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Fort Doom: Dead Lands

Capítulo 9: Rey de Corazones

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01/07/2014, 19:36
Stephen Boyle

- Podremos prepararles una buena bienvenida al estilo ingles padre , no se apure.

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02/07/2014, 04:55
Director

El silencio del coronel fue toda la respuesta que Gabriel necesitó. Fuera lo que fuera aquello, era más tenebroso y mucho más peligroso que un batallón confederado. El padre se preguntaba si el fuerte y su regimiento de caballería sería suficiente para detener a aquellas abominaciones. Quizá con un poco de fe...

La confianza de Boyle, en todo caso, alivió el pesimismo. La noche estaba cerca ya cuando la columna de caballería al fin llegó al fuerte. Con el coronel, el cura y el inglés a la cabeza cabalgaban otra docena de hombres. Las puertas de madera se abrieron a su paso y la sensación de seguridad fue inmediata aunque quizá engañosa.

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02/07/2014, 04:59
Coronel O'Lowell

Caballeros... se dirigió a los dos civiles.

Por favor entren en sus tiendas y no salgan hasta que les mande buscar. Tenemos unos asuntos que discutir.

El oficial parecía ausente y de mal humor. La cantidad de buenos hombres que habían perdido la vida en esa batalla sin sentido contra alimañas era razón más que suficiente, por supuesto. Quizá una cena caliente y algo de licor le hiciera olvidar lo peor.

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02/07/2014, 18:31
Gabriel Sánchez

- Entrando dentro de la tienda de campaña, esperando lo siguiente que iba a suceder - Está bien - Con un tono tranquilo

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02/07/2014, 22:38
Stephen Boyle

Boyle obedeció las ordenes. Ahora que la adrenalina lo estaba abandonando seo sentia realmente cansdo depues de tan desacostumbrado ejercicio.

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08/07/2014, 22:03
Coronel O'Lowell

Un buen rato después de haberles dejado en sus tiendas, el coronel apareció en la del padre Gabriel. Se había limpiado y cambiado de ropas, cosa que le había sentado bien, pero además parecía de mejor humor.

—Padre, necesito un... ejem... un favor. Pero tendrá que ser discreto.

Claramente no sabía cómo poner en palabras lo que tenía que pedir, pero parecía resuelto a pedirlo y, además, a mantenerlo en secreto.

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09/07/2014, 10:01
Gabriel Sánchez

- Si, coronel, si está dentro de mis posibilidades, ¿en qué puedo asistirle?

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09/07/2014, 23:43
Coronel O'Lowell

—Jum, es delicado. Se trata de un funeral. No, más bien un entierro.

El oficial tenía problemas poniendo en palabras la petición.

—No se le puede dar funeral cristiano porque es... bueno, no es un cristiano. Pero no queremos que, ejem, salga de su tumba.

Aquello empezaba a tomar forma, pero solo ligeramente.

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09/07/2014, 23:51
Gabriel Sánchez

- Coronel, todas las criaturas son creación de Dios, y en muchas culturas se le denomina de distintas maneras, pero Dios solo es uno, y como tal todo lo creado por su mano, regresará a su Reino un día u otro - Haciendo una pausa - ¿Qué le preocupa Coronel? Si es lo que pienso, creo que podría ayudar a dicho fallecido a encontrar la paz y el sosiego de su espíritu. ¿Qué me puede contar sobre él?

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10/07/2014, 17:00
Coronel O'Lowell

—Um— dijo el coronel preocupado —no creo que se imagine... es un asunto de lo más peliagudo.

Se encogió de hombros finalmente dispuesto a hablar claro.

—Hemos matado un hombre lobo. Tiene el cuerpo de una persona normal, pero se transformaba en una bestia enorme muy peligrosa. El caso es que quería asegurarme de que no volverá a la vida ni... se levantará de la tumba como los tres señores que ha conocido recientemente.

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11/07/2014, 10:29
Gabriel Sánchez

Notas de juego

¿Tiro Ocultismo para saber algo de hombres-lobo? ¿En mi caso es 1d10?

