Partida Rol por web

Te hallabas en plena mala racha. Los tres encargos anteriores habían salido rana. El primero, el empleador no quiso pagarte. El segundo resultó ser un timo para tratar de aptar jovencitas. Y el tercero... Buscaban a alguien para espantar a unos bandidos, pero en realidad querían a alguien que despejase una guarida de trolls de roca...

Tras mandar a dónde pico el pollo a este último, fuiste hasta Abedul, uno de los pueblos más conocidos de BosqueDorado. Famoso por sus ricas tierras para la agricultura y por una potente ganadería. 

No pasó no un día cuando oliste el primer encargo. Un tal Pol estaba teniendo un problema con su granja. Te personaste allí sin dilación. En una granja más o menos grande a las afueras, totalmente verjada con el último modelo de verjas, creado por el celebre diseñador Verjorio Vallani.

En la entrada, pudiste ver a un hombre barriendo con parismonia, de avanzada edad, con espesa barba blanca y no menos espesas cejas que apenas dejaban ver sus ojos marrones. Su nariz, prominente y de punta redonda, con un color enrojecido. Vestía ropas algo desgastadas, llenas de remiendos. 

Según te acercabas, pudiste escuchar un suspiro cansado.

-Con 78 años y aquí barriendo el polvo- Su voz era aguda para ser de un hombre. Algo rasgada por la edad, pero conservaba cierta suavidad. Su tono, cansado, quejumbroso. 

-Y mientras los jovenzuelos en el río, perdiendo el tiempo tratando de seducir a las mozas del pueblo... Aaaaiiiiii... Que malo es hacerse mayor-

Dejó de barrer unos segundos para estirar la columna, que soltó un fuerte crujido. 

-Y para colmo...- En ese momento reparó en ti. Abrió los ojos como platos, mirándote de arriba a abajo.

-Mantén esa bestia lejos de mis pollos- Espetó mientras apuntaba con la escoba a tu compañero, zarandeándola cómicamente. -Bastante tengo con esa panda de ladronzuelos como para que ese ser endemoniado los devore sin piedad-

Estaba molida, para qué negarlo. Tantos encargos que se habían visto malogrados de una u otra forma no motivaban a una a seguir probando suerte. ¿Me habrían echado algún mal de ojo de esos? Sacudí la cabeza con energía mientras compartía la cena con Sara, mi compañera tejón, siempre empática y queriendo comer lo mismo que yo. Tendría que reponer energías y esperar que mi suerte cambiara en algún momento...

A la mañana siguiente, en efecto, di con un encargo que podría estar dentro de mis capacidades sin que fuera malversado o mal pagado. Puse rumbo a la granja sin esperar a que pasara más tiempo.

Una vez en la entrada, supuse que sería el viejo Pol, el mismo que había puesto el encargo, el que barría la entrada de la vallada granja con tantas quejas. —Tranquilo, Sara se portará bien— intercambié una mirada con ella. Quizás incluso la dejara fuera de la granja para asegurarme.

—Vengo por el encargo— le tendí el trozo de papel. —Si no tiene prisa incluso puedo ayudarle a barrer la entrada— una mera muestra de cortesía que me había salido de forma instantánea, seguramente gracias a los años de inculcarnos educación. Aunque quería empezar con el encargo, tampoco me importaba -demasiado- ayudar al viejo señor.

Sara gruñó enfadada, enseñando los dientes cuando el viejo Pol le señaló con la escoba haciendo aspavientos. Aunque al ver que no hacías nada, no llegó a ponerse a la defensiva. 

-Bueno... Eso está por ver- Respondió con escepticismo. -Si se come alguno lo tendrás que pagar. El que avisa no es traidor- 

Dicho esto, dejó la escoba contra la pared, indicando que no quería que realizaran esa tarea por él, y se sentó en una mecedora al lado de la entrada de la granja.

-Aaaaaiiiii...- Se quejó arrastrando la voz mientras lo hacía. -Aaaah. Ya está-

Estuvo unos diez segundos observándote mientras se acariciaba la barba. Decidiendo si confiaría en ti para ese encargo o, por contra, te rechazaría. 

-Bueno... Supongo que peor es nada. Ven, deja que te cuente más sobre el encargo. ¡Oh!, por cierto, ¿Quieres un té y unas pastas?-

Con una señal, el brazo hacia abajo y golpeando con la palma de la mano mi pierna, indiqué a Sara que no se alejara mientras entraba tras el viejo Pol.

—Gracias— no era un "sí" ni un "no", así no parecería una gorrona. Ya lo que Pol decidiera era cosa suya, yo ya había agradecido el ofrecimiento.

Me preguntaba si el encargo escondería alguna triquiñuela o sería más complicado de lo que habría imaginado en un principio.

-Vale, dame un momento- Dijo con su temblorosa voz.

Se levantó despacio y con cierta dificultad, emitiendo sonidos de esfuerzo, aunque te hizo un gesto con la mano indicando que no necesitaba ayuda, que podía solo.

