Partida Rol por web

2 de septiembre, noche

Stephy te escucha aceptar su propuesta. Y te sonríe para afirmar. Después de pagar las bebidas, te coge de la mano para tirar de ti hacia la calle. Ahora que estáis a la luz de las farolas la puedes ver. No sabías si era ella o el alcohol, pero bajo la tenue luz de las farolas estaba guapísima. 

Pasáis dos manzanas, con cuidado de que no os atropellen. Aunque tampoco había muchos coches a estas horas. Entonces, llegáis a un portal del tipo que antes de la puerta, tienen escaleras y, a ambos lados, jardineras hasta la próxima puerta. Stephy busca las llaves en su bolso un rato. 

- Pe-perdona, no sé dónde tengo las llaves ni la cabeza - suelta un ligero hipido tras la frase. Pero no está muy borracha. Cuando da con ellas, parece que las tiene memorizadas. Mete una y se abre inmediatamente. Gira la cabeza y se lleva un dedo al pico, para que guardes silencio. Sus vecinos estarán dormidos. Sube al piso de arriba y vuelve a coger las llaves frente a una bonita puerta pintada de blanco. Esta le cuesta menos abrirla. 

- Bienvenido a mi humilde casa - ¡de humilde no tenía nada! La entrada llevaba a un salón amplísimo, lleno de herramientas de diseñador por todas partes. Un poco desordenado, pero estaba bien. Vuelve a cogerte la mano y te hace el gesto de que vengas con la otra. Un sensual y atractivo gesto. Giráis a la izquierda en el salón para ir a una puerta que lleva a su dormitorio. ¡Y vaya dormitorio! Era de lo más amplio, con un cuarto de baño adosado. El dormitorio estaba igualmente desordenado. Pero el desorden aquí era de otro tipo: prendas de ropa aquí y allí. Incluida ropa interior de mujer. Antes de que te puedas dar cuenta, tira de ti para que os tumbéis, tu encima suya, y te brinda un beso que valdría como mil de la discoteca. Aunque estás tan distraído con el beso que no te percatas hasta el último botón que te está quitando la camisa. 

1 de septiembre, mañana

Al salir del edificio de oficinas, la calle está abarrotada de coches. Pero es una calle estrecha, así que no tendréis dificultad para cruzar hasta el café: The trolley. Al parecer esta era la hora del desayuno, ya que están casi todas las mesas ocupadas. Es entonces cuando dos orejas blancas con tonos rojizos salen de entre la multitud. Es un conejo, vestido con el uniforme de camarero, muy sonriente.

- Buenos días señoritas y caballero - al miraros, os fijáis que se centra unos microsegundos más en Savannah, aunque mantiene las formas - ¿Cuatro?

Te proponen muchos más juegos. Unos por parte de Victor, otros por parte de Emma. Los de Victor suelen ser más físicos, los de Emma más de lógica. Se notaba quién era cada quién. Hasta que llega la hora de la cena.

- Oh, es la hora de cenar - dice Emma.

- Jo, que hambre. Tío Calvin, ¿nos preparas algo o pedimos a domicilio? - te pregunta Victor.

- Vic, el tío Calvin no es como el monedero de mamá. No está hecho de dinero. Supongo que o nos preparará algo o miramos en la nevera lo que hay - comenta Emma, con una sonrisa. Era muy madura para su edad.

Tras un rato miro el reloj y asiento. Era la hora de la cena. Los pequeños ya tenían hambre y sonrío cuando empiezan a hablar sobre lo que podríamos cenar. -Si eso podemos mirar primero en el frigorífico si vuestra madre ha dejado algo que os pueda cocinar. Y si no pedimos algo, no hay problema-respondo a mis sobrinos mientras me dirijo a la cocina del piso y empiezo a buscar algo que pueda preparar para los tres. 

Estaba seguro de que Liza habría dejado algo para la cena y si no, bueno no me importaba pedir algo y pagarlo luego.

Efectivamente, Liza había sido previsora y había dejado una bandeja de pollo frito y una nota encima.