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16/07/2014, 15:55
Coronel O'Lowell

—Acompáñeme— dijo el coronel dando todas las dudas por despejadas.

Dicho lo cual salió de la tienda hacia el exterior del fuerte.

Notas de juego

sí, tira

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16/07/2014, 15:56
Director

Stephen Boyle tuvo que esperar un rato pero finalmente vino un soldado a buscarle. Tenía instrucciones de llevarle ante el coronel, decía, que tenía información muy importante que darle.

Sonaba interesante y de todas formas estaba cerca la hora de la cena, así que no vendría mal salir ya de esa tienda diminuta.

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16/07/2014, 18:26
Gabriel Sánchez
- Tiradas (1)
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16/07/2014, 22:06
Stephen Boyle

Boyle salio con gesto cauteloso de la tienda. A Pesar de que no habian atacado aun el fuerte , estaba claro que se trataría de cuestión de tiempo que el ataque se produjera. Con paso ligero se acerco a los despachos del coronel a ver que era lo que quería comunicarle.

Notas de juego

pd , las proximas dos semanas entrare mas bien poquito a unbria ... Holidayssssssss XDDD

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19/07/2014, 15:20
Director

Tras ese día tan extraño, al fin llegó la noche. Cuando los invitados entraron en la carpa que acomodaría la gran cena, casi todos los asientos estaban ocupados ya. Tres largas mesas se habían puesto juntas formando una gran U. Había sillas en todo su contorno excepto en el lado interior del tramo más corto; esa mesa, la central, parecía reservada para los peces gordos. El coronel O'Lowell y el capitán Rogers ocupaban los asientos de honor. Quién lo diría, las sillas cercanas a ellos estaban reservadas a nombre de Stephen Boyle y el padre Gabriel.

Todos parecían de buen humor y los oficiales dejaron que los ánimos se relajaran antes de interrumpir con el inevitable discurso o brindis. Poco más tarde llegaron Hank, Bill y Danny, que sin sorpresas fueron informados de que sus asientos estaban en el extremo más alejado de una mesa lateral. Tenían suerte de que no les pusieran un comedero fuera, con lo poco agradable que era cenar en compañía de tres cadáveres podridos. Estaban bastante lejos y el ruido en la carpa hacía imposible comunicarse con ellos a esa distancia. Varias docenas de soldados con acceso a alcohol creaban un murmullo continuo y casi ensordecedor. La comida debía de estar a punto de ser servida. El momento estaría cerca, tal como eran estas cosas, en el que el coronel o el capitán se pondrían en pie para dar un discurso y poder seguir comiendo y bebiendo en paz.

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19/07/2014, 15:27
Director

Notas de juego

Chicos, con las vacaciones de accalon y los dos grupos separados, pensé que lo mejor va a ser que junte a los cinco en el tiempo y ya narraremos, resumidamente, lo que pasó en el encuentro breve de cada uno con el coronel (que tampoco iba a ser mucho, pero me hubiera gustado rolearlo).

Tengo que agradecerles la constancia, sobre todo sabiendo que el ritmo de la partida (básicamente, el mío), no ha sido muy de fiar. La partida ya está cerca de un desenlace y estoy deseando juntarles a los cinco ya y ahorrarnos todos esperas por los otros.

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12/08/2014, 01:48
Capitán Rogers

El imprevisto regreso del O’Lowell junto a unos pocos hombres y la noticia de unos monstruos arácnidos que arrasaron el puesto avanzado, fue una señal inequívoca para Rogers. El capitán se informó de los detalles: centenares de aquellas aberraciones se dirigían hacia Fort Doom y muy pronto deberían hacerles frente. Una batalla desigual para un puñado de hombres, pero eso no los arredraría. Por el contrario, lucharían como siempre, como bravos. No, corrigió, como nunca antes. La decisión estaba tomada. Meditó sobre los pasos que daría a continuación e instruyó a sus hombres al respecto. Había aún algunos cabos sueltos, pero los resolvería en el acto: dos mensajeros salieron al galope con rumbo desconocido. Entretanto, en el interior del fuerte, mientras que el capitán organizaba los preparativos para la batalla que se avecinaba, el coronel disponía un banquete para elevar el ánimo de los hombres. Rogers no hizo ningún comentario al respecto, simplemente se limitó a asentir con una sutil y humeante sonrisa. La última cena, ironizó tras una larga calada.

