Partida Rol por web

El viernes era el día favorito de nuestros protagonistas. Bueno, el suyo y el de todos los niños del país y puede que del mundo entero. Pero para ellos no era sólo por la llegada del fin de semana y la ausencia de tener que ir a la escuela a enfrentarse con los abusones que les hacían la vida imposible, no; para Spikey, Jerry, Allison y Dylan los viernes son especiales porque son “las noches de D&D”. ¿En qué consisten estas noches? Pues tras salir del colegio y hacer presencia en casa sentándose en la mesa para comer, cogen sus bicicletas para ir a casa de los abuelos de Jerry. Allí, tienen el sótano habilitado para sus partidas. Los abuelos respetan y nunca molestan, a no ser cuando la abuela del chico decide bajarles algo de picar y zumo recién exprimido para recuperar fuerzas. Eso sí, siempre, siempre pide permiso. Y, claro está, a la hora de echar a los chicos de la casa cuando considera que ya llevan demasiadas horas allí encerrados y que cada mochuelo debe irse a su olivo. Lo cierto es que hay veces que los abuelos se duermen incluso antes de que los chicos se vayan así que normalmente ni siquiera se enteran de a qué hora ha terminado aquella sesión de juego. Es lo que tienen los pueblos tranquilos como Flamebrook, donde nunca pasa nada, y que no es raro que unos niños campen en bicicleta a sus anchas a las tantas de la noche o la madrugada.

Ese viernes, sin embargo, no están los cuatro sólos como de costumbre. Al pequeño grupo se ha unido Shawn, recién llegado al pueblo y primo de Spikey. Ella, que jamás renunciaría a una sola noche de D&D, se lo ha llevado junto al resto para mostrarle las delicias de aquel juego de rol de mesa. Además, necesita que se lleve bien con su peculiar grupo de amigos, por mucho que Shawn en carácter sea muy distinto a ellos.

Obviamente, el tener que explicarle los entresijos del juego al chico recién llegado, hace que la partida vaya más atrasada que de costumbre.

Son casi las 10 de la noche que los chicos debaten sobre si atacar al Xorn, atraído por el tesoro que acababan de encontrar, o tratar de despistarle tirándole algo de oro y huir mientras está entretenido comiéndoselo.

Rogue (nombre irónico porque Spikey tenía reservas con eso de un enano pícaro) es un enano bárbaro bastante simpático, que hace siempre todo lo posible por adaptarse a la vida lejos de las montañas, excepto cuando se trata de piedras y metales. Esto incluye el acero de las armas y el oro de su sustento económico. No por avaricia sino porque es oro y es suyo. Así que Rogue, naturalmente, no quiere usar el oro que ganaron en su última aventura (con esfuerzo, sudor y sangre) como cebo. Vamos, que se niega, se ha enrocado y está siendo mucho menos razonable de lo que sería su jugador en la vida real.

Jerry hasta se ha cruzado de brazos y ha hinchado los carrillos en un “puchero de enano cabreado” al que habrá que convencer si es el plan que los demás quieren. En el fondo está poniendo a prueba al primo de la DM, que si pretende traerlo más a menudo al menos que sea espabilado, ¿no es lo justo?

Al fin y al cabo están en su sótano. Es el que tiene los tutores con un horario de sueño más adecuado para poder hacer maldades satánicas hasta las tantas (los señores Myers están convencidos de que lo que tienen son largas partidas de El Juego de la Vida, que es una verdad a medias) como jugar a Dragones y Mazmorras, además de la privacidad de un sótano al que los ancianos apenas ya bajan porque los escalones son peligrosos para sus articulaciones desgastadas. Su abuela ya ha hecho la última de dos visitas acostumbradas para dejar más Pepsi y finger sandwiches, asegurándoles que están solos hasta que decidan plegar.

— ¡Cortémosle la cabeza! ¿Por qué no podemos cortarle la cabeza? —gruñe en su grave tono de Rogue, que requiere de todo su esfuerzo vocal.

-Viernes. Viernes, viernes…- canturreaba por lo bajo Spikey mientras recogía sus cosas en la mochila y salía de clase. Era tanta su felicidad por ser viernes que ni escuchaba lo que su primo de ciudad le estaba contando. Sólo podía pensar en lo único: ¡¡¡¡¡RROOOLLLLLL!!!!

