Partida Rol por web

Miriel sonrió al oír sus propias enseñanzas en labios de Welf. Se había convertido en un verdadero adulto y cada semana que viajaba con él veía como la sabiduría crecía en él a pesar de la corta vida humana.

- Bien, vayamos juntos entonces. – se volvió a los demás – Cuidaos. – fue su escueta despedida antes de internarse en el bosque sigilosa con Welf.

Welf se internó en el bosque seguido de cerca por la sigilosa Miriel en busca de un lugar donde guarecerse mientras el resto tomaban otra dirección. No le costó demasiado al hombre del bosque divisar el lugar donde un búho se escondía a la espera del anochecer en el interior hueco de un árbol. Junto a aquel árbol crecían apelotonados otros dos, con sus troncos largos y sus copas frondosas que empezaban a teñirse de colores amarillos y marrones por la cercanía del invierno. Allí, en el lecho del bosque que yacía a los pies de ese conjunto de árboles, y con solo la ayuda de unas pocas ramas podrían guarecerse el tiempo que fuera necesario ocultos a la vista de quien fuera. Pero Welf también se fijo en que los pájaros del bosque iban tomando unos tras otros en una línea recta que se alzaba algo más hacia el interior. Por lo que pudo suponer que se debía al paso de una de las patrullas de los bandidos. 

Los otros se reorganizaron para preparar un rastro hacia el Salón de la Montaña, mientras Ainar ordenaba a Munin que se quedara por los alrededores y vigilara el campamento de los bandidos. Tenían que localizar a Odorico y saber en qué estado se encontraba. Unos pensaban que como prisionero, Blandbrand que como asociado de aquellos bandoleros, pero no sabrían cómo hasta que no lo encontraran. 

Le fastidiaba al elfo que siempre tuvieran la peor predisposición hacia los demás. Y aún le fastidiaba más cuando tenía que dar la razón a sus suspicaces compañeros. ¿Sería ese el caso de aquel grupo de humanos? - Hasta un perro muy apaleado agradece una caricia...- Fue lo único que respondió a Miriel, mientras se incorporaba, a desgana, ante las órdenes de Ainar.

- Si nos comportamos como el Enemigo, ¿En qué nos diferenciamos de él?- Añadió, más para si mismo que los demás. Acompañó al resto, no muy seguro de su papel. Montar un campamento para defenderse... Bueno, poco podrían hacer si decidían ir a por ellos en serio. Eran demasiados. No iba a ser tan sencillo como en el Fuerte Circular, pero tener esperanza era importante. Creerse en un lugar seguro.

- Namárië.- Respondió a los buenos deseos de Miriel. Deseaba que Welf descubriera la posibilidad que había apuntado. Que no fueran buenos guerreros, o al menos que no lo fueran una buena parte de ellos.

Preguntó el elfo, mientras seguía a los barbudos más gruñones de la Tierra Media, a animales e insectos, para saber si existía cerca cueva o grieta donde pudieran guarecerse gente tan grande y torpe como ellos.*

Ante el comentario del elfo, Baldbrand resopló.

-Espero que no estéis siquiera acercándoos a decir que esa gente que se dedica a asaltar, robar y hacer esclavos se parece un mínimo a mi, maese elfo. Medid vuestras palabras y sed más consciente de las cosas. Un perro es un animal de naturaleza noble. Nadie niega que exista gente forzada o aterrada en ese grupo, pero no funcionarían si no hubiera una mayoría que apoyara esas tácticas dignas de orcos y trasgos. -terminó de decir ofendido.

Prefirió dejar el asunto ahí, despidiéndose con un gesto de Welf y Miriel, para luego estar atento a las instrucciones del enano, pues no solía ser su cometido el despistar a otros en su rastro, sino más bien, seguir el rastro... Aunque... ¿igual podía pensar a la inversa? Después de todo, de pronto tenían que actuar como una presa ¿qué haría él en el lugar al opuesto al que solía estar? 

- ¿Quieres que esperemos aquí o prefieres que sigamos ese rastro para espiar a la patrulla? – preguntó Miriel en un susurro a Welf. Para ella la paciencia venía de forma natural por su vida inmortal, pero había aprendido a respetar los impulsos de los humanos, que en el caso de Welf los llevaba en la dirección correcta en muchas ocasiones.

