Partida Rol por web

Una voz sorda parecía querer penetrar en sus consciencias. ¿Cuánto tiempo había pasado? Era imposible saberlo. Solo recordaban algo cercano al apocalipsis, una lluvia de fuego y roca que arrasó con todo a su paso. 

— Des...per...tad

¿Qué era esa voz? Sonaba familiar, sobre todo para algunos más que para otros. Todo estaba oscuro, pero lentamente fueron ganando sentidos. Sus oídos se agudizaron, sus terminaciones nerviosas en la piel comenzaron a funcionar una vez más, evidenciando que se encontraban en un carro en movimiento. 

— ¡Despertad, por favor! - clamó la voz, desgarrada por la desesperación.

Finalmente fueron capaces de abrir los ojos. La luz hirió sus pupilas sin compasión. Agatha estaba arrodillada junto a Lavinia, al borde del llanto. Chilló de emoción al notar que, lentamente, todos podían volver a moverse. Estaban tumbados o sentados en el carromato que habían venido usando estos días atrás. Un poco más lejos, Amet miraba con evidente alivio a Lavinia, con los ojos humedecidos, mientras Agatha se aseguraba ahora de que los demás estuvieran bien también.

— Por todos los dioses, qué susto nos habéis dado - se quejó, enjugándose una lágrima discreta de la comisura de los ojos, sonriendo y temblando de pies a cabeza. — ¿Qué rayos ha pasado? Cuando nos despertamos estabais completamente quietos y fríos, como si... como si... - intentó decir, dejando la frase en el aire. — ¿Y qué es esa cosa que reluce en vuestras manos?

Como pudieron comprobar, en el dorso de sus manos relucía, efectivamente, la misma marca que había señalado y hecho aparecer Mya'le. Sin embargo, a medida que despertaban, esta marca fue desapareciendo, hasta que en ese mismo instante dejó de relucir más, desapareciendo como si jamás hubiera existido. ¿Qué podía significar?

Lo primero que la sobrevino al recuperar la conciencia fue la actitud desafiante de aquel miqo'te; el estallido y el calor abrasador del meteoro; el terror que la invadió cuando notó sus restos cayendo sobre ella y diluyendo su ser con la roca fundida. Pero la paz continuó con ella, sin embargo, pues notó dolor alguno ahora que respiraba; no al menos más allá de un cosquilleo en el dorso de su garra. Antes siquiera de levantar la cabeza de la carreta, volvió a cerrar los ojos y agradeció a Aanasai por una muerte sin dolor, y luego a Dásil por permitirle regresar. Pero en lo más profundo no podía evitar sentir una ira insana contra lo que aún le era desconocido, porque ni tan siquiera tenía claro si aquellas gracias se las habían concedido sus dioses o ese extraño cristal. Maldijo el picor de su garra, que a continuación vería desaparecer lentamente al acercársela a su rostro.

Aguardó un instante de silencio mientras Agatha se apuraba por ver si estaban bien, y como si se activase algo en la ratona, ella misma, impaciente, saltaría a revisar el estado de los demás.
—¡Por todos los Dioses! ¿Lo vísteis? ¿Estáis bien? —Revisó como podía a cada uno sin guardar demasiado respeto por su espacio personal, y una vez lo hubo hecho se examinó a sí misma en busca de quemaduras. Paró el nerviosismo una vez hubo reconocido su situación y se serenó tras un suspiro.— Nos han traído de nuevo... —Miró a Agatha y al resto.— Sí... que esta dicha nos sirva para cumplir nuestro sino, aunque me temo que nos quede mucho por delante.

Me levanto.

Debería de estar dolorida. No, de hecho debería de estar muerta. ¿No fueron esos dos los dos hechizos más terroríficos de nuestro mundo? Sólo se sabe de UNO capaz de superarlos, entre todos los distintos mundos.
Y aun así, aqui estamos.

Vivos.

— ¿Os encontrais bien? ¿Todos? — pregunto levantandome de un salto, sorprendentemente llena de energía, como si hubiese dormido en el más confortable lecho — ¿C... como es que....?

