Partida Rol por web

Shitëse miro como ondulaba aquella especie de portal.

-ES UN PORTAL, SI QUE ES UN PORTAL.

Grito emocionada al ver aquel extraño efecto. Se dispuso a acercarse para atravesarlo pero comenzo a temblar.

-Me da... algo de miedo... y si no podemos volver... quizas devamos poner una cuerda o algo...

Comento, como si fuese a entrar a una especie de pozo.

La pequeña semidragon parecía emocionada por la aventura, pero aun así, el miedo siempre era algo que la paralizaba, mas siendo pequeñita...

A Ali siempre le habían gustado los cuentos de aventuras. Todos. Era una chica valiente, y en seguida se involucraba con el héroe de la historia. Le gustaban especialmente los cuentos de su padrastro porque eran cuentos sobre su madre, sobre las aveturas que había vivido para llegar ella, con la propia Ali, hasta donde estaban ahora. Su padre los conocía porque se los había ido sacando a lo largo de los años, pero eran historias que la propia madre de Ali no contaba a su hija. Ella le contaba cuentos sacados de libros, algunos de historia, otros simples historias inventadas.

Ali solía escuchar en silencio, con atención, sin interrumpir, visualizando en su cabeza lo que le iban contando. A veces incluso cerraba los ojos mientras escuchaba y el cuento era solo una voz que dibujaba sus imaginaciones.

Solía hacer eso, lo de cerrar los ojos, cuando le leían por las noches, porque así se quedaba dormida, y cuando dormía con un cuento éste continuaba con su propia vida a través de sus sueños. Y el protagonista o la protagonista se encontraba con una niña, negra como la noche, muy alta para ser tan pequeña, con una fuerza insospechada, y esa niña le ayudaba en sus aventuras.

Y en todos sos cuentos, los de la vida de su madre, los reales de los libros de historia, los imaginados por algún escritor, y los soñados por las noches, todos los héroes se enfrentaban a una decisión vital que marcaría su existencia. Un momento de dar un paso adelante hacia la aventura o un paso atrás que lo dejaba en la comodidad de lo conocido.

Los héroes siempre daban ese paso adelante.

Ali no quiso debatir, ni discutir, ni cuestionar, ni convencer. Simplemente se puso frente al portal y dio un paso adelante.

A la hora de la verdad, Vadha sintió miedo. ¿Y si no podían volver? ¿Y si era peligroso? La emoción de haber resuelto el puzle se ensombreció ante su propia inseguridad, acentuada por las palabras de Shitëse.

Y entonces, Ali dio un paso al frente para atravesar el portal.

Vadha sacudió la cabeza.

—N-no. No puede ser peligroso, ¿verdad? Es el símbolo de la diosa y nuestros padres querían que estuviésemos aquí. T-tiene que ser parte de la prueba, no hay otra opción. N-no es momento de acobardarse.

Pese a sus palabras, al joven raga le temblaban las piernas como si estuviesen hechas de la famosa gelatina de mango de Rudarthur.

Un paso. Dos pasos. Que sea lo que la diosa quiera, pensó. Y atravesó el portal apretando los puños y con los ojos cerrados, inspirado por la valentía de su compañera.

Ali dio el primer paso, y como si fuera la superficie de un lago tranquilo y espeso, su figura se fusionaba con esas ondulaciones y con el segundo paso desaparecio entre esas ondulaciones plateadas y doradas ... done ... no se sabe .. solo se podia saber cruzando el portal ...

Despues Vadha, que tenia algo de temor, que que inspirado por su amiga y todo aquello se armo de valor, y la siguio con pasos menos decididos pero si hacia el interior del portal .... su figura y piel se mezclaba con esa superficie acuosa ... y de nuevo otro de los niños desaparecio ....

Quedaba Inku y Shitese, en el cuarto destrozado con el portal en el medio, en el silencio en que dejaron sus dos amigos tras pasar el portal.

Shitëse aun temblaba de miedo, pero el resto de niños estaban decidiendo ir, y no iba a ser ella quien se quedase atrás y tuviera que explicar todo lo ocurrido a los mayores.

-Eeeehhh, esperad, yo también voy, no quiero quedarme aquí solaaaaa.

Comento acercándose al portal.

