Partida Rol por web

From the Ashes, We will Rise (Morituri Te Salutant)

Disfuncional

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29/07/2018, 11:08
Kylian Dumort

solo tienes q entrar en el pj y deberías poder ver sus perfiles.

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29/07/2018, 11:08
Mishima Akio
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10/11/2018, 11:32
Director

Os pongo aqui todos los cuentos para quien quiera leerlos (cotillas xD), pero es que en la escena de juego debido a la largada de la mayoría de ellos, no era buena idea subirlos todos a la vista de todos. Sería demasiado lioso.

 

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10/11/2018, 11:33
Director

April the Evil Queen

La sala de su trono era oscura. No estaba hecha de otra cosa, excepto por el espejo que tenía detrás, enmarcado en una corona de flores de oro. Donde pisaba, donde se sentaba, no era más que oscuridad. La única ventana a algo que no fuera negro estaba ahí, en el cristal, en el reflejo de su belleza y juventud. En la perfecta palidez de su piel, la fuerza de su mirada y el brillo de su pelo. Le preguntaba, día a día, quién era la más bella del lugar, y pese a ser cierto que era bella -quién lo discutiría- no era menos cierto que no había nadie más a su lado. La más bella...  ¿al lado de qué?

 

La Malvada Reina, la llamaban, por rutina se encaró al espejo y saludó a su reflejo, frunciendo los labios con orgullo. Suficiencia. Le gustaba oírlo.

Espejo mágico en la pared, dime una vez más, ¿de todas quién posee belleza sin par? —formuló como un encantamiento. Pero el espejo no estaba encantado; el sello O'Bhrendel que coronaba el marco era falso. La Reina lo descubrió hace tiempo, y por eso cerró los ojos para no verse responder:

 

Tuya es la gracia, y ese buen par de virtudes, Reina. —oyó, pero no era su voz. No salía de su boca. Provenía exclusivamente del espejo, y sonaba a voz anciana. — Pero existe belleza más allá.

 

Al volver a abrir los ojos la Reina creyó haber visto el paso de un rostro conocido, bordeado de ondulaciones del color del fuego, tez aún más nívea y carnosos labios carmesí. Antes de transformarse en una versión de la propia Reina, o al menos parecida, mucho mayor y canosa. Hasta que reconoció las estimadas facciones de su abuela Jess al otro lado del cristal.

Mi pequeña joya. —le sonrió cariñosamente. — He venido a advertirte, mi niña, pues, aunque posees la belleza misteriosa e hipnótica de la luna hay otra más bella que tú en el reino. —la Reina Malvada esperaba volver a ver ese rostro de pelo rojo que creía haber visto antes, pero curiosamente se trataba ahora de una rubia de expresión curiosa y mirada soñadora. Una belleza absolutamente contraria a ella, angelical. La voz de su abuela Jess seguía sonando por detrás de esa imagen. — La Luz es peligrosa para los que son como nosotras, April. Por eso es mejor apagarla antes de que nos ponga en peligro.

 

Por supuesto, ¿por qué no iba la Reina a tomarse aquello como un consejo literal? Su abuela siempre había querido lo mejor para ella, le había entregado el mundo y por eso estaba ahora en esa sala oscura. Considera llamar a su Cazador, despiadado y sin escrúpulos; Ashley daría cuenta de esa rubia rápidamente y no tendría que preocuparse. Pero, pensó también, ¿por qué tengo que depender de él, si puedo hacerlo yo misma? Así que revisó todos sus libros, y encontró una poción ideal con la que poder envenenarla. Porque el veneno es el arma de las verdaderas Reinas. Sólo debía encontrarla. Y la abuela Jess le dijo exactamente dónde.

 

 

Sigma y la Serpiente Blanca

Allí donde el aire huele a sal marina y la hierba es color esmeralda creció Sigma, feliz e imparable. Incluso cuando no arrastraba a sus amigos en sus bucólicas aventuras por campo y costa, se las apañaba para encontrar algo qué hacer. Al menos hasta que a su mente no le dio para más la imaginación.

 

Sus amigos se marcharon del pueblo, y sola, empezó a convencerse de que había una enorme serpiente marina en el puerto de Howth. Porque le pareció divertida la vez que gritó: "¡HAY UNA SERPIENTE EN EL PUERTO!" y todo el mundo se volvió histérico. Y empezó a hacerlo de vez en cuando para soltar unas carcajadas.

 

Es temprano por la mañana, y Sigma ha salido con el pesquero de su tío Matheus a procurarse unas caballas para comer. La vida es relajada, anodina pero segura. No es hasta que, sentada en la proa con su caña de pescar, cree distinguir una figura alargada blanquecina bajo el agua, no muy lejos de donde está ella anclada. Eh, ¿las serpientes marinas pueden ser blancas?

 

Regresa deprisa a puerto, nerviosa, la pobre Sigma creyendo que por fin había visto aquella gran serpiente marina que su imaginación había inventado. Si es real, ¡¡va a destrozar todo Howth!! Tiene que avisar al menos a los pescadores de que evacúen el puerto.

 

 

Nissacienta

Nissa nació sin suerte. A ver, no hay que mentir: ser parte del privilegiado 1% de la sociedad mágica cuenta como suerte, pero no cuando sólo es la mitad de tu sangre. Siendo la otra mitad muggle y extranjera.

 

A la muerte de su madre Nissa fue acogida por sus abuelos maternos: los Swann. Una familia arrogante, obsesionada con la limpieza y la belleza. Y para ellos, la pequeña Nissa era algo a moldear, a corregir en la buena dirección. Desde muy pequeña dormía con los elfos domésticos de la casa, hacía las tareas con ellos, comía con ellos... porque la atención y las esperanzas del apellido familiar estaban en el hijo de su tío Ryan: Hubert, que guardaba un muy curioso parecido con Nissa cuando se vestía más masculina, pero con más cara de villano. La trataba peor que a los elfos, si es que eso era posible.

 

Pero eso no conseguía amargar a la chica, no. Cada mañana (bien temprano, pues las tareas de la mansión Swann comenzaban pronto) sentía que una blanca luz le inundaba el pecho al dar la primera inspiración consciente, y sentía que esa luz le daba fuerzas para aguantar otro día. Que eventualmente acumularía la luz necesaria para liberarse de esa prisión familiar.

 

Esa mañana llegó una invitación para la familia Swann a la casa, ¡para el baile real ni más ni menos! Al parecer el príncipe estaba en busca de esposa, y organizaba ese baile para conocer a todas las damas casaderas del reino. Nissa era la dama casadera de la casa Swann, pero claro, ¿por qué escogería un príncipe de casa buena a la fea, extraña y mestiza Nissa? ¡Imposible! En su lugar enviarían a su primo Hubert vestido de mujer al baile, bajo el nombre de Nissa. Y si había suerte, bueno, jugarían al cambiazo para los momentos importantes como la concepción del heredero.