Calvin, para cenar podéis comeros el pollo frito que sobró de hace unos días. Eso sí, picales algo de verdura a los niños que si no se trofollos. ¡Ah, y de postre que no coman helado, que coman fruta! ;*

Cojo la bandeja de pollo y leo la nota. Sonrío y asiento. -Muy bien, a ¿quien le apetece pollo frito?-pregunto con una sonrisa mientras saco la bandeja y algunas verduras. Luego cierro el frigo y me pongo a cocinar. Empiezo primero lavando las verduras con cuidado y una vez termino, dejo que se sequen y busco una sartén para calentar el pollo.

-Si empezáis a preparar la mesa os lo agradecería muchísimo-les digo a los sobrinos con un guiño. 

- ¡SÍ, POLLO FRITO! -  escuchas gritar a Victor, mientras entra en la cocina y se pone a tu lado, dando saltitos. Entonces ve que estás cortando verdura - Egh. ¿Nos las tenemos que comer? - no tarda en llegar Emma para responderle.

- Sí. Mamá nos dijo que debíamos comer verduras para que seamos grandes verticalmente y fuertes. Grandes horizontalmente deduzco que es que te pones gordo, jeje. Vic, ayúdame a poner la mesa, anda.

- Vaaaaale - contesta Victor y ves cómo empiezan a coger el mantel, las servilletas y toda la cubertería para poner la mesa. El pollo empieza a chispear, señal de que no le queda mucho.

El tigre era incapaz de recordar ninguna ocasión en la que la coneja hubiese aguantado el tipo siquiera la mitad de lo que estaba aguantando en aquel instante. ¡Hasta pudo notar cómo descruzaba las piernas, invitándolo a continuar! No pudo evitar preguntarse qué había cambiado en aquella coneja.

Créeme. Subestimarte es lo último que haría.

No obstante se encogió de hombros con total indiferencia ante el aviso de la línea fina. Cuando sintió la mano de ella sobre su pie, tomó su perrito y devoró un buen trozo, en completo silencio, mientras el la extremidad cobraba un poco de actividad en una suave caricia. Después de tragar, su sonrisa se amplió y negó con el dedo.

No tan rápido. Dijiste que no querías placer -al contrario que sus palabras, una parte de él rozó esa fina línea-, así que continuemos con el trabajo.

Algo me huele raro en esa empresa. No sabría decir qué es. No es sólo que el jefe quiera renovar la sangre a marchas forzadas, o que de una entrevista con cuatro empleados, contrate a los cuatros. Necesito un par de ojos más... bueno, en tu caso, unas orejotas extras.

Seguía impertérrito, tomando su comida como si allí no estuviese pasando absolutamente nada. Al menos a ojos de los demás.

De compras. Había entrado en H&M por la diversidad que tenían, además los precios sin ser tirados respondían a la calidad de las prendas. Así que tras progresar por los pasillos viendo los expositores y los maniquís acabé en la sección de ropa interior. No es que fuera primordial hacer una compra en aquel departamento, pero vaya, ¿Acaso no era el interior una expresión de la apariencia externa? Sin duda había que cuidarlo todo. 
Había conjuntos muy sexys, otros más recatados. No era muy clásica vistiendo, así que, acabé en el expositor de las nuevas tendencias. Mas que sujetadores, lo que parecía estar de moda eran tops, sobretodo deportivos. Estuve fijándome aquí y allá, buscando alguno de mi talla y en colores que mezclasen estampados con colores lisos. 

Llevaba cuatro perchas en la garra cuando al retirar la quinta me topé con aquel rostro conocido. Me sorprendí. No podía ser él ¿Podía? Claro que sí, era él. ¡Madre mía! Y yo allí, en la sección de interior con cinco perchas. Estaba como distraído, mejor porque si me ve con semejante arsenal de ropa igual podría creer que quiero montar mi propia tienda. 

