Partida Rol por web

Después de días, semanas e incluso meses de largo viaje, por fin atisbas Tierra Santa en el horizonte.
Los edificios y murallas que la rodean parecen difuminarse debido al calor desprendido por el intenso sol que se proyecta en la arena, no hay sombra ni árboles que cubran su intensidad. Ha sido una ruta realmente dura para alguien no habituado al desierto, pero por fin lo has conseguido, y al cruzar las enormes puertas abiertas de par en par y custodiadas por soldados armados que no te prestan la menor atención, por fin hayas algo de frescor en las calles empedradas y las sombras de los edificios colindantes.
Tu camello apenas parece capaz de seguir tus pasos, agotado y exhausto completamente, es probable que ni siquiera sea capaz de sobrevivir demasiado tiempo ahora en estos momentos supondría un estorbo más que otra cosa...

Ahora debes preguntarte cuál será tu primer paso y por dónde empezar a buscar. No debería ser difícil, por lo que sabes de ese extraño Príncipe suele propagar el mal y la muerta allá por dónde pasa.

Las gotas de sudor que aun resbalan por su rostro se ven refrescadas ante el aire de la ciudad. Lo primero aunque menos importante es vender, a ser posible, la montura, aun siendo ya un buen asesino recuerda las lecciones de Louis.
-El no estar escaso de fondos no implica derrocharlos...
Lo siguiente es acercarse a un albergue-posada, un lugar donde se reunan los peregrinos para descansar, alli la informacion siempre es facil de obtener, basta con pedir una jarra y abrir bien los oidos, ademas nadie se fija en un peregrino mas.

Enseguida encuentras el local que buscabas.
La típica taberna apostada en un rincón algo alejado de muchedumbres ya que dudas que el Príncipe se exponga en demasía a ser visto, debería de ser muy estúpido o incauto para hacerlo y de momento no ha demostrado ser ninguna de las dos cosas. Quizá por eso te intriga tanto este "trabajo", no es cómo los habituales, apenas habías oído hablar de éste árabe hasta el encargo y resulta, cuánto menos, interesante.

El local es algo pequeño, pero suficiente para albergar cuatro mesas de madera amplias y rodeadas de taburetes, dos de las cuáles están ocupadas por hombres de aspecto cristiano que no reparan apenas en tu presencia, o sencillamente no les importa, hablando en voz alta de sus trabajos en el campo o de tratos con mercancías. Nada demasiado interesante, en apariencia.
A un lado permanece apagada una enorme chimenea de piedra mientras por el contrario se filtra la luz matinal de la calle por unos amplios ventanales que lucen algo sucios.
El tabernero te pone una jarra de vino cómo le has pedido y vuelve a otro rincón de la barra, dónde habla con una mujer algo entrada en años con el pelo recogido en un pañuelo y un delantal algo sucio, pelando patatas cómo si de un automatismo se tratara.
Probablemente sea su esposa preparando la comida para los clientes del mediodía.

Toma su jarra y se acerca a la mesa ocupada.
Buen dia señores, permiten a este viajero, sentarse a hacerles comapañia.
Les sonrie amablemente.
No me gusta beber solo
Veamos que se cuenta por la ciudad

-Claro muchacho, ¡siéntate aquí!- exclama sonoramente un hombre barrigudo y de aspecto bonachón cuya cara tiene cierto tono rojizo debido a la cantidad ingerida de vino.
Sin embargo su compañero, algo más joven pero de todas formas de avanzada edad y con el pelo cubierto de canas, se tensa visiblemente cuando te acercas, observándote de arriba a abajo.
Por suerte cuando ya estás a poca distancia sonríe aliviado y vuelve a relajarse.
-Un occidental, debería haberlo notado por el acento pero es que últimamente...- comenta dando un largo trago de su propia jarra mientras su "alegre" capataz responde.

-¡Ni que lo digas! Esto está más infestado que nunca de esos apestosos paganos... Deberían echarlos a todos cómo ratas, sólo sirven para traer problemas. Bueno y para arar los campos- tras su último comentario ríe y el hombre más joven niega con la cabeza mirándote con expresión de disculpa.

Sonrie y se sienta a su lado.
La verdad que cuando porfin consigo realizar mi viaje a Tierra Santa, me ha sorpendido mucho tanta presencia, como usted dice, pagana. Dice con cierto reproche a lo cual luego añade con inocencia.
Lo cual me hace temer las palabras de un viejo mercader que me encontra hace unos pocos dias... luego niega con la cabeza como si fuera una tonteria. Na.. ese viejo estaba bebido... pero dejando la curiosidad en el aire y sonrie para cambiar de tema como si nada.
Bueno señores ¿a que se dedican sino es molestia preguntar...?
-Sed buenas personas y picad como truchas ante un buen cebo...