Quiero ver su campamento. Las patrullas ya sabemos cómo van, son más fáciles de localizar y es muy probable que los mejores para la vigilancia estén en esos grupos. Se creen a salvo y no saben que estamos cerca. Veamos su hogar y aprenderemos... ya sabes dijo sonriendo "El Saber es Poder"

Vanwa preguntó a las hormigas que le indicaron que había una cueva gigantesca cerca, pero cuando se acercó a ella no era más que una grieta en el suelo en la que apenas sí cabía su mano. Le preguntó a un conejo que le indicó una madriguera algo más grande, pero insuficiente también para ocultar a algo más grande que la cabeza del enano. El elfo se dio cuenta que las percepción de unos y otros era bastante diferente en cuanto al tamaño de los escondrijos se refería. Finalmente le preguntó a una lechuza si había algún sitio en el bosque lo suficientemente grande para ocultar al grupo con el que viajaba y el pájaro negó con su cabeza de forma tan vehemente que al elfo le pareció que iba a darle la vuelta al cuello para regresar por el lado opuesto. No había cuevas en aquel bosque, pero la lechuza le recomenzó que utilizara las copas de los árboles. Eran frondosas, de gruesas ramas, y podía moverse de un árbol a otro sin problemas. 

Entre tanto, guiados por Ainar se encargaron de montar un rastro falso que se alejaba del bosque en dirección al Salón de la Montaña. A Baldbrand se le ocurrió que podrían finalizar aquellas pesquisas falsas en un riachuelo que cruzaba aquellas tierras para despistar a los posibles perseguidores que siguieran aquel rastro y más tarde, cuando ya se habían alejado lo suficiente, regresar teniendo cuidado de borrar sus huellas para que el rastro falso fuera efectivo.

Welf y Miriel dejaron atrás ese pequeño escondrijo que habían encontrado y se internaron en el corazón del bosque con la intención de llegar al punto donde se agolpaban los bandidos. No les resultó muy difícil localizarlos, puesto que un lugar en el que se encuentra casi un centenar de personas no es precisamente silencioso. Pero la dificultad de aquella tarea consistía en evadir a las patrullas que los bandidos habían colocado por los alrededores, pues no eran solo una, ni tampoco todas eran igual de escandalosas. 

El bosque estaba lleno de hojarasca que crujía bajo sus pisadas por culpa del incipiente otoño, así como de ramitas que podían crujir peligrosamente al pisarlas delatando su presencia y posición ante una patrulla. Debían por eso andarse con mucho cuidado y pisar con pies de elfo. 

     Para Welf pasear por el bosque era volver a casa, aquí había más espacios abiertos y los troncos eran diferentes, pero las sensaciones eran las mismas. Apoyar los pies con cuidado, volcar todo el peso sobre el punto de apoyo y avanzar el resto del cuerpo.

     Así una y otra vez mientras con paciencia dejaba pasar una patrulla despistada o distraía a otra lanzando una piedra lejos para evitar que miraran en su dirección. Si... era casi como volver a casa cuando reparó que Miriel estaba a su lado como una sombra, igual de visible e igual de silenciosa. Su objetivo final está más adelante y sólo faltaba saber si sería necesario trepar a un árbol o podrían conseguir la información que querían desde los matorrales del suelo.

-¡Muy buena idea!- había exclamado Ainar a Balbrand cuando éste lo sugirió.

El beórnida se había integrado bastante bien al grupo. Tenía sus rispideces con Vanwa... ¿pero quién no? No sería normal si no fuera así.

-Apuremos el paso, todo lo que podamos- dijo mirando al beórnida que se ocupaba de ocultar el rastro -Me preocupa que a esos dos les suceda algo...-

El enano era protector, a su modo. Quería que los suyos estuvieran bien.

-Si llegamos a encontrar algún lugar interesante, alguno de ustedes podría salir en búsqueda de los demás, ¿no creen?- propuso, sin saber si era la mejor manera, pero que podía ser una vía. Él seguro que no sería.