Disimuladamente volví a colocar algunos sujetadores en una de esas barras en las que se cuelgan. Y sí, la curiosidad me podía. Era Theo, THEO. No podía desaparecer sin más y un selfie me pareció poca cosa. Así que me acerqué hasta él - ¡Hola! ¿Puedo ayudarte en algo? - estaba en la sección femenina, igual tenía que regalar algo y se encontraba perdido. O igual estaba esperando a alguien. No había caído en eso, igual tenía una acompañante. Miré hacia los lados de manera disimulada. También procuré evitar confusiones - no trabajo aquí, pero supongo que has venido a esta sección - coloqué a modo de ejemplo un sujetador con su percha superponiéndolo sobre mi piel - a comprar algo ¿Verdad? 

Debía dejarle hablar, que lo explicase.

Salimos del edificio, yo intentando mantenerme en el centro. Señalo a la acera opuesta, que justamente era donde estaba el café que comenté. 

- Hacen unos pretzels buenísimos, ya veréis - les comento a mis compañeros, con una sonrisa. Al final Rachel se nos había unido. Bueno... ¿Cuantos más mejor? Llega entonces un camarero conejo, que yo me fijo que le echa una mirada a Sav. Pero es demasiado corta para juzgarla. 

- Em, un segundo que pregunte - me doy la vuelta hacia Rachel, elevo la cabeza y muy sonriente le digo - Habíamos pensado salir a tomar un café. Si quieres puedes acompañarnos. 

1 septiembre, noche

Su respuesta es sencillamente, encantadora. Entendía casi a la perfección mis sentimientos por Prrr. No lo consideraba extraño. ¡Y coincidía conmigo en el uso de la palabra friki! 

- Muchas gracias Peregrine - le cojo ambas manos con las mías y las acaricio. Su suave plumaje es como un masaje - Ahora sé que puedo contar contigo - y le devuelvo una mirada muy sonriente. Entonces... Me gruñe el estómago. 

- Vaya... Ya se está haciendo tarde. Mi hora de cenar ha llegado. ¿Quieres comer fuera o prefieres irte a casa? 

2 de septiembre, noche

Pagamos las bebidas antes de que Stephy me arrastre fuera de la discoteca. La veo más hermosa que nunca a la luz de las farolas, tirando de mí con una expresión entre miedosa e ilusionada, seguramente la misma que tenga yo. O quizá es solo lo que quiero ver potenciado por el efecto del alcohol.

En cualquier caso llegamos a lo que parece ser es la entrada de su edificio, que me sorprende pues en el Nueva York moderno no hay demasiados edificios con jardineras a los lados. Pero nada de eso importa, mientras busca las llaves en su bolso y yo aprovecho para acariciar un poco su cintura.

Al final las encuentra y abre de forma automática, pidiéndome silencio a lo que tan sólo respondió afirmando con la cabeza. Suvimos hasta una puerta que sabía que era suya antes incluso de que la abriera, pues está diciendo a gritos el carácter de su dueña.

El interior me hace mirarlo asombrado. ¿Humilde morada? Joder digo casi sin querer pues esta casa tiene de todo menos humilde. Lo que me sorprende es que esté desordenada, pues pensaba que al trabajar desde casa a Stephy le gustaría tenerla ordenada.

Pero apenas tengo tiempo para mirar nada pues de inmediato vamos a su dormitorio, siguiéndola casi hipnotizado. El dormitorio está tan desordenado como el salón pero en esta ocasión es con ropa. ¿Acaso estuvo buscando que ponerse para salir conmigo?

Nuevamente nada importa cuando tira de mí para caer en la cama, con ella debajo de mí. Los dos nos fundimos en un apasionado beso que deja en ridículo el de la discoteca. Tan apasionado que ni siquiera me doy cuenta de que me está desabrochando la camisa hasta que la tiene completamente desabrochada. Por supuesto dejo que me la quite antes de acariciar su cuerpo con mis alas recorriendo desde la cintura en un lento movimiento hasta llegar a sus pechos y luego volviendo a hacer el camino inverso para, a la segunda vez que subo, ir tirando lentamente de su vestido para sacárselo por la cabeza (aunque si tiene cremallera primero tendré que aflojarla claro).

