Partida Rol por web

Yo tengo mi fiel Feudieu-dijo, dando dos palmaditas a la guarda de su cimitarra enfundada-, pero tal vez la piel de zorro o la armadura de hojas me sirvan. Aún así, entiendo que es un pago excesivo para alguien que se ha limitado a cuidar de los caballos. Mi implicación en la lucha contra Strahd dependerá de Sesentainviernos, y es muy reticente a plantar cara a Strahd directamente.

Como dije, yo solo soy la sombra de lo que fui. No sirvo para la lucha. Pero estaré encantado de acompañaros si puedo ser testigo de la muerte de Strahd. En cuanto al reparto de los objetos mágicos, dejémoslo hasta que sepamos para qué sirven.

El grupo gastó la mayor parte de sus recursos curativos para terminar de sanar a Bray, Lobo y Van Richten (tres conjuros de Elyzabeth y dos cargas del cinturón curativo que llevaba Reluë). Abandonaron el pantano por la orilla norte en lugar de la orilla sur, olvidándose completamente de Pincitas. Con tan pocas monturas para un grupo tan numeroso, se tuvieron que adaptar a la velocidad del más lento. Cruzaron campo a través, llenándose de hojas los hombros y de barro las botas, y al anochecer aún no habían llegado hasta la aldea de Barovia. Cuando estaban a punto de llegar al camino, vieron un carruaje corriendo a toda velocidad...

Cuando más cerca pasó, lograron distinguir los caballos fantasmagóricos y percibieron un aura malévola que les heló la sangre. Pasó de largo y continuó su camino hacia la aldea.

¡Bray, transfórmate en cuervo terrible! No hay tiempo que perder. Los que más rápido vayan, traten de alcanzarlo.

Bray se transformó en un cuervo del tamaño de un caballo, de modo que Lobo pudiera volar sobre el lomo de su hermano. Elyzabeth tenía su ciervo volador. Y los paladines tenían a Aurius y a Lucifer. Podían interceptar el carro y tratar de asaltarlo en el camino, pero solo si dejaban a Reluë y a Van Richten rezagados, yendo a pie.

Mi respuesta es inmediata. Concentrándome en mi Dios, le ruego por una montura que me permita perseguir a ese carro, una rápida pero que pueda llevar a dos jinetes.

Me giro a Reluë y los demás. Urik, un caballo; Reluë, el otro; doctor, conmigo. Y vosotros digo a Lobo, Bray y Ely no os alejeis demasiado de mí. No es seguro.

Una vez repartidos, partimos a perseguir al carro pero siempre buscando estar lo más en el centro del grupo que pueda, para protegerles con mi indetección.

Aún así, entiendo que es un pago excesivo para alguien que se ha limitado a cuidar de los caballos.

Ely respondió con una mueca de complicidad ambigua, pero daba a entender que los aventureros deseaban ser generosos con el joven Bray*.

estaré encantado de acompañaros si puedo ser testigo de la muerte de Strahd. En cuanto al reparto de los objetos mágicos, dejémoslo hasta que sepamos para qué sirven.

-Sois un hombre sabio, mi querido doctor-  Respondió sonriente.

La clériga consumió todos sus poderes curativos para poder salir al pantano sin peligro. Al llegar al camino de Barovia se toparon con siniestro carruaje (muy del gusto de la nigromante). –Nada bueno puede viajar ahí- Dijo sin dudarlo.

Urik, un caballo; Reluë, el otro; doctor, conmigo. Y vosotros digo a Lobo, Bray y Ely no os alejeis demasiado de mí. No es seguro.

-¡Nononono!- Elyzabeth levantó las manos en un llamamiento a la calma y sangre fría, pero al ver que era imposible detener a sus compañeros, se frotó las palmas y conjuró todo su poder -¡Venga, al lío de nuevo!-

Bray y su hermano ya volaban hacia el objetivo, Arius era un potente corcel que podría cargar con Ash y el anciano, pero su querido Lucifer a duras penas podía con el paladín, obligando a dejar a Reluë atrás. Aquello echaba al traste el conjuro que estaba preparando y Elyzabeth se vio obligada a conjurar un segundo ciervo para el mago. –¡Nada de separarnos!- siseó mientras improvisaba.