 

Demasiado rebelde para callar y permitir esa injusticia, Nissa se escapó de la casa con un sencillo y casual vestido largo y se presentó la más puntual al baile. El príncipe ya estaba en el salón de baile, sentado aburrido en un trono demasiado grande para él, vestido con un traje y capa completamente negros, un marcado eyeliner del mismo color y el cabello caído sobre el rostro. Cruzaron miradas. Nissa sabía que tenía que acercarse a él, y no sólo porque casarse con él podía significar huir de ese infierno de casa. Pero el salón empezó enseguida a llenarse de señoritas, y Nissa sólo tenía hasta la medianoche si quería tener el tiempo justo para regresar a casa sin ser descubierta.

 

 

Brandon de Hamelin

Todo el mundo conocía al Flautista: es algo así como una celebridad en todo el continente. Poseía algo que llamaban "un canto de sirena", que atraía a cualquier desaparecido con su voz. Su escritorio soporta montañas de cartas: peticiones o admiraciones. Con las piernas subidas sobre la mesa, Brandon abre una de las cartas para encontrar en sus palabras una interesante misión...

En una pequeña ciudad llamada Navan habían desaparecido todos los niños menores de once años, y siendo Brandon un maestro atrayendo a la gente a sí, podría quizás devolverlos a sus casas.

 

Viajó a Navan, investigó a las familias, recopiló pistas, y pensó que al tratarse de niños no podían haber ido muy lejos. No sin dejar pistas, un rastro. ¡Los atraería con el dulce sonido de su guitarra acústica y su voz! Las pistas le indicaron que fueron vistos cogiendo la dirección del monte Tara; por allí comenzaría.

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10/11/2018, 11:34
Director

Caperucita Levi y el Dariel feroz

-Todos debemos hacer sacrificios por nuestro Dark Lord, hijo- es todo lo que le dijo su padre a Levi. El chico se había puesto sus mejores ropas, labradas en los talleres de su familia. Eran de un tono escarlata brillante. Su madre había insistido en ese color. A pesar de su reticencia, le sentaba bien a su palidez de piel y de su pelo.

Tras decirle aquellas palabras, su madre, con lágrimas retenidas en sus ojos, le entregó a su hijo primogénito un cesto repleto de manzanas rojas y bruñidas, perfectamente colocadas y acomodadas en su interior. Sus dos hermanos, con los ojos enrojecidos y las mejillas encendidas, le abrazaron y se despidieron de él, en completo silencio, bajo la atenta mirada parental.

-Recuerda, debes llegar al claro del bosque antes de medianoche. Ni un minuto antes, ni un minuto después. No dejes que nada te distraiga por el camino y no te pierdas, sigue simplemente el camino que te hemos enseñado desde que eras niño y llegarás a donde debes- le insistió su padre. Aunque Levi no tenía muy claro a que venía todo aquello (y menos aún lo de las manzanas), asintió y como buen hijo que era, se adentró en el bosque para cumplir las órdenes de su padre.

Llevaba un buen rato caminando (y tropezando con raíces de árboles y piedras, porque todo sea dicho, los Montblanc y el campo como que no se llevan mucho de la mano), cuando un bonito gato se le plantó delante.

-Yo de ti, daría media vuelta. Pero si me das algo de comer, igual te ayudo- le dijo el extraño gato de pelaje brillante y negro como la noche. Levi se lo quedó mirando, algo sorprendido. ¿Un gato que habla? Será un animago. Claro. Encima un muerto de hambre piojoso que no tiene donde caerse muerto, ¿porque si no iba a pedir comida? Aun así, le acabó lanzando una de sus manzanas del cesto que llevaba consigo. No sabía si lo había hecho porque el gato le parecía realmente mono y adorable con esos ojos claros y esas patitas negras y peluditas, o porque simplemente le daba pena el muerto de hambre. La cosa es que se la lanzó y siguió caminando, olvidándose de gato, animagos y demás tonterías. Su padre le había dicho que no se entretuviera por el camino y ya había perdido medio minuto de su valiosísimo tiempo.

Levi continuó adentrándose en el espeso bosque de robles, nogales y encinas. De vez en cuando tenía que sortear algún tronco ancho caído, cubierto de musgo, abandonando por apenas un par de metros la senda marcada, pero en seguida conseguía retomarla. Todo iba bien. La luz del atardecer iba declinando poco a poco…

-Ei rubio- oyó una voz masculina, de repente -¿Por qué no me das a probar tus manzanas?- la sonrisa de un chico moreno, de tez pálida y ojos claros le recibió esta vez. Un joven de su misma edad estaba, de pie, apoyado contra un tronco enorme y retorcido de nogal, mirándole fijamente, devorándole con la mirada. Sus ropas eran oscuras, casi tanto como sus supuestas intenciones. Levi titubeó, confuso al principio. Se aferró al mango del cesto y con el semblante nervioso trató de encontrar la firmeza para responder a aquel joven misterioso.

-Ehm… lo siento, pero no puedo, tengo que llevarlas a alguien.

-¿Y cómo sabes…- dio un saltito ágil el joven desconocido para bajarse de las enormes raíces del árbol y ponerse a la misma altura de Levi –Que ese “alguien” no soy yo?- se acercó hasta el chico rubio, sonriéndole pícaramente. Le acercó una mano al mentón y le hizo una leve caricia –¿Eh?- volvió a sonreír de nuevo, de ese modo tan felino y encantador, acercando su rostro, sus labios, a los de Levi pero sin llegar a tocarlos o rozarlos. El joven Levi se apartó bruscamente, asustado por la cercanía de aquel desconocido tan descarado. El chico moreno de ojos azules, lejos de ofenderse, sonrío, de nuevo, algo más maliciosamente.

-¿Asustado? No es de mí de quien deberías asustarte…- le dijo casi en un ronroneo –O tal vez sí- se encogió de hombros y se rio por lo bajo. Levi aprovechó esos escasos segundos y salió corriendo como un conejo asustado. No se comió el suelo de milagro (o tal vez porque rezó a saber cuántos dioses para no caerse en ese preciso instante, como en una novela barata romántica de esas que leían sus hermanos a escondidas).

-Ouh, me encanta cazar…- es lo último que oyó a sus espaldas, antes de perder de vista a su desconocido acosador. Corrió y corrió como un desesperado, tratando de no perder la orientación ni el camino de vista. Tenía que llegar al claro a medianoche y sin aquel depredador sexual pisándole los talones, a poder ser. No quedaba bien y además odiaba sudar de aquel modo, ¡arruinaría su entrada triunfal en el rito, por favor!

Oyó aullidos detrás de él y a los lados, acompañándole, persiguiéndole en su loca carrera bosque a través. Escuchó el siseo de alguna serpiente entre la maleza, cerca de donde pisaba, pero su miedo era tal que no quiso ni prestar atención a los peligros reales y más inmediatos. Sólo podía pensar en avanzar a toda prisa, en llegar al punto de encuentro y entregar su preciada carga: las manzanas.