De nuevo, al ponerse justo frente a el dudo, miro hacia atrás, el destrozo de aquella habitación, y volvió a mirar el portal.

-No... no voy a ser yo quien se ponga a dar explicaciones.

Y dicho esto, cerro los ojos y se lanzo de un salto al interior, como quien salta a una piscina.

Me quede absorto tratando de atrapar aquel sol con mis propias manos pero ver como aparecía un espiral de energía con una superficie bastante parecida al agua -Es como ver una alberca llena de agua- Me dejo perplejo al ver como aquel pedazo de madera lo cruzaba desapareciendo pero las dudas crecían, ¿Y si al cruzarlo solo íbamos a un lugar peor?, sorbia aire por la nariz intentando no llorar al pensar que esto era un posible castigo, no aporte mayores palabras a la conversación apenas si extendí una mano mientras los demás miembros de nuestro grupo de infante saltaban por aquel portal -No estoy seguro de esto chicos- Mis palabras fueron ignoradas , no porque los otros chicos me ignoraran si no porque mientras discutía conmigo mismo todos los demás habían cruzado, me quede viendo ese portal no quería quedarme solo extendí el brazo apartando la mirada mientras sumergía mis dedos y seguía caminando hacia adelante hasta que mi cuerpo desapareció de aquel lugar.

Los niños uno a uno fueron entrando a ese portal, por miedo, con decisión, por evitar conflicto o por cualquier otra razón, avanzaron a lo desconocido y si bien parecía que el portal los acogía de fria maneras a pesar de la calidad luz que emanaba, cada uno tuvo una experiencia diferente, una experiencia maravillosa y eterea de un suelo, el mas hermoso que podían haber imaginado en toda su vida.

Al atravesar el portal Shitëshe se encontró de nuevo en la tienda de sus padres, las joyas de allí resplandecían más que nunca, las armas parecían refulgir cargadas de magia, al igual que los amuletos, y la fruta de los cajones parecía sacada del jardín de los dioses… ¿Desde cuando en la tienda de sus padres tenían tanta variedad de productos? Lo desconocía, pero nada de allí parecía fuera de lo normal, así que suponía que solo estaba algo despistada, en una esquinita, se encontraba su estante de piedras bonitas y otras manualidades, todas alineadas con paciencia, estas también parecían emitir un brillo característico, como si fueran de la mejor calidad.

Todo ello parecía brillar aun mas gracias al reluciente sol que se colaba por la ventana de la tienda y que se podía ver claramente desde esta.

Como de costumbre se dispuso a sentarse al lado de su estantería, para montar otras manualidades, pero entonces su padre se acerco.

-Pequeña, te importaría ponerte a cargo de la tienda, tu madre y yo tenemos que salir a ver a unos clientes, y creemos que ya eres lo bastante mayor como para ponerte a cargo.

Le dijo con una gran sonrisa paternal.

La joven semidragón no podía creerlo, movió la cabeza con fuerza afirmando contenta.

-Si, si, si, si, yo cuidare la tienda y venderé las cosas.

Su padre se rió y su madre se acerco para acariciarle la cabeza.

-Esta bien, si vendes mucho te daremos un bote entero de galletas rellenas de crema de kikirik.

Añadió su madre antes de que ambos se despidiesen.

Shitëshe cogió un banquito y lo puso al lado del mostrador para subirse, esperando que llegaran los clientes.

Ni bien se marcharon, comenzaron a llegar, casi en tropel, unos querían una espada mágica matadragones, otros unas frutas extrañas capaces de otorgar poderes, y muchos otros amuletos mágicos de distinta índole, y sobretodo, todos querían llevarse alguna de sus manualidades… Sin importar lo que estos pidiesen, Shitese lo podía encontrar, ya fuese en los estantes, o en la trastienda.

Al cabo de unas horas, tenía las arcas repletas y la tienda vacía, y en lugar de un reluciente sol, en la ventana habia una gran luna llena que brillaba iluminaba todo sin necesidad de encender las antorchas, al llegar sus padres de vuelta, no lo podían creer.

-Has vendido todos los productos de la tienda, eres la mas grande vendedora de todas.

Dijo su padre orgulloso mientras la alzaba en volandas.

-Mereces muchos botes de galletas rellenas de crema de kikirik, mi querida hija.