-Prenderle fuego al carruaje, o si tenéis un garfio de escalada y una cuerda: usarlo como ancla- dijo sin levantar la voz antes de que se alejasen. -No hace falta detener el carro en seco, si lo atáis al filete** de uno de los caballos o les hacéis tropezar, lograremos que vuelque. – Sugirió lanzando a su montura a un galope silencioso, a escasos centímetros del suelo.

El montaráz saltó a espaldas de su hermano. Aquello no tenía pinta de ir bien, con lo que debían prepararse para lo peor. 

-Buen momento para probar la ballesta.-Pensó. Sin embargo usarla sin conocer sus poderes... no podía ser una buena idea. Convenía ser cauto. 

-Debemos acercarnos despacio.-Señaló al grupo.-Hasta que no sepamos quién va en el carro hay que ser cautos. Lo seguiremos hasta la aldea y después veremos cómo actuar. Hermano, si puedes acércate a la aldea y nos adelantaremos.-Añadió refiriéndose a su hermano.

La salida tras el carro fue aparatosa. Tan solo Elyzabeth y Urik pudieron emprender la persecución tal cual, ya que los demás tuvieron que subir a las distintas monturas. El caso más sangrante fue el de Ashlyn, que fue la única que además tuvo que invertir tiempo en descabalgar a Aurius y permitir que Reluë lo montara, pero sus oraciones de una montura muy, muy rápida se vieron recompensadas cuando apareció...

Señorita, tengo que reconocer que es usted una caja de sorpresas-dijo Van Richten, montándose tras Ashlyn y agarrándose bien a su cintura.

Medio centenar de pies por delante de ellos dos, Reluë tenía problemas para controlar al bravo Aurius, o más bien para conjurar al mismo tiempo que sujetaba las riendas y trataba de no caerse. Los magos no están hechos para montar a caballo.

¡DISPARAD A LAS RUEDAS!-gritó Van Richten desde más atrás.

En el cielo, Bray se acercó lo suficiente para que su hermano Lobo tuviera distancia de disparo con la espada-arco. Elyzabeth también estaba lo suficientemente cerca para usar su ballesta ligera. Por debajo de Elyzabeth (como a él le gustaría, pero solo de manera metafórica), Urik tenía en las alforjas la posibilidad de coger y usar la ballesta de Berkain el Cetrero, pero empezaba a notar cómo el viejo Lucifer no podría mantener ese ritmo más de medio minuto.

    Por más que el ciervo trotase por el aire, se movía como el demonio cuando lo que se pretendía era lanzar un conjuro. Elyzabeth cerró los ojos para dejar que el poder de su diosa recorriera su cuerpo y la guiase. Cuando volvió a abrirlos, habían recuperado su insano color anaranjado. –Oh…Si...- Se retorció de placer. La persecución pasó a desarrollarse a cámara lenta y el estruendo de los caballos, pasó a ser sólo un eco lejano. La clériga sonrió e imploró la bendición de Wee-Jas sobre sus sí misma y sus aliados*, por descarriadas que fueran sus ridículas creencias a ojos de su deidad. –Empiezan a entenderlo- Se justificó ante la dama oscura. –Ya le han cogido gusto a levantar zombis…Paso a paso, “Vieja”- Oró apretando el rostro arrugado de su símbolo sagrado.

Tiendo las riendas al Dr para poder coger mi ballesta. No debería ser difícil de controlar, es un ser sagrado, pero aún así tenga cuidado.

Pido al Pegaso que vuele a la máxima velocidad hasta atrapar al carro (puede moverse volando hasta 240', así que llega de sobra). Cuando nos acerca, disparo un virote de llamarada alquímica a una de las ruedas, esperando que se prenda.

Lobo trató de sujetarse con las piernas al cuervo que era su hermano largo tiempo perdido. No era para nada una situación extraña. Tras unos instantes de vuelo que en su interior le parecieron horas, escuchó a lo lejos la voz del anciano. A las ruedas. Habría que disparar entonces.

Apuntó con su arco como buénamente pudo y disparó dos flechas hacia una de las ruedas delanteras con la intención de hacer volcar el carro.