El hombre más joven y que parece todavía sobrio te mira con curiosidad, pero aún así parece resistirse a preguntar y ya que cambias de tema te responde.
-Soy un humilde carpintero, mi taller está apenas a una calle de distancia...- parece que quería añadir algo más, puesto que a pesar de ser más tímido que su compañero le agrada hablar acerca de su trabajo, pero el hombre ebrio le interrumpe con brusquedad.

-¿Palabras de un viejo mercader? ¡Me encantan las historias! Contadla por favor, ¡insisto!- exclama animadamente mientras da un par de golpes con la mano en la mesa, instándote a que empieces con tu "relato".

El hombre ha caido en su provocacion, asi que se deja llevar por el jolglorio de este.
Je, bueno si insistis, lo curioso es que me encontraba yo en (*) cuando me encontre con este hombre, se encontraba en una pequeña posada bebiendo y hablando por la bajito, las demas mesas estaban ocupadas y la verdad que yo tenia ganas de compañia tras mi viaje. Sonrie. como hoy mismo je, bueno pues cuando me sente pues hablamos un poco del camino, el tiempo y entre otras cosas me comentaba que maldita sus suerte de mercader
Añade un par de gestos como imitando a un mercader iracundo.
Que tenia un carro lleno de material para vender en oriente, pero que no pensaba acercarse por esas ciudades y se iba a alejar de Jerusalen, claro aquello me dejo sorprendido que podria hacer que un mercader se hechara hacia atras asi que le pregunte, y entonces el tipo se puso serio y bajo la voz y se puso a hablarme como si me confiara un secreto, cosa arto rara cuando se esta un poco ebrio.
Y les sonrie esperando su sonrisa complice.
Exactamente no recuerdo muy bien pero al parecer el tipo tenia personas que le controlaban distintas ciudades para enviarle informacion sobre como iba el comercio y los distintos precios, pues segun estos informadores algo estaba afectando a los malditos paganos, algunos decian que era una enfermedad otros que era una maldicion , segun el tipo este mal los volvia locos y agresivos a puntos homicidas y han matado y muerto muchos aunque las grandes esferas lo ocultan, yo le dije que eso debian ser tonterias y rumores, entonces el tipo se puso serio y me dijo, que uno de sus informantes habia muerto presa de este mal y que mato a su hermano que segun ellos se querian tanto que era imposible que se hicieran daño, y como prueba me enseño las distintas cartas de sus informantes, eran realmente curiosas y tenian un punto terrorifico. Y entonces vino el punto final , el finiquto.. se acerco mas y me dijo. Se acerca a ellos como repitiendo las acciones del mercader y añade un punto de secretismo y temor como is fuera el el que confiara un secreto importante.
Que la maldicion se mueve, salio de Persia y se dirije a Jerusalen.
Luego se hecha hacia atras y se rie, esperando sus reacciones añadiendo.
Mas o menos esa fue la historia pero claro yo lo he resumido un poco ya que mi memoria no es exacta, segun el Jerusalen se llenaba de paganos porque huian de su maldicion

-Es una buena historia, pero es improbable que una maldición azotara la Ciudad Santa, ¿no creéis?- pregunta despreocupadamente el hombre ebrio mientras vuelve a beber sonoramente de su jarra, resoplando sonoramente cuando acaba.
Por el contrario el carpintero se remueve con un escalofrío incómodo y se frota el cogote.
-Sí... Bueno yo ya debo marcharme al taller, un placer charlas con ustedes- se levanta precipitadamente de la silla y tras dejar un par de monedas sobre la mesa se marcha a paso rápido con expresión algo asustada.

El hombre barrigudo se queda mirando con algo más de seriedad cómo se marcha su compañero, pero enseguida te d auna palmada que pretende ser amistosa en el hombro.
-No le hagáis caso, es muy supersticioso, ¡se lo cree todo!- exclama negando con la cabeza -¿A dónde os dirigís exactamente si se puede saber?- pregunta mirándote con curiosidad.

Eso mismo le dije yo al mercader le responde con una sonrisa
Al principio la reaccion del carpintero le llama la atencion hasta que su compañero le pone al corriente de su condicion supersticiosa.
Parece que por lo menos estos dos no han oido nada parecido.
Cuando le pregunta sobre a donde se dirige se pone un poco melancolico.
La verdad es que me encuentro aqui por mi difunto padre, el siempre quiso peregrinar a Tierra Santa pero la enfermedad se le llevo antes de que pudiera, y yo en su lecho de muerte le prometi que cumpliria su deseo, asi que cuando reuni suficiente dinero parti hacia aqui, estos dias visitare los lugares santos para elevar una oracion en nombre de mi padre y luego buscare un trabajo para seguir adelante, aunque ahora mi mayor problema es el desconocimiento de esta ciudad que me podria llebar a internarme en lugares peligrosos...

