Partida Rol por web

La oscuridad velaba por los secretos que la torre contenía, escondiéndolos al simple ojo humano. En esos momentos le vinieron a la mente las palabras de su padre, "Recuerda, hijo mío, la curiosidad mató al gato, pero tu no eres un gato, eres un siervo de dios".

Alzó la antorcha a medida que subía por la escalinata, esperando tan solo no encontrarse de nuevo una escena igual a la que había contemplado en la santa capilla. El sonido de sus pasos iba entrelazándose con la sigilosa oración que iba entonando a medida que avanzaba por la escalera, acompañado de la más absoluta penumbra. 

Tomén, siguiendo las órdenes del alcaide, fue a registrar la torre este. Con la espada en una mano y la antorcha en la otra empezó a subir la escalera de caracol con cautela en busca de Santiñán.

Nada pudiste discernir en aquella torre. Los escalones eran altos y la luz de la antorcha iluminaba tan sólo el siguiente a tu paso. Subiste pues arriba, finalmente, sin haber sido capaz de advertir nada por el camino. Fue entonces cuando arriba encontraste una especie de capa, que estaba allí arrojada, pero nada más...

Y tal que así, comenzaste a escuchar ruidos en el patio, concretamente voces. El alcaide Beltrán estaba gritando, tratando de poner orden dentro de los aposentos de los soldados. Sin más dilación, bajastes al patio de armas, pues allí arriba no había nada más de interés.

Nada pudiste discernir en aquella torre. Los escalones eran altos y la luz de la antorcha iluminaba tan sólo el siguiente a tu paso. Subiste pues arriba, finalmente, sin haber sido capaz de advertir nada por el camino. Fue entonces cuando arriba encontraste unos restos de antorchas, ya calcinados, y que estaban allí arrojados, y también un cuchillo, pero no estaba lleno de sangre, sino limpio. En su empuñadura, dorada y muy bella, había un grabado minúsculo con dos letras: "MO".

Y tal que así, comenzaste a escuchar ruidos en el patio, concretamente voces. El alcaide Beltrán estaba gritando, tratando de poner orden dentro de los aposentos de los soldados. Sin más dilación, bajastes al patio de armas, pues allí arriba no había nada más de interés.

Una vez bajásteis cada uno de sus respectivas torres asignados, os encontrásteis en el patio de armas, y vísteis a siete soldados y el alcaide, puestos en pie en plena noche, algunos antorchas en manos. Salieron al patio de armas con las luminarias y dos de los fráteres tenían apresado por cada brazo a Gimén Santillán.

¡Nooo! ¡¡Soltadme!! -gritaba Gimén, quien se revolvía en el patio de armas, delante de vosotros y el resto de fráteres-. ¡Yo no he hecho nada! ¡Si aún no han aparecido los conspiradores, no pienso ser yo el cabeza de turco! ¡Apartad de mí!

Entonces el alcaide Beltrán, quien estaba delante de él, le propino un soberano guantazo... ¡Zasss!

¡Callad, he dicho! -le ordenó, y éste así lo hizo un instante-. Un muerto en la capilla: Ojeda... ¡Allí! ¿No lo ves? ¡Desde aquí aún veo el cadáver mancillado de cuchilladas! ¡Allí se ve! -efectivamente, el cuerpo se veía en el interior de la capilla, cuya puerta estaba entreabierta-. ¿¡Has sido tu en solitario o vas a decir quien estaba contigo!?

Eran momentos de tensión bajo la luz del cielo despejado y estrellado.

Cruzó la entrada de la torre y salió al patio de armas. Los fratres se arremolinaban alrededor del sir Beltrán escuchando la acusación contra Santiñán, mientras este intentaba defenderse con sucias mentiras. Había sido delatado por un moribundo... y todo el mundo sabía que los hombres se sinceran en el lecho de muerte, gracias a la permisión del Santo Padre que perdona todas sus desavenencias. 

Sir Guzmán se acercó a sir Tomén e hizo un gesto de aprobación dando a entender que habían hecho lo correcto, pues gracias a ellos habían evitado que la muerte de sir Ojeda quedase en el olvido. Pero aún así, algo le reconcomía por dentro, no era nada poco común en su persona, pensamientos intrusivos que le hacian dudar de las más nobles acciones, ¿Y si no fuese culpable? ¿Y si sir Ojeda hubiese dicho el nombre de la persona a la que debían salvar en lugar del conspirador? ¿Y si en realidad el alcaide era el culpable y ellos le hubiesen dado la increíble oportunidad para pasar desapercibido acusando a un frater inocente? Las pruebas no estaban claras, y los pensamientos de Guzmán tampoco. A pesar de todo, hizo lo que cualquier buen hombre haría, encomendarse a la sagrada fe "Que Dios me perdone si, a causa de mi ignorancia, hemos acusado a un hombre inocente". 

Agarró con fuerza su ballesta sin apuntar a ningún sitio concreto, pero preparado para hacerlo en cualquier momento. 