Contrario a esperar ante una visión tan malvada alejándose de él, y en dirección hacia Barovia, se montó en el caballo y salió al galope, desestimando el plan de Lobo de dejarle entrar en la población. - Nunca. Si en ése carromato viaja quien yo creo, lo mejor es que no entre nunca allí. Hay que detener a la "baronesa". - dijo, tirando de intuición y asintiendo a Ashlyn, saliendo a escape. 

Pronto se percató que aquel caballo estaba resoplando como un fuelle viejo, y que no duraría mucho más. - ¡Trasera derecha! - gritó a Ash, al verla sacar la ballesta. Apuntó al mismo lugar y disparó tras decir - Vamos, emplea tu magia, no falles. - como si la ballesta fuera mágicamente capaz de cumplir sus deseos. 

El virote salió disparado y se clavó con precisión en el suelo, varios metros más allá del carromato. Don Urik miró a la ballesta y negó con la cabeza mientras la recargaba como podía. Por algo él prefería las espadas y el combate cercano. 

Tan solo Ashlyn tuvo puntería suficiente como para darle a la rueda. Su virote golpeó sin clavarse y estalló en llamas en una pequeña explosión que no logró prender la maderaoscura. El carro zozobró hacia la derecha, pero los caballos fantasmales no tuvieron problemas para enderezar el rumbo. Eso sí, una bandada de murciélagos salió del interior del carruaje cuando sintieron el vehículo estremecerse. Los murciélagos rodearon el carro, y su número impedía ver la rueda con claridad.

Con su permiso, señorita...-el Doctor Van Richten rodeó con el brazo la cintura de Ashlyn para agarrar las riendas-¿Le importa que hurgue en su mochila con la otra mano? Cuando no llevo equipo encima suelo improvisar con lo que encuentro.

Ashlyn, Urik, Elyzabeth y Lobo llegaron a la misma altura, dejando a Reluë atrás. El semielfo espoleó a Aurius, haciendo una pequeña herida con la bota, pero logrando reducir parte de la distancia con el carro.

    -Una carroza majestuosa, presencia espeluznante, murciélagos…- Arqueó la ceja y sonrió a Urik: -Si tu “novia” no viaja ahí dentro, soy una monja pelorita- Bromeó. Pronto aparecerían lobos y cualquier cosa que el vampiro o vampiresa de la carroza pudiera lanzarles. La clériga elevó su montura para situarse encima de Urik y alcanzar al mayor número de aliados con su bendición. A continuación ejecutó un nuevo conjuro que les protegería tanto a ellos como a sus monturas, no solo del daño físico, sino de las criaturas convocadas y el temible control mental de los vampiros

-Solo estoy entrando en calor- Jadeó por el galope. En cuanto el objetivo se dejase ver, desplegaría sus mejores conjuros.

La clériga volvió fugazmente la cabeza para comprobar que el mago se quedaba rezagado. Entrecerró los ojos para asegurarse de que nada los seguía a su vez y advirtió al semielfo. –Nada de quedarse atrás, cielo. Azuza al caballo o vigila tu espalda-

Puedo ver que mi virote ha dañado su rueda, pues se ve bastante ennegrecida.

Pero claro, lo que va dentro no iba a quedarse de brazos cruzados. Una bandada de murciélagos sale del carro entorpeciendo la visión.

Cargo otro virote de llamarada alquímica y apunto a la misma rueda. Claro, doctor. Pero pociones tengo pocas, aunque tengo estacas de llamarada alquímica para cuando detengamos el carro.

-¡En el interior del carruaje hay tres no-muertos!-Gritó el montaraz cuando percibió la amenaza.-¡Tened cuidado!

Dicho esto, se aferró como pudo al pájaro sobre el que volaba e hizo una silenciosa plegaria a los dioses para pedir que sus flechas acertaran en el blanco. No estaba seguro de cuantas veces más podría disparar.

Don Urik asintió ante los gritos, advertencias y chanzas de sus amigos, y echando el cuerpo ligeramente hacia adelante, espoleó el caballo con ambos tacones tras guardar la ballesta. - ¡Arre viejo...ponme a su altura y te librarás de mí! - anima al pobre animal mientras mantiene el equilibrio y trata de realizar una cuenta mental conforme se acerca para calcular bien el salto. 

