Partida Rol por web

Finalmente me había decidido a volver a la cabaña, necesitaba respuestas, recordar lo que ocurrió era más confuso aun, pero lo que importaba era el colgante, debajo de un mueble lo encontré, inerte como si hubiese sido un olvidado espectador de lo ocurrido, por más que intente averiguar con médium o espiritistas contándole lo ocurrido, nadie me decía nada en concreto, por lo que acabe por convencerme de que Pablo era el responsable, debía hablar con él, pero ¿Cómo?, la visita a la universidad era una gran oportunidad; pero varias horas espere en la entrada sin que llegara, perdiendo completo interés en la muestra; los días siguientes fueron un torbellino de pesadillas y recuerdos, me volvía a aislar en mi habitación, incluso distanciada de mi propia familia, fue mi padre quien me saco de ese agujero en el que estaba cayendo.

Finalmente decidí estudiar Medicina, convertirme en Medico de Emergencias sería algo que calmaría mi propia alma, mi personalidad cambio por completo, de ser una chica segura de sí misma, con un  carácter fuerte y extrovertido, me volví introvertida, más discreta y silenciosa, una chica solitaria que se dedicaba a estudiar y a estudiar, lo bueno que me había mudado de ciudad para continuar los estudios, por lo que estar alejada de los recuerdos directos era bueno, a Ric lo veía para las fechas especiales o cuando me visitaba; en una navidad le conté lo del colgante, y como aquella noche una discusión que apenas lograba comprender, termino con Susana intentando agredir a Pablo y este en respuesta la empujaba hacia la pared donde se golpea la cabeza, desencadenando todo lo ocurrido, el me contó de su investigación, y que quería pruebas para culpar a Pablo, pero fui incapaz de apoyarle en esa idea, después de todo continuaba amándolo y por más que todo indicaba que era él el culpable, no podía, simplemente no podía hacer nada en contra de él, solo esperaba que el tiempo curara las heridas y apaciguara los recuerdos tan vivos de mi mente.

Decidí iniciar una terapia psicológica, apoyo que me sirvió mucho para aclarar ideas y vivir más tranquila; mi paso por la universidad fue exitoso, me titule con distinción de Medicina y comencé a trabajar en el Hospital de la ciudad, nunca busque a Mario o Pablo tras el funeral y jamás me los encontré en nuestra ciudad para las navidades, mi vida era normal ahora, aunque el recuerdo de mi amiga siempre estaba presente, en el apartamento en el que vivía tenía una foto de ambas enmarcada sobre un mueble, a la que cada dos o tres días ponía rosas amarillas, solía charlar con la foto de Susana contándole mis cosas, finalmente aprendí a superar el dolor de su perdida y a transformarlo en los recuerdos lindos que teníamos, pese a que nunca volví a visitar su tumba, si la tenía presente conmigo. Tampoco busque pareja, puesto que mi amor por Pablo era enorme, lo había amado desde que lo conocí y lo continuaba haciendo, en el fondo tenía la esperanza de volverlo a ver algún día, cuando la tristeza y las culpas desaparecieran. Ahora tenía una vida tranquila y normal, volví a sonreír y a dar el siguiente paso, como se lo dije a Susana en su despedida, ella habría querido eso.

La muerte de Susana me marcó más de lo que podría haberse pensado puesto que tampoco eramos unos amigos íntimos. En realidad ninguno de ellos eran amigos íntimos pero si eran mis únicos amigos. Y todos acabamos cambiando por culpa de lo ocurrido.

Las preguntas sobre lo que ocurrió me obsesionaron durante un tiempo, igual que le ocurrió a mi querida hermana. Hasta que no volví a a casa no descubrí la venda que evitaba ver a ciencia cierta la verdad. Pablo había asesinado a sangre fría a Susana, nadie sabe la razón, posiblemente al ver que nuestra amiga era capaz de ser feliz sin él.

En la tumba de Susana le hice una promesa, que su ausencia en el mundo no quedaría impune ni en el recuerdo.

Me matriculé en psicología haciendo muchos esfuerzos por obtener los mejores resultados. Yo tenía suerte, lo había aprendido con la peor de las experiencias, podía estudiar, podía vivir. Otros no tenían tanta suerte.

Pablo, ese maldito cabrón seguía en la calle, vivo, disfrutando de aquello que había arrebatado injustamente. Ese pensamiento no paró de atormentarme durante años. Tampoco ayudó el hecho de que nadie parecía acordarse de Susana, cuya tumba aparecía siempre vacía, sin más obsequios que aquellos que yo depositaba año tras año. Comprender la nula importancia de nuestras vidas en el universo e, incluso, para nuestros más allegados, me rompió el alma. Ello me llevó a un camino solitario que yo mismo escogí, alejado de la mayoría salvo por limitadas excepciones con las que mantenía un mínimo contacto. Mario, Julia y algunas parejas que duraron demasiado poco.

Conseguí dinero en mi trabajo, algo normal ya que era uno de los mejores, tal y como prometí. Yo no olvido, aún sigues viva en mí. Y a mi me recordarán el resto de sus vidas.