Eran unos bandidos muy precavidos al colocar tantas patrullas. Eso hacía temer a Miriel que no fueran tan desorganizados como habrían deseado en un principio, sino que a su modo, fueran disciplinados, al menos bajo el mando firme de su caudillo. Cada vez veía más complicado lograr liberar a los esclavos y huir con ellos sin alertar a ninguna patrulla, pero si además todos los esclavos estaban juntos no sería posible liberar a Odorico sólo dejando atrás a los demás esclavos, lo que tampoco le parecía bien en cualquier caso. No, si liberaban a Odorico debían liberar al resto de esclavos que le acompañaban, no podían dejarlos a su suerte así.

Aquel ejercicio contrario, entretuvo la mente del beórnida de otras preocupaciones... asi que casi lo agradeció.

Una vez el rastro quedó tapado por el riachuelo, tocaba posicionarse para apoyar a Miriel y Welf. El enano lanzó una idea, pero Baldbrand comentó:

-Creo que maese Welf tenía una idea buena. Si nos posicionamos sobre algún tipo de elevación relativamente cercana al campamento, tendremos una imagen mejor de lo que ocurre y ayudar a nuestros compañeros en caso de necesidad ¿no?

- Por lo que me han dicho los seres de la naturaleza, no existen refugios que no spuedan ocultar de la vista. Ni cuevas ni grietas por aquí. Una amable lechuza me ha indicado la posibilidad de montar el refugio en un árbol, y aunque los elfos de Lorien viven así, no sé si es una posibilidad a contemplar.- Comentó, mirando a los hombres barbados, que debían pesar el doble o el triple que un elfo. Con su aspecto serio y adusto, subidos a un árbol, le produjo cierta risa, que sus compañeros podían intrepretar de forma erronea.

- La idea de Baldbrand me parece excelente, pero pasar la noche sin poder hacer fuego, cuando se acerca el invierno, me parece arriesgado. Un fuego podría ser detectado.- Comentó. Se le ocurrió la posibilidad de hacer un fuego en un hoyo e improvisar una especie de tienda alrededor del fuego, hecha con ramas, dejando una apertura por arriba para el humo. Allí había madera en abundancia y eso les permitiría pasar la noche calientes. De noche el humo no sería muy visible, pero no dejaba de tener cierto riesgo.

Una vez montaron el campamento, fuera lo que fuera que decidiera Ainar, el elfo rescató la conversación con Baldbrand antes de iniciar la marcha. Para Vanwa era un tema delicado, que le había valido la expulsión de su comunidad.

La réplica de Baldbrand le había molestado bastante. Era un hombre de convicciones fuertes y firmes. tampoco lo podía culpar, pues a fin de cuenta los humanos tienen una vida muy breve.- Todo hombre y mujer ha sido niño antes de ser ladrón o asesino. Todo asesino tiene una historia que contar y ha llegado hasta ese punto por unas razones.- Se daba cuenta que podía ser usado tanto para Odorico, como para sus captores.- No seais tan duro en vuestros juicios, señor Baldbrand. Si se puede hacer ver a esas personas que existe otra manera de hacer las cosas... Muchas veces hacen lo que hacen pues no creen posible hacerlo de otra manera. O les corroe la envidia por no poseer los que otros tienen, como el amor de una familia o la seguridad de una comunidad que lo valora. Pocas personas tienen una naturaleza verdaderamente maligna. La mayoría de las veces son víctimas de su pasado. Si venís con una partida de guerra y extermináis a esos bandidos, con mujeres y niños incluidos... ¿En qué se diferencia el resultado de uno y otro bando? ¿Acaso no sería la misma imagen la que veríamos de uno de los pueblos saqueados por esa gente? La Sombra se regocija con cada una de esas acciones. Sin darnos cuenta servimos a la Sombra con nuestra actitud soberbia. Todo odio y violencia alimenta a La Sombra. ¿Acaso no creeis en la redención, Baldbrand? ¿Cuando consideráis que una persona está condenada sin posibilidad de perdón?- A pesar de ir sus palabras dirigidas a Baldbrand, también miró a Ainar. Era un guerrero fiero y al que no le temblaba el pulso a la hora de tomar decisiones difíciles. Aún no tenía claro hasta que punto había bromeado en aquella ocasión de cortarle una pierna al periannath para liberarlo de sus cadenas.

