Partida Rol por web

Examinas el cuerpo interte del león, pero por mucho que mires, no observas signos de lucha. El animal no tiene heridas en ninguna parte, ni tampoco parece haber muerto de una enfermedad. El león parece estar perfectamente, excpetuando el hecho de que está claramente muerto.

Veneno? El pensamiento cruzó fugaz la mente de Hikaru, pero ahora mismo tenía cosas más urgentes que atender que un cadáver en la carretera. Hizo nota mental de avisar en el siguiente pueblo al jefe para que enviase a un par de etas a retirar el cuerpo.

Mientras proseguía su camino, un sentimiento le asaltó de la nada. Un león muerto en la carretera. Empezó a sentirse ligeramente preocupado, sin dejar por ello de avanzar.

Tendría que recordar el punto donde había aparecido, por si tenía que volver. Había algo que le seguía escamando del asunto, pero no conseguía identificar qué era.

 Sin poder dar con una respuesta, continuaste el camino hacia el Castillo. Todavía te quedaba la mitad del viaje, y ya había pasado medio día. Lo sabías, porque el sol ya empezaba a apuntar hacia el oeste, lo cual no hacía otra cosa que recordarte que llevabas horas sin comer. Tenías varias opciones, entre ellas, proseguir el viaje sin detenerte hasta llegar al Castillo Daidoji, con probabilidades de llegar a la noche, parar a comer, o conseguir algo de comida por tus propios medios. Lo que sí que tenías claro era que no pensabas quedarte al lado del león, sin nada que hacer. 

El encuentro con el león muerto había despertado al león que dormía en el estómago de Hikaru, pues este empezó a rugir. Sin demasiados miramientos, Hikaru balanceó su bolsa de viaje sobre sus correas, accedió a la abertura, rebuscó un poco, sacó una galleta de arroz y una botella de arcilla de agua, y sin demasiada pausa siguió avanzando, acompañado por el sonido de crujido de la galleta que comía sin demasiado entusiasmo. Quería llegar al Castillo sin perder mucho tiempo.

A pesar de que intentaste aligerar el ritmo para llegar al Castillo lo más deprisa posible, había caído ya la noche cuando divisaste la silueta de la fortaleza en el horizonte, fácilmente visible gracias a los fuegos encendidos en su interior, iluminando desde las ventanas.

La visión de la mole te dio fuerzas para avanzar, para conseguir una comida consistente, un sueño reparador, y quizá un baño. Sin embargo, cuando llegaste a la puerta, dos centinelas armados con yaris te dieron el alto. Uno de ellos se acercó a ti, y te dijo: ¿quién sois, y qué asuntos os traen al Castillo Daidoji entrada la noche?

Hikaru saludó con una reverencia envarada, los brazos a los costados.- Saludos, Grulla-sama. Mi nombre es Akodo Hikaru, hijo de Akodo Hijimitsu. Viajo hasta aquí bajo órdenes de mi daymio y Señor del León, Akodo Toturi. - Sacó sus papeles de viaje de su obi y los ofreció al guardia con otra reverencia.- Solicito humildemente perdón por mi tardía llegada, me he distraído presentando mis respetos a los ancestros en las capillas que hallé durante mi viaje.

Los hombres respondieron a tu saludo con una reverencia. Uno de ellos dijo: saludos, Akodo Hikaru, hijo de Akodo Hijimitsu.

Ese mismo hombre examinó tus papeles y te los devolvió tras un rato. Supongo que deseáis ver al daimyo. Entrad, y buscad el salón del daimyo. Si está disponible, os recibirá. Si no deberéis esperar a mañana. Tened suerte.

Hikaru respondió con una reverencia.- No quisiera ser descortés ante vuestro Señor y avergonzarle ensuciando su sala con el polvo del camino. Si es posible, quisiera asearme adecuadamente para ser digno de su augusta presencia. Si no me está esperando, le visitaré mañana.

Pasad, samurái. Podréis asearos en nuestro castillo, poneros una muda limpia, y pedidle una audiencia al daimyo. Los dos guardias abren la puerta y te flanquean la entrada.