-Oye, eres el nuevo y además si quieres que te deje dormir en paz esta noche más te vale dejar de protestar por lo de Dungeons and Dragons. Además, te va a gustar, ¡no seas idiota! ¿A quien no le puede gustar? ¡Es imposible que no te guste! Aventuras, orcos, dragones, espadas… ¡Imposible! - dijo la niña en tono megaentusiasmado –Y si no, pues dormirás con la mofeta Lincoln. Es muy cariñosa. Y apestosa. Y le gusta mearse en la cara de la gente.

Esa fue la “invitación” que le brindó a su primo Shawn. O estás conmigo en esto o duermes con una mofeta loca.

La partida estaba yendo bien, aunque con tanta pregunta de su primito iban retrasados. Spikey tenía claro que iban a necesitar más de una sesión para acabar aquella misión. Bueno, eso si decidía que llegasen vivos al objetivo de la misión, claro. Se habían quedado atascados con su cortina de humo, el Xorn. Spikey puso los ojos en blanco ante la posición de Jeremy y su enano “pícaro” (ya le había dicho un millón de veces que los enanos eran tacaños y avariciosos, no ladrones. Para eso ya estaban los goblins. Pero nada, él insistió así que le dejó hacer igualmente para no retrasar más la partida). Se quedó en silencio, revisando los apuntes de su libreta sobre la partida mientras escuchaba como discutían sus amigos acerca de qué hacer…

-Bueno, qué, ¿habéis decidido qué hacer contra el Xorn?- preguntó con algo de indiferencia –Siempre podéis lanzarle al enano. Igual le gusta y lo adopta como mascota- bromeó ésta. Cogió uno de los minisandwiches que quedaban de la última tanda que había hecho la abuela de Jeremy y se lo metió entero en la boca.

Shawn respetaba a su prima. Antes de saber que era una rarita. Admitía que a pesar de ser una chica (no niña, ella se había ganado eso) era valiente, aventurera y fuerte, que más de una vez le había ganado. Claro que Shawn nunca había peleado en serio, pero no lo dirá delante de ella.

Flamebrook no tenía recreativos. Eso era un punto muy negativo que no recordaba cuando le pareció buena idea venirse a vivir. ¿Cómo diablos se entretenía la gente de este pueblo? Con Dungeons & Dragons. Y si para cuando llegaron a una casa habitada por dos ancianos, Shawn aún conservaba la esperanza de que "D&D" fuera un código para ir a salir fuera a correr y jugar a polis y cacos, cuando se encerraron en el sótano le quedó claro que no iban a trepar árboles de verdad.

Shawn no se enteraba de nada. Hablaban de no-se-sabe-qué de puntos de ficha, sumar y repartir algo. Menos mal que al final le ayudaron, porque era muy complicado y además Shawn estaba flipando con un dado de diez caras. ¡Tenía diez caras! Él sólo había visto los de seis, los de toda la vida.

— Pues yo quiero ser un mitad vampiro y mitad hombre lobo. ¿Cómo que no se puede? ¿Por qué? ¿Y un hijo de un ángel que ha aterrizado en la Tierra por orden de Dios?

Al final le concedieron permiso para llevar un joven semi Orco Bárbaro llamado OinkMan de casi dos metros que "da hostias como panes", perfecto para Shawn que no hacía más que preguntar "¿puedo tirar para destruir...?", "¿puedo pegar a...?", "¿quizá un buen puñetazo...?" hasta que empezó a darse cuenta que a todo le decían que no, jolín.

Poco a poco le fue cogiendo el gustillo al juego raro. Su momento de brillar llegó ante la última intervención de Spikey, que ahora no era Spikey sino la "Directora", así que Shawn tenía que tratarla con respeto si no quería que OinkMan muriera dolorosa y trágicamente. Era su segundo aviso.

— Yo estoy con el enano. Es la hora de las tortas.

Shawn seguía sin entender nada, pero le gustaba tirar dados. Tenía buena suerte con los resultados.

Allison estaban aún más hiperactiva que de costumbre. Durante las clases casi no había podido prestar atención y mucho menos estarse quieta en la silla y es que no solo era viernes, lo que significaba partida de Dungeons & Dragons, si no que… había.chico.nuevo. Eso significaba nuevas oportunidades de asustar a alguien que le pillaba completamente de nuevas. Y ESO era algo que celebrar, porque siendo sinceros, el resto ya parecía olerse a kilómetros cuando Allison se escondía. Aunque ella seguía haciéndolo igual.

Había emitido un sonoro quejido de frustración cuando, al llegar a la casa de Jerry vio que era la última y, por tanto, las oportunidades de asustar al nuevo se habían vuelto ínfimas. Ínfimas pero no nulas. Da igual, a veces sólo hay que esperar un poquito.

