Partida Rol por web

El jaleo que se forma es de aúpa. Unos se pegan, otros se empujan, pellizcos en todas partes, gritos... pero ente todo ese jaleo se puede escuchar uno en especial, uno agudo, terrible, inquietante...

- ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!

Es la Lore, que sah llevao las manos a la cabeza y se tira del pelo como una histérica.

- ¡¡¡ORCOS MUERTOOOOOS, ORCOS MUERTOOOOOS!!!

La Lore corre pal grupo como alma que lleva el Diablo. Se le han olvidao el desayuno, los tiques, la Japuta, el Pituflu, y to la tontería.

- ¡¡¡Un otógrafo desos, por favor, que soy vuestra mayor fan!!! ¡¡¡Me las sé todas!!! ¡¡¡Desde el "Jarro Lalelullah"*  al "Jusdadi"!!!

Está que se le sale el pechámen de su sitio de los saltos que da.

¡Qué tumulto! La gente sapartaba de los Orkos Negros y enluego los rodeaba en corrillo, que tinían unas pintas de to menos de gente decente y ordená.

Los que no sapartaron, sino que fueron a intercertalos, fueron el Sinpán y el Chato, mu bravucones, que les echaron cojones al Gorgoroth y los suyos.

– ¿De ké hablas, pitufo? –le dijo Gorgoroth al Sinpán, al que sacaba cuatro cabezas–. ¡Los Orrrkos Muerrrtos tienen un bolo en Brrree! ¡De akí no se van sin haberrr pillado kacho y panoja! ¡Y ahorrra kerrremos chokolate kon churrros! ¡GORGOROTH EL DESTRRRUKTOR EXIGE SERRR ALIMENTADO KONFORRRME AL CONTRRRATO FIRRRMADO KON EL AYUNTAMIENTO! ¡WAAAAAAAGHH! –¡no gritaba na el becerro!

En esas quesescuhó un berrío de fondo que llegaba de dondestaba la Lore, que eso parecía un gorrino degollao, que ni el cuerno de Helm chillaba asín, que tol mundo se llevó las orejas a las manos.

La Lore llegó dando salticos de histeria e ilusión, bamboleando las peras hasta llegar donde los Orkos Negros, que la observaron con gustico.

– Los Orrrkos Negrrros están para eso, hembrra humana... digo... eh... ¡mujerrr! –miró de reojo pa un lao y pa otro–. ¿Ves, enano? ¡Parrra eso están en Brrree los Orrrkos Muerrrtos! ¡Tenemos muchos fanses akí en la antigua Kardolan! Te firrrmamos lo ke kierrras, guapa –le dijo Gorgoroth agarrando a la Lore por el talle apretuchándola bien–. Así ke Jusdadi, ¿eh? Esa la kompuse yo.

– Y los arrreglos son míos –dijo Morgul, relamiéndose.

Si en eso tinía razón el tío feo ese, que taban ahí porque se didicaban a eso, a tocar lo que dicían quera música y quel ayuntamiento los había traío pa contentar a to los públicos, que por desgracia no tos tienen el buen gusto de gustale la verbena con pasodobles y música pa toa la familia, agarrá y suelta, que pa eso había vinío la Orquesta Númenor, pamenizar las fiestas de buena manera y con los clásicos de jiempre.

Tamién estaban otros asín pa más jóvenes, como los Orkos Muertos, o Helm y los Cuernavilla.

– ¡¿Ke hay del desayuno, joderrrr?! –saltó Felipe, otro de la banda.

–¡De desayuno nada enmientras que no se componga la fila!– al Tapizao labían dado la misión de guardar la noble cola del desayuno, repartir tíqueses y justicia, y taba mu enojao que labían tocao los cojones de mala manera entre unos y otros. Con lo bien que lo tinía to montao.

Pero claro, a ver ahora quién era el guapo que le dicía al público que había quempezar otra vez.

– ¡Nosotros tábamos primeros, oogh, qué sofoco! –dijeron Dodo y Juan a la vez, que sabían quedao al laico de la mesa pa seguir de plimeros.

