Partida Rol por web

Ah... La Familia. Va siendo hora de ver qué coño saben esos jodidos italianos de todo este asunto.

Tardáis un poco en llegar al garito de los italianos. Los cabrones están al otro lado de la ciudad. Por suerte, no aparecen jodidos amarillos con bombas nucleares ni cosas así. El viaje es aburrido, pero tranquilo.

Aparcáis por donde podéis, que es básicamente en la acera que está frente al garito. Aparcaríais en la puerta, pero eso da peor efecto en la cámara. El garito es bastante vistoso. Un local de ladrillo visto por fuera, con unas puertas negras. No se ven ventanas, al menos no en la planta de abajo. Parece un viejo edificio abandonado, cosa que no dudáis. Es lo que está de moda ahora.

Sobre las puertas negras hay un cartel de neón, ahora apagado, que reza "Mamma". Además de eso, delante de la puerta hay una mole, de casi dos metros y unos ciento cincuenta kilos a ojo. Con barba, bastante bien peinado, además de llevar un bonito traje negro (que valdría de carpa de circo por el tamaño).

Sin duda, ese debe de ser el puertas "de día". Los del horario laboral del garito suelen ser más moñas. Eso sólo puede decir una cosa: Estáis en el lugar correcto.

Antes de que avancéis hacia la puerta, Mike os dice— Yo casi que mejor me quedo aquí, por lo que pueda pasar. Seguros que a vosotros os reciben mejor que a mí. Empeoraríamos las cosas en lugar de mejorarlas...

—Ah, otra cosa —añade— Intentad ser amables... Sobre todo con el tipo de la puerta.

Tranquilo Mike ya nos conoces, somos la sutileza y la amabilidad personificada sobre todo el novio de esta que es mas fino que limpiarse el culo con papel de lija...

Salgo del coche armado con mi mas amplia y radiante sonrisa de triunfador y me acerco al gorila de la puerta ¡que pasa campeón! Oye veras, veníamos a hablar con tus jefes, ¿sabes? Hemos tenido un pequeño percance con los chinorris vende chop sueys y queríamos comentar un par de cosas con ellos. ¿Te importaría dejarnos pasar?

John avanzaba calmadamente unos pasos por detrás del flechitas, fumandose un cigarro tras haber ofrecido el consabido piti a sus compañeros a pesar de saber su negativa de antemano. Él era un hombre de la vieja escuela y las buenas costumbres no tenían que perderse, aunque fuesen seguidas de cinco balas.

Pssst, pssttt. le chistó al único amarillo que no había recibido más de la cuenta ese día, Chuckie Sang. A vosotros en el colegio os enseñan toda esa mierda del kung fu y el karate en vez de religión, entre mates e historia, ¿no? Porque me da en la nariz sujetando el cigarro entre los dos dedos se toca la susodicha que este tipo para a querer probar una ración de Ostias Chupsuey...

Chuckie no estaba demasiado hablador. Avanzó al lado de Mike hasta que Clint se adelantó para hablar con el italiano de la pueta. Basta ya de llamarnos chinorris... putos americanos.

Y después siguió sus pasos para situarse detrás de él y esperar a que el italiano les diera permiso para pasar.

El tipo enarca una ceja y mira a Ojo de Grulla de arriba a abajo, para después mirar al resto del grupo. Una vez hecho esto, vuelve a mirar al arquero, para decir con su voz grave—. Me gustaría dejaros pasar, pero me quedan 10 minutos para que acabe mi turno, y a menos que me deis una buena razón para que entréis, no pienso hacerlo.

—Y no lo intentéis por la fuerza —añade—. Es el cumpleaños de mi primo Nuck y no me apetece pelearme hoy.

Tony llevaba tiempo sin añadir nada al debate suscitado por el armamento que los chinorris demostraron tener, pero es que tampoco tenía mucho que añadir. Para él aquello era sencillo: Había que encontrarlos, y calentarles la cara hasta que pasaran a ser colorados en lugar de amarillos. Aún siendo un tema tan serio como lo era, la potencia de fuego de la que disponían los amarillos poco le importaba. Sus manos abiertas eran armas mortales, y esos chinos lo descubrirían por las malas. Nadie hacia negocio con fuegos artificales sin licencia en SU ciudad.

Al salir del coche, Tony miró al piltrafas de Mike.

-Si no vás a entrar, más vale que escondas tu nervioso culo el rato que estemos dentro. Sigues teniendo un jodido punto de mira en la puta nuca. Le dijo sécamente.

Tormenta no tenía ganas de quedarse de niñera con Mike, no era su amigo, si no el de Lana, de modo que espero que al menos tuviera la cabeza suficiente para no quedarse a la vista de todo el mundo en la calle.

Avanzaron hasta el local, y uno de los spaghettis más grandes que había visto en su vida les dió el alto.