Cuando Levi vio que el bosque se abría, suspiró aliviado, aunque como estaba medio sofocado de la carrera fue más bien un jadeo breve. Se precipitó hacia la última línea de árboles, hacia donde podía ver unas luces brillantes y anaranjadas. Se paró a respirar, apoyándose en el tronco de un árbol para tomar aire y contar las manzanas. Necesitaba asegurarse de que estaban todas (bueno, menos la que le dio a aquel estúpido gato parlanchín, que total para lo que le había servido). Extrañamente, estaban todas menos una, como debía ser. No se había caído ninguna en su carrera frenética por el bosque. Había tenido suerte. Los aullidos aún podían oírse de fondo, cada vez más cercanos, así que Levi, aterrado ante la idea de que algún hombre lobo quisiera follarse su pierna (o peor aún, hacerle uno de los suyos), cruzó el lindar del claro y salió de su refugio entre los árboles. Los aullidos quedaron atrás, como él esperaba, el claro estaba protegido contra ellos y allí estaría a salvo…

En cuanto dio los primeros pasos entre la hierba azulada que cubría el claro de bosque, pudo ver la enorme fogata central, donde le esperaba un grupo de personas, vestidas con túnicas. Magos, probablemente sus vecinos, sus amigos e incluso algún familiar. De hecho, le pareció ver el rostro de su padre y de su madre entre ellos. ¿Cómo habían llegado hasta allí tan rápido? Teleportación mediante desaparición, imaginó él. Aun recuperando el aliento, Levi se acercó al centro de la reunión para entregar al Sumo Sacerdote el cesto de manzanas. Todos le abrieron paso y sonrieron complacidos, había superado la prueba de valor, claramente. O eso pensó Levi. No se había dejado vencer por la tentación y no había sucumbido al terror de los hombres lobo que habitan en aquel oscuro bosque.

-Tengo las manzanas…- dijo éste sonriente y complacido consigo mismo y sus resultados.

-Bien, joven, entonces es hora del sacrificio final- le contestó el Sumo Sacerdote, cuyas facciones le parecieron de alguien demasiado joven para ese puesto, parecían las de alguien de su edad. Joven, moreno, guapo, con aspecto sano, como de… gladiador romano. Cuando cruzaron la mirada, su sonrisa dulce y amable le instó a acercarse, sus ojos bondadosos le dieron la confianza y calidez necesarias para hacer lo que pedía, se parecía tanto a Julian… Levi se ruborizó hasta las raíces del pelo sólo de pensar en ello. Cogió la mano que le tendía el Sumo Sacerdote y se dejó conducir hacia… ¿hacia a donde iban exactamente? ¿Y porque todos se giran, dándoles la espalda? ¿Incluidos sus padres? ¿¿qué estaba pasando??

Entonces lo vio, un altar de piedra, con flores frescas en la base del pilar y un enorme bol de cerámica negra en el suelo, pero lo que atrajo más su atención fue el enorme hacha cuyo mango estaba apoyado contra éste.

-Por favor, acércate más…- le pidió Julian, pero al encararse a él para pedirle explicaciones, Levi ya no vio el rostro de su “amor” secreto si no que vio un hombre mucho más mayor, de unos cincuenta años, moreno, con una barba incipiente y un pelazo leonino. ¿Dónde se ha ido el chico guapo de los músculos imposibles?

-Todos debemos hacer sacrificios por nuestro Dark Lord, joven Montblanc- le agarró la muñeca con fuerza y tiró de él hacia el altar.

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10/11/2018, 13:10
Director

Ian in Wonderland

Las aventuras de Ian nunca eran corrientes, pero aquella iba a ser la más extraña que hubiera vivido hasta la fecha: comenzó corriendo detrás de un conejo blanco vistiendo levita que iba gritando que llegaba muy tarde y que tenía la molesta dicción pedante de su hermano Rosbert. Porque se aburría escuchando a su hermanita pequeña Candy leyendo en voz alta un artículo de la Teen Witch y antes que eso prefería tirarse por la madriguera del conejo.

Con las ayudas eventuales de unos porros en cuyo papel había escrito "FÚMAME", una calada del cual le hacía reducir su tamaño, y un saquito de setas con una etiqueta "CÓMEME" que le hacían creer, tuvo que nadar en sus propias lágrimas, correr desnudo con un montón de criaturas mágicas para secarse, tomar el té más insufrible de su vida con La Sombrerera Mackenzie y la Sigma de Marzo, debatir filosóficamente sobre la vida con el Metho de Cheshire, y demás locuras divertidas en su persecución del Rosbert Blanco.

Pero el rastro del Rosbert Blanco acabó llevándole al juego de croquet de la Reina Alice de Corazones, una déspota, con la molesta manía de decapitar a la gente que no le gustaba. Jugar a croquet utilizando flamencos como mazos y cartas de snap explosivo vivientes como arcos no era lo más inquietante, sino el hecho de que Ian sabía que si no complacía a la Reina Alice acabaría con la cabeza cortada. Pero le costaba concentrarse: el Metho de Cheshire, que se había pasado sin aparecer desde que Ian visitara la casa de la Duquesa LeFay, había empezado a aparecer como una cabeza flotante entre los participantes de la partida, susurrándole disparates en palabras inexistentes. Para cuando se percató de que estaba recitando un poema, la Reina Alice ya había decidido que iba a cortarle la cabeza.

Sentado en una celda, acusado por la invención de palabras que habían sido obra del Metho de Cheshire, esperaba su pantomima de juicio pensando "qué día más extraño". Hasta que una de las cartas de snap, con el símbolo astronómico de Saturno en el centro, desde la celda de delante se acercó a las barras y le habló en susurros, prometiéndole cosas buenas, cosas bonitas, el paraíso lleno de porros y amor libre. A cambio, sólo tenía que darle calor y amor en uno de sus bolsillos… Y así lo hizo.

-Eres idiota.

Cuando Ian alzó la mirada, en la oscuridad de su celda, vio al gato de pelo purpura, flotando en el aire, en una esquina. Metho había vuelto con él, de nuevo.

-A ver, ¿qué he hecho esta vez mal? La última vez fue culpa tuya y no mía- se defendió el joven brujo.

-De nuevo. Eres idiota. ¿Aún no has aprendido cuando puedes repetir mis palabras y cuando no? Te recuerdo que sólo tú puedes verme y oírme…- la sonrisa del gato unicornio se hizo más ancha.

-Ya. Si tienes razón. A veces se me olvida eso- se encogió de hombros –Y ahora, ¿cómo salgo de aquí? Porque vienes a ayudarme, ¿no? Mañana van a decapitarme por orden de la Reina de Corazones, que, además, ¿no se parecía mucho a la novia de Dariel, Glackstone? Perturbador… ¿No te lo ha parecido a ti que eran igualitas?

-Un poco, no te lo voy a negar- guiñó un ojo el gato volador.

-¿A qué sí? ¡Idénticas! Aunque menos cabezona, bueno, físicamente hablando, quiero decir… porque de lo otro, son iguales- bromeó el chico.

-Probablemente- dijo con poco interés el felino –Pero eso, ¿cómo exactamente va a ayudarte a salir de aquí? ¿Me lo cuentas?