Acostumbrados como estaban a moverse por los bosques sin hacer mayor ruido del que haría una ardilla, tanto Welf como Miriel se deslizaron de árbol en árbol sin provocar ni un quejido de las ramas. Divisaron pronto a las patrullas que rondaban por los alrededores, estaban compuestas por dos arqueros y dos guerreros. Welf guió el camino indicando dónde pisar y valiéndose de sus artimañas para pasar desapercibido y ocultar los pocos ruidos que ambos hacían. Moviéndose como una brisa que agitaba suavemente las hojas, evitaron las patrullas hasta situarse cerca del lugar donde se erigía el campamento de los bandidos. Escondidos tras un pequeño arbusto pudieron observar toda la escena. 

El campamento estaba mucho más organizado de lo que se habían imaginado. Varias tiendas pequeñas o puestos ocupados por bandidos se agrupaban entre los pasillos rectos y libres que surcaban el lugar de norte a sur y de este a oeste. Esos caminos llevaban hasta el centro del campamento, donde se encontraba una tienda de campaña más grande y vistosa que el resto. Los bandidos eran hombres hoscos y malcarados, armados con arcos y cuchillos, algunos montaban caballos de mala calidad y desnutridos, otros tenían hachas con las que talaban los troncos de los árboles que bordeaban el claro. Junto a la tienda que dominaba el campamento desde su centro había un hombre calvo de regio aspecto al que los demás parecían temer y respetar, sentado junto a la hoguera principal del campamento con sus compinches y ayudantes. Un muchacho joven, que por la descripción que conocían parecía corresponder a Odorico, se sentaba a su lado junto a la hoguera. Los esclavos, en cambio, se encontraban en la zona posterior del campamento, encadenados y sin derecho a hoguera, tienda, camastro, ni más comida que las sobras. 

-Esperemos que no tengamos que esperar tanto. -comentó el beórnida sobre lo de pasar la noche. Él parecía tener la idea de que Welf y Miriel harían un reconocimiento rápido. Merodear más tiempo cerca del campamento era arriesgarse demasiado.

Cuando el elfo se puso con aquellas diatribas, Baldbrand frunció el ceño. Se quedó pensativo unos segundos y finalmente negó con la cabeza.

-Maese elfo, yo no he sugerido que se les arrase, ni mucho menos. Al menos, no cabe en mi esa idea. Ya os he dicho que no soy así. Lo suyo sería reunir un grupo numeroso e instarles a que se rindieran. Si no, sólo probarían el acero aquellos que estén dispuestos a defenderse y recibirían clemencia al ser vencidos... no hablemos de las mujeres o los niños que, por supuesto no recibirían daño alguno.

-Una vez vencidos y rendidos, ya se esclarecerían sus razones e incluso, según el caso, se les podría invitar a formar parte de nuestras aldeas. Al menos así es lo que ha hecho nuestro señor Beorn en los últimos años cuando se ha topado con un grupo de estas características. -hizo una pausa- Siendo yo el primero que he vivido una situación de emigración forzada y que tuvieron a bien irme recibiendo en numerosos sitios ¿cómo voy a actuar de diferente forma? -negó con la cabeza de forma rotunda.

-Ahora bien, si queréis saber donde está el límite de mi capacidad de perdón, se encuentra en aquel que mata por diversión, sin importarle en absoluto el pesar que provoca con sus actos... como lo haría un orco o un trasgo. Por desgracia, hay hombres que pueden convertirse en viles criaturas como ellos. -terminó de decir satisfecho por haber resuelto las diatribas del elfo con los principios en los que basaba su comportamiento.

Tras montar el rastro falso regresaron hasta cerca del lugar de donde se habían separado de sus compañeros, quienes todavía no habían vuelto. Encontraron un pequeño promontorio, que era la única elevación en aquellas praderas planas, y montaron allí su campamento. El único problema era que el bosque en el que se ocultaban los bandidos era bastante grande y en caso de tener que intervenir de urgencia tardarían demasiado tiempo si sus compañeros estaban en apuros en el corazón del mismo entre el laberinto de árboles que los separaba de ellos, eso en el caso de que llegaran a enterarse. 