Y llegó la noche.

Los hombres estaban cansados, pero alegres, y se acomodaron rápidamente en torno a las mesas dispuestas para el banquete. Un ánimo festivo circulaba por las mesas, como si no hubiera una dura batalla que enfrentar al otro día. O como si no hubiera mañana quizá. Rogers sonrió y recorrió las mesas contemplando los rostros de aquellos soldados con sus pequeños y penetrantes ojos de acerada mirada. Era implacable, pero justo y generoso con sus hombres. Estaba orgulloso de ellos, y no lo disimulaba. Habían dado todo de sí, sacrificado familias, sueños, sudor, lágrimas y sangre por su patria. Vida y alma habían ofrendado por ella, y era hora de que esta nación les reconociera aquel sacrificio. Ninguno de ellos volvería a sus hogares, ninguno de ellos soñaría un proyecto que no fuera el de todos, ninguno dejaría de ser un soldado de la Unión hasta el final de sus días. ¿Cuántos podían jactarse de semejante sacrificio? Tantos años batallando en las Tierras Muertas, la “Frontera Maldita” que les arrancaba los últimos retales de humanidad que les quedaba, y aun así jamás se quejaron. Aceptaron su suerte con la misma aridez y fatalidad que el desierto aceptaba la suya; y cuando Rogers los reunió y les habló del arduo pero glorioso porvenir que les deparaba, con la misma determinación y coraje, aceptaron también su destino de leyenda.

Hoy era ese día.

Con aire ausente, intercambió algunas palabras con el sacerdote y aquel inglés de lenguaje enrevesado y maneras casi femeninas. Pero apenas siguió el hilo de la plática entre el coronel y Boyle, quien parecía haber fascinado a O´Lowell con su cháchara indescifrable. Sus ojos estaban puestos en los hombres que los circundaban, simples soldados, hombres rústicos, la mayoría iletrados, pero leales, que departían entre sí y devoraban con placer aquel inesperado banquete. De pronto, uno de los muertos (cuya sesera seguramente había sucumbido bajo la voracidad de los gusanos) se trepó a una de las mesas y montó un grotesco espectáculo que logró acallar las voces y cosechó las lacerantes miradas de todos los presentes. Impávido, Rogers carraspeó y con un silencioso gesto apaciguó los ánimos. Luego se incorporó y se dirigió a sus hombres, sin preámbulo alguno.

—Estamos empeñados en sostener una nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales. Fuimos entrenados para defender estos ideales y combatir contra un enemigo conocido, hombre contra hombre y ejército contra ejército. Pero la realidad nos golpeó duramente cuando descubrimos lo que ningún manual nos enseñaba, que debíamos enfrentarnos a las maldiciones y los engendros que la tierra nos vomita a cada paso. Sufrimos muchas bajas entonces, y aun las sufriremos, pero nada nos apartará de nuestro camino. Hemos aprendido una cruel lección y hemos aprendido también a sobrellevar este duro trance a base de intuición, de prueba y error. Nos equivocamos muchas veces, yo el primero,— admitió con gesto severo —y perdimos algunos hombres, valiosos hombres, pérdidas lamentables que no volverán a ocurrir. Porque este camino lo iniciamos juntos, y  juntos lo terminaremos.

Hizo una pausa y su mirada se volcó sobre las mesas, escrutando cada rostro, cada expresión, cada mirada. Muchos hombres asintieron con gestos adustos y en silencio, otros simplemente sonrieron y alguno soltó una exclamación aprobatoria. Rogers avanzó unos pasos paseándose entre las mesas y prosiguió:

—No es el momento de los que dudan, de los apocados, de los tímidos, de los que no se atreven a dar todo de sí. No podemos permitir que la duda medre en nuestra determinación, debemos arrancar de raíz los brotes de la vacilación, de la sospecha y del temor—. Al decir estas palabras, el capitán se giró levemente hacia la mesa principal y sus ojos se clavaron en el coronel O’Lowell; luego añadió: —Es el momento de los corazones temerarios y de los espíritus indomables—. Entonces su mano hizo un giro señalando a los soldados. —Es la hora de los que han entregado hasta el alma por el futuro de esta nación. Pero para que esto sea así, habrá que hacer grandes sacrificios— y una sonrisa feral se dibujó en la fina línea de sus labios.