De pronto sescuchó una voz dorada y un refruljor de dientes de perlas en sonrisa perfeta deslumbró a toa la plaza. Una figura mu bien apaña subió dun salto a un carro con un laúd en las manos. Iba encapuchao con un manto de verde y oro tras el que solo se le veía el mentón perfeto.

– ¡Vamos, queridos amigos! ¡Devolvamos a este maravilloso día la alegría de los años del rey Elessar Telcontar! –sonrió y tos volvieron a quedar deslumbraos. Entonces se bajó la capucha y tos le vieron la cara.

¡Era Rick Martel! ¡El primer cantante de la Orquesta Númenor! ¡Qué hombre! Tan apuesto, tan viril, tan artista y tan tó. Na que ver con el Gorgoroth ese. Rick Martel sí quera una uténtica estrella, un bardo del copón, que te lo cantaba tó con voz de ruiseñor de Rivendel, y tinía una energía y un tó nel escenario que era pa velo. Normal que a toas las mujeres de la Tierra Media se le caiyeran las bragas al velo. Al son de Bulería, bulería, las mozas lo tiraban las enaguas al escenario y cuando lo viían bailar con las mallas apretás las daban soponcios.

Rick Martel era un sedutor, un galán del escenario y un caballero dentro y fuera dél. Se dicía que tinía a mogollón de petrendientas, que las pocas elfas que quedaban suspiraban por él, y vamos, que taba ca dos por tres en las portadas de los pergaminos de papel crucher de Minas Tirith.

Cuando la gente comprendió quién era sescuchó un OOOOHHHHH de admiración, y volvieron las sonrisas a las caras.

Martel pasó los dedos por el laúd y un sonío celestial llenó la plaza.

– Hae ephadron, theri thaur... ¡Elo! Bree, an tinu, emel bar... –si hasta cantaba en élfico el jodío.

El OOOOHHHH fue más grande. Unas mozas salieron corriendo hasta el carro dando berríos de fan, más nirviosas que to. Y con ellas, Dodo y Juan dando palmicas y trotando como niñas en un prado.

– ¡Vamos, amigos! ¡Disfrutemos en paz del desayuno que Bree nos ofrece! ¡Bree! ¡Os quiero!

OOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHHH

A Gromeanauer le daba ya lo mismo to. Le daban lo mismo, el Dodo, el Juan, el Tapizao, la fila, los tiques, quién iba el primero y quién el último y to'l copón.

A él lo único que le importaba es que habían venío unos orcos aquí, a Bree, a su pueblo, y que le habían dicho pitufo. ¡Pitufo, que ni tan siquiera es una criatura de esta ambientación! ¡Es como si estás jugando a Star Tres y les dices a los que se van de la nave "que la fuerza os acompañe"!

¡AMOS HOMBRE, HASTA AQUÍ PODÍAMOS LLEGAR!

Así, más encabronao que tos las cosas, el Sinpán le dijo al Gorgorito—. Churros no hay, pero no te preocupes, que ya te alimento yo... ¡Con una HOSTIA!

Y es que sólo se les ocurre a los orcos guiris decirle na a un enano achispao. Que le sacarían 4 cabezas, pero nadie tenía los cojones mejor puestos que el enano. Y menudas hostias calazaba cuando se enfadaba, por cierto.

Y para muestra, la que acaba de recibir el Gorgorito. Que se le tienen que haber quitao las ganas de decir tontás hasta dentro de un rato. Y si no hasta de cantar, que seguro que tampoco se pierde nah.

Si el grito que había pegado la Pellegrina al ver a los Orkos Muertos había sío pa grabarlo y enmarcarlo, el que pega cuando ve al jodío nano darle con toa la mano abierta hubiera valido pa cualquier pinícula de miedo desas, en las que una rubia tetona jamona ya en biniki (¿qué coño hacía en biniki con un sesino suelto?) corre por en medio de un bosque (sí, en plena ciudad) porque la persigue un nasghul desos con capa y con una espada mu fea dispuesto a clavársela (la espada).