- ¿Entonces atacamos? -Miró a Jerry y al nuevo, como esperando confirmación pero en realidad no, y luego a Spikey, entrecerrando los ojos porque a saber la que les tenía preparada-. Vale, entonces Sabrina -su humana maga- usa Cono de Hielo contra el Xorn. Ffffssss -imitó el gesto de su personaje estirando ambos brazos en cono, con las palmas abiertas.

Como Allison ha decidido atacar al Xorn, el chico más reservado del grupo decide que no tiene nada que decir/hacer; al menos hasta ver si el hechizo hace efecto en el monstruo. Si no es así, con su papel de monje puede también intentar aturdirle antes de que se enfade demasiado y cargue contra alguno de sus compañeros de aventura.
Además, ese viernes está intranquilo: tiene un mal presentimiento desde esa mañana y es algo que no se le ha pasado a lo largo del día. Y Dylan será muchas cosas pero no es un tipo paranoico.

Mira a través de la puerta del sótano que da al exterior y, aunque ya ha anochecido, el cielo tiene un color poco normal. O al menos eso es lo que a él le parece. Está a punto de llamar la atención de sus amigos para comunicarlo, pero ellos parecen ahora bastante alterados con el ataque que la maga Sabrina ha lanzado, y un añadido es que la presencia del chico nuevo le tiene algo cortado, por lo que pierde confianza y decide callarse.

— Va, entonces tira los dados —  es lo único que termina diciendo, animándola, y por no cortarles el rollo del juego, antes de levantarse para mirar mejor el cielo a través de la puerta.

Los dados tirados por la maga Sabrina ruedan por el tablero, cosa que hace que los chicos se aboquen todos sobre la mesa para ver el resultado... ¡Que termina siendo un fracaso! Ouch. El hechizo lanzado por la personaje de Allison no sólo falla estrepitosamente su ataque, sino que lo único que consigue es que el Xorn se cabree por unos trocitos ínfimos de hielo que resbalan de manera molesta por su cuerpo. Oh, oh...

En la puerta, ajeno al cabreo que se pilla el Xorn y a los ruiditos de frustración que emiten sus compañeros, Dylan ladea la cabeza y entrecierra un poco los ojos. Lo que ve a través de la misma sólo él puede saberlo.

— Chicos... — les llama, aunque con la voz tomada, por lo que se le escucha poquito o nada. Mucho menos con el jaleo que la tirada de Allison ha ocasionado.

- Eh, ¿por qué la enana está tirando dados? ¡Yo también quiero! -protestó Shawn. - Prima... digo... master, yo quiero arrearle un mamporrazo al Xorn este, ¿qué tiro? ¿Fuerza más 1d10? 

Shawn miró a su alrededor en busca de unos dados y aprovechó que Dylan estaba mirando por la ventana para coger los suyos. Los removió en sus manos, preguntándose qué miraba ese chico. ¿Quizá...?

— ¡Mie… cachis! —se corrige, agregando el tono ronco de voz. No puede decir tacos, menos en casa de sus yayos. — ¡¡Corred, insensatos!! ¡Voy a intentar lanzar mi hacha contra su ojo!

Hasta se incorpora de su asiento mientras agita su D20 en el puño, muy motivado. Jerry vive mucho el rol, adicto a la adrenalina del peligro desde la seguridad de su sótano, como para haberse dado cuenta de lo distraído que parece Dy.

- ¡¿Quién ha tocado mis dados?! Sólo reaccionan bien a mi, ¡AHORA ESTÁN GAFADOS! -Protestó incluso levantándose del asiento y señalando acusadoramente primero a sus dados y luego a los miembros de la mesa, deteniéndose finalmente en Dylan, que parecía tener cara de estreñido.

Spikey estaba demasiado pendiente de las acciones y dados de sus jugadores y como matarlos a todos “discretamente” (porque el deber de todo master es intentar matar a sus jugadores, eso se sabe), como para darse cuenta de lo que estaba haciendo Dylan.

-Es D&D, 1d20 más lo que tengas en fuerza si es a puño limpio, primito. Pero no te recomiendo que realmente lo hagas así, ¿igual pon un arma de por en medio? - le recomendó nada sutilmente a Shawn. Normalmente no solía hacer esas concesiones a nadie, pero era su primo de ciudad y era la primera vez que jugaba. Alguna manita tenía que echarle…

-No protestes, Alli. Los dados son sabios, si han decidido que tenías que fallar…- se encogió de hombros, sonriendo malvadamente.

-Puntería Myers. A ver si aciertas…- le guiñó un ojo cómplice a Jeremy.