Me levanté un fin de semana en mi casa, un buen piso dado que mi sueldo tenía bastantes cifras, y una idea loca se me ocurrió. Sin pensarlo demasiado moví algunos hilos y logré contactar con los dueños de la casa en la Susana murió. No había visto a Pablo matando a Susana, siquiera estando cerca de ella. No podía ir a la policía con una sospecha. Pero si con una confesión.

Reformé completamente la casa donde Pablo cometió su asesinato, incluso me gasté un dineral para darle un pequeño segundo piso y una terraza. Todo para que quedara irreconocible a los ojos de los supervivientes de fin de semana. Cuando todo estaba preparado coloqué algunas cámaras y micros ocultos en la casa con ayuda de un especialista y contacté con Mario y Susana. Ellos avisarían a Pablo y un chófer contratado los llevaría hasta la casa. Lo haré confesar. Pensé mientras dejaba la vieja Ouija de Susana en el rincón de uno de los dormitorios...

Con el paso del tiempo Ric comenzó a comprender que su caza contra Pablo estaba convirtiéndose en la mayor obsesión de todas. ¿Justicia?¿Venganza? Era algo difícil de concretar ya que la línea que separaba ambos sentimientos era muy fina.

Invertiste mucho dinero y mucho tiempo en prepararlo todo para así conseguir una oportunidad perfecta para dar con él y hacerle confesar (o como mínimo darle su merecido) sin embargo hubo algo con lo que Ric no contó: el resto empezó a alejarse de él.

Julia te evitaba, mantenía las distancias y Mario parece que también había pasado por alto tus últimos mensajes. ¿Casualidad?¿O realmente veían que tus actos estaban movidos por un sentimiento que les asustaba?

No entendías porqué estaba sucediendo todo aquello, para ti el problema era muy claro: Pablo seguía sin recibir lo que merecía, pero estabas solo en aquella empresa y sin tener como localizar a aquel bastardo.

Dejaste tu plan en stand by esperando tu oportunidad, pero pasaban los meses, los años y no llegaba.

Aquella sensación te angustiaba, pero te sentías impotente, tocaba tomar una decisión: o resignarse y dejar que el propio universo ajusticie a Pablo o sumirse en la locura persecutoria ante una persona que podría estar en cualquier parte del país ¡o del mundo!

Sin embargo una mañana sucedió algo, abriste el periódico.

o incluso lo que aparecía en otros diarios menos "serios"

Una mañana normal y corriente aparecieron unos titulares que te dejaron desconcertado.

Habían pasado ya bastantes años desde aquel fatídico fin de semana en el que nuestra amiga Susana había perdido la vida. Tantos, que me dolía pensar que estuviera olvidándome irremediablemente de ella: Su manera de ser, incluso sus rasgos, si no fuera por las fotos que muy de vez en cuando me daba por mirar en alguna carpeta en un disco duro o incluso en los tradicionales álbumes de foto.

Tras el duro trago del funeral, llegó el otoño y seguí adelante con la idea que tenía clara para mi futuro próximo, estudiar comunicación audiovisual. Recuerdo con cariños mis años de universitario: muchas juergas, algún escarceo amoroso por aquí y por allá, ir aprobando las asignaturas de la carrera sin mucha pena ni gloria...

Acabados mis estudios, estuve un par de años en los que malvivía tirando de trabajos para salir del paso: camarero, dependiente de tienda... Incluso me tocó pasar casi medio año de vuelta en el casa de mis padres, buscando trabajo. Pero un buen día, uno de mis mejores amigos de la facultad, que llevaba una temporada trabajando para la televisión local, me pasó la noticia de que iban abrir proceso de selección para contratar a un par de técnicos audiovisuales. Me dijo que no me despistara de acudir a entregar mi curriculum, que el se encargaría de mover algún hilo en el departamento de recursos humanos, donde tenía un contacto que podía "enchufarme" en el proceso. Y así fue como un mes más tarde empecé a trabajar como montador de vídeo en la televisión local. Aquello no era la BBC, pero era trabajar de lo mío, en un ambiente laboral bastante agradable y sin el stress y los agobios de los grandes proyectos de cine o televisión. Años más tarde, en la actualidad, sigo trabajando allí tras haber firmado hace unos meses mi contrato como indefinido. Podemos decir que tengo mi vida bastante encarrilada.

Con los chicos había conseguido mantener el contacto a lo largo de todo este tiempo. Con Pablo me veía un par de veces al año en navidades, verano y alguna otra ocasión. Me hubiera gustado que nos viéramos más a menudo, pero la verdad es que cada uno teníamos nuestra vida y cada vez era más complicado mantener el contacto. Sé que se había ido a vivir a la costa y había rehecho su vida con una chica. Aparentaba haber dejado todo aquello atrás sin problema, pero algo en su mirada me decía que nunca volvería a ser completamente feliz en su vida. Con los hermanos también había mantenido el contacto, viéndonos también de vez en cuando, en algunas ocasiones especiales pero poco más. Julia con el paso de los años parecía tener más pereza para asistir a estos encuentros, como si quisiera distanciarse un poco de todo lo que le recordara a aquella época de nuestras vidas.

