Partida Rol por web

El gnomo avanzaba llevando su propia lucha interna contra los nauseabundos olores que pululaban dentro de la cueva, y el ambiente cerrado le inspiraba menor confianza aún. Sentía que a la menor oportunidad iba a terminar como el tentempié de algo feo y feroz, y cuando ante sus ojos estuvo aquella masa ciclópea, sólo atinó a susurrar “empiezo a extrañar a los muertos vivientes”.

-Eso suena más sensato que enfrentarlo en combate directo -respondió Corpoc en un tono casi inaudible a la sugerencia del elfo-. También podríamos intentar liberar primero a los prisioneros. Por si las cosas se ponen feas.

Apartado del oído del ogro que pondría fin rápidamente a nuestro intento de liberar a los prisioneros. Noto que Astarte está concentrada en un modo extraño sobre el lugar, con las manos haciendo movimientos extraños, cosa de gente de los bosques supongo. No quiero seguir perdiendo el tiempo dejo el escudo a un costado, también me retiro la armadura para no tener algo que produzca ruido y miro al grupo, los nervios son grandes porque lo único que me permite ser de utilidad es tener mi armadura y el escudo acompañando.

Respiro lo más hondo y en silencio que puedo porque no quiero ni respirar al lado de la mole mientras empiezo a caminar con todo el silencio que puedo en dirección a la espalda del grandote, ni siquiera miro para el costado por si se despierta, si pasa que sea rápido y no me haga sufrir. La adrenalina sube tanto que mi corazón pareciera querer salir del pecho, las manos transpiran forzándome a secarlas contra el pantalón, la boca se me seca y los músculos se tensan.

Malrick se aproxima al ogro durmiente para quitarle el tronco. Es mi turno, junto con los demás para acercarnos por su espalda, y entre todos apuñalarlo en las partes vitales del cuello y la cabeza para acabar con él mientras duerme. Con un poco de suerte...más bien, mucha suerte podremos matarlo antes de que se despierte.

Me muevo silenciosamente hasta su espalda y preparo la estocada esperando el movimiento de Malrick. En cuanto ponga el tronco fuera del alcance del ogro asestaré el golpe.

Astarte lanzó un sencillo hechizo para detectar las auras mágicas presentes al captar el destello de la espada que debió pertenecer a algún incauto. No obstante, no había magia en la cueva. Decepcionada, Astarte aguardó, viendo como sus compañeros evolucionaban por la habitación. Tensa como la cuerda de un arco, estaba pendiente de que el ogro despertara para lanzar un nuevo encantamiento.

“Maldición, este no va a ser bien” pensó Corpoc mientras veía a sus compañeros avanzar lentamente hasta la enorme bestia. Comenzó el también a quitarse la armadura y el escudo, quedándose sólo con su pequeño pero sólido martillo en la mano; y avanzó de la forma más sigilosa que le fue posible.

Compartió unas fugases miradas con Malrick y Threkor y alzó su arma a la espera de la descarga en conjunto de golpes.

El Ogro, una hora atrás, terminó de comer un pedazo de pata de una oveja raptada el día anterior, cruda. Observó a los famélicos prisioneros con agua en la boca porque sabía que al otro día se los comería sin contemplaciones.

Ese ogro se acostó en su lecho de escombros y suciedad a dormir, sin la menor sospecha que jamás volvería a despertar...

Las arterias penetradas por las espadas afiladas no dejaron de chorrar sangre a presión, mojando a los tres asesinos del ogro. Los prisioneros expectantes no se hicieron esperar para gritar de júbilo al ver a semejante criatura como una mole inherte.

-Rápido, rápido por favor liberadnos! Hay otro y no demorará en llegar!

Gritaban desesperados a los sorprendidos héroes que entendieron que no solo un ogro habitaba en aquella gruta. Debían apresurarse o se encontrarían atrapados en la habitación con otro ogro despierto y con los 5 sentidos y un ogro atento al entorno era una cuestión seria.

Astarte soltó de golpe todo el aire que había estado conteniendo en un suspiro de alivio. Nunca había visto tanta sangre junta, pero mejor la del ogro que la de ellos. 

Con el corazón martilleándole aún en el pecho, echó una corta carrera hasta la improvisada jaula en la que estaban cautivos los aldeanos. Sólo esperaba que no hiciera falta la fuerza de un ogro para abrirla.

-¿Cómo se abre esto? -les preguntó, mientras buscaba por si misma.

La criatura muere cubriéndonos de sangre por las profundas heridas producidas, incluso el cuello crujió por el terrible golpe que le propinó Corpoc. Asiento feliz ante tal espectáculo y ya me siento el más victorioso de todos hasta que escucho las palabras de los prisioneros.