Entonces veo la marca en mi mano. Desapareciendo, poco a poco. Y desesperada, me lanzo corriendo hacia Amet

— ¡No desaparezcas! ¡No te vayas aun! — le imploro a la marca, mientras poco a poco se desvanece — Si tienes este poder, tendrías que curarle a él ¡A mi no, a él! ¡Por favor!
Y caigo de rodillas al lado de mi tio, mi querido tio, mientras la misteriosa marca termina de desaparecer.

Que esos meteoritos no los hubiesen aniquilado a todos ¿A qué se debía? ¿Habían sido traídos de vuelta tras ser eliminados? ¿Todo había sido una ilusión? ¿Ese Mya'le existía realmente? Y si así era ¿Sabía que seguían vivos? ¿Había sido una lección u otro poder se ha inmiscuido sin que él lo sepa?

Demasiadas preguntas. Al menos los polluelos están bien.

Acaricia las cabezas de ambos mientras se incorpora. Mira al resto.

-Deberíamos alejarnos de la caravana. Solo los ponemos en peligro.

Se siente molesto. Mucho. No le gusta sentirse impotente. Ni un poco.

Raven se levantó de sopetón, mirando hacia todos lados con frenesí y la adrenalina corriendo por sus venas. Agarró el arco y lo tensó, por puro instinto, antes de darse cuenta de que quien hablaba era Agatha, y no Mya'le u otra persona hostil. Se serenó, solo un poco, dejando el arco a un lado y recogiéndose las rodillas con los brazos. Estaba seguro de que le había llegado la hora. Ese mi'qote estaba a otro nivel, ni siquiera se había despeinado al despachar a un grupo de guerreros como eran ellos, más aún proporcionándoles un final tan macabro con tan poco esfuerzo. 

Guardó silencio mientras sus corazones se serenaban, observando la reacción del resto. Cada uno lo asumía de formas distintas: Saphir preocupándose con aquella admirable abnegación para con el resto; Mortimer sufriendo en silencio su humillación; Lavinia implorando a quién sabía quién por su tío Amet. Miró especialmente a Kallista, tratando de descifrar sus pensamientos. Probablemente, por lo que había podido ver de la soldado, estaría lamentándose de su debilidad, de su incapacidad por defenderles de la amenaza. No podía decir, sin embargo, que no estuviera de acuerdo esta vez. Sentía esa misma frustración en su interior.

— Lo que debemos hacer es llegar pronto a la capital. ¿Cuánto tiempo hemos estado inconscientes, Agatha? - preguntó el arquero, captando por el rabillo del ojo cómo desaparecía esa señal de su mano. Por un lado no sentía nada, pero por el otro... quizá fuera más importante de lo que pensaba. No sabía de cosas mágicas como para dar un veredicto.

Los ojos de Kallista no se abrieron de inmediato, quizás porque una parte de ella no quería despertarse. Una parte de ella había abrazado la muerte como un regalo hace mucho y tal vez en secreto cuando escapaba de sus pensamiento agobiantes la anhelaba. Las voces de sus compañeros se elevaban por encima del resto, pero ella solo apretaba los parpados con más fuerza, hasta que se rindió, muy a su pesar seguía con vida.

-Lamento haberte preocupado Agatha.- se levantó pero sus piernas temblaban, por lo que al igual que Raven se preguntó cuanto tiempo habrían estado así. Buscó con la mirada su espada, abrigó el deseo de lanzarla lejos, pero se limitó a sujetarla con fuerza no quería que nadie allí viera lo frustrada que estaba alimentando la sensación de desesperanza que creía que podían tener. Miró de reojo su mano ya no veía la marca, para ella era algo positivo.

Respiró profundamente antes de voltearse a hablar con el resto enfundando mientras se calzaba la espada dentro de su funda en su espalda.

- Yo me encuentro bien Saphir... como cuando nos atacaron en la ciudad. Probablemente sobrevivimos por la misma razón que aquella vez.- Sonrió tenuemente, como cuando estaba por decirles a sus soldados que aquel día tocaría entrenar por mas horas de las usuales y esperaba atenuar su molestia.-  Esto no es más que otra prueba de lo mucho que nos queda por hacer y aprender si queremos cumplir con eso que llaman destino.

Caminó hasta Lavinia, arrodillandose junto a ella para cubrirla con su capa invitandola a levantarse.