-Ya está, vamos dentro-

Acompañaste al anciano al interior de la granja. Dentro, cientos de pollos pululaban de un lado a otro, sin mucho más que hacer que pulular, cacarear y picotear el suelo. 

Sara se quedó con los ojos abiertos como platos al ver tanta comida ahí, despreocupada y sin poder huir de sus fauces, pero se contuvo. 

En ese corral, en un lateral, había una pequeña casita en la que entrasteis. La decoración del interior era algo antigua y rustica, pero acogedora. Un salón-cocina, con una chimenea y un par de sofás. Y un marco sin puerta que daba a la habitación de Pol. 

-Siéntate, por favor-  Invitó el granjero.

Con parsimonia y ruido, se puso a trajinar por la cocina, cacharreando sin parar. En unos minutos, la tetera hirvió, y el anciano pudo servir el té en dos vasos desiguales. Acompañado de unas pastas que debían de ser del día anterior. 

Poniendo morritos exagerados, Pol soplaba el vaso para que se enfriara y comenzó a beber.

-Veras...- Hizo una pausa. No sabía tu nombre. Y tampoco se había presentado. -¡Oh! Discúlpame por mis modales. Mi nombre es Pol. Regento esta granja de pollos, una de las más antiguas de BosqueDorado. Perteneció a mi padre. Y a su padre antes que él. Mi hijo la heredará el día en que yo no esté. Y espero que mis nietos sigan mi pasos. Aunque los jóvenes de hoy estáis mas interesados en las aventuras que en criar pollos-

Dio otro sorbo. El senil anciano se había olvidado de que se estaba presentando y esperaba tu nombre...

—Pórtate bien— le pedí a Sara —y tendrás comida rica para cenar— algo podríamos cazar o podría comprar, se vería.

Me quedé sentada, esperando a que el anciano terminase de traer lo necesario para el té. —Gracias— tomé la taza entre las manos y empecé a soplar, con menos efusividad y gesticulación que el hombre. Empezó a presentarse y se fue del tema... —Me llamo Katja— hice una pequeña pausa. —¿Podría explicarme en qué puedo ayudarle?

-¿Katja?- Repitió desconcertado el anciano. -¡Cierto! Cierto... El encargo. Se me había olvidado...- 

Carraspeó para aclararse la garganta. 

-Hace ya una temporada que unos pendencieros goblins se las apañan para colarse en mi corral y robarme a mis queridos pollos. Al principio me las apañaba para espantarlos y apenas lograban robar uno. Pero cuando se dieron cuenta de que estaba demasiado viejo como para perseguirles y zurrarles se volvieron más valientes. Diantres, si ahora hasta se esperan a que salga para burlarse de mi- 

Suspiró pesadamente.

-Quiero que acabes con este problema. Mátalos, mutílalos... Me da igual. Como si quieres intentar razonar con esas criaturas. Solo quiero que mis pobres pollos puedan vivir todo el tiempo que puedan en paz-

La petición del anciano era más compleja de lo que creía. Acabar con unos goblins ladrones era una cosa, ir tras ellos a su nido y acabar con culpables e inocentes era otra muy diferente.

Escuché lo que decía en silencio mientras entrecruzaba los dedos y apoyaba la barbilla en ellos. —Señor, puedo ayudarle, pero mi ayuda no solucionará su problema— carraspeé. No quería irme por las ramas. —Le recomendaría poner algunas de las puertas de seguridad para este tipo de animal. Yo puedo quedarme para proteger sus gallinas mientras se la instalan— tenían una buena verja, seguramente no sería una locura la propuesta planteada.

-Mmmmmmm- Pol se quedó pensativo, acariciándose la barba como antes. -Verjas anti-goblins... No es mala idea. _{Ahí va otro gasto más...} Lo haré. Pero por desgracia no puedo tenerte aquí hasta que acabe. Tardaría meses, casi un año. Si que evitará problemas en el futuro...- 

Tus palabras habían calado bien en el anciano. 

-... Pero aun así necesito que soluciones este problema a la manera tradicional-

Entonces, te diste cuenta de que Saras e había apartado de ti...

—Bien, me encargaré de los goblins que le molestan actualmente. Espero que no aparezcan más mientras instalan la verja— miré a mi alrededor, notando que faltaba algo... Solté un agudo silbido para llamar a Sara. Era hora de irnos.

Encontrar rastros de goblins no sería lo más complicado. Iba a ser una tarde movida... Terminé el té y me puse en pie, esperando a que mi compañera tejón apareciera para iniciar la marcha.

Esperaste algunos minutos, hasta que te terminaste el té y las pastas. Pero Sara no aparecía. Finalmente, decidiste salir a fuera por si la veías.

Y así fue. No tardaste en verla, con un pollo aun vivo sujeto entre sus fauces. El pollo cacareaba y aleteaba frenéticamente. Sara, al verte, se quedó congelada, mirándote con cara de buena e inocente. Como queriendo decir que era el pollo el que se había metido en su boca por voluntad propia...

