Partida Rol por web

—¡Ojo!— graznó el cuervo. Cada palabra suya era una exclamación. No sabía de otras entonaciones, o consideraba todo lo que decía importante.

—¡Ojo!— repitió. Quizá una advertencia, o tal vez solo estuviera hablando de su manjar favorito. Ciertamente en un Fort Doom repleto de cadáveres no le iba a faltar qué comer. La fortaleza de caballería era un verdadero festín de cuervos.

Stephen Boyle y el padre Gabriel se habían despertado con una buena jaqueca. Estaba amaneciendo, y haber despertado en absoluto ya era bastante sorpresa. Si estaban vivos debía de ser por un milagro.

Cojeando y tratando de pegarse las partes sueltas con saliva, Hank Bully apareció saliendo de la carpa. Sin duda se habían lucido con el cochero, que había sido mutilado, masticado y probablemente escupido por una docena de licántropos distintos. Aun así, en conjunto, no tenía mucho peor aspecto que su habitual. Cuando eras un zombi putrefacto, hacía falta más que unos mordisquitos para que los amigos se preocuparan por tu salud y te preguntaran si habías dormido bien.

El pelirrojo y el bandido chino habían tenido menos suerte. De Bill no quedaba ningún fragmento que mirar respetuosamente y quizá pensar en enterrar... todos los pedazos entraban en la categoría de cosas que procurabas no llevarte pegadas en la suela de la bota. Danny Chang, sencillamente, estaba desaparecido. Abundante sangre suya, se intuía, pero ni rastro de él.

Últimos hombres en pie en un fuerte reconvertido a cementerio, Boyle, Gabriel y Hank se miraron mutuamente por un minuto en silencio, pestañeando repetidamente con confusión, antes de reaccionar.

Por las sandalias del pescador, ¿que diablos es lo que ha acontecido?.-dijo el británico mientras se frotaba las sienes y observaba a todo su alrededor confuso sin recordar que había pasado.

Más roto que descosido el cochero se acercó hasta donde Boyle y el cura dando saltitos sobre una única pierna, más que nada porque traía la otra aguantándola debajo del brazo. – Hola amigos... – Saludó al trote, sin detenerse, y pasó de largo. Debía de ocurrir algo grave porque ni siquiera hizo el amago de pararse un segundo para echar un trago rápido. Por una herida abierta, que iba desde la pestaña izquierda hasta el tobillo derecho, Hank iba derramando a cada pocos saltitos por el camino sus últimos vestigios de órganos internos. Ya no le quedaban demasiados. Quizá por eso saltaba con tanta ligereza... – No os molestéis en traérmelos de vuelta. De vez en cuando hay que lanzarles alguna chuleta ... – Dijo por encima del hombro a sus compañero... se refiriera a lo que se refiriera. – Si buscáis a Bill o a Chang podéis seguir mi rastro de higadillos de vuelta hasta la carpa... Pero sí habéis decidido seguir con vida, en cambio, harías bien acompañándome hasta las caballizas... Me temo que ya no seamos bienvenidos aquí, como huéspedes, tanto como de plato principal...

- ¡Alabado sea Jesucristo! ¡Es un milagro el que aún estemos vivos! - Digo mirando que no esté herido ni ninguno de los presentes - ¿Se encuentran bien?