- Se que estás preocupada por él pero ahora mismo Mortimer tiene razón. Los ponemos en peligro al seguir aquí. Si nuestros perseguidores descubren que seguimos vivos vendrán por nosotros. Quizás te pido mucho Lavi pero a juzgar por la situación, si nos rendimos ahora, si cualquiera de nosotros se rinde no existirá un lugar en el que las personas que amamos puedan esconderse. 

Se levantó una vez más para darle espacio a Lavinia y tiempo para tomar una decisión, aunque por dentro otra vez algo se había roto por fuera seguía manteniendo el temple, aunque su fé en el destino estuviera palidenciendo, quería hacerles sentir algo diferente a ellos.

- Si queremos llegar pronto a la capital lo haremos mejor lejos de todos ellos- dijo como respuesta a las palabras de Raven.- Si viajamos los cinco solos llegaremos mucho antes. Se que lo que acabamos de vivir es indescriptible, pero seguimos con vida, sea el destino o no, eso es lo único que debe importarnos ahora.

Amet, que hasta ese entonces estaba dormitando junto a Lavinia, despertó de golpe al escuchar los gritos de Lavinia. Sus ojos se humedecieron visiblemente mientras la abrazaba. Probablemente, hasta ese momento, pensaba que no solo había perdido la facultad de caminar, sino también a su preciada ahijada. 

— No te preocupes por mí, Lavi... Al menos sigues viva - musitó su tío, cerrando los ojos con una sonrisa, mientras dos lágrimas rodaban por sus mejillas hasta el suelo de la carreta. Aferró el brazo de la maga roja como si temiera que se la fueran a llevar, pero tras un breve instante donde aprovechó para respirar hondo pareció calmarse un poco, habiendo tomado una decisión. — Tienen razón... No sé qué ha pasado mientras estaba recuperándome, es todo tan confuso... - Su voz parecía pesada, como si le costara encontrar las palabras adecuadas. — Si os separáis de un grupo tan grande tendréis más facilidad para esquivar a esas... cosas - dijo, algo inseguro de cómo describir a las mantícoras que habían visto anteriormente, así como los soldados de Vallonde. 

— Pero antes de iros, por favor, explicadme qué ha pasado. Decidme por qué os persiguen, a vosotros y a mi niña - casi suplicó el tabernero, mirando al resto con ruego en la mirada. — Querría ir con vosotros, no quiero separarme de ella... Pero solo os estorbaría. ¿Verdad? - preguntó, consciente de su situación. Desde luego, alguien que no podía caminar sería un lastre para viajar.

— Pero espero que no sea un adiós. Nos veremos en la capital. Esperaré por ti allí, Lavi.

— Tiene razón. Podemos encontrarnos con él en la capital. Si vamos a pie desde este mismo punto, calculo que tardaremos unos... cuatro días. No más. En carreta quedaría menos, especialmente ahora que van a todo lo que pueden dar de sí los chocobos de carga. Pero no podemos arriesgarnos a que esos vuelvan. Es por eso que queréis huir sin los demás, ¿verdad? - adivinó Agatha.

— No sé qué habláis de destino, ni por qué esos soldados parecen interesados en vosotros. Especialmente ese Mi'qote, parecía extremadamente fuerte si pudo dormirnos a todos con tanta facilidad. Pero bueno, podéis... podéis contármelo por el camino, supongo - dijo después, perdiendo todo el arrojo por el camino. — ¿Qué hizo para que estuvierais casi como muertos? Fueron un par de horas, Raven, pero parecíais... eso. Muertos. Menos mal que me dio por comprobar si vuestros corazones latían, porque ni siquiera... casi ni respirabais.

Agatha parecía estar centrándose en muchas cosas a la vez para mantenerse distraída. Claramente estaba aterrada con todo lo que había pasado, y la preocupación se marcaba de forma muy patente en su rostro, con las cejas alicaídas y los ojos algo vidriosos. No obstante, de alguna parte sacaba fuerza suficiente para seguir adelante, e incluso parecía querer ir con ellos, en lugar de permanecer con la caravana. 

— Deberíamos despedirnos y dejarlos partir con ventaja. Nos quedan solo unas horas antes de que se ponga el sol, así que deberíamos aprovechar todo lo que podamos de lo que queda de luz solar.