-¿Quieres una buena razón? Pues te daremos una buena puta razón, joder: Tenemos que hablar con el padrino de este sitio, por que podría ser el siguiente en ser visitado por las putas bandas chinas. Esos jodidos amarillos se han hecho con mierda de la buena con la que joder al personal, y se están adueñando de la puta ciudad. A tu padrino le puede interesar saber que si no se espabila, dentro de un tiempo aquí se podrían servir jodidos rollitos de primavera, en vez de raviolis cuatro quesos.

Svetlana se dedicó a dejarse guiar por las calles de media ciudad hasta llegar al extraño sitio donde debían estar los italianini. Y el cuchitril en sí no era demasiado elegante, como ella había esperado. Más bien tenía un aspecto demasiado serio y sobrio, las puertas pintadas de color oscuro y la falta de ventanas no hacía más que agrandar ese efecto. Sin embargo, en letras bien grandes sobre un no menos grande portero trajeado, se leía claramente "Mamma". No cabía duda que aquel era el sitio que buscaban.

Lana quiso quedarse atrás cuando Mike decidió hacer lo propio, pero lo al final solamente se agachó junto a su amigo para susurrarle al oído:
- Más vale que te metas en el coche y ni se te ocurra asomar la nariz por nada del mundo. Bastantes problemas tenemos ya, y no quiero que te pase nada... Si escuchas algo malo o ves aparecer a agún chinorris enfadado por aquí, entras y das el aviso. Así de simple.

Una vez avisado, Lana echó a andar, con paso lento y meneando bien las caderas, hasta el maromo con el que en ese momento trataban de hablar el flechitas y su novio. Tras las palabras de Tony, la mujer no supo qué añadir, pero si el armario empotrado se ponía chulito tendría que sacar a relucir sus buenas palabras y su carisma.

—Uhm... —masculló el tipo mientras se llevaba una mano al mentón y analizaba vuestras palabras. Tras unos momentos pensando, dijo al fin— Está bien, entrad. Pero portaos bien y no rompáis nada. No me apetecería trabajar en los... —el tipo miró su reloj para añadir—. Siete minutos que me quedan de turno.

—Hala, andando —fue lo último que añadió para hacerse a un lado y abrir la puerta que había tras él.

Chuckie sonrió ante las palabras de Tony. No eran las más adecuadas, pero servirían. Y así fue, el enorme hombreton se echó a un lado y el grupo pudo pasar al interior sin más apuros.

Svetlana se pegó a su hombre una vez les dieron el permiso para entrar al local de los espaguettinis y, acercándose a su oído más cercano, le susurró:
- Bien dicho, cariño. - tras esto esperó a que él la dirigiera una mirada para guiñarle un ojo seductoramente.

Después comenzó a fijarse en todo cuanto tenían a su alrededor, como acostumbraba a hacer cuando entraba en un sitio nuevo. Antes de meterse en problemas jamás lo hacía, pero ahora su vida era diferente: más peligro conllevaba también tratar de conocer las alternativas, puertas o ventanas en todo momento.
Mientras tanto, se atusó el pelo rápidamente y se recolocó por quinta o sexta vez el bajo de la minifalda de su vestido.

Tormenta asintió con un gesto de la cabeza cuando el grandullón accedió a dejarles pasar, y avanzó al interior del lugar. Tony no solía ser de un carácter muy hablador, pero lo compensaba con un evidente pragmatismo en sus palabras cuando lo hacía.

Al entrar al local, lanzó una buena mirada al interior. No tenía claro con quién debían de hablar allí, y el de la puerta no les iba a presentar, así que trato de hacerse una idea sobre quién era el mandamás, o al menos, quién los conduciría a él. Mientras estudiaba el lugar, Lana le susurró algo al oído, y se cruzó con un guiño suyo al mirarla.

-Era eso una somanta de hostias. Además, me gusta la puta comida italiana. Le respondió.

¡Coño quien lo iba a decir, el repartidor de obleas este sabe hacer algo más que repartir estopa! Lo mismo resulta que tiene medio cerebro y todo... pienso sorprendido al ver como Tormenta había solventado la crisis y nos había conseguido colar mientras entro tranquilamente en el local y me quito las gafas de sol, dejándolas colgando de una de las patillas del cuello del uniforme.

Uno que tenía ganas de ver hostias tres delicias. murmura McCaine encogiendose de hombros y sacando otro cigarrillo más de su arrugado paquete.

Pasa por delante de la mole guardapuertas y le hace un gesto con la cabeza. ¿Qué pasa, colega? mientras avanza tras el resto, con su camisa arrugada ondeando.

La vida es una mierda. Y es algo que sabes desde hace mucho.

Podríamos entrar en lo de tu novio, las películas que se montaba sobre que todo era una conspiración de una especie de Organización Secreta que actuaba en la sombra, que seguro que por eso se llevaron a vuestro hijo... Todo muy chungo. Seguro que algún día puedes dar en los cojones a esos tipos y recuperar a tu hijo. Pero no vamos a entrar en eso.

En lo que vamos a entrar es en que mientras intentas vengarte del mundo y del poder en la sombra que lo maneja (el cual crees que existe firmemente), tendrás que comer. Y claro, cuando lo único que sabes hacer es disparar a cosas, y dar hostias como panes, tu campo de trabajo es muy limitado.