Tomén, después de registrar en la torre, se apresuró para presenciar la escena que se estaba llevando a cabo en el patio de armas. Habían pillado a Santiñán. Una vez el Alcaide le lanzó la última pregunta al apresado Santiñán Tomén dio unos pasos, se acercó para hablar con el sospechoso cara a cara, para hablarle de cerca, mirándole a los ojos.

—Yo sostuve el cuerpo de Ojeda mientras se le escapaba la vida, con su sangre corriendo por mis manos, Dios sabe que hice todo lo posible para salvarle..— le dijo en tono serio —..contesta a esta pregunta ¿Por qué Ojeda iba a nombrarte si fueses inocente?, ¿Por qué utilizar tu nombre como sus últimas palabras si no fueses el asesino vil que acabó con él?.— le dijo a Santiñán 

Dudas.
Dudas que corroen la mente, y el corazón.

Guzmán no sabía qué pensar, sino más bien se encomendaba al buen hacer ante los ojos de Dios pese a no tener certeza de si Gimén Santiñán tenía algo que ver en el asunto... Mientras el alcaide Beltrán miraba a Gimén con malos ojos, Tomén le habló, como inquiriéndole...

¿Mi nombre? ¿Mi nombre decís? ¿Quién estaba allí con él? ¿Estábais vos? ¿o Quién de éstos? -refiriéndose a los fráteres que le agarraban y al resto que le miraba, a la defensiva-. Sabe Dios que no levantaría falso testimonio contra ningún caballero de este castillo, y menos hacerle desprecio o daño. ¡Decís que lo tuvísteis en vuestros brazos! ¡Pues más cerca vos de él que de mí estuvo!

¡¡Basta ya!! -añadió el alcaide, para acallar esas contraacusaciones contra la figura de Tomén-. ¡Guzmán, Tomén! ¡Acompañadle al aljibe! ¡Con dos cadenas! ¡Quedaos con él hasta el alba, que Dios proveerá justicia! -y tal que así, sujetásteis vosotros al preso Guzmán, y ahora dejó de revolverse, y mientras tanto otros fráteres fueron a recoger el cuerpo sin vida de Martín de Ojeda, aún yaciente en la capilla de la Magdalena-.

* * *

Horas después aún seguíais con Guzmán encadenando en el aljibe del castilo (situado entre los aposentos y la torre oeste). Hasta ese momento Gimén no había dicho nada, sino más bien que se había quedado callado, mordiéndose los labios, y atado a una de las columnas del oscuro lugar...

Tomén permaneció allí, vigilando a Santiñán atado contra una columna. Durante las horas que había estado en el aljibe con su compañero Guzmán su mente no paraba de hacerse preguntas

--Entonces ¿eran ciertos los rumores de conspiración que circulaban por el castillo? ¿Pertenece Santiñán a ese grupo de conspiradores? Tal vez no contaban con que Ojeda revelara el nombre de su asesino antes de morir y esto ha desbaratado sus planes. Pero, Santiñán no actuaba solo, Guzmán y yo vimos a dos fráteres salir de la capilla...¿Por qué matar a Martín de Ojeda a sangre fría?..-- en ese momento una luz se encendió en el interior de Tomén, algo que había pasado por alto. Se acercó a su compañero Guzmán rápidamente.

—Guzmán..— le dijo en voz baja —..hay una cosa que había olvidado. Cuando el alcaide nos ordenó registrar las torres encontré algo. Arriba del todo. Había unos restos calcinados pero también encontré una cuchillo.., un cuchillo de empuñadura dorada, tenía las iniciales MO inscritas en él..— continuaba explicándole a Guzmán intentando que Santiñán no oyera nada —..en ese mismo instante escuche el jaleo en el patio de armas y bajé rápidamente olvidándome de todo, pero lo acabo de recordar.., las iniciales del cuchillo ..¡M-O! ¡Martín de Ojeda!— sentenció Tomén con cara de asombro —¿Qué hacía su cuchillo en la torre este? No tiene sentido—

Guzmán sopeso las palabras de Tomén con gesto nervioso. Las apariencias podían engañar a cualquiera, incluso al más clarividente. Habían demasiadas preguntas para tan pocas respuestas. 

Guzmán se acercó a su compañero y en tono bajo le dijo.
- Sir Tomén, como podríamos discernir la verdad entre tantas mentiras.- Las palabras de Guzmán denotaban incertidumbre.- Tenemos que ser cautos, pues no conocemos toda la verdad.- Observó a Santiñan encadenado a su lado.
- Quizás nuestra única opción sea a través de una confesión.- Dijo señalando al frater que había sido acusado por Ojeda. 

Tras oír las palabras de su compañero, Tomén se acercó a Santiñán para hablarle.

—¿Sabe lo que os espera por el asesinato? La muerte— le dijo al prisionero —Cuando el alcaide nos encomendó registrar las torres para buscarle encontré algo sospechoso que al principio no le di importancia, pero ahora la tiene, y me cuesta encontrarle sentido..— continuó Tomén —..¡el puñal de Ojeda!..— dijo mirándole a la cara.