Asintió a las palabras de Kallista sobre la naturaleza de aquel encuentro, porque es que sencillamente no podía ser otra cosa que otra prueba más. Los dioses no se lo estaban poniendo fácil al grupo, desde luego.

—Desde luego ya nos hemos aprovechado demasiado de la compañía de estas gentes —dijo ante las palabras de Agatha— Es hora de aceptar nuestra responsabilidad y evitar generar más problemas —Se miró y acarició el dorso de la mano sobre la que aparecía la marca. Estaba claro que el sacrificio iba a tener que ser completo, sin poner en peligro a más inocentes mientras les fuera posible.
Recogió sus bártulos de la carreta y se preparó junto al resto para iniciar el camino a pie. Ya que iban a tener que sufrir los caminos por algo más de tiempo, mejor empezar cuanto antes.

Mortimer vuelve a ponerse el sombrero y recoge lo poco que tiene.

-Si, tabernero. Amet. Estorbarías. Pero no por no poder caminar... sino por no estar marcado como nosotros. El mago más poderoso que conozco, es ciego. Otro de mis maestros, perdió las piernas. Eso no les impidió hacer lo que se propusieron. Pero tampoco los querría a mi lado ahora, es cosa nuestra... nuestro problema y nuestra responsabilidad, de nadie más.

Se sube a una caja junto a Agatha y le da dos pequeñas palmaditas en la cabeza.

-Gracias por todo, jovencita. Lo que ese mi'qote nos mostro fueron dos cosas: nuestra patética falta de poder. Y... una inminente muerte.

Baja de la caja  y temrina de prepararse, espera al resto. Deben irse, está convencido.

Le estoy tomando sendas manos a tito Amet, pero con las lágrimas fluyendo incluso desde trás el parche, no puedo sino levantarme, aun sosteniendole las manos

"Tito, has de saber que ni yo misma se por que nos persiguen. Dicen que es por nuestras marcas, porque somos unos elegidos... ¿Por que no nos han elegido para ser millonarios?"

"Pero haz caso a Mortimer, el pequeño amigo falafel: Ahora mismo sólo podemos hacer una cosa. Y es separar nuestros destinos. No se exactamente por que nos persiguen pero es lo como dice Agatha: Solo os traeremos desgracias a vosotros."
Y termino por soltarle "Adios, mi familia entera. Partiremos con el destino de todos los hombres, y volveremos a vernos."

Y con el corazón en un puño, me separo de ellos

"Agatha, la verdad es que no nos derribaron. Nos MATARON. Durante un tiempo no sentía mi cuerpo. Y de hecho sentí el golpe derramar mis organos. Me sentí empapada en mi sangre. Fijate ahora ¡Estamos igual que antes!"

- No hablemos mas de temas escabrosos... mejor tomen lo que necesiten y no perdamos más tiempo.- Viendo que todos estaban de acuerdo, Kallista empacó sus cosas y se dispuso a partir. Quizás las carretas eran rápidas pero llevaban enfermos, tenían que parar más seguido y estaban obligados a ir siguiendo el camino. Un grupo a pie no tenía esas limitaciones.

Con la espada y una muda de ropa prestada como único equipaje espero a que todos se despidieran, ella no lo haría no quería decir adios o dar promesas que no se creía capaz de cumplir.

Tras las despedidas pertinentes, o los silencios oportunos, el grupo se dispuso a partir. Agatha parecía cohibida, y claramente no había esperado que accedieran tan fácilmente a tenerla como compañía. La confusión, sin embargo, pronto fue otra. 

— ¿Que os mataron? - preguntó, algo incrédula. No obstante, poco después asintió para sí misma, murmurando un par de palabras inconexas. — No sé si eso tiene sentido, pero eso explicaría... todo. Esas marcas que brillaban en vuestras manos ahora han desaparecido. ¿Quizá eran alguna clase de hechizo de resurrección? He estudiado magia durante unos cuantos años, y sé que solo unos pocos pueden hacer magia de ese nivel. Un simple Lázaro no hace eso.

Agatha miró a todos con los ojos entrecerrados, como intentando descubrir una verdad oculta. Su rostro evidenciaba lo muy lejos que estaba de todos en términos de entendimiento de las circunstancias, pero aun así estaba claro que se esforzaba.

