame Eva.

-Vas a conocer a una persona estupenda ¡Con respuestas para todo!. Y si no te convence… – Reluë te envolverá en telarañas, Walt te dará un capón, Zack te prenderá fuego y yo te resucitaré como zombi- Tras fantasear sobre las hebras del destino prefirió no revelar sus pensamientos. Guardó el mapa y trató de conducir a la joven hasta la vidente para que la liberase de su hechizo.

-Será solo un momento- Dijo más para sus compañeros, que para la chiquilla.

El tepestaní apenas tuvo que hacer esfuerzos para alcanzar a Gertruda. De hecho, tuvo que reducir su velocidad para no pasarla y dejarla atrás, sin presa a la que atrapar. 

Las palabras de Walt no sirvieron para nada. ¡Mentiroso! ¡Me habéis engañado una vez, no volveré a pecar de inocente! Sus palabras eran feroces, pero la fuerza de sus piernas no las acompañaban. Poco a poco, se fue deteniendo y, apoyando las manos en las piernas para recuperar la respiración, asintió a las palabras de Ely

¿Acaso... me queda... otra opción? Vais a hacer... conmigo lo que queráis... Las palabras de Ely no había caído en saco roto, pero ya no hacían el mismo efecto. Gertruda sabía perfectamente que estaba en inferioridad, y sin tener al Conde allí, no podía hacer nada.

El camarero se detuvo al escuchar las palabras de Zack.

¿Gertruda? ¿La hija de Mary la loca? No lo puedo creer dejó la jarra sobre la barra. ¿Y dónde la habéis encontrado? Seguro que estaba por ahí perdida en el bosque, con una madre loca...

Pero la madre enloqueció por la pérdida de su hija, ¿verdad? Zack no tenía muy claro si contar dónde la habían encontrado. Pero al final llegó a la conclusión de que si se lo decía podrían valorar la clase de aventureros que habían llegado a ese pueblo.

Pues decidimos investigar el Castillo de Strahd, y por suerte, la encontramos en una de la primeras salas que vimos. Realmente no tenía ninguna ganas de irse de allí, era como si se hubiera enamorado del Señor del castillo. Dijo encogiéndose de hombros como quien no daba importancia a aquello.

Andamos a vestir de ceñido y luego pretendemos correr sin que nos falte el aire-refunfuñó, criticando a la pelandusca.

Extendió la mano para señalar de nuevo al grupo, invitando a Gertruda a unirse a él, caminando a su ritmo mientras recuperaba el aire. Walt, por contra, se encontraba bien, por lo menos de energías. También de ánimos: había comprobado que sus compañeros confiaban en él para alcanzar a Gertruda. Con los prejuicios que tenía el tepestaní a la magia, y al modo que tienen los mágicos de recurrir a ella innecesariamente para resolver problemas mundanos, casi había temido que conjurasen una telaraña o convocasen un puto reno en mitad de la calle para impedir el paso de Gertruda. Pero no, porque eran buenos amigos, y confiaban en las capacidades de Walt y en el trabajo en equipo. Es como dice ese dicho tepestaní: un grano no hace granero, pero una espinilla de troll hace sonajero.

Mira lo que te digo... Yo no sé si la madre quedó loca, pero sí parece que quedó sorda. Se habrá suicidado, o marchado a hacer un recado, o algo, y por eso no abre. Lo que sí podemos hacer antes de ir al "circo"-dijo poniendo énfasis, ya que a su cerebro de bruto se le escapaba que Elyzabeth hablaba de las carpas y carromatos del campamento gitano-, es pasar por la mansión de Irina y dejar todo esto allí-dijo en referencia a las pesadas obras de arte, y el resto del botín-. Lo digo para no cargar con tanto bulto, si a la Irina de verdad le parece bien. No digo que las otras dos Irinas no sean Irinas de verdad, tampoco quiero faltar al respeto. Me refería a la Irina que sí tiene una mansión en Barovia.