Añadió su madre mientras sacaba de su bolsa un montón de botes de galletas, muchos mas de los que de normal cabrían en una bolsa, pero se había portado muy bien, era normal que la premiaran tanto.

-A partir de ahora te encargaras de la tienda siempre, así seguro que nos volvemos los más famosos mercaderes del mundo.

Comento su padre mientras la dejaba en el suelo.

Shitëse contenta comenzó a comer galletas sin parar, haciendo desaparecer los botes uno a uno, pero su madre le traía otro en cuanto se acababa uno de ellos, podía comer todo lo que quisiera, nadie le reñía por coger más de una galleta…

Cuando se hartó de comer se echó en su cama para reposar todas aquellas galletas, cayendo rendida y durmiéndose tras todas aquellas emociones.

Su madre le había hablado de su tierra natal, ella no la recordaba. Era solo un bebé de pocas semanas cuando tuvieron que huir de la guerra.

Pero cuando le entraba la nostalgia, le contaba a Ali cosas de la sabana, lo intenso del sol, los animales que la poblaban, lo dulce de las frutas de los árboles, y la sensación intensamente placentera de la brisa cálida en los atardeceres.

Por eso, cuando Ali traspasó el portal supo exactamente donde estaba. Estaba en la sabana, en las tierras que un día fueron el hogar de su madre y su padre. Hasta podía decir donde exactamente, estaba en la aldea de su familia, podía reconocer e gran baobab que daba sombra en el centro de la plaza, y las cabañas de barro y paja que lo rodeaban. Incluso sabía cual era su casa, la que estaba justo en la línea entre el anciano árbol y la lejana cumbre del Pico Blanco, donde la nieve se veía todo el año dándole ese nombre y que marcaba la frontera entre la sabana,  a este lado, y la junga, al otro lado de las montañas.

Se dirigió a su casa sin dudarlo y reconoció a la abuela, que le ordenó lavarse las manos si es que quería comer. Ali obedeció, regándolas con el agua del cubo y restregándolas luego con roca porosa volcánica. Después usó el jabón y las aclaró de nuevo con agua. Era una costumbre de su casa hacerlo en ese orden, la abuela decía que se ahorraba tanto agua como jabón.

Podía distinguir el olor de las tortitas de songo que irían rellenas de una crema de safou y garbanzos. Le encantaba la textura grasa de la fruta, y la contundencia de los garbanzos junto a especias aromáticas y donde distinguía el toque picante de jemjibre y el fuerte y característico del Nétélu. En su familia no se cazaba, aunque una vez a la semana tomaban algo de pescado que su padre pescaba en el Gran Río, unas millas al sur, y solían comprar también algo de queso y huevos de vez en cuando, que intercambiaban por herramientas hechas en la herrería.

Cuando terminó de comer, su abuela le sirvió una generosa cantidad de un zumo de varias frutas cuya receta solo conocía ella, y que incluía un tiempo de fermentación y una generosa cantidad de alguna fruta ácida que le daba un toque refrescante (tamarindos verdes, le había susurrado una vez a Ali, y esta había sentido que era heredera de un gran saber ancestral). No existía ninguna cocinera vegetariana como la abuela, su madre siempre lo había repetido. Después de comer, su padre, el verdadero, la tomó de la mano y la llevó a la charca. Era un largo paseo, bajo un sol radiante, pero merecía la pena. Cuando el sol comenzaba a bajar los animales iban a la charca a beber. Pudo reconocer girafas y ñus, y le hizo especial ilusión ver unas cebras que eran como caballos pintados a rayas blancas y negras. Y a lo lejos pudo ver un rinoceronte y una familia de elefantes. Su padre le dijo que grabase aquello en su memoria, pues este año las migraciones coincidían muy bien, y quizás otros años no podría volver a ver animales tan magníficos.

Estuvieron viendo la charca durante mucho tiempo, viendo pasar rebaños enteros que se dirigían al Sur. hasta que el sol estuvo ya bajo en el horizonte. Y en ese momento pudo percibirlo, el viento cambió, del desierto del norte a la sabana y la jungla del sur. Y en vez de cálido y seco se convirtió en cálido y húmedo, y cargado de aromas. Era el viento que su madre tanto añoraba y que Ali paladeó cerrando los ojos, dejando que el sol de la sabana, el más hermoso del mundo, colorease sus párpados con sus tonos anaranjados. Su padre sacó algo de pan de songo y unas okras, para cargar fuerzas para la caminata de vuelta.