Al fondo del pasillo, a la derecha, se encuentran los barracones. Preguntad por Kanemitsu Ujio. Él os dirá donde podéis tomar un baño.

Hikaru dedicó otra envarada reverencia a los guardias.- Muchas gracias por su ayuda, samurai-sama. Me pondré en camino. Que los ancestros os acompañen.- se despidió y se puso en marcha en la dirección indicada. Llegó a los barracones, donde buscó quien pudiera indicarle dónde estaba Kanemitsu Ujio. - Kanemitsu Ujio-sama - saludó con una reverencia cuando lo encontró -, mi nombre es Akodo Hikaru. He llegado hoy al castillo y quisiera asearme para estar adecuadamente presentable ante vuestro señor y no causarle vergüenza embarrando su sala de audiencias con el polvo del camino. ¿Tendríais la amabilidad de indicarme dónde hay un baño disponible?

El hombre te clavó una mirada desaprobatoria y te oteó de arriba a abajo. Si, claro, no podéis reuniros con el daimyo de esta guisa- dijo con ademán amanerado. Mientras echaba a andar, tu le acompañaste a través de los pasillos, supusiste que hacia los baños

¿Tenéis una muda limpia y aceptable o tendré que prestros algo?

Hikaru asintió con una leve reverencia, mientras mantenía el ritmo.- Siempre llevo una muda limpia en mi paquete de viaje, por lo que no será necesario. Aún así, os agradezco humildemente la oferta.

Hikaru preparó la muda que traía consigo en su viaje, una túnica sencilla de un marrón terroso, con un pequeño bordado de hilo de oro como sutil marca de sus colores de clan, y el mon de su familia y escuela bordados en los lados izquierdo y derecho, respectivamente. Procedió a bañarse con diligencia pero con esmero. No sería su falta de pulcritud la que traería vergüenza al León.

Mientras estabas en el baño, lavándote con esmero, Kameitsu te interrumpió sin vacilación, entrando al lugar en el que estabas bañandote. El daimyo ha decidido concederos una entrevista a pesar de su escaso tiempo libre. Os estará esperando en el salón principal en una hora.

Antes de salir, se giró y te dijo con una voz más baja. El daimyo es un hombre ocupado. Procurad que sea una reunión breve.

Mientras estabas en el baño, lavándote con esmero, Kameitsu te interrumpió sin vacilación, entrando al lugar en el que estabas bañandote. El daimyo ha decidido concederos una entrevista a pesar de su escaso tiempo libre. Os estará esperando en el salón principal en una hora.

Antes de salir, se giró y te dijo con una voz más baja. El daimyo es un hombre ocupado. Procurad que sea una reunión breve.

Hikaru, momentáneamente sobresaltado ante la grosera interrupción, tardó sólo un momento en asimilar lo que le habían dicho. Con urgencia pero sin descuido, Hikaru se secó y se vistió adecuadamente. No tenía sentido cuidarse de no aparecer sucio para aparecer como un desharrapado. Se aseguró un mínimo de presentabilidad, se ató la coleta con el pelo aún mojado, y se dirigió al encuentro del daymio del castillo.

Kanemitsu estaba esperandote en la puerta, y cuando saliste comenzó a andar sin decir palabra. Decidiste seguirlo, suponiendo que te llevaría ante el daimyo. Y así fue. Tras un rato caminando por los pasillos, con la seguridad del que conoce el camino, Kanemitsu te llevó hasta una puerta cerrada, tras la cual se veía una tenue luz. El hombre os dijo: a partir de aquí estaréis solo. El daimyo está dentro. Supongo que conocéis el protocolo, asi que no hagáis nada que pueda ofenderle. Buena suerte -añadió.

Corriste la puerta con cuidado, y entraste en la sala en silencio. En su interior, el daimyo, vestido con un kimono negro, escribía en un pergamino que tenía ante sí, a la luz de dos pequeños braseros.

El daimyo, de faciones duras, y cabello negro encanecido, ni siquiera levantó la vista cuando entraste.