—No tiene sentido ¿Qué hacía su arma en lo alto de la torre este?.. y creo que vos lo sabe.. — siguió hablando Tomén —¿Qué es aquello que no nos quiere contar, y que vale tanto como para perder la vida en ello?. Santiñán,.. escuche,.. si es inocente, déjenos ayudarle a demostrarlo, pero necesito que me cuente todo lo que sabe.— Tomén esperaba que su actitud ablandase a Santiñán y pudiese convencerle de lo que le pedía.

Santiñán veía cómo cuchicheábais en el aljibe, a la luz de la antorcha, mientras él estaba sujeto a una de las columnas del aljibe, junto al vaso cuadrangular de agua. Tras compartir unas impresiones, el caballero Tomén trató de abrir camino a la verdad en todo este asunto. Sin embargo, las palabras de ofrecimiento no encontraron resquicio en la mente de Santiñán*

Les digo que yo no he hecho nada. Anoche fui a dormir y me desperté entre gritos, con mis hermanos fráteres abalanzados sobre mí, prendiéndome como a un hereje. Si habéis encontrado un puñal de Ojeda os doy la enhorabuena, pero no sé qué tiene que ver conmigo. Vosotros sabéis que Ojeda no "era santo de mi devoción", pero jamás le desaria la muerte a alguien con el que he luchado codo a codo... En las últimas semanas Martín estaba... raro. Muy distraído. Tal vez supiera algo de la conspiración que todos sabemos, sin mecionarla, que existe en este castillo y en esta encomienda... Quizá averiguó algo y por eso... le han... -no terminó la opinión, pues no sabía Gimén si vosotros, según su entendimiento, podríais ser partícipes de la conspiración-. Ahora que lo pienso... el alcaide... anuló la guardia nocturna... No sé... estamos "en las manos equivocadas"...  -aseguró el prisionero-, teneís que... ¡liberarme!

Tomén, tras oír a Santiñán, decidió seguir hablando con él. Aunque se le había pasado por la cabeza forzar al sospechoso, se contuvo de hacerlo, pues había algo en lo que decía que le hacía pensar que Santiñán hablaba con total sinceridad.

En el momento que le menciona la anulación de la guardia nocturna por parte del alcaide, Tomén miró a Guzmán. --Si eso fuese cierto, en efecto había algo raro en ello..-- pensó 

—¡¿Ahora acusáis al Alcaide?!..no sabéis lo que decís— le dijo Tomén a Santiñán aconsejándole de que midiera sus palabras e intentando no mostrar las dudas que empezaban a formarse en su mente, y en ese momento Tomén se dio cuenta que estaba sucediendo lo que él más temía, que los rumores de la conspiración empezaran a crear desconfianza entre los fráteres.

—Si te liberamos nos convertiremos en cómplices, tendríamos que huir del castillo y escondernos..— continuó hablándole a Santiñán para intentar crear confianza —..¿Dónde iríamos entonces? ¿Cuánto crees que viviríamos antes de que nos apresaran o nos mataran?— sentenció, y antes de que pudiera responder, se alejó de él.

Tomén se acercó entonces a su compañero — Sir Guzmán, creo que Santiñán no sabe nada, y si lo sabe, no nos lo va a decir..— hizo una pequeña pausa y comentó —..si queremos saber la verdad creo que habrá que seguir por otro camino—

Guzmán miró de forma detenida a Santiñán. Su rostro estaba cansado y agitado ante la incertidumbre. Las palabras de Tomén no le tranquilizaron en absoluto e intentó acercarse al frater encadenado intentando generar confianza de otro modo. 

- Sir Santiñán, si como vos decís sois inocente bajo los ojos de Dios...- Sopesó sus palabras un instante.- Quien creéis que es, bajo vuestra humilde opinión de caballero, el líder de esta conspiración. - Dijo esperando pacientemente las palabras del frater.

No acuso a nadie, sólo comento lo que sé para liberarme de estas cadenas* -respondió Santiñán, y luego habló a Guzmán-. No sé quien es, si uno, dos, tres o más... Sólo que ahora parece que quien sea se estará riendo por dentro -ante la infame retención hacia su persona-.

Durante el resto de la noche, el caballero Gimén Santiñán no añadió más que la negativa a su implicación, y nada pudísteis sonsacarle más que su supuesta inocencia. Y pasaron las horas,  y al amanecer sacásteis de allí al preso y lo lleváteis al patio de armas, donde estaba el alcaide Beltrán, donde os informó de lo que pasaría.

Fráteres, coloquen allí a fray Gimén -señaló una pequeña techambre, pues hacía calor ya desde el mediodía en la zona-. El comendador Frey Juan Díaz Páramo ya ha sido mandado avisar, y hasta entonces será reteneido y seguramente... ajusticiado -decía delante del reo-. Además, la comisión del Comendador Mayor frey Diegodebería haber llegado ya a la encomienda de Capilla y a este castillo... y no ha sido así. Todo esto es muy extr...

¡Señor! -uno de los fráteres irrumpió en el patio de armas, y venía con él un tipo vestido con prendas de campesino y pieles en cuerpo y piernas. Le acompañaba un bastón, típico de los pastores, y efectivamente así os pareció. Este hombre se ha encontrado algo y ha venido al castillo a avisar...