- ¡¡¡PERO QUÉ HACES, SO IMBÉCIL!!! ¡¡¡¿EJ QUE NO SABES QUIÉNES SON!!!? ¡¡¡Vanyan merela almarelya!!!*

Estaba la Japuta arrejcondiá tras la elfica, toa concentrá en ver si podía esconder el tiques entre los refajos, pues no iba a hacerle asco, cuando de repenete, como viniendo de las mismas entrañas de un retortijón de un barlog restreñío, surgió el berrío de la Lorelai ¡Que por poco no se nos muere la Japuta d'un infarto de mio y de cardio, de los dos! Agachando la cabeza por si venían más gritos, y levantando la garrota por si había que dar ostias a quien gritara, la pobre Japuta se quedó quieta, como un pajarico viendo volar una rapiñera.

En estas, que la Lorelai se abalanza sobre el artist... sobre el cantant... sobre el que pegaba los berríos en el escenario, amos. Compadeciole la Japuta, al orco cantaor, no a la elfa, pues no sabía si sería capaz de aguantar tanta hormoña junta entre tetas, arañazos y besuqueos de la elfa en celo.

Y vete a saber, que apareció el Martel ese, con arpa y vestimenta pal ligoteo, que tan hermoso era que la Japuta ni se percató del encabronamiento del enano. Bueno, sí, se percató, pero en la mente de la Japuta solo había un culo, digo un paquete, digo un pensamiento. El del culo, digo paquete, digo mozo subío en el carro. Que la Japuta puede que no fuera hermosa, pero tenía mucha experiencia en lides amatorias, o en fornicio, y sabía lo que de verdad había qu'hacer en un caso d'estos.

Así que, ni corta ni perezosa, y viendo que el enano s'iba a intercambiar opiniones artísiticas con el atolondrao desfrazao de orco, la Japuta se fue desplazando tranquilamente y como quien no va la cosa hasta la parte posterior del carro ande estaba el mozo subío. Y cuando éste estaba a punto de entonar otra oda, hizo lo propio. Alargó la mano y la agarró el culo, usando en susurros la frase que tan buenos resultaos le había dao en tiempos pasaos.- Te la sorbía yo que te dejaba tan seco que ni barcos habría pa los elfos. Que tengo el juju chorreante como la Cienaga los muertos.-

Cuando Herculano ve como su amigo, el Sinpán, se encara contra los orcos estos ni lo duda un segundo, que palla que va.

-¡¡Ahí va la ostia puta ya!! A ve tu puto bixejo deforme, baja la mira ara mimo. Ni tenga elpensamiento de mira a mi amigo. Bueno, mejor subela- Herculano se lanzó tras su amigo.

¡A su amigo ni mirarlo! A Herculano empezose a hincharsele la vena er cuello cual aparato reproductor de perrete.

- Largaos a cantar duna puta vé. Que ni er puto ojo ese gigante que os mira de las arcas que se produsquen, cagonlostia ya. ¡Que sois mas inútiles que un cenicero en el carrocaballos!- Herculano se apartó un poco y, mirando al que acababa de llevarse una coz de enano, le dijo:

-¡Y tu! Masturbavacas, como no desparezcas ya te via deja la cara que no te va resconocer ni tu madre, ¡¡¡cagontoya!!!-

Herculano parecía mu hombre, pero porque estaba l'enano que sino...

¡TOMÁ QUE FOSTIÓN! ¡Por la Víhgen del Brandivino! El Gorgoroth no vio de venir la manomartillo del enano, que era un tapón pero las repartía largas que era pa velo. Normal, con esos nudillos de piera y esos dedos gordos como morcillas que al Sinpán no lace faltar ni arao ni na, que labra a su manera, a lo bruto a mano que igual destripa terrones que prurveriza una piera.

Así de mal le salen los surcos, tamién, claro.

¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Pos eso, que el Gorgoroth llevose un trompazo bien pintao a mano alzada, que no pudo esquivarle por estar demasiao atento a la Lore. Pero tan tonto no era y bien que alargó la mano pa devolverle la caricia al Sinpán.

– ¡YOTEMATO JOPUTA! –bramó, calzándole un mascazo al enano en to la cara que sacole los mocos.

Y claro, ya taba liá. Mientras casi toa la plaza estaba babeando por el gran Rick Martel (¡qué juapo es el jodío!), otros se fijaron en la que se estaba liando con los Orkos Muertos. Entrellos, los Orkos Muertos mesmos. Tres dellos se tiraron a por el Sinpán a darle una zurra, mientras otro, el Guldur, más escanijao y con un vestío de mujé, se descojonaba con risilla de rata.

–¡ENANO KABRRRON! ¡TUS MUERRRTOS! ¡TOMA! ¡TOMA! –Morgul, Ungol y Felipe se liaron a patás y sopapos con el Sinpan. Pero el Ungol taba poco diestro que pisó un cagarro de palomo del tamaño dun charco (a saber qué palomo había pasao por allí cagándose) y resbalose de culo al suelo que era una risión velo. Pero los otros no, los otros daban con diestreza los mu cabrones.

– ¡¡JI JI JI JI JI!!  –se ría como una rata histérica viendo el pifostio. ¡La virgen qué gente más desconsiderá!– ¡DARLE, DARLE! ¡¡ JI JI JI JI!!

Guldur era algo más finico que los demás, ¡y vestía de mujer! ¡Con un vestío largo! ¡La vrergüenza! ¡El vicio de las ciudades, que disquen que allí hay hombres que si visten de mujeres! ¡Y sin ser carnavales ni na! ¡Por vicio!

En el otro lao de la plaza Rick Martel taba descubriendo la parte mala de ser una estrella: las fanses. Él se desvivía por ellas y to, y taba acostumbrao a que le tiraran las bragas y to lo que no son bragas, y que lo apretucharan en las multitudes y que le pidan que te ví hacer un hijo o te sorbó tó hasta remeterte los ojos pa dentro. To esas cosas de mujeres enaltecías, ya se sabe.

Pero la cosa había pasado de 0 a 100 mu rápido y a mala hora, y cuando Martel sintió una mano agarrándole las mallas y lo que no son las mallas, y vio a la Japuta, pegó un salto del susto que casi cae del carro de cabeza.

– ¡Señora! ¡Por favor! ¡Compórtese! ¡Tus! ¡Tus!

-¡¡CAGONTOYAAAAA!! ¡Ar puto nano borraxo ni tocalooooo!-

En ese instante el mago decidio espavilar a su amigo, lanzando su hechizo[1]:

-¡Olracot in onane la!- Gritó con la carica de cuncentrao.

Nada más lanzar el hechizo Herculano cerró el puño, tenía toa la intención de rebentale la cabeza al puto orco. Pero se lo repenso, bueno, pensó, porque repensar implica hacelo dos veces y Herculano lo único que hacia dos veces era beber, dos y tres y cuatro...

Así que se freno, y esperó que su hechizo funcionara.

¡Pos no se habían rebelao los orcos! ¡Amos hombre, qu'esto es ya lo que faltaba! Lo que pasa que los orcos no contaban con una cosa. Y es que el Sinpán era el más duro y el más borracho de tos los enanos de la Tierra Media, y de parte de la Alta y la Baja también.

Así, empezó a repartir hostias con la mano abierta, que si le hubiese visto el Bus Espenser le había adoptao como si fuese un hijito suyo. Y una hostia, otra hostia, otra hostia... Un festival de hostias del copón.

Y en esas que estaba repartiendo, entre la chispa, el cabreo y que los orcos no se estaban quietos, notó como si los cojones le creciesen hasta límites insospechados. Bueno, que se le hincharon, y le colgaron más, vaya. Y eso to'l mundo sabe que está mu bien para repartir hostias con la mano abierta. Aunque en el caso del enano, que ya era un experto, poco se notaba la diferencia.