- Vamos. - Digo en un tono seco, corro hacia el difunto envainando mi arma para poder tomar la de él que aparenta esconder algo meritorio. La levanto a más no poder y haciéndome eco de las palabras de Astarte digo una palabra y dejo descender la espada con gran fuerza sobre la prisión. - Atrás. - Cruje pero no cede del todo la prisión, llamo con un gesto a Corporc para que me de una mano con su martillo y sigo intentando liberar a los cautivos para poder salir del lugar lo más rápido posible.

Cuando la brecha se abre tanto como para que puedan dar un paso fuera regreso mis pasos hacia la armadura que dejé a un costado y la tomo.

-¡Vaya inmundicia! –exclamó el gnomo mientras intentaba sacudirse de encima el enchastre de sangre que el ogro le había dejado-. ¿Creéis que está cosa pueda lavarse? estas prendas eran prácticamente nuevas.

-Ji, ji, ji. De todos modos no ha estado mal para ser nuestra primera victoria –rió al tiempo que se dirigía con prisa hasta la precaria jaula donde Malrick lo llamaba. Sin perder tiempo, y ante las advertencias de los prisioneros, dio un fuerte golpe a los barrotes de madera.

-¡Deprisa! No sé si tendremos la misma suerte con otro de esos monstruos.

Por fin el guerrero volvió a colocarse la armadura con apresurados movimientos y se colgó el escudo. Al menos estaría preparado ante cualquier indeseable sorpresa.

El monstruo murió sin tiempo a enterarse. Un río de sangre acorde al tamaño del ogro corrió por el suelo ensuciendo nuestras botas. Los demás con Malrick empuñando la espada brillante que había junto al esqueleto, fueron a ayudar a los prisioneros. Yo mientrastanto, me dediqué a buscar por la estancia algo de valor.

No iba a hacer aquel camino sin sacar nada más que unas monedas y, si el ogro se había encargado de saquear y raptar gente, era posible que hubiera algo de valor entre los restos humanos.
 

A ojos de cualquiera la espada del esqueleto simplemente era una espada normal con algunos adornos bonitos. Pero al sostenerla en sus manos, el guerrero Malrick apreció el perfecto balance entre el pomo y la hoja e identificó la calidad superior del acero utilizado para forjarla, el filo permanecía intacto.

Sin gran esfuerzo entre Malrick y Corpoc liberaron a los prisioneros que aún olían a sus propios desechos y temblaban por la mezcla entre miedo, ansias, nerviosismo y felicidad. No depararon esfuerzo en agradecer a todos los héroes presentes en la instancia, pero el tiempo apremiaba y debían salir lo antes posible.

Threkor buscó en la habitación sin hallar gran cosa, a excepción de la mochila que perteneció alguna vez al esqueleto de un caballero solitario que metió sus narices en el lugar equivocado. El dedo del esqueleto aún tenía un anillo liso de plata y en la mochila habían varias monedas y una pequeña gema de gran valor. Habían frascos de vidrio rotos, raciones secas que era mejor no consumir, una aguja y algo de hilo. También había un libro titulado "Los valores de Heironeus" y una pequeña imagen tallada en madera de la misma deidad.

Threkor y compañía podrían quedarse a buscar más a fondo el lecho de los ogros, pero el tiempo apremiaba. Quizá hubiera algo de gran valor entre los escombros o quizá no....

La espada me impresiona por su balance más el ponerme a comentarlo con mis compañeros en estos momentos no sería lo más indicado, tomo la funda del arma que está junto al fallecido caballero y salgo tras mis compañeros al exterior pensando que Niño se perdió todo esto por ser un cabezón hablador.

Una vez en el exterior miro para todos lados esperando no ver al otro ogro que nos podría ver salir de su cueva, matamos uno pero el otro estará furioso y no se quedará dormido esperando que lo matamos de igual manera, este habrá que enfrentar su ira de alguna forma que no nos parta al medio de un solo golpe.

- Guíanos. - Le pido a Astarte para que nos marque el camino de vuelta hasta donde es el molino y así reunirnos con el integrante faltante que quizás sepa del paradero del otro ogro. Los sentimientos son un torbellino que van del nerviosismo por no sentirme seguro todavía, la emoción por haber acabado con tan gran amenaza, la alegría de mi primer botín. Ya tengo una historia para contar y todavía no ha terminado el cuento.

Mientras los demás se dirigían hacia la salida guiados de nuevo por el perro de Astarte, me dirigí hacia donde dormía el ogro. Quizás guardara algo más de valor allí. Me negaba a creer que después de varios saqueos, solo tuvieran un libro sobre dioses y una imagen tallada en madera.

Esperad un momento. Creo que he visto algo por aquí

Tenía que decir alguna pequeña mentira para que los demás esperaran. Con cierto asco, busqué entre los escombros repartidos por el lugar donde estaba el ogro estirado. Mi instinto me decía que había algo de valor oculto.
 