Ian se quedó pensativo un buen rato, mientras Metho no paraba de observarle desde las alturas de tu posición privilegiada.

-No tengo ni idea. A April le caía casi tan mal como a esta reina.

-Ahí lo tienes. Usa esas pocas neuronas que los Dioses te concedieron y ponlas a trabajar.

-¿Para qué? Dariel y Julian vendrán a rescatarme y ya. No es necesario que piense en nada.

-Y porque iba a hacer eso ellos dos?

-Porque es lo que hacen siempre. Venir a salvarme. Somos amigos. Vendrán a salvarme. Estoy seguro de ello.

Se hizo el silencio por un buen rato, hasta que finalmente Metho decidió que ya era hora de romper la burbuja de convencimiento de Ian.

-No van a venir, compañero... No esta vez. ¿No te acuerdas?

-¡Claro que vendrán! No digas tonterías. ¡Dariel jamás me dejaría morir!- protestó Ian indignado. Su mente se negaba en redondo a creer nada diferente, tal era su convicción.

-No te acuerdas…- murmuró el gato purpurino, incrédulo y con cierto deje de tristeza en su mirada.

-¿Acordarme de qué?- acabó cediendo, al cabo de unos minutos.

-De lo que hiciste. O, mejor dicho, de lo que les hiciste.

-¿De lo que hice? ¿Yo? Yo no he hecho nada, si de algo me enorgullezco es de eso- sacó pecho el chico. Metho suspiró algo exasperado y puso los ojos en blanco.

-Pero resulta que sí les hiciste algo. Y dudo que te hayan perdonado…

Ian se quedó mudo de golpe. ¿Realmente había hecho algo imperdonable a sus mejores amigos? ¿Cómo era eso posible? ¡Pero si él era el amigo adorable que compartía maría y abrazos con todo el mundo! ¡No se puede odiar a alguien así! Él era una flor de cerezo que se mecía al viento: inofensiva y pasiva.

-¿Qué? ¿Ya lo recuerdas?- volvió Metho a romper el silencio que se había creado mientras Ian le daba vueltas al tema.

-No. Es mentira. Intentas engañarme para que crea que he hecho algo malo cuando en realidad fuiste tú. No sé porque me odias tanto si yo siempre me he portado bien contigo- dijo Ian, algo enfurruñado.

-Son tus últimas horas de vida, ¿de verdad quieres que sean así?

-Por supuesto que no, me gustaría que fuera fumándome algunos petas. Si sólo pudiera fumarme uno, todo estaría bien, ¿verdad que sí?- probó Ian a negociar consigo mismo.

-No te digo que no.

Ambos volvieron a quedarse callados un buen rato. Una mariposa de alas azul brillante se coló por entre los barrotes de la ventana de la celda y empezó a revolotear en la oscuridad. Como un halo de esperanza se posó sobre la nariz de Ian, por unos escasos segundos, antes de reemprender su vuelo en libertad. Fue un vuelo corto, acabó aplastada contra el suelo por la zarpa de Metho, que la atrapó y se la comió. A Ian le entraron ganas de llorar al ver ese derroche innecesario de crueldad. Gato y humano retomaron su quietud, sin dirigirse palabra alguna.

-¿De verdad no piensas preguntar?

-No quiero saberlo.

-¿Cuánto tiempo más podrás seguir negando las evidencias?

-No lo sé.

Metho suspiró resignado.

-Todavía me pregunto porque tuve que elegir, de entre todos los humanos que podía escoger, al más tonto de todos, a ti. Podría haber tenido a cualquiera, incluso al engreído de Crautchin o al punk kamikaze de Lefay, pero noooo, tuve que quedarme contigo- suspiró, resignado con su destino –hasta esos dos habrían sido mejores elecciones- farfulló Metho para sí mismo, molesto por el estado de negación mental en el que estaba inmerso su humano.

-Pues ¡ala! Ahí tienes la puerta- dijo, ofendido, Ian. Metho se lo quedó mirando unos segundos, con cara de “no lo estás diciendo en serio”.

-¿En serio vamos a hacer esto, compañero? Con todo lo que hemos pasado juntos…

Ian se puso de morros y señaló con el dedo índice la puerta, sin pronunciar palabra, siguiendo la ley básica del tratamiento del silencio.

-Está bien- Metho aterrizó en el suelo, sobre sus patas felinas y empezó a caminar hacia la puerta para marcharse. A mitad de camino se paró y se giró hacia Ian. Le lanzó una mirada de cachorrillo, pero Ian se mantuvo en sus trece. Metho retomó el camino hacia la puerta y cuando apenas le quedaban unos escasos pasos para alcanzarla, se paró de nuevo. Se sentó sobre sus cuartos traseros y se giró hacia Ian.

-Si te sirve de consuelo, no fue realmente culpa tuya. Pero si me hubieras hecho caso en aquel momento, habrías podido evitar el desastre y ahora tendrías todavía amigos, incluso él seguiría siendo tu amante, tu pareja, pero como siempre, no me escuchaste. Y ahora se han ido todos y te han dejado aquí, solo, a escasas horas de morir ejecutado. Pero eso es lo que haces siempre, ¿no, viejo compañero? Cuando algo no te gusta, no escuchas, cuando no quieres hacer algo, fumas, vuelas y te echas a dormir. Y así te ha ido. Eres un despojo humano. Igual sí mereces morir mañana por la mañana…

Metho finalizó su recorrido hacia la puerta y la cruzó a través, desapareciendo de la vista de Ian. Detrás suyo sólo dejó aquellas palabras malditas flotando en el aire, como único consuelo y compañía para Ian. Pero el joven brujo tenía su carta, aquello le salvaría, seguro que sí. Saturno le protegería, ¿a que sí?

 

Con los primeros rayos de la mañana, las Cartas-soldado de la Reina de Corazones vinieron a buscar a Ian a su celda. Le llevaron a rastras, sollozando y pataleando, hasta el patio del castillo, donde le aguardaba su sentencia de muerte. Habían instalado en el centro una enorme piedra, en forma de altar, para que él apoyara su cuello. Había al menos casi toda la baraja entera de Cartas-Soldado vigilando y rodeando el área. La Corte al completo observaba desde los lados, o bien desde los balcones, todo el escenario desplegado. Delante del patíbulo improvisado yacía, sentada, la Reina, en su trono de cartas. A un lado, una figura masculina, encapuchada, sostenía entre sus hombros el hacha que iba a rebanar su linda cabecita hippy. Jack, Jota de Corazones, esperaba la orden para hacer feliz a su reina…

-¿Y bien?- se oyó el tono nasal y agudo de la Reina de Corazones –¿A qué estás esperando querido Jack?- increpó ésta, en tono impertinente, al que iba a ser el verdugo de aquella mañana. Jack, se removió, nervioso, en su sitio. Mientras, Ian buscaba con la mirada a Metho, el gato unicornio de Cheshire. Ni rastro de él. Realmente le había abandonado a su suerte.