Vamos a ver qué tenemos por aquí...-dijo Van Richten, empezando a hurgar en las cosas de Ashlyn.

Bray, en su forma de cuervo gigante, y el pegaso se poscionaron sobre el carruaje y la nube de murciélagos. Los murciélagos se separaron dejando pasar el virote de Ashlyn hasta que se clavó inofensivamente en la tierra. De las dos flechas de Lobo, una atravesó al corcel fantasmal, mientras que otra se clavó en su nuca unos segundos haciendo que la bestia relinchara. Después la flecha cayó al suelo y fue partida por el peso de la rueda delantera del carruaje.

No... esto no... no... quizás para más tarde...-dijo Van Richten, continuando su inspección de la mochila de Ashlyn.

Elyzabeth siguió recortando distancias, pero hasta Urik a lomos del viejo Lucifer empezó a dejarle atrás. El caballo sufría y relinchaba por el esfuerzo, pero se metió en el enjambre de murciélagos galopando en paralelo al carro, de modo que el paladín pudo ver el interior... Había tres ataúdes cerrados. Una nube de gas en el interior de la cabina se materializó en forma de engendro vampírico, más primitivo y de facciones más monstruosas que el vampiro que lo había creado. De uno de los ataúdes seguía saliendo gas, anunciando que pronto se materializaría un nuevo enemigo. El engendro devolvió la mirada a Urik, pero dejó que los murciélagos se encargaran de él. Trepó como una araña hasta el techo del carro y miró a los enemigos que les sobrevolaban. Lobo notó cómo su mente empezaba a quebrarse, cómo los malos pensamientos empezaban a perturbarle...

No son tus amigos...
No puedes confiar en ellos...
Mátalos, antes de que ellos te maten a ti...

Vaya...-dijo Van Richten, sosteniendo un frasco y leyendo la etiqueta-Esto servirá. Vamos a ver si sigo teniendo tan buen brazo como de joven...

Arrojó el frasco, que dio de pleno en la rueda. Se produjeron dos procesos alquímicos a la vez. Uno produjo una intensa luz que cegó al engendro vampírico que estaba en el techo del carro. El otro hizo entrar en combustión el líquido, de manera similar a un fuego griego. Las salpicaduras llameantes saltaron a unos cuantos murciélagos y al vampiro, pero la explosión gorda afectó al carro, destruyendo la rueda y haciendo que el carro se empezara a desviar de la trayectoria de Lucifer. Si Urik quería saltar al interior del carro debía hacerlo ahora o nunca.

-El engendro tiene razón. Ninguno de estos compañeros es de fiar. Ni siquiera este ser que dice ser mi hermano. Debo destruirlos.-Pensó el montaraz transformando su arco en un enorme espadón.-Es mi oportunidad.

Sin pararse a pensarlo dos veces, descargó un terrible mandoble sobre la criatura. 

-¡En el interior del carruaje hay tres no-muertos!-

    -¡¿¿TRES??!- Beth perdió la concentración un instante. Uno sólo casi acababa con los paladines dos días atrás. Por suerte el viejo doctor logró un impacto directo con el frasco alquímico sobre la carroza, deslumbrando al primer engendro que había salido de su ataúd. –¡Bravo doctor!- Alcanzó a felicitarle mientras galopaba.

El engendro deslumbrado era un blanco fácil, pero se vendría abajo si acababan con su creador, a buen seguro el que permanecía en su ataúd custodiado por sus guardaespaldas. –Arriesgado, pero posible con el conjuro adecuado- meditó ceñuda.

La sacerdotisa recortó distancias con la carroza y pronunció uno de sus conjuros más poderosos: “El acosador” Un ave incorpórea capaz de atravesar armaduras y objetos.

-†βӵitεꝵ sαηctus aɔɔѳsɐꝵiꝵϩ†.- Salmodió furiosa. Sus labios se tornaron en sonrisa al materializarse una silueta espectral de 5x10´que recordaba a un buitre de cabeza arrugada de aspecto espantosamente famélico. - ¡Rapiña como en la viña!- (*) Rio tan embriagada por la sensación de poder que no se dio cuenta de que Lobo apuñalaba a su hermano por la espalda.