Con esas habilidades es como acabaste siendo una matona de la mafia italiana. No una matona cualquiera, por supuesto. Tú no haces esas cosas. Pero cuando hay algún cabrón muy jodido al que hay que matar, o cuando las cosas se ponen chungas, tú eres la persona que lo resuelve. ¡Y eso que no eres italiana! (que tu sepas).

Hace meses, el jefe de la Familia murió. Pero los italianos no se quedaron sin jefe. En lugar de eso, la mujer del Señor Fibotti, María, se hizo cargo de la familia. Y es una suerte, ya que lleva las cosas de manera más "relajada" que su marido. Y parece que al resto de la mafia no le importa. Mejor para todos.

Un par de horas antes recibiste una llamada de la Señora Fibotti. Te dijo que acudieses a su "cuartel". Los tiempos cambian, y lo que antaño hubiese sido un restaurante con un italiano con mostacho y tallarines rancios con albóndigas enormes, ahora es una discoteca de moda con copas caras, luces de colores y drogas de diseño.

El caso es que cuando llegas y pasas a su despacho, la Señora Fibotti te informa de lo que está pasando. Alguien ha volado el local de Mike (un mafioso de poca monta que va por libre. Según ella, un tipo blando y cobarde). Teme que vayan a por ellos, así que quiere que investigues qué está pasando.

Pero antes de que puedas replicar, alguien llama a la puerta del despacho...

Tras dedicar unas profundas sonrisas y gestos de complicidad *ejem* con el bicharraco de la puerta, os adentráis en el garito.

Es un local bastante amplio, como habréis deducido por sus dimensiones exteriores. Tiene una bonita barra, llena de todos los licores que podáis imaginar, igual que algunos más que no sabíais que existían. A saber qué coño es el Anís Seco Especial.

En la barra hay lo que parece un camarero, hablando con un tipo trajeado. Ambos chapuerrean en italiano. El tipo trajeado os mira de arriba a abajo, y os indica que subáis arriba.

Lo cierto es que ahora que veis la barra, os apece una copita. Tal vez alguno de eso cócteles con tan buena pinta que hay en los carteles. Aunque no hay tiempo para eso. Quizás después.

Ni cortos ni perezosos, subís las escaleras que llevan a la planta de arriba como os ha idicado el tipo del traje. Lo cierto es que no hay mucho más arriba. Parece una pista de baile, aunque también hay unas mesitas, y otras más apartadas con cortinillas, lo que parecen los reservados.

No os cuesta mucho adivinar dónde estarán los aposentos de la "Mama". En el lado contrario a los baños hay una salida de incendios. Tras la puerta, hay una que pone "privado" en el largo pasillo que conduce al exterior.

Todos sabéis lo que significa ese privado. Parece que el que pensó como serían las guaridas de mafiosos en esto no se quebró mucho la cabeza.

El caso es que la puerta privada da a un bonito pasillo. Y éste a su vez a una puerta de madera muy bien rematada. Sin duda, aquí hay más clase (y más pasta) que en el local de Mike.

Sólo os queda llamar a la puerta para conocer a la Señora Fibotti.

Claro qué, viendo todo este lujo, no sabéis si queréis conocerla o no.

Tormenta de Hostias lanzó una mirada a la barra a través de sus gafas, y cuando recibió la silenciosa respuesta del tipo trajeado, se dirigió al lugar indicado sin mediar palabra.

Aquello destilaba clase italiana por todas sus paredes, no cabía ninguna duda, y aunque era reacio a tanto lujo, reconocía que le gustaba el ambiente Tortellini que allí se respiraba. No parecía que aquel era un lugar en el que sirvieran comidas como había pensado en un principio, pero tampoco se iba a quejar de la buena diligencia del portero.

Subió las escaleras sin decir nada, y enfiló hacia la que debía ser la oficina de la "Mama". Cuando al fín alcanzaron la puerta de la Señora Fibotti, se detuvo en seco, y lanzó una mirada a Lana.

Chuckie andaba un poco a su bola. Tanto Tormenta con Svetlana, como John y Clint, parecía que habían hecho buenas migas. A Chuckie siempre le había gustado trabajar solo. Al menos no preocuparse por la vida de los demás, pues fácil era que recibieran una herida de bala tarde o temprano y eso significaba más preocupaciones de las necesarias.

Avanzó por el local, sin mirar la barra y sí las zonas altas y ocultas, "el chino" del grupo mantenía la atención en cualquier tipo de movimiento raro que pudiera pasar a su alrededor. No le gustaba en absoluto aquella tranquilidad. Al fin y al cabo, y aunque estuvieran "en son de paz", era una mafia y por lo tanto eran peligrosos.

Se detuvo en la puerta dejando que otro llamara. Se crujió los nudillos y susurró:

- Lo ideal sería que uno de nosotros hablara y el resto solo acompañara. Si hablamos todos a la vez no nos tendrá en cuenta. Teniendo en cuenta que esto es una... como se dice... ¿mamocrácia? - miró a Stveltana - diría que lo mejor es que hable ella.