— Lo que me lleva a preguntarme por qué teníais eso. Creo que va siendo hora de que me contéis qué está pasando exactamente aquí. He oído cosas aquí y allá, pero al final no sé nada. Habéis hablado de que sois elegidos, pero... ¿Elegidos de qué? Lavi, ¿cómo te has metido en algo como esto? - preguntó, meneando la cabeza, con una actitud mucho más desenfadada de lo que la tensión en su cuerpo evidenciaba. — Tenemos un largo camino por delante, soy todo oídos.

En un inició aprovechó el silencio del camino para pensar, pero una vez Agatha hubo empezado a preguntarles sobre todo aquello, no supo si revelarle la verdad. En parte ya la habían comprometido a ella y los demás con su mera presencia, así que lo mismo daba si sabía por qué estaba implicada o no. De hecho también le debían una explicación clara. Aunque... si sus enemigos solo buscaban a los 'marcados', informar a otros de todo, lo mismo les pondría en peligro. No sabía qué era lo más correcto, así que simplemente confió en que los Dioses, el cristal o lo que fuera hicieran lo que debieran. Al fin y al cabo, el destino es inevitable, le guste o no al miqo'te y sus amos.
—Lo cierto, Agatha... es que, al menos yo, no estoy siquiera segura de qué entrañan todos estos eventos —Guardó un leve silencio, intentando encontrar las palabras más claras y ordenar bien todo lo que iba a decir.— Después de la tragedia de Tafeld vimos-O al menos yo vi, un enorme cristal en medio de un vacío. Sea lo que fuera, nos salvó, y aparecimos fuera de la ciudad junto a una extraña que, supongo, sabe mucho más de lo que nos contó. Si era un ente enviado de los cielos, lo desconozco —Se imaginó aquella sonrisa bajo el sombrero con pluma y el tono agridulce de su música.— Después acabamos encontrándonos, y hasta el choque con los jinetes de mantícora, todo fue como sabes. El miqo'te nos llevó a otro lugar con su poder; al menos a nuestros espíritus. Allí lo enfrentamos y terminó aniquilándonos, o eso pareció —Miró el anverso de su garra— La marca es seña de nuestra unión en el destino, por la gracia de quien sea o lo que sea que nos tomó. Si fue con intención de luchar contra estos incrédulos engreídos... aún no tengo la certeza, pero es lo que parece —Miró al resto del grupo.— ¿Vosotros qué recordáis? Quizá me he olvidado de algo.

"Pues amiga" le digo a mi ratónida compañera "Te olvidas de lo más importante. La información que nos dio el mismo MiQuote"

Mucho me temo que la experiencia debe de haber sido doblemente terrorífica para ella. Sufrir Meteo y Fulgor es un escenario de pesadilla, pero para un ratón, que te lo haga un gato debe de ser lo peor de lo peor ¡Al menos yo estaba fascinada por el porte tan gallardo, la percha imponente y la voz mesmerizante cual maullidos de Mya'lé.
Para Saphir, la experiencia debia de ser distinta

"El dijo que eramos elegidos del planeta. Y que con él nos mandaría de vuelta. Pero que estas marcas eran también una maldición"
"Oye Agatha ¿Seguro que tu no tienes una?"

-Las últimas palabras del mi'qote fueron "Vallonde desafiará el destino y a Ankhela, para que sacrificios como el vuestro nunca más sean necesarios."- añade Mortimer, sin mucho más que agregar o aportar. Y algo molesto por la fascinación de Lavinia con el...gatito.

Se cala su sombrero y da en el suelo, quizá algo más fuerte de lo que debería, con el extremo inferior de su bastón.

-No perdamos tiempo. Vamos. A dónde sea que tengamos que ir....

Echa a andar, a un buen ritmo lalafel.

Aunque no se había opuesto a que Agatha los acompañara más bien había sido porque no la había escuchado con suficiente atención como para impedirle continuar, pero veía que el resto se sentía comodo con ella. En cambio para Kalista era solo otra alma inocente poniendose en peligro para cumplir con un designio divino que no estaba del todo claro.