-¿A qué estás esperando? ¿A que le salgan flores por el culo?¡¡ JAAACKK!! ¡Que es para hoy!- gritó, de forma histérica la Reina –Hazlo ¡o haré que te corten esa preciosa cabecita tuya, Jack!- desde luego, la lengua viperina y envenenada de la Reina surtió su efecto. Jack se puso en marcha. Con pasos vacilantes y lentos, arrastrando el hacha consigo, Jack la Jota de Corazones, se situó a un lado de la pila de piedra y esperó a que los soldados colocaran al reo como era debido. Alzó el hacha por encima de su cabeza, haciendo acopio de todas sus fuerzas y se dispuso a descargar el arma contra aquel cuello tan delgado y largo…

-¡Espera!- se oyó la voz enervante de la Reina. El hacha se detuvo en seco a mitad del descenso.

-Hay que ser civilizados, como en los países vecinos, últimamente me están haciendo ver que debo ser más “compasiva” y acorde a los tiempos modernos que corren… ¿Últimas palabras, hippy piojoso? Quiero decir, ¿Reo?- la mujer de cabeza de burbuja se quedó mirando a Ian, esperando con impaciencia a su respuesta.

- ¡Sí! - gritó éste y movido por un impulso, revolvió entre sus ropas y sacó la carta que había estado atesorando y cuidando todo este tiempo –Esto- alzó triunfalmente la carta de Saturno, como si eso lo explicara todo. La enseñó a todo el mundo para que la vieran bien. Un grito ahogado de sorpresa y terror salió de las bocas de prácticamente todos los presentes.

-¿Eres consciente de que es eso, Reo?- le preguntó la Reina, que estaba a punto de perder la paciencia, de nuevo.

-Claro. Saturno. El tiempo es mi amigo…- sonrió triunfal y feliz.

-No, ese no es Saturno, idiota. Es Júpiter- afirmó la Reina

-No, no lo es. Es Saturno. ¿Ves?- señaló el dibujo de la carta.

-Lo tienes al revés, imbécil. Es Júpiter. ¿Sabes lo que significa eso? Tu sentencia de muerte. Eres uno de ellos, un traidor, un terrorista. Que tengas esa carta sólo lo confirma aún más. No mereces una ejecución digna, lanzadlo al foso, con la Bestia. Él dará buena cuenta del traidor al Estado.

Ante la confusión generalizada, los soldados cogieron por los brazos a Ian y tironearon de él para conducirle ante el Foso…

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10/11/2018, 13:13
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Ivy: el Cisne-Princesa

Hace frío. El aire que sale por tu boca es una voluta de aliento casi congelado. Sacudes las plumas intentando entrar en calor, pero cuesta. Notas tus pies mojados y muy fríos, pero se mueven en el agua, no están paralizados, te mantienen a flote. Sacudes tu cuello largo y delgado tratando de desatar las brumas que cubren tu mente. El cielo está plomizo sobre tu cabeza y la brisa fría invernal sacude las hojas de los árboles y te mece en tu sueño casi de hibernación total, como si fuera una dulce nana, fría y constante, al menos hasta la noche, hasta que puedas recuperar tu verdadera forma y caminar entre los árboles y los animales terrestres, sentir la hierba bajo tus pies desnudos y abrazar a tus hermanas…

Oyes un ruido seco que perturba la calma del lago en el que habitas. Entreabres tus ojos y ves una bandada de pájaros de color rojo vivo, de plumas de fuego, alzando el vuelo, de entre las copas de los árboles para huir a la inmensidad del Cielo. Miras a tu alrededor, tu bandada sigue ahí, impertérrita, sin percatarse de un posible peligro, hasta que es demasiado tarde. Tratas de gritar para avisarles y que se pongan en marcha, pero sólo sale un extraño graznido, nada que se asemeje a tu voz humana. ¿Qué está pasando? Miras tu reflejo en el agua, el espejo de la naturaleza y el rostro que te devuelve no es el tuyo, es el de un precioso cisne. Blanco, impoluto, elegante… e indefenso ante la enorme serpiente gigante de escamas plateadas y negras que se abalanza sobre tus compañeros y sobre ti misma, esperando poder devoraros. Por sus dientes afilados y su mirada lasciva parece tener mucha hambre y vosotros sois carne de desayuno.

El enorme cuerpo de la serpiente gigante se precipita sobre el agua en calma, provocando ondas abruptas hasta que inicia su seseante marcha por la misma superficie en dirección hacia su objetivo. Tratas de correr, pero tus piernas no reaccionan, no como querrías, pero claro, no eres humana, ya no tienes… piernas, tienes patas y alas. Alas. Aleteas nerviosa en un intento de alejarte del agua y abrazar tu única ventaja, el aire. Tu corazón se acelera, tus alas te duelen de tanta fuerza y rapidez que intentas darles para salir de allí viva y entera. Consigues levantar el vuelo, crees que justo a tiempo, junto con tus seis hermanas. Os dirigís hacia la arboleda, en busca de un refugio y calor, pero cuando estás llegando al borde del lago, la bestia atrapa tu pata y tira de ti hacia la tierra. Tu cuerpo emplumado es quien debería haber recibido el impacto del suelo, pero en cambio sientes como tus rodillas y tus codos son los que se golpean contra éste. Tras salir de tu aturdimiento, notas el entumecimiento de todo tu cuerpo y el dolor en tu tobillo izquierdo. Al girarte para mirar a la Bestia lo único que ves es una mano humana, como la tuya, pero más grande, de dedos largos y fuertes, la mano de un Cazador. Un joven rubio, de ojos azules y sonrisa perturbadora te observa, curioso y embobado al mismo tiempo. Su rostro te suena muy levemente, pero no consigues ubicarle. Suele pasar, la Transformación te provoca desorientación y algo de confusión al menos hasta que consigues ubicarte… no es fácil ser un Cisne Princesa.

-Bella joven, ¿de dónde salís? - dice en un tono algo ceremoniosamente ridículo para los tiempos que corren. No sabes qué decir, porque si hablas, si dices quien eres, Él aparecerá y destruirá toda posibilidad de ser libre, de encontrar lo que más quieres… Pero, ¿qué es lo que más quieres? Antes lo sabías (el rostro de un joven moreno de ojos azules y picaros pasa por tu mente, más se desvanece tan rápido como vino), pero ¿y ahora? Ahora qué.

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10/11/2018, 13:14
Director

Julian y las judías mágicas

Julian y su madre Caroline eran felices, por fin lo eran, o eso creía el joven. Su padre había muerto, desaparecido de sus vidas, o eso parecía. Pero en cuanto Él desapareció, los acreedores, y las obligaciones familiares empezaron a llamar a su puerta. Todos querían un pedazo del muerto y de su negocio. Julian sólo podía pensar en cómo mantener con vida lo que le quedaba de familia, sin pasar hambre y sin convertirse en “uno más” de la Familia.