—¿Qué te he dicho?— miré a mis espaldas para asegurarme de que el hombre no había visto la escena. —¡Suéltalo, venga! Sara...— ladeé la cabeza hacia un lado mientras la miraba con desaprobación. Estaba con uno de los brazos en jarra y el otro estirado para señalar con autoridad el suelo. —Sara... Que no tenga que repetirlo.

Sara te sostuvo la mirada unos segundos. Mientras, el pollo paró de cacarear y se quedó mirándote, expectante. Entonces, con expresión resignada, abrió las fauces despacio. El pollo quedó libre y no tardó en irse corriendo, tratando de salir volando. 

Por suerte, el viejo Pol no estuvo presente.

Dos opciones se presentaron ante ti. Podrías investigar el lado del corral por el que los goblins lograban colarse, o hacer una batida por el bosque

Seguramente ya se encargarían quienes fuesen a instalar la nueva verja (o lo que fuera que fuese a hacer el anciano), por lo que decidí encaminarme al bosque.

—Venga, cacemos algo bueno para comer y busquemos rastros de esos goblins— un buen conejo asado estaría bien, no me apetecía arreglar nada más grande, ya que tenía trabajo que hacer.

La caza no fue mal, no tardó en dar con un conejo con suficientes carnes como para echarle el ojo y marcarlo como objetivo. Descolgué y acomodé el arco, saqué una flecha, tensé la cuerda... Y ya teníamos comida. Llevaría a mi presa colgada en una cuerda a la cintura y buscaría un lugar donde encender una pequeña hoguera mientras aprovechaba para buscar el rastro de los ladrones de gallinas.

En lugar de investigar, optaste por salir a explorar libremente al bosque. No era denso por las zonas en las que te encontrabas. Había bastante distancia entre árbol y árbol como para poder ver y no desorientarte. Y, previsora, te aseguraste la cena mientras aun había bastantes horas de luz por delante, abatiendo sin problemas a un conejo de tamaño medio mientras saltaba despreocupadamente por la espesura. 

No tuviste tanta suerte con el rastro. Si encontraste unas huellas, pero eran las de un oso. Y por el tamaño de la pisada, mejor no ir a su guarida a molestarlo. Eso si. De vencerlo, conseguirías bastante material para vender.

Quedaba bastante día por delante, por lo que si querías adentrarte más en el bosque a buscar a tu presa, tenías tiempo.

Ir a la guarida de un oso, matarlo, despellejarlo... Demasiado trabajo. No podía permitir que cayera la noche sin encontrar la guarida de esos goblins.

Así pues, decidí que lo mejor era centrarme en el encargo que tenía entre manos, sin distracciones, y ponerme a buscar el rastro de las criaturillas.

Más hacia el interior del bosque tuviste más suerte. En seguida encontraste una hilera mal formada e irregular de huellas de seres bípedos de pequeño tamaño. Sin duda alguna, el rastro que llevaba a los goblins. 

Este rastro, iba desde una zona aun más densa del bosque hasta varios de los árboles circundantes. Y entonces viste por qué antes no habías visto hullas.

En si limitada inteligencia, habían logrado atar varias cuerdas de árbol en árbol. Formando una especie de "camino" que iba de copa en copa de árbol dirección a la granja de Pol. 

Esas bestiecillas habían demostrado tener cierto ingenio. 

Cogí una de las flechas, esta vez apuntando a las cuerdas que unían las copas de los árboles. Iría haciéndolo conforme avanzara, en todo camino que encontrase. Al menos le daría a ese viejo tiempo para salvar a sus gallinas hasta que terminase con los goblins.

Ahora tocaba seguir las maraña de huellas para encontrar la guarida de esos gamberros.

La flecha falló. Pero por bastante, pasando a varios metros de distancia de la cuerda. Pocos disparos tan patéticos como ese había realizado en tu vida.

Voló hasta que la perdiste de vista, pero si pudiste oír como impactaba contra un tronco hueco y podrido... Ha juzgar por el ruido, el impactó acabó de romperlo y cayó al suelo haciendo bastante ruido. En segundos, el cielo se llenó de pájaros revoloteando y piando asustados. 

Seguiste el rastro durante 30 minutos aproximadamente, hasta quedar a varios metros de lo que parecía ser un claro.

Cerré los ojos con una mueca al oír el estruendo causado por el árbol que había terminado de destrozar. Lo mejor era no seguir malgastando flechas si lo iba a hacer de una manera tan lamentable. Así pues, seguí el camino.

Al ver que el bosque terminaba en un claro, frené la marcha. Los goblins no destacaban por su fina inteligencia, precisamente, por lo que tampoco cabía esperar ningún tipo de emboscada o ataque. Pero "mejor prevenir que curar", como bien decían algunos.

Me quedé tras uno de los últimos árboles, con una buena visibilidad del claro. Un suave silbido, que bien podía confundirse con un ave, pero Sara sabía que le llamaba a ella. Hice un movimiento con la cabeza, indicándole que avanzara hacia el claro para asegurar el lugar. Mientras, cargué el arco para enfrentar las posibles amenazas.