-Vaya... lo lamento mucho, muchacho- el hombre te mira por un segundo con seriedad ante la noticia del fallecimiento de tu padre, apoyando la jarra en la mesa cómo muestra de respeto, aunque ése gesto dura poco.
-Os recomiendo que no os acerquéis demasiado a la zona este. Está plagada de paganos y podrían acabar metiéndoos en algún lío....- entorna los ojos y niega con la cabeza, como si creyera que eso ya es motivo de delito.
-Si vais al sur-oeste encontraréis la Vía Dolorosa. También está la iglesia de Santa Ana y más a las afueras la iglesia del Santo Sepulcro...- se rasca la sien algo pensativo antes de tragar sonoramente otro sorbo de cerveza.

-Uf... me temo que ahora mismo no recuerdo más pero seguro que allí os informan bien de ello- se tambalea un poco de alante a atrás y parece que vaya a caerse sobre al mesa en cualquier momento.

Pega un sorbo a su jarra.
No te preocupes hombre me has sido de gran ayuda.
Ahora solo tengo que comprar un mapa... aunque esta ciudad es un poco cara...
Piensa mirando su jarra de 3 monedas.
Cuando el tipo se tambalea le sonrie.
¿Todo bien amigo?
Y hecha un vistazo al camarero a ver si reacciona ante el borrachismo de su cliente.

-Por supuesto...- murmura el hombre con una estúpida sonrisa antes de dejarse caer pesadamente sobre la mesa, empujando su jarra que cae estrepitosamente al suelo pero de todas formas ya estaba casi del todo vacía y no hay que lamentar demasiado estropicio.
Miras al tabernero y éste se limita a negar con la cabeza mientras resopla y deja un roñoso trapo sobre su propio hombro.

-Ya se cansará y se irá. No es la primera vez que sucede, no se preocupe- te comenta despreocupadamente a la vez que otros clientes entran en el local, con lo cuál se dedica a atenderlos.

Con sencillez se levanta recoge la jarra del suelo y la vuleve a colocar en la mesa sonde se vuelve asentar y da otro sorbo a su jarra.
Se permite hechar una segunda ojeada a l local mirar si eso a la otra mesa ocupada y si parece que le hubieran escuchado relatar la historia y a los clientes que acaban de entrar.
Mientras sus atentos oidos intentan captar las conversaciones de alrededor piensa en donde alojarse, pues ese sera tambien un problema.
Le da otro sorba a la jarra.

Pos suerte o por desgracia las demás mesas del local estaban vacías, así que si alguien ha escuchado tu relato sólo puede ser el propio tabernero o su mujer puesto que los nuevos clientes acaban de tomar asiento en estos momentos y reciben sendas jarras de cerveza espumosa mientras la mujer que pelaba hortalizas se va por una puerta del fondo, probablemente a cocinar lo que acaban de pedir.

No parece ser un local muy interesante o concurrido donde conseguir respuestas y sin embargo puedes apreciar, a través de los cristales que dan a la calle, como en el exterior empieza a oscurecer.
Cuando tu vaso empieza a quedarse vacío, el hombre que había quedado "traspuesto" se incorpora con un quejido y mira alrededor algo confuso antes de situarse.
-Creo que es el momento de que me retire a mi hogar... Buen viaje, ¡suerte!- te dice con un enérgico golpe en el hombro antes de levantarse para salir del local tambaleándose.

Que paseis un buena noche.
Su jarra se ha acabado, se acerca a la barra para dejarla y de paso la del borrachuzo, una vez ahi aprovecha para preguntarle al camarero.
Perdone, ¿sabe de algun lugar donde pueda alquilar una cama comoda pero barata?

-Ohh...um...¿barata?- el hombre se mesa la barbilla pensativo, mira por un momento hacia la puerta que conduce a la cocina y por l a cuál se fue su mujer. El olor de cordero asado empieza a impregnar el local y abrir ligeramente el apetito, por suerte para ti estás acostumbrado a reprimir instintos.
-Podría quedarse aquí mismo, digamos...¿5 monedas? Y podría rebajarla el precio de una cena- sonríe ampliamente, como si fuera una gran oferta, mostrándote una sonrisa algo mellada y torcida.

Sonrie.
Parece interesante... ¿Donde dormiria exactamente? ¿Podria verlo?
A saber lo que pretendia ofrecerle aquel camarero, pues no tenia ganas despues del duro camino que habia recorrido de dormir en una pocilga.

-Claro, claro, venga por aquí...- te conduce hacia la parte trasera, al cocina. Su mujer os mira un instante con curiosidad mientras empieza a servir algún tipo de guiso en platos hondos. Hay que admitir que huele deliciosamente pero probablemente se te impregne el olor en toda la ropa.
El tabernero se acerca a un rincón, cogiendo un colchón algo desgastado con un sonido de esfuerzo y depositándolo sobre una mesa de madera gruesa y alargada que por suerte estaba limpia.

-¿Qué me dice? No está nada mal... Le prestaremos mantas y un cojín claro- da un par de golpecitos al colchón y sonríe mientras mira con orgullo alrededor.
Sería tan fácil descolgar los encurtidos que hay a tu alrededor colgados que resulta un tanto extraño el ofrecimiento.