-Venderemos nuestra Vaca- su única posesión. A él le parecía buena idea, con el dinero podrían capear el invierno que estaba a las puertas de llegar y en primavera ya vendrían mejores tiempos, conseguiría un buen trabajo y su madre volvería a sonreír, como cuando él era un niño pequeño…

-¿Estás seguro de que eso es lo mejor? Sin la Vaca no tendremos leche, ¿qué vamos a comer cuando se termine el dinero?- le preguntó su madre, preocupada por la llegada de tiempos más fríos y duros.

-Estoy seguro- respondió el joven, añadiendo su sonrisa más ancha y de extrema seguridad. Caroline abrazó a su hijo y le besó en el pelo, convencida de la respuesta de su joven y confiado hijo.

A la mañana siguiente, Julian tironeó de la Vaca y se dirigió hacia el Pueblo, a venderle su bien más preciado al Carnicero LeFay. Él se ocuparía de su preciado animal y se lo pagaría bien, porque siempre les ha apreciado y les ha dado comida y cobijo cuando lo han necesitado, incluso cuando su padre aún estaba con vida. A medio camino, hizo una parada para refrescarse y dejar que la Vaca comiera la poca hierba rala que quedaba antes de que llegasen las heladas. Mientras bebía algo de agua, un hombrecillo con bastón se le acercó, sonriendo amablemente.

-Jovencito, ¿está tu Vaca en venta?

-Si señor- respondió rápidamente. Puede que se ahorrase el viaje hasta el Pueblo, pensó para sus adentros.

-Te la compro.

-Es una buena Vaca, no es barata- trató de advertirle el joven. La vida de su madre y la suya misma estaban en juego en aquel negocio. No podía venderla, así como así…

-¿Cuánto pides?- dijo el hombrecillo, sonriente.

-500 Galeones.

-Uhmmm… No es mucho- farfulló el viejecito, o eso le parecía ahora que era. Su rostro iba como cambiando, envejeciendo, transluciéndose… hasta que le pareció que casi podía ver los árboles y el camino que había detrás suyo.

-Entonces deme 600 y es suya- trató de regatear al alza el joven Julian, aprovechando la oportunidad que el camino le estaba brindando.

-Hecho- hizo un gesto de triunfo el hombrecillo transparente. Rebuscó entre sus faltriqueras hasta sacar una bolsita de cuero –Aquí tienes.

Julian, feliz de haber hecho lo que él consideraba el negocio de su vida, cogió la bolsita marrón de cuero curtido y la abrió para ver el brillo de las monedas, porque, aunque pudiera parecerlo, de tonto no tenía ni un pelo. Y esa cara se le quedó cuando vio que no había monedas de oro, sólo unas estúpidas habichuelas que brillaban como si tuvieran purpurina de la barata.

-¡Eh, esto no es lo pactado!- protestó el chico, pero cuando levantó la mirada para encararse al comprador, éste y la Vaca habían desaparecido de su vista. Durante un buen rato, buscó y buscó por los alrededores, pero ni rastro del hombrecillo ni de su Vaca. Acababa de perder su único bien por una bolsa de habichuelas, su madre se iba a morir de un infarto cuando se enterase…

Aquella noche cenaron pan duro y agua, entre sollozos y sollozos de su madre, angustiada por la pérdida.

-Lo siento mucho Madre. No pude hacer nada. Eran tres ladrones muy fornidos…

-Y ¿te dejaron esas habichuelas a cambio de nuestra Vaca?- continuó sollozando la buena mujer, aturdida por la historia increíble que le había contado su hijo, para justificar el haber perdido su único sustento. En un ataque de ira, Julian lanzó las judías por la ventana, perdiéndose en la oscuridad de la noche… hasta que a la mañana siguiente una enorme planta tapó toda la visión de su única ventana.

-¿Qué demonios…?

-Sí, es cosa del Diablo, hijo, o de tu Padre. Esto es una locura, ¿de dónde ha podido salir semejante monstruosidad…?- el chico escuchaba que decía su madre, a su lado, mientras ambos observaban desde la puerta de su casa la enorme planta de guisantes que había crecido en su ralo jardín delantero. Al mirar hacia arriba sólo se veía la enorme planta que parecía alcanzar las nubes y más allá. Era imposible ver el final de ésta. Bueno, si los guisantes o lo que sea que hiciera aquella planta, eran igual de grandes, al menos no pasarían hambre, ¿no? Aunque, si lleva a algún sitio, ¿no sería interesante probar suerte? Ni que sea por justificar el perder la Vaca…

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10/11/2018, 13:15
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La Bella Cassia Durmiente

La bella y no-tan-ingenua Cassia iba probando ruecas, herramientas, todo lo que pudiera ser letal, para ver si se pinchaba de una condenada vez, moría envenenada y se libraba de una vez de su familia, pero la suerte nunca parecía estar de su lado. Pero ella seguía intentándolo, hasta que un día dio con la rueca correcta, se pinchó y un largo sueño descendió sobre ella. Lo malo de los deseos es que has de tener cuidado con ellos, no siempre salen… como una querría.  Hay que especificar mucho, como diría Rumpelstiltskin.

Cassia durmió y durmió, como nunca antes había hecho y todo eran sueños felices, sin su horrible familia torturándola y acosándola. Eran bonitos, alegres y esperanzadores. Pero con cada nuevo sueño feliz, se hundía más en el letargo, alejándola de la vida. Más, llegó un día en que un hermoso y encantador príncipe llamado Ashley la encontró. Tras atravesar peligrosos espinos y enloquecidas zarzas que impedían y protegían a la joven mientras dormía, el joven atractivo y valiente alcanzó la sala del trono donde su cuerpo yacía, inerte y en la inopia absoluta. El apuesto príncipe besó los labios mortecinos de Cassia, pero ella no despertó. Aunque eso no fue impedimento para que el atractivo mago-guerrero cobrara su premio por su hazaña y yació con el cuerpo dormido de la princesita irlandesa. Como vio que eso tampoco funcionó, pero al menos se quedó medio satisfecho, se marchó a por más aventuras y princesas que rescatar, que de esas siempre parece haber muchas en este mundo de cuentos. Lo que no sabía el joven e incauto príncipe, es que su joven conquista no-muerta había tenido el sueño húmedo más increíble de su vida, lástima que no quisiera despertarse, era tan vívido, tan perfecto, tan… lascivo.

Pero nueve meses después, se produjo el milagro: gemelos. La bella Cassia despertó a causa de las fuertes contracciones provocadas por su último tramo del proceso de gestación: estaba dando a luz a los hijos, fruto de aquella relación sexual, en la que ella ni siquiera había estado presente, al menos en espíritu. Sola, confusa y aterrada, consiguió parir a las dos criaturas, cortar el cordón umbilical y no desmayarse o morir en el intento. Cuando volvió a despertarse, tras caer inconsciente del agotamiento, las zarzas y los espinos habían desaparecido y sus dos rechonchos y llorones bebés estaban, sanos y salvos, en sus brazos de amazona.