- Lo que aquel hombre dijo no fue más que una manera elegante de enviarnos con nuestros antepasados, estoy segura de que no sabe que seguimos con vida. Sea lo que sea que el cristal espere de nosotros se opone a los deseos de Vallonde. Sin embargo estamos un poco jodidos ya que ni nosotros mismos sabemos que estamos haciendo. - un suspiro pesado como la carga que les tocaba se escapó de sus labios agrietados.- Supongo que solo podemos aferrarnos a lo que está bajo nuestro control... cuando pienso en las grandes fuerzas que manejan todo sin darnos ni la más miserable pista, me agobio demasiado. Me hace pensar que realmente no somos mas que insignificantes peones en un tablero de un juego del que no conocemos las reglas.

Estaba dejando que su lengua soltara más de lo que quería o debía, pero el escuchar de los labios de sus compañeros lo que acababan de vivir solo reforzaba más esa sensación de desesperanza que la estaba consumiendo.

Agatha asistió a la explicación de Saphir con rostro apenado primero, después confundido y, finalmente, completamente aterrado. Los añadidos de parte del resto del grupo para matizar la fuerza del mi'qote no ayudaron a que se tranquilizara, y se la podía ver mordiéndose el labio con ansiedad, mirando de un lado para el otro con frecuencia para evitar miraros directamente a los ojos.

— Pero eso... ¡Eso es una locura! Ir en contra del destino... No tomaba a los de Vallonde por gente tan idealista. Yo no tengo ninguna marca, ni he tenido visiones, ni nada de nada - dijo, señalando su mano donde, efectivamente, no había nada. — ¡Pero en las vuestras tampoco! Antes estaban, pero ya no. Fijaos - Al mirar en las manos, tal y como decía Agatha, ya no había ni rastro de la susodicha señal. Era como si se hubiera volatilizado, y los dorsos de sus manos estaban como siempre, impolutas. ¿Eso era una señal, o tan solo una coincidencia?

— Entiendo ese sentimiento, señorita Sky- digo, Kallista - se corrigió rápidamente, utilizando su nombre de pila. Que la soldado recordara, nunca le había dicho su apellido, pero la joven parecía conocerlo, por alguna razón, a pesar de que no la conociera personalmente. — En los manuscritos que he estudiado durante toda mi vida hay historias de todo tipo. Sobre cómo los dioses juegan con la voluntad de los mortales a placer, o los usan para resolver disputas estúpidas que podrían resolver ellos mismos si quisieran, pero les parecería demasiado aburrido entonces. - Mientras decía esto dirigió la mirada a Saphir, a sabiendas de que ella pertenecía al clero de tierras lejanas. — No sé cómo será en vuestra sociedad, Saphir, pero nuestro panteón es... - concluyó, dejando la frase en el aire, sin atreverse a decir las últimas palabras.

— Sea como sea, nos queda poco. Si vamos a paso rápido no tardaremos mucho en llegar a la capital. Quizá incluso podamos acortar y llegar junto con la caravana. ¡O incluso antes! Bueno, eso quizá es demasiado pedir. Pero vale la pena intentarlo, ¿no?

Raven, que hasta ahora había permanecido en silencio no demasiado interesado en aportar algo más a la conversación (a fin de cuentas, ya le estaban contando lo mismo que él sabía), saltó al mencionar la posibilidad de acortar camino.

— El camino es conocido, pero el bosque no. Sin embargo, recuerdo bien estos bosques. Estuve por aquí una semana o así... buscando un objetivo - dijo, sin dar demasiados detalles. — Peiné la zona numerosas veces, por lo que conozco el camino más corto y zonas seguras donde acampar y reabastecernos de agua o comida. Deberíamos de estar bien de aquí en adelante hasta la capital - concluyó de forma segura, internándose en el bosque por un lugar muy espeso y frondoso, pero el arquero parecía bastante seguro de sí mismo. Al menos, mucho más que cuando combatieron contra Mya'le.

— Hay huellas de animales por aquí, si puedo intentaré cazar algo para llevarnos a la boca carne caliente. Y también creo que por el bosque seremos menos visibles para las mantícoras o cualquier cosa que vuele por el aire. Si nos van a buscar o el gatito viene a terminar lo que empezó por alguna razón, estaremos mejor cubiertos bajo un manto de hojas que en un camino tan expuesto.