A pesar del deseo de alejarse de una vez por todas de esa húmeda cueva, el espíritu del gnomo rebalsaba de satisfacción y alegría. Por un lado habían abatido a un enemigo muy por sobre sus capacidades (con una pisca de suerte), y también consiguieron rescatar con vida a los aldeanos. Muy en lo profundo de Corpoc, la confianza y el espíritu de lucha casi deseaban que apareciera y se enfrentaran al segundo ogro.

Vio a sus compañeros más interesados en posibles tesoros que en su propia seguridad, buscando por algún resto valioso que pudiese haber enterrado entre la mugre. “Oh, de acuerdo” pensó Corpoc, y se puso a hurgar en el  precario lecho del ogro, que ahora le serviría de tumba.

Astarte no podía creer que lo que veían sus ojos. Habían matado al ogro de chiripa, porque lo habían encontrado dormido. Si encontraban al otro, despierto, les iba a hacer papilla. ¿Y se ponían a remover entre los huesos en busca de tesoros? 

-Vamos -les dijo a Malrick y a los aldeanos.

Que se quedaran. No quería ver cómo acaba eso.

Al igual que Astarte, los aldeanos no podían creer lo que sus ojos veían. ¿Cómo era posible que tentaran el destino de esa manera? Debían ser muy poderosos -Pensaban los aldeanos- si no temían quedar atrapados con un Ogro vivo.

Pero Malrick era más consciente de la situación y apenas ojeó por última vez la instancia mientras ayudaba a salir a los aldeanos. Sin sentir ningún tipo de remordimiento, Astarte, Malrick, Huan, Wim y Will salieron a toda prisa y se alejaron lo que pudieron de la caverna. Una vez distanciados, encendieron una antorcha y emprendieron el viaje de regreso a Nuevo Molino, pensando en el par que quedó atrás.

Los minutos pasaron y no se veían señales de sus compañeros. Alguna especie de remordimiento empezó a alzarse en Malrick y Astarte, ¿Y si el Ogro había regresado? seguro no tendrían la mínima oportunidad. A medida que el remordimiento crecía, el paso de marcha se hacía más lento, hasta el punto de detenerse por completo y plantearse regresar al menos para echar un vistazo. Justo en ese instante, una luz de fuego se observó a lo lejos, en dirección de donde venían. Threkor y Corpoc regresaban a toda marcha y se reunían con el resto del grupo, con una sonrisa dibujada de oreja a oreja.

Habían encontrado un pequeño tesoro entre los escombros: Una daga ceremonial de una calidad exquisita dentro de una funda ornamentada con trozos de plata, oro y algunas piedras semipreciosas, probablemente perteneciente al mismo cadáver que había quedado atrás. Sin duda de gran valor.

El cielo se teñía de un color púrpura al llegar al destino, los pies dolían y el cuerpo pedía descanso de manera urgente. Pronto empezaría a aclarar, y el caserío parecía desierto... Ni un sonido se escuchaba a excepción del silbido del viento frío.

El tiempo pasó, mientras te ocultabas y bebias vino de tanto en tanto. El cielo empezaba a tornarse púrpura en señal de que no faltaba mucho para que empezara a aclarar.

Un par de luces observaste por entre los orificios del almacén, un grupo entrando al poblado y un escalofrío te recorrió la espina dorsal. Pero los orcos no utilizan antorchas. Era tu grupo y estaba de regreso.

Llegaban Malrick, Astarte, Threkor, Corpoc, Huan y 2 aldeanos. Presuntamente los que habían desaparecido...

El gnomo fue el único que se quedó a registrar el resto de la cueva conmigo. Tardamos un poco más de lo previsto, siempre con un ojo puesto en las salidas por si regresaba algún pariente del ogro muerto. Nos ensuciamos las manos revolviendo las cosas del ogro, cuando nuestro tesón dio sus frutos.

Encontramos unas cuantas gemas, pero lo que más llamó mi atención fue la daga que se hallaba oculta entre la porquería. La funda era de una factura exquisita y valdría una buena suma y la daga era de muy buena calidad, bien afilada y bien forjada.

Con nuestro tesoro en la mano, salimos rápidamente de la cueva, no era cuestión de tentar más al destino y nos reunimos con el resto que estaban esperando fuera.

¿Veis? Nos habíamos dejado esto por encontrar. - enseñé la daga, pero no dije nada de las gemas. Si podíamos evitarlo, mejor dividir entre dos que entre cinco. - Volvamos.

-También podíais haber encontrado al segundo ogro -señaló Astarte con un tono tenso en la voz-. Espero que esa daga haya merecido el riesgo de haber sido reducidos a pulpa.

Insensatos.