No tardó en saberse la noticia, la Bella Cassia Durmiente había despertado, ¡Hail Princesa Cassia! Su familia corrió rauda a su lado para hacerse cargo de ella y de sus dos pequeñitos y rosaditos descendientes. A los dos días, la Bella Cassia ya estaba deseando no haber despertado jamás. Su padre, su tía, su abuela, todos creían saber mejor que ella sobre qué hacer con su vida o como criar a sus dos hijos. El infierno en la Tierra, con lo bien que estaba ella en su Palacio de Sueños…

Y entonces vino la fiesta de Samhain y príncipes y lores y reinas de todos los países vecinos vinieron a su castillo, elogiaron su belleza, se engordaron en sus salones y regalaron los oídos de parientes. Y el apuesto príncipe Ashley apareció de entre la bruma de nobles aburridos y avariciosos, portando del brazo otra mujer, una joven esposa, de baja estatura, malos modales y caprichosa como las mareas lunares…

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10/11/2018, 13:16
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Lance y la ira de los Dioses

Lance acabó de leer la última línea del cuento que estaba leyendo con su madre. Cuando levantó la mirada, ésta se había quedado dormida en el futón. El pequeño Lance dejó el libro de cuentos sobre la kotatsu y salió al jardín trasero de casa a ver las luciérnagas brillando en la oscuridad de la noche, como haría cualquier niño inocente de 6 años. Los farolillos de colores colgaban de las vigas, iluminando tenuemente el jardín. El silencio sólo se veía roto por el sonido de las cigarras que cantaban su muerte ante el calor del verano. El jardín estaba solitario a aquellas horas, ni él mismo debería estar paseando por allí a aquellas horas. ¿Cómo decía su abuelo? Los árboles y las flores caminan cuando todos duermen…

Con los piececillos desnudos, Lance se adentró en el jardín familiar, admirando las estrellas en el firmamento, el olor dulzón de las Damas de Noche y el sonido de los insectos nocturnos, revoloteando entre las plantas y la hierba. El tacto caliente y rugoso de las piedras del caminito recibió la piel suave de la planta de sus pies y le condujeron a través de la floresta. Caminó sin mediar palabra, maravillado de su mundo particular y privado hasta que llegó al pequeño estanque de carpas que, con tanto mimo y esmero, cuidaba su abuelo. El niño se sentó en una piedra, al borde del agua. Las carpas naranjas apenas se movían bajo la superficie del agua, hasta ellos se habían quedado dormidos. Lance, con sus deditos regordetes e infantiles, tocó el agua fresca y negra del estanque y jugueteó con ella hasta quedarse dormido él también, entre las plantas y las piedras del jardín. Y soñó. Soñó con grandes Dioses y hermosas Divinidades cubiertas de fuego y dolor.

Cuenta la leyenda que Izanagi, tras desterrar a la Diosa de la Muerte, Izanami, al Inframundo, se lavó el rostro y de ese gesto surgieron sus tres hijos más poderosos: Tsukuyomi, Amaterasu y Susano-o. El Gran Dios Creador, en su infinita sabiduría, dividió su poder celestial entre sus tres queridísimos hijos, otorgándole la Luna y el poder de la noche a Tsukuyomi, el Cielo y el Sol a Amaterasu y el poder sobre el mar y las tormentas a Susano-o. Pero no contó con el carácter tempestuoso de éstos.

Vestido con un kimono ceremonial, Lance está sentado en un banquete repleto de grandes platos deliciosamente cocinados, al más puro estilo tradicional. A los lados, los comensales hablan, comen y festejan como si fuera el día más feliz de su vida. Algunos tienen enormes colmillos, otros con orejas enormes de zorro blanco y colas peludas y sedosas en sus traseros y algunos pocos irradian paz y bondad, como la Dama del pelo oscuro y largo. Entonces, Tsukuyomi, cuyo rostro divino le recordaba a alguien bastante más humano que no conseguía identificar, se levanta, desenvaina su enorme espada y decapita a la comensal que estaba sentada al lado izquierda de Lance. La sangre de la divinidad Uke Mochi salpica la ropa y el rostro de Lance. Pero en vez de trigo y simientes lo que se encuentra en el regazo son caramelos y cuchillas de afeitar, la sangre se había convertido en eso. Amaterasu, que era el nombre de la Dama de rostro afable y hermoso se levanta, altiva y ofendida, y abandona la sala, sin mediar palabra, ante la consternación de todos los invitados.

Primero, Tsukuyomi, en uno de los banquetes celestiales, asesinó a Uke Mochi, la divinidad de la comida. Esto inició el enfado con Amaterasu que jamás le perdonó dicha afrenta y esquivó a su hermano mayor para siempre.

Luego, Susano-o, envidioso del poder de su hermana Amaterasu, no cejó de retar a ésta para intentar demostrar su superioridad divina, pero harto de perder constantemente, hizo estallar una enorme tormenta sobre el mundo, anegando campos de arroz, templos y asesinando a las acólitas de la Diosa del Sol. Pero no fue hasta que sacrificó su mascota más preciada, el Caballo Celestial, que no llevó al encierro de Amaterasu en una cueva.

El mundo está oscuro y lleno de Terrores, nada hace retroceder a los Onii, se han apoderado del mundo divino y mortal, haciendo de las suyas, aquí y allí. Amaterasu había negado su luz purificadora, tanto a mortales como a divinidades y espíritus. Dolida y enfadada por la muerte de sus acólitas, sacrificadas violentamente por su hermano, y de su preciado compañero de noches infatigables, decapitado y lanzado bruscamente contra las puertas de su templo más sagrado, había elegido retirarse a las entrañas seguras de la tierra.

La Humanidad no volvería a ver la luz del Sol nunca más si Amaterasu no ponía fin a su enfado y encierro perpetuo en las profundidades. Y entonces, ¿qué sería de ellos? ¿Perecerían bajo la crueldad de los Onii, sus almas devoradas por éstos, azotados por las tormentas y la noche eterna…?

 

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10/11/2018, 13:18
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Mackenzie y los 7 jugadores de quidditch

Érase una vez, una niña de piel blanca como la nieve y pelo dorado como el trigo maduro. Todo el mundo a su alrededor la quería y era adorada por toda criatura viviente. Aunque tenía voz de camionero de la M-30, su dulzura y candor conquistaba a cualquiera. Y su nombre era… Mackenzie.

La niña se crio libre y feliz. Sus padres la hicieron sentir siempre querida y la dejaban manifestar su creatividad de todas las maneras posibles: pintura, música, teatro, … toda una bruja artista. Pero un buen día, la mandaron a Hogwarts porque su bonito país ya no era seguro para ella. Así que Mack se fue lejos de casa y de sus seres queridos por su propio bien. Y allí conoció el verdadero rostro del Mal.