-Dylan, prepárate que después voy yo con el Xorn y sus tres brazoooos…- canturreó la niña. Como iba a disfrutar de esa carnicería total.

Pese a que ninguno llega a acercarse a Dylan, bien porque prefieren seguir con la partida o porque realmente ya conocen lo suficiente al chico como para saber que a veces tiene ese tipo de comportamientos raros, sí que se dan cuenta de que sigue mirando fuera sin decir nada más. Bueno, excepto Spikey, que está demasiado emocionada con su partida y alentada por la idea de poder atacar a sus víctimas con los tres brazos del Xorn. Claro que ni ella puede pasar por alto lo que ocurre después: Dylan, casi como hipnotizado y en silencio, lleva la mano al pomo de la puerta y la abre para salir.

Es con ese movimiento de vuestro amigo que os dais cuenta de que realmente hay algo extraño en aquella noche: el cielo tiene un extraño color violeta y ¿qué es ese olor? Una mezcla entre humedad, lluvia y tierra que podéis reconocer perfectamente, pero no está lloviendo ni tiene pinta de que vaya a llover. ¿Es algo realmente a lo que dar importancia?

Dylan, una vez fuera, reacciona, saliendo de su ensimismamiento para gritar:

— ¡¿Quién anda ahí?! — chilla en dirección al bosque que precede justo a esa entrada trasera de la casa de los Myers. 

Parece obsesionado y ni siquiera vuelve a intentar llamar vuestra atención antes de cruzar el patio y, muy decidido, buscar adentrarse en el bosque.

Percibes algo que no sabes bien de dónde sale, es como un malestar, una intuición que hace que se te ponga la piel de gallina. No sabes si es el color del cielo, el comportamiento de tu amigo o ese extraño zumbido que crees escuchar a lo lejos y no sabes qué significa.

No obstante y pese a la incertidumbre, sabes que Dylan va directo a eso que causa tu malestar cuando cruza el patio para adentrarse en el bosque. 

Faltaba Dylan por declarar acción, ¿no? Fue por eso que Jerry giró la cabeza en busca de su amigo para verle abrir la puerta que daba al patio trasero, y así a los bosques de atrás.

— ¡Dy, ven aquí, no seas cob…! —iba a provocarle para que regresara. Entonces vio el cielo, sintió en la piel la sensación de peligro que conocía bien. Simplemente no reaccionó a tiempo, se quedó tonto metiendo y sacando el índice de su oído muy molesto por algo que estaba oyendo; Dylan acaba corriendo hacia el bosque como si hubiera visto pasar al jodido señor de los helados.

Algo no va bien. El señor de los helados es un secuestraniños.

— Mi… ¡Dylan, ni se te ocurra! —exclama, deja caer sus dados y salta de la mesa para ir corriendo tras el niño. ¡Como le pase algo en su casa le harán responsable!

Algo estaba pasando con el rarito de raritos, pero Shawn no le daba importancia y volvió a centrarse en el juego. Los raros actúan raro, aquí y en la ciudad. Así que después de comprobar en la ficha que Oinkman tiene cuatro de fuerza, Shawn comienza a considerar que quizá su prima tenga razón y a puño limpio no sea capaz de vencer a esa cosa. Probablemente ni con un arma. No es que haya entendido el sistema, qué va, es simplemente que la cara de su prima le dice "venga, ven y hazlo que te vas a enterar". Se conoce muy bien esa mirada.

- Hmmm... creo que paso de tirar. ¿Corremos? -preguntó Shawn, que el resto sabría más.

Pero de nuevo. Algo pasaba con el rarito, que se fue corriendo. Ahí fue cuando Shawn miró a ver qué estaba observando el rarito y vio el cielo.

- Qué raras son las tormentas en el pueblo. -comenta Shawn, que al ver a Jeremy salir corriendo, le dan ganas de gritarle "déjale que se bañe bajo la lluvia".

Shawn no tiene ninguna intención de salir detrás de Dylan ya que, a su entender, es otro compartimiento extraño en un chico muy raro. Claro que, si su prima y los demás van, también irá por curiosidad.

- Vaaaale. -Bajó la mirada ante la reprimenda de Spikey. Pero alguien me los ha gafado, continuó en su cabeza.

- ¿En serio? -Miró al nuevo-. Así que eres de esos que dejan vendidos a sus compi… -pero se detuvo para mirar cómo Dylan salía de allí-. ¿Dylan? -Miró entonces el cielo a través de la ventana y cerró los ojos durante un breve instante, mientras inspiraba-. Hay energías raras. -Sentenció, y entonces Dylan echó a correr.