Cuano llegaron ya era casi de noche. En la plaza habían encendido un fuego y comenzaba la música. A Ali le encantaba ver a su tribu bailar, aunque ella misma no era muy hábil todavía. En otro momento lo habría disfrutado enormemente porque los ritmos y la oscuridad creaban un clima muy especial, pero se sentía agotada tras la larga caminata, y simplemente se tumbó sobre una manta a ver como bailaban los mozos casaderos. Sin darse cuenta, sus ojos se fueron cerrando, mientras recordaba todos y cada uno de los animales que había visto, y todos y cada uno de los sabores de las frutas que su familia cultivaba con mimo, y todos y cada uno de los aromas de la brisa.

Ni siquiera se dio cuenta que parte de la felicidad de aquella noche era que alli, durante todo ese día, había estado rodeada de gentes de piel tan negra como la suya, que allí ella era una más y no la diferente. Una piel tan negra que permitía una especial comunión con el dios Sol porque solo ellos, de entre todos los habitantes del mundo, podían caminar bajo todo su explendor sin quemarse. Solo ellos, de entre todos, merecían el nombre que se daban a sí mismos: los hijos del sol radiante.

Vadha atravesó el portal bajo la atenta mirada de sus padre. Le parecía que habían estado ahí desde siempre, observándole como cuando daba sus primeros pasos.

—¡Mirad! —exclamó—. ¡Ya estoy más cerca de ser un soldado como vosotros!

En su mano se materializó su espada de madera, aunque esta vez parecía menos tosca y refulgía como si en realidad estuviese forjada en metal pulido. Cuando alzó la vista, dejó que su piel absorbiese los rayos dorados de un enorme sol que iluminaba la estancia: un enorme jardín plateado en el que pacían extraños animales que jamás había visto en la isla.

Las criaturas eran pacíficas, por lo que Vadha decidió envainar su espada. ¿Había estado ahí siempre esa vaina? Debía ser así, pues llevaba puesto un uniforme similar al de sus padres, pero de su talla. La luna y el sol brillaban en lo alto del jardín, arrancando destellos dorados y plateados que danzaban entre las insólita vegetación. Flores monocromas que parecían hechas de cristal, troncos nudosos cuyas raíces dibujaban intrincados arabescos, hierba mullida y suave…

Su padre le puso la mano en el hombro mientras señalaba una diana lejana, pero tras parpadear dos veces se dio cuenta de que acababa de pasar bajo las ramas de un sauce llorón. De nuevo, el reflejo de la luna le recordó por un instante la sonrisa de su madre.

Se sentía en paz. La respiración pesada de los animales del jardín, el suave aroma de las flores de cristal y la cálida sonrisa de sus padres empezaban a provocarle sopor. Los párpados le pesaban. Las extremidades parecían flotar sobre un lecho de suave musgo plateado.

Cerró los ojos, dejándose arrullar por los recuerdos que le evocaba el jardín.

Después de atravesar aquel portal Irezumi estuvo cayendo en la oscuridad, quizás por minutos o simplemente unos segundos, mirando en dirección a sus pies vio un pequeño destello de luz que cada segundo parecía crecer mucho mas, cuando la luz lo golpeo pudo ver desde el cielo su hogar, la casa donde había vivido con su hermano desde hace tantos años junto al bosque todo bajo un inmenso sol que parecía cubrirlo todo, el mundo parecía un lienzo en blanco, mientras aquel joven seguía cayendo todo a su alrededor parecía recuperar su color aunque estos no eran los colores correspondientes a la realidad, el césped era azul, las hojas de los arboles eran rojas mientras que la madera de estos parecían ser de cristal, mientras mas cerca estaba aquel joven del suelo todo a su alrededor parecía cambiar de colores, incluso el cuerpo del joven parecía estar bañado en muchos colores diferentes, las marcas de su cuerpo que se asemejaban a tatuajes habían desaparecido por completo el chico veía su piel del mismo color que la de su hermano, una vista que jamás había visto, cuando el chico finalmente cayo sobre el suelo, aquel césped ahora teneño de azul no parecía ser solido mientras el chico se hundía en el césped pudo ver frente a el imágenes de su familia en aquella cabaña, podía observar como sujetaba la mano de su padre y de su hermano pero en aquella imagen su piel era idéntica a la de ellos, estaban los tres juntos en aquella cabaña lucían iguales pero no había rastro de su madre por ningún lado.

Cuando aquel chico termino de hundirse en el césped azulado los colores a su alrededor empezaron a oscurecerse estaba de nuevo bajo la oscuridad total, hundiéndose con su cuerpo volviéndose totalmente negro, mientras finalmente sintió sus pies sobre la tierra, era como pisar la superficie de un estanque, como si fuera agua cada paso que el joven Irezumi daba hacia que brillantes ondas aparecieran, aquel estanque empezó a iluminarse en un color azul fluorescente, mientras el chico caminaba toda la oscuridad a su alrededor empezaba a brillar, como si el mundo fuera una mezcla de negro y azul fluorescente podía verse un camino, varios arboles, era como estar en lo mas profundo de un bosque caminando sobre el agua, mientras el chico incrementaba la velocidad con la que caminaba empezando a correr todo se iluminaba de un radiante azul, incluso su piel su cuerpo que ahora era negro brillaba aquellas marcas en su piel brillaban de un fuerte azul todo bajo la luna, mientras corría Irezumi fue atrapado por una mujer que brillaba igual que el, era su madre quien no se encontraba sola estaba junto a su hermano mayor el cual también estaba brillando, todo empezó a oscurecerse de nuevo el chico pudo sentir como sus ojos se cerraban abriéndose lentamente después de unos segundos.

Cuando el chico miro de nuevo podía ver con uno de sus ojos el mundo teñido de muchos colores bajo la luz de sol ,mientras que el otro ojo veia todo oscuro brillando en un azul bajo la luz de la luna, podía ver a su familia reunida su padre de colores su madre brillando en un azul fluorescente, ambos adultos lo abrazaban, también estaba su hermano quien parecía una amalgama de colores con brillos de azul fluorescente, el chico cerro los ojos sintiendo su cabeza dar vueltas frotando sus ojos con sus puños finalmente despertando de aquella fantasía.

Poco a poco comenzais a despertaros. Los cuatro estais tirados sobre un suelo de fria piedra, y todos despertais con una sonrisa, tras un agradable sueño.

La sala en la que estais es cuadrada con una iluminacion muy tenue de luz magica que flota en lo alto moviendose suavemente en circulo, 4 paredes de piedra, sillares grandes con argamasa , similar a las paredes que presenta el templo y aunque parece que no hay salida, no estais inquietos, la sala por alguna razón es confortable y agradable.

Ali no podía entender como había sido posible aquel sueño, porque sabía que de algún modo lo que había visto era real y no fruto de su imaginación. No tenía tanta como para imaginarse todo aquello con aquel grado de detalle. Pero no le dio más vueltas, había recibido una visión de algo que solo podía ser ajeno a ella, una conexión especial con su historia, con su patria natal, con la cultura de la cual era heredera. Habían condensado en el sueño de un día todo lo que había sido y sería. Y además ahora su propia existencia cobraba nuevo sentido.

Por primera vez en su vida no quiso ser difente, no quiso ser blanca como todos los demás en el pueblo (salvo, obviamente, su propia madre). Porque ahora se comprendía parte de algo: ella era Ali, hija del sol radiante. Y ese título la llenó de orgullo. Nunca más querría ser algo que no era, ni renegaría de su herencia genética, geográfica y cultura.

Sus pensamientos conscientes eran mucho más simples, por supuesto, pero bajo aquello, a un nivel muy profundo, había nacido ese orgullo. Era una Hija del Sol Radiante. Y quizás por ello la diosa a había bendecido con esa visión. Si había sido una prueba, la habían pasado, y habían sido recompensados por ello.

Por eso cuando despertó en aquella habitación sin puertas, no le importó demasiado. Si era una nueva prueba, la afrontarían.

- Aunque me llaman Ali, mi nombre es Alik'sha, y soy una Hija del Sol Radiante -informó a los demás.

Vadha necesitó palpar el frío suelo de piedra para asegurarse de que no seguía soñando. Le embargaba una reconfortante sensación de paz, como si se hubiese pasado toda la tarde jugando con su espada de madera o estuviese acariciando a su mascota Fris.

Pese a que el suelo ahora era mucho más rígido, se preguntó si lo que acababa de vivir era un sueño o una visión que les había regalado la diosa. Normalmente no soñaba con cosas tan bonitas.

Cuando Ali se presentó con su nombre completo y su procedencia, sintió un renovado respeto por ella. Había algo en su rostro que ya le había transmitido cierto sosiego y ahora creía entender el porqué.

—Es un honor —respondió, recordando de pronto las lecciones de etiqueta que había intentado inculcar su abuela—. Mi nombre completo es Vadha Varma, hijo de Yodha y Mana Varma, guardias de la Espuma. Mi sueño es ser como ellos algún día y proteger a todos los habitantes de Rudarthur.

Después de reaccionar a aquel colorido sueño limpie la saliva que había caído por mi boca soltando un bostezo rascando mi cabeza mientras batallaba por terminar de abrir mis ojos, una ves termine de despertarme mire a los presentes -¿No, nos habíamos presentado ya?, Soy Irezumi Inku, hermano del carpintero de la isla, mi padre se fue de viaje junto a mi madre quien esta enferma, soy un hibrido mi padre es humano mi madre era cazadora, de una raza llamada elfos nocturnos- Me quede pensando en aquel sueño que había tenido -Tuve alucinaciones muy raras, primero vi todo el mundo cubierto de pintura, luego yo estaba brillando en la oscuridad, era azul me parecía muy bonito como brillaba, estaba en un bosque que también brillaba mucho- Sonreí levantándome del suelo para mirar las paredes del sitio donde estábamos.

Poco a poco se van acostumbrado vuestros ojos, y cada vez es mas claro que parece que estais en un cuarto sin ninguna puerta o salida, como si fuera un cuarto ciego o una camara dentro de una pared.

Revisais los detalles,podeis ver dibujos similares a los que visteis en la saladonde empezo toda esalocura, pero .. podeis ver como en uno de los lados esta el cuerpo de Shitëse Gurës, esta inmovil, no se ha levantado al mismo tiempo que ustedes.

La pequeña Kobold comenzó a desperezarse, y tras dar un gran bostezo y cerrar y abrir la boca un par de veces miro a su alrededor.

-Huy...ya no hay mas galletas... jooo

Dijo con tono triste mientras aun tenia los ojos entrecerrados.

Volvio a mirar al resto de niños, entre somnolienta y confundida.

-¿Que haceis aqui?¿Estaba en la tienda?¿Esto es la tienda? A cambiado mucho, tantas cosas no habia vendido.

Comento frotándose los ojos.

-Esperad, ¿he vendido hasta las puertas? ¿nos hemos quedados encerrados por mi culpa?¿Que vamos a hacer?

Empezó a hablar cada vez mas rápido, como era habitual en ella, asustándose bastante por encontrarse encerrada en un cuarto sin puertas ni ventanas.

-Lo... lo siento... yo solo quería que mis padres estuviesen orgullosos de mi como mercader, vengo de una familia de mercaderes, y en el país de mis padres, ser un buen vendedor es igual que ser importante, como esos hombres que van bien vestidos por ahí y pueden dar ordenes a los demás.

—No te preocupes, Shitëse —trató de tranquilizarla Vadha—. Seguimos dentro del templo, en la siguiente parte de la prueba.

Miró a su alrededor, todavía con una extraña aunque reconfortante sensación de paz.

—Al menos, eso creo. Pero seguro que encontraremos la forma de salir de aquí. Pudimos resolver el acertijo de la primera habitación, seguro que no hay enigma que se nos resista.

El joven Vadha, que normalmente se habría asustado al verse en una situación así, empezaba a sentir una renovada confianza. No sabía si influía el hecho de estar bajo el amparo de la Diosa, o si se trataba de la compañía de sus nuevos compañeros de aventura.

Ali estaba desconcertada con esta prueba. Como salir de una caja enorme sin puertas ni ventanas. De no haber pasado por la primera de las pruebas no habría tenido valor para afrontar esta.

Haciendo de tripas corazón intentó ser lógica...la luz, y el aire, debían entrar por algún lado ¿no?