La tarde iba llegando a su final, los días se habían acortado considerablemente rápido en comparación al verano, las sombras se alargaban adquiriendo aspectos espectrales. Un viento frío se había levantando avisándoles de que aquella noche la temperatura bajaría considerablemente. Mientras preparaba una hoguera que ocultó con mañosa habilidad, Vanwa no pudo dejar pasar el debate que mantenía con Baldbrand durante aquellas últimas horas, aunque el beórnida dio un paso hacia la conciliación y el punto intermedio tras haberse enquistado ambos en posiciones diametralmente opuestas durante bastante rato. Baldbrand quiso aclarar su manera de pensar y los valores que Beorn y los suyos le habían enseñado tras pasar todo aquel tiempo con ellos. 

Vanwa asintió, sin añadir más. No dudaba que Baldbrand fuera un buen hombre, y aunque le pudiera parecer demasiado serio, no podía negar que era alguien en quien creía poder confiar. Se notaba que era del pueblo de Beorn.

- Muy interesante lo que me contáis de las gentes de Beorn. Sin duda me gustaría saber más...- Qué distintos eran del altivo rey elfo. Y qué distinto carácter, además. Se mostró más que dispuesto y encantado de conocer más de aquellas enigmáticas gentes, unidas bajo el liderazgo del Gran Oso. Líder a su pesar, parecía, por lo que había oído de Beorn.

¿Sería posible que Baldbrand llevara razón y Odorico hubiera comprado su libertad en el campamento con la plata de Beorn? Era extraño verlo allí sentado junto al propio líder de estos bandidos que definitivamente eran mucho más organizados de lo que esperaban. No eran una banda cualquiera que pudiera dispersarse fácilmente. Si se mantenían unidos gracias a su líder nada más tendrían alguna posibilidad de acabar con la amenaza si acababan con aquel individuo calvo, pero nada se lo garantizaba. Ya creyeron aquello con los orcos en el Fuerte Circular y se llevaron un chasco. No sería sensato jugársela a esa carta de nuevo. 

Miriel centró su atención en Odorico, en si estaba completamente libre de cadenas y cuerdas, o si aún no se fiaban tanto de él. ¿Le habrían dejado algún arma con él? ¿Cómo hablaba con sus captores? ¿Con miedo o con soltura? ¿Quizás hubiera comprado su libertad con sus conocimientos de la zona? ¿Estaría traicionando a su propia gente o a los hombres del Salón de la Montaña? Muchas preguntas que querer responder a tanta distancia.

     La presencia de Odorico, libre de toda atadura, junto al jefe, preocupó a Welf que de repente sintió como una pequeña traición por la idea que se había formado del beórnida.  Se sintió mal al darse cuenta que hubiera preferido encontrarle atado y hasta torturado que libre.

¿Merecía la pena jugarse la vida en el encargo de Beorn en esta situación? Tocaba regresar y exponer al resto la situación para decidir los siguientes pasos en esta complicada misión.

Ainar observaba primero a Vanwa, luego a Balbrand, y luego su hacha, afilando su ya de por sí terrible filo. Se había mantenido en silencio por varias razones. Primero, porque estaba siendo una conversación "elevada", y él no se hacía tales planteos, por más que el elfo lo había instado muchas veces a participar de esos devaneos. Es cierto también que a veces participaba, no iba a ser un necio. Segundo, porque quería escuchar al beórnida, era una buena forma de conocerlo. Y por último, porque estaba preocupado por los demás y quería poder escucharlos.

-Yo tampoco arrasaría con el campamento- soltó de pronto el enano, sin levantar la mirada de su hacha y su piedra de afilar -Aunque atacaría por sorpresa en un inicio para marcar los tantos claramente- se encogió de hombros -Pero por supuesto que mujeres y niños, y quienes se rindan, de inmediato serían respetados-

Dejó el hacha, que luego de cortar un pelo de su barba como si fuera aire, ya estaba satisfecho con la labor realizada.

-Interesante lo que ha hecho y hace Beorn, no había escuchado ese proceder...- agregó mirando a Balbrand, y luego a Vanwa -Pero no acuerdo con que toda violencia es a regocijo de la Sombra... no creo que lo haya sido el tendal del Fuerte Circular- y le guiñó un ojo -Hay violencias y violencias...- quiso zanjar la cuestión para no pensarlo demasiado, después de todo, prácticamente toda su vida había girado alrededor de ésta, salvo el tiempo que había trabajado con su padre en la forja... ¿cómo haría para interrogar todo eso? Había cosas que era mejor dejarlas donde estaban.