1 de septiembre, noche

Siempre respondo a sus palabras, y más cuando seamos compañeros de trabajo.

Sin embargo al gruñido de su estómago se une el mío formando un coro que me hace reír. Parece que estuviéramos famélicos. Venga, vamos y te invito a cenar. Seguro que si vives aquí conoces algún buen restaurante en dónde podamos cenar algo.

Realmente no hay dobles intenciones en mis palabras. No es que esté esperando algo en la post cena ni nada similar. Tan solo es que me lo estoy pasando tan bien que me gustaría prolongarlo un poco más. Así pues dejaré que ella escoja... o que se vaya a casa si es lo que prefiere.

2 de septiembre, noche

Su vestido tiene una cremallera por la espalda, la cual comienzas a bajar con su ayuda que, mientras te sigue besando con pasión, levanta un poco la espalda, hasta estar bajada. Entonces, logras quitárselo. Bajo su vestido lleva puesto un conjunto de licra negra con un tanga del mismo color, más bien amplio, pero igualmente sensual. Pone fin al beso que creías eterno, y te mira con pasión ardiente, de arriba abajo. Y lentamente, comienza a desabrocharte los pantalones, mientras observas el cuerpo que tienes delante. Sus botones estaban levantados de excitación y, cuando logra desabrocharte el botón y bajarte la cremallera, dejando a la vista tus calzoncillos, se muerde el pico por dentro, acariciándose la entrepierna, húmeda. 

- Eres tan... Bello, atractivo y sexy - te dice en voz baja mientras te sigue besando, con pasión renovada, abrazada a ti, de modo que la puedes levantar del torso con tu propio cuerpo. Ha estado loca por ti toda la vida. Y esta noche te lo estaba demostrando. 

2 de Septiembre, noche

Lo que descubro debajo del vestido me hace lanzar un suspiro, casi un silbido, encantado. Pero a sus palabras tan solo puedo reír antes de compartir otro beso apasionado.

Es curioso porque es exactamente lo mismo que pensaba de tí le digo con una sonrisa cuando nos separamos mientras llevo una de mis alas a acariciar su seno derecho mientras con la otra me sujeto para no dejar todo mi peso cargado sobre ella.

Eres tan sumamente hermosa y sensual que simplemente me parece estar viviendo un sueño le digo con ojos brillantes. Mientras tanto la caricia sobre su pecho va bajando buscando terminar colándose dentro del tanga para empezar a jugar con su parte más privada. Por supuesto para ese entonces, y aunque no se note mucho (que para ser un pájaro no es pequeña pero tampoco es algo que destaque), mi pene está completamente alzado y duro, esperando llegar más allá.

Llegamos al café que nos sugirió Sheila y he de admitir que era un lugar bastante agradable. Parecía estar bastante lleno, así que posiblemente nos sentaríamos en la barra a tomar un café, hablar un poco y luego cada uno irse por su lado. Nos atiende un conejo bastante agradable. -Si todos estamos de acuerdo seremos cuatro, buenos días-le saludo con una amable sonrisa. 

Como había dicho Sheila, todo dependía de si Rachel se unía o no. Y si no, seríamos tres. Ya me había tomado un cinnamon roll en la sala de descanso, así que solo me pediría un café. Aunque para la próxima vez seguiría la sugerencia de la nutria de tomarme un pretzel. 

El atractivo león baja la mirada hasta encontrar la tuya. Sonríe de medio lado antes de contestarte.

- Ya veo que no llevas el uniforme de los trabajadores. No, no necesito ayuda - te mira de arriba abajo. Su mirada se torna algo más turbia, y termina por sonreír completamente, con una mirada que podría dejar KO a cualquier mujer. La "mirada de león". Camina hacia ti hasta arrinconarte contra una pared. Coloca su brazo izquierdo contra la pared, "impidiendo" tu huida. Pero... ¿realmente querías huir de semejante cuerpo?