Muchas veces pensé en intentar organizar un reencuentro para vernos los cuatro, pero temía que con el paso de los años la situación entre Ric y Pablo se había vuelto completamente irreconciliable, así que acababa desistiendo en mi idea. Sin embargo, un buen día recibí un mensaje anónimo* convocando al grupo para un nuevo reencuentro, después de tantos años, en memoria de Susana. Estaba claro que no hacía falta especificar quiénes eran los convocados al encuentro. La información era escueta: Fecha, hora y lugar de la cita. Quedaba un mes por delante, y un par de días después del encuentro se celebraban las elecciones municipales, por lo que en la tele local llevábamos un par de semanas a tope cubriendo la campaña de los diferentes partidos. Un par de días después de las elecciones, repanchingado en el sofá de mi apartamento, al ir a apoyar los pies sobre la mesita de café me fije en que casi piso el papel donde estaba aquel mensaje anónimo que me había llegado por correo tradicional. Entonces me di cuenta:

¡Mierda, la reunión ya fue hace casi una semana!

Me sentí como un estúpido por haber dejado escapar la oportunidad de reunirme con los chicos, aunque no estaba del todo seguro de que acabáramos acudiendo los cuatro a la cita. O tal vez eran argumentos con los que trataba de autoconvencerme para no sentirme tan mal. Para colmo, unos días mas tarde, me encontré con la noticia en los periódicos de un asesinato múltiple entre un grupo de jóvenes, atribuyendo supuestos poderes sobrenaturales, incluso demoníacos a una especie de brazalete o colgante que portaba el autor de la matanza. Y no pude sino acordarme de aquella noche en la casa rural, y aquella mirada de Pablo, que nunca se me borraría de la memoria.

Sin pensarlo, arranqué aquella página del periódico y fui con ella hasta la cocina para quemarla con un mechero. Como si hacer arder aquella noticia sirviera para hacer desaparecer entre las cenizas aquellos negros recuerdos de un fin de semana que acabó por cambiar nuestras vidas para siempre.

Finalmente llegó el día. Mario había quedado con Julia en un café que conocía, pero donde no había vuelto a ir desde hacía ya años. Era una tarde cualquiera y yo había cubierto el turno intensivo de mañana, así que tenía la tarde libre. Mi mujer trabajaba, así que no tenía que inventarme excusa alguna. O no demasiado. Si surgía en alguna conversación posterior, simplemente habría vuelto a quedar con Mario. No es que me importase excesivamente mencionar a Julia ante mi mujer, pues era un tema olvidado... supuestamente, y tampoco es que nuestra relación fuera a resentirse por algo así, después de lo que había llovido, pero si podía ahorrarme momentos tensos, mejor.

Estaba nervioso. Al principio me costó admitirlo, pero la evidencia se puso de manifiesto en cuanto me duché y comencé a vestirme. No sabía qué ponerme, me probé tres camisas diferentes y dos pantalones. Eso era algo muy inusual en mí, que la verdad sólo solía distinguir dos tipos de ropa: la sucia y la limpia. Ya había dejado atrás hace muchos años las ganas de vestir de forma que mejorara sensiblemente mi aspecto físico y al trabajo iba siempre uniformado.

Finalmente me decidí, tuve una charla emotiva conmigo mismo ante el espejo. Una charla sin palabras pronunciadas, una charla de miradas y pensamientos, como sólo puedes tener contigo mismo.

Y finalmente salí de casa. Monté en mi coche y me dirigí al café. Había acabado por elegir unos pantalones vaqueros ceñidos que me había comprado hacía relativamente poco, un par de meses quizá, y una camisa de cuadros pequeños, que alternaba el azul celeste y el blanco. Nada del otro mundo. Más bien sobrio.

Todo mi plan para encarcelar a Pablo se vio detenido por alejamiento del resto de implicados, incluida mi hermana. Saber que Pablo quedaría impune y que había perdido tantos años de vida me hizo caer en una gran depresión. Poco a poco fui saliendo del pozo centrándome en lo único que tenía, mi profesión. Trabajé como pocos, ganando más dinero y estableciendo nuevos círculos, volviéndome alguien normal, de clase media alta. Pero nunca olvidé la tumba de Susana, un recordatorio de mi pasado y mi futuro, de lo que es capaz de hacer el hombre en su locura.

Una mañana leyendo el periódico algo me llamó mucho la atención. Leí varias veces el artículo, observando que todo encajaba. Perplejo di vueltas a todo, observando que las piezas encajaban. Por fin la muerte de Susana y mi persecución de Pablo tenían un motivo, evitar nuevas muertes. Mandé los recortes a Julia y Mario en un mensaje corto y lleno de frialdad, la misma que ellos habían mostrado conmigo. A continuación moví los hilos necesarios y comencé a investigar. Por fin había algo sólido que encontrar, algo que explicara la muerte de nuestra amiga.