Aunque la joven Mackenzie hizo amigos rápidamente, no tardó tampoco en cruzarse en el camino de la malvada Reina del lugar: April Glackstone. Al principio fueron meros encuentros tontos, algún encantamiento lanzado con mala baba y poco más, pero progresivamente los ataques fueron en aumento, en número e intensidad. Mack trató de esquivar de todas las formas su ira, pero su mala memoria se la jugó una y otra vez y acababa cayendo siempre, vez tras vez, en sus zarpas tramposas. Hasta que, un buen día de invierno, todo amaneció en calma. Era la víspera del solsticio de invierno. Mackenzie retozaba y hacía la croqueta en su cama, bajo el edredón de plumas. Estaba calentita y cómoda, sin ganas de salir de su escondite favorito. Las clases habían terminado hasta el año que viene, la mejor época para estar en la escuela, sin alumnos pesados, sin profesores exigentes y sobretodo sin la Reina April. O eso pensó ella. Lo que no sabía la pobre y dulce niña es que la Reina Malvada había dejado un regalito tras de sí: cazadores que solventasen su “pequeño” problema por ella. Durante todo el día cazador tras cazador la persiguieron para tentarla y traerla al lado oscuro, pero ella no cedió. Su corazón era fuerte y sus brazos aún más.

Pero, entonces, apareció una joven de pelo azul, pidiendo ayuda. La Reina había puesto precio a su cabeza, al de ella y a las de sus amigos, Ian y Dariel. El primero había caído y estaba prisionero en una mazmorra, el segundo estaba desaparecido y nadie sabía si estaba vivo o muerto.

-Tienes que ayudarme, necesito esconderme de la Malvada Reina, no para de enviar patrullas de seguidores suyos para atraparme…- le suplicó la joven peliazul.

-Pero, ¿porque te persigue? ¿Le has hecho algo malo?- le preguntó Mack de forma ingenua.

-No le he hecho nada, ¡lo juro!

-Pero eso no tiene sentido. Es una mala monarca, pero siempre suele tener algún motivo, retorcido, no te lo discuto, pero algo siempre hay… - la joven bruja pintora no sabía porque estaba tratando de disculpar a la bruja Reina, tal vez porque en algún momento de su vida le dio pena, cuando su prometido la plantó en el altar. Eso tiene que amargar a cualquiera por dentro, igual es por eso que es así… pensó para sus adentros ésta.

-Me quiere muerta porque soy Vidente, está eliminando a toda la competencia, mis amigos también se oponían a su régimen de terror, eran magos, como yo. Pero nunca hicimos nada malo, te lo prometo- acabó confesando la chica.

-¿Vidente? ¿Entonces puedes ver el número de la lotería premiado de estas navidades? Podríamos comprarlo y así irnos a dar la vuelta al mundo- bromeó Mack. La chica del pelo azul se quedó algo confusa ante aquella respuesta absurda (y con tanto sentido al mismo tiempo).

-¿Nooo…?- arrastró las letras la vidente, en tono dubitativo.

-Ouh, que pena, ese era un buen plan de huida. Ahora tendré que pensar en otro…

-Eso quiere decir que vas a ayudarme?

-Claro! Me caes bien, pareces buena gente, ya sabes, ¡buen rollito!- dijo alegremente Mack –Lo malo es que yo…- estaba a punto de decirle que ella también estaba en el punto de mira de la Reina y que quizás no era la persona más apropiada para estar cerca de, pero su memoria la traicionó vilmente y se le fue de la cabeza a media frase, dejando en la total inopia a la chica del pelo azul.

-Por cierto, me llamo Sigma.

-Yo Mackenzie. Mack para los amigos.

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10/11/2018, 13:22
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Dariel "Darkskin" LeFay

Cuando los padres de Dariel murieron dejaron a sus dos hijos, él y Ashley, sin mucho más que una casa. Que por supuesto, siendo Ashley el mayor, acaparó enseguida e impuso condiciones sobre su hermanito para poder vivir en ella. Total, Ashley el Príncipe Perfecto ya tenía un trabajo respetable y seguro, e incluso una prometida a la que planeaba traer pronto a vivir con él. “Búscate la vida de una vez”, le dijo, seguro que desde la preocupación severa de un hermano mayor que le quería muchísimo.

 

Demasiado orgulloso para vivir de las sobras que su hermano se dignara a dejarle, Dariel abandonó la casa familiar en busca de fortuna, o al menos la suficiente para poder sobrevivir. Tirando de su carisma y su astucia callejera podía rascar suficiente para al menos comer, de vez en cuando hasta dormía bajo un techo y cuatro paredes. Pero no era mucho, y lo más importante, no pagaba las Black Pearls. Oh, lo que daría siquiera por una para pasar el mal trago, ¡todo porque el maldito Príncipe Oscuro no quería bajarse del caballo para echarle una mano! ¡Con todo lo que él había hecho por su hermano mayor!

 

Estaba tendido en un rincón hediente de orín del callejón Knockturn cuando reencontró el rostro familiar de Julian, bajo una capa tan negra que parecía absorber toda la luz de alrededor para comérsela. Pero no era el mejor amigo que recordaba, de expresión bonachona y sonrisa de anuncio; un aura oscura le rodeaba ahora, y el rostro de un joven saludable se veía en exceso de palidez. Incluso había perdido peso y masa muscular. Pero le sonreía igual que hacía antes. Se acuclilló frente a él y habló:

Sé lo que necesitas. —por qué ahora Julian sonaba como un líder mafioso, Dariel no lo sabía. — Te ayudaré, pero tienes que ser fuerte. Demostrar coraje. Confías en mí, ¿verdad?

 

Confiaba, pero que ese no era el Julian que conocía era un mero aspecto estético. Se quitó su capa negra y la puso sobre Dariel: el trato sería que él volvería a buscarla en siete años, y que en ese tiempo el bolsillo de la varita de la capa le proporcionaría todo el dinero que él quisiera sacar de ella. Pero sólo lo haría mientras la capa fuera su única vestimenta y cama en esos años; no podía yacer en ninguna otra. Lo único que le pidió era que no muriera en esos siete años. Lo que no le había explicado Julian era que la capa, día a día, iría modificando su aspecto. En los primeros meses le creció todo el pelo del cuerpo y las uñas, y no había hechizo o jabón que pudiera mantenerle aseado más de un minuto. Descubrió que tanto su carisma como su astucia hallaban trabas cuando las personas le confundían con una especie de licántropo hippie. Pero era cierto que tenía todo el dinero que podía necesitar, así que el ostracismo social y las persecuciones de la Unidad de Captura de Hombres Lobo eran un mero inconveniente en comparación. Lo único que le molestaba era que no podía mirarse al espejo porque, de alguna manera, su forma más monstruosa se reflejaba como una copia de su propio hermano Ashley. A lo mejor se había vuelto loco, o a lo mejor en realidad la gente veía a ese monstruo y no a la bola de pelo andante que era. Podía soportar lo segundo, pero lo primero...

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10/11/2018, 19:21
Master 1
Sólo para el director
- Tiradas (2)
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30/06/2020, 20:03
Master 1

EQUIPO SLYTHERIN

Todos tienen penalización por falta de entrenamiento, de -1 a bonificador.

- Tiradas (8)
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30/06/2020, 20:13
Master 1

EQUIPO HUFFLEPUFF

No tienen penalizadores extras.

- Tiradas (8)

Notas de juego

A ninguno de los dos equipos se os va a aplicar la tirada de insomnio/pesadillas/somnolencia (os la ahorramos).