- Estaba buscando algo apropiado para mí. No me conozco esta ciudad ni estas tiendas. Digo el cómo están distribuidas, así que he acabado en la sección de lencería. Y me he encontrado contigo - alza su mano derecha, como para dártela a chocar - Johann Michaels, encantado - ¿Johann Michaels? ¿Qué clase de nombre era ese? O sea... Por lo que tu sabes, PROBABLEMENTE, este tío era Theo pero... ¿A lo mejor era un doble suyo? Nah, imposible imitar esa belleza, ese cuerpo tan sensual, ese paquetón que le viste en las muestras de bañadores*.

1 de septiembre, noche

Se me iluminan los ojos ante tanta amabilidad. 

- Vale, pero a la próxima invito yo - empiezo a pensar en lugares por aquí cerca que se coma bien pero por muy poco precio. Y se me ocurre el lugar perfecto. ¡Que además estaba al lado de mi edificio! 

- ¡Ya sé! Un restaurante japonés. Pero no de estos de lujo sino como un puesto de ramen, que te tienes que sentar en el mismo puesto y comer. La gente lo infravalora, pero sus fideos son los mejores de toda Nueva York. Sígueme.

Guio a mi acompañante hasta fuera del parque, justo donde crucé yo. Estábamos en la Quinta Avenida, pero no era aquí donde íbamos. Íbamos a mi calle, que hace esquina con la Quinta. Y, justo al lado de mi portal, hay un carro puesto con simbología japonesa. El que entendiese un poco de japonés sabría que decía "ramen". Por suerte, no había nadie. 

- Bien, hemos tenido suerte - le comento y luego me siento en el puesto, atendido por un macaco japonés - Konbanwa, Kenshi - el mono se percata de mi presencia y me sonríe. 

- Aaaah, konbanwa, Sheira-chan. Veo que hoy vienes acompañada. ¿Es tu novio? Parese muy fraco - y comienza a reírse mientras yo me pongo igual de roja que su bandera. 

- ¡Ie, ie! No es mi pareja. Es un compañero de trabajo - le explico, mirando con una sonrisa a Peregrine, para luego, volver la mirada hacia Kenshi - A mi ponme lo de siempre. ¿Qué quieres tu? 

Savannah se retrasó apenas unos pasos para responder unos mensajes desde su móvil, aunque rápido los volvió a alcanzar. Se puso a la altura de la nutria cuando esta les indicó el lugar al que iban a tomar algo, esta lo miró unos segundos, le sonaba de haber pasado por delante, pero nunca se había parado. 

Mientras esperaban en la entrada a que les asignaran una mesa, la joven observó el lugar con atención y sólo cuando un joven camarero se les acercó, esta levantó la mirada a la par que se acomodaba las gafas con un firme movimiento. Se giró hacia Rachel cuando sus compañeros se pararon a preguntarle si esta también se uniría al desayuno. Savannah tenía ganas de probar el especial de allí. Normalmente estos lugares tenían menús con el especial de la casa o cosas así.

Ante la mirada del conejo, esta sonrió de manera amigable, aunque no le dio más importancia. Pronto la joven desvió nuevamente la mirada, fijándose en una mesa. Le gustaba ese lugar.. Había buenas vistas y era un lugar tranquilo.- ¿Podríamos ponernos en esa mesa de allí? -Preguntó sin mirar al camarero, pues su mirada seguía fija en ese sitio.

Stephy gime a medida que juegas con su cuerpo, sujetándose a las sábanas cuando te paras en su jardín secreto. Está totalmente inmovilizada, pero lanzando pequeños grititos de placer. Su humedad empapa tus dedos. 

- Ooooh Dios, sí... - tu pene sigue creciendo, aunque hay algo que molesta: tus pantalones, que aún están puestos, aunque desabrochados. Stephy logra reunir fuerzas para tirar del sujetador, rompiéndolo en el proceso. Sus senos son como dos joyas en punta - Qu-quítate los pantalones y penétrame - logra decir entre gemidos - Hagámoslo sin condón. ¡Ooooh sí! Cuando... Cuando te vayas a correr, sácala y deja que te lo chupe. Por favor - era una petición rara para la primera vez que tenéis sexo. Aunque. Es demasiado bella. ¿Le dirás que no?