Irina dio un paso al frente para hacerse notar ante las palabras de Walt. Por mi parte no hay problemas, no creo que a nadie se le ocurra visitar mi casa, y más cuando saben que me he unido a vosotros. O al menos eso esperaba. Pero con la obsesión que tenía Strahd con Irina, nadie decía que en esos momentos no estaba en su casa observando (y a saber qué más cosas) entre las pertenencias de la pelirroja.

Como nadie parecía tener reparos en la idea, los allí presentes tomaron rumbo a la mansión de la muchacha. La entrada a la casa estaba desolada y un escalofrío les recorrió por la espalda. La muerte había pasado por ahí no hacía mucho tiempo, y esa sensación aún perduraba. Irina se mordió con fuerza los labios y encabezó la entrada a su hogar, indicando a sus compañeros dónde dejar esas nuevas pertenencias.

Tras finalizar el trabajo, y todos sintiéndose más libres, decidieron ir a por Zack, que estaba en la taberna. Desde allí, deberían partir todos hasta el "circo" de Madame Eva, pero la noche ya estaba cada vez más próxima, y era muy probable que les encontrara en ese recorrido.

Antes de que el camarero pudiera responder a Zack, la puerta se abrió de nuevo. Todos se presentaron, y entre ellos seguía Gertruda. Los parroquianos se quedaron asombrados con el aspecto de la joven. No sabían que era Gertruda, pues su madre siempre la mantenía en la casa, pero su vestido llamaba mucho la atención.

Zack se quedó sorprendido al ver de nuevo a Gertruda allí. No entendía qué habían ido a hacer sus compañeros si la muchacha seguía con ellos. Aún así no dijo nada, tampoco les preguntó simplemente se limitó a seguir bebiendo mientras esperaba a que llegara la hora de marcharse a descansar. Realmente no le importaba ningún asunto relacionado con ella, igual que tampoco le había importado enterrar el cuerpo del padre de Irina. Vamos, todo lo que tuviera relación con la empatía de los que le rodeaban no era el fuerte de El Oscuro.

Jo, mira que éxito-susurró a Gertruda-. ¡Qué miradas te lanzan! Tú yéndote detrás de un viejo, cuando podrías tener al joven borracho y paleto que quisieses. Ay, ya lo dice el refranero tepestaní: "la ninfa zorrea y la sirena apnea".

Que básicamente tiene por moraleja quedarte con lo más accesible, ya que si aspiras a una sirena lo más que vas a conseguir es un curso acelerado de buceo con respiración a pulmón, con viaje solo de ida al fondo marino.

Walt echó un vistazo a su alrededor, para saludar a Ismark si el borracho hermano de Irina seguía empinando el codo. No tenía nada más que decirle. También saludó al posadero desde la puerta, ya que cualquiera que alimentara el estómago de un tepestaní se convertía en su mejor amigo para siempre.

Mira lo que te digo, Zack. Vamos a las afueras. ¿Te quieres venir con nosotros?

Una vez aligerados de la carga que suponían todos los cachivaches sustraidos de la morada Strahd, aún queda por liberarnos de la más pesada de todas. Habiendo fallado el plan inicial de llevarla hasta su casa para que su madre se ocupase de ella -aunque no sé si dejarla al cuidado de alguien apodada "la loca" hubiese sido lo mejor para la muchacha- optamos por el plan alternativo de llevarla con nosotros, lo cual no deja de acarrear sus riesgos, y sus molestias. Esperemos que la visita a Madame Eva solucione estas inconveniencias.

Me acodo en la barra de la taberna, al lado de Zack, y pido para mí una jarra de vino. Por la hora que es ya, es lo mejor que se puede hacer en estos momentos. Me encojo de hombros al notar que Zack se sorprende de ver a Gertruda todavía con nosotros.

- No respondió nadie cuando llamamos a su casa. -le informo. Lo cierto es que, bien pensado, es extraño que nadie contestase a la puerta; a lo mejor podríamos haber aprovechado el destrozo que hicimos en nuestra anterior visita para colarnos impunemente y ver si le había ocurrido algo a la madre.