- ¡No hagas eso! -Se llevó las manos a la cabeza. No tanto porque echase a correr para investigar lo que fuera que hubiese visto, si no por la frase en sí. Esa frase invitaba a seres de otros planos a… aparecer en el nuestro-. ¡Espera Jerry! -Gritó cuando este pasó corriendo junto a ella y, aunque resignada, salió corriendo tras de él.

Spikey estaba repasando su guion de la partida mientras esperaba que su siguiente victima jugador anunciara su acción. Ni siquiera fue consciente de que Dylan estaba haciendo “algo” hasta que abrió la puerta. El sonido metálico del cierre del pomo la sacó de su ensimismamiento. Al principio pensó que iba al baño, todos sabían que era de vejiga algo floja. Pero cuando escuchó a Jeremy gritar y salir corriendo detrás de Dylan, saltaron todas las alarmas de la niña.

-Pero qué estáis hacien…- no le dio tiempo a acabar la pregunta cuando la propia Allison también salía corriendo detrás de los otros dos niños. Spikey se quedó mirando un momento a su primo, sin saber qué decir. Luego vio la tormenta por la ventana y se preocupó de verdad. Respiró hondo y se levantó, decidida.

-Vamos Scoobie Doo -le dijo a su primo Shawn –¡Hay un caso que resolver!- y se dirigió a la puerta para salir detrás de sus amigos. Debía frenar su marcha alocada y luego recuperar al loco de Dylan.

El color del cielo, el olor a tierra húmeda... Todo apunta a una de las famosas tormentas de Flamebrook, pero no saben lo equivocados que están los chicos al respecto. No es una tormenta lo que amenaza su apreciado pueblo; es algo peor. Algo inédito, misterioso, raro de cojones o cómo ellos mismos quieran expresarlo. Algo que no va a cobrar sentido ahora, ni quizás nunca. Algo peligroso. Algo que está a punto de manifestar...un uno por ciento de lo que puede llegar a ser.

El grupo, jadeante por semejante carrera, termina parando en seco al toparse con un Dylan que se encuentra igual de ensimismado que cuando miraba hacia afuera desde el sótando de Jerry. La diferencia entre el antes y el después es que ahora el chico se mantiene totalmente rígido y con los ojos en blanco en dirección a un cielo que por momentos se torna completamente negro, tanto que la poca luz que podría otorgarles la luna es inexistente. Eso hace que durante unos largos segundos de incertidumbre se encuentren totalmente a oscuras, apenas pudiendo verse entre ellos.

Lo que acaba por iluminarles es un rayo potente y duradero que en lugar de disolverse al poco como los rayos normales, se retuerce en el cielo creando una especie de remolino que les ilumina, sí, pero que también suelta una especie de ¿zumbido? Es el zumbido que Jerry escuchó en la lejanía, también lo escuchó Dylan aunque ahora mismo no pueda confirmarlo por seguir ido. ¿Cómo puede zumbar un remolino? ¿Un rayo convertido en tornado? ¿Es eso posible? 

Ese horrible zumbido te recuerda a esos insectos que tanto odias: avispas o abejas. Lo mismo da. Para ti las dos son igual de mortíferas. 

Spikey corrió tras sus amigos, cada vez más ansiosa por la tormenta que estaba a punto de caer sobre sus cabezas. En Flamebrook tenían mucha mala leche, ella lo sabía bien. Aunque claro, sufrir una de esas en una caravana no era lo mismo que dentro de una casa de verdad. Las casas de la gente no se zarandeaban tanto ni se oían en sus interiores ese incesante sonido metálico del agua contra la chapa del vehículo. Cuando por fin la carrera llegó a su fin, se acercó a Dylan con paso decidido.

-Pero, ¿qué mosca te ha pic…?- se quedó petrificada al ver que tenía los ojos en blanco. “¿¿Una abducción??”, es lo primero que pasó por su cabeza. Automáticamente, miró hacia el cielo en busca del rayo tractor. Pero lo que vio era una cosa muy distinta: un rayo con vida propia. O eso pensó ella al verlo. Después escuchó el zumbido y empezó a mirar a los lados, muy nerviosa y alterada.

-¿Por donde vienen….? ¡¡¡¡Hay que volver a casa y cerrar puertas y ventanas!!!!- ordenó, gritando al borde de perder los papeles. Solo podía pensar que, si ese zumbido era lo que ella creía que era, ¡¡no quería estar ahí fuera para ser asesinada a picotazos!!