Lentamente, avanzó internándose entre los soldados y devolviendo la mirada que sus hombres le estrechaban. Una profunda camaradería los unía, algo más allá de su condición de soldados, o de hombres incluso. Algo profundo y primitivo, una fuerza inasible a las palabras.

—Mañana será el día en que este país conocerá el valor y el sacrificio de la Compañía F, 4º Regimiento Caballería de Nevada y se hablará de ello por mucho, mucho tiempo. Mañana los periódicos narrarán lo acaecido en Fort Doom y se recordará por siempre en los libros de historia lo que aquí se inició. Pero no estaremos solos, no. Mañana entregaremos nuestra sangre, pero esto que inicia aquí continuará en Fort 51 y en Fort Worth y se conocerá por el mundo entero—. Y recalcó: —Estáis destinados a forjar una leyenda y a moldearla para gloria de esta nación. Yo os pregunto: ¿estáis preparados para forjar esa leyenda?

Enardecidos gritos y vítores brotaron de las bocas de aquellos hombres. El capitán sonrió y su acerada mirada adquirió un brillo pertinaz.

—Lo que resolvamos aquí y ahora será lamentable aunque necesario, sacrificios indispensables; pero lo que resolvamos mañana será el principio de una gloriosa epopeya. Será que estos sacrificios no habrán sido en vano. Será que las abominaciones que nos asedian regresarán al mismo infierno del que han salido. Y será que combatiremos, fuego contra fuego, para que esta nación tenga un nuevo nacimiento en libertad. Ahora os vuelvo a preguntar: ¿estáis preparados para este sacrificio? ¿Estáis preparados para convertiros en leyenda?

El estruendo fue atronador, bestial, inhumano…

—Es la hora— susurró Rogers. 

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12/08/2014, 01:51
Director

Fue imposible no notar cómo el estruendo de vítores y jarras contra la mesa se transformó poco a poco en otra cosa. Las voces fueron rugidos y las mesas se astillaron bajos cambiantes manos que empezaban a recordar a garras.

La sangre de Boyle y Gabriel se heló cuando lo que había sido un regimiento de soldados aulló a la luna y a la muerte. Algo más de un centenar de hombres lobos abarrotaban la carpa y el doble de ojos, amarillos y salvajes, miraban a los forasteros como un cuervo miraría los ojos de un cadáver. El capitán, mientras tanto, asentía con expresión de ceremonia y gravedad. Con esos ojos inhumanos y los colmillos, bien mirados, algo salientes en su boca, el tipo ni siquiera necesitaba convertirse en lobo para resultar aterrador.

El coronel y el puñado de hombres que habían vuelto con él del frente a duras penas reaccionaron. El dudoso honor de ser los únicos verdaderos seres humanos en millas a la redonda les ponía en una situación de casi absurda desventaja. En otras condiciones, hubiera sido gracioso.

El coronel O'Lowell y sus hombres murieron misericordiosamente rápido. No llegaron a sentir odio, ni siquiera miedo al ser descuartizados vivos. Murieron con una estúpida expresión de sorpresa en sus rostros. Boyle queda congelado por el terror y Gabriel necesita de toda su fe para no desesperar y enloquecer. Hay docenas de monstruos entre los dos hombres y la salida. Estaban sentados cerca del borde de la carpa, hecha de lona, pero aunque pudieran salir por ella estaba el asunto de no ser desmembrados primero...

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Gabriel puede actuar (lo hace primero). Boyle solo rolear.
 

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12/08/2014, 16:44
Gabriel Sánchez

Notas de juego

¿Se pueden pedir aumentos de alguna manera para incrementar la duración de un milagro, o hay que hacerlo cada asalto consecutivo? ¿Haciéndolo